Balcones

Zacharyas nunca había estado delante en un momento como aquel. Nunca había tenido que abrazar a alguien que lloraba. Pero en ese momento, con la parvus entre sus brazos, supo lo difícil que era mantener la calma cuando el otro parecía desgarrarse.
Por suerte, Zacharyas siempre había sido tranquilo. Desde niño. Y ello lo ayudó, pues su torpeza para el abrazo o para encontrar palabras de consuelo se vio compensada. Al menos no se asustaba de las lágrimas de la joven, ni de no saber exactamente de donde provenían. Quizás no supiese mucho de su pasado, pero sabía mucho de dolor. El dolor era su especialidad. Y aunque no hubiese aprendido mucho sobre como hacerlo desaparecer, entendía el dolor.

Zacharyas pensó que quizás Stalon se sintiese vacía, y triste. Eran tipos de dolor. Pensó que quizás le gustase que siguiera abrazándola mientras lloraba, sin decir nada, con una mano rodeando su cuerpo y otra semihundida en su cabello, como queriendo penetrar en su cráneo, pero con suavidad. Como queriendo fusionarla con él.
No quiso decirle nada. No quiso interrumpirla. A él le gustaba el dolor, desde siempre, pero el del cuerpo. El de la mente, sin embargo... Aquel era muy distinto, pero Zacharyas, a su modo, también lo entendía. Por eso pensó que aunque no dijese nada, y aunque solo fuese él, torpe y macabro para muchos, si no la soltaba, por mucho que llorase, no podría romperse.

Y, además, aunque ella llorase en silencio, algo en aquel abrazo calmaba al propio Zacharyas, poco acostumbrado a aquella sensación.

FdR- En el fondo es un tierno XD

Tardé un rato que me pareció bastante largo, pero al final acabé por serenarme un poco. Estaba agotada, y tenía que hacer grandes esfuerzos para no dejarme caer sin mas.

Entre hipidos, me sequé los mocos y las lágrimas con la manga, sorbiendo un poquito y notando la piel extraña, como mojada y reseca a la vez. Me separé un poco de Zacharyas y repasé con la mano sus ojeras y mejillas, como limpiando unas lágrimas imaginarias.

-V-venga, hombre -hipé, con voz nasal-. N-no te pongas as-sí -sorbí-. Y-ya pas-ó. ¿Ves? Aho-ora hay q-que levantar cab-eza.

Esbocé una sonrisa entre graciosa y triste, y al tragar saliva pude sentir el sabor de la sangre, que seguía en mi boca, ahora mezclado con el de los mocos y las lágrimas. Quise reír un poco, pero los hipidos me lo impidieron. Me tapé la boca con el brazo y tosí un poco.

Zacharyas esbozó una sonrisa. Asintió, condescendiente.

-Tienes razón -dijo con su voz ronca-. No sé por qué me he puesto así...

El caeruleus la imitó, secando un par de lágrimas, en su caso reales, de la mejilla de la chica.

-Menos mal que estabas aquí...

Ensanchó esa sonrisa que daba a su rostro un gesto tan macabro, y no pudo evitar preguntarse cuanto de verdad había en sus palabras. Ella era la persona más cercana, con diferencia. ¿Acaso no era un alivio, realmente, su presencia?
Acarició un mechón de pelo de Stalon, recolocándolo en su sitio.

-Ya me siento mucho mejor... Gracias...

La joven le evocaba ternura. Le evocaba calidez.
¿Qué habría en su interior que le hiciese llorar así?

Cuando respondió, la risa surgió de forma más espontánea, sobreponiéndose a los hipidos, y mi sonrisa se hizo más sincera y menos teatrera. Lo abracé de nuevo. Realmente, estaba mejor ahora que él estaba conmigo.

-Q-qué bien -murmuré, arropándome con su calor y su cariño.

Me separé para mirarlo y lo estudié como si fuera la primera vez que lo veía. Repasé con un dedo la línea de su frente, sus cejas, sus ojos, sus mejillas, su nariz, sus labios, la línea de su mandíbula... Me puse de puntillas para darle un beso.

-Est-toy muy bien contigo. M-me gusta.

Zacharyas suspiró aliviado cuando vio que sus palabras obtenían un resultado positivo. Parecía, pensó, que si se esforzaba podía ser normal, e incluso agradable, y no solo el tipo extraño que asustaba por sombrío. Recordó las palabras de aliento que Fier le había dedicado pocos días antes y pensó que debía agradecérselas la próxima vez que la viera.

La pequeña Stalon lo repasó, como si reconociese sus facciones a través del tacto. Él se mantuvo inmóvil, como una estatua, para facilitárselo. Pero cuando lo besó, se llevó una mano a la mejilla.
Era extraño que un gesto como aquel, tan opuesto al dolor, le causase una sensación tan similar. Y las palaras de Stalon no hicieron sino acrecentar esa sensación.

Tragó saliva. ¿Qué responder a algo como aquello? Zacharyas sentía que se le había acabado el ingenio.
Asintió suavemente, serio.

-A mí también me gusta -le respondió.

Era extraño para él expresar ese tipo de cosas. El compañerismo, la amistad, el agrado por otra persona... No sabía cómo de común era para ella, pero Zacharyas se sentía algo incómodo, avergonzado, como si debiese sentir pudor por expresar esas sensaciones.

Asentí con la cabeza y lo miré a los ojos.

-Y m-me gustas tú. M-me gustas mucho, Zacharyas -añadí, muy seria de pronto.

Para evitar un nuevo hipido, solté mucho aire, casi como un suspiro, y sentí cómo me iba desinflando. Ya no tenía fuerzas casi. No pude evitar un profundo bostezo, y me apoyé contra él. Pese al cansancio, seguía abrazándolo con mucha fuerza.

Si lo hubiese dicho de otra forma, Zacharyas hubiese sonreído sin más, halagado por la demostración de amistad de la chica, pero en vez de eso, enmudeció. La miró fijamente. Entreabrió los labios para hablar, pero su cabeza todavía buscó las palabras adecuadas unos segundos más. Algo era "especial" en aquella afirmación, según él notó.
Porque había usado su nombre. Y eso le hacía verlo de otro modo.

-¿Yo? -logró decir, señalándose a sí mismo, como si hubiese más Zacharyas o más "yos" en aquel lugar que pudieran causar dudas.

Las manos comenzaron a sudarle. Notó que enrojecía. Y no era para menos, pues si aquello era lo que pensaba, se trataba de la primera vez en su vida que alguien se lo decía. Y si no lo era, se sentiría tan avergonzado por haberlo malinterpretado que no estaba seguro de qué sería peor.

Una sonrisa cansada salió a mis labios cuando habló, pero tardé un momento en moverme, y no abrí los ojos. Finalmente, asentí con la cabeza, pegada a su pecho. Era gracioso porque sentía sus latidos, que tenían ahora un ritmo extrañó.

-Sí -corroboré, tratando de que mi voz fuera alta y clara, pese a que estaba agotada-. Tú. M-mucho. De verdad.

Solté aire de nuevo. Estaba tan cómoda...

Zacharyas sintió un tick en el ojo, que se entrecerró de pronto, en contra de su voluntad. Quiso tragar saliva, pero no fue capaz, como si se le hubiera hecho una bola gomosa y tirante, intragable. Nervioso, frotó sus manos contra la capa, intentando secar su nerviosismo. Su corazón se aceleró notablemente, fruto de la crisis de pánico que había empezado. Al mismo tiempo, su respiración se aceleró, y tuvo que concentrarse para relajarla un poco.

Llevaba toda su vida pensando que un momento como ese no llegaría jamás, y no tenía ni idea de qué hacer. No lo entendía. Simplemente, su cerebro estaba colapsando poco a poco y el caeruleus no tenía ni idea de a qué atender.

Sintió un ligero mareo y se dejó caer sentado, pues la posición que tenía le era incómoda.

Sentía pánico. Él no sabía expresar emociones. Ni siquiera las entendía bien. Y el conocer eso... ¿Se suponía que ya estaba? ¿Ella decía eso porque quería? ¿O debía él responder algo igual de... sincero?

Por ello las relaciones sociales, en las que era tan torpe, le daban cierto pánico.

La miró. Ella estaba tranquila, con los ojos cerrados, relajada. Su visión en ese estado lo calmó un poco. Vista así, adormilada, no asustaba tanto.
Se secó nuevamente las manos, esta vez en los pantalones, y usó sus capas para taparla con las manos temblorosas, como arropándola.

FdR- @___@ el día más temido ha llegado

Los golpeteos volvieron a cambiar, y solté una leve risita. Entonces sentí cómo se tensaba y finalmente cambiaba su postura. El hecho de sentarse me obligó a soltarlo, pero no tardé en reaccionar. En seguida, me subí en sus piernas.

-Ey -llamé, sonriente. Me miró, y pareció calmarse un poco. Lo abracé por el cuello-. Ea, ea -lo calmé, acariciándole el pelo y meciéndolo un poco-. Que no es tan grave, venga.

Le di un nuevo beso, esta vez en la frente, y luego me senté sobre él, tal y como me había sentado sobre Fier apenas unas noches atrás. De la misma forma que entonces, tomé sus brazos y me arropé con ellos, pegándome bien a él para sentir su calor. Apoyé la oreja en su pecho para comprobar el estado de aquellos juguetones latidos. Poco a poco, entre el calor y aquel ritmo extraño, y dominada por el cansancio y el exceso de emociones sufridas, fui perdiendo la conciencia hasta dormirme.

Zacharyas se quedó conmigo, velándome.

*Se duerme*

FdR.: Zach postea mañana, que a estas horas como que tiene que dormir u.u

Zacharyas se avergonzó por haber actuado de aquella forma. Estaba seguro de que estaba quedando en evidencia, pero era incapaz de actuar de otro modo, pues aquella situación lo paralizaba como un depredador paralizaría a cualquier pequeño mamífero atrapado. Ella, sin embargo, parecía de lo más tranquila, jugando con su cuerpo para acomodarse en él, reposar y relajarse hasta, finalmente, quedarse dormida.
Zacharyas se relajó ligeramente cuando el ritmo de la respiración de Stalon cambió, demostrando que ya había entrado en el mundo de los sueños. La observó con cuidado, tratando de no despertarla al moverse.

Era de noche. A él no le gustaba dormir de noche...

...

...

...

Zacharyas cabeceaba. No dormía, pero su cabeza bailaba sobre su cuello, arriba y abajo, dudando entre mantenerse erguida y en vigilia o caer rendida y descansar. No estaba seguro de si había conseguido dormir algo, pero si lo había hecho había sido tan poco tiempo que apenas lo había notado. Le pesaban los ojos desde hacía tiempo, pero la luz del día le molestaba para dormir.
Un bostezo enorme hizo que sus ojos se llenasen de lágrimas. Dejó caer la cabeza, abatido. Entre el largo día anterior y la noche de darle vueltas a la cabeza... Se sentía agotado.

Tenía una pierna dormida. Se centró en ello.

*se queda sentado como sillón humano que es*

Con la luz del día encima, empecé a revolverme y a dar vueltas, algo incómoda. Estaba en un duermevela extraño; sentía vagamente lo que había a mi alrededor, sabía que estaba durmiendo, pero salir del sueño no parecía la mejor idea. Poco a poco, fui tomando mayor conciencia de dónde estaba, hasta llegar a abrir los ojos un poco.

Miré hacia arriba por una rendija entre mis párpados y me encontré con la mandíbula de Zacharyas. Sonreí y me froté un ojo, recolocándome en una postura más de mi gusto y estirándome.

Zacharyas tenía los ojos entrecerrados. Estaba en una especie de trance, a medio camino entre el sueño y la realidad, aunque cada vez más lejos de la segunda. Tenía en las comisuras de los labios dos pequeñas manchas de saliva seca que había acudido allí tras relajar él su cuerpo y, por ende, su boca.
El caeruleus notó algo moviéndose, pero creyó que se trataría de algo en su mente, o del aire, o quizás de algún animal que pasaba por allí. Fuera lo que fuese, en el estado en el que él estaba no tenía la menor importancia.

Solo veía la oscuridad de sus párpados, aunque no tenía los ojos cerrados del todo, de forma que se veía una fina franja blanca en cada uno de ellos.

Su cabeza todavía se balanceaba, arriba y abajo, sin decidir la posición que prefería.

FdR- Sesi sesi

Bostecé ampliamente, sintiendo cómo se me humedecían los ojos. Me los sequé con el puño y los abrí de todo, con expresión adormecida, aunque la nebulosa de mi mente se iba disipando poco a poco. Y, al desaparecer, dejaba mi energía en todo su esplendor.

De pronto, me sentía incómoda. El calor de las capas de ropa que me envolvían me agobiaba, no encontraba la postura adecuada, sentía que me entumecía. Me revolví un buen rato, de forma cada vez más violenta, hasta conseguir zafarme de todo aquello que me impedía levantarme, y me puse en pie con un suspiro de alivio.

Me di la vuelta y miré al chiquillo, que cabeceaba, semidormido. Lo rodeé y, desde atrás, lo abracé por el cuello y apoyé el mentón en su hombro.

Zacharyas sintió el movimiento de nuevo, y esta vez supo que no estaba en su cabeza. Entreabrió los ojos y la luz lo deslumbró, obligándolo a cerrarlos nuevamente. Notó una presión sobre su hombro. La chica estaba despierta.

-Buenos días -dijo, y su voz sonó más ronca que de costumbre por el desuso nocturno.

Un bostezo acudió de nuevo a sus labios. En momentos como ese, incluso él, amante de lo incómodo y desagradable, deseaba tener ante sí una cama en la que recostarse para que su cuerpo diese rienda suelta al descanso.

Miré el cielo, cubierto de nubes pero claramente iluminado, buscando la posición del sol. Cuando lo encontré, pegué mi mejilla a la del chiquillo y asentí un par de veces, con fuerza.

-Muy días -puntualicé, sonriente.

Lo solté y fui hasta el borde del balcón, asomándome y extendiendo las manos abiertas, con las palmas hacia arriba, al exterior. Volvía las lluvias, y traían frío.

Aproveché mis manos mojadas para pasármelas por la cara, frotándomela y terminando de despejarme.

Zacharyas se pasó una mano por el abultado cabello, que estaba ahora aplastado y despeinado en su nuca. Le dolía todo por la postura, por el frío... Pero eso no era un problema para él.
Se irguió, cuan largo era, poniéndose en pie y estirando los brazos, abarcando una altura de más de dos metros. Mientras la parvus se lavaba la cara con el agua de lluvia, él bostezó por tercera vez. Era buena hora para que un caeruleus se fuese a dormir, aunque en aquel lugar las cosas no funcionasen así del todo.

Miró a Stalon de reojo, sin decir nada. Se sentía algo tímido. Bien pensado, se recordaba a todo aquello que se atribuía a los niños, pues sentía pudor y cierto reparo. En el fondo, aunque él no lo sabía, se asemejaba en muchas cosas a un niño, aunque en apariencia y altura hubiese dejado de parecerlo hacía ya bastantes años.

Una vez tuve la cara bien fresquita, me la limpié con la manga. Entonces vi mi mano, cubierta de babas, mocos y sangre, y me la quedé mirando, con sorpresa. Luego, con un leve encogimiento de hombros, la saqué de nuevo a la lluvia y la froté para limpiarla. La herida se abrió de nuevo y sangró un poco, pero no le di demasiada importancia.

Me volví hacia el chiquillo, que se había puesto de pie, y señalé el exterior.

-Mira, llueve -dije.

Zacharyas alisó varios pliegues de sus capas, procurando que todas quedasen más o menos iguales, aunque tras tanto tiempo sentado de cualquier manera en el suelo estaban inevitablemente arrugadas. no era perfeccionista, pero le gustaba llevar la ropa aseada.
La llamada de la chica le hizo levantar la cabeza para contemplar aquello que le señalaba.

Asintió. Últimamente la lluvia no era nada extraño, de forma que no le sorprendió. No estaba seguro de si le gustaba o no, pero de todos modos se acercó a la barandilla para observar el panorama exterior.
Varias gotas frías le cayeron sobre la cara.

-Con el tiempo que hace- Carraspeó, incómodo- me sorprende que no hayamos pillado algo...

Lo decía más por ella, pues él casi nunca estaba enfermo. Desde siempre, había sido prácticamente inmune a dolencias comunes, lo que en cierto modo, especialmente de niño, siempre le había amargado.

Negué con la cabeza.

-No, no -repliqué-. Porque hacías de mantita y estabas calentito.

Miré hacia arriba, sonriéndole. Entonces me acerqué y rebusqué en toda aquella ropa hasta dar con su mano derecha. La cogí y empecé a jugar con aquellos dedos largos y huesudos tan graciosos, hundiendo cada yema al apretarla con mis dedos, mientras tarareaba.

Zacharyas se relajó un poco. Si estaba tenso como un animal herido no iba a conseguir nada, y la parvus se estaba comportando con total normalidad. Quizás la noche anterior había oído mal, o entendigo mal... o quizás la chica hablaba en sueños, o era un delirio, pues aquella mujer morena le había dicho que tras hablar de Aren Darvenwish se había puesto así.

Zacharyas recordó el día anterior. Ella parecía realmente fuera de sí.
La miró, mientras jugaba con sus dedos, pensativo. Sentía curiosidad por saber qué le había llevado a aquello exactamente. Pero con Stalon uno no podía, sin más, sacar un tema. Lo mejor era esperar a que ella llegase a él de algún modo.

Puso su mano libre sobre la cabeza de la chica. Podía abarcarla por completo, y estaba seguro de que si contaba con la fuerza necesaria podría levantarla de ese modo. Quizás si lo hacía podría lanzarla por el balcón y verla caer.
Sin embargo, lo único que hizo fue eso, darle una palmadita cariñosa, mientras seguía pensando.

Su mano se escapó de entre mis dedos y se posó sobre mi cabeza. Miré hacia arriba, de forma que lo que había ante mí era su pálido antebrazo y su manga, que dejaban un hueco oscuro hacia su cuerpo, como un caminito. Sonreí.

-Es una cueva -reí, estirando la manga para hacer el hueco más grande. De todas formas, mi vista se perdía en la oscuridad.

Tomé su muñeca con ambas manos y la hice descender hacia mi cara, mordiendo levemente la base de su palma.

Al sentir el leve mordisco en su mano, Zacharyas sonrió macabro. Con sus largos dedos, abarcó la cara entera de la chica, agarrándola como si fuese una araña gigante pegada a ella. Tenía su cara atrapada, lo cual le parecía infantilmente divertido, aunque inútil.

Pensó en la convesación con Fier. "Ayne" regresó a su mente. ¿Sería propicio preguntarle aquello? Ni siquiera estaba seguro de que Ayne fuese la parvus, pues aunque veía similitudes en las descripciones...
Quizás, simplemente, todo fuese un malentendido. O una casualidad. Ni siquiera sabía la raza de aquella tal "Ayne".

Cuando me tapó toda la cara solté un grito ahogado, divertida, antes de tirar de su muñeca hacia abajo para poder volver a ver. Me encontré con una enorme sonrisa en su cara, que fue cambiando la expresión hacia una más pensativa.

Ladeé la cabeza, intrigada. Entonces, con sus dedos a la altura de los labios, abrí la boca y mordí el índice con el punzante colmillo, para llamar su atención. Busqué sus ojos.

-¿Qué? -pregunté, curiosa.

Zacharyas la miró, aunque su mirada parecía traspasarla y ver a través de ella, más allá. Concentrado, con el ceño fruncido, parecía muy pensativo. Sus ojos miraban aquí y allá, siempre en dirección a ella, casi sin pestañear. Finalmente la mirada se volvió clara y el caeruleus clavó sus pupilas en las de la parvus, con decisión.
Lo había pensado lo suficiente como para querer saberlo.

Su voz sonó alta, clara, y concisa. Su tono no era autoritario, pero sí lo suficientemente seguro como para que ella supiese que no quería que evadiese la pregunta.

-¿Quién eres?


FDR- Ayne no estará hasta nadie sabe cuando. En cuanto vuelva ya aacabamos :3

FdR- Lo que realmente quiere saber "Te llamas Ayne? :'D"