Hall/Entrada

Fruncí el ceño. ¿Idioma de hembra? ¿A qué se refería? Pero, apartando ese detalle, parecía que no me entendía del todo. No era que ahora mismo quisiese exactamente acostarme con él, pero si por un algún casual surgía, no creía que me fuese a importar.

—Lo que, eh, quiero decir es que... Eh... A ver. —Me pasé una mano por la nuca y lo miré—. Qui... Quiero... Estar contigo esta noche... Y si... Durante la noche vemos que... Bueno, eso... Pues no creo que me importe hacerlo...

Bajé la cabeza. Las mejillas me ardían.

Aquello era desconcertante. La miré a los ojos. Quizás estaba haciendo algún tipo de código morse con guiños, o tal vez se lo estaba haciendo yo a ella involuntariamente. No sabía morse, así que podía ser que, mientras hablase, en mis ojos leyese las más extrañas frases que se pudieran decir en morse.

- Pero no quiero que no te importe. Quiero que quieras -le dije, siguiéndole el rollo, pero sin dejar de fijarme en sus parpadeos-. Además, ahora que soy un mendigo ni siquiera lo harías por dinero o renombre. Piénsalo bien.

Suspiré. Definitivamente, lo mejor era dejarlo. Alcé la vista y lo miré. Esperaba que, aun así, se quedase a sólo dormir conmigo.

—Tampoco es que me importase el dinero y el renombre... Ni que estuviese contigo por eso, boh —susurré. Me pasé una mano por el cuello—. ¿Te puedes quedar a dormir, simplemente? —pregunté, clavando mis ojos en los suyos—. ¿O vas a ir a dormir fuera?

Así que no había mensajes subliminales... Esbocé una triste sonrisa.

- Me gustaría, de verdad, pero lo cierto es que me preocupa Telma. Seguramente haya vuelto a casa, pero no estar seguro me da un poco de miedo. Es todavía una niña...

La miré. Si hubiese una forma de lograr que durmiésemos juntos sin que ello impliquiase que yo fuese a Brönte y pudiendo tener a Telma vigilada... Pero... ¿Cómo? ¿Cómo?

Finalmente, parecía que no iba a entrar y que iba a dormir fuera. ¡No entendía por qué fingía ser un mendigo! Uno podía hacer más cosas para enmendar un error; no era necesario dormir a la intemperie ni nada por el estilo. Suspiré. De todas formas, supuse que no podía obligarle a quedarse.

—Vale... —murmuré, sin mirarle—. Supongo que tendrás que cuidar a Telma, tal y como dices...

Suspiré. No quería que aquello acabase así, con lo bien que había empezado. Quizás debería hacer un esfuerzo por una vez, aunque solo fuese esa noche, como excepción.

- ¿Dónde dormiríamos? -pregunté con cauntela, mirándola de reojo-. Si me quedo, quiero decir. No puede verme nadie aquí.

Tomé aire.

Una noche era una excepción. No era para tanto.

- Esta bien, pero solo hoy -accedí, esbozando una leve sonrisa.

Miré a Rick de reojo.

—Podríamos dormir en la sala común, o buscar una habitación o algo... —murmuré—. Pero no voy a enfadarme contigo si no te quedas...

Me pasé la mano por la nuca y suspiré. Al escuchar sus siguientes palabras, no obstante, no pude evitar esbozar una amplia sonrisa. Me acerqué a él, le cogí de las manos y asentí con entusiasmo. Luego, sin soltarle, comencé a caminar hacia el interior de Palacio.

*se van*

Había cumplido mi promesa con Inger y había dormido con ella, así que era hora de cumplir mi promesa conmigo mismo e irme de allí antes de que nadie me viese. Atravesé los pasillos a huertadillas hasta llegar a la entra y en cuanto salí me sentí mucho mejor.

Inspiré profundamente y sonreí.

Ahora tocaba buscar a Telma, que también era importante. Me dirigí al bosque, a nuestra guarida, con esa intención.

*se va*

El Hall había resultado ser un poco diferente a lo que se había imaginado: amplio, con paredes de piedra decoradas con numerosos cuadros, muchas puertas y una alfombra en el suelo, a Lluvia le extrañó la frialdad de la construcción. Pese a que sabía que era un castillo, se había imaginado una entrada mucho más acogedora, con alguien esperando a los guerreros y sillones en lugar de las sillas que estaban apoyadas en las paredes. No obstante, la estancia no le desgradaba del todo, aunque la firmeza que transmitía la había puesto un poco nerviosa. Se imaginaba que, dentro de las paredes del lugar, había grandes guerreros con los que ella no podía compararse y poderoso jefes que no buscaban principiantes como ella, y volvió a pensar, mientras su mente recreaba los gestos de negación de sus compañeros y líderes, que ella no encajaba ahí y que sus padres habían tenido la peor idea del mundo de las peores ideas.

Suspiró, se sentó en una de las sillas, y apoyó los hombros en sus rodillas. Con la cara entre sus manos, miró en rededor para comprobar que aún no había nadie y que debía seguir esperando (o al menos eso creía), y se sumió en sus pensamientos.

*espera*

Después de pasar todo el día en el interior del palacio, ocupada en mis estudios, se me ocurrió asomarme a una ventana, para observar que se había quedado una tarde preciosa. Los últimos rayos de sol morían detrás de los árboles, mientras que la lluvia y el buen tiempo mantenían una lucha igualada en el cielo. Un débil arco iris se percibía a lo lejos, ya a punto de desaparecer.

Dispuesta a aprovechar los últimos momentos de la tarde -o, más bien, a aquellas alturas, los primeros de la noche- me encaminé hacia la entrada, sin saber muy bien si me apetecía más dar una vuelta por los jardines o adentrarme un poco en el bosque. Todas esas ideas se borraron de mi mente cuando, el el hall, topé con una figura encogida envuelta en alas pardas y rodeada de equipaje. Una recién llegada.

Sonreí al recordar mi propia llegada al palacio. Empapada de lluvia y muerta de sueño, había pasado la noche en el hall, esperando a alguien -no sabía muy bien a quién- que me indicara qué tenía que hacer. Al final, la gran Blues Splash había aparecido, dándome la primera de muchas sorpresas. Era curioso pensar que de eso hacía ya casi dos años.

Me acerqué a la chica, que tenía la cara semioculta entre las manos. Esperaba que su espera no hubiera sido tan larga como la mía.

-Hola -saludé, con algo de timidez, sin estar muy segura de si era su anfitriona-. Me llamo Massen Dew. ¿Has llegado ahora?

Lluvia contaba las baldosas del suelo cuando una voz hizo que alzase la vista, sonriente. No llevaba mucho tiempo esperando, pero aquel pasatiempo no había resultado ser tan interesante como había supuesto, y estaba un poco cansada.

Enfrente de ella había una chica piscis, aparentemente más joven que ella (aunque no demasiado), que le preguntaba si acababa de llegar. Lluvia asintió y se puso en pie, ensanchando la sonrisa. Imaginaba que no era alguien del servicio, sino que se trataba de una compañera, pero aún así esperaba que pudiese ayudarla a encontrar un lugar donde dejar sus cosas.

—Encantada, Massen Dew. Yo soy Lluvia Al'Lanster —le tendió, tras unos segundos de observación en los que se preguntó que debía hacer, la mano derecha— y, como bien ha supuesto, acabo de llegar. —Ensanchó la sonrisa—. Si no es mucha molestia, ¿podría ayudarme a encontrar un lugar donde dejar mi equipaje?

Tal y como había supuesto, la chica era nueva. Se presentó como Lluvia Al'Lanster. Era un nombre bonito, muy curioso. Se me ocurrió que estaba bien que, por una vez, llegara un tipo de lluvia diferente. Era una chica menuda, algo más bajita que yo, aunque no demasiado, y muy delgada. Sin embargo, sus rasgos delataban que me llevaba un par de años. Debía rondar la edad de Nagore.

Le estreché la mano cuando me la tendió, correspondiendo a su sonrisa, y asentí a su pregunta.

-¡Claro! -respondí-. Te enseñaré dónde están las habitaciones de las chicas. Brontë es un sitio grande, yo al principio me perdía con facilidad, pero ya verás como pronto te adaptas. ¿Me dejas que te ayude con las cosas?

Y extendí la mano hacia uno de sus bultos, con intención de tomarlo.

Lluvia negó con la cabeza un par de veces.

—Oh, no, no. No se preocupe: yo puedo con las bolsas —dijo, mientras agarraba el asa de todas ellas. Sonrió—. Agradezco su oferta, pero, de verdad, no es necesario. Además, apenas pesan.

Aquello último no era del todo cierto: pese a que las bolsas en sí mismas no pesaban demasiado, a ella le costaba un poco cargar con ellas (tal vez porque no estaba acostumbrada, tal vez por su falta de fuerza). No obstante, la aether no tenía pensado que una compañera llevase su equipaje. ¡Aquello sería muy maleducado por su parte!

Se acercó a la chica, con las bolsas en las manos, y se percató de que, pese a que ella era indudablemente más mayor, la piscis era un poco más alta que ella. Ensanchó la sonrisa.

—Pues... Cuando usted quiera. Yo estoy lista.

Parpadeé un momento, desconcertada. ¿Por qué justamente cuando ya había asumido que podía tutear a quien quisiera, aparecía gente que me trataba de usted. Que me trataba de usted a mí. Traté de recordar la forma amable en que tanta gente había rechazado que usara ese trato con ellos, y sonreí a la chica con cierta timidez.

-Por favor, no me trates de usted -pedí-. Al fin y al cabo, somos compañeras, ¿no?

Aunque no me sentía bien dejando que ella cargara con todo, dejé esa parte estar. Al fin y al cabo, yo no era nadie para dedicarme a manosear bienes ajenos.

-Ven, sígueme -le indiqué-. Te mostraré el camino.

*Se van*

El carromato se detuvo frente a la enorme puerta de palacio y los guardias hicieron el saludo pertinente. Delante de la carroza del líder iba una más angosta con sus propios mensajeros y escoltas que bajaron raudos del trasporte para dirigirse a las diligencias que les correspondía.

Barthemius bajó del carromato principal y abrió la puerta que permitiese bajar al líder Caeruleus. Éste, ataviado con su gorra y unas gafas redondas y opacas que impedían que el sol molestase a sus ojos descendió del carromato con el abrigo militar pendiendo de sus hombros. Durante la bajada, Barthemius colocó un brazo sobre su pecho para recogerlo en caso de que sufriese algún impedimento. El líder sonrió y sostuvo el brazo de su lacayo.

—Querido Barthemius, es cierto que todavía estoy algo débil, ¿pero qué imagen de lisiado daría con un gesto como este? —Con amabilidad y gracia el líder se apartó de su lacayo que, por su reacción, quedó unos segundos mirándole algo sorprendido, sin saber muy bien qué había pasado en ese pequeño instante. Luego retomó sus quehaceres mientras el líder Darvenwish, con paso seguro, se plantaba frente a la puerta.

—Podéis informar a los integrantes del palacio —Indicó con voz sonora y mandataria ante la fila de lacayos chrysos que había recibiéndole en el interior del Hall. —He vuelto —Comentó con una sonrisa divertida y decidida para luego adentrarse en el palacio de la discordia. Barthemius lo siguió con el equipaje más personal y la caravana se fue despejando a medida que todo volvía a su ritmo habitual.

*Entran en palacio*

El hall resulta ser un lugar enorme y elegante. Palaciego, sin duda. Paredes de piedra decoradas con tapices y esa atmósfera un poco pesada que indica que no estás en casa y una carrera para entrar en calor por la sala no será bien recibida. Me escurro el pelo mientras lanzo una mirada apreciativa a mi alrededor.

-Así que así es el Palacio de Brontë...- siento tentaciones de secarme con uno de los ricos tapices que cuelgan frente a mí, pero logro contenerme. Acabo de llegar, no quiero tener problemas tan pronto. Aunque la verdad esperaba un recibimiento diferente: guerreros por todas partes, jaleo, bullicio... ¡un poco de vida! Sin duda tiene que haber muchas personas en alguna parte... ¿No habrá un plano en alguna parte?

Dudo si internarme en el palacio o esperar a que alguien aparezca para tomar nota de mi llegada. Finalmente, opto por la solución más sencilla y empiezo a gritar.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Caminaba sin rumbo fijo cuando una voz me hizo detenerme en seco. Una voz que gritaba. Una voz desconocida. Una emocionada sonrisa se extendió por todo mi rostro.

- ¡NO! -respondí en un fuerte grito-. PERO HAY GENTE AQUÍ.

Solté una fuerte risotada y eché a correr hacia el lugar del que provenían los gritos. Me paré en el arco que daba de los pasillos al hall de entrada y ladeé la cabeza. Había allí un chico pelirrojo. Di un gritito de emoción y un pequeño salto y eché a correr hacia él.

-¿Tú también haces fuego? -pregunté con ojos brillantes.

FdR.: Es fácil. Solo imagínatela al más puro estilo "¡Qué bien, navidades!"

Mi salvación llega de la mano de una chiquilla, pequeñita, morena e histérica. Siento una oleada de nostalgia por mi hogar y mis hermanitas, tan alegres y chillonas como esta.
- Yo puedo hacer que el mundo arda con solo desearlo, preciosa- afirmo, presuntuoso. No es bueno ir desvelando habilidades ante el primero que pase...- ¿Sabes dónde está la gente? Acabo de llegar y estoy un poco perdido- la alegría de la muchacha es contagiosa y le sonrío ampliamente-. Me llamo Narbe Meister, recién llegado a estas tierras extrañas, un placer.- y le hago una exagerada reverencia, esperando arrancarle una sonrisa.

Sus palabras me dejaron sin aliento. Sentí cómo una oleada de emoción y curiosidad me recorría el cuerpo entero. Aplaudí flojito.

-Oh. ¡Oh! -exclamé, demasiado entusiasmada para estarme quieta. Correteé a su alrededor, contenta-. El fuego es muy útil en las cavernas. Da luz y es calentito -le expliqué, como quien da la lección a un niño pequeño.

Di unos saltitos hacia atrás y correteé por la sala, para subirme luego a una silla y alzar las manos al frente, con las palmas hacia arriba, en un gesto teatral.

-¿Dónde estarán las naves que zarparon desde el Gran Faro? ¿Qué caminos recorrieron, qué secretos desvelaron? ¿Habremos de ver de nuevo al héroe que allá marchó, al mar, a la batalla, al mundo desconocido? -cerré los ojos para imprimir mayor sentimiento a mis palabras, y salté al suelo, aterrizando con un ruido sordo.

Me eché a reír con fuerza. Qué chico tan simpático.

-La gente está y no, Maese Narbe. Algunos llegan andando y otros se esfuman en el aire -lo miré, seria de pronto, con ojos penetrantes-. Tal vez un día salgas corriendo detrás de tu fuego.

Volví a sonreír amistosamente.

Aplaudo con entusiasmo y una amplia sonrisa a la interpretación de mi acompañante. No puedo dejar de reparar en mi buena suerte habiendo encontrado en primer lugar a compañía tan divertida y que, a la vez, me inspirara tanta ternura.

- Los héroes nunca vuelven, preciosa, solo vuelven sus historias. ¡Así que tenemos que llegar a ser leyenda!- la tomo de la mano y la hago girar sobre sí misma, riendo.

Su repentina seriedad me deja helado. De pronto toda su simpatía parece ocultar algo más profundo... algo que yo no entiendo.

- ¿A qué te refieres con que "saldré corriendo detrás de mi fuego"?- un escalofrío me recorre la espina dorsal y dudo si quiero conocer la respuesta. Esta chica sabe más de lo que parece y me inquieta. Me siento ligeramente incómodo en su presencia y comienza a ser tarde, así que no dudo en preguntar a mi pequeña acompañante-. Dime, ¿hay algún lugar donde pueda descansar? Estoy muerto, después de tanto viajar.

Me dejé llevar por el impulso que él me dio para girar sobre mí misma, sin renunciar a una risa de lo más sincera. No recordaba la última vez que alguien me había hecho eso. De hecho, era probable que nunca antes hubiera pasado. Sin embargo, era de lo más divertido.

A sus preguntas, me mostré misteriosa.

-Se puede dormir en una cuadra, una silla o el suelo -respondí, tratando de parecer enigmática.

En cualquier caso, no duró mucho, porque la risa se me escapó en seguida. Le hice un gesto para que se agachara a mi altura, como quien tiene un secreto que contar, y miré alrededor antes de hablar.

-Cuenta la leyenda que hay camas en el Palacio -susurré apenas, mirando de nuevo a mi alrededor-. Pero quién sabe si los rumores son ciertos. Yo nunca he visto una.

Me separé de él en una rápida carrera y me asomé a los pasillos. Cuando me volví, había una sonrisa entre traviesa y aventurera en mi cara.

-Pero, ¿y si exploramos y las buscamos? -propuse.

FdR.: Si te parece bien vamos cortando, que yo quería acostarme pronto hoy XD

Así, agachado a su lado, me siento como un niño pequeño conspirando contra el mundo. No tengo demasiado claro si está bromeando al respecto de las camas, pero ¿quién sabe? Esto es un palacio. Aquí la gente debe de ser muy extraña. Y de todos modos no sería mi primera vez durmiendo entre caballos, así que no me preocupo demasiado.

Me incorporo cuando ella se aleja a comprobar los pasillos. A su vuelta le devuelvo la misma sonrisa, enseñando los dientes y dispuesto a seguirla por todo el palacio.

- ¿A qué estamos esperando? ¡Esta es nuestra oportunidad de convertirnos en héroes inmortales! ¡Los primeros en hallar una mullida cama donde dormir!- respondo guiñándole un ojo, y juntos nos internamos en uno de los pasillos.

*Se van*

FdR: Tú no lo sabes, pero yo hace una hora que estoy durmiendo para mañana poder madrugar

Entro al palacete con mucha calma y me quedo en el recibidor un par de minutos. No espero que nadie venga a guiarme como a un párvulo, pero miro a mi alrededor con curiosidad. El decorado es lujoso, pero algo mediocre para un palacio y tal y como está dispuesto el Hall se acerca más a un sitio de recreo o residencia que a un pabellón militar.

Me río de nuevo. Me pregunto qué se habrán montado entre estas cuatro paredes.

Amarro bien mi pequeña bolsa y camino pasillo adelante a ver qué es lo que me encuentro. Espero que por lo menos la comida sea buena.

*Se adentra en Brontë*

Preparado para una noche en la interperie, en honor a los entrenamientos a los que Falace solía someterlo, Corbin avanzaba con el pecho al descubierto hacia la salida del palacio, dispuesto a pasar la noche haciendo ejercicio e ignorando la lluvia y el frío. Estando ya en la entrada misma, un extraño silbido lo sorprendió. Frunció el ceño, intrigado. ¿Qué era aquello? ¿Los llamaban? En el tiempo que llevaba allí, nunca había oído nada semejante, pero pensaba averiguar qué estaba pasando.

*Sale*

Llego a la la puerta de entrada al palacio justo para ver como uno de los chicos (al cual no conozco de nada) se pierde en la negra noche. Sin embargo sale demasiado rápido como para que siquiera pueda verme, por lo que pesarosa, me acerco al enorme portón.
Me asomo... sigue lloviendo a cántaros y hace mucho frío. Me veo los pies. Llevo sandalias rosas y un vestido azul por la rodilla...- Ya ha ido ese chico. ¿Para qué voy a ir yo?- por lo que me quedo apoyada en el marco de la puerta, antenta al cielo o al horizonte. Si veo algún destello mágico o alguna explosión que retumbe en el exterior iré, sin embargo, no pienso arruinar mi porte tan a lo loco...

Sin embargo, me preparo para lo que pudiera pasar. Si tengo que salir, no quiero hacerlo a oscuras, por lo que cojo una vela de las muchas que alumbran el inmenso recibidor del palacio y un candil. Espero que a los chicos del servicio no les importe. Ya lo devolveré.
Abro uno de los cristalitos del candil con cuidado e introduzco la vela dentro. Ahí está protegida del viento y de la lluvia y como el candil tiene unos agujeritos laterales, no se asfixiará la llama.
Sonrío. Es muy bonito.

-Necesito un paraguas o algo...- mascullo.

*se queda*

Los minutos pasan y la desazón de no saber nada ni de curzarme con nadie me agobia mucho. ¿Y Massen?
Mi mirada se ensombrece un poco. Seguro que está con Follow en algún rincón... diciéndose lo mucho que se quieren en secreto y en bajito.
Pestañeo un par de veces, pues tengo húmedos los ojos al pensar en eso. Sin embargo, sorbo y decido reaccionar. Será mejor que vaya a las habitaciones para ver si está o, ya que estoy, ver si encuentro un paraguas o algo con lo que taparme si tuviera que salir.

*Se vuelve pa dentro 8D* XDDDDDDDDD