Hall/Entrada

Entré en el palacio, observando y comparando cada rincón del hall. Estaba exactamente igual que antes, sólo que sin guardas que lo resguardasen o gente que estuviese de paso.
Me fijé en unas sillas en las cuales me había sentado de pequeña y en las me senté para esperar a los demás. Sabía que por lo menos los que fueron avisados con atenlación estarían a punto de llegar.
Mi mirada se encontraba perdida entre tanto que recordar mientras esperaba sentada en el asiento de tercipelo rojo.
Las piedras que formaban los, los tapizados que cubrían tanto la sparedes como el suelo. Las pequeñas ventanas que permitían ver el exterior y a la vez refrescarte un poco con el aire puro.
Todo eso iba a renacer, y yo estaría allí para que estuviese mejor que nunca, y así poder realizar la misión con éxito.

*Espera*

Entré en el recibidor fijandome en que el palacio era uno normal y corriente, nada como lo esperado... .

- Disculpa... Pero las niñas pequeñas no pueden entrar aquí, es muy peligroso - dije con tono sarcástico y burlesco con Jill como objetivo,, claramente -. ¡Cuánto tiempo!

Mi sonrisa era la típica que se suele dirigir a un niño pequeño, esa que muestra incencia y encanto.

- ¿Estás tú sóla? - Pregunté mirando para ambos lados, sin econtrar nada más que polvo, piedra y tela.

Me dirigí a la zona donde ella se hallaba y me senté en la silla de tercipelo rojo que estaba situada al lado de ella. Coloqué mi pierna dercha sobre la izquierda y reposé los brazos sobre éstas, inclinando el tronco superior ligeramente hacia adelante, mirando a través de una de las pequeñas ventanas situadas en frente, como si de esa forma hubiera una posibilidad de ver y advertir la llegada de un nuevo jefe.

+Se queda*

Una voz familiar sonó de repente. Vaya... Tuvo que ser ella, Cynara, la primera en llegar. Puede que sea una de los jefes más cercanos, pero a la vez es una de los mas cínicos.

- Hola... Yo también estoy encantada de verte - saludé dibujando una sonrisa.

Se dirigío hacia mi, e iba a levantarme para saludarla pero antes de que pudiera ya se había sentado.

Yo trataba de decir algo, pero las palabras no salían de mi boca; ella estaba mirando atentamente a través de la ventana. Así que preferí quedarme sentada, observando mis manos que se entrelazaban sobre mis piernas.

Recto, con la cabeza bien alta y sugetando bajo el brazo -siempre de forma muy fina- el bastón del clan, hice entrada en el palacio en busca de aquellos que ya habían llegado.

En el primer vistazo capté a dos señoritas. Me fijé en un principio en la pequeña de cabellos dorados de la que ya había oído hablar en algún momento. La líder de Chysos resaltaba por su juventud y aspecto adorable e inocente. Chispeante de energía. Dirigí mi vista entonces, sin perder la sonrisa, hacia la joven de cabellos pasionales y halcé sutilmente una de mis finas cejas, casi sin ser consciente de ello. La viveza de sus ojos y el ardor de su pelo delataba su procedencia Flamma a pesar de haber conocido solo a su padre.

Amplié mi sonrisa e hice una reverencia retrasando mi pierna derecha y doblando mi tronco al tiempo que extendía ambos brazos.

- Señoritas, un placer encontrarlas ya aquí. Soy Aren Darvenwish, Líder del clan Caeruleus y a su disposición-. Tras unos segundos me herguí y me dirigía a la líder de Chysos para sostener su mano.

- Jillian Campbell. He escuchado grandes cosas de vos a pesar de vuestra juventud. Es un inmenso honor y placer poder compartir estos momentos-. Acerqué su mano a mí sin llegar a rozarla con los labios, pues eso podría considerarse realmente descortés. Aspiré sutilmente su joven aroma, sin embargo, mientras agachaba la cabeza.

Tras soltar a la pequeña Jillian me dirigí, con paso lento, hacia la líder del clan rojo, tomando también su mano.

- Cynara Ethrial. Lamento en el alma lo de vuestro padre, Athan Ethrial. Siempre ha sido un gran compañero y mentor. En los tiempos de su reinado, cuando no erais más que una pequeña que correteaba por los pasillos, nuestras relaciones fueron prósperas y supongo que ahora que debeis relevarlo, continuarán mejorando. También han llegado de vos rumores fascinantes a pesar de la pérdida. Teneis una gran voluntad-. Tras mantener su mirada con interés, repetí el gesto de agachar la cabeza al tiempo que atraía su mano. Siempre sin llegar a rozarla, pero quedándome también con su olor.

Una vez terminadas las presentaciones me situé en pie, firme ante ambas y miré mi reloj de bolsillo.

- Espero que los demás líderes no se hagan de rogar. Un tiempo prudencial siempre es bien visto, pero un gran retraso estropearía este magnífico ambiente festivo- Guardé el reloj y volví a sonreír tras humedecerme los labios, cuidadosamente, con la lengua.

La tensión en el ambiente se rompió con la llegada de Aren Darvenwish’s. Nunca lo había visto, era alto, algo pálido y de pelo negro. Su comportamiento reflejaba una evidente cortesía. Me levanté automáticamente a su llegada y me sonrojé al ver que casi me besa la mano.
Hizo mención de mi pasado y también conocía cosas de Cynara, a la cual también saludo del mismo modo que a mi, lo que me hizo pensar que quizás tenía un gran número de fuentes de información.

- Encantada de conocerle, señor Darvenwish's, es todo un placer conocer a alguien de quien se está oyendo hablar duante toda la vida - comenté como respusta a su saludo.

Me desplacé tres pasos hacia las escaleras que llevaban a los pisos de arriba.

- Cuando hayan llegado todos los jefes nos reuniremos - advertí a los dos presentes -. Así que estaré preparando unas cuantas cosas.

Mi mirada se clavó en ellos dos.

- Lo mejor será que se vayan conociendo un poco.

De una forma u otra sabía que no debía de estar allí y que seguía teniendo presencia de niña a pesar de tener 17 años.

*Se va*

Mi mirada, que antes se mantenía fija en una de las ventanas, en ese momento pasó a contemplar a un noble y elegante caballero. Sus cabellos eran oscuros y sus ojos afilados.
Por cortesía me levanté al ver que me iba a saludar de la misma forma que a Jill, con un "beso" en la mano, aunque cuando lo recibí no pude evitar sentir un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo desde la mano.

Sabía que era un amigo y compañero de mi padre, pero en ningún momento pensé que me hubiera visto con anterioridad.

- Encantada de conocerte, mi padre me hablaba mucho de ti... Supongo que serás muy bueno en tu tarea... - comenté como halago, ignorando completamente el pésame.

La vocecilla de Jill volvió a sonar, esta vez se estaba despidiendo. Al parecer iba a preparar una especie de reunión para cuando hubiésemos llegado todos los jefes, vamos... que tendríamos que esperar al día siguiente.

- ¡Suerte, si necesitas ayuda no dudes en pedirla! - Dije a la chica, la cual me daba lástima ya que siendo la joven era la que más debía trabajar.

Volví mi mirada a Aren hacia sus finos y lívidos ojos.

- Tendrás que discuparme... Pero no me acuerdo de ti en absoluto - una sonrisa pícara se dibujaba en mi boca mientras hablaba - quizás era demasiado pequeña...

Una vez la líder Chrysos se retiró hice un ligera reverencia con la cabeza.

- Nos vemos todos luego, pues. Suerte con vuestras tareas, aunque una joven líder como vos no debería esforzarse tanto-. Sonreí pero de forma distinta, con amabilidad y disculpa.

Después volví mi atención a las respuestas de Cynara recuperando mi gesto. Ni gracias en sus palabras ni lamento en sus ojos. Me intrigó bastante aquel desinterés por la muerte paterna.

- Es comprensible que no me recordeis. Tendríais uno 6 años cuando os vi por primera vez y, tras ese periodo, pocas veces volví a vuestro palacio-. Hice una pequeña pausa y revisé su gesto para buscar encontrar algo de aquella jovencita ya crecida.- Sin embargo, yo sí os recuerdo bastante. Erais bastante testaruda y revoltosa. Menudos quebraderos de cabeza dabais a vuestro padre...- Dije bromeando, con cierto asombro. Luego bajé y subí la mirada instantáneamente y rematé.- Aunque resultabais bastante adorable...Y miraos ahora-. Di un paso atrás y abrí un poco las manos hacia ella.- Adulta, concienciada y líder. Toda una figura para vuestra estirpe-.

Después de la pequeña charla volví a mirar el reloj.

- Espero que no se retrasen demasiado, tengo algo que anunciaros en la reunión. Pero deben estar todos los líderes presentes. Disculpadme si este aura de misterio resulta demasiado incómodo-. Sonreí.

Aren comenzó a describrime de pequeeña, comentando los problemas que le daba a mi padre y lo adorable que resultaba ser, cómo no.

- Vaya... No sabía que usted y mi padre tuvieran una relación tan amistosa - comenté mintiendo, realmente lo sabía, sólo que quería resultar más interesada.

De repente volvió a mirar el reloj, parecía bastante impacientado. También mencionó un asunto que le gustaría comentar en la reunión que más tarde se celebraría, sin aclarar de qué se podía tratar.

- Lo mejor para no impacientarse es dar una vuelta, ¿qué le parece? Los jardines de este palacio son muy bellos y extensos - sugerí con la intención de pasar tiempo con el apuesto y elegante jefe Caeruleus -. De todos modos no creo que tarden mucho en venir.

Aren asintió y los dos abandonamos el castillo para ir a tomar un poco el aire.

*Se van*

Entré en el hall. La decoración era normalilla, nada fuera de lo común. No había nadie, por lo que supuse que ya se habrían cansado de esperar.

- ¿Y éste se supone que es el Palacio dónde los jefes deben reunirse? - Pregunté con cierta ironía, realmente no me importaba donde nos reuniéramos -. Bueno, tendrá algo positivo.

Empecé a buscar con la mirada objetos o utinsilios que pudieran ser interesantes, con resultado fallido. Nada,absolutamente nada destacaba por su valor o uso. Aunque tampoco sería muy lógico dejarla a simple vista en el recibidor del palacio.

Di varios pasos, como si intentase adaptarme al ambiente.

- Espero no haber sido el último... - murmuré agachando la cabeza y rascándome la espalda con las uñas de la mano derecha.

Al ver que no pasaba nada y que nada cambiaba subí arriba a la habitación de los chicos, después de tanto tiempo de viaje necesitaba descansar. El resto ya se arreglaría más tarde.

*Se va*

Llevábamos ya un par de días en aquel insulso y solitario castillo. Echaba tanto de menos mis baños, mis siervos, mis armarios, mis salas de opio...Aquel sitio era realmente burdo y muy muy aburrido. Como mucho podía tener alguna que otra conversación interesante con la joven Cynara, pero incluso ese estancamiento en conversaciones estúpidas se me hacía ya tedioso.

Me paseé por el Hall con una copa de brandy en la mano. Al menos si conseguía beber lo suficiente estaría algo más contento en aquel lugar.

Incluso las noches, que solían ser lo mejor del día, eran sumamente anodinas. Todos dormían y solo podía tocar la moral de Barthemius si me hastiaba demasiado. Ahora mismo estaba conmigo. El pobrecito... Tenía taaaanto sueño... Me acerqué a él y le acaricié la cara (como odiaba que le hiciera eso...juju)

- Barthemius, hermoso...- Le aparté un par de pelos del flequillo- Ve a descansar, hoy ya me he bastando torturándote...- Sonreí y le di un beso en la frente (eso le daba escalofríos).- Duerme bien- Nunca lo hacía, siempre tenía horribles pesadillas.

Y cuando se fue con el alivio de cada noche, me senté en una de las butacas. Ni siquiera eran cómodas...Bff...Continué bebiendo brandy sin más.

Entro en el hall, casi arrastrando la mochila, y observo a mi alrededor sin demasiado interes. Deduzco, por la hora que es, que no habrá nadie cerca, así que comienzo a dar grandes zancadas con el único objetivo de llegar cuanto antes a una habitación en la que poder dormir. El viaje había sido largo y extremadamente aburrido y, a pesar de que he dormido durante el trayecto, la idea de tumbarse y dormir resuena en mi cabeza con fuerza y frecuencia.
Perdido en esa idea, no reparo en el hombre que está sentado en una de las sillas hasta que lo paso de largo. Cuando su imagen aparece en mi mente (logrando atravesar el maravillosa e irresistible deseo de dormir), retrocedo un par de pasos hasta ponerme a su altura.
El hombre en cuestión es palido, y tiene el pelo largo y de color negro. Lleva un abrigo largo y con plumón y, debajo de este, un traje aparentemente ostentoso. Una de sus manos sostiene una copa de algo qué me inspira curiosidad. Esbozo una sonrisa.

— ¿Qué bebes? — pregunto señalando la copa. Luego me acerco a él y me llevo una mano a la cabeza —. Es decir... Buenas noches, ¿qué bebes?

Fdr. Viva la diferencia entre una pregunta y otra xDDDDD

Entre trago y trago casi sentía que me ahogaba en el amodorramiento de mi bebida. No pasba nada, nada en absoluto...Hasta que sí pasó, para mi suerte y fortuna.

El resonar de un carruaje se escuchó tras el gran portón y mi entusiasmo creció al máximo. ¡Al fi algo nuevo! Aunque fuese mismamente el cartero...

Me quedé muy quieto en mi sitio, reprimiendo mi entusiasmo, y me dediqué a obserbar quién entraba.

Al fin un hombre alto y rubio cruzó la puerta. Parecía bastante joven y su piel y sus orejas delataron su procedencia clara...¡Oh, Mithos... Tanto tiempo esperando! Pero me mantuve en mi sillón obserbando sus movimientos. Se le veía demasiado rudo, despreocupado y esa mochila de mano que traía era tan vulgar...Pero los aires eran casi prepotentes a pesar de que el sueño pesase en su mala cara. Debía levantarse tan temprano aquel hombre...

Sonreí cuando pasó de largo y dio unos pasos atrás. En el momento en que sus pocos modales salieron a flor de piel, amplié mi sonrisa.

Me levanté, por supuesto, yo sí guardaba impecables modales.

- Brandy, ya que prefieres primero su presentación. Y yo soy Aren Darvenwish para quien, si tienes algo cabeza, no te harán falta mayores datos-. Por supuesto no le ofrecí trago alguno como habría pensado hacer, pues aquel hombre era de esos que te arrancan la copa de las manos al mínimo ofrecimiento. Bebí otro trago.

Asiento varias veces con la cabeza. Brandy. Interesante.
Clavo mi vista en la de Aren, que es un poco más alto que yo, y sonrío.

— Con esa ropa, cualquiera diría que me tratarías de usted — comento, casi burlón, mientras le tiendo la mano izquierda —. Además, esa impresión era la que tenía de ti por las cartas... — me encojo de hombros, y ensacho la sonrisa —. Encantado de conocerte en persona, Aren. Eres más o menos como te imaginaba, aunque un poco más alto. Yo soy Svend, Svend Rybner. Parafraseandote, si tienes algo de cabeza, no necesitarás saber más.

Me llevo la mano izquierda al cuello, y luego me siento en una de las butacas. Dejo la mochila en el suelo y estiro los brazos. Apoyo la cabeza en la pared y después suspiro.

— ¿Ya llego todo el mundo?

Alzo una ceja ante sus palabras mientras continúo sonriendo.

- Siento romper tus espectativas, pero no se puede regalar diamantes a los cuinos-. Comenté casi con un suspiro. Luego miré como tendía su mano, ncorrectamente debido a que era zurdo, y yo me cercioré de que llevaba los guantes puestos antes de agarrársela un segundo y soltarla de nuevo.

- También me agrada poder coincidir personalmente contigo. Las cartas no siempre son del todo esclarecedoras y aun menos tratándose de negocios...- Dejé la copa sobre la mesita que había justo al lado de la butaca y observé como desplegaba toda su esencia pueril para después sentarme con las piernas cruzadas.

- Casi, pero no. Tú y Piscis sois los últimos en llegar. Esperemos que no se tome demasiado tiempo...- Lo miré un rato más y finalmente comenté.

- Un viaje tedioso desde aquel islote, ¿cierto?- Al menos parecía que el viaje le había gustado tanto como a mí...

Escucho cómo me explica que Piscis no ha llegado, con los ojos entrecerrados. Cuando termina, dejo escapar un suspiro y le miro de reojo.

— Tedioso se queda corto... Ese viaje es mucho más que tedioso. Yo casi diría que es una mezcla entre infernal y matador. Por supuesto, a eso hay que añadirle lo incomodo y aburrido que es viajar en carruaje, así que podríamos decir que es algo así como uno de los peores viajes que he vivido.

Sonrío de lado, y trisco los nudillos.

— Me imagino, y espero, que Piscis no tardará demasiado en aparecer. Aunque, claro, tampoco es que lo conozca demasiado. De hecho, podría decir que nunca lo vi ni hablé con él, pero algo me dice que no podrá demorarse mucho más...

Suspiro.

Me paré a escuchar su descripción del viaje y no impedí reírme de su explicación.

- Sí que es ciertamente aburrido...Quizá la próxima vez podamos venir juntos y hacerlo algo más ameno...- Comenté, juguetón, mirándolo con las cejas alzadas. Luego bebí de mi copa de nuevo y continué.

- Si se decide a tardar mucho más le veremos en la siguiente reunión...- Después un rato miré mi reloj y comprobé que quizá si fuese hora de volver a mis aposentos y dejar que la mente de Svend Rybner se despejase para una mejor conversación futura.

Me levanté, me acomodé la ropa e hice una pequeña reverencia.

- Repito que ha sido un placer encontrarte a tu llegada. Ahora será mejor que vayamos a descansar. Ya habrá tiempo para seguir charlando...- Y pasé por su lado rozando su pelo con la derecha.

- Buenas noches, líder Claritas...- Y me fui con la diversión de la noche culminada

*Se va*

Escucho con atención las palabras de Aren, y observo cómo se pierde entre los pasillos. Me pongo en pie y bostezo. Estiro los brazos y recojo mi mochila del suelo.

— Hasta mañana, lider Caeruleus — comento a la nada.

Luego, comienzo a andar y abandono el Hall

*se va*

Observo el Hall con una sonrisa asomando bajo mi poblada barba, que atuso un par de veces.

- Deberrría hacerrrme trrenzas... -me digo en voz baja-. En fin... Yo no he venido parra quedarrrme aquí...

Tras dar unos últimos vistazos al lugar, en el que tampoco hay mucho que ver, prosigo con mis pasos hacia el interior, esperando a reunirme al fin con el resto de los jefes.

*se va*

Había notado una presencia mágica propia de los Chrysos, y estaba fuera del castillo. Caminé lentamente por la entrada, y entreabrí la puerta para observar todo lo que ocurría en el exterior.
No pude ver nada fuera de lo común, por lo que me dispuse a salir a pesar de no tener en esos momentos ningún arma a mano; mi fuerza física bastaría para detener un nivel mágico tan débil como lo era ese.

*Me fui*

Paseaba por el Hall, con el objetivo de abandonar el Palacio para irme al lago, cuando unos ruidos resonaron en la estancia. Alcé la cabeza, pues estaba mirando al suelo, y observé la puerta. Los ruidos parecían que venían de ahí. Me acerqué hasta ahí. Probablemente fuese un futuro alumno. En caso de serlo, esperaba que no fuese del estilo de aquellos dos que habían llegado hacía unos días. Un flamma y una chrysos que, nada más llegar, habían acabado en las mazmorras gracias a su genial idea de batirse en combate en los bosques.

Entreabrí la puerta y observé al visitante. Era un joven claritas bajito y poco corpulento. Tenía el pelo negro y los ojos marrones y parecía bastante cansado. Me crucé de brazos.

— Nombre, edad y el motivo por el que estás aquí, por favor — esbocé un amago de sonrisa y esperé su respuesta.

La puerta se abrió y alcé la vista. Había un hombre de pelo negro, y me había sonreído. Tras ordenar que confesase ciertos aspectos personales pensé que quizás sería un jefe.

- ¡Cero Ráin, diecinueve años! ¡Mi señor! - Exclamé presentándome tal y como había exigido.

También tenía que exponer la razón por la que había venido aquí.

- Bueno... ¡He venido a este lugar para proteger al mundo de a devastación! ¡Y tú no me lo podrás impedir! - Grité señalándolo con el dedo índice tras realizar un giro sobre mi mismo.

Aún estaba cansado, por lo que mi respiración continuaba siendo fatigosa y ligeramente exagerada.

Al parecer, el joven claritas se llamaba Cero. Me hice a un lado, permitiéndole pasar, cuando terminó de dar los motivos que le habían conducido al Palacio. El chico respiraba de forma exageradad, dando a entender lo cansado que estaba. Además, gritaba bastante, lo que resultaba bastante molesto. Cuando antes le enseñase las instalaciones, mejor.

Lo miré.

— ¿Qué armas tienes?

El chico se hizo a un lado dejándome pasar, por lo que entré en la recepción del palacio. Guau, todo era muy rústico y muy guay, algún día tendría una casa como esa. O incluso mejor.

El hombre peguntó qué armas tenía.

- ¡La magia es mi arma, y con ella puedo acabar con todo el mundo! - Afirmé con gritos y alzando el puño mientras miraba al techo con mirada esperanzadora.

- ¡Soy el orgullo de la familia Ráin de Lumen! - Exclamé casi derramando lágrimas de emoción.

Adopté una postura de normalidad y miré otra vez al chico.

- ¿Y tú cómo te llamas? - Pregunté con curiosidad. Seguro que acabaríamos siendo amigos, lo presentía.

Suspiré. A pesar de su aparente cansacio, el chico hacía alarde de un enorme entusiasmo, gritando diferentes cosas y alzando el puño. Ese exceso de energía, si bien sería de ayuda en un combate, podría guardarselo a la hora de hablar con la gente.

— Sí, seguro que tu magia es tan poderosa que dominarás el mundo. No tengo duda de ello. Pero, ahora que estás en el Palacio de Brönte, agradecería que mantuvieses unas formas menos... apasionada. Guardate la energia para el entrenamiento. Y, por supuesto, seguro que tu familia se enorgullece de ti.

Comencé a andar, esperando que el claritas me siguiese.

— Sígueme si quieres que te enseñe el Palacio.

Pensé en decirle que se mantuviese callado durante el trayecto. Pero no lo hice. Con un poco de suerte, entendería el comentario anterior y se limitaría a preguntar las dudas que le surgiesen.

— Y, ya que lo preguntas, yo soy Blues Splash.