Tejados

Se va y yo acepto mi derrota. Me siento un rato, entonces, a mascullar en mi mente y mirar el panorama con los ojos entrecerrados. Termino por invocar un hândall, también conocido como el mejor puto hechizo del mundo, para relajar un poco el sufrimiento de mis ojos con una nube de oscuridad. Pero tampoco es que quiera estar aquí para siempre.

Así pues, tras un rato en los tejados, me siento satisfecha. Entonces me levanto, ágil, y me dispongo a volver dentro. Que si ya empezamos la noche tiradas la jornada no me va a deparar nada bueno.

*se va*

Era algo temprano para estar despierta, pero Ben se había desvelado y no había encontrado opción mejor que subir a ver las vistas. A lo largo de aquellos días de frío había ido consiguiendo algo de ropa de aquí y de allá. Se suponía, por supuesto, que todo lo que no eran trapos viejos era ropa prestada, pero eso a Ben no le preocupaba demasiado. Era una guerrera de Brontë, y pronto podría conseguir ropa propia. De hecho, ya la tenía, en parte. Había decidido que no podía prescindir de sus excelentes botas, que mantenía relucientes.

Estaba contenta. Mucho. Con la gorra calada, caminaba por los tejados haciendo equilibrios y saltos, zapateando y bailando, mientras tocaba la flauta. Poco a poco, sus virguerías iban volviéndose más complicadas, aunque era evidente que no se sentía en absoluto intimidada por la idea de caer. De hecho, en realidad, estaba fascinada por el buen agarre de sus botas, y jugaba con ello mientras avanzaba sobre las tejas, al ritmo de su propia música.

*Se queda*

En el momento en que llegó a sus oídos su propio nombre, la melodía de Ben se aceleró, alegre y saltona, al mismo tiempo que ella se giraba en su baile, sin dejar de zapatear. Tras la boquilla de la flauta asomó una sonrisa al ver a Adain ante sí, y siguió saltando de teja en teja, acercándose a donde estaba el aether. Con un último salto con los pies juntos, terminó la melodía.

-¡Pero mira tú quién ha venido a verme! -saludó, entretenida-. ¿Hoy ya no tienes miedo? -Zapateó con fuerza sobre el tejado-. Es estable, eh. Aunque esté inclinado.

Los tejados eran una buena superficie para desplazarse, o eso consideraba ella. Suficientemente lejos de la gran mayoría de la gente suficientemente accesibles, lo suficientemente cerca de ventanas de muchos edificios.

-Ha estado nevando -informó, como si no fuera evidente-. Pero la mierda esa no aguanta nada, así que ni con eso hay peligro.

Ben asintió, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Perfecto -declaró, contenta-. Así me gusta.

Lo señaló con un cabeceo.

-Tienes alas, ¿no? -comentó-. ¿Eso no sirve para equilibrarse y esas cosas?

Soltó una risa a su comentario, y luego negó con la cabeza. Entonces lo miró, desafiante.

-¿Qué saltos? -preguntó-. ¿Estos?

Y empezó a zapatear, en un pequeño baile que duró apenas unos segundos. Lo miró de nuevo.

-Eso es bailar. Saltos son estos.

Sin esperar reacción, agarró la flauta entre los dientes y se lanzó por el alero del tejado en adelante, con media voltereta lateral, que cortó de golpe cuando estaba boca abajo para avanzar por el tejado haciendo el pino. Con las manos firmemente apoyadas en el suelo, avanzó un poco por el tejado, manteniendo el equilibrio medio inclinada hacia lo alto del tejado. Por último, flexionó ligeramente los codos para impulsarse en un pequeño salto, y cuando volvió a tocar suelo lo hizo con las botas, con tanta seguridad como si nunca hubiera despegado los pies de las tejas. Se quitó la flauta de la boca.

-Eso sí que mola -sonrió.

Ben ladeó la cabeza, curiosa. Puso los brazos en cruz.

-Pero yo, si pierdo el equilibrio, puedo recuperarlo así -explicó-. Tú, además, tienes las alas. Tiene que ser más fácil, tienes más oportunidades que solo con los brazos, ¿no? Y aunque te caigas, las abres y así no te haces daño. Aunque no eches a volar.

Ben se recolocó la camiseta, tironeando de ella hacia abajo, con una sonrisa de absoluta satisfacción. Llegó a hacer una reverencia, de esas que hacía después de dar un concertillo, mirando a su compañero con aire divertido.

-Lo aprendí en la ciudad -explicó, contenta-. Todos sabían hacerlo. Es muy divertido, y escapas que es la leche. Mira, mira.

Impulsándose hacia atrás, dio un salto. Se apoyó, al caer, en sus manos, y de ahí, inmediatamente, repititió el proceso hasta quedar de pie, con los brazos en jarras.

-Es rápido, ¿eh? -comentó, divertida. En un par de volteretas laterales se plantó de nuevo ante él-. Yo no vuelo, pero corro que da gusto.

Ben rió al verlo experimentar, entretenida. Se inclinó hacia él, con una sonrisa, y negó con la cabeza, calándose un momento la gorra.

-Eso es cuestión de esfuerzo -declaró, divertida.

Luego le tendió la mano para que se levantara. La verdad, ella no sabía cómo funcionaban las alas de los aether, pero parecía que Adain tampoco lo tenía muy claro, y eso le resultaba curioso. Ben conocía bien las posibilidades de su propio cuerpo, y siempre le había parecido un conocimiento muy básico. ¡Quizás no lo era tanto, después de todo!

-Trepar a los tejados es muy divertido -aseguró, asintiendo con entusiasmo-. Y moverse por ellos. Cuando estaba en la ciudad pensé que a lo mejor lo ideal era unirme a un circo, pero nunca pude hacerlo. A la ciudad van menos circos que a los pueblos porque hay demasiada gente, y los que van te piden mucho más que un par de piruetas. Pero si algún día tengo que irme de Brontë, y Mithos me libre, lo volveré a intentar. Para entonces seré una guerrera de Brontë y tendré caché. Y dinero.

Ben se encogió de hombros. ¿Importaba eso? Todo era cuestión de probar. Lo que hacía falta era algo que llevarse a la boca.

-¿Qué más da si es bonito? -preguntó, sonriente-. Importa que sirva para vivir. Y, hasta donde sé, sirve.

Levantó el labio inferior, ladeándolo y desviando la vista, pensativa. Luego volvió a mirar a su compañero, y para entonces había recuperado su amplia sonrisa. Llegó a reír, incluso.

-Brontë es mejor que nada que yo haya visto sobre Mithos -declaró, evidentemente datisfecha-. Yo de aquí no me iría ni por... Bueno, por todo el oro del mundo sí, seamos realistas. Por todo el oro del mundo me compro diez Brontës. Ah, pero este lugar es tan perfecto... Quién me iba a decir a mí...

Lo cual no quitaba que hiciera un frío de mil demonios. Ben se estremeció.

-¿Te hace seguir hablando de esto dentro? -preguntó-. Los saltos son la leche y eso, pero el frío es de me cagüen Efesto y en toda su divina estirpe.

Se encuentra encaramado en los mismos, sentado, aunque a primera vista se halle en cuclillas, con los brazos apoyados en las rodillas y las manos muertas. La mirada, perdida en el infinito, distingue a ratos la silueta de Dardo, que simplemente sobrevuela, sin alejarse nunca demasiado, las copas de los árboles más cercanos.
Ya no es buena hora para la caza.

Johan sonríe muy tranquilo. Nada en él indica que haya llegado hace poco, que se sienta fuera de lugar, ya sea por la altura o por el hecho de hallarse en un lugar como Brontë. Y así ha sido desde que llegó.
Se ha mantenido casi siempre al margen, investigando el lugar por sí mismo, respondiendo con una sonrisa y escueto siempre que le preguntaron, sin perder ese brillo entretenido en los ojos que no se ha apagado desde antes incluso de que cruzase la puerta.

Está un buen rato aprovechando lo que queda de luz, hasta que decide que el frío empieza a superar a sus ganas de permanecer en las alturas. Entonces llama a Dardo con un silbido, y ella vuela veloz a posarse en su brazo. Entonces ambos entran en la construcción de nuevo, sin mediar palabra.

Hoy no nevaba ni llovía, y el chrysos estaba sentado en los tejados, las piernas colgando y la mirada oscura fija en el paisaje que solo podía intuir. Llevaba ahí varias horas, y quizá podía decirse que se estaba escondiendo y probablemente se tuviese razón, pero en ningún momento se había planteado levantarse y en ningún momento le habían dado motivos para hacerlo. Había esperado, por algún motivo, tal vez por la costumbre, tal vez porque se creía más importante de lo que realmente era, que la líder piscis se aparecería para hablar con él, para preguntarle cosas y, quizá, para que la acompañase a las mazmorras, pero la mujer no había aparecido, y él había decidido que no merecía la pena buscarla.

Sabía que la flamma no estaba en las mazmorras, y tal vez ese fuese otro de los motivos por los que no había terminado por descender las escaleras a pesar de que las hubiese estado rondando antes de decidirse a huir a los tejados. Y sabía que Alehyss no estaba en la enfermería, y tal vez por eso se había quedado a las puertas de la estancia, observando las cortinas que cubrían los cubículos. Si hubiese estado Alehyss en la enfermería y Dena en las mazmorras, ¿entonces dónde estaría él? No estaba seguro, y muy en el fondo pensaba que estaría bien ver ahora a la chrysos, pero también que era muy tarde y que era una pésima idea.

Hacía frío. Notaba cómo le picaba las mejillas y cómo le helaba las manos, ya de por sí frías. Siempre había tenido las manos y los pies muy fríos, y Dena de pequeña le decía que si no se abrigaba bien se le iban a caer algún día y que entonces se despertaría y vería que le faltaba una mano o media o un meñique y un pulgar. Si lo viese a aquellas horas, subido a los tejados y sin capa ni guantes, seguramente frunciría el ceño y cruzaría los brazos y le diría cientos de cosas que sonaban más a madre que a amiga hasta que finalmente él volviese a dentro.

El chrysos suspiró, y se alejó del bordillo del tejado, poniéndose luego en pie. Tenía la extraña sensación de que todo era más pesado y de que iba a acabar aplastado contra el suelo. Pero él siempre había tenido pensamientos algo raros, y probablemente ahora el sueño le hiciese imaginarse cosas raras.

Pero debería ir a las mazmorras.
Y debería ir a la enfermería.
Pero no hoy. No ahora.

*se va*

-¡HOSTIA PUTA!

Estoy a punto de resbalarme con el estruendo. Me incorporo enseguida, tensa. Vaya un momento he elegido para venirme a tomar el aire aquí arriba, joder...

Agobiada miro a los lados. A ver qué hago... A ver qué hago... A ver qué...
Frikka, céntrate. Busca a Gerald y vete a ver qué pasa. Eso ha sido algo gordo. Desde luego.

Mira que estaba tranquila yo hoy, eh...

*se va*

Me da igual la nieve, y hoy no nieva tanto. Es un buen sitio para pensar porque no mucha gente viene a los tejados. No te encuentras con personas abriendo y cerrando puertas, o interrumpiendo a cada poco. Porque hoy necesito pensar.

Me abrazo las rodillas y tengo la frente sobre ellas, manteniendo el calor en la cara. El viento es frío, pero me he abrigado lo suficiente. No pasará nada porque salga hoy.

Tendría que hacer varias cosas. En primer lugar, responsabilizarme de lo que hice ayer. Tendría que hablar con Massen, hablar con Lyam, con los líderes, quizás... Es posible que algunos guerreros lleguen a buscarme por lo que dije ayer, aunque es fácil enterarse también de otros modos.
Y quizás debería bajar a las mazmorras también. Necesito entender un par de cosas, sobre lo sucedido y sobre mí.

Pero de momento me quedo bajo la nieve.

*se queda (bajo la nieve)*

Esta vez no me aparecí en los tejados, sino que accedí a ellos pasando por una de las ventanas. Seguía igual de cansada que de costumbre, quizá un poco más por los acontecimientos sucedidos anoche. No obstante, mi cansancio no debía suponer un impedimento para mi trabajo, así que al ver que la muchacha estaba sola, decidí que era una buena oportunidad para hablar con ella.

¿Había hablado alguna vez con Alehyss Lester? Más allá de lo necesario para ir a las misiones, lo dudaba. ¿Qué opinaba yo de Alehyss Lester? Aún no estaba del todo segura.

En silencio, la observé, paciente, esperando a que reparase en mi presencia.

Al alzar la vista un momento para contemplar un poco más el paisaje blanco que se extiende a lo largo del bosque aprovecho para mirar también la nueva figura que ha aparecido. Esta vez no es alguien a quien pueda decir que se marche, dar largas o rehuir.
Me yergo un poco, aunque permanezco sentada, conteniendo un suspiro para no resultar cansada a sus ojos, aunque imagino que sabrá más de mí de lo que querría admitir.

-Buenas noches, líder Splash. ¿Soy requerida en algún encargo o hay algo que pueda hacer personalmente por usted? -inquiero, con tono suave, cuidado, sin apartar los ojos iluminados de su rostro.

Dudo que se trate de eso, claro. Imagino que se trata de darle vueltas a algo más "actual".



FdR- Iba a poner solo "líder" pero sonaba que daba miedo XD

Curvé un poco los labios cuando finalmente me miró y me acerqué a ella, con pasos tranquilos, hasta quedar al lado de ella. No me molestaba que estuviese sentada; no era muy decoroso, pero yo no era como Flavia.

–Lo cierto es que no. Simplemente venía a hablar. Nunca hemos hablado, ¿me equivoco?

La miré un segundo antes de volverme hacia el paisaje oscurecido por la noche. Si fuese de día, veria todo blanco, pero es de noche, y yo no soy ni caeruleus ni chrysos, así que prácticamente solo puedo distinguir algunas siluetas.

–¿Cómo te encuentras?

Solo a hablar. Nunca hemos hablado. Estoy segura de que hoy, precisamente, en mitad de su aburrimiento, tras tantos años aquí, ha pensado en algo como eso. No obstante, dejaré que las cosas fluyan hasta el punto concreto.
Quizás estoy algo tensa.

-Alguna vez hemos intercambiado un par de palabras, pero nada muy profundo en ninguna ocasión -concuerdo, con suavidad, afirmando con un gesto breve. Su pregunta tampoco me toma muy por sorpresa, pero al menos es sutil. Imagino que no me sirve de nada huir de la situación real a estas alturas-. Me encuentro bien, gracias. El ataque de ayer no me causó ningún daño físico, y por lo que he podido saber el resto de guerreros también se encuentran bien. Me alegra que al final algo que podría haber sido desastroso no supusiese más que unos pocos destrozos. Aunque hubiese sido mejor hacer un trabajo más limpio.

La escuché, atenta, asintiendo de vez en cuando para que sepa que estaba escuchándola, pero sin hacer ningún comentario hasta que terminó. Entonces la miré, seria.

—¿Qué opinas de lo ocurrido? ¿Cuáles son tus impresiones del combate? Has estado en la misión de Aqua, donde, si no me equivoco, también te enfrentaste a la flamma. ¿Dirías que su actitud era diferente?

Ladeó la cabeza, curiosa.

Frunzo los labios un momento, pensativa, ligeramente incómoda con el tema. No obstante enseguida he recuperado una expresión neutra. Al final me pongo en pie, sacudiéndome un poco la ropa, antes de dar una respuesta.

-Ella no inició el combate esta vez. En Aqua tampoco fue ella, sino un piscis que los acompañaba, pero no puedo asegurar que ella no hubiese hecho lo mismo de no estar él. Aquí, sin embargo, no lanzó grandes ofensivas hasta que fue atacada. Es cierto, por otra parte, que el presentarse en Brontë con esas bestias en un ataque en sí mismo, o una amenaza al menos, pero diría que cuando actuó lo hizo en legítima defensa. No mostraba intenciones agresivas, al menos-. Aprieto la mandíbula brevemente-. Aunque dada nuestra superioridad numérica tampoco diría que eso se debiese solo a la no violencia, creo que podría haber dañado más a los presentes de haber querido.

Fruncí el ceño, confusa. No acababa de entender la actitud de la chavala. Presentarse con esos yetis, presentarse como una clara amenaza y no atacar. Menudo suicidio.

—¿Cómo se comportó en Aqua? —inquirí—. ¿Dirías que su comportamiento fue semejante al adoptado aquí?

A pesar de haber hablado con Polka y Massen, había cosas que aún no sabía de aquella misión. No muchas, por supuesto, pero sí algunas. Y cuanto antes resolviese mis dudas, mejor.

—¿Alguna teoría de por qué podría haber tenido este comportamiento?

Me interesaban sus opiniones. Las de todos, realmente.

En Aqua.
Miro un momento hacia un lado, como haciendo memoria, aunque no hace falta que piense mucho en ello para recordarlo. Ya le he dado algunas vueltas, bastantes, desde que regresamos.

-Ella mostraba un mayor interés en salir de allí con sus compañeros que en derrotarnos. Llegado un momento tuve que hablar con ella, cuando vi que nuestra situación no era buena. Busqué presionarla para conseguir un pacto favorable, y ella solo pedía que los dejásemos ir. De hecho, lo que más extraño me resultó fue que el piscis se fuese tras derrotar a Polka, por encima del intento de huida de la flamma. Creí que si era tan poderoso podría habernos atacado al resto, habernos reducido.

Cuando pregunta sobre teorías la miro en silencio, como calibrándola. Dejo que pasen dos o tres segundos antes de hablar.

-Yo creo que ella no buscaba dañar a Brontë. No sé si venía a buscar a Lyam, a sus compañero o a ambos, o si el motivo era otro diferente y enrevesado que no logro comprender ni imaginar, pero es evidente que desde el principio no buscaba causar bajas entre los guerreros.