Lago

Johan ladea un poco la cabeza, pensativo.

- Bueno, supongo que la caza y escalar pueden estar relacionados, ¿no? Por ahí irían los tiros. Yo no soy muy bueno rastreando, pero se me da genial hacer el pino.

Y dicho y hecho. Un segundo lo está diciendo y al siguiente está afianzando sus manos en tierra para alzarse sobre ellas sin ninguna dificultad. Del revés, lo mira risueño. Camina un poco con las manos, demostrando que no se trata de ninguna casualidad ni de la fortuna, y luego se alza de nuevo con la misma facilidad, salpicando un poco con el pelo en el proceso.

- ¿Cómo aprendiste a rastrear? -le pregunta entonces.

Kyoti parpadea, algo perplejo. Con lo torpe que es él, le sería imposible hacer algo así. Nunca ha sido capaz de hacer el pino ni acrobacias semejantes, ni siquiera de niño. Mucho menos, andar sobre las manos. Se permite sonreír un poco ante la facilidad con que lo hace su compañero.

-Cuántas habilidades -se admira.

A la pregunta, se encoge un poco de hombros. Tampoco es que sea un experto cazador, vaya. Es solo una fuente más de trabajo.

-Me enseñó mi madre -explica, sin más-. Es decir, tampoco es que sepa tanto. Es solo... Es decir, en mi familia somos todos curtidores y... Me refiero, yo vivía en un pueblo con muchas granjas y tratábamos las pieles y... Pero cazar también ayuda, hay pieles que se venden muy bien, pero claro, si son animales salvajes, pues... Pero bueno, que tampoco me dedicaba a eso exactamente.

Se siente un poco mal monopolizando así la conversación.

-¿Có-cómo aprendiste tú? -no sabe si esa pregunta tiene sentido. De hecho... -Quiero decir, no a rastrear, sino -rectifica rápidamente-. Todas esas cosas que haces tan bien.

Algo no le suena bien en cómo ha dicho eso, pero no sabría ni por dónde empezar a corregirlo.

Johan no puede evitar sonreír. Se siente adulado, pero no va a negar que eso le guste.

Por otro lado, parece que el flamma no es tanto de presumir. A cada cosa buena que dice, le quita valor dos veces. A Johan eso le hace gracia, en cierto modo, pero también le da un poco de pena.

- ¿Sabes curtir pieles entonces? Parece difícil y trabajoso. Y no te veía cara de curtidor, eso ha sido una sorpresa -reconoce entretenido.

Cuando le pregunta por sus habilidades echa la vista al cielo, pensando un instante, como si recordase.

- Pues verás... El pino, por ejemplo... Cuando era pequeño me metía en muchos problemas. Y no fui nunca muy alto, así que solía perder. Me acababan tirando de cara al suelo tantas veces que ni puedo contarlas. Y un día pensé que si aprendía a echar las manos quizás saliese mejor parado. Y así fue.

Kyoti se mira las manos, con una sonrisa tímida.

-Sí, bueno... supongo que podría decirse que es mi oficio -confirma-. No es muy agradable, dicen. A la gente no le gusta el olor ni tocar pieles sin curtir, supongo... Es decir, no sé, yo nunca lo he pensado mucho. Empezaron a enseñarme muy pequeño.

Kyoti sigue con la mirada la del piscis, dirigida al cielo. Sonríe un poco cuando dice que de pequeño era un traste. Qué mono.

-Eso sí que es saber volver a levantarse -murmura. Y se sonroja.

Qué tontería. Eso no ha tenido gracia.

Johan lo piensa un momento. Cree que nunca ha tocado una piel sin curtir, salvo que cuente la que tiene él mismo adherida. O la que tienen otros seres, evidentemente. Quizás, si lo piensa, ha limpiado alguna vez algún pescado. Se pregunta si contará ese tipo de piel. Y decide preguntar.

- ¿Solo usas piel de mamíferos? ¿O también de otro tipo de animales? Aves, reptiles...

Cuando hace el comentario sobre volver a levantarse, Johan abre mucho los ojos, como sorprendido.

- ¡Oh! De hecho... Justo ahora mismo estoy entrenando cómo levantarme rápidamente de un salto. Para esas veces en las que cuando me caigo en combate no es de cara. Quiero tener todos los flancos cubiertos.

Kyoti frunce un momento el ceño, pensativo.

-Bu-bueno, la de mamíferos es la más común... Es decir, para mí, al menos -explica-. La de reptiles tiene su propio mercado, desde luego, pero no es con lo que más he trabajado. Hay mucha demanda en el desierto y en mercados de categoría, sobre todo, me parece. Las aves... ¿No sé? Me refiero, creo que nunca he visto peletería especializada en aves. Normalmente se despluman y se utilizan para otro tipo de adornos y... -Se sonroja de nuevo. ¿Estará explicando algo obvio o de verdad era eso lo que estaba preguntando?-. En fin, mi especialidad es el cuero. Ya sabes, bismontes y... eso. Es decir, y la cola también se aprovecha, claro, pero... se trata de otra manera.

No es lo único con lo que ha trabajado, pero es que tiene mucha demanda. Además, la cría de ganado está muy extendida, así que es fácil acceder a los materiales. En fin, es barato.

Parpadea, sorprendido. Sí que tiene el piscis interés en saber levantarse de una caída. Kyoti casi preferiría no llegar a caerse. Sonríe.

-Y-ya veo... Yo es que soy bastante torpe, la verdad.

Johan intenta imaginar un cuero hecho con piel de aves, pero manteniendo todas sus plumas. Primero lo visualiza como algo majestuoso, como un tipo de manto colorido y suave con enormes penachos cayendo por las piernas y emulando una suerte de pavo real humanoide. Luego, poco a poco esa imagen muta, pasando de ser un manto informe a tener la forma avícola del animal que le da cuerpo. Y entonces en vez de una capa de plumas no es más que un pavo deshinchado, un pellejo sin relleno, que en poco o nada se parece a una prenda de vestir.

Llegado ese momento, Johan hace una mueca.

- Creo que es mejor no utilizar piel de ave -razona-. Les tengo cariño, no podría hacerlo.

Y señala entonces hacia arriba, allí donde Rina y Dardo revolotean haciendo, desde luego, más ejercicio que el piscis.

Johan evalúa a Kyoti cuando habla de nuevo. Puede ser torpe, desde luego. No lo conoce hasta ese punto.

- ¿Y en qué centras entonces tu entrenamiento? -inquiere, curioso. Luego se pone muy serio de golpe, como si hubiese recordado abruptamente algo-. Por cierto... ¿Has visto que han vuelto a aparecer fantasmas por el cementerio?

Kyoti no sabe qué responder a eso. De pequeño siempre quería jugar con los terneros, con los conejos y con otros animales que en las granjas de su pueblo se criaban para el consumo. Unos cuantos disgustos le valieron para entender que más valía no establecer esa clase de vínculos. Con eso y con todo, puede comprender que quienes no viven su oficio de cerca tengan esa perspectiva.

Contempla a los dos animales que revolotean sobre sus cabezas. Bueno, si el tuviera un mecña tampoco lo despellejaría para hacerse unas botas, a ver.

-Pues... sobre todo en el arco. Quiero decir, es que tengo un arco -explica-. No tengo tan mala puntería, creo. Con lo de cazar y eso...

El cambio de tema lo pilla un poco desprevenido.

-¿Fantasmas? -pregunta.

Johan se lleva las manos a la nuca, asintiendo con suma atención. Lo cierto es que si lo pensaba, no tenía nada con lo que atacar de lejos. La magia, pero desde luego no era su fuerte. Quizás le mereciese la pena hacerse con algo para poder enfrentar a rivales que estuviesen fuera de su alcance.

- ¿Y es muy difícil tirar con arco? Quizás debería aprender eso o algo parecido. Yo soy más bien físico, de contacto directo. Pero claro, ahora que dices eso... Recuerdo alguna vez en la que casi me anulan por no tener rango. Afortunadamente me las ingenié de forma bastante interesante, pero quizás no se me ocurra una idea así de inesperada la próxima vez.

Por otro lado, está la cosa de los fantasmas. Asiente, más serio en esa ocasión.

- Verás, el otro día estuve en el cementerio y no llegué a ver ninguno. Pero sabes las historias, ¿no? Y escuché... algo. Y vi por el rabillo del ojo como se movía una lápida.

Lo piensa un momento, nervioso. Por algún motivo que no sabe explicar, se acuerda de Jun y de las sesiones de entrenamiento que hacían juntos de vez en cuando. Hace mucho de eso, realmente.

-Bueno... Hace falta fuerza, creo -explica-. Es decir, a veces me da la sensación de que la gente piensa que hace falta menos que para empuñar una espada -. Se sonroja-. Bu-bueno, no es que yo sepa muy bien cuánta fuerza hace falta para empuñar una espada, supongo que depende de la espada, igual que con los arcos, que depende de... -Carraspea-. Quiero decir. Yo, por ejemplo, tengo un arco largo, y si no se tensa bien, la flecha no irá muy lejos. Si es un arco más pequeño quizá haga falta menos, pero para conseguir distancia hay que tensar mucho. Podría enseñarte un día. ¡Si quieres! Solo si quieres, claro... No pasa nada si dices que no.

Kyoti no va mucho por el cementerio, precisamente, ni tampoco ha oído historias sobrenaturales. No es algo que le diga gran cosa.

-¿No sería... no sería un pájaro? O un conejo, escondiéndose -. Siente calor en la cara. ¿Y si está menospreciando sus creencias?- E-es decir, quien lo vio fuiste tú, y si tú viste una lápida, pues sería... sería eso.

Johan asiente satisfecho con la oferta de su nervioso compañero. No es como si pudiese despreciar toda la ayuda que puedan brincarle. No es que dude que pueda aprender por sí solo, pero con una pequeña guía las cosas salen más rápido y generalmente con mejor desenlace.

- Aceptaría tu ayuda encantado -confiesa-. No soy el mayor forzudo del palacio, eso seguro, pero espero tener suficiente fuerza para tensar un arco. Las espadas no son mi especialidad, pero puedo empuñarlas.

En cuánto al tema del fantasma, el flamma no parece muy convencido. Ya le pasó lo mismo con Krista, recuerda. Al final es una cuestión de creencias. Y de no haberse visto en esa situación.

- Quizás fuese un pájaro -admite, pasándose la mano por el mentón-. No podré saberlo salvo que un día alguien encuentre a ese fantasma. O yo mismo. Pero la última vez no tuvimos éxito.

Kyoti sabe que tiene la cara roja.

-Bu-bueno, tampoco hace falta tanta fuerza -se corrige. Desvía un momento la vista al torso todavía desnudo de su compañero, pero vuelve a alzarla en seguida, azorado-. Seguro que sí que tienes bastante.

No sabe muy bien qué decirle sobre el fantasma. Le desconcierta un poco, en general, como tema de conversación.

-Quizás... ¿en otra ocasión? -sugiere, por no desanimarlo.

Johan sonríe con satisfacción, asintiendo una vez con fuerza. Él también cree tener la fuerza suficiente. Para algo tiene que servir haciendo el pino todo el día.

- Pues es un trato. Me enseñarás trucos para usar el arco y yo puedo enseñarte algo a cambio: a hacer el pino, a usar las garras o a volar. O lo que prefieras, sé algo de muchas cosas.

Luego asiente otra vez, en relación al tema de los fantasmas. Eso también es importante, desde luego, pero como bien dice el flamma, tendrá que quedar para otra ocasión. Una ocasión nocturna, al menos. Nadie podría ver un fantasma con tanta luz.

- Ahora he de volver a palacio -zanja, yendo a por su ropa. Ya tiene el cuerpo lo suficientemente seco como para vestirse, aunque decide que prescindirá de los pantalones hasta que su ropa interior se encuentre en la misma situación o hasta que se la cambie-. Todavía tengo que acercarme al pueblo de paso a hacer algunas cosas, no quiero que se me haga tarde. Pero ha sido un placer. Ven a nadar otro día.

Y tras tomar todas sus cosas, ponerse la camisa y despedirse se aleja del flamma. Ya lleva algunos metros cuando silba, invitando a Dardo y Rina a hacer lo mismo.

*se va*

El piscis se despide y Kyoti asiente rápidamente, dejando bien claro que entiende perfectamente que tenga cosas mucho más importantes que hacer que tener una charla anodina con él.

-Claro -acepta su invitación como un gesto reflejo. Bueno, quizá otro día se vea con los ánimos para meterse en el agua-. Y-ya nos veremos.

Cuando el piscis se ha ido, Kyoti pasea un poco por la orilla del lago, en silencio. El paisaje, como mínimo, tiene que reconocer que es muy bonito. Llegado un punto, se agacha y prueba a meter una mano en el agua, por pura curiosidad.

La retira con una mueca. Está helada.

Pasea un rato más y, al cabo, decide que es hora de ir a atender él también otros asuntos.

*Se va*

Si algo en Brontë parecía inmutable, eso era el lago. Todavía entre las últimas hileras de árboles ya empezaba a entreverlo, y cuando dejé atrás el bosque lo pude contemplar en su plenitud. Sonreí para mí. Solo de verlo me daban ganas de que llegase el verano para echarme a nadar. Quizá podía acercarme hasta el islote, aunque fuera en barca en vez de a nado.

En cualquier caso, eso sería otro día. Me acerqué hasta la orilla y me acuclillé frente al agua, pero no llegué a tocarla, aunque una parte de mí quisiera hacerlo.

No tardé en incorporarme de nuevo, con las manos en los bolsillos, y en quedarme allí de pie, mirando el espejo de agua.

*Se queda*

Cuando llego corriendo, tras un buen trecho apurando el paso, siento que la nariz está a nada de gotearme. Pero bueno. Lo he conseguido. Aunque parece que Massen ha llegado antes. Cómo no. Siempre fue más rápida que yo. Diría que en todo.

La saludo con un gesto y voy directo hacia ella, quitándome la mochila de la espalda en el trayecto. La dejo en el suelo a mi lado y echo un vistazo al lago. ¡Pero qué de tiempo! Enseguida la abro y empiezo a sacar cosas de ella: el collar que uso para comunicarme, que le doy, unas toallas, un par de piezas de fruta y, para terminar...

Muestro a Massen una botella de cristal llena de licor y alzo las cejas, como si me hiciese el interesante. Si mal no recuerdo, tuvimos una fiesta, o un intento, en el lago o en el río alguna vez. No es que fuese un éxito, pero bueno.

<<Solo un trago>>, gesticulo. <<Si te apetece. Y un baño>>.

Jun no tardó mucho más en llegar. Me giré al oír sus pasos, y al poco lo tenía frente a mí, cargado con una mochila que en seguida dejó en el suelo. Me quedé esperando a ver qué era lo que traía. Lo primero, el collar, que me puse casi instintivamente. Después unas toallas, fruta, y...

Me eché a reír, sin poder evitarlo. ¡Pero bueno!

─Venga ya, confiesa. ¿Quién eres y qué has hecho con el verdadero Jun? ─bromeé.

Y yo abrigándome.

─No sé si voy a necesitar un poco más de un trago para animarme a meterme, que yo hace mucho que no paso por Aqua. Pero sí, claro. Yo esto tengo que verlo.

Me pregunté a qué dedicarían su tiempo libre los aprendices de Loksass. Porque no dudaba que aquello tenía algo que ver con las costumbres que Jun pudiera haber cogido de ellos.

Cuando se puso el collar me sentí por fin libre de comunicarme fácilmente, sin necesidad de que estuviésemos cara a cara todo el rato. Pude entonces dedicarme a buscar una buena roca y limpiarla de nieve para poner en ella la mochila sin que se mojasen todas las cosas.

-Jun ya no existe-. La miro de reojo, estrechando los ojos con gesto repentinamente mordaz-. Lo maté. Soy su sustituto. Jon. Pero no se lo digas a nadie. O tendré que matarte a ti también.

Supongo que en le fondo me ha venido bien irme de casa. No es que tenga nada contra el abuelo, pero desde que me fui de la Torre, todo ha ido a mejor. Supongo que sí tengo algo contra él. Analizándolo en retrospectiva, nunca me crió de manera muy normal.

-Dos tragos entonces -acepto, acercándome y abriendo la botella para estrenarla yo mismo. Cómo quema-. Está malísimo, qué horror... -le transmito, pero acto seguido se la paso.

La verdad es que me he venido un poco arriba, pero tampoco sé hasta qué punto soy yo capaz de sacarme ahora la ropa y meterme en el agua.

Me volví a mirarlo con una mirada desafiante. Al gesto, añadí una sonrisa amable.

─Qué mono ─respondí, igualmente irónica─. Por poder, podrías intentarlo, supongo.

Hice una mueca a su advertencia.

─Tu plan parece cada vez más apetecible ─bromeé. Pero tomé la botella y di un trago yo misma, conteniendo una mueca. Sí que rascaba sí─. Pero de dónde has sacado este... veneno ─añadí con voz ronca. Si ese era su plan de asesinato, a lo mejor funcionaba y todo.

No me lo pensé mucho antes de dar un segundo trago. Si quemaba, que quemase bien, que me iba a hacer falta. Después le devolví la botella y me incorporé un poco, sacudiendo las extremidades, preparándome todavía para la parte más absurda de todo aquello.

La próxima vez que quisiera ir al lago en invierno me aseguraría de comentárselo a una persona más cabal. Aunque, en mi recuerdo, Jun era bastante cabal. Iba a ser verdad que me lo habían cambiado.

─Dale, Jon, a ver qué has aprendido en Aqua.

Río de nuevo. Lo cierto es que no podría hacer mucho más que intentarlo. Salvo que la encontrase durmiendo atada y amordazada.

Recupero la botella de veneno y le doy un buen trago. No se me hubiese ocurrido un nombre mejor.

-Pues la cogí en las cocinas. Fue la primera cosa que vi, iba con prisa. Espero que no sea demasiado fuerte para Massen Dew-. Pese al todo jactancioso que transmito, estoy a punto de toser de los efluvios que me vienen desde la botella-. Puedo ir a buscar otra cosa. Zumo de naranja o así.

Vamos a morir los dos, al final. Ahogados en el lago. Pero no voy a echarme atrás ahora. Me tomo su frase como un reto y empiezo a quitarme la ropa: la capa primero, sin problema; la camisa después, y me estremezco. La miro de reojo con una sonrisa. Venga, Jun, tú puedes. Me descalzo y me deshago de los pantalones.

-Vaya brisa más agradable...

Qué maldito frío.

Entorné los ojos, mirándolo con cierta desconfianza.

─A saber qué has cogido. Licor para cocinar. Alcohol para las heridas. Combustible para los fogones. Creía que en Brontë seleccionaban el género con más ojo ─comenté─. Bueno, pues sí que estamos listillos. ¿Qué llevas, dos años encadenando borracheras? No diría que me tumbe cualquier cosa, pero desde luego esto pega fuerte. Después de tanta bravuconería no te quiero ver volviendo a Palacio haciendo eses, ¿eh?

No pude ocultar una sonrisa, y tuve que morderme la lengua para no echarme a reír. Y eso que la idea la había tenido sobrio; ni siquiera podía echarle la culpa a la botella. Controlando mis movimientos para que no me traicionase el frío, comencé a quitarme la ropa yo también, con aire digno. Pese a todo, notaba cómo se me iba erizando la piel.

─Desde luego, está el tiempo perfecta para un bañito ─coincidí.

Río de nuevo. La verdad es que siento que no he hecho otra cosa desde que nos hemos encontrado. Quizás desde que llegué ayer, incluso.

-Quizás sea una mezcla de todo eso. Tiene un deje a desinfectante, pero estoy seguro de que ardería bien. Aunque yo no le echaría esto a la comida-. Ni en una herida, a ser sincero. A su pregunta sobre las borracheras, le sonrío de nuevo, desafiante-. De hecho, sí. No recuerdo nada de lo que hice en Aqua. Ni siquiera tengo claro si estue realmente Aqua... Está... Todo muy borroso...

Echo a reír. Siendo sincero, yo también espero no volver haciendo ningún tipo de letra a Palacio. Quizás una i minúscula, preciosa y recta. Y a poder ser, vivo y no hecho un cubito de hielo.

Me acerco al agua mientras ella se desnuda y toco la orilla con la punta del pie. Pf... ¿Qué estamos haciendo? Vuelvo junto a Massen, doy un tercer trago a la botella, más largo, y espero que el fuego que me pasa por la garganta siga ahí cuando haya entrado en el agua. Luego, dándome la vuelta con un gesto firme, echo a correr hacia el lago y me lanzo dentro de un salto. Así es mucho más fácil.

Es como si cientos de pequeños cuchillos me cortasen el cuerpo.

Salgo a coger una bocanada de aire metros más adelante.

-Vaya paraíso tropical, Brontë. ¿Está esto en las islas Menphyis y no me había dado cuenta?

Puse los ojos en blanco.

─Ya entiendo, Jon, así que lo que buscabas en la biblioteca era un mapa ─aporté─. No me extraña, la verdad.

El frío mordía, pero ver a Jun haciendo esfuerzos por mantener la dignidad mientras mojaba un dedito del pie en el agua lo compensaba. Me aseguré de dejar mi ropa en su mochila para evitar que se mojase, excepto el abrigo y las botas.

Después, me acerqué a él para coger otra vez la botella, después de que hubiera dado un nuevo sorbo. Inspiré hondo y di yo otros dos seguidos. Dos, cuatro. Qué más daba. Más allá de la tos que no pude evitar, y que traté de cortar con un carraspeo profundo.

Iba a añadir algo más, pero Jun ya estaba lanzándose al agua. No pensé que lo haría. No pude evitar la risa que me salía a borbotones.

Pero no me iba a quedar atrás. ¿En hacer una completa estupidez? Daba igual, no me iba a quedar atrás. Dejé la botella junto a la mochila, busqué un punto de sobra conocido que me diera cierta altura con respecto al fondo del agua y me froté las manos. Después, me lancé directamente de cabeza, apretando todas las membranas con fuerza de manera instintiva.

Me obligué a extenderlas debajo del agua y a abrir los ojos. Mordía. El agua mordía. Mithos.

Me desplacé nadando hasta cerca de donde estaba Jun y asomé la cabeza, dejándome llevar de nuevo por la risa, más una respuesta al pánico que me estaba provocando el frío que otra cosa.

─¡Qué ganas tenía de darme un buen baño! ─aseguré, apretando los dientes para que no me castañearan.

Niego con suavidad.

-Como llevase buscando el mapa todo el tiempo que estuve en la biblioteca, casi me hubiese compensado buscar primero un mapa de la biblioteca.

Una vez ella está en el agua también nos toca hacernos los duros, a cada uno más que al otro. Siento un revoltijo caliente en el estómago, pero el resto del cuerpo lucha contra el agua helada. Quiero pensar que después de un rato entraré en calor, aunque solo sea mientras me muevo. La verdad es que ahora pensar en las termas se me hace más apetecible, si es que soy tonto.

-¿Una carrera hasta el islote? -propongo, divertido, echando a nadar sin esperar a su respuesta.

Entre su rapidez y sus ventajas, lo que menos quiero es desaprovechar el tiempo que pueda conseguir.

*se va nadando*

Jun echó a nadar dejándome con la palabra en la boca. Me quedé un momento donde estaba, sin reaccionar, antes de darme cuenta de lo que estaba pasando. ¿Me estaba dejando ya atontada el frío? O a lo mejor era el alcohol.

Sacudí la cabeza y me zambullí de nuevo, echando a nadar a toda velocidad hacia el islote. Hacía mucho que no iba hasta allá, pero casi lo sentía como mis dominios. Y, por otra parte, mi orgullo piscis estaba en juego.

*Se va nadando*