Hall/Entrada

Al verlos llegar no relajo el gesto. Sus expresiones de culpabilidad tampoco me conmueven. No es momento...

-Massen Dew -saludo, dirigiéndome hacia ella-. Me alegrro que hayas podido volverr de una pieza. Esperro que el viaje no haya sido demasiado durro-. Me llevo una mano a la barba, atusándola un poco antes de continuar. No es una niña, pese a su edad, sino una guerrera-. Ha habido un ataque en palacio rrecientemente. Vamos a necesitarr que todos os mantengáis alerrta.

Vuelvo los ojos hacia Jun, frunciendo un poco el ceño. Ya tendré una conversación con él algo más tarde. No soy una niñera, pero me lo han pedido como favor personal. Su abuelo y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, de modo que tengo que hablar con el pequeño, aunque no sea el momento más propicio.

La verdad, no me esperaba en absoluto lo que vino a continuación. Cuando el jefe Brumm comenzó a hablar, permanecí en silencio, limitándome a asentir. Sin embargo, cuando tras su pausa continuó, sentí que el corazón me daba un vuelco. Palidecí.

-¿Un... ataque? -repetí, en un murmullo. ¿Por qué tenía que pasar algo como aquello justo cuando yo no estaba? De pronto, me sentía culpable, siquiera, por ir a la boda de mi hermana-. ¿Qué ha pasado? -me atreví a preguntar.

Por la gravedad de su gesto, no parecía que hubiese sido cualquier tontería. Sin embargo, no parecía que hubiera afectado al lugar. Miré a mi alrededor, y al fijarme descubrí que, en algunos detalles, sí podía apreciarse un cambio, aunque no habría sido capaz de precisar cuál.

No solo el señor Brumm no deja de estar serio, sino que sus palabras... Me golpean a mí, como a Massen, pero supongo que a cada uno de una manera diferente. Ella estará preocupada por sus amigos y compañeros. Yo, sin embargo, me asusto. Porque he venido aquí sin pararme a pensar en esto, olvidando lo que implica este lugar. No es un patio de recreo... Ni siquiera es tan seguro como la torre, por muchas personas fuertes que haya en él.

La mirada del señor Brumm me es difícil de sostener, por lo que termino posando los ojos en Massen, que inquiere preocupada. Quizás... Si ella no hubiese venido a verme... ¿Acaso podrían haberla herido...?
No sé qué ha pasado ni cómo ha sido de grave, pero siento un nuevo pinchazo, egoísta. Si ha sido grave me encuentro agradeciendo, por primera vez, haberle mentido para decirle que viniera a la Torre.

Asiento, lentamente. No voy a contarle los problemas internos, ni la falta de responsabilidad de Flavia al tener unas chicas tan poco cuidadosas. Por desgracia, ahora están muertas, de modo que ni siquiera me siento con fuerzas para ser yo el que reprenda a nadie. Siempre he sido así... Aunque me ofusque, Aren bien lo sabe, termino sin poder mirar a alguien a los ojos y ser severo cuando esa persona pasa por un momento difícil. Me gusta hacer las cosas de otro modo, aunque a veces pueda no ser la forma más profesional.

-Fuimos atacados porr una especie de niños-hongo que se multiplicaban a grran velocidad. Tus compañerros te los explicarrán mejorr. Varrias zonas fuerron dañadas, también perrdimos a una parrte de los soldados y el serrvicio. Varrios guerrrerros fuerron herridos, y dos de las discípulas de la líderr flamma cayerron -respondo, impasible, mirándola a los ojos-. Porr eso quisierra pedirrte que si tienes noticias de cualquierr comporrtamiento inusual, lo inforrmes a los líderres.

El enemigo entró en un paquete. Habrá que informar a todos los guerreros de ello. Para que no vuelva a pasar.
Todos deben tener los ojos abiertos. Todos deben prestar atención.

De nuevo, no me esperaba esa respuesta. Es cierto que había habido ataques antes a Brontë, pero nunca habían sido ataques directos, y nunca habían causado muertes. Mi palidez aumentó, y sentí una extraña presión en el pecho. Tuve la tentación de hacer más preguntas, de preguntar por personas concretas. Sin embargo, dudaba que el señor Brumm fuera a darme detalles de casos particulares, y tampoco estaba segura de querer preguntar.

-Estaré alerta -respondí con un hilo de voz.

Me quedé un momento callada, queriendo bajar la vista, pero no lo hice, sino que la mantuve fija en el líder parvus. Al final, sin embargo, tragué saliva y miré un momento a Jun, antes de volverme de nuevo al señor Brumm y volver a hablar.

-Veré si puedo ser de ayuda -añadí, pidiendo permiso para marcharme.

De pronto me encuentro boqueando, asustado, tratando de coger aire. El pulso... se me ha disparado. No necesito tomármelo. Se nota. En el cuello, en el pecho... En los oídos. Incluso en las manos, que me tiemblan.
Ahora sí, me alegro de que haya venido. Aunque seguramente ella no...
Bajo la vista al suelo, tratando de contener cualquier reacción infantil por mi parte. La verdad es que me siento mal, como mareado. Es como si... fuese a vomitar.

¿De verdad debí venir aquí? Quizás...
Seguro... Todo ha sido un error...

Me encuentro sosteniendo un pliegue de la manga de Massen sin darme cuenta. Veloz, al percatarme, lo suelto.
Ya no eres un niño, Jun... Hazte cargo de tus errores.

Finalmente, los miro a los dos, silencioso. No me pasa desapercibido el gesto de Jun, asustado, y Massen Dew parece preocupada. Querrá ir a descansar y a hablar con alguno de sus compañeros. Es normal. Y cuanto antes lo haga antes estará preparada para ayudar con la reconstrucción y proseguir su entrenamiento.

Observo, pues, al claritas. Está notablemente más alto, y sus rasgos han cambiado. Ha crecido mucho en estos meses. Aunque siga siendo un niño. Se ve en su mirada y en sus gestos.

-Jun, tú vendrrás conmigo. Tenemos que discutirr un parr de cosas.

Me siento algo cansado, después de todo esto. Por suerte, las cosas están más tranquilas.

Cuando el líder volvió a hablar ya no se dirigía a mí, pero pude entenderlo como una señal para irme. Sin decir nada más, abandoné el hall, dejándolos a solas. En aquel momento, ya no podía preocuparme por Jun. Aunque seguía esperando que no lo mandaran de vuelta. Me preguntaba si, con este recibimiento, él querría volver a la torre.

Nagorr, tal y como había dicho, se llevó a Jun, desapareciéndose ambos.

*Se van*

Aguardo resguardadaen el hall, esperando tranquila, contemplando mis uñas, arreglándolas de vez en cuando con una lima, aunque poco se puede arreglar en su forma perfecta. El motivo con el que me las han pintado hoy tampoco me agrada demasiado, de todos modos. Una especie de red blanca sobre un fondo violeta. Es simple y los colores me agradan, pero hay algo que no termina de convencerme. Quizás es, simplemente, el trazo. Me resulta inestable.
No volveré a dejar que alguien con un pulso tan flojo me tome las panos para realizar tal estropicio en mis uñas.

Al ver llegar al chrysos, burlona, sonrío.

El chrysos, empapado, llegó al hall y miró a la caeruleus, que por algún motivo lo estaba esperando ahí. No acababa de entender por qué la mujer quería hablar con él; no entendía por qué le había dado conversación en los jardines, ni tampoco por qué lo esperaba. ¿Estaba aburrida? ¿Se sentía sola? ¿El resto de Palacio no la soportaba? A saber.

—Hola de nuevo.

Se detuvo a un par de pasos de ella y se pasó las manos por el pelo, mojado. Luego sacudió los dedos.

No digo nada. Podría, por supuesto, secar su ropa enseguida. Sé lo agradable que es la sensación de estar caliente y seco de nuevo, tras haber sido empapado. Aún recuerdo los días en los que no sabía que con una simple barrera podías evitar mojarte. Y supongo que mis vestidos de aquel entonces no eran tan costosos como los de ahora.

-¿Has averiguado ya algo sobre el ataque, Lyam? -inquiero, entretenida.

La verdad es que he tenido más cosas que hacer que observar al chrysos. Pero si hubiese encontrado algo interesante, ello habría llegado a mis oídos. Sin embargo siempre es entretenido escuchar los pensamientos de otros.

Torció una sonrisa. Sin duda, no esperaba que, de entre todos los temas de conversación, la caeruleus fuese a escoger precisamente ese. Por algún motivo, había pensado que no volverían a hablar sobre el ataque a Brontë. A fin de cuentas, ella no iba a decirle nada, así que ¿para qué hablar de ello? Cualquier cosa que él pudiese decirle, probablemente ella ya lo sabría.

—No.

La miró. Dio un paso hacia ella.

—Sigo igual que cuando me encontré con usted. —Se encogió de hombros—. Mi teoría es que el ataque tiene que ver con el secuestro de Silvanus, aunque no sé qué son exactamente los bichos.

Tenía algunas ideas, todas ellas derivadas de los datos sueltos que había conseguido de chiripa y de sus recuerdos de la misión, pero nada serio.

Los ojos me brillan un instante, pero no digo nada. Que me diga algo como eso es demasiado simple. Sin embargo, me abre puertas a hacer más preguntas. Sinceramente, simplemente tengo un día de esos aburridos en los que no sabes bien qué hacer. Gracias a que me he encontrado a Lyam tengo algo que hacer. A veces en este sitio no pasan demasiadas cosas.

-¿Podrías comentarme lo que viste en la misión? -inquiero, dulce, tomando su mentón entre mis dedos con una sonrisa relajada.

Es un chico listo. Seguramente la recuerde bien.
A ver si una historia me ayuda a empezar bien la noche.

El chrysos observó a la mujer con curiosidad, con los labios ligeramente curvados. A diferencia de otras veces, no se apartó cuando ella se acercó, ni se mostró reacio cuando le tomó el mentón entre las manos. En su lugar, la miró, clavando los ojos en los suyos.

¿Por qué preguntaba ahora por un rescate que había tenido lugar hacía meses? ¿Qué interés tenía? ¿Simple aburrimiento? ¿O era un interés real? No lo sabía. Pero le intrigaba.

—¿Por qué pregunta ahora por la misión? —Apartó el mentón—. ¿Qué quiere saber?

Además, si la relación que tenía con Alehyss se asemejaba a lo que él pensaba, podía preguntárselo a ella.

Una sonrisa tranquila abandona mis labios, con deleite. Sus preguntas no me importan. No es más que un joven rebelde, pero no está tratando de ser impertinente. Eso está bien. Mientras se comporte con la educación suficiente, no me enfadará. Al menos en principio, por supuesto.

-La recordé al oírte hablar de Kettleburn -respondo, terminando el contacto de las yemas de mis dedos con su mentón con una caricia-. Alehyss ya me lo relató con exactitud hace tiempo, pero eres un chico observador... Siento curiosidad por saber cómo lo vieron tus ojos, nada más.

Lo contemplo manteniendo la sonrisa, con interés. El aroma de mi perfume lo envuelve.
Él fue el que acabó con la vida del flamma. ¿Lo atormentará esa idea o no será más que un mal recuerdo?

Frunció el ceño. ¿Por qué le interesaba su opinión? ¿Por qué le interesaba lo que él había visto si Alehyss ya le había relatado la misión? Dudaba que lo que la chrysos hubiese visto difiriese demasiado de lo que él había visto. Había detalles que serían diferentes, como el momento en el que él estaba dentro del círculo de fuego, y emociones que lógicamente serían distintas, pero no eran grandes variaciones. El rescate seguía siendo el mismo.

Movió la cabeza hacia la izquierda, arrugando levemente la nariz, como si quisiese evitar el perfume de la mujer. Cruzó los brazos.

—Si Alehyss ya se lo ha contado, entonces no entiendo su interés. —La miró de reojo—. Los sucesos siguen siendo los mismos. Además, Alehyss y yo no somos lo que se dice polos opuestos.

Ensancho la sonrisa, asintiendo una sola vez. De modo que no quiere hablar. Al final los hombres siempre decepcionan. No sé por qué una sigue confiando en ellos. Supongo que es algo inevitable, por desgracia. Son más fáciles de manejar, generalmente. Aunque existen personas simples en ambos sexos, por supuesto. No me gusta generalizar. Nunca funciona. Te arriesgas a los errores.

Me planteo el ofrecerle algo a cambio, pero entonces parecería demasiado interesada. Y todavía no estoy segura de que Lyam pueda responderme lo que deseo. Tendré que hurgar por otras partes antes.
Existen otras personas en el palacio que pueden haberlo visto. Y, de todos modos, tenía que ver pronto a la pequeña piscis.

-Por supuesto -. Asiento, tranquila-. No te sientas obligado a revivir momentos dolorosos. He sido muy poco sensible. Mis disculpas.

Peino uno de los mechones sueltos de mi recogido, distraída.

Frunció el ceño. No le sorprendían sus palabras. Si había hablado con Alehyss, lo sabía todo sobre la misión. Que había matado a un hombre para salvar al niño verde y compañía y todo lo demás. Sí le sorprendía, no obstante, que se disculpase.

Chasqueó la lengua y se pasó una mano por el pelo, que todavía seguía húmedo. Luego volvió a cruzarse de brazos. La miró.

—Lo tengo superado. Más o menos. —Torció una sonrisa—. Antes lo llevaba mucho peor. Pensaba en eso todos los días, todas las noches. Me costaba dormir y todos esos rollos. —Rió, mordaz—. Algo muy irónico para alguien que está en un ejército.

Apartó la vista.

—Imagino que ya sabría que no era algo de lo que me gustase hablar (o eso creo, al menos), pero acepto sus disculpas. —Volvió a mirarla—. Hay mucha gente que fue a esa misión. Alehyss es más observadora que yo, estoy convencido de ello, así que ¿por qué le interesa mi opinión? —Alzó las cejas—. ¿Quiere que le describa cómo me sentí después de cargarme al guardia?

Bajó la vista.

Tras las palabras del chico, acerco una mano a su cabeza, acariciando su cabello con suavidad. El naranja no es un color que le favorezca demasiado. Soy una mujer más natural. Pero, de todos modos, no es asunto mío. Es un arma a usar en una ocasión diferente, no en una como esta.

-No quiero que te atormentes por mi culpa -susurro, suavizando la sonrisa-. Conozco bien las capacidades de Alehyss, y no necesito que recuerdes el sufrimiento de un suceso tan horrible-. Una muerte simple, nada más. Pero, de todos modos, he de actuar como si realmente me pareciese horrible, acariciando su mejilla con las yemas de los dedos-. No le des importancia. Simplemente estoy aburrida y deseaba conocer tu opinión. No es nada que me quite el sueño.

Hay otras cosas que me quitan el sueño ahora mismo. Pero de ello es está encargando ahora mismo Alehyss. Aguardo su regreso expectante.

Con la vista todavía en el suelo, el chrysos escuchó las palabras de la caeruleus, notando cómo la mujer le acariciaba el pelo. Frunció, de nuevo, el ceño. Se sentía confuso con la situación, y ni tan siquiera estaba seguro de por qué.

—¿Desea mi opinión sobre algún punto en particular o es algo general?

Sin levantar del todo la cabeza, alzó la vista para mirar a la mujer.
Total, qué más daba.

No me gusta hacer que la gente se entristezca inútilmente. A veces es necesario castigar a los que están por debajo para que no repitan comportamientos inapropiados, pero si pierdes su respeto o su confianza no merece la pena. y yo nunca he sido una mujer malvada, en contra de lo que muchos puedan pensar.
El pequeño Lyam está perdido. Qué historia más triste.

-¿Qué te pareció el lugar, en general? -inquiero, sonriendo de manera suave, poco agresiva, casi dulce.

Con suma delicadeza, mi mano roza su cabello. Murmuro un instante un hechizo, y pronto Lyam puede sentir cómo el agua que humedece su pelo comienza a desaparecer. Estar mojado en invierno es de lo más desagradable... El frío penetra hasta los huesos, y no hay forma de deshacerse de él. Parece que la ropa estuviera lejos.
Una vez he secado el pelo, con la misma suavidad, desciendo hasta su pecho, repitiendo el procedimiento con su camisa.

El chrysos alzó ligeramente las cejas, sorprendido por la pregunta de la caeruleus. No se había imaginado que preguntase por cómo era el lugar. Tenía sentido, pues pedía una opinión, pero no se le había pasado por la cabeza en ningún momento. ¿Pero por qué el interesaba la infraestructura? ¿Por qué le interesaba la opinión del lugar?

Pensativo, frunció el ceño, intentando imaginarse de nuevo en la guarida subterránea. Lo recordaba como un lugar grande pero asfixiante (tal vez por el hecho de estar bajo tierra). Y también como un sitio extrañamente organizado, con guardias avanzando por las ¿galerías? ¿túneles? Un sitio extraño, sin duda.

—Lo recuerdo como un lugar muy controlado. Un sitio grande, con guardias pasando por diferentes túneles o galerías, no sé muy bien qué eran. —Parpadeó—. Pero también lo recuerdo como un sitio asfixiante, a pesar de lo amplio que debía ser. Recuerdo que pasamos por diferentes salas, o algo así. Todas ellas con diferentes pruebas o acertijos. La primera estaba custodiada por dos monstruos de piedra; para salir de la segunda necesitábamos una llave, que tenía el niño verde. —La miró—. Al salir de ahí, de esa segunda sala, nos encontramos con un sitio lleno de esclavos, jóvenes todos ellos, si no recuerdo mal. Eso sí que era como una galería. —Miró al suelo—. Luego llegamos a una sala donde había pociones, una sala creo que más pequeña y oscura. Teníamos que beber una poción para conseguir una llave que abriría una puerta diferente. En la puerta estaba el piscis, y no vi nada más.

Mientras hablaba, había notado cómo su ropa y su pelo se secaba, gracias a la magia de la caeruleus. Sin mirarla, torció una sonrisa.

—¿Esto es el pago por la información? —Alzó la vista. Tras unos segundos en silencio, preguntó—: ¿Alehyss está investigando ese lugar? ¿Es ahí dónde está?

No sabía por qué, pero ese pensamiento se le había cruzado por la cabeza. También el recuerdo de los esclavos, a los que habían prometido que sacarían de ahí. Los mismos a los que habían dejado abandonados.

Negó con la cabeza. En ningún momento habían hablado de pago o demás chorradas, y él ni siquiera estaba interesado. Lo único que quería ahora mismo era irse a dormir. Ya había tenido suficiente.

Alzó la vista y observó a la mujer, más sereno que antes. Cuando escuchó su risa, frunció levemente el ceño, aunque relajó la expresión cuando respondió a su pregunta. Asintió. Así que Alehyss no estaba ahí. Resultaba todo un alivio.

—Gracias —murmuró.

Volvió a asentir cuando mencionó que volvería pronto. Esperaba que fuese verdad. No era que la echase de menos. Es decir, se notaba su ausencia, pero no contaba las horas que pasaban, ni tachaba días en un calendario ni nada por el estilo.

—Buenas noches —dijo, antes de que la mujer desapareciese. Luego, cuando ya no había rastro de la caeruleus, suspiró y abandonó el hall.

*se va*

Llevo un tiempo en la puerta, mirando al exterior, sin decidirme a salir. Llevo toda la mañana dando vueltas, esperando (ilusa de mí) que tal vez hoy amaine un poco y salir no sea tan desagradable. Al final, no va a quedar más remedio que envalentonarse.

Suspiro. Antes de salir, vuelvo a recolocarme la capa y me pongo la capucha (que estoy segura de que el viento me quitará en cuanto dé dos pasos). Después, abro un poco la puerta y pongo sobre mí la tabla que Rick me ha dado. Después, echo a andar bajo la lluvia. Todo sea por Telma.

*sale*