Tejados

Subo a los tejados desde uno de los balcones, mirando hacia abajo nada más llegar a ellos. Está suficientemente alto como para que alguien más torpe pueda cometer un ligero error de cálculo y no vuelva a aparecérsenos nunca más.

Me siento sobre las tejas, cerca del borde, y me dedico a observar los alrededores. Si quisiera entrar en este lugar sin ser visto, como el supuesto asesino de Adela (a no ser que sea alguien que ya esté dentro), ¿cómo lo haría? La puerta principal no funcionaría si no quiero arriesgarme a ser visto, pero el lugar donde estoy, los tejados, sería bastante adecuado solo para aethers, ya que acceder desde este lugar es más sencillo.

Me levanto y doy algunos pasos.

¿Quizás fue un aether? Aunque recuerdo que en el observatorio, donde ocurrió todo, parecía haber señales de llamas... ¿Quizás fueron varias personas? Porque un flamma tendría problemas en llegar aquí arriba él solo... A menos que trajera una montura, pero eso complica mucho las cosas. Es mejor empezar con la premisa de algo sencillo...

*se queda pensando*

Con el pecho henchido de felicidad y la sangre de Whisky, la Capitana fue al lugar más alto de palacio para contemblar todo Fulmen, imaginando como sería de agradable hundirlo en llamas y arrasrlo, para vivir como una reina con todas las riquezas, pero bueno, pronto sus planes no tardarían en realizarse, solo necesitaba un poco más de tiempo.
Pero al llegar vio a la chica con la que había compartido misión, por lo que sonrió de medio lado, caminando con las manos en el culo, en los bolsillos de atrás, con las piernas separadas y su blusa bastante abierta, mientras su magnífico sombrero le cubría de los rayos del sol.

Sus pendientes de oro y anillados deslumbraban bajo el radiante día de verano y su rojizo pelo, contrastaba con el azul del cielo.
Se acercó a la morena y, con el fin de pasar un poco el rato y con el pretexto de que Korvas llevaba mucho tiempo sin movimeinto, decidió acercarse por detrás y apoyar el filo de su florete en el hombro de la joven, sin hacer ningún tipo de presión- Jaque mate- comentó con desenfado mientras se dejaba caer a su lado, con una sonrisa.
- Cuanto tiempo,- dijo por decir algo, mientras se colocaba las tetas. - Espero que el golpe de la misión ya se te haya pasado- comentó mirándole de reojo, mientras se quitaba el sombrero y lo colocaba en una de sus rodillas flexionadas.

Me pongo tensa al notar presión en mi hombro, pero cuando la mujer pronuncia esas dos palabras de victoria y me vuelvo hacia ella me relajo un poco. No es que me haga gracia haber sido pillada por sorpresa, pero al menos ella no es ningún enemigo (en principio, al menos) del que deba asustarme.

- La próxima vez no te dejaré mover tus fichas con tanta libertad -le digo, mirándola de reojo-. Ya estoy completamente recuperada, sí.

Frunzo el ceño. Parece muy contenta. Quizás esta sea su actitud normal, pues yo la conocí durante la misión y no en palacio, pero la recuerdo algo más tensa que esto.

- ¿Tienes un buen día? -inquiero, no pudiendo evitar una leve socarronería en la voz-. Pareces contenta.

-Claro que tengo un buen día, cualquiera estaría contenta después de demostrar su domino como mujer- dijo dejándose caer hacia atrás, apoyando su espalda en los tejados, tapándose la cara con el sombrero y doblando una rodilla por encima de la otra mientras sus manos yacían en su nuca. - Nah, supongo que estoy normal, tranquila... vivo bien- dijo como sentencia.

Movió su pie en alto de arriba abajo y comenzó a hablar- y tu Alehyss, ¿estás contenta? - dijo con sorna, para responderle con su mismo tono.
Alehyss era una mujer que pese a su poco contacto, no le caía mal del todo, pues en la misión lo había echo bien, pese a todo.
-¿Qué se sabe de los compañeros de nuestra misión? ¿están todos bien? Supongo... bah, la verdad es que me da igual, era solo cortesía, por sacar tema, nada más.- comentó encogiéndose de hombros.- Lo cierto es que no he hablado de nuevo con ellos. No soy una mujer que quiera hacer amistades inútiles. - dejó caer este alago a la mujer chrysos con una sonrisa de medio lado.
Suspiró.

-Joder, que calor...- dijo en un deje de voz y sin apartar el sombrero de su cara, musitó- Nairea...- y una densa niebla se interpuso entre el sol y la Capitana, haciendo que estuviese tapada en la sombra de la espesa niebla, más fresca que su compañera. - Puedes tumbarte a mi lado, si quieres evitar el sol. Yo es que no lo soporto a no ser que esté en medio del mar, perdida con mi barco. - comentó jocosa.

La miro de reojo mientras habla. Parece que la mujer ha ejecutado alguna femenina táctica que la ha hecho sentirse suficientemente satisfecha como para no estar de mal humor. Por desgracia, solo encuentro una cosa en mi mundo que me cause esa sensación: el sexo. Es por ello que no puedo evitar preguntarme con qué otra persona se habrá acostado para lucir tan buen humor, aunque no me ha dicho exactamente que sea eso lo que haya sucedido.

- A varios no los he vuelto a ver, por lo que solo puedo asegurarte que Lyam y yo estamos vivos. Aunque supongo que también Heylel lo está. Al otro, el claritas, Cero o como fuera... No lo había visto nunca antes y nunca más me lo volví a encontrar.

Observo como se tapa del sol. Yo, por mi parte, no tengo ningún problema actualmente con el astro, por lo que rechazo su petición con un leve gesto de cabeza.

- Por cierto -. La miro de reojo-. ¿Has vuelto a ver a la mujer aquella a la que trajimos aquí tras la misión? He oído que sigue por aquí, pero no la he vuelto a ver. Con la de cosas que están pasando, me gustaría estar al corriente sobre esa extraña.

Lyam... aquel pánfilo... Cero, aquel retraso y aborto de la humanidad... Heylel... ese machista de mierda... su teoría de que los hombres eran inútiles cada vez cobraba más fuerza. - Bueno, si les hubiese pasado algo, tampoco se habría perdido mucho- comentó con un tono superior.
Ante la negativa de la chica, Bocanegra se encoge de hombros, para luego, escuchar con poco interés lo que la morena le decía. -Alehyss- dijo volviendo a sentarse de nuevo y apoyando su codo en una de sus rodillas flexionadas- te diré una cosa, un pequeño secretito- dijo con tono socarrón.- No he vuelto a ver a esa mujer que trajimos y no he vuleto a ver a ninguno de los compañeros de misión porque, sinceramente, lo que pase en Brontë, todo lo que os traigáis entre manos, todo eso me da exactamente igual. Para mi, esto no es más que una especie de posada para gente rica en la que me he infiltrado por la gratuidad de sus servicios. Me la bufa Brontë, me la sopla el ejército de Brontë y en cuanto tenga la menor posibilidad de largarme de aquí, lo haré sin mirar atrás, así que poco me interesan todos esos sucesos que están pasando y de los que todo el mundo habla. - se humedeció los labios. - No, mi objetivo es otro muy distinto. Otro que no te incumbe- le dijo entonces con una sonrisa, para luego , frotarle el pelo con la fuerza de un hombre- Si algún día te aburres de este muermazo de sitio, avísame. Estaré encantada de tenerte entre mis filas cuando surque los mares de nuevo- comentó con la voz llena de esperanza- tienes cara de amargada- le dijo sin rodeos- y no te lo tomes como una ofensa, querida- le dijo agachando la cabeza y subiendo los ojos, para verla desde una posición más cariñosa- ¿muchos problemas en esa cabeza? bah, como ya te he dicho, me la bufa. Solo quiero que sepas que si me marcho, no me importará que lo hagas conmigo.- dijo estirándo los brazos.

Tras hablar un buen rato, sin demasiado interés por mi parte (estaba de mal humor y me encontraba algo mal debido a una repentina jaqueca) me excusé informando a mi interlocutora de ello. Ambas abandonamos los tejados sin decir ninguna palabra más y yo me retiré a descansar para tratar de prevenir algo más fuerte que aquel dolor de cabeza venido de ningún sitio.

*se van*

FdR- De verdad, siento mi ausencia, y prometo que jamás haré que se repita algo así.

Con grandes esfuerzos, buscando puntos de apoyo donde no los había, acabé por alcanzar la cima del palacio: los tejados. Aseguré mi posición buscando el mayor equilibrio, con las piernas abiertas, y miré a lo lejos. Era curioso que, en todas mis exploraciones, se me había ocurrido bajar varias veces a la zona más oscura del palacio, las mazmorras, pero nunca había encontrado ocasión antes de llegar a lo más alto. Y, desde luego, no esperaba encontrarme algo así aquí arriba.

La impresión fue tal que casi me caigo del susto. Solté un enorme chillido y abrí los ojos de par en par, emocionada. ¿Qué era aquello? Contemplé aquella figura con un brillo de adoración en los ojos. Tenía plumas. Y pelo. Pelo muy, muy largo y brillante. Me acerqué a ella despacio, pisando con fuerza para asegurarme de no resbalar, mientras me acercaba a ella como quien se acerca a un tesoro.

-¿Eres de verdad? -pregunté con voz de asombro.

Rebusqué en mis bolsillos, pero no encontraba nada en ellos que pudiera igualarse a ella.

Me tendía la mano. A mí. A mí me tendía la mano. Tuve que hacer acopio de mucha, mucha concentración para no ponerme a aplaudir y a saltar allí mismo. Me tapé la boca con las manos, intentando sofocar una risita emocionada. Me atreví a rozar con mis dedos la punta de los suyos, pero retiré rápidamente la mano, en una risa emocionada.

Di un paso tembloroso que casi me hizo perder el equilibrio, y estiré de nuevo la mano hacia ella, esta vez de forma definitiva. Aún con las piernas temblorosas, avancé entre las tejas, con algún que otro resbalón, hasta sentarme a su lado. Aunque mi cuerpo apuntaba al frente, tenía la cabeza girada hacia ella, y no podía dejar de contemplarla, extasiada. En los cuentos, las hadas no son tan bonitas.

Mis ojos seguían tan abiertos como antes. Sentía por dentro un cosquilleo que me incitaba a moverme, pero no sabía muy bien cómo exteriorizarlo. Qué pelo más bonito. Entonces habló.

-Sí, sí, sí, sí -dije, agitando muy rápido la cabeza arriba y abajo para acompañar a mis palabras. Miré alrededor, como buscando algo, y me volví de nuevo a ella. Aunque la nieve se había derretido un poco (no había vuelto a nevar desde ayer a la tarde), seguían quedando restos en el tejado. Junté una poca y comencé a hacer formas con ella.

No tardé en aburrirme. Ese pelo... Alargué la mano un poco hacia ella, pero sin acercarla mucho. Pronto volví a retirarla y bajé la vista a la nieve, con una risita. Saqué de un bolsillo un par de piedras pequeñas, un ónice y un pedazo de pizarra, y me dediqué a deshacer el montoncito de nieve golpeándolo con los dos trozos. Mi vista, sin embargo, se fue desviando de nuevo de la nieve a su pelo y sus alas.

Casi salté en el sitio. De repente, sus alas se volvieron enormes y me rodearon. ¡Cuántas plumas! No pude evitar un grito ilusionado, y me quedé mirándolas extasiada. No tardó en desviar mi atención algo que cayó sobre mi regazo. Lo miré y di un respingo. Apenas me lo podía creer, y de nuevo estuve a punto de dar un salto.

Miré a un lado y a otro, sin decidirme. Finalmente, cogí un mechón de pelo con suavidad y cuidado, como si tuviera miedo de que se me fuera a deshacer entre las manos, y lo acerqué mucho a mi cara. Incluso a pesar de que las nubes tapaban el sol, aquel pelo parecía reflejar sus rayos.

-¿Es de oro? -pregunté con tono ingenuo.

Lo dejé con cuidado en mi regazo, junto al resto del pelo. Recogí las dos piedras y, por el rabillo del ojo, vi su ala extendida tras de mí.

-¡Ah! -exclamé.

Tantas distracciones me impedían centrarme. (FdR.: Que es por eso, ¿eh?, que normalmente es una chica muuuy centrada >.>) Tomé el montón de nieve que había hecho y lo puse junto a su ala, sin llegar a tocarla. La nieve parecía sucia al lado de aquellas plumas. Dejé caer el montón y rebusqué en mis bolsillos, hasta dar con un trozo de zeolita, uno de cuarzo lechoso y uno de yeso. Negué con la cabeza. Ninguno coincidía. ¿Qué podía ser entonces?

Volví a guardar las piedras, pensativa. Si no era nieve, ni cuarzo lechoso, ni zeolita, ni yeso... ¿Qué podía ser? De pronto, creí tener la respuesta. Saqué otra piedra, calcita blanca esta vez. No era exacto, pero... se acercaba. Entonces habló y me volví.

-¡Mucho! -exclamé con una sonrisa entusiasta.

No había tenido tiempo de fijarme en sus ojos. ¿Zafiro, azurita, lapislázuli? No, demasiado oscuro. ¿Ópalo azul? ¿Aguamarina? No era mucho más fácil que sus alas. De hecho, era bastante más difícil. ¡Sus alas! ¡Cierto! Volví los ojos a la que me rodeaba, extasiada.

Me he pasado toda la tarde llorando en los tejados. He roto la carta negra en mil millones de pedazos y los he tirado por una de las chimeneas. No quiero volver a leer aquellas letras nunca jamás.

La lluvia me ha mojado un poco las tupidas medias rosas y el vestido, pero me da un poco igual. Me acerco al borde del tejado bajo una suave lluvia casi imperceptible y pongo la mitad de mis pies fuera de la seguridad del tejado.
Doy un paso al frente, sin embargo, caigo de pie, ya que he conjurado un hechizo Pervatia y de la pared de piedra de la fachada del palacio ha surgido una pared de piedra horizontal, que me permite entrar con comodidad por una de las ventanas del palacio.
Con un giro de muñeca una vez dentro, hago desaparecer el hechizo y, seria, me pierdo palacio adentro.

*se va*

Salgo a los tejados a tomar un rato el aire. Apenas ilumino un poco los ojos para poder ver en la oscuridad. Me asomo a la cornisa para observar lo poco que puedo ver de los alrededores del palacio.

La tranquilidad me agrada. Es una de las pocas cosas que estos días consiguen quitarme un poco el mal humor.
Observo el cielo. Me retiro un poco el flequillo de la cara.

El estrés de estos días me hace estar de peor humor que de costumbre. Agradezco que este sitio sea tranquilo.

*se queda*

El chrysos caminaba dando largas zancadas por los pasillos con un libro en las manos. Se había pasado la semana leyendo en sitios altos, como las ramas gruesas de los árboles del río o los tejados, evitando intercambiar palabra con los alumnos de Brontë. Precisamente ahora se dirigía a los tejados, dispuesto a continuar la lectura que había dejado apartada para ducharse.

Con agilidad y los ojos ligeramente encendidos, el chrysos atravesó una de las ventanas que daban al exterior, pero no tardó demasiado en arrepentirse. Alehyss Lester, la chrysos, estaba parada cerca de la cornisa, aparentemente observando los alrededores de Palacio. Sin moverse del sitio, Lyam observó su espalda durante unos segundos, barajando diferentes saludos o formas de irse sin que la chrysos lo viese. Finalmente, decidió optar por la forma más simple y sencilla de todas que, curiosamente, también era de las menos patéticas:

—Buenas noches.

Tamborileó los dedos en las tapas del libro y apartó la mirada. Se preguntaba si la chrysos seguiría enfadada con él, aunque una sensata parte de él le decía que evidentemente sí.

Una incómoda voz suena a mi espalda y me hace entornar los ojos. Por el rabillo, soy capaz de distinguir la figura del molesto chrysos, aunque su voz ya me había advertido antes de que tuviese de corroborarlo.
Evito hacer el gesto de pellizcarme por si estoy en un mal sueño, pues sería una broma de mal gusto y las bromas no pegan demasiado conmigo.

-Esfúmate -digo sin más, devolviendo mi rostro al frente y sin dignarme siquiera a mirarlo un segundo más.

Todavía no está preparado para soportar lo que haré si insiste. Lo mejor que puede hacer es dejarme sola hasta que los rencores de varios años terminen.

Ahogo un pesado suspiro, incómoda.

FdR- Lo siento, pero me llamó mi hermano u.u

Despegó un poco los labios para responder al comentario de la chrysos, pero los cerró segundos después, sin pronunciar palabra y dejando escapar un poco de aire antes de juntarlos de nuevo. Lyam observó las tejas que rodeaban sus pies y se pasó una mano por la cara, apartándose el flequillo con el ceño ligeramente fruncido, en silencio. De pronto, se arrepintió de haberla saludado; pensó, mientras alzaba un poco la vista para volver a mirar la espalda de la chica, que hubiese sido mucho mejor haber vuelto al pasillo, al interior de Palacio. No obstante, visto lo visto, tampoco tardaría demasiado en volver a atravesar la ventana.

—De acuerdo —murmulló. Chasqueó la lengua—. Antes de irme, el otro día quería decirte, antes de meter la pata, que gracias por lo de la biblioteca. Por quedarte, digo. —Suspiró—. Y ahora me voy por donde he venido. Buenas noches.

Y dicho esto, se dio la vuelta, dispuesto a irse.

Lo observo de nuevo, de reojo, pero no digo nada. No me importa cuanto repita la palabra gracias, o las veces que se disculpe. Siempre han dicho de mí que soy inflexible, desde pequeña, y no voy a llevarles la contraria. Tampoco tengo una especial atracción por la idea de cambiarlo. Al fin y al cabo, la inflexibilidad me ha dado menos engaño que la debilidad que, algunas veces, mostré.

¿De qué sirve perdonar? Al final todos demuestran que son ratas que no sirven más que para un polvo rápido con el que deshacerse del estrés.

Me asomo al borde del tejado y miro hacia abajo. No soy capaz de ver el fondo debido a la oscuridad, pero aún así siento una ligera sensación de vértigo que me gusta.

Siempre me gustaron las alturas.

Sin duda saltaría de saber que alguien me recogería antes de partirme los huesos contra el suelo.

FdR- Oídos sordos XD

El silencio de la chica le hizo torcer una sonrisa irónica. No esperaba que le perdonase por decir aquello, ni tampoco que respondiese a su agradecimiento, pero al menos esperaba que sí le dijera un buenas noches o algo por el estilo. Aunque, bien pensado, aquello sería hasta hipócrita. Se imaginaba que a la chrysos le daría igual lo que le pasase, así que tampoco sabía exactamente por qué demonios esperaba que dijese algo.

Lyam le dedicó un vistazo rápido a los tejados, todavía de espaldas a la chrysos, escrutando el lugar por encima de su hombro derecho. Luego murmuró un chao y volvió a colarse por la ventana, volviendo al pasillo que había abandonado hacía escasos segundos. Suspiró, todavía cerca de la ventana, y se pasó de nuevo una mano por la frente. Después, comenzó a caminar en la dirección contraria que había tomado antes. Si no podía estar en los tejados, al menos podía irse a leer fuera.

*se va*