Claustro.

Cuando estoy muy cerca cierro los ojos, en parte porque es lo que se hace, al parecer, pero también porque así me siento más tranquilo. Es ridículo, el mudo soy yo, pero es como si por no ver nada pensase menos. Como si el mundo se quedase un poco más oscuro, silencioso y tranquilo.

Tiene los labios suaves. Es lo primero que pienso. Luego pienso en lo diferente que es que sean labios, como si el cuerpo lo notase por encima de todo lo demás, porque aunque sigue siendo solo piel, es como si me generase una presión enorme en el estómago. Ahí están todas esas vuelas que le doy a las cosas siempre, pero en vez de agobio ahora parecen un caos descomunal en mi cabeza. Y ya no puedo ni pensar con lucidez.
El contacto no dura más de dos o tres segundos antes de que me aparte un poco. Es intenso, dentro de lo que he pretendido, aunque quizás es por la falta de experiencia. En un instante se me ha acelerado el pulso y siento una presión muy fuerte en la caja torácica. Abro los ojos y la miro. Parece que me rodee una especie de niebla de electricidad estática, como de esporas de algodón invisible.
Bajo la vista a sus labios sin quererlo, como si me asegurase de que están ahí, y luego la subo a sus ojos.

Para mí es algo extraño. Quizás para ella es normal.

Acepté el contacto, aunque sin hacer demasiado al respecto. No era más que un beso, realmente, aunque para él sí era importante, o eso pensaba yo. Seguí las acciones de él, sin hacer más que acompañarlo. Y, cuando se detuvo, me quedé donde estaba.

Cuando se separó me resultó algo incómodo. Sentía que esperaba algo más de mí, pero yo no sabía qué ofrecerle. Sonreí, pero sentía la sonrisa un poco tirante. No tenía muy claro qué decir o hacer. Me sentía como si estuviera en un aprieto, pero tampoco podía salir de él porque no era yo la que me había metido en ello.

Me gustaría que llevase puesto el amuleto ahora mismo. Me gustaría poder preguntar sin moverme, poder hablar sin moverme. e gustaría preservar un poco la distancia, un momento, y quedarme así. Pero eso si pudiese hablar para llenar el silencio. Pero...
Creo que aunque pudiese, no podría hablar ahora. Tengo un nudo en la garganta que me la cierra un poco.

Me separo un poco más, sin perderla de vista. La tensión se va convirtiendo, poco a poco, en una especie de tormenta. Noto cómo se debate dentro de mí, de un lado al otro de mi cuerpo. Es como si fuese a estallar en cualquier momento, pero por ahora solo amenaza con ello.

Termino por suspirar con suavidad, conteniendo un poco más esa sensación. Tengo ganas de disculparme y a la vez la sensación de que hacerlo sería caer un poco más bajo, de alguna forma. Lo haría parecer frívolo.

Dudé un momento. Yo no sabía qué hacer con él en aquella situación. Al final, acabé por ceder a lo que se me había ocurrido y extendí los brazos, ofreciéndole un abrazo. Sabía que no era lo que quería, pero no sabía si podía darle lo que quería.

Bueno, sí lo sabía. Sabía qué quería exactamente, probablemente mejor que él, y sabía cómo dárselo, de nuevo, probablemente, mejor que él. Pero eso no quería decir que pudiera hacerlo de forma tan desinteresada. Después de todo, me afectaba directamente. Podía tener consecuencias desastrosas. Y eso no me hacía la mejor gracia. Así que, en lugar del contacto que pedía, le ofrecí otro.

Traté de relajar un poco la sonrisa.

Tenso un poco la expresión cuando veo lo que me ofrece. Aprieto los dientes, pero me fuerzo a mí miso a relajar la mandíbula y esbozo una sonrisa escueta, algo apagada. Entonces niego.
Alzo las manos, que ahora me tiemblan un poco más, pero me esfuerzo por mantenerlas firmes. Todo lo firmes que puedo mantenerlas mientras gesticulo, al menos. Espero que el movimiento lo disimule.

<<Prefiero no relacionar el abrazo con el rechazo>>, le digo, esbozando una sonrisa algo tensa.

Creo que sería peor. Un abrazo de Massen es algo bueno. Pero si ahora me abraza... Ya no es la primera vez, ¿no? Será como si cada abrazo a partir de ahora sea realmente una especie de recordatorio. Puede que no sea así, pero no puedo evitar pensarlo.

Sentí cómo se me congelaba la sonrisa en los labios de forma tremendamente incómoda, y bajé los brazos, que de pronto me pesaban mucho más de lo normal, de forma muy lenta. Tenía la sensación, de pronto, de sentirme yo bastante más rechazada que él. Daba igual lo que hiciera, se había estropeado todo. Y aunque no podía ver dónde había cometido yo el error, sentía que lo había hecho, que era culpa mía, que yo era la responsable de aquel desastre.

¿Lo había rechazado yo? Ni siquiera había sido esa mi intención. Era, simplemente, que le estaba dando vueltas a las cosas. En cierto modo, era parecido a lo que había pasado con Follow. Tenía la sensación de que ellos pretendían exigirme más de lo que a mí me interesaba dar. De que estaba obligada a tomar una decisión seria y formal, como si nunca fuese a haber una vuelta atrás, hiciese lo que hiciese.

De pronto, tenía muchas ganas de llorar. Todo parecía estarse yendo a pique.

Su respuesta, aunque no sean palabras, me hace sentirme repentinamente agobiado. Es como si hubiese roto algo. Como si esperase una sorpresa y terminase en decepción.
Las palabras se repiten en mi cabeza. Que no debí hacerlo. Que debí dejarlo estar. Que no debí darle vueltas. Que nunca debí... Nunca debí dejar que pasara. Nunca debí intentar avanzar más. Nunca debí ver cosas que no eran. No debí creer que...

Extiendo la derecha hacia una de las manos que ha bajado y tiro de ella yo mismo, ofreciéndole el abrazo que acabo de rechazarle, con expresión de apuro, de angustia, de agobio. Y a la vez pienso que no está bien. Pienso que es como negar mis palabras. Pero... ¿qué más da?
Ella no quiere eso de mí. ¿Qué más da un abrazo? ¿Qué más da acordarse? ¿Qué más da pensar en ello? Tengo la sensación de que si no me aferro a ella ahora empezaré a escaparme de nuevo.

Lo siento.
Siento haberlo estropeado todo. Siento haberte presionado. He sido un egoísta, ¿no es así?
Lo siento. Es que nunca me había pasado algo así. No sabía qué hacer. No pensé que fuese a resultar tan frustrante. Creí que sería inofensivo, sin más.

Me sentí extrañamente pasiva de pronto. Yo pretendía ser la de siempre. La entera, la experta, la inalcanzable guerrera. La seriedad hecha persona, la profesionalidad con nombre propio. Y, en lugar de ello, me dejé arrastrar hacia él como un peso muerto, viendo, impotente, como imponía su abrazo al mío.

Cuando llegué contra su hombro sentí que se me escapaba un sollozo, y me pareció que resonase en todo el claustro, que se oyese en cada pasillo. Pero eso no hizo que me sintiese cohibida. En aquel momento, era un sentimiento al que no podía acceder. Y en vez de eso dejé que se me escapara otro, y otro más, y hundí la cabeza en su hombro, sin importarme si lo mojaba con lágrimas o lo manchaba con mocos, y me abracé a él con fuerza, como si, de no hacerlo, fuera a deshacerme en cachitos.

Bueno, él había sido egoísta. Por lo visto, era mi turno. No tenía tiempo para pensar en si debía refrenarlo, porque me sentía desbordada por la situación. Probablemente, ni siquiera fuera la situación, sino el conjunto de toda la presión que llevaba acumulada. No recordaba la última vez que me había dejado ir así. Ni siquiera con Heylel, cuando vino a verme. Ni mucho menos. Aquello implicaba descargar muchas más cosas que entonces.

-¿Por qué no puedes quedarte conmigo como siempre y ya está? -balbuceé, con la voz ahogada por las lágrimas y mitigada contra su ropa.

Empieza siendo un abrazo extraño, pero cuando escucho el sollozo me recorre un escalofrío. Cualquier sensación desagradable que pudiese haber sentido se multiplica por diez, pero ahora cambia el motivo. Porque ahora parece que sí lo he roto todo, de verdad. Es como si hubiera roto el mundo entero.
Cuando llega el segundo, cuando se abraza a mí de esa forma, me doy cuenta de que he dejado de respirar y de que también tengo los ojos húmedos. La atraigo con algo más de fuerza, aunque parece que no encuentre la suficiente. Porque la fuerza que necesitaría para sentirme arropado haría que la traspasase

Tenía la mirada turbia, clavada en nada, y los oídos pendientes de sus sollozos, y el cuerpo pendiente de cada temblor, que me hace querer romper a llorar como ella, pero solo caen lágrimas. Yo sigo estando tenso.
Hasta que pregunta. Entonces también tiemblo. Querría gritar, pero al abrir la voz solo sale aire.

Me gustaría poder decidirlo todo. Poder elegir cualquier cosa que se me vaya a pasar por la mente, cada pensamiento, cada...
Ni siquiera puedo responder. Ni siquiera puedo hablar. Ni siquiera puedo decir en voz alta que siento ser tan estúpido, que siento quererte de una forma que hace que lo demás se estropee. Pero puedo abrazarta con más fuerza, hasta que los dedos se me queden sin circulación, y esperar que entiendas que me quedaré contigo como siempre.
Haré lo que pueda para enterrar todo lo demás. Haré lo que haga falta. Voy a luchar contra cada pensamiento hasta que lo olvide, hasta que estén tan lejos que parezca que fue solo un mal sueño.
Aunque duela. Porque así parece que duele a los dos.

Yo no quería hacer que nada acabase así... Vaya desastre, Jun.

Que correspondiera en condiciones ayudaba un poco. A recomponerme. Me dejé ir un poco más, pero el ataque más fuerte se me pasó rápido, y aunque en absoluto sentí que me hubiera desahogado, tenía la sensación de que no era esa la manera de hacerlo. No me gustaba llorar. No me gustaba nada llorar. Era como si algo en mí pensara que no se me daba bien.

Cuando me separé, lo hice de forma algo brusca, y cuando me limpié las lágrimas, lo hice sin cuidado y con cierta rabia. Jun era un problema. Y lo peor era que siempre me había intentado hacer ver que lo era, y yo nunca le había prestado atención. Pero lo era. En realidad, había pocos que no lo fueran, pero él insistía especialmente en ello. Fruncí el ceño y ahogué el siguiente sollozo. No, aquello no era lo mío, y no me hacía sentir mejor.

Me acerqué a él de nuevo, buscando yo, aquella vez, el contacto. Porque era lo que yo quería, le había dicho. ¿Por qué tenía que respetar tanto lo que quería él si ni él mismo se aclaraba y encima no sabía cómo administrar las cosas? Bueno, yo sí lo sabía, y no me gustaba salir herida. Así que haría lo que me diera la gana hasta que alguien fuera capaz de pararme los pies. Estaba también en mi derecho, y lo ataqué con cierta rabia, como reclamando lo que estaba pensando.

Me quedo sosteniéndola como si con ello me sostenga a mí mismo. Y es así de alguna forma, porque las manos, los brazos, que hasta me duelen de la fuerza con la que la aferro, me recuerdan que está ahí. Que no se ha ido. Que aún puedo arreglarlo, que aún puedo borrar lo que he hecho mal y recuperar lo que estaba bien, lo que nunca causaba problemas. Pero esa sensación se quiebra cuando se aparta como lo hace, y no puedo evitar pensar que, como yo rechacé su abrazo, ella rechaza el mío.
Quizás se ha acabado todo. Tal vez lo he hecho demasiado m...

Sabe a sal.

Aún me resbalan lágrimas por las mejillas, pero se cortan de repente. El mundo me da un vuelvo. No entiendo. No entiendo nada.
La gente dice que es fácil, que es intuitivo, que es natural. Yo me pregunto hasta qué punto es verdad eso.
¿Quién puede comprender algo así?

Pero mi cuerpo se recobra antes que mi mente. Tras el primer impacto, que me deja sin aliento, confuso, reacciono. Es quizás esa forma suya de buscarme, o la tormenta que tenía dentro, que explota, aunque no como esperaba... Trato de acomodarme sin darme cuenta, con un ritmo que busca al suyo, moviéndome por una desesperación que no sé bien de dónde sale.
El cambio de respiraciones me marea un poco, y no entiendo bien qué hacer, pero de alguna forma lo hago. Soy inseguro, siempre me asusto, pero ahora parece que si dejase de buscarla, de responder a ella, cambiará de idea de nuevo.
No puedo evitar seguirla.

Como era mi decisión, como yo marcaba lo que pasaba, él se limitaba a dejarse llevar. Jun era siempre así. Me pregunté si, de nuevo, me preguntaría al respecto pasado un tiempo, si me lo reprocharía. No era algo que pudiera hacer. No iba a permitírselo. Yo podía hacer lo que quisiera, y si lo aceptaba, no aceptaría yo preguntas luego. No tenía por qué dar explicaciones.

Me eché un poco hacia adelante, acorralándolo. Parecía tan desesperado que era como si se hubiera olvidado de que era un pobre e inseguro inexperto. Me fui inclinando sobre él, ganando terreno, obligándolo a retroceder. Marcando mi fuerza, porque yo era fuerte y podía demostrarlo, y tenía experiencia y podía valerme de ella.

¿Qué haría él entonces? ¿Se acobardaría? ¿O, por el contrario, aprovecharía para lanzarse, justificándose en que todo era cosa mía? ¿Se haría ideas demasiado complejas sobre la situación o se olvidaría de pensar? Podía averiguarlo si seguía adelante. Podía demostrarle de qué poco valía esa actitud tras la que se escudaba. No quería sentirme culpable, ni aunque fuera por mis caprichos.

Noto vagamente cómo me empuja y acabo por sentir la piedra contra la cabeza, pero no mucho más. Ni siquiera podría explicar qué pasa. Solo sé que no puedo pensar con claridad. No es llorar, no es gritar, pero estoy echando fuera toda esa tensión acumulada de una forma que nunca había experimentado. Me temblaría el cuerpo si dejase de moverlo, pero no lo hago porque ahora mismo no se me ocurren motivos. No se me ocurre nada. No puedo pensar.
Parece que a mi boca le va mejor que a mi cabeza. Encuentro la forma de aguantar, aunque es como si quisiera más. Pero tampoco puedo ofrecer más. Si respirase más deprisa moriría.

El sabor a sal se ha disuelto en la saliva. La otra vez, en las escaleras, recuerdo que no pasó de los labios. Ahora no me doy cuenta de cuándo lo ha hecho, pero es como si no fuesen suficiente, pese al desenfreno. En otras ocasiones de pensarlo me acobardo, pero ahora accedo a su boca como si fuese igual de necesario que respirar. Ahora entiendo por qué se dice que la gente se bebe, se devora... Porque creo que esto es parecido a eso.
Es algo que no puedo controlar. Algo que ahora mismo necesito, y punto. Y no lo puedo razonar. No tiene ningún sentido. Pero estoy tan concentrado en ello que no puedo ni tratar de buscárselo.

FdR- Pausa

Llegado un punto, Jun estaba completamente acorralado, y yo no podía avanzar más. Entonces, de golpe, ralenticé el ritmo hasta detenerme, imponiendo todo el tiempo mis acciones sobre las suyas. Al cabo de un momento, me separé y me quedé mirándolo a escasa distancia de su cara, con los labios todavía entreabiertos, vigilando su expresión en la oscuridad.

Mientras con una mano me apoyaba y mantenía el equilibrio, llevé la otra entre sus piernas y la posé suavemente, sin hacer más movimiento, evaluando tanto la situación como su reacción al gesto. En cierto modo, quizás, estaba jugando con él, pero me inspiraba curiosidad. ¿Buscaba mi culpa o mi cuerpo?

La hiperventilación no me está ayudando mucho a sobrellevar la situación. Más bien me hace tener calor, mucho calor, y sentir la cabeza tan liviana como si se me hubiese llenado de aire. Y cuando se separa la sigo por inercia, con el cuello, pero termino por dejarme ir hacia atrás de nuevo, algo mareado, y apoyo la cabeza en la pared. Tardo en encontrarla, y la oscuridad no me ayuda a verla con claridad. Además, creo que tengo la vista borrosa.

Jadeo, y en parte agradezco la pausa. Puedo oxigenarme... Puedo...
Mee estremezco cuando su mano se apoya en... Cuando... Boqueo un instante, sorprendido. Aumenta un poco esa tensión que había empezado a desvancerse, aunque ahora es un poco diferente. Noto como mucha urgencia. Demasiada, de hecho. Demasiado nunca es bueno.
Creo, que a este ritmo...

Le sostengo la mirada, como puedo, y trago saliva. Entonces, de pronto, la tensión me puede, elevo un poco la cadera hacia su mano, cierro los ojos con fuerza, inspiro hondo y me estremezco.
No, por favor...
No puede ser...
Qué... vergüenza... Quiero morirme.

Bueno, no era eso lo que esperaba. Que recordase, era la primera vez que me pasaba algo así. ¿Era por la presión? ¿Era por...?

Retiré la mano despacio, echándome hacia atrás y sentándome de nuevo. Carraspeé un momento, sin saber qué decir, y el carraspeo pareció resonar por todo el lugar. El ambiente se había vuelto pesado de pronto.

Había intentado librarme del problema, o al menos satisfacer mis caprichos, pero, por lo visto, no era posible. Peor: había hecho las cosas más complicadas. Porque Jun se cerraría en banda todavía más, y yo sufriría las consecuencias. Y tampoco sabía qué podía hacer que lo arreglara o, al menos, lo mitigara.

Ella se aparta un poco, pero eso no hace que deje que querer morirme ahora mismo. Quizás con un pleniäo me convierta en oscuridad y desaparezca para siempre de este mundo. El pecho se me mueve deprisa, debido a la respiración acelerada. Aún tengo los labios algo húmedos, pero de repente es un poco más raro.
Al final la miro. No me queda otra. Mi cabeza se ha paralizado.
Levanto las manos, que tiemblan más todavía. Supongo que la situación ha sido un tanto intensa... ¿Demasiado para mi?

<<Es la primera vez que me pasa>>, termino componiendo con gestos torpes y la expresión tensa, desorientada.

¡Claro que la es! ¡Todo! ¡En general! Es como si mi cuerpo fuese estúpido, ahora mismo.
Hago todo lo posible para no enterrar la cabeza entre las rodillas y hacerme un ovillo. Tengo que mirarla... Por favor, aguanta la vergüenza... Por favor...

No esperaba ese comentario. Apreté los labios, tratando de evitar la risa. Probablemente se lo tomaría a mal. Era Jun, a fin de cuentas. El siempre sensible Jun. Quizás debí haberle seguido dando largas, y todo habría ido mejor. Seguro que si le hubiera pasado lo mismo con una chica más tímida lo habría llevado mejor. O con una novia cariñosa que lo consolase y le dijera que no pasaba nada y que podían intentarlo otra vez.

Yo no era ninguna de las dos cosas, así que me froté con el índice la raíz de la oreja, sin tener muy claro qué aportar.

-No, si... ya lo suponía -¿Por ejemplo?

Mithos, por qué. Esto sí que me lo seguiría recordando por el resto de mi vida, como el gran fracaso que, por mi culpa, le impidió ser una persona adulta normal.

La miro con curiosidad. Esa presión en los labios se me hace tan familiar que pese a la vergüenza, y es que tengo la cara ardiendo por completo, esbozo una sonrisa yo. Algo cansada, sí, pero es un paso... Quiero decir...

<<Puedes reírte>>, le concedo, acompañando los gestos de las manos de un pequeño asentimiento. <<Somos amigos>>. Lo recalco por lo que ha pasado antes de todo esto, cuando lloraba. Por lo que dijo entonces. Quiero que sepa lo que soy y que me mantendré a su lado de esa forma, o algo así. <<Los amigos se ríen de esas cosas, ¿no?>>

Como cuando Ben me robó mi primer beso y se rió. Creo que es más sano así. Y eso que me cuesta bastante reírme. Porque es uno de los momentos más vergonzosos de toda mi vida. Pero, ¿qué voy a hacer?
No soportaría que rompiese a llorar de nuevo. Mejor que se ría y le quite importancia. Quizás así parezca un poco menos humillante.

Aunque me diera "permiso", ya no era algo espontáneo, así que no sentí la necesidad de hacerlo. De todos modos, sí esbocé una sonrisa, remarcando que no había motivos para tratar el tema como un asunto grave y agobiante.

Me encogí de hombros.

-Bueno, tampoco es motivo de fiesta -respondí, reforzando la sonrisa-. Pero no pasa nada.

No sabía si era mejor decirlo o no. Me arrastré hacia él, sentada, y probé a ofrecerle otro abrazo. No pude evitar de todo la cara de circunstancias, el miedo a un nuevo rechazo. Era casi como si le pidiera que no lo llevara a cabo aquella vez.

Es como si, de nuevo, lo hubiese estropeado todo. Pero a la vez es un poco un alivio, porque creo que las cosas estaban yendo algo más lejos de lo que hubiese podido soportarlas. Al menos se ha calmado un poco. Yo creo que tardaré en olvidarme de esto, pero al menos... Al menos podemos sonreír y pensar que...
No pensar. No pensar es mejor.

La cosa es que... ¿De verdad iba a...?
No pensar.

Me refugio en el abrazo, correspondiendo con ganas. Es un alivio. Un abrazo sin lágrimas y sin una sensación de que el mundo se ha roto. Y eso pese a lo que ha pasado.
La oprimo contra mí, con algo más de fuerza, y suspiro. La verdad es que me siento un poco más relaj...
Espera... ¿Es porque se ha resuelto en conflicto? ¿O...?

No pensaré en ello. No.

Por suerte, aquella vez aceptó, así que me quedé algo más tranquila. Aunque fuera, con toda probabilidad, la situación más absurda que hubiera vivido con él. Lo estreché contra mí, dejando escapar un pequeño suspiro. En fin, no tenía muy claro cómo, pero parecía que el problema estaba diluyéndose. Aunque fuera temporalmente.

-¿Estás bien? -pregunté, para asegurarme.

Tampoco es que su reciente experiencia fuera algo que a los chicos les gustase mucho, hasta donde yo sabía.

Bueno. He sobrevivido. Aunque creo que cada vez que lo piense voy a negar sin querer y a sentir vergüenza otra vez. Pero he sobrevivido. Hemos sobrevivido.
Aunque esa pregunta...

Me aparto un poco para responder, con una sonrisa más tensa de lo que hubiese querido. Empiezo por asentir, pero al final niego con fuerza, lo que me hace hasta reír un momento. Por no llorar.

<<Me alteré demasiado. Pero además de la sensación de querer morirme, estoy bien>>, reconozco, frivolizando un poco lo malo. <<Creo que no es tan raro, ¿no?>>, inquiero, mirándola casi con súplica.

No lo es. Claro que no lo es...
Ay, por favor...
¿Cuál es mi consuelo? ¿Que al menos "funciona"? Hubiese preferido muchas otras cosas. Pero prefiero el ridículo que los lloros. Ahora lo que quiero es una ducha y un poco de autocompasión.

Lo estreché un poco más, como consuelo. Bueno. Era un poco extraño todo, pero no tenía más soluciones que las sencillas, las de siempre. No sabía si le servirían de algo.

Pensé un momento antes de responder, rebuscando en mis experiencias.

-Creo que no -respondí al fin-. Es bastante habitual. Sobre todo al principio, supongo.

En realidad, yo no había tenido tantas experiencias al respecto. Al menos, no tan evidentes y rápidas. Pero la idea no era desmoralizarlo.

Me alivia un poco ver que ella se lo toma con relativa naturalidad. No creo que sea algo que haya visto a diario, pero bueno... No sé. Siendo yo, ya es increíble que no me haya desmayado o algo así...
Bueno, Jun, no te vengas abajo... Piensa en lo de antes... El beso. Los... Eso estuvo bien... Es decir...
Pensar en ello ahora también me da vergüenza. Prefiero dejarlo para luego.

<<Bueno, pues entonces nada de dramas>>. Parece que intente insuflarme ánimo con mis propias palabras, y no sé si funciona. Hincho un poco el pecho de todas formas. <<¿Tú cómo estás?>>

Que se me olvida preguntar, y hace nada estaba llorando... Aún no he entendido bien lo que ha pasado.