Hall/Entrada

Abre la puerta una jovencita. La miro de arriba abajo. Ya no existe dignidad en estos lugares, que ponen a chicas a hacer el trabajo de adultos.
Tiene un dragón en el hombro, aunque más parece una lagartija que otra cosa. Si lo hubiese más enclenque y esmirriado sería una lombriz con alas.

Bueno, niña o no, allá donde fueres haz lo que vieres, así que... Si aquí todos son ricos y tienen chicas esclavas tendré que acostumbrarme. Aunque al ser ella piscis me recuerda un poco a mi madre y eso me da algo de pena, pero es su trabajo. Cobrará por ello. Seguro.

Le entrego mi bulto de viaje.

-Enséñame mi habitación -le mando, seria-. ¡Vengo a unirme al ejército!

¿Por qué tendrán a una piscis, bien pensado? Si esto es Fulmen... En el último pueblo eran todo chrysos...

Por cómo habla y por lo que dice mi error es obvio. Abro los ojos con gran sorpresa, comprendiendo al fin que no hablo con alguna clase de sirvienta sino con... Bueno... Otra como yo, aunque...

Arrebato el bulto de sus manos con una sonrisa alegre, sacando un instante la lengua, como si acabase de darme cuenta de la verdad. Qué demonios... Es que acabo de darme cuenta de la verdad.

-¡Mierda, perdón! Creía que eras de los que trabajan aquí, lo siento. No tenías mucha pinta de guerrera, aunque supongo que yo tampoco -. La miro curiosa, examinándola de nuevo, buscando esta vez algo que la delate como guerrera-. Era Massen Dew, ¿no?

Sonrío con deleite, tendiéndole la mano. Este es mi momento favorito entre todos los momentos del mundo, creo. Y no es para menos.

- Me llamo Frikka Njorthrbiartr, aunque puedes llamarme solo Njorthrbiartr.

Desde luego, parece una chica disciplinada. Vaya rollo. Espero que sea solo una primera impresión, la verdad.

Parece que he metido un poco la pata. Lleva ya dos años aquí, así que las apariencias deben de engañar. Eso o ha estado haciendo el paripé de buena manera, que no tiene pinta de haber levantado muchas pesas, que se diga.

-Hostia, dos años... -murmuro para mí, silbando con sorpresa-. Sí que debías de ser pequeña cuando llegaste...

Le revuelvo el pelo con energía. Si se ha esforzado tanto se merece todo mi respeto. No voy a venir aquí a desacreditar a la gente el primer día.

-¡Seguro que las apariencias engañan! Pero ahora, por favor -. Bostezo aparatosamente, sin molestarme en cubrirme la boca (El que no haya visto una boca y se sienta incómodo que se joda). Me froto un ojo con el puño cerrado-. Sí, gracias... Tengo los pies más irritados que...

Sonrío con picardía, mordiéndome la lengua. Mejor no decirlo, que no quiero dormir de puertas para fuera.

-Voy detrás de ti -anuncio, comenzando a andar tras ella.

Una nueva aventura que comienza... Vaya jodida maravilla.

*se van*

En medio del arco que dirigía a uno de los pasillos principales apareció un claritas con la mirada fría e inexpresiva centrada en el muchacho piscis.

Se quedó quieto frente a él, portando sobre un brazo plegado una pequeña toalla oscura y cargando con un sobre de tela que parecía contener algo pesado en su interior.

Sin pronunciar palabra se quedó allí quieto, observando.

El hombre observó con su misma neutralidad cómo el chico se le acercaba y lo abrazaba. Sabía que su señor no veía aquello con buenos ojos, pero él nunca osaba mover un músculo cuando aquel tipo de cosas sucedían. Así había ocurrido con los toqueteos que la líder flamma le había dedicado en su momento. Simplemente permaneció en silencio, esperando a que aquel arranque sentimental llegase a su fin.

Dejó que el muchacho hablase sin mover un músculo y ni siquiera respondió a las elucubraciones que el chico hacía sobre sus dedicaciones profesionales. Simplemente estaba allí, como un cartel o un vehículo.

En cuanto el muchacho quedó en silencio el hombre extendió la mano hacia su hombro y ambos desaparecieron.

Llego al hall después de coger algo de dinero y mi abrigo. Estoy harto, me largo a dar una vuelta al pueblo o algo.

Cuando paso al lado de los guardas les explico que voy a darme una vuelta y que estaré por aquí sobre la hora de la cena. Esto de dar tanta información, a pesar de que es típico de una escuela, es bastante normal también en la academia. Claro que en la academia solo podías marcharte los días de descanso. Pues eso, que me largo a quitarme el polvo.

Encaramada al dintel de la puerta, asomo la cabeza. Parece no haber nadie. Así es como debe ser... o no. Quizás sea una emboscada.
Entorno los ojos con preocupación.
Debo entrar. Mi destino está aquí dentro. Aunque si es tan buen ninja como lo han pintado, sabrá esconderse bien.
Arrugo la nariz y doy un par de pasos lentos dentro del palacio, para luego agachar mi cuerpo y ponerme a cuatro patas. Soy capaz de prácticamente doblar mi velocidad de este modo. Huiré de esta entrada lo más rápido posible.

Por fin ha llegado el día que los tres estábamos esperando. No he podido despedirme bien de todo el que hubiese querido, ya que al parecer Inger se había marchado y Silvanus pasaba gran aprte del tiempo con el líder caeruleus. He dejado, sin embargo, una nota para aquellos con los que más relación tenía, tanto para esos dos como para Rick y Hewina, la que creo que también se fue hace ya un tiempo y no sé si ha vuelto.

Aunque estaba deseando marcharme, ahora miro hacia atrás a los pasillos y los ojos se me humedecen. Quizá sea porque en el fondo no tengo muy claro si voy a volver. Al menos espero tener correspondencia y saber que todos están bien.

El líder Abaddom nos ha facilitado un carruaje de la guardia de Ventus para poder marcharnos. Masslow por fin podrá ver su casa e ir a la escuela.

Tras colocar el equipaje, ayudo a ambos a montar en el carruaje y doy un último vistazo a BrontË desde fuera. Sin duda he pasado grandes cosas aquí. Monto junto con mi familia y procuro no ver mucho por las pequeñas ventanas. En cuanto el carruaje empeiza a ascender por el cielo -tras haber recorrido gran parte del camino de entrada- siento al mismo tiempo una presión y un descanso. Al fin vuelvo a casa.

Un mensajero aether de palacio llegó al Hall con un paquete no muy grande debajo del brazo. - Vengo a entregar este paquete.- Dijo a una niña calva que en aquel momento pasaba por el lugar.

-Pues no lo tengo muy claro.- Se excusó el mensajero.- Aquí pone: "Palacio de Brontë"- Nada más.- Esto es un poco extraño.- Tampoco tiene remitente... A mi me lo ha mandado un compañero.- Dijo algo confundido. -Quizás sea para la dirección de palacio?- Se atrevió a decir.

La pequeña se echó hacia atrás, con desconfianza. No le gustaban aquellas cosas... Sin embargo, como una de las cinco guerreras, debía hacerse cargo de la situación.
Tragó saliva con valentía y aceptó el paquete.- No se preocupe. Yo se lo llevaré a la dirección de palacio. O, al menos, lo haré llegar a las altas cumbres del mismo. Soy una de las guardaespaldas de la líder flamma.- Se explicó.

-Puede retirarse. Muchas gracias por su trabajo.- Ordenó azorada.

*El mensajero se va*

En silencio, se quedó con el paquete en las manos y se lo llevó a una oreja con los ojos entornados para, entonces, agitarlo un poco. Sonaba extraño.
Rápidamente, lo abrazó contra sí y salió corriendo.

*se va*