Tejados

Atiendo con suma atención. Sus palabras se me hacen extras. Sin embargo, creo comprenderlas. O al menos eso creo.
-Entonces... ¿dentro de tres lunas?- Comento con una sonrisa oculta bajo mi ropa.
Mi destino está tan sumamente cerca que puedo casi rozarlo con los dedos. Me pregunto qué ocurrirá una vez que logres alcanzar tu destino. ¿Qué habrá después? Qué incertidumbre más excitante...

Me acerco y poso una mano encima de una suya. -Quizá necesites ver mi cuerpo de nuevo antes de contestar.- Pregunto, aunque no era del todo una cuestión.

Mi corazón palpita, nervioso.

Me encuentro en los tejados, tumbada cabeza abajo, aunque tan lejos del borde como para no correr peligro inminente. La sangre me baja un poco a la cabeza, en esta posición, pero se esta bien. Y, por supuesto, los ojos cerrados y una mano sobe los mismos me protege de la luz del sol de los huevos.
Me siento algo rígida. Llevo un par de días poco animada, y creo que el motivo sería evidente para todo el que conociese mi situación. Para mí lo es, desde luego.

Al menos aquí uno puede estar solo. Poca gente sube a los tejados, aunque no es la primera persona a la que me encuentro por aquí. La piscis aquella... Bueno, que qué más da.

Ni siquiera sé qué hago despierta a estas horas, joder... Aún hace sol. Pero hoy me desvelé pronto y claro.

*se queda*

A estas alturas ya no tengo que cubrirme los ojos. No sé cuánto llevo aquí, horas, pero se está bien... Creo que he llegado a dormirme un par de veces y todo. Es un sitio agradable. Nadie viene a meter las narices en tus problemas, por suerte. Y, aunque empiece a refrescar, es soportable. He venido más preparada para el frío que para los curiosos.

Por eso cuando aparece, no solo una curiosa, sino luz, entorno los ojos un momento. La reconozco. Es la chica del baño. Del servicio. ¿Ha venido a limpiar las tejas a estas horas o qué? Porque, ya puestos, podían mandar a un chrysos, y no a la única que no lo es, hostia.

Dejo que pasen un par de minutos, perfectamente callada, observándola. Así la impresión será mayor. Y puedo ver si hace alguna cosa rara, de paso. Que no son estas horas para subir aquí arriba, coño...
Y aún por encima canta.

-Ey -digo, finalmente, sin incorporarme, entornando los ojos para mirarla.

Arrugo un poco el ceño y termino por erguirme. Enseguida siento un mareo, demasiado tiempo boca abajo, y me llevo una mano a la cabeza, cayendo de nuevo hacia atrás, sobre las tejas. Qué puto miedo.
Mejor me estoy un ratito quieta, que aún voy a palmar y...

-Qué va. Yo vengo a estar sola -gruño, algo desagradable. Pero tras un breve silencio la miro de nuevo. Es que hasta me ablando, joder-. Vine, quiero decir. Pero ya va siendo hora de un poco de compañía, eh... ¿Qué estrellas miras? -inquiero, estrechando los ojos y mirando al cielo-. Eso es una mariconada...

La chica esta se me agarra. Se creerá que es la salvadora de los guerreros, ahora. Creo que incluso me ha tocado una teta. Ahora estará pensando que era la espalda, o algo así. Como si no me lo oliese.

-No es nada. Llevo demasiado aquí tirada -murmuro, de malas.

Sigo la dirección de su dedo, a ver si tiene algo divertido que decirme, pero solo parece una de esas fábulas que leen las madres. Termino por sentarme, malhumorada, y me abrazo las rodillas. Lo que me faltaba. No hay suficientes tías en el mundo que se va la gente a enamorar de estrellas. Eso hará Gerry cuando no queden mujeres sin follar. Se irá a follar nidos de hormigas, huecos de árbol y todo lo que encuentre.
Y luego palmará, claro. Y aún vendrá Massen a señalarme y decirme "Qué suerte, eh. Ahora ya no te lo robarán", o una memez así.

Basta, Fifi.
No.

-Pues que tenga cuidado. Quizás esa estrella tenga amigos y al mago le parezca mal -. Alzo la vista y la miro-. No sé. Hay gente muy temperamental.

Me meto las manos en los bolsillos. Menudo espectáculo denigrante, cojones. Doy pena.

¿Yo? ¿Temperamental?
¿Yo?
Sí... Un poco...

Arrugo la nariz, con cierto desagrado. Aprieto la tela de dentro de mis bolsillos, algo frustrada, sin decidirme a qué responder.

-Sí, claro... Soy una gran... eso. Una guerrera hecha y derecha, ¿sabes? Conmigo a tu lado no tienes nada que temer...

Empieza a lloviznar. Para colmo. El mejor lugar para estar mientras llueve. De puta madre, joder.

-Oye, Aloe. Era Aloe, ¿no? Dime... Imagínate que tienes un novio, ¿no? Y que una amiga tuya se hace amiga de tu novio, también. Y esa amiga trata de ayudar a tu novio para que os vaya bien, pero al final, por los motivos que sea, acabáis rompiendo. Y luego te enteras de que esa amiga estuvo hablando con él, lo malinterpretas todo y crees que ella quería robártelo, y te ofende, además, que no te haya dicho nada de todo eso que estaba hablando con él porque, bueno, también él era su amigo, claro...-. La miro de reojo, alzando las cejas. La voz me sale algo más aguda de lo deseado-. ¿Qué hago?-. Enseguida carraspeo, agitando la cabeza. Puta lluvia-. Es decir... ¿Cómo puede hacer esa amiga para arreglar las cosas cuando la otra no la quiere ver ni en pintura?

Estoy francamente sola, eh.

No me importa la mierda de la lluvia. A ella parece que tampoco. Lo peor es que es de esta cojonera que no moja pero luego sí que moja. Tengo el pelo empapado.

-No es que te lo oculten, a ver... Ella no te lo dice porque no le cuadra, y él porque no se entera de nada. Seguro que ni se lo planteó. O porque simplemente no se vieron. Y cuando la amiga quiere hablar, se da cuenta de que la relación va mal. ¿Imaginas estar ayudando a uno a que las cosas vayan bien y de repente te enteres de que la estas cagando? Pues te callas, casi... ¿No?

Me froto la cara con las manos, nerviosa. Massen se enfadó mucho. Yo no hice nada. Pese a todo... Pese a todo lo que me dijo, yo puedo entender que es un malentendido. Realmente no estoy enfadada. En el momento lo estuve, me ofendió enormemente lo que dijo, y su frialdad para tratar la muerte de la que encuentra... Pero, pese a todo, ahora no sé qué hacer.
Termino por hundir la cabeza entre los hombros, apoyando los codos en las piernas, abatida. Me cuesta mucho mantener la compostura últimamente. Siento que flaquean tantas cosas que...

-No estoy segura de que a esa amiga suya se le de muy bien eso de mostrar preocupación. Es algo... temperamental -murmuro, con un suspiro.

Asiento. Supongo que tiene razón... Si no me hubiese callado la última vez que la vi, arrepintiéndome al verla tan segura de querer dejarlo con Buscador. Y ni siquiera es que eso me afecte personalmente. Es todo. Todo...
Gerald y Cierzo... Las chicas muertas... Massen... Y para colmo, Fenris, que ha decidido que es buen momento para aparecer.

Al sentir su brazo me tenso un instante, y siento una bola en la garganta Giro ligeramente el rostro para mirarla. Ella apenas podrá verme... Vaya una suerte, al menos.
Hace mucho que nadie me abraza.
Es una chica bastante cálida. ¿Qué hace alguien como ella sirviendo en un ejército? Aunque le pega más que luchar, claro...
Tiene el rostro muy cerca. Se me hace raro que alguien tan moreno tenga pecas, pero puedo verlas con total claridad.

Alzo un instante el rostro hacia ella. Me siento arropada por...
¡EH! ¡EH! ¡NO! RELAJA LA RAJA, JODER.

Me aparto con algo de brusquedad, tensándome de nuevo. Carraspeo, algo incómoda.
Demonios... Sí que necesito amigos, eh.

-Sí, claro. Supongo que eso es algo que solo yo... ella puede arreglar. Ya sabes. El tiempo dirá y tal. ¿No llueve mucho ya? Habría que ir entrando -empiezo a decir, algo atropellada, incluso-. Gracias por los consejos, eh -murmuro, frotándome la cara con el brazo, mojándola más que secándola.

Por favor... Qué desespere debo de llevar encima. Control, Frikka, o acabarás siendo carne de bollo.

El chrysos, sentado en el borde del tejado, con los pies colgando del borde del canalón y las manos en las tejas, observaba el paisaje, relativamente curioso. Desde siempre le habían gustado las alturas: de pequeño solía pasar parte de su tiempo, esa que no dedicaba a hacer el estúpido, escalando árboles, buscando la rama más gruesa y resistente para observar desde lo alto los suburbios, infantilmente convencido de que, viéndolo desde arriba, aquel lugar tan feo se revelaría como algo que realmente no era tan feo, solo especialmente difícil de ver. Permanecía entonces horas subido ahí arriba, con la cabeza apoyada en el tronco y una expresión curiosa en el rostro, hasta que finalmente la noche caía y no tenía más remedio que volver.

Dena siempre había odiado las alturas: desde que era pequeña, cada vez que lo veía alejado considerablemente de tierra firme, la flamma se ponía nerviosa, y comenzaba a temblar levemente y a pedir que por favor, por favor, bajase, porque se iba a hacer daño, porque aquello no era seguro, porqueporqueporque. Entonces el chrysos terminaba por descender mucho antes de lo previsto, tras permanecer apenas un par de minutos encaramado a una rama alta, a pesar de sus esfuerzos por convencerla de que nada malo iba a pasarle y de que las vistas desde ahí arriba estaban muy bien y era una lástima perdérselas. Dena tardaba un poco en calmarse y en dejar de llorar, porque Dena era una llorica y siempre lloraba cuando algo la asustaba, y durante ese tiempo el chrysos apartaba la mirada con cierta incomodidad, sin saber qué hacer o qué decir. Ahora que estaba en lo alto de los tejados, el chrysos no podía evitar imaginarla abajo, en los jardines, sollozando y pidiéndole que bajase: a pesar de todos los años que habían pasado desde que se habían ido de la ciudad, Dena seguía siendo una llorona, y probablemente lo siguiese siendo hasta el final. Sin embargo, Dena no estaba, ni estaría nunca ahí abajo, así que no había ningún problema.

Lyam suspiró; luego se inclinó hacia atrás, tumbándose en las tejas. Pronto tendría que darle a la líder piscis toda la información que había recordado; ya casi no le quedaba nada por anotar. A veces se preguntaba qué pasaría después de entregar los papeles, pero generalmente evitaba pensar en ello, como ahora.

*se queda*

He despertado y, cómo no, tras un buen desayuno he buscado a Gerry. Pero no estaba en la enfermería, que dejó ayer, y cuando me asomé al dormitorio de chicos tampoco lo vi. Luego fui a gritar al baño y tampoco, y entonces fui a la sala de entrenamiento, pero no le ha dado por moverse todavía. Finalmente, hastiada, he decidido subirme aquí a ver si tengo un segundo de reflexión en soledad, para relajarme y refrescarme. Pero veo que eso tampoco es posible.

Resoplo, dedicando una mirada a Lyam nada más verlo.

-¿Es que no puedo estar sola ni en los tejados? -mascullo, perfectamente audible para él-. Sí que tengo mala suerte.

FdR- Dulce post para llu

Frunció un ceño al escuchar la voz de la caeruleus, y se incorporó, abriendo los ojos al hacerlo. Suspiró antes de hablar.

—Tranquila. —De reojo, la miró, alzando un poco el mentón—. Si yo ya me iba.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí, de todas formas? Mucho, casi podía estar seguro de que en algún momento se había dormido, al menos unos minutos. Lyam se pasó una mano por la cara, echándose varios mechones hacia atrás, y le dedicó un último vistazo al horizonte antes de apartarse del borde y ponerse en pie. Miró entonces de nuevo a la caeruleus, alzando un poco las cejas.

—Todo tuyo.

Sonrió, y comenzó a andar, alejándose de ella.
Que no se quejase de su suerte, al menos no en lo referido a él, que no en vano él siempre intentaba no relacionarse con ella más de lo necesario.

¿Dónde está la respuesta mordaz? ¿Por qué no se queja? ¿Y sus típicos resoplidos y miradas de desprecio encubiertas?
Bueno, quizás sea algo exagerado el ponerme así, pero diría que no está como acostumbra. Parece más bien... ¿pasar de mí? Está mal que lo admita, pero que haga eso me cabrea. Me hace sentirme como si la borde solo fuese yo. Y por eso no voy a pasar hoy.

-¿Ah? No, no. Tú estabas antes. Siento haber dicho eso-. ... Lo que siento es haber dicho esto. ¿Qué me ha dado, joder?-. Perdón por haber venido a incordiar. Supongo que querías estar solo.

Debería mirarme la fiebre. Eso o empezar a dejar de saludar como si la gente me diese asco, porque...
Ha hecho que me sienta mal. Culpable.

Siguió avanzando mientras la chica hablaba, sin detenerse para mirarla hasta que llegó al otro extremo de los tejados, al punto donde estaba la ventana por la que había salido al exterior. Entonces se giró, mirándola un segundo, y luego se encogió de hombros.

—Lo dicho: ¿los quieres? Pues para ti. Tengo mejores cosas que hacer que estar toda la tarde tumbado o perder varios minutos de mi tiempo discutiendo quién estaba antes o quién merece quedarse aquí o demás tonterías, así que —Junto las manos, enredando los dedos— todo el tejado para ti.

Separo las manos, estirando un poco los brazos, dejando los hombros doblados, sin llegar a formar una cruz. Sus dedos, largos y delgados, señalaban a la caeruleus.

—Pásalo bien.

Y de nuevo, se dio la vuelta.

Tiene razón. Lo que dice tiene todo el sentido del mundo. Y ese tono que utiliza, para colmo, es...
No da la sensación de que se crea mejor que yo. De hecho, da la sensación de que es mejor que yo. De que ha ganado este asalto. De que he llegado y he quedado en evidencia ante nadie más que él, porque por suerte no había nadie más que él.

Asiento, algo turbada.

-Sí... Buenas tardes.

No sé cómo lo ha hecho. La cuestión es que de repente tengo ganas de disculparme, o de charlar un rato con él hasta que suelte una cafrada y la fastidie y entonces yo recupere el poder.
¿Será esto lo que se siente cuando pasan completamente de ti y entonces te emperras?

Supongo que los intentos de mi madre por darme algo de buena educación dieron su resultado, aunque solo fuese en el subconsciente.

Asintió levemente, dedicándole un último vistazo a la caeruleus. Definitivamente, no quería perder su tiempo charlando con alguien con el que solo podía discutir, y la mejor forma para no enredarse en una ridícula conversación era evitando desafíos, respuestas mordaces que solo le darían a la muchacha un motivo para replicarle y retenerle más de lo que él querría. Y aunque el chrysos infinidad de veces había respondido con actitudes mordaces o chulescas a cualquiera que lo había molestado, había terminado por entender que hacer algo así no era más que una irritante forma de perder el tiempo. Y él no quería perder el tiempo, no con esas tonterías, al menos.

—Chao —murmuró, antes de colarse por la ventana.

Además, era cierto que tenía cosas que hacer.

*se va*