Lago

El golpe no acabó de acertar tan a fondo como Corbin habría querido, pero sí consiguió alcanzarla. Dejó escapar algo de aire por la nariz, aunque temía que, al hacerlo, perdiera fuerza y ella tomara la ventaja de la situación. Odiaba aquella estúpida debilidad que tantos problemas le traía. Falace siempre lo había dicho, aquel era su punto débil, y aunque se hubiera ensañado con él hasta hacérselo entender, seguía suponiendo un problema.

Sorprendentemente, Alehyss pareció relajarse en lugar de tomar ventaja de la situación, así que Corbin vio su oportunidad para tomarla él. Impulsándose con el pie que aún estaba en el agua, se echó hacia adelante con intención de arrollar a la chica y tirarla al suelo. Si conseguía inmovilizarla bajo su cuerpo, podría golpearla con facilidad.

Enarco ambas cejas con sorpresa, aunque no con tanta sorpresa como si no se hubiese tratado de Corbin, sino de alguien más socialmente "normal", al ver cómo parece pensar, realmente, que que yo me relaje es un síntoma de que puede atacarme sin problemas porque soy un objetivo desprevenido y más débil o no sé qué otra cosa.

Nada más notar la presión que ejerce con su pie trasero me lanzo a la izquierda, aprovechando la fuerza de mi pierna dominante, liviana. En un instante dejo la suficiente distancia entre ambos, unos tres metros, y lo miro enarcando las cejas, como si le estuviese preguntando algo. "¿Ya has acabado?"

Solía mirar así a Jager cuando empezaba a presumir excesivamente de sus facultades, ahora que lo recuerdo. Siempre me ha parecido una forma muy correcta de decir "basta".

Alehyss era escurridiza, y en cuanto vio las intenciones de Corbin, se deshizo del agarre con insultante facilidad, para luego alejarse unos pasos. Corbin la siguió, con intención de no darle una oportunidad, manteniendo una postura de combate.

Sin embargo, la chica no parecía estar combatiendo ya. El claritas encontró de lo más extraña su mirada, y se preguntó qué significaría una expresión como aquella. Frunció el ceño. No podía distraerse con algo así. Y si ella atacaba y entonces...

Pero ella no parecía dispuesta a atacar. Después de un intercambio de miradas que duró algo más de tiempo de lo normal, Corbin aspiró con fuerza por la nariz y bajó los puños poco a poco, cautelosamente. Tenía la mandíbula apretada, y parecía estar esperando que, de un momento a otro, Alehyss dejara aquella estúpida actuación y arremetiera de nuevo contra él. Si así era, estaría preparado para recibirla.

Veo que se relaja un poco, momento en el que esbozo una sonrisa y alzo la mano en la que cuelga, inerte, un trapo. Me vuelvo a vestir.

-Al final no tuve que usarla, así que me la guardo para la próxima -informo, con tono desenfadado-. De haber estado armada no lo harías tenido tan fácil -añado, encogiéndome de hombros.

Con cautela, pues Corbin podría lanzarse en cualquier momento, me aproximo a él, llegando a su lado y mirando un instante al lago. Todavía tengo el pelo mojado. Vaya cosa más desagradable.

-¿Puedo proponerte una cosa? -inquiero, de pronto, como si llevásemos hablando un buen rato.

Cuando empezó a hablar, Corbin tuvo que hacer un esfuerzo para escucharla. Se concentró en su voz, en sus palabras, para tratar de bajar la adrenalina. Inspiró hondamente antes de responder, y cuando lo hizo, la voz sonó ronca, incluso algo animal.

-Si hubieras usado tu arma habría tenido que cuidarme mucho de cada movimiento -corroboró en un murmullo atropellado.

La vio acercarse y la siguió con la mirada, aún en guardia, pero sin hacer ningún gesto agresivo. No tenía por qué atacar, a menos que ella lo hiciera. Trataba de convencerse de que así era, pero era complicado.

Asintió con la cabeza, con un gesto casi torpe, cuando ella preguntó.

Lo miro de reojo, pues al ponerme a su lado he rebasado su cara, y esbozo una sonrisa de nuevo. Parece algo tenso. No me sorprende que me haya atacado pese a estar yo detenida. De hecho, si yo tuviese testículos y él me los hubiese golpeado, me hubiese dado igual que el combate hubiese terminado o no. Creo que Lyam todavía debe de guardar un hermoso recuerdo de cierto día...

-Relájate un poco -digo, con voz tranquila, volviéndome hacia el claritas y atreviéndome a posar una mano en su brazo con suavidad. La verdad es que esa agresividad resulta hasta atractiva, a su manera. Debería comenzar a buscar unos estereotipos de atractivo distintos-. Tengo que hacer un encargo en un futuro próximo y creo que de ir yo sola no volvería. Necesito a alguien que no haga preguntas y pueda acompañarme, y me preguntaba si podría contar contigo.

Los ojos me brillan un instante, con ávido interés por su respuesta, pero he vuelto a ponerme seria.

Se mantuvo quieto cuando ella avanzó, incluso cuando posó una mano sobre su hombro, pero volvió el cuerpo hacia ella con su pregunta. Lo pensó un momento antes de contestar. La oferta sonaba interesante, y aunque no estaba interesado en detalles muy minuciosos, le parecía que la información no era suficiente.

-No sé qué te hace pensar que no haré preguntas -respondió, al fin, con la misma voz extraña. Carraspeó-. El hecho es que con tan pocos datos es difícil no tener preguntas.

Fijó los ojos en los suyos, aún algo desconfiado.

Asiento, concesiva. Supongo que incluso él, que no parece sentir curiosidad por los asuntos de los demás, puede tener sus propios motivos para preguntar, aunque solo sea la seguridad. De todos modos, espero poder hacerme cargo de esto.

-Lo cierto es que, por el momento, tampoco sé demasiado. La persona que me ha hecho el encargo ha procurado mantenerme en la máxima ignorancia, de modo que solo sé que los enemigos, en caso de enfrentamiento abierto, nos superarían en número. Ni siquiera sé todavía a dónde he de ir ni qué debo buscar.

Madame Desmarais es cuidadosa. Y Corbin es inteligente, pero no tiene una percepción de las cosas como el resto de guerreros. Es hábil luchando, bueno creando estrategias, fuerte, capaz... Pero con él corro menos el riesgo de que meta las narices en cosas donde nadie lo llama.

Caviló un momento en silencio, considerándolo.

-Parece interesante -respondió al fin-. Aunque no me gusta lanzarme a ciegas. Mayor información implica mayor preparación para desenvolverse en combate. No me importa quién ha hecho el encargo. No me importa por qué. Pero sí querría saber cuál sería mi papel antes de comprometerme. Si puedes ofrecer lo que pido, puedes contar conmigo.

No añadió nada más. Después de todo, ¿qué más podría añadir? Cuando alguien necesitaba algo, el enfoque debía ser lo más preciso posible para que todo saliera bien. Corbin no esperaba nada más allá de eso. No le interesaba. Pero sí le interesaba la posibilidad de entrar en combate, de cumplir un encargo real, y no de formar parte de una parodia como había sido su primera misión en Brontë. Buscaba algo que lo hiciera sentirse realizado.

Esbozo una sonrisa casi sin quererlo. He evaluado sus habilidades y son más que suficientes. Creo que podría combinar bien con mi forma de luchar, de hecho. Es más directo, más estable, lo que me permitiría realizar una lucha de segundo plano mucho más precisa que si estuviese yo sola. Aunque, claro, para eso deberé consultar a Madame Desmarais. Sé que nada de lo que haga le pasa inadvertido, y ocultar información terminaría siendo peor para mí.

Asiento, relajada.

-Trataré de averiguar todo lo posible, descuida. También yo necesito cierta información para minimizar posibles daños-. Dejo resbalar ligeramente la mano por su brazo hasta llegar a la altura del codo, esbozando una sonrisa pícara-. Cuento contigo, entonces.

Es la mejor opción que he encontrado. Lyam seguramente vendría, pero sus puntos débiles en combate coinciden, prácticamente, con los míos. Massen no está, y no querría meterla en nada peligroso. No es que no confíe en sus habilidades, pero me echa algo más para atrás. Y los demás... Todos son demasiado curiosos para mi gusto.

Corbin asintió, conforme con sus palabras. Sabía que tendría que tomárselo en serio, y pensaba hacerlo. Comenzaba a preguntarse cosas. El cuándo, el dónde, el con quién. Esperaba que nadie más que Alehyss formara parte del encargo, pues no se le daba bien el trabajo en equipo. Podía tratar de combinarse con ella, pero incluir a más gente empezaría a suponer un quebradero de cabeza.

Miró a la chica, que sonreía. Se preguntó si ella esperaría aquella oportunidad con tantas ansias como él.

-Esperaré los detalles -respondió, acordando con ello su colaboración.

Esto cierra un tema importante. Espero no acabar consiguiendo que Corbin muera. Sería muy poco conveniente, e incluso algo egoísta por mi parte. Especialmente si él muriese y yo saliese con vida. De todos modos, las pocas pegas que pone me dejan claro que no habrá mucho problema con esto. Y dudo que un tipo como Corbin lo haga solo como favor. Eso hace que me sienta menos agradecida con él, pero más segura.

Finiquitado el tema, me llevo una mano al estómago, con incomodidad. La verdad es que lo noto bastante revuelto. Es desagradable.

-Sí que pegas fuerte -comento, con un deje burlón en la voz.

Aunque no tiene ninguna gracia.

Corbin la observó, muy serio. Se quedó un momento en silencio, preguntándose qué querría decir exactamente la chrysos con aquella afirmación que, para él, resultaba tan obvia.

-Así se me enseñó -replicó, con voz tan seria como su expresión-. No emplearse a fondo puede costarte la vida.

De nuevo guardó silencio. Algo le decía que no era esa la respuesta que Alehyss esperaba. Carraspeó un momento, y luego dijo algo que, en el mismo momento de pronunciarlo en voz alta, le pareció totalmente absurdo.

-Tal vez debería haber considerado que, ya que tú no ibas armada, yo tampoco debería haber usado los puños.

Mientras hablaba, muy lentamente, los metió en sendos bolsillos.

Lo contemplo, un instante. Es extraño, pero con él me siento extrañamente cómoda desde hace tiempo. Y creo que el motivo no es otro que su cuadriculada forma de ser. Es como si no comprendiese ciertas cosas, y eso me hace comportarme con menos arrogancia. Al fin y al cabo, las veces que fui mordaz fue inútil, y cuando me muestro pícara o emocionalmente vulnerable parece ni darse cuenta. Me exime, en cierto modo, de usar una máscara de excesiva dureza. Por mí estará bien mientras no me pierda el respeto.

Niego lentamente, aunque lo cierto es que sí que hubiese sido considerado por su parte.

-Muchos estúpidos, al enfrentarse a una mujer bajan el ritmo. Y no hablemos ya de si está desarmada. Me agrada que me hayas tratado como a una igual. De lo contrario, hubiese sido una falta de respeto para mí como guerrera.

Y, aunque me hubiese gustado que hubiese habido igualdad de condiciones (por la parte que me toca), mis palabras no son menos ciertas. Jager tendía a infravalorar, y como él otros tantos... La mayoría de los cuales fueron considerados, por mí, como escoria.

FdR- Ale feminazi

Corbin frunció el ceño, sin entender la relación de ideas de la chica. Negó con la cabeza, sin comprender adónde pretendía llegar.

-¿Bajar el ritmo ante una mujer? -preguntó, como si no se creyera lo que él mismo estaba repitiendo-. He luchado más veces con mujeres que con hombres en mi vida y no me parece que haya motivos para bajar el ritmo ante ellas. Yo mismo lo aprendí todo de una mujer. Alguien podría confiarse ante un minusválido, ante un cojo o un tuerto. E incluso así, muchas veces estaría cometiendo un error. Pero ante una mujer, eso es absurdo.

Casi parecía ofendido ante aquella posibilidad, como si alguien acabara de insultarlo personalmente. Pensaba en Falace y en las innumerables veces en que lo había vencido y humillado, y no veía cómo nadie podría confiarse ante alguien así.

FdR.: Zasca, Jager.

Asiento, sintiendo cierta adulación al escuchar sus palabras. Es cierto que yo misma he noqueado a bastantes hombres en mi vida, y también matado a unos cuantos. Y muchos de ellos, simplemente, se habían confiado al ver que tenía tetas. Analyn es, quizás, la prueba más obvia de que nunca hay que creer que una mujer menuda es poco peligrosa. Su crueldad costó la vida a muchos.

Se me escapa una risa.

-Así que un tuerto, eh... -comento, para mí. Jager se subiría por las paredes si lo hubiese escuchado. Pero, al final, soy yo la que intenta ayudarlo a salir de su jaula, y es él el que no puede hacer nada más que esperar, en manos de una mujer.

Corbin es extraño. ¿Qué clase de mujer le habrá enseñado todo? Todavía no he olvidado el borrón en su apellido en aquella carta...

-Tu maestra debía de ser muy hábil -comento, intentando tirarle de la lengua.

Corbin no entendía el chiste, pero eso no era nada nuevo para él, así que se limitó a dejarlo pasar sin añadir nada más al respecto. En lugar de eso, caviló respecto al segundo comentario de la chrysos. Visto en perspectiva, Falace no había sido nunca una maravillosa luchadora, y quizás había alcanzado sus mayores logros entrenándolo a él. Aunque, en realidad, las capacidades de Falace no eran algo que hubiera interesado nunca a ninguno de los dos.

Corbin acabó por negar con la cabeza.

-No era hábil en combate cuerpo a cuerpo -declaró finalmente-. Ni tampoco fuerte ni ágil. Era débil y enfermiza -. Miró a la chrysos fijamente-. Pero era de lo más astuta y retorcida. Era capaz de sacarle partido a cualquier cosa.

Y era, sin lugar a dudas, una fantástica maestra sin la menor piedad.

Por lo que dice, parece que hable de una vieja una enferma, aunque quizás se tratase, simplemente, de alguien débil. Así que así era la mujer que adiestró a este guerrero... Desde luego, algo tenía que tener, aunque fuese astucia y no fuerza.

-Un buen maestro no ha de ser, necesariamente, un buen guerrero -. Pienso en Jager un momento-. Y viceversa. Supongo que hay pocas personas que aúnen ambas habilidades.

Yo apenas tengo paciencia, y las personas débiles me ponen nerviosa, llegándome a resultar estresantes. Creo que no podría afrontar algo como eso... Ser maestra de alguien, ser madre, cuidar... Son cosas que no se me dan demasiado bien.

Lo pensó un momento antes de responder, y al final acabó por ladear la cabeza, como considerándolo. Viendo a Falace, así parecía, y él tampoco había probado a entrenar a nadie para ver el proceso contrario. Viéndolo así, lo que la chica decía tenía total sentido.

-Es curioso -respondió al fin, asintiendo-. Pero así parece. Tal vez porque es más fácil entender el proceso desde fuera que si formas parte de él.

Quizá algunas personas tenían habilidades que no podían mostrar más que a través de otros. Le pareció triste, y agradeció que aquel no fuera su caso.

Lo entiende. Bien. Perfecto. No hay nada de extraño en eso. Puede que no sea muy buena profesora, pero creo que soy una persona completamente cabal e inteligente, de modo que mis razonamientos suelen ser correctos. Y más a este nivel de sencillez. De hecho, su comprensión no me halaga, pero al menos demuestra una capacidad de comprensión normal. Lo que me sigue haciendo preguntarme a qué vienen esas veces en las que parece no enterarse de nada.

Carraspeo y alzo la barbilla, orgullosa.

-Corbin, ¿qué te sugiere el cuerpo de una mujer?

Al contrario que él, yo soy curiosa. Me gusta indagar en la mente de las personas y comprender sus motivaciones si me parecen extrañas. Y él me lo parece en este aspecto.

¿Qué le haría esa maestra tan extraña? Quizás esté castrado, aunque recordando mi golpe maestro de hoy...

Al claritas solían sorprenderle los cambios repentinos de tema de Alehyss, aunque empezaba a acostumbrarse y ya no lo dejaban tan confuso. Además, empezaba a ver un cierto ciclo en ellos, una repetición constante. Se preguntó si era importante para la chica o si, simplemente, eran temas de conversación habituales para ella.

Suspiró. Trataría de complacerla y buscaría una respuesta.

-Agilidad. Rapidez. Flexibilidad -. Calló un momento, pensativo-. Suavidad, incluso.

Pensó en preguntar el por qué de aquella pregunta, pero no tenía muy claro si quería saberlo.

Asiento, lentamente, pasándome una mano por el pelo, vocalizando con los labios las palabras que acaba de decirlas, pero sin repetirlas en voz alta. Mi mirada se pierde en algún punto del suelo, pero termina volviendo a él. Es como si volviera en mí.

-En cuanto tenga la información te buscaré. Ahora iré a descansar un poco.

Lo cierto es que otro golpe en el estómago y estaría teniendo serias dificultades para moverme. Me ha quitado de una vez el hambre de dos días. Espero que la próxima vez no me pille desprevenida de este modo, que resulta bastante ridículo.

Aguardo, mirándolo, como esperando, curiosa, a comprobar si viene o si se queda en el lago.

La chrysos pareció conforme con la respuesta, pues no añadió nada más al respecto. Corbin se sintió satisfecho, y se propuso recordar aquel momento como referencia a futuras preguntas indeseadas.

Alehyss parecía querer irse ya y, visto que daba el entrenamiento por finalizado y que no parecía haber más cuestiones en el aire, Corbin aceptó la propuesta. Ya que ambos iban en la misma dirección, echaron a andar juntos hacia el palacio.

*Se van*

No había nada mejor que los fríos días de invierno para practicar un poco de natación. Los músculos se entuermecían, haciendo que nadar fuese casi doloroso, pero si se conseguía entrar en calor, entonces... Una delicia como ninguna. Por no hablar de lo increíble que parecía a las bellas damas el ver un húmedo y torneado cuerpo de noble guerrero incluso en invierno. Las volvía locas.

Me dirigí al lago con aquellas ideas en mente. El frío no era un adversario para mí, ¡Rick Dehnel! Y mis músculos deseaban, más que nunca, humedecerse y moverse con la furia de aquel que desea la victoria.

Nada más alcanzar la orilla, dejé toda mi ropa a un lado, aunque permitiéndome el dejarme los paños menores. No era que yo fuese pudoroso, pero a lo largo de los años había descubierto que en los días más fríos, especialmente si uno se metía dentro del agua, el gran dragón de fuego se volvía pequeño y tímido, y no quería que nadie que pasase se confundiese conmigo.
Telma, a mi lado, olisqueó la ropa y luego se fue a comerse un matorral. Reí, orgulloso, mientras la brisa acariciaba libindorosamente mis pectorales.

-¡Si no te entrenas en el frío nunca serás una buena Dehnel! -exclamé, dejándola estar, de todos modos.

Tras un pequeño calentamiento, me atreví a meter un pie en el agua. Helada, como esperaba. Una sonrisa triunfal rajó mi rostro.
Lo mejor sería entrar de una vez y no poder arrepentirme, de modo que tomé carrerilla y, grácil como el más hermoso de los animales gráciles, salté al agua, hundiéndome en ella.
No maldije porque era noble, y pero se me escapó el aire de los pulmones de la impresión. Una noble impresión.

*se queda nadando*

Al final, mis continuas reflexiones y los débiles rayos de sol que tentaban por asomar en el cielo me habían convencido de salir a dar un paseo por los alrededores. Al principio, la idea era simplemente dar una vuelta por los jardines, algo tranquilo y fácil para empezar. Sin embargo, no me sentía cansado (de hecho, tenía mucha energía), y tampoco me sentía torpe. Cada vez me resultaba más natural aquella sensación de ligereza en la espalda.

Así pues, animado, decidí ir más allá. Tomé una rama más o menos gruesa como bastón (tampoco quería arriesgarme a acabar desfallecido) y eché a andar, con calma pero con ritmo. Al final, acabé llegando al lago, cosa que me sorprendió gratamente; parecía evidente que estaba subestimando mis capacidades.

Sin embargo, no me gustó demasiado lo que encontré allí. Por un lado, un bismonte, que parecía extraviado. Pronto descubrí que, al contrario de lo que había creído en un principio, tenía compañía: había un montón de ropa en el suelo, y pude distinguir a lo lejos una figura en el agua.

Una figura pelirroja. De aspecto familiar.

Suspiré. Quizás sería buena idea buscar otro sitio por el que pasear. Así pues, di media vuelta y seguí mi camino.

*Se va*