Lago

No cuento con esto, y es de lo más inconveniente. Nada más ver cómo mueve sus labios para pronunciar el hechizo me doy cuenta de ello, frenando en mi avance y apresurándome a echarme hacia atrás, cubriendo mi rostro con los brazos, pero recibiendo la luz de todos modos, no sé si a un nivel menos intenso. Espero que mi retroceso me haya alejado lo suficiente de él como para mantener un poco las distancias, aunque ciega resulto bastante más indefensa que hace un rato.

Retrocedo, lentamente, con el oído alerta. Sé que había un árbol unos metros más atrás, de modo, que una de mis manos se coloca a la espalda, palpando el aire para sentir la corteza cuando lo alcance. Con un flanco menos, lejos de estar acorralada, hay una dirección más cubierta. Por otro lado, espero que el otoño nos haya obsequiado lo suficiente con hojas secas y ramas para poder controlar la posición del claritas sin necesidad de verlo.

Hay que aguantar un poco más...

Al ver venir el hechizo, la chrysos se echó hacia atrás para evitar posibles daños, alejándose un poco respecto al claritas. Corbin no se alteró por esto; después de todo, la chrysos era rápida y ya había demostrado sus buenos reflejos con anterioridad. El chico no pensaba subestimarla.

Aún así, ahora estaba ciega, aunque solo fuera por unos momentos. Además, el claritas tenía ya impulso hacia adelante para atacar, mientras que ella había perdido algo de velocidad al rectificar su dirección. Esto era una ventaja para el claritas, que sencillamente avanzó un poco más hacia adelante y dejó ir su puño contra ella.

La otra mano preparó un clair ëm yäk como próximo ataque, aprovechando que la luz del ebrain aitchbëa lo haría más poderoso. Por lo demás, Corbin trató de no emitir sonido alguno; había bloqueado un sentido, y no tenía sentido descubrirse por otros. Debía pasar desapercibido para ella.

Las pisadas apenas son sonoras. Se ve que tiene un buen entrenamiento en lo que respecta al sigilo. Y eso es un problema mientras queden más segundos de ceguera, pero al mismo tiempo aviva el ingenio. Por desgracia, este es uno de esos momentos en los que más cuenta me doy de lo mucho que se abusa del sentido de la vista, pero no estoy a tiempo de arreglarlo para los próximos diez segundos.

El puñetazo en el vientre me deja sin respiración un instante, pero es necesario. Aprovecho el repentino contacto para, en un movimiento ágil y rápido, apoyar ambas manos sobre su brazo extendido, antes de que tenga tiempo de retirarlo, e impulsarme para, usándolo de apoyo, saltar por encima de él, dando una vuelta sobre mí, y lanzar una parada hacia su nuca, aún en el aire, cuando ya he traspasado su posición.
Al caer al suelo estoy a punto de caerme, resbalando con algo con lo que no contaba, pero aprovecho la pérdida de equilibro y el impulso del salto para rodar un par de metros, levantándome enseguida y volviéndome hacia él, retrocediendo un par de pasos.

Oigo el lago a mi espalda, esta vez...

Corbin había proyectado el puñetazo con bastante fuerza, y cuando ella lo agarró, se preparó para recibir una descarga eléctrica, que no llegó a producirse. En lugar de eso, la chica tomó impulso para saltar por encima de él. Corbin tenía mucha fuerza, y estaba seguro de que, si hubiera sabido lo que iba a suceder, habría podido aguantar el peso. Después de todo, la chrysos no pesaba demasiado, y él tenía bastante fuerza.

El caso era que no lo esperaba, y por eso vaciló un instante cuando ella cargó todo el peso sobre su brazo. Por un momento, se inclinó hacia un lado antes de recuperar el equilibrio, y en el mismo instante sintió un golpe que le pasó rozando la coronilla. Probablemente, de no ser por la pérdida de equilibrio, el golpe habría sido bastante más dañino.

En cuanto Alehyss lo soltó se dio la vuelta, para verla rodar un poco más allá; parecía que, pese a la limpieza del salto, no tenía tan bien preparada la caída. Con intención de aprovecharla y tener un blanco fácil antes de que ella se pusiera en pie de nuevo, el claritas lanzó el clair ëm yäk que tenía preparado contra la chica, aún en el suelo.

Recupero la visión poco a poco, justo para ver cómo el luminoso hechizo se acerca hacia mí. A tiempo, como podría decirse, para echarme casi torpemente a un lado, obligándome a comer algo de tierra. De todos modos, con entereza, aprieto los puños sobre el suelo y me pongo en pie, ligera. Me he rascado un poco la barbilla y eso es un atentado contra mi rostro, lo que me molesta bastante. Además, tengo el estómago como si me hubiera comido un yunque. Vaya con estar desarmada.

Muevo ambos hombros, como si todavía me estuviese preparando para comenzar. Maldita sea. De tratarse de otro guerrero, esto podría resultar humillante. Por suerte, Corbin no da importancia a esas cosas.

Me impulso hacia él, lanzando mi puño izquierdo hacia su cara cuando apenas nos separa un metro, pero sin intención de darle. En lugar de eso, lo abro, disparando un buen puñado de tierra contra su cara, que he cogido aprovechando la caída. Algo bueno tenía que tener arrastrarse. Entonces, en lugar de continuar con el avance, flexiono rápidamente las rodillas, cambiando mi centro de gravedad y bajando casi hasta acuclillarme, momento en el que utilizo la pierna izquierda para barrer las suyas a la altura de los tobillos.

Alehyss, tras evitar el hechizo, se puso en pie para lanzarse de nuevo contra Corbin. En un ataque frontal. Aquello resultaba sospechoso, ya que su constitución no era muy adecuada para un ataque de ese estilo; parecía un poco desesperado. En cualquier caso, Corbin respondió como hubiera hecho normalmente: echándose hacia atrás y pasando un brazo por debajo del puño de la chrysos para apartarlo antes de que llegara a su cara.

No contaba con que el puño, en realidad, llevase consigo el auténtico ataque, un puñado de tierra. Aunque Corbin había apartado un poco la mano, algo de tierra llegó a su cara, metiéndosele en los ojos y haciendo que estos le escocieran. Trató de mantenerlos abiertos, pero se vio obligado a entrecerrarlos.

Esta sorpresa interrumpió lo que iba a ser la continuación de su ataque, que consistía en lanzar el otro puño contra la chrysos tras apartar el brazo de ella. En lugar de eso, Corbin pudo ver su silueta difusa agachándose. Intuyendo lo que iba a venir, trató de saltar para evitar el barrido, pero ella era más rápida y consiguió hacerlo perder el equilibrio.

Inmediatamente, el claritas invocó un nuevo ebrain aitchbrëa; al menos así estarían en igualdad de condiciones. Los ojos, irritados, le lloraban, y se los frotó con el brazo para intentar limpiarlos tan rápido como le era posible.

El que piense que juego sucio ha de saber que eso no existe. Tierra a los ojos, ataque por la espalda, engaño y traición... Todo eso son también planteamienos correctos si te funcionan. Muchos parecen sentirse con el derecho a echar en cara cosas como esa, pero yo no creo que puedan existir las "trampas" si se trata de luchar por su vida. También los engaños requieren de habilidad.

Al comprobar, con deleite, que ha dado resultado y Corbin cae al suelo, veo mi oportunidad. Tengo poco tiempo para actuar, pues un buen guerrero tarda poco en levantarse, por lo que aprovecho que yo también estoy a ras de suelo para descargar un chrysantae en su pierna derecha, a la altura del tobillo. No tengo una magia muy poderosa, ni tiempo para llegar a puntos más vitales, por lo que intentaré ir mermando poco a poco su movilidad.

Su hechizo no me sorprende tanto como la última vez, de modo que nada más acabar mi movimiento retrocedo.
Me he asegurado de tener localizados varios puntos clave. En este momento, por ejemplo, tengo el lago a mi espalda, a unos cuatro metros, si no estimo mal.

Todavía guardo otra cosa de mi caída al suelo. Una piedra. Aproveché el retroceso para deslizarla en un bolsillo, pues en la diestra me era engorrosa.

Agudizo el oído mientras espero a que la ceguera pase. Una pena que no le entrase más tierra en los ojos. Esa oportunidad no surge dos veces.

Al caer al suelo, Corbin sintió una mano posarse sobre su pierna al tiempo que pronunciaba su hechizo, y un suave calambrazo le llegó hasta la piel. Corbin pensó que, vista su habilidad mágica, sería más útil para ella haber utilizado su arma y haberle cortado el tendón en de Aquiles en un momento como aquel. Y que, si no lo había hecho, era muy probable que no tuviera ningún arma consigo.

En cuanto tuvo oportunidad, se terminó de limpiar los ojos y se levantó tan rápido como pudo, encarándola de nuevo. Era evidente que la chica se orientaba relativamente bien para estar ciega, pero Corbin tenía que aprovechar igualmente su ventaja. Lanzó un nuevo clair ëm yäk contra su costado derecho y luego se acercó a ella por la izquierda, tan sigilosamente como pudo, con intención de atacarla por ese lado.

Se lanzó contra ella, con intención de derribarla contra el suelo. Sabía que no era buena idea atacar de frente habitualmente, pero confiaba en que fuera más fácil si ella estaba ciega. Y, desde luego, visto lo visto, estaba casi seguro de tener más fuerza que ella.

El resultado de mi hechizo es de lo más decepcionante. Por lo visto, voy a tener que entrenar más mi magia si quiero estabilizarla un poco. Si esto no fuese un entrenamiento, sino un combate a vida o muerte (que tratándose de Corbin, no es demasiado distinto), necesito poder contar más que con mi arma para desenvolverme.

Por suerte, la ceguera provocada por la arena me da más tiempo para recuperarme de la mía. Y, mientras todavía no veo más que luces, continúo alejándome hasta que mis pies rozan la orilla.
Excelente.

Un hechizo me golpea contundentemente en el costado, arrancándome el aire, pero, sin dar tiempo a nada más, entro en el agua de un movimiento ágil y veloz, consiguiendo que esta me llegue hasta algo por encima de las rodillas.

Estoy ralentizada. Sin embargo, es imposible moverse de forma sigilosa en el agua. Cualquier movimiento perturba su superficia.

Poco a poco, comienzo a ver de nuevo.

Antes de que llegara a su altura, Alehyss estaba ya dentro del agua. Corbin se detuvo, entendiendo sus intenciones. Si quería algo así, tendría que haberlo pensado antes de atacarlo con magia. No le gustaba retroceder, pero aún así lo hizo.

Lanzó un rápido clair ëm yäk, con intención de que llegara a ella, si era posible, antes de que recuperara la vista. Después, se limitó a esperarla, manteniéndose alejado del agua, y analizó la situación.

Alehyss, parecía demostrado, no tenía con qué atacar a distancia. No contaba con ningún arma, ni tampoco con hechizos a distancia. En el caso de él, no era un as del ataque a distancia (de hecho, no se le daba nada bien), pero sí podía hacer algo al respecto. Y, si ella salía de su fortaleza líquida, podría atacarla también cuerpo a cuerpo.

Manteniéndose a una considerable distancia de la orilla, y en guardia, esperó.

Veo venir un nuevo hechizo hacia mí cuando ya está bastante cerca, aunque no parece muy certero, por lo que apenas tengo que moverme para evitarlo. No parece que se gane la vida con su precisión, desde luego, aunque el anterior sí que dio el el blanco. Todavía me duele el costado.

Parece haber decidido quedarse fuera. Yo, por mi parte, necesito recuperar la prespectiva de la situación. Ciega cada dos por tres, sin arma y sin poder atacar a distancia, tengo las de perder. Por tanto, más me vale dar con una idea magnífica en pocos segundos o terminaremos en un juego infinito de fintas y esquives.

Por si fuera poco, ni siquiera puedo acercarme, pues corro el riesgo de perder de nuevo la vista. ¿No habrá alguna forma de evitar ese hechizo?

Una idea arriesgada y algo estúpida surge en mi cabeza. Quizás sea un poco absurda, pero... ¿Y si funcionase? ¿Es posible que funcione? Y eso, claro está, si consigo llevarla a cabo... Pero antes de nada, necesito algún arma.

Esquivó el hechizo sin dificultad, aunque eso no sorprendió a Corbin en absoluto. Lo que sí lo decepcionó un poco fue el ver que no salía del lago. Aunque tampoco hizo nada, realmente. Parecía que, a aquella distancia, no tenía muy claro qué podía hacer.

Corbin lo tenía un poco más fácil, pero tampoco demasiado. Dada su situación, tomó una resolución hasta que la chica hiciera algo. Por tercera vez, invocó un ebraïn aitchbrea, aunque esta vez su intención era más mejorar su propia visión que empeorar la de la chica.

Aprovechando el fogonazo de luz, invocó un clair ëm yäk y, tratando de apuntar bien, lo envió contra la chrysos.

Lo veo mover los labios y, frustrada, me doy la vuelta, dándole la espalda, esperando que sirva de algo. Estoy harta de ese maldito hechizo, pero, por desgracia, sigo sin tener claro cómo llevar a cabo mi plan. Y entonces, hallándome en mi situación, veo una salida. Y casi de forma literal. Una salida.

Noto un nuevo hechizo rozar mi ropa y maldigo por lo bajo. Va a haber que adoptar la estrategia que debí tomar desde un principio. No me resulta la más agradable, pero no me voy a poner remilgada ahora. Tengo derecho a usar todas las sucias estrategias que quiera. En primer lugar, porque no existe la suciedad en las estrategias, solo las personas que no saben anteponerse a esas situaciones y las ven negativas para sí mismas. En segundo lugar, estoy en clara desventaja. Incluso de haber "juego sucio" en el combate, me encontraría en una situación en la que nadie debería atreverse a recriminármelo.

He tenido la decencia de reconocer los alrededores y hacerme un mapa mental. Todo es un simple conjunto de puntos clave y ángulos. No es tan exacto como la visión, pero creo que me servirá.

Deslumbrada por su hechizo, me lanzo al agua, buceando los primeros metros hasta que la mitad de mi aire se ha agotado. Luego, una vez asciendo, continúo nadando con intención de recortar un buen trozo del lago y salir a la superficie lejos de Corbin. Por supuesto, tengo en cuenta a la hora de elegir el punto en el que salir que él pudiera rodear la superficie. Si él llegase, de todos modos, solo tendría que cambiar de dirección y, con una recta, colocarme en el lado contrario al que me dirijo, mientras que él seguiría teniendo que recorrer una distancia curva mucho más larga.

No me gusta demasiado el agua, pero a veces no queda más remedio.

Corbin vio su hechizo alcanzarla, y luego la vio sumergirse en el agua. Una buena solución, desde luego. Se mantuvo atento, por si ella pretendía aprovechar para darle alguna sorpresa. Después de todo, bajo el agua no podía verla. Así pues, esperó.

Frunció el ceño al verla emerger más lejos. ¿Qué estaba haciendo? Evidentemente, Corbin podía seguir con el mismo juego, cegar y lanzar hechizos, aunque estando tan lejos no valía la pena. Se preguntaba si la chica pretendía hacer algo o, sencillamente, estaba huyendo o dando el combate por finalizado. En cualquier caso, se limitó a seguirla con la mirada, atento.

No iba a perseguirla. Estaba casi seguro de cuáles eran las posibilidades que ella tenía, y conocía a la perfección las propias. No pensaba gastar energía inútilmente en ir tras ella; después de todo, mientras se mantuvieran a aquella distancia ninguno podía hacer nada, y si ella se acercaba, él sería el primero en tener la posibilidad de atacar. Esperaría, pues, a que eso sucediera.

Cuando recupero la visión compruebo que no me sigue. No sé si tendrá su propia estrategia o no, pero lo cierto es que me conviene para la mía. Así, pues, tras salir del agua, me puedo permitir descansar un par de segundos y escurrirme el pelo antes de proseguir.
Le lanzo una mirada, desde mi posición, firme. Luego, sin perderlo de vista, me acerco a los árboles, acortando también la distancia con Corbin, aunque nos separan algo más de veinte metros.

Lo bueno del lago es que contiene varios terrenos diferentes en las cercanías. Bosque, agua y un poco de claro. Y eso me ayudará un poco ahora. Eso, claro está, si mi idea no es una locura. Aunque a veces parece que estar algo loco ayuda. Mi caso nunca fue ese, pero hoy ha llegado el momento de probar ideas extrañas.

Aprovecho que he llegado a la zona de árboles para hacerme con un palo, el de aspecto más resistente que puedo encontrar. Mide poco más de un metro, pero es mejor que llevar las manos desnudas.

Penetro en la zona de boaque, zigzagueando entre los árboles. Finalmente elijo uno, frondoso, y trepo por sus ramas sin una dificultad demasiado elevada.

Tendré una oportunidad.

Desde mi posición, agazapada tras las hojas, busco la del claritas. Él ya sabe que lo voy a emboscar, supongo, de modo que esa no será la base de mi estrategia. Una vez más, me deberé al engaño.

Ella parecía tranquila cuando salió del agua, deteniéndose incluso con total calma. Aquello le pareció a Corbin bastante curioso, y se preguntó si, efectivamente, habría dado el combate por finalizado. Sin embargo, cuando la chica echó a andar hacia los árboles tuvo claro que no era así.

Pensó en seguirla, pero de nuevo declinó la idea. Sabía luchar en bosques, por supuesto, Falace no habría pasado algo así por alto, pero vista la facilidad con que la chica recurría a ellos, no le parecía buena idea entrar en una zona que pudiera ofrecerle ventajas. Atendiendo a los sonidos del bosque, se limitó a esperar a que ella apareciera de nuevo.

Mientras tanto, Corbin retrocedió hasta la orilla. Ahora que ella no estaba en el agua, esta no parecía en absoluto peligrosa, y sabía que, cuanto más lejos se mantuviera del bosque, menos opciones tendría ella de tomarlo por sorpresa. Sin perder de vista los árboles, la esperó.

Se preguntó qué planeaba la chica. Por una parte, el bosque podía proporcionarle armas, aunque estas solían ser toscas y no estaba seguro de hasta qué punto Alehyss sabía sacarles partido. Parecía astuta y retorcida, así que no iba a confiarse. Por otra parte, el bosque ofrecía a la chica algo de invisibilidad, pero dada la posición de él, de nuevo estaba el problema de la distancia. A no ser que ella se hiciera con armas arrojadizas, cambiar su posición no parecía favorecerla más allá de la invisibilidad.

Por si acaso, Corbin invocó un clair ëm yäk en su mano, que le serviría para protegerse rápido en caso de necesidad.

Localizo a Corbin acercándose al lago. Roto los ojos. Vaya partida de ajedrez más larga, por
Mithos. Si hubiese heredado la raza de mi abuela, y no solo parte del color de ojos, ahora me encontraría mucho más cómoda. He de conseguir, enseguida, una forma de atacar a distancia. Esto no puede volverme a pasar. Si al menos Madame Desmarais me hubiera devuelto mi kusarigama...

Seguramente Corbin se haya entrenado hasta para esperar a que su adversario muera de hambre, de modo que quedarme esperando a que se canse y entre tampoco parece la decisión más sabia.

No tengo nada: ni metal, ni armas, ni ataques a distancia, ni un elemento para evitar su ceguera...

Algo frustrada, bajo del árbol y busco en el suelo una piedra lo suficientemente afilada para mis intenciones. Una vez la hallo, trepo de nuevo. Trataré, al menos, de sacarle algo de punta al palo. Y a vigilar los movimientos del claritas. Y a tener la idea definitiva.

Ale, no te han sentado nada bien esos meses en las mazmorras. Antes pensabas más rápido.

Al terminar de sacar punta a mi nueva "lanza" me deshago de mi camiseta, quedando en ropa interior de cintura para arriba. Durante un segundo vislumbro con desagrado la marca de Madame Desmarais. Luego clavo los ojos, de nuevo, en el claritas.
Necesito acercarme, pero no quedarme ciega en el intento... Todo tiene que ser un único movimiento preciso, rápido y, sobre todo, inesperado.

Bajo del árbol, ágil, y tomo dos piedras del suelo. La primera la lanzo hacia la izquierda, de modo que golpee unos matorrales. La segunda, la mantengo en mi mano, preparada para actuar una vez lo vea reaccionar.

FdR- WTF XD

Corbin, alerta como estaba, desvió apenas un momento la vista hacia los matorrales antes de comprobar que, evidentemente, no era la señal a la que debía prestar atención. Si ya estaba en guardia antes de aquello, su guardia aumentó todavía más. Sin embargo, aguantó un momento más.

Sabía que los sonidos y los movimientos, cuanto más leves, más posibilidades tenían de impacientar al adversario, de hacerle creer lo que no era, y que actuar una milésima de segundo antes de lo previsto podía suponer la derrota.

Debía permanecer atento. Sabía que aquel movimiento ni siquiera tenía por qué haber sido provocado por la chica; había un buen número de animales en el bosque que podían haberlo provocado. Aún así, existían una probabilidad relativamente alta de que ella fuera la causante de aquello, o de que, aunque no lo fuera, rondara aquella zona.

Con el hechizo aún preparado y los sentidos bien abiertos, siguió esperando, listo para reaccionar en cuanto fuera necesario.

Su reacción es esperanzadora. Parece que está esperando algo, y eso puede ser usado a mi favor, siempre y cuando sepa llevar el tiempo adecuado. Cómo echo de menos en momentos como estos a Jager, que saldría a recibir a Corbin con una gran sonrisa, desafiante, grande, incordiante, consiguiendo que dejase un poco de lado su espalda. El aether tiene esa capacidad para que todos los sentidos del otro se fijen en él. Yo, sin embargo, por mí misma, me desenvuelvo de manera más torpe. No me falta agilidad ni destreza, pero sí esa habilidad para ir de frente.

Todavía me duele un poco el estómago. Esta se la haré pagar en cuanto consiga alcanzarlo.

Me acerco, cautelosa, resguardándome tras los troncos de los árboles y los matorrales. Lanzo una nueva piedra, esta vez en dirección contraria, para que no baje la guardia, para presionarlo más.

Cada vez los árboles están más separados, dificultando mi avance a hurtadillas. Es irónico que una estrategia tan suicida tenga un planteamiento tan sigiloso.

En el momento en que, esta vez por otra zona, un nuevo arbusto se movió, Corbin supo que no se trataba de animales. Trató de mantener la calma. Se convenció de que las cosas no eran así, de que era cierto que parecía sospechoso, pero también que las casualidades existían y que no debía dejarse llevar por lo que podía ser una.

Se centró en la situación. Un movimiento a un lado, otro a otro. Había tres posibilidades. La primera, que la chica estuviera intentando avanzar a hurtadillas por la linde del bosque y estuviera teniendo problemas para mantener el sigilo. Corbin casi quiso reír ante esa absurda posibilidad. Esperaba más de Alehyss.

La segunda, que la chica estuviera intentando distraer su atención para aparecer por otro flanco. Pero, dado que los movimientos no cuadraban por la misma zona, no parecía una estrategia muy efectiva; más bien, parecía delimitar la zona por la que ella se estaba moviendo.

La tercera posibilidad no era tan ridícula como la primera, pero sí suponía la coordinación de muchos elementos: la ya mencionada posibilidad de que no fuera la chica quien estuviera haciendo aquello. Aunque, evidentemente, aquella era la posibilidad que Corbin no quería descartar por mera formalidad.

Centrado en estas opciones, siguió alerta.

Ya en el linde del bosque, tomo aire. Me encuentro apoyada contra el tronco de un árbol, cubierta por completo del claritas. Entre ambos quedan, todavía, algunos árboles más, pero sería demasiado arriesgado tratar de acercarse más en esta situación. No podré mantener mi escondite por mucho tiempo si me dejo ver, aunque sea por accidente, y perder la posibilidad de una breve sorpresa es inadmisible.

Aprieto la piedra que llevo en la mano derecha. Tomo otra, algo más grande, del suelo. Ninguna lo es más que mi puño cerrado.

Venga, Alehyss. Tu vida no está en juego. Sí tu integridad física, pero esto no debe asustarte ni mínimamente. Una mínima inseguridad sería fatal.

Por tercera vez, lanzo una piedra, pero esta vez es al agua, algunos metros a la derecha del claritas. En cuanto penetra en la superficie, apenas una milésima de segundo más tarde, yo salgo. Porto la "lanza" en la izquierda, y todavía la segunda piedra en la derecha, peor no por mucho tiempo. Apenas he dado tres zancadas cuando la lanzo con violencia contra la cara del claritas, sin detener mi carrera. Aprovecharé ese ataque para encorvarme y placar hacia sus piernas, con intención de hacerlo caer de nuevo hacia atrás, pero sin usar una patada como barrido esta vez.

Si consigo tirarlo a la orilla del lago, clavaré la vara en su estómago, aunque tendré la decencia de hacerlo por el lado que no he afilado. Sien embargo, en caso de fracasar en mi intento, el golpe que lanzaré con mi nueva arma sera hacia arriba, golpeando contundentemente su barbilla.

Corbin estaba atento a aquella zona, y vio pasar algo volando a cierta velocidad a unos metros de distancia. Aquel lo que fuera impactó contra el agua, causando un chapoteo, y el claritas estuvo a punto de desviar la vista hacia allí. Sin embargo, sabía que no era de allí de donde venía su amenaza, así que no se permitió descentrarse.

Evidentemente, del mismo punto del que había emergido aquel objeto volador, emergió al poco tiempo una Alehyss rápida y, curiosamente, armada. A Corbin no se le escapó aquel detalle, que explicaba lo que había tardado la chrysos en salir a la luz.

Según la vio venir, lanzó contra ella el hechizo que tanto tiempo había tenido preparado, y al hacerlo la vio lanzar algo a ella también, esta vez directo contra él. Se movió a un lado tan deprisa como pudo, y una piedra rozó su sien dolorosamente.

Tratando de ignorar el dolor, echó el cuerpo hacia adelante con intención de recibir a la chica. Preparó un puño para golpear con él la estaca que llevaba, mientras la otra mano quedó abierta, un poco más alta, preparada para tomar a la chica por el hombro e interceptarla.

La chica venía baja, dirigida a sus piernas, así que Corbin tuvo que agacharse también para parar su carrera. Pese a que él tenía más fuerza, ella traía carrerilla, con lo que al embestirlo lo hizo retroceder un paso antes de que él consiguiera clavarse en el suelo. Sintió cómo el agua rodeaba su pie.

Proyectó el puño contra la estaca de ella con intención de romperla o, al menos, de arrebatársela de las manos. Un enemigo armado solía ser más peligroso.

No consigo tumbarlo, por desgracia, pero al menos retrocede un poco. No obstante, pese a que mi carrera se frena, no me desmotivo. Una vez veo cómo se prepara para destrozar el palo que llevo, lo doy por perdido y ni me esfuerzo en salvarlo, soltándolo antes de que lo golpee, siquiera, y haciendo que la mano que lo sujetaba pase de agarrar madera a buscar sus ojos con ambos dedos extendidos. Pocas cosas duelen más que eso. Que te metan los dedos en los ojos puede resultar de lo peor que le pase a alguien, incluso a un hombre como él.
De todas formas, no pierdo un segundo, y mi cuerpo también se impulsa, junto con mi mano. Elevo la rodilla ligeramente, aprovechándome de ese impulso para alcanzar otra parte del cuerpo que también puede resultarle bastante dolorosa.

Si me viera mi madre, agacharía la cabeza avergonzada. No obstante, una patada en los testículos ha salvado la vida a la gente más de una vez, y eso es algo que hay que reconocer.

Vio venir los dedos hacia los ojos, y de la misma forma en que el puño iba directo a la estaca, siguió la mano que lo había sostenido para evitar un daño semejante y golpearlos. Con suerte, la mano quedaría inútil. Con poca suerte, la apartaría de su trayectoria.

Aun si los dedos no llegaban a los ojos, estos se cerraron al sentir un golpe con el que no había contado. La chica no tenía demasiada fuerza, pero era un punto delicado, así que el daño era igualmente grande. Tratando de sobreponerse al dolor, o, más bien, tratando de descargar la energía para no sentir el dolor, apretó con más fuerza el hombro de la chrysos y dirigió el puño libre de nuevo contra su estómago.

Terminado el movimiento, trató de no soltar el aire demasiado de golpe, pues sabía que eso le provocaría una mayor debilidad y sensación de dolor. Aún así, era difícil ignorar algo como aquello.

Consigo desviar mínimamente la mano antes de que me golpee con la suya, viéndola venir, aunque recibo un pequeño e incómodo golpe, de todos modos. Sin embargo, mi frustración se desvanece al ver que he acertado de lleno. He visto el dolor reflejado en su cara por un instante. Pero sigue sin rendirse, y frente a su ataque solo consigo curvarme hacia atrás para que me alcance lo menos posible, aunque sin conseguir evitarlo por completo, expulsando aire por la boca al sentir el golpe. Creo que se me está mareando un poco el estómago. Qué desagradable...

Relajo un poco el cuerpo, esbozando una sonrisa algo cansada. Podría seguir luchando mucho tiempo más, pero lo cierto es que me siento en desventaja, y no me apetece dedicarme a pegarle en los huevos hasta que se desmaye. No creo que sea la forma más adecuada de tratar a un compañero.
Espero que al relajar mi actitud no me arranque la cabeza, aunque sigo preparada para esquivar si fuese necesario.