Hall/Entrada

Al jefe Blues Splash no parecía hacerle muchas gracia mi entusiasmo, pero bueno, se le veía con buenas intenciones.

Comenzó a caminar, y me habló, quería que le siguiese. Me iba a enseñar el castillo.

- Está bien - respondí a su orden -. Blues Slpash - añadí con una sonrisa pícara.

Seguí sus pasos hasta llegar a donde él estaba.

Comentó antes que habría entrenamientos, ¡que guay! Aún no había visto nada y ya estaba deseoso de poder ver y hacerlo todo.

Entro al enorme palacio con curiosidad, la entrada es amplísima... Me pregunto si habrá mucha gente ya en lugar. Aunque no hace mucho que se ha dado el aviso.

Doy un par de pasos y me encuentro con dos chicos hablando. No tengo muy claro si molesto, pero al escuchar que uno va a enseñas las estancias al otro no puedo desaprovechar la oportunidad también y me acerco a ambos.

-Hola, perdonad. Me llamo Heylel Tulvind y acabo de llegar al palacio por lo del aviso. Al entrar os he oido decir que vais a verlo, ¿podría acompañaros? -Pregunto cordialmente aun agarrando mi mochila al hombro.

Antes de que el claritas y yo nos pusiesemos en marcha, alguien irrumpió en el hall. Me giré con rapidez, para ver de quién se trataba, y mi mirada se encontró con un Aether. El susodicho tenía el pelo blanco y corto, y los ojos verdes. Era más corpulento que Cero y también parecía más mayor. Lo observé con el ceño fruncido. Al parecer se llamaba Heylel y había llegado al Palacio motivado por el aviso que habíamos dado días antes.

Asentí varias veces y me acerqué a Heylel, dando largas zancadas. Cuando llegué hasta su posición, lo escruté con la mirada. Parecía más tranquilo (o menos entusiasta) que el claritas. Al menos, no había alzado la voz para presentarse.

— ¿Qué armas tienes? — pregunté.

Tal vez no fuese buena idea, pero me gustaba saber los datos más relevantes de los alumnos, y entre estos datos se encontraba el tipo de arma que tenían.

Al acercarme puedo ver mejor a ambos chicos. El cláritas parece algo más joven que yo, pero no sabría aclarar cuanto, sin embargo el otro parece algo mayor, si bien no muy corpulento, con mínima quijada. Rasgos algo andróginos. También su voz es bastante clara, pero el tono es casi de orden. Debe estar al cargo de algo en el palacio.

-Tengo un par de Tonfas -Respondo con simpleza, señalando con la mirada ambos lados de mis caderas, donde las llevo amarradas. -¿Es de gran importancia eso? ¿Implica alguna clase de impedimento para entrar?- Pregunto con cierta extrañeza. Sería un gran chasco que después del largo viaje huviese algún tipo de examen o algún requerimiento especial... No recuerdo haber leido nada de eso en el aviso.

Íbamos a empezar el paseo turístico cuando llegó un nuevo integrante. Se llamaba Heylel y llevaba usaba como armas dos tonfas, lo cual resultaba muy interesante.

- ¡Hey, acabas de llegar! ¡Cómo yo! ¡Eso sólo puede significar una cosa, el destino nos ha unido como amigos o como rivales! - Exclamé pletórico de alegría al ver que llegaba uno nuevo - ¡No te pondré las cosas fáciles!

Miré a Blues con una sonrisa aún más pícara que la anterior.

- ¡Acabemos con esto! ¡Qué venga con nosotros! - Mis gritos eran cada vez más escandalosos. Que la gente se enterase, Cero Ráin había llegado al castillo.

Asentí al escuchar las palabras del aether. Definitivamente, era más tranquilo que el clariras. Ante la misma pregunta, habían tenido reacciones completamente diferentes. Sin duda, este hecho era todo un alivio. Si el claritas ya era molesto él solo, no podría imaginar cómo sería al lado de alguien igual de efusivo que él.

— Mera curiosidad — dije tras escuchar las dudas del Aether —. No hay ningún problema.

Y antes de que pudiese añadir algo más, el molesto claritas comenzó a gritar. Lo miré de reojo, con el ceño fruncido, y resoplé. Luego me pasé una mano por la frente.

— Ya iba a venir con nosotros — bufé —. Guardate el entusiasmo, haz el favor —. Volví a clavar mi vista en el aether —. Imagino que querrás conocer el Palacio, ¿no? En caso afirmativo, síguenos.

Comencé a andar, esperando que ambos me siguiesen en silencio.

*se va*

Cuando el otro chico me habla a voz en grito no puedo evitar mirarlo algo sorprendido y formo una sonrisa de compromiso.

-Bueno, mejor que ese destino no nos enfrente tan pronto -Respondo dando unos golpecitos en el suelo con la puntera del pie.

Finalmente asiento al menudo que me ha preguntado por las armas y me dispongo a seguirlo. Tengo ganas de dejar las cosas y ver más por mi cuenta.

*se va*

¡Genial! Toda la gente en este castillo era majísima y de buen trato. Primero Blues abandonó el hall esperando que le siguiéramos.
Heylel, tras hacer un cmentario referente a mis palabras, lo siguió.

- ¡Allá vamos! - Exclamé con gran efusión.

Rápidamente me integré a ellos, pues ya no estaba cansado.

*Me fui*

Por fin había llegado. El sueño se iba apoderando de mi cada vez con mayor rapidez. No pensaba molestarme en explorar el lugar a aquellas horas. Primero, porque por entonces no era más que una intrusa. Segundo, no sabía cuánto tiempo me llevaría encontrar un lugar agradable donde dormir, y la pereza, habitual en mi, se juntaba con el sueño que me iba poseyendo.

Había sillas en el Hall, pero me pareció más cómodo tumbarme en el suelo. Deshice mis innumerables trenzas a medida que me iba durmiendo en un rincón de la sala, y sentí el dolor y alivio de mi cuero cabelludo al remover el pelo mojado y ondulado, que llevaba varios días sin dejar respirar. Finalmente, y casi ya sin ser consciente de ello, me abracé a mi mochila y, apoyando en ella la cabeza, me acurruqué en posición fetal y me quedé profundamente dormida.

"Espero estar despierta mañana cuando me encuentren", fue mi último pensamiento antes de que todo se volviera negro y silencioso.

*Se queda dormida*

Me despertó el dolor de mis costillas clavándose en el suelo de piedra. Me incorporé, con todo el cuerpo dolorido. Había pasado una noche horrible, y me moría por un buen baño. Sin embargo, me limité a incorporarme, estirarme y revisar mi mochila. No había en ella más que un par de galletas resesas, mi cantimplora vacía y Loksass, mi más preciada posesión.

Mi estómago rugió, impaciente por algo que lo llenase. Suspiré, cansada. No me arrepentía de aquel viaje, a pesar de no tener nada a mi favor, pero mi cuerpo no parecía estar en absoluto de acuerdo con mi decisión de marcharme de casa. Me acomodé en una de las sillas, con la mochila a mis pies, y tras revisar a Loksass por enésima vez, asegurándome de que estuviera en perfectas condiciones, la guardé y procedí a rehacer mis trenzas.

Tenía la impresión de que aún iba a tener que esperar un buen rato antes de ver a alguien aparecer por allí, así que me tomé mi tiempo para recoger mi pelo con total calma y cuidado.

*Espera*

Pinche:

Había salido a buscar cebollas al huerto secreto del chef para el estofado del mediodía y al ir a entrar de nuevo me encontré con una pequeña de aspecto perdido en el hall. La miré con curiosidad desde lejos, ladeando la cabeza y recolocándome el gorro con una mano. Finalmente, haciendo acopio de valor -siempre me ha dado vergüenza hablar con desconocidos- me acerqué a ella con pasos energéticos y el manojo de cebollas en la diestra, balanceándose a cada paso.

- Hola -saludé sonriente nada más llegar junto a ella-. ¿Te has perdido?

El calor que hacía en Fulmen me había impedido coinciliar el sueño durante las primeras horas de la noche. Ante esto, decidí abandonar el Palacio para dar una vuelta por los exteriores. Salí de la sala común (en la que me encontré a la lider Flamma y al lider Caeruleus en el sofá), y me dirigí hacia el bosque. Una vez allí, busqué el camino que llevaba al lago y, cuando le encontré, vagué por sus alrededores. No me importó demasiado que empezase a llover (de hecho, agradecí el cambio en el clima), así que estuve deambulando por el lago durante horas. Cuando me cansé de repetir el trayecto a pie, me sumergí en el agua y escruté el interior del lago. Bajo el agua, pensé, de nuevo, en la reunión de hacia unos días, y en la propuesta de la lider Chrysos. De momento, sólo había cuatro alumnos en el Palacio de Brönte. Dos de ellos se habían enfrentado en el Bosque, por lo que habían pasado un día en las mazmorras; otro era un Claritas demasiado entusiasta y molesto, con un tono de voz demasiado exagerado e irritante; el último era un Aether, aparentemente más tranquilo y sensato que los otros tres). Si bien la propuesta de Jillian me había parecido acertada en un príncipio, en aquellos momentos consideré que aquella solución había sido de lo más desatinada. Abrir un intento de escuela para reclutar guerreros nos había regalado a un par de insensatos, a un Claritas demasiado irritante y a un simple Aether. Desconocía el arma de esos dos alocados, pero sabía que el Claritas confiaba en su magía y que, por tanto, carecía de arma, y que el Aether poseía unas Tonfas, un arma más defensiva que ofensiva. Suspiré. A saber qué salía de aquel experimento.
Cuando el cansancio comenzó a invadir mi cuerpo, salí del agua y me tumbé en la orilla del lago.

Me desperté tiempo después. Desconocía la hora a la que me había dormido y también la hora que era. Me levanté con pesadez. Dormir en el suelo había resultado ser bastante incómodo, si bien no había pasado calor. Antes de volver al Palacio, volví a sumergirme en el lago. Nadé durante un rato y luego rehice los pasos que había dado aquella misma noche. Quería darme un buen baño, así que apuré mis pasos.

Al volver a Palacio, me encontré con un miembro del Servicio y con una niña, de pelo grisáceo.. Parecía que la niña se había perdido y que el chico del Servicio de Palacio la estaba ayudando. Me acerqué a ellos. La niña tenía una mochila y una cerbatana a su lado. Fruncí ligeramente el ceño.

— ¿Qué se supone que está pasando aquí? — Clavé mi vista en la niña —. ¿Quién eres tú, cómo has entrado, y qué haces aquí?

Efectivamente, pasó mucho tiempo (diría que varias horas) antes de que alguien se dignara a aparecer. Desde luego, mucho debía haber que hacer en aquel lugar para que nadie entrara ni saliera en toda la mañana. Hacia el mediodía, al fin, apareció alguien con intenciones de salir del Palacio. Parecia un miembro del servicio. Se dirigió a mí con tono amable, al parecer dispuesto a ayudarme, pero antes de que pudiera responder irrumpió otra persona en el recibidor, alguien que venía del exterior.

El recién llegado era un joven encapuchado, de pelo negro y grandes ojos marinos. Un piscis, nada menos. Tardé un segundo más de lo debido en reconocer a la gran Blues Splash, de la que tanto había oído hablar a lo largo de mi vida. No pude evitar abrir los ojos al máximo, e intenté ahogar un grito de emoción. No me podía creer que estuviera allí, ante mí.

Abrí y cerré la boca varias veces como un pez, sin lograr que ningún sonido brotara de mi garganta, a la par que mis mejillas tomaban un color rosado y notaba un calor que recorría todo mi cuerpo. Tenía un nudo en el estómago de la emoción.

- Es... Es... ¡¿Es usted Blues Splash?! -no podía creer mi suerte, y empecé a hablar a toda velocidad-. Madre mía, si la abuela se enterara de esto, ¡no me lo puedo creer!

Entonces me di cuenta de que estaba dando una impresión muy deficiente a la gran líder, así que intenté recomponerme, a pesar de que mis mejillas se empeñaban en intensificar su tonalidad hasta un rojo intenso.

- Esto... Yo... Quiero decir... Perdonad mis modales, jefe Splash. Es sólo que estoy muy impresionada de poder verla en persona. Yo... Me llamo Massen Dew, y provengo de un pueblo al norte de Aqua, casi en la frontera con Ignis. Recibí un mensaje que me reclamaba en este lugar, y he viajado desde mi casa para unirme al ejército de razas. Llegué ayer de madrugada, pero no quería ser una molestia, así que he decidido esperar aquí hasta que llegara alguien que pudiera ayudarme.

Me giré hacia el pinche que estaba a mi lado, dándo un respingo al recordar su presencia, que había olvidado por completo. Me volví de nuevo hacia el jefe Splash, a quien debía un respeto, y por tanto a quien debía dirigirme.

- Acaba de aparecer este... ¿miembro del servicio? Iba a preguntarle adónde debía ir para hacer saber que estaba en el Palacio, cuando ha aparecido usted.

Bajé la mirada ante Splash, aún tremendamente ruborizada y con la respiración acelerada. Sólo esperaba no causarle molestias.

La niña hablaba con rapidez. Parecía que mi presencia la había puesto nerviosa al extremo. Asentí varias veces mientras ella se explicaba y respondía a las preguntas. Al parecer, provenía de Aqua, de un pueblo del Norte. Sonreí al escuchar esa información. Al fin había aparecido un Piscis. Cuando terminó de hablar, me dirigí al chico del Servicio y le dije que podría encargarme yo de la niña. Luego, volví a mirarla y descubrí que tenía las mejillas sonrojadas.

— Así que vienes de Aqua, ¿eh? Fabuloso — Asentí —. ¿Cómo te llamas?

A pesar de que ya se lo había preguntado antes, volví a repetir la pregunta. Cualquier otro habría recibido una respuesta borde por no haberme respondiendo, pero al tratarse de una Piscis, podía pasar ese pequeño "error" por alto. Señalé su mochila y su cerbatana.

— Deduzco que viajaste sólo con eso... — la miré de reojo —. Y que esa cerbatana es tu arma... — Me callé un momento. Luego me pasé una mano por el cuello y clavé mis vista en la piscis —. Te llevaré a los dormitorios, si quieres. También puedo llevarte antes al comedor. Seguro que tienes hambre...

Me alegraba hablar con los Piscis. Era mucho mejor que hablar con un Claritas o un Aether. Además, aquella niña no parecía, ni de lejos, tan molesta como Cero, el Claritas, así que no me importaba acompañarla.

Mi presencia siempre pasaba desapercibida. Ya me lo decía mi madre: "Nunca harás grandes cosas, Tommy". ¡Y la razón que tenía! Las grandes cosas estaban hechas para las grandes personas, y no para los tapones como yo. A nosotros nos mandaban a buscar cebollas. Eso hacían.

Farfullando por lo bajo, hice una reverencia a la jefa Splash y entré en el Palacio.

Ya se enterarán todos algún día de lo mucho que yo valía. Claro que sí. Podría echarles mucho picante en la comida, o algún mejunje extraño... O...

Claro que sí. Por supuesto. Y entonces todos me mirarían a mí. Porque solo miraban al pequeño Tommy si hacía algo malo.

Desagradecidos.

*se va*

Tragué saliva, sintiéndome estúpida. Mi nombre. ¿Cómo había podido olvidar presentarme? Pues sí que empezaba bien.

- Perdón, lo olvidaba -me disculpé rápidamente, volviendo a mirar a Splash. El colo de mis mejillas parecía empezar a rebajarse, pero seguía sintiendo un cosquilleo de nervios por toda la cara-. Mi nombre es Massen Dew, hija de Loksass Dew. Mi padre trabaja en la capital, sirviendo en el Palacio de Amphrophite.

Al instante me callé. Aquella información no me había sido requeria, y un jefe no tenía por qué sentir curiosidad en absoluto por ella. Continué respondiendo a lo requerido.

- Estas son todas mis pertenencias -hice un gesto en dirección a Loksass-. Mi cerbatana, el único arma que he tenido. No he recibido demasiado entrenamiento, pero he aprendido por mis propios medios.

Mi estómago escogió aquel preciso momento para rugir de forma escandalosa, así que mi plan de rechazar su oferta para que me acompañase al Comedor (no quería robarle su tiempo, pues mejores cosas tendría que hacer) quedó desbaratado.

- Lo cierto es que no he desayunado. Agradezco mucho su atención, jefe Splash.

Bajé de nuevo la mirada, mordiéndome el labio y esperando no resultarle una mocosa. Los niños son un incordio, y yo no quería parecer un incordio.


*La sigue*

Me acerco al hall en cuanto acabo de comer pues a mi llegada me ha parecido encontrar algún soldado que custidia la entrada. Me acerco a las puertas para encontrar a dos hombres serios y firmes y preguntar si podría enviar un mensaje ya que no tengo idea de si hay otra forma de hacerlo.

Salgo al exterior y miro a ambos. Quizás estorbe su trabajo o ni siquiera me respondan, pero al menos debo preguntar. Me acerco al de la izquierda.

-Disculpe. Necesitaría enviar un mensaje a Ventus pero no sé a quién debo encargárselo. ¿Podría hacerse cargo o indicarme el lugar adecuado? -Pregunto mostrando el grueso sobre que tengo en la mano.

Soldado 1:

Manteniendo mi puesto desde antes de la salida del sol casi parece que las horas no me pasan por delante. Ni siquiera puedo mirar de reojo a mi compañero, siempre se toma a la tremenda que no estemos alerta mirando al exterior. Entonces alguien sale al exterior. Que raro, lo normal es que entren... Quizás algún soñador que no ha encontrado en el palacio la gloria que creía venir a buscar. Si es que la juventud siempre piensa que todo es un camino de rosas.

El chico duda unos segundos y, extrañamente, se me acerca para preguntar. Un encargo a Aether, un viajecito para estirar las piernas. Presto atención al muchacho y observo su envío. Menudo yunque de carta...

-No tengo potestad para responder a esa pregunta. Deme unos segundos, por favor -. Colocando los dedos en la frente llamo a mi superior y pregunto sobre el encargo del joven. Maldita sea, claro, no puedo ir yo que llevo pudriéndom aquí horas. En fin, la vida es dura.

- En unos minutos vendrá un mensajero para llevarse su encargo. Puede esperar dentro -.Comento al muchacho antes de volver la vista al frente para recuperar mi puesto.

Perfecto, el soldado me había solucionado el problema. Asentí e hice un gesto de agradecimiento con mis alas para luego entrar en el hall de nuevo.

No espero mucho tiempo antes de que otro Aether aparezca por la puerta. Es muy jovencito, de unos quince, poco corpulento y cara de pocos amigos. Lleva una zamarra cruzada por el pecho descubierto y pantlones flojos y gastados. Me acerco a él.

-¿Tú eres el mensajero? Toma, es para Ventus, en la región este, cercana a los cielos de Nard. En el sobre viene los datos exactos -.Comento amablemente al chico mostrándole el sobre que más bien parece un paquete. -Gracias -. Añado, para animarle un poco. No me gusta que la gente tenga que hacer las cosas por mí, pero parece que así funcionan en Brönte.

Joven Mensajero:

Había sido un día aburrido, pero así podía tirarme a dormir en el campo. Al final había algo que hacer. El jefe me llamó y me dijo que debía enviar un mensaje. A Ventus... que pereza... ¿No podían viajar en dragón o en Estrell esos chriyos? pff alas, para qué os quiero...

Me acerqué al hall para recoger el paquete que tenía que enviar. Una vez me lo dio, leí el sobre. No pesaba mucho, pero era un tocho enorme... Conocía el sitio así que asentí y luego me puse firme saludando con una mano en mi sien.

-Su mensaje llegará pronto y sin problemas -. Hice una reverencia con las alas que sabía que el hombre de mi raza comprendería y salí corriendo para luego emprender vuelo hacia mi lejano país de procedencia.

*mensajero enviado*

A pesar de su cara el chico se muestra eficiente y dispuesto y me alivio al ver que no es tanto fastidio para él. Me despido con una mano en cuanto se va y decido abandonar el hall.

Ya había enviado las primeras cartas, ¡trabajo cumplido! Saco la fotogracía y la miro un rato. Llevo apenas una semana fuera y ya la echo de menos.

-Sí, ya, "nada de ternuras y nostalgias tontas" -Digo a la foto con una sonrisa, recordando las palabras que me había dedicado al marcha con su sonrisa pícara. Vuelvo a guardar la foto y me interno en el palacio.

*se va*

Llegué al Hall del Palacio un poco más tranquila de lo que salí del Lago, pero aún enfurruñada. El líder Caeruleus me había decepcionado. Estaba visto que no podía dejarme guiar por las primeras impresiones. En el caso de la gran Splash, en cambio, me sentía orgullosa de poder decir que era una persona de lo más agradable. Aunque quizá tuviera que darle la razón a Darvenwish en una cosa: No era normal que un líder se mezclara con tanta facilidad con otras personas. Desde luego, no tenía la menor intención de reprocharle a la gran Splash su cercanía.

Al principio, mi intención era ir al comedor. Llevaba mucho tiempo sin comer nada; al final resultaba que tenía que haberles hecho sitio a los diez bocadillos. Sin embargo, cambio de opinión. Voy a descansar un rato en cama. Más tarde, si no me da demasiada pereza, bajaré al comedor a tomar algo.

*Pasa por el Hall en dirección a los pasillos*

Abandoné el Palacio con las manos en los bolsillos y los hombros hundidos.

"Maldición, Rick... Has hecho el ridículo..."

Y era cierto... La maldita Lester había ganado esa vez, pero eso no implicaba nada. Ya se cobraría su venganza para la próxima.

O no... La venganza era poco honrosa. Más bien... Su... Su ajusticiamiento.

Por supuesto que sí.

*se va*

Entré en el Palacio con la curiosidad pintada en la cara. Miré a los lados y entreabrí los labios. La entrada era enorme, y estaba decorada con un montón de cosas. Me fijé en las paredes, en el suelo, y en las butacas que adornaban el hall. Esbocé una tímida sonrisa. Si la entrada era así, ¿cómo sería el resto del Palacio? ¿Estaría tan decorado? ¿Cuántas habitaciones tendría?

En aquel momento, me hubiese gustado corretear por el Palacio para descubrir todas las sorpresas que tendría. Pero, en su lugar, decidí sentarme en una de las sillas. Tal y como decía mi madre, había que dejar la curiosidad para los momentos oportunos. Y en aquel momento, lo primero eran los modales. No quería causar una mala impresión en el Palacio. Todavía no estaba segura de si había hecho bien al entrar sin permiso en el interior de la construcción, por lo que lo mejor sería esperar a que llegase alguien. Si había metido la pata al entrar, no quería volver a meterla al deambular por ahí sin permiso. Nadie sabía que había llegado, por lo que los jefes podrían considerarlo como una falta de respeto o educación. Y yo no quería que pensasen que no tenía modales.

Tragué saliva y comencé a juguetear con mis dedos. ¿Y si era demasiado tarde para que alguien viniese? ¿Y si por eso no había nadie en la puerta ni en la entrada? Pensé que tendría que haberme quedado en alguna posada, y que tendría que haber llegado al Palacio por la mañana, como hacían las personas normales. Miré a los lados, ligeramente nerviosa. Ojalá llegase alguien. Así no sólo podría explicarme qué debía hacer y a dónde debía ir, sino que también podría pedir perdón por mi estupidez. ¡Sólo a mí se me ocurría ir a los Palacio de noche!

Finalmente, logré llegar al Palacio. Cuando salí el camino parecía mucho más carto, pero el regreso había sido terrible.

Me dolía todo y cada vez cargaba más peso sobre el improvisado bastón que llevaba. Notaba la camisa pegajosa y húmeda de sangre. Además de esa pérdida del líquido vital, el dolor me hacía ver las cosas cada vez más borrosas.

Aquel látigo no parecía normal. Aunque claro... Se trataba de un jefe...

Vi una figura en la entrada y sonreí.

- ¡Hey...! ¡Hola...! ¡Soy Ri...!

Luego, nada.

*se desploma XDDD*