Hall/Entrada

*Entra sin fijarse en nada*

La maleta le pesaba y querría que alguien le atendiera. - Hola -dijo a un sirviente que se encontraba barriendo-. ¿Sigue en pie eso de unirse al Ejército de Brontë? -le preguntó serio.
-Mmm... sí señor. Hasta la fecha, no hemos recibido notificación del cese de actividad -dijo el chico.
-Bien. Guíame hasta las habitaciones -dijo solamente.

*Se va*

Estaba ya en la entrada del palacio, y seguía manoseando aquella pequeña nota que me habían hecho llegar por la mañana. Nerviosa e indecisa, volví a revisarla, como si buscara alguna indicación en ella de que me había confundido. Aunque, a aquellas alturas, poco podía revisar, ya que de tanto manosearla estaba emborronada.

Apreté los labios y fruncí el ceño, antes de soltar un profundo suspiro. Acabé por romperla en pedacitos y guardármela en un bolsillo. Iría. Iría y punto. Había avisado a Follow de la situación, iba armada y estaba alerta. Aunque, a decir verdad, el hecho de que me hubieran citado de noche no me inspiraba ninguna confianza. De noche en el bosque. Como para confiarse...

Pese a mis miedos, estaba decidida. Quería conocer de una vez por todas la identidad de aquella que se había puesto en contacto conmigo, y aquel día era mi oportunidad. Así pues, continué mi camino. No podía dar marcha atrás a aquellas alturas.

*Sale del palacio*

Había repartido el botín recaudado durante aquel año entre sus piratas, por supuesto, quedándose ella con una parte importante del oro. Les había confiado el cuidado de El Purgatorio y prometió cartearse con Xilo, que se quedó en el pueblito marinero de Fulmen en guardia y custodia de su barco. Volvería en cuanto pudiera… O no. Pero de momento, las cosas se quedarían así.
Ahora lo único que le preocupaba era el dolor de su tripa. Parecía que iba a estallar en cualquier momento.
-Aaaaagh… Joder…- Bocanegra jadeó durante todo el camino. Llevaba casi dos días de viaje desde la costa hasta el palacio en un medio de trasporte realmente poco común. A dos patas, el… la nargüino que se había encontrado en las Orillas del Mar de Lava, que se había encariñado demasiado con ella durante todo aquel tiempo, la transportada con mimo. Semejante bestia descerebrada y torpe, con sus más de dos metros de altura sin contar los cuernos, caminaba lenta y patosamente sobre sus dos patas traseras hacia Brontë, despidiendo un olor a pescado pasado muy poco agradable. Sin embargo, fue el único medio de transporte que Bocanegra pudo conseguir a tiempo, pues presentía que sus dolores anunciaban un alumbramiento temprano y necesitaba llegar a palacio cuanto antes. Era, más que nunca, una carrera contra la muerte.

A lo lejos, la sudorosa Bocanegra pudo advertir la presencia del imponente palacio que le serviría de hogar. Por lo menos en él podría descansar y tener a su hijo en paz. Aunque fuera los primeros días.
Realmente no sabía muy bien qué hacer con su vida… En pocas horas sería madre y sentía una gran presión en el pecho y un gran interrogante coronaba su futuro. Sin embargo, no quería pensar en ello ahora. Ahora sólo quería llegar a palacio y punto.

[…]

Al ocaso, la nargüino llegó a palacio, con su mirada perdida. De su boca abierta emanaba un líquido que en algún momento debió ser baba, pero que ahora estaba medio seca y maloliente.

-Entra -le ordenó con un gesto.
La nargüino dio un fuerte golpe a la puerta de entrada con una de las dos manos, aletas, lo que fueran, libres que le quedaban y ambas entraron, mientras Bocanegra gemía de dolor.

*entran*

Aparecí en la entrada de Palacio nada más escuchar los gritos de los miembros de servicio, dispuesta a averiguar qué estaba pasando. Los del servicio habían chillado algo a lo "¡Mithos, hay un monstruo en los pasillos!", "Es una nargüina, ¡una nargüina!" demasiado alto y demasiado continuamente como para que fuese mentira.

Al aparecerme, me encontré con el susodicho bicho y con Bocanegra, que descansaba en sus brazos. Nada más verla esbocé una enorme sonrisa que, quizá, se le antojase amenazadora. Recordaba que la primera vez que la había visto me había hecho pasar por un hombre, Sid algo, pero ahora poco me importaba. Bocanegra ya se había escapado una vez de mis garras y no dejaría que aquello volviese a repetirse.

—Alto —gruñí.

Su voz se le hacía lejanamente familiar. Cuando la vio, recordó a aquel chico que se había encotrado en el lago aquella vez.
-¡Llévame a la enfermería!- bramó, rota de dolor, mientras el monstruo que la portaba gritó algo también, de una forma muy desagradable.

No aguantaba más. Sentía palpitar su útero de una forma desgarradora. -Aaaagh... Por tu madre err... -no se acordaba de su nombre.- ¡Duele!- dijo con la mirada furibunda y rabiosa.

Fruncí el ceño cuando el nargüino chilló. Los ruidos del bichejo eran desagradables. No como los de Bocanegra. Sus doloridas peticiones de ayuda resultaban extrañamente satisfactorias. También su colérica expresión. Parecía completamente indefensa.

—Te llevaré a la enfermería —respondí, acercándome a ella—. Pero primero dile al nargüino que te suelte.

Esbocé una sonrisa tranquila y la miré.

—Yo mismo te llevaré hasta allí. No te preocupes.

No estaba en condiciones de reprochar nada y quería acabar con aquello pronto. - Suéltame- bramó con la voz rasgada, por lo que la enorme bestia la dejó tumbada en el suelo, jadeante y sudorosa en el frío suelo con una delicadeza impropia de semejante animal.

-¡Joder!- sentía un inmenso dolor palpitante y desagradable que cada vez se hacía más fuerte.- ¡Llévame de una puta vez!- chilló, rabiosa.

Le daba igual dejar un monstruo maloliente suelto por el palacio. Lo único que le interesaba era parir de una vez.

FdR.: Rol pausado.

Llegué al hall con la nota en la mano, recién escrita. Intercepté en una de las idas y venidas a una joven del servicio y releí la nota antes de entregársela.

"Te reto a un noble entrenamiento.

Con cariño,

Rick Dehn"

No había mucho que decir, así que estaba bien.

-Para Inger -le dije a la chica, dándole la notita doblada. Cuando la vi asentir y entrar de nuevo, regresé al exterior.

*se va*

Quizá no estuviera tan mal, pensé mientras caminaba con cierto deje de chulería por la entrada a palacio.

"Nada mal."

Sí vale, no era mi estilo... Una fortaleza de piedra con una bonita decoración, pero algo que había aprendido metiéndome en donde no me llamaban, como suele ser lo usual, es que por lo general y a no ser que estés en un castillo de algún polígamo con dinero que se mantiene un harem de prostitutas, las fortalezas son mal. Sí... vale, la definición de aquel lugar era palacio, pero tampoco veía decoración digna de un rey.

Caminé en línea recta hacia la puerta que según mi parecer, y viendo que era la única puerta de la estancia, sería la entrada al inicio de la red de habitaciones que con seguridad se extenderían por todo el área... Ahora bien, ¿adónde se supone que debo ir?

Me quedé en pie delante de la puerta, por la que de vez en cuando pasa el servicio, y lancé un sonoro "tsk" cuando uno me pasó cerca.

-Eh, ¿por donde se supone que debo tirar para las habitaciones?
_______________________

La verdad que me dio buenas indicaciones después de crucificarme por tratarlo como a cualquier tipejo, meh.

Avancé recto hacia las habitaciones.

*Se va*

Gracias a los dioses no había nadie en el recibidor. Dejó a Ánor en el suelo para que hiciese tranquilamente sus necesidades en alguna de las caras alfombras y, mientras, se puso a investigar si alguna cosa de la que había por ahí se la podía esconder entre los pliegos.

Nunca se sabe cuando vas a volver a robar. Dudo mucho que valga como “guerrero”.

Ánor se le acercó y empezó a hacer ruidos de aviso.

—¿Viene alguien? ¿Los guardias? será mejor que vayamos a investigar a otra parte. Me apetecen natillas.

*desaparece*

Sonreí cuando la nargüino dejó a Bocanegra en el suelo. Era evidente lo que le pasaba a la prófuga, y yo no quería perder el tiempo con ese bicho.

Me acerqué al cuerpo de la piscis y ladeé la cabeza hacia la derecha, estoica. En silencio, observé cómo se revolvía por el dolor, deleitándome con la escena. Sus chillidos, que en otra ocasión me hubiesen parecido molestos, ahora mismo me parecían maravillosos, como un buen recital de piano. Era gratificante ver a alguien que había dañado tanto a mi país ahí tirada, retorciéndose como una bestia, implorando ayuda. No pude evitar curvar los labios, feliz.

—Ahora mismo, señorita... —murmuré, agachándome a su lado. Esbocé una amplia sonrisa—. Ahora nos vamos.

Le aferré la muñeca con fuerza. Luego, ambas desaparecimos.

*se van*

 
 
FdR: A partir de ahora Gabrielle será manejada por Heylel.

Heylel dejó a Masslow sólo en la sala común mientras este hacía un dibujo, pero al verle salir corriendo, al chiquillo le entró demasiada curiosidad y no tardó ni medio segundo en salir detrás de él, con el dibujo en la mano, dando pequeños pasos para no ser descubierto. 
Tenía miedo a perderlo. 



Se detuvo en una esquina de un pasillo y, sacando la cabeza, pudo ver cómo su papá abrazaba a una chica. 
Frunció el ceño, pues tuvo algo de celos de aquella chica. 

Enfurruñado, salió de su escondite para correr con pequeños pasos hacia Heylel y la chica, para señalarla con un pequeño dedito palmeado. -¡Mi papá!- dijo ofuscado y sonrojado, para luego hacerse sitio entre los dos pares de piernas y abrazar las de Heylel, dándole la espalda a la chica.- ¡Jum!- dijo por último, hundiendo la cabeza entre las piernas de su padre.

Desde los brazos de Heylel, Masslow echó la cabeza hacia delante, entornando los ojos y apretando sus pequeños labios al tiempo que las pequeñas membranillas de sus orejas se desplegaban, curiosas. -¿Eres mamá?- preguntó con voz aguda. 

Mamá...

Masslow hizo memoria... y entonces abrió mucho los ojos, para luego abrazarse de nuevo a Heylel, dándole la espalda a Gabrielle. -Mamá pega- dijo lloroso. Volvió a mirarla de nuevo... -¿Otra mamá?- no sabía si lo que quería decir era lo correcto, pero lo intentaba con todas sus fuerzas.

Al final suspiró y, cogiendo aire, acercó un pequeño dedito hacia una de las mejillas de la mujer. Era blandita. Entonces recogió rápido el brazo, apretándolo contra su pecho.
Luego se rascó el símbolo de su frente con forma de un ojo cuadrado. Le picaba.

Venía de las termas. 
Cuando entró en el Hall y vio "aquello" bufó. 
Lo que le faltaba por ver.
-Apartad- dijo empujando un poco a Heylel. Se paró a medio camino y giró la vista.- Haces bien buscándote a una mujer.- No sabía quien era. Igual era su amiga, pero necesitaba decírselo. -Dale el crío a ella y así podremos dormir en paz alguna noche- le reprochó, con rencor. 
No se dignó a mirar a aquel mocoso llorica al que tanta tirria le tenía. Ni a él ni a la mujer. Poco le importaban.

*se va refunfuñando que es lo suyo*

FdR- Post muy random pa meter baza xD ¡Erri, malfollao!

Escuchó a Heylel intentando comprederlo y al final asintió, despacio.
Entonces ambos se pusieron a hablar mucho y muy rápido, de modo que el pequeño no pudo entender mucho de lo que dijeron, por lo que se entretuvo con las plumas de su padre mientras hablaban.

Entonces un empujón lo importunó. -¡Ah!- dijo abrazando a su padre con fuerza.
Era ese horrible hombre enano. Le asustaba y tenía miedo de él. -Papá...- dijo abrazándolo con más fuerza todavía. La cara y la barba de aquel hombre le asustaban.

Al lado de aquel bruto, su nueva mamá había perdido todo el temor inicial que le infundaba.

-¡Eso!- le dijo al parvus, echándole la lengua, una vez su padre le regañó por ser tan tonto.
Luego rió.

Se puso tenso al escuchar la pregunta de su mamá y luego a su papá, por lo que cogió aire y comenzó a hablar: era su gran momento.
-Mi nombre es Masslow. -Hizo una pausa. -Tengo siete años.- Pensó- Y soy verde- dijo señalándose la piel de la mano.- Soy bajo y vivo en este Palajsio.- Pensó.- Y ayer me hijse pis.- Se llevó un dedo a la boca.- Y ese señor es un tonto- rió de nuevo, avergonzado por decir aquella palabrota, tapándose la boca con fuerza al decir su última palabra.- Y mi mamá es guapa- dijo estirando los brazos hacia ella, para que lo cogiera un ratito.- ¡Adiós, papá! ¡Ahora mamá!- rió al estar en los brazos de su nueva mamá.

Ambos aether rieron con fuerza y Masslow se cruzó de brazos. -¡No reír!- dijo regañándolos. Pero entonces una oleada de besos se le vino encima por ambas partes y, entre risas, los tres entraron en palacio en busca de alguien del servicio que les pudiera conseguir una cama a los tres. Les apetecía dormir juntos.

*se van*