Lago

El agua empezaba a estar fría, pero seguía siendo aceptable. Quizás el contraste era lo que la hacía soportable. El frío de fuera no solía reflejarse tanto en el agua. Aunque todavía no hacía frío fuera, tampoco. Y el ejercicio mantenía el cuerpo en calor, aunque fuese dentro del agua del lago.

Nadaba concentrado en aquello, dando brazadas fuertes y sacando la cabeza para respirar cada vez que era preciso. Era un entrenamiento tan bueno como cualquier otro, y me servía para despejarme, además. La luz era cada vez menor y mis ojos, incapaces de ver bien en la oscuridad, me guiaban menos. Pero dentro del agua parecía que hacía menos falta ver. O al menos en aquellas circunstancias.

Los días iban pasando. La calma era extraña, apacible. Pero seguía pareciéndome como si algo no estuviese bien del todo.

*fin de escena*

He cogido la costumbre de salir con Vilo de vez en cuando de paseo, pero no del modo en que solíamos. Ahora voy montada en él, dejando que escoja por dónde vamos y a qué nos dedicamos. Al principio fue solo por hacer la gracia, y luego llegué a sentirme culpable. Pero, por lo que parece, no le molesta en absoluto, y parece incluso que agradece poder salir de paseo conmigo sin tener que detenerse a esperarme cuando no soy capaz de seguir su ritmo. Es una manera distinta de pasar el rato, desde luego.

Y hoy, por lo visto, el objetivo es el lago. Y aunque creo que lo que quería era beber, se detiene en tensión en la linde del bosque, observando. Lo primero que a mí me llama la atención es el híbrido que vuela de aquí para allá, torpe pero lleno de energía. Busco después con la mirada hasta dar con Anna. Así que se trata de macho, Lino.

Acaricio a Vilo detrás de una oreja y él la sacude un poco. Tras darle un suave abrazo, bajo de su lomo para seguir caminando. Tengo un asunto pendiente con la chrysos, y aunque esté tejiendo, no creo que sea una molestia.

Compongo una sonrisa amable.

-Buenas tardes -saludo.

Para entonces, Vilo ya se ha acercado a la orilla a beber.

Le hago un gesto de negación con las manos, como pidiéndole que vuelta a sentarse. No tardo en ponerme a su altura y hacerlo yo misma. Tengo algo que pedirle, pero supongo que no está de más que le dé algo de conversación primero.

-La verdad es que sí -respondo a su comentario, echando un vistazo al lago, que está gris y tranquilo-. No tardará en ponerse a llover, o incluso a nevar, me parece. Es mejor aprovechar mientras sea cómodo estar fuera.

Observo un momento al ave, que se desenvuelve en el aire con algo de confianza. Vilo no lo mira, pero sé que está pendiente de él.

-Cuánto ha crecido -señalo, sin borrar la sonrisa.

Asiento con suavidad.

-Lo he visto por ahí -confirmo-. La verdad es que yo lo llevaba mucho peor al principio. Pero sí, es un cambio muy brusco para nosotros. No es fácil aceptarlo y acostumbrarse.

De hecho, yo no lo he hecho del todo. Intento no abusar del amuleto de Rick, pero el caso es que al final acabo cayendo en ello. Es inevitable. Tener un objeto así para protegerse del frío y no usarlo sería un auténtico desperdicio. Claro que no quiero depender de él; no puedo estar segura de que podré usarlo siempre.

Sonrío cuando menciona a Vilo. A veces me cuesta recordar cómo era de cachorro. Demasiado frágil en comparación con lo que ha llegado a ser.

-Crecen demasiado rápido -coincido-. No da tiempo a acostumbrarse. A Lino le sentará bien el invierno, supongo. Es su momento para terminar de desarrollarse.

Sonrío al híbrido cuando se acerca. Siempre ha sido reservado.

-Hola, Lino -saludo con voz suave.

Niego al comentario de la chrysos. En realidad, no es así como funcionan las cosas. Vuelvo la vista a Vilo, que nos observa a cierta distancia.

-Probablemente no se lo planteen del mismo modo que nosotros -apunto-. De todos modos, creo que muchas veces se fijan en otros detalles. Cosas que a nosotros nos resultan imperceptibles.

Concedo una suave risa a su respuesta. La verdad es que todavía se le ve un rastro infantil, pero me parece que se va volviendo más desenvuelto cada vez.

-La gente dice que se me dan bien los animales -respondo a Anna-. Yo lo que creo es que, simplemente, me gustan y ellos lo perciben.

Asiento suavemente.

-Supongo que es natural -apunto.

Estoy viendo que como no introduzca el tema de forma directa, no llegaré jamás a él. Prefería ser más sutil, pero supongo que no siempre es posible. Al menos, mientras los animales me distraen.

-Estaba pensando en encargarte una cosa -comento entonces, con una sonrisa animada, permitiéndome mostrar interés-. No sé si estarás muy ocupada para ello, claro. Podría considerarse un capricho.

Aunque no lo sea, en realidad.

FdR- Pause

Tardo un momento en responder, en lo que pienso qué es exactamente lo que quiero pedirle. Se me han ocurrido varias opciones, pero no hay ninguna que destacaría por encima de las demás. Al final, me vuelvo a mirarla.

-Se trata de un muñeco -respondo entonces, con una seriedad que contrasta un poco con lo que podría inferirse de la petición-. No tengo una idea concreta en mente. Simplemente, un muñeco que no sea ni muy grande ni muy pequeño, y que esté hecho totalmente con materiales vegetales. Estaría bien que fuera en tonos tierra, supongo... -Niego, pensativa-. En realidad, esos detalles no me importan demasiado. La forma tampoco me importa mucho, realmente. Cualquier cosa sencilla.

Tampoco es que Anna tenga un gusto tan horroroso como para tener que estar vigilando esas cosas, y son detalles que no afectan a la función que daremos al muñeco. Con que no llame demasiado la atención será suficiente para que Lis pueda utilizarlo con tranquilidad.

Me lo pienso un momento. Es difícil explicar la finalidad de una petición así. Porque no voy a hablarle de Lis bajo ningún concepto. Acabo por ladear ligeramente la cabeza, pensativa. Al final, sonrío.

-Bueno, podría decirse que es compartido -explico-. Pero sí, en cierto modo es para mí. Si necesitas cualquier otra información, te la daré mientras pueda. Aunque tampoco te preocupes mucho por los detalles. Tan solo con los materiales, que son lo más importante.

Me levanto despacio al ver que Vilo, que lleva un rato mirándome, empieza a impacientarse. Quiere que volvamos al bosque. Sonrío a la chrysos.

-Voy a seguir con el paseo -anuncio, aunque ya sea evidente-. Ah, y gracias, Anna.

Tras despedirme, me encamino hacia Vilo, que también viene a mi encuentro, animado. Seguiremos haciendo ejercicio.

*Se van*

No puedes decir que te hayas adaptado, o no puedes decirlo exactamente. Eres capaz de sentir la tensión a tu alrededor, y lo comprendes. Eres el nuevo, y algunos de los más antiguos, los más mayores, te parecen más centrados en sí mismos de lo que lo están en ti. Te preguntas si es lo de siempre: los grupos que se hacen según llegada, o por afinidad. Ellos llevan más tiempo juntos, resolviendo asuntos que ni imaginas, por mucho que hayas intentado informarte.
Al final pasas la mayor parte del tiempo aprendiendo, revisando datos, investigando y procurando no causar problemas. Sabes que lo que sucedió con la última líder no fue culpa tuya, ni del resto de los flammas del mundo, pero eso no hace que tu posición ahí sea menos comprometida.

Aquí, junto al lago, el frío es algo mayor. Te abrigas con una capa color arena, y la cara, como de costumbre, esta semicubierta por la máscara, que te protege los labios y la nariz del frío. Aunque no lo necesitarías, de momento. El propio calor que consigues irradiar parece suficiente para templarte.
No estás en un momento de descanso, sino en uno de cavilación. No te gusta perder el tiempo y, aunque descansar sea necesario, tu posición actual no te permite hacerlo demasiado.
Es lo que te ha tocado y debes cumplir con ello.

*fin de escena*

Johan decide que justo ese día, menos caluroso que otros días de verano, es el adecuado para ir a darse un baño al lago. Aprovecha el paseo para comerse un bocadillo, disfrutar de un cigarro y del paisaje, echando alguna que otra ojeada a Rina y Dardo que lo siguen en el cielo, acercándose y alejándose a ratos, pero volviendo siempre sobre él.

Las deja a su aire, ya que ninguna de ellas es muy afín a nadar, y cuando alcanza la orilla simplemente de desnuda. Deja su ropa colgada de una rama, manteniendo la ropa interior, y luego, decidido, da los primeros pasos dentro del líquido fresco. Enseguida nota que en la zona en contacto con el agua se le eriza la piel.

- Uf...

Empieza a entrar poco a poco, con calma y cierta tensión en el cuerpo. Al cabo de unos minutos solo ha llegado a los muslos, zona que considera especialmente delicada. Decide quedarse en ese punto un poco, a ver si se acostumbra.

*se queda*

Kyoti se ha pasado la mañana trabajando en unas pieles que ha conseguido en el pueblo, aprovechando que ayer fue día de mercado. No son pieles de una calidad excepcional ni de formas fáciles de trabajar, pero eran muy baratas y no supo resistirse. Ahora lo que tiene que decidir es qué hacer con ellas.

Pero, entre tanto, y ya pasada la hora de comer, se ha decidido a dar un paseo hasta el lago. En general, no le llama mucho la idea de bañarse; está nublado y tampoco hace tanto calor, pero así suelen ser los veranos de Brontë, así que no espera temperaturas mucho más altas.

Cuando llega, se encuentra con que alguien ha sido más decidido que él para meterse en el agua. Kyoti lo conoce, aunque no han hablado mucho. Es un piscis bastante curioso. Le gustaría saludarlo, por educación, pero está dentro del agua y de espaldas a él, y llamar su atención solo para decir hola le da bastante apuro.

*Se queda siendo socialmente torpe*

Qué fría está el agua.

Johan no sabe si en algún momento va a dejar de sentir que eso es una mala idea. Decide dar un paso adelante, y luego otro, y el nivel del agua le alcanza el vientre. Es la señal que necesita para retirarse. La pie ahí es muy sensible y no cree que deba seguir. ¿Para qué hacerlo si no va a disfrutar?

Contento con su decisión, se gira para salir del agua. Distingue entonces la nueva presencia cerca de la orilla. Lo mira durante varios segundos, pensativo. ¿Debería ir hacia él o meterse de todo en el agua?

Finalmente se decide, alza la mano derecha y la agita tranquilo, saludando.

- ¿Vienes a darte un baño? ¡El agua está justo en su punto! - dice alto, para que lo oiga bien.

Kyoti lo ve avanzar dubitativo, despacio, y acabar por darse la vuelta. ¿Le pasará algo? Siempre ha tenido la idea de que los piscis son muy decididos en todo lo que se refiere al agua. Aunque quizás no sea más que un estereotipo. Probablemente, en realidad.

Responde al saludo sacudiendo la mano y esbozando una sonrisa tímida. Con invitación y todo, no le llama nada acercarse al agua.

-Ah, no, yo... -se disculpa-. Es decir, solo estaba dando un paseo, no... ¡Pero seguro que está muy buena!

Eso ha dicho él, que lo sabrá mejor.

Ahora Johan tiene un problema, porque su cuerpo no está de acuerdo con sus palabras. Y eso no está bien.

Responde a la negativa del chico con un asentimiento y luego, tras una corta inspiración, se gira de nuevo y se lanza al agua sin pensarlo, sintiendo todo el frío de golpe. Siempre es extraño cuando siente ese contraste entre su poca costumbre al agua, lo que le disgusta sentirse helado y que, al mismo tiempo, su cuerpo se encuentre en su elemento.

Despliega las membranas, se impulsa un poco cerca de la superficie, dejándose llevar por su instinto más que por sus ganas y luego, tras recorrer varios metros, vira. Decide que ha probado sus palabras más que suficiente y no tarda en volver a ponerse en pie para caminar y salir del lago, completamente empapado. No ha llevado una toalla y la brisa no es muy halagüeña.

Se acerca al flamma.

- Si cambias de idea, te lo recomiendo. Dicen que la natación es el deporte más completo. Hubo un tiempo en el que fui nadador de competición, en el lugar donde vivía. Aunque era en Ventus y la mayoría de la competencia estaba en desventaja, supongo -comenta risueño.

Kyoti sonríe, observándolo. Da gusto verlo nadar; es evidente que está encantado y en su elemento. Él admira esa relación que algunos tienen con el agua, y a la que él no puede aspirar. Por supuesto, el agua le parece esencial; es básica tanto para su supervivencia como para su trabajo. Pero, pese a todo, no se ve capaz de dejarse abrazar por ella con la decisión del piscis.

Cuando vuelve y le explica sus circunstancias, queda de manifiesto que su relación con el elemento es incluso más profunda de lo que Kyoti había supuesto. Es casi romántico.

-Bu-bueno, tiene mérito, de todas formas... O, es decir, eso me parece a mí -trata de opinar, sin mucha fuerza en la voz-. No cualquiera puede decir eso.

Lo contempla, admirado.

Johan se encoge de hombros, con una sonrisa abierta.

- La verdad es que no me gusta presumir -admite-. Ahora me avergüenza un poco haber dicho eso. No lo vayas contando por ahí, por favor-. Se escurre un poco el pelo mientras habla-. Pero mira tu porte. Seguro que también eras todo un atleta, ¿verdad? Tienes aspecto de ser bueno escalando árboles, si me permites el comentario.

Lo podía imaginar haciendo aquello, pero también cualquier otra cosa. Johan sabía que todo el mundo tenía, al menos, un rasgo oculto que resultaría increíble para cualquiera que lo escuchase. Descubrir aquellos pequeños secretos era como encontrar un regalo debajo de una piedra.

Kyoti se sonroja, aunque si alguien se lo preguntaba, no sabría explicar por qué. Niega rápidamente con la cabeza.

-No, no, claro, por supuesto... ¡Quiero decir! Que no se lo diré a nadie... -asegura, tratando de sonar digno de confianza.

Kyoti se da cuenta cuando el piscis empieza a hablar de su físico de que tal vez, quizás, él estuviera prestando demasiada atención al de su interlocutor. Siente algo más de calor en la cara.

-¿T-tú crees? -pregunta, poco convencido-. Quiero decir, supongo que, bueno, sí he dedicado algo de tiempo al rastreo, a la caza y a... Pero, ah, claro, eso no tiene mucho que ver con... bueno, con escalar. En realidad, en fin, creo que con eso tengo muy poca experiencia, más bien, diría.

Carraspea un poco, azorado.