Tejados

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Volví la vista hacia él, con el ceño fruncido.

-¿No hay suelo? -pregunté, extrañada-. Tiene que haber. Solo que es más alto.

Di una patada al aire, y al sentir de nuevo el vacío bajo mi pie volví la vista al frente. Sonriente, me acerqué un poquito más al borde. La teja sobre la que estaba sentada crujió un poco, resentida, pero aguantó el movimiento. De nuevo, comencé a patalear.

-Lo alto es raro.

Saqué un trozo de carbón de mi bolsillo. Como había hecho con el trozo de teja, me lo pasé por la cara y tracé una línea vertical. Repetí el proceso con mis brazos, trazando tres líneas horizontales en cada uno. Luego, lo lancé con fuerza al vacío, sintiendo cómo, por un momento, el impulso del lanzamiento me hacía tambalearme.

-Huy... -murmuré, con voz temblorosa por la risa.

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Zacharyas se encogió de hombros.

-Yo no imagino suelo, sino un vacío inmenso. Como... -. Carraspeó-. Como un enorme pozo.

El caeruleus caminó hacia el borde, imitándola, con pasos largos y lentos. Al llegar a él, miró hacia abajo. La sensación de vértigo lo inundó, haciendo que un cosquilleo ascendiese por su espina dorsal. Por el rabillo del ojo, la observó tambalearse.

-¿Y si saltamos? -preguntó con voz ronca. El suelo lo llamaba metros más abajo.

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Me llevé un dedo a los labios y los repasé en círculos.

-Yo salté una vez -recordé- y caí suavito.

¿Y si volvía a hacerlo? Me brillaron los ojos. Era una buena idea...

-¿Sí? -me pregunté.

Alcé la vista al chiquillo.

-Cuando caes, haces crac. A veces, luego, ya no te levantas. Te duermes.

Me mordí el labio y me arrastré un poquito más hacia el borde. Tan cerca, el vacío...

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Zacharyas ladeó la cabeza, mirándola de reojo. Era la primera noticia que tenía de aquello. ¿Cómo había conseguido caer de aquella forma?

Pero... ¿Acaso tenía alguno de los dos forma alguna de caer con suavidad en aquel momento? Como ella decía, quizás se durmiese y no despertase nunca más.
Zacharyas, pensativo, se dijo que quizás aquel fuera el día que ambos morirían. Un enorme cosquilleo despertó en su vientre al imaginar aquello.

Caminó hasta alcanzar a la parvus y la miró fijamente.

-Si saltas, saltaré contigo para proteger tu cuerpo -. No sabía bien si era una advertencia de que no saltase o un ofrecimiento. Se notaba ciertamente emocionado con la idea, aunque no lo exteriorizaba.

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Con ambas manos apoyadas en el tejado y el cuerpo situado al borde del mismo, lo miré, seria.

-Es por la bola -expliqué.

Luego, volví la vista al exterior de nuevo. No necesitaba mucho más. Si me impulsaba con las manos un poquito, me deslizaría por la teja hacia el vacío, como si de un tobogán se tratase. Luego solo era esperar a llegar abajo y ver qué pasaba entonces.

El primer movimiento fue lento, casi tímido, dejándome resbalar apenas. Después, casi ansiosa por conocer el final de todo aquello, me di un fuerte impulso que hizo crujir y romperse la teja sobre la que estaba y terminé de resbalar por el tejado. Tomé aire.

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Zacharyas notó cómo sus pupilas se contraían al ver el cuerpo de la parvus adelantarse. Se echó hacia delante para agarrarla de algún modo, pero, dado que ella estaba sentada y él era mucho más alto, pronto creyó que no le daría tiempo, de modo que cuando quiso darse cuenta también estaba en el aire, junto a ella. En una fracción de segundo, como había prometido, se encontraba agarrando el cuerpo de la muchacha, tratando de cubrirlo como fuese de una caída que suponía mortal.

-¡¡PERVATIA!! -se encontró gritando de pronto, desesperado-. ¡¡CONTRA EL MURO!!

Quizás si ella lo hacía, pensó el caeruleus, y funcionaba... Un muro detendría su caída a mitad de camino, evitando la muerte de ambos. La suya no le preocupaba tanto, pero sí el no poder proteger su cuerpo correctamente.

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La bola se extendió a una velocidad de vértigo. Pronto me quedé sin aire, pero no podía evitar que una enorme sonrisa se me extendiera por la cara.

Mi momentánea euforia quedó borrada de golpe en el momento en que me di cuenta de que me llevaba al chiquillo conmigo. Su grito, desesperado, sonó tan alto que respondí de forma automática, invocando el hechizo.

Cuando dimos contra el muro que se había formado en diagonal a la pared del edificio, exhalé un extraño y brusco gemido. De pronto, volvía a tener aire, y lo reclamé en jadeos. Me quedé muy quieta, sintiendo cómo me temblaba en cuerpo e incapaz de reaccionar más allá de parpadeos. Estaba impresionada.

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Zacharyas se había colocado bajo ella, sujetando el cuerpo de la parvus de forma que fuese el suyo y no el de ella el que golpease el suelo en primer lugar. Desde el instante en el que había visto el cuerpo de ella resbalar de los tejados, había desaparecido aquella especie de morbo que sentía al pensar en saltar. Le gustaba la idea vista en él, pero no en ella. Y mientras caían, Zacharyas pensaba que ya no tendría vida más allá de aquella caída, por lo que cuando su espalda chocó contra algo duro y lo dejó sin respiración, Zacharyas creyó que había muerto.
Pero no.

El gemido de Stalon llegó a sus oídos. Luego oyó sus jadeos entrecortados y la miró. Temblaba un poco y tenía un nudo en la garganta.

-¿Estás bien...? -consiguió preguntar con voz ronca.

Tocó la cara de la chica, como si quisiese asegurarse de que estaba caliente, viva.

La espalda le dolía en segundo plano. Quizás se hubiese roto alguna de las costras de los latigazos. No pensaba en ello, de todos modos.

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Tragué saliva entre jadeos, sintiendo cómo remitía poco a poco la bola, dejándome una sensación de debilidad y cansancio. Tumbada sobre Zacharyas, cerré los ojos, agotada.

Sentí vibrar su pecho cuando habló, y moví la comisura del labio hacia un lado, en una especie de sonrisa. Como un mecña, me enrosqué y me hice un ovillo, agarrando con fuerza su capa. Cuando mi respiración estuvo suficientemente regulada, pude por fin permitirme cerrar la boca, aunque seguí respirando con fuerza por la nariz.

-Nunca hablas tan alto -susurré al cabo de un rato.

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Zacharyas la rodeó inconscientemente con el brazo mientras su pecho subía y bajaba, agitado. Seguía temblando un poco, aunque poco a poco aquello remitía. Ella también parecía nerviosa, aunque, pensó, quizás estuviese emocionada.

-Tenía miedo -confesó, mirando al infinito, concentrado en calmarse.

Carraspeó.
Pocas veces había conocido Zacharyas el miedo antes de llegar a Brontë, pero desde aquel instante no habían sido una ni dos veces las que aquella sensación se había apoderado de su cuerpo y su mente.

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Solté un pequeño ruidito, casi un ronroneo, cuando me sentí arropada. Sonreí, satisfecha, y apreté con más fuerza los puños, en los que tenía aferrados la tela de su capa. Abrí una rendija los ojos cuando habló.

-Miedo -paladeé la palabra como quien saborea una comida nueva.

Ya con los músculos más bajo control, abrí los ojos, gateé sobre él hacia su cara y lo besé suavemente el los labios. Luego volví a acurrucarme y a cerrar los ojos.

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El corazón le latía en los tímpanos, todavía asustado. Y, pese a todo, la sensación de caer, tras aquel miedo que le daba la muerte de la parvus, le había resultado tan estimulante como placentera.

Ella lo besó. Zacharyas entrecerró los ojos y la siguió un instante cuando se apartó, inconscientemente. Aquel suceso había hecho que generase mucha adrenalina, volviendo mucho más sencillo y menos vergonzoso cualquier tipo de contacto.

Guiado por un cosquilleo a la altura del esternón, Zacharyas alcanzó de nuevo el rostro de la parvus para besarla de nuevo, sintiendo que aquel cosquilleo disminuía y aumentaba al mismo tiempo.

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Zacharyas volvió a reclamarme. Otra vez abrí los ojos, sorprendida al ver que llamaba mi atención, y cuando volvió a besarme, con su torpeza habitual, tardé un momento en reaccionar y corresponderle.

Finalmente, sonreí, complacida y, apoyando ambas manos en sus hombros, me impulsé hacia adelante para acercarme más a su cara. Animada por su extraño interés, no tardé en tomar el control para guiarlo, tal y como solía hacer; en esta ocasión, en un beso rápido y entusiasta.

Me separé un momento de él y lo miré, riendo. Luego volví a acercarme, besándolo ahora más lentamente.

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El pecho del caeruleus se inflaba y desinflaba cada vez más rápido. La sensación de avispas en su esternón se extendía a la boca de su estómago. Conteniendo un jadeo nervioso, Zacharyas siguió aquel veloz beso como pudo, aunque le resultaba complicado.

Ella se apartó riendo. Zacharyas la miró algo aturdido. Carraspeó, pero no necesitó que ella lo apremiase demasiado para corresponder a su nuevo beso. Entreabrió los labios, pegándolos más a los de ella, aumentando ligeramente el ritmo lento que ella llevaba. Algo lo instaba a ello, aunque su habilidad no estuviera a la altura.

Una pequeña parte de su cerebro se preguntaba, mientras tanto, si aquel pervatia desaparecería de pronto y cómo harían para salir de aquella situación.

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Respondía, y más rápido. Animada, me alcé un poquito más sobre él, sentándome a horcajadas sobre su pecho y ascendiendo un poquito más. Dejé que aumentara el ritmo del beso, correspondiendo y tratando de evitar sus torpezas pero dejándolo llevar las riendas.

Al tiempo, mis dedos ascendieron por su nuca, haciéndole cosquillas, hasta enredarse en su pelo, espeso y abultado. Volvía a jadear, pero esta vez la sensación era distinta.

Me separé de sus labios y le di un besito en la base de la oreja. Luego lo miré.

-El muro -dije solamente, seria.

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A Zacharyas se le escapó una especie de jadeo sordo, como un gruñido. Era la primera vez que le pasaba algo como aquello, y más aún sin haber sangre de por medio, aunque lo cierto era que sí había habido dolor y otras cosas que le agradaban.

Algo en su interior, un instinto extraño, buscaba pegarse más a ella mientras la parvus hurgaba en su pelo. Enseguida notó aquel familiar cosquilleo iniciarse en un nuevo punto, esta vez en su entrepierna.

Repentinamente, ella cesó. Zacharyas tardó un rato en entender a qué se refería al hablar del muro. Cuando lo hizo, miró a su alrededor, aturdido, dando con una ventana que se encontraba unos dos metros sobre ellos, un poco hacia la izquierda.

-Puedo... -. Carraspeó. Su voz le sonaba extraña-. Subirte...

Señaló la ventana con un gesto.

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Lo miré fijamente a los ojos.

-Pero yo quiero ir contigo -repuse.

Mientras hablaba, sin embargo, me agarré con fuerza a él, que me alzó hasta la ventana. Como un animalillo, trepé hasta quedar colgada de ella. Estaba entreabierta, pero tuve que abrirla un poco más antes de tener espacio suficiente para entrar.

Desde mi nueva posición, lo miré, colgándome de la ventana hacia abajo. Me repasé los labios con un dedo, mirándolo.

Finalmente, invoqué un pervatia, a media altura entre el muro y la ventana y un poco más hacia la derecha.

-Ahora tú -señalé.

Me quedé esperándolo colgada de la ventana, atenta a sus movimientos, que apenas distinguía en la oscuridad.

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Zacharyas, con las manos algo sudorosas, alzó a la parvus, consiguiendo finalmente, entre los esfuerzos de ambos, que ella alcanzase la ventana. Cuando invocó un pervatia que le serviría a él de escalón, Zacharyas pensó que quizás hubiese sido una forma de subir mucho más sencilla.
Subió a aquel nuevo muro y desde ahí le fue fácil alcanzar la ventana. Pudo observar de reojo cómo el primer hechizo se resquebrajaba lentamente. Quizás, en el fondo, sí había sido una buena idea abandonarlo.

Stalon ya había entrado y lo esperaba dentro. El caeruleus, nervioso, hizo lo propio, yendo tras ella.

*entran*

Edad : 32 Mensajes : 613

Aprovechando que la noche no está tan caliente como últimamente, creo que dejaré de trepar por el palacio para atravesar el bosque hasta las termas y poder meditar un rato allí. Hace tiempo que no voy a ese lugar y es bastante agradable, sobre todo en soledad. Si puedo alejarme del ruidoso palacio para tener un tiempo de calma y paz, creo que vale la pena dar una tregua a la ruta de hoy por los pasillos.

Me acerco al borde del tejado que da a la entrada y observo el lugar durante uno momento para ver cuál de las rutas es la mejor. Podría ir moviéndome entre los dinteles o podría entrar a uno de los pasillos y de ahí ir caminando. Sin embargo decido practicar hoy algo de percepción y control mental. Si consigo controlar mis nervios podré calcular bien dónde agarrarme.

Doy unos pasos hacia atrás para coger carrerilla y saltar del tejado de cabeza -sin alejarme demasiado de la pared-, como si quisiera zambullirme en el agua. Siento como mi velocidad aumenta rápidamente y trato de mantener la cabeza fría. Once metros, nueve, seis... Kunai en mano, clavo el arma contra la fachada y con mi otra mano me agarro a un dintel que ya conozco bastante. Una vez estoy agarrado como un gato intentando no caer al agua, noto como mis pulsaciones se han acelerado haciendo que respire fuertemente. Pero lo he conseguido. La próxima vez tendré que intentar un agarre más limpio.

Recupero la compostura y, ahora sí, doy los últimos saltos por la fachada hasta llegar al suelo.

*se va*

Edad : 32 Mensajes : 613

Al fin llego a los tejados y, una vez tengo los pies sobre suelo firme, decido estirarme un poco. Me he dado un golpe cuando me he resbalado, pero creo que no es nada importante.

Me saco la máscara hacia atrás y tomo algo de aire. Miro al cielo y agradezco el día nublado. Ya va siendo hora de que deje de hacer tanto calor.

Camino por los tejados hasta encontrar una de las escalerillas que dan hacia el interior del palacio.

*entra*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Subo al tejado no porque me gusten las alturas, sino porque hace tiempo que no veo a Tuli y tengo la esperanza de encontrármela en el lugar donde la encontré por primer vez.

Sin embargo, una vez que estoy arriba veo que los tejados están solitarios y me llevo un poco de chasco. Miro a mi alrededor, ya que he venido aprovecharé para tomar el aire.

Me siento un rato, apoyando los brazos sobre las rodillas y tomando el aire. Otra cosa no, pero al menos es relajante. Aunque no pienso acercarme mucho al borde... Sin duda si tuviese que impresionar a una señorita me tragaría mi vértigo para caminar por el margen, pero personalmente prefiero estar bien sujeto.

Despues de un rato me aburro bastante. Mi madre siempre me echaba la bronca porque eran incapaz de estarme quieto y le parecía un infierno. Me pongo en pie y estiro los brazos. Me apetece irme a dar una vuelta fuera de este sitio.

*se va*

Jefe de Raza Edad : 86 Mensajes : 227

Tuli y Branne esperaban pacientes. Los tejados eran un lugar amado por Tuli, sin embargo, Branne estaba algo molesta con su compañera.
- Oye, ¿no pudiste escoger otro lugar para citarme? dijo apretando su mano con fuerza.
- No, pesada.- Susurró Tuli. - Es un secreto...- Entonces acercó su boca a la oreja de la pequeñita y le dijo algo privado.
- ¿Qué dices?- rió incrédula Branne.- Ajijijiji que se joda.- Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

*se quedan*

-Bueno...- Dijo Branne, haciendo acopio de su buen olfato.- Creo que voy a estirar un poco los músculos ajijí.- Comentó, alzando los brazos, con modorra.- Chaíto~ - Y entonces, desapareció por uno de los bordes del tejado, cayendo al vacío.

-¡Vale, guapa!- rió Tuli, marchándose con una sonrisa.

*vanse*

Edad : 30 Mensajes : 3185

He ascendido a los tejados para tomar un poco el aire. Ya apenas se ve. Es lo malo del fin del buen tiempo, además del frío y la lluvia. La oscuridad es un buen lugar en el que ocultarse, pero genera esa sensación de que falta tiempo y todo se vuelve más pesado.

Llevo el pelo recogido en una coleta alta y puedo sentir la brisa fría en el cuello, la misma que rasca un poco mi garganta y me llena los pulmones. Aunque sigue siendo soportable. El frío de las mazmorras era diferente, más recogido, pero no más agradable.

Piso una teja tras otra, con cuidado. Algunas de ellas están algo resbaladizas, lo que lo hace peligroso, aunque a estas alturas de mi vida no me asusto por una simple teja húmeda. Incluso me lo tomo como una especie de entrenamiento de equilibrio, o quizás de observación, pues hay que observar por dónde pisar y por dónde no.

Finalmente, decido sentarme en uno de los bordes, junto al vacío, sintiendo la agradable sensación de los pies colgando. Las manos, apoyadas en el bordillo, me afianzan.

Suspiro.

*se queda a su rollo*

Edad : 33 Mensajes : 1068

Avanzar en la oscuridad no era sencillo, y menos expuesto al frío. Además, aunque no había mucho viento, en los tejados soplaba siempre con más fuerza, dificultando el mantener el equilibrio. Aún así, Corbin avanzaba sin demasiados problemas, tratando de guiarse de aquello que sus pies le transmitían. Pisaba despacio, tratando de afianzar bien cada paso, pero sin dudar demasiado; dudar nunca ayudaba. Como el claritas bien sabía, era importante saber moverse con ligereza por cualquier superficie, independientemente de las circunstancias, así que eso era lo que entrenaba.

Se detuvo al distinguir una figura en la oscuridad, un tanto más allá. Se mantuvo un momento quieto, alerta, sin estar seguro de si la reconocía. Finalmente, conjuró un clair ëm yäk en su mano y se acercó a ella. Tal y como le había parecido, se trataba de Alehyss.

-Buenas noches -saludó con voz monocorde-. Veo que ya estás libre.

Edad : 30 Mensajes : 3185

Echo la cabeza ligeramente hacia atrás al ver la luz para comprobar de quién se trata. No dudo que haya más claritas en el palacio, ni mucho menos, pero, al mismo tiempo, sabía que era él. Podía haberme equivocado, por supuesto, pero, tratándose de este lugar, imagino especialmente a Corbin. Seguramente se trate de algún entrenamiento especial, o algo semejante.

-Decir libre es, quizás, algo optimista, por el momento. Pero, físicamente hablando, lo soy, de modo que sí.

Entrelazo las manos, elevándolas para estirar la espalda, que cruje ligeramente. Después, de nuevo, las apoyo sobre la superficie que ocupaban, acomodando mi cuerpo al tejado.

-Y lo cierto es que es de lo más agradable... -añado, relajada, bajando el tono mientras vuelvo a dirigir la mirada al oscuro campo que rodea el palacio.