Zacharyas
Edad : 34 Mensajes : 1289
| Tema: Diario de Zacharyas Blacksmith Dom Mar 02, 2014 5:19 pm | |
| Nombre: Zacharyas Blacksmith Fecha de Nacimiento: 25/12/987 Arma Inicial: Un espadín de color negro. Inventario- 5 brintalfitos:
Vienen en un saco. Obtenidos en la misión A por los monstruos.
- Cesto de viaje:
Contenía una botella de vino y queso fuerte. Obtenido en la misión Extraños sucesos en la plaza.
- Gema de la cabeza de Ksà:
Absorbe el poder de un conjuro y lo recrea en cuanto la víctima tiene contacto con la piedra. Obtenido en la misión Extraños sucesos en la plaza.
- Reclamo de pájaro:
Al soplar hace el sonido de un pájaro. Obtenido en la misión Extraños sucesos en la plaza.
- Trozo de cuero:
Una materia prima. Obtenido en la misión ¡A por los karnikarsh!. Técnicas- Dislocar:
El usuario es capaz de dislocar una de sus articulaciones. Vale para, por ejemplo, quitarse unas esposas. Su uso repetido puede ocasionar lesiones. Básica. Aprendida a través del bonus Técnicas y Hechizos.
- Tiro errático:
El usuario dispara un proyectil instintivamente, que busca al rival prácticamente al azar, haciéndose más difícil de prever y defender. Narrador elegirá su destino (siempre en el enemigo). Básica. Aprendida a través del bonus Técnicas y Hechizos. Hechizos- Âchnam:
Una esfera de materia oscura se forma en una de las palmas de una de sus manos -la que elija-, pudiendo dirigirla en la dirección que desee. Una vez formada, el conjurador podrá mantenerla en la mano cierto tiempo o lanzarla directamente, pero no fusionarla con otra o cambiarla de extremidad. Su potencia dependerá del nivel de magia del conjurador. Innato.
- Garves:
Un manto de oscuridad ciega completamente al objetivo durante un momento (un segundo por stat). El efecto es directo sobre los ojos de la víctima. No afecta a caeruleus. Puede ser contrarrestado con un hechizo cegador claritas si la magia de su conjurador es igual o mayor que la del conjurador del Garves. Innato.
- Cement:
El usuario vuelve a la sombra de su enemigo contra él, haciendo que lo ataque. Mantener el control sobre la sombra supone un gasto de magia que en exceso puede ser perjudicial. Básico. Aprendido mediante entrenamiento.
- Deâdo:
El usuario envuelve a su enemigo en un estado de pesadilla, en el que visiones de sombras y elementos tenebrosos lo rodean, mezclándose y confundiéndose con el entorno real. Cuanto mayor sea su nivel de magia, más exactitud y detalle podrán tener las visiones. Mantener el hechizo activo supone un gasto de magia que en exceso puede ser perjudicial. Básico. Aprendido mediante el bonus Técnicas y hechizos.
- Eeh:
De la boca del usuario surge una ráfaga de oscuridad con la que atacar. Es más difícil controlar su trayectoria cuanto más lejos esté el enemigo. Básico. Aprendido mediante el bonus Técnicas y hechizos.
- Menâo:
El usuario invoca una columna de oscuridad que baja con fuerza sobre el enemigo, golpeándolo de arriba a abajo y que, con la potencia suficiente, puede llegar a pegarlo contra el suelo. Básico. Aprendido mediante el bonus Técnicas y hechizos.
- Uld:
Tantos elementales de oscuridad como stats tenga el usuario son invocados para lanzarse contra su enemigo y atacarlo. Son menos eficaces contra caeruleus. Pueden usarse individualmente (duran más tiempo pero tienen menos poder) o en grupo (duran menos tiempo pero tienen más poder). Básico. Aprendido mediante el bonus Técnicas y hechizos.
- Baadha:
El usuario crea una pantalla mágica de tamaño variable (nunca mayor que su propio cuerpo) ante su cuerpo, con las palmas extendidas, que lo protege de golpes físicos y hechizos. No es completamente transparente, por lo que la imagen se ve un poco distorsionada cuando la luz la atraviesa, de manera que es fácil delimitarla. Solo puede invocarse al frente, a escasos centímetros de las manos, y solo se mantiene activa mientras está extendida una de las manos, por lo menos. Además, es una pantalla sólida, de modo que el usuario tampoco puede lanzar proyectiles desde su lado. A cambio, la cantidad de energía que consume es muy baja. Básico.
- Fuuchi:
Curación de heridas a nivel superficial, en la piel. Pueden ser de todo tipo: quemaduras, cortes, irritación... La capacidad de curación, a nivel del tamaño de la herida, depende del nivel de magia del usuario. Puede usarse varias veces si una no es suficiente para completar la curación, pero un uso excesivo producirá fatiga. Básico.
- Fuuruchi:
Cura heridas en profundidad y contusiones, pero no puede detener una gran hemorragia. La capacidad de curación, a nivel del tamaño de la herida, depende del nivel de magia del usuario. Puede usarse varias veces si una no es suficiente para completar la curación, pero un uso excesivo producirá fatiga. Básico.
- Otisum:
El usuario puede ensordecerse a sí mismo hasta tantos segundos como poder mágico tenga. Básico.
- Otisum:
Permite volverse invisible mientras el usuario se mantenga donde está. Puede moverse, pero si se desplaza perderá su invisibilidad. Básico. Datos personales- Trasfondo:
- Primeros pasos:
Zacharyas Blacksmith nació en el seno de un matrimonio humilde, cuando estos ya habían perdido casi toda la esperanza de tener hijos. Si bien ambos esperaron con ilusión el nacimiento del pequeño, y vivieron encantados los primeros años de su cuidado,templados por la edad para soportar mejor los llantos y molestias de una criatura, cuando el pequeño caeruleus tenía tres años su comportamiento extraño comenzó a salir a la luz.
Zacharyas era un niño delgado, pálido, con los huesos tan pegados a la piel que podía parecer que no tenía músculo entre ambos. Su pelo espeso ya lo caracterizaba de pequeño, y no se dejaba peinar bien por mucho que la señora Blacksmith lo intentase. Y su mirada, oscura, no estaba en aquel entonces empañada de culpa, e incluso brillaba inocente en sus cuencas.
Había algún niño más en el pueblo. A veces las madres los reunían para jugar, para que se entretuviesen, y mientras ellas hablaban y hacían sus tareas. Y la madre de Zacharyas no era menos, aunque fuese la mayor de todas ellas. Por ello disfrutaba de aquellos encuentros que tantos años había anhelado, viendo jugar a su pequeño con otros. Pero un día, a los tres años de edad, ya pasando unos seis meses de haberlos cumplido, Zacharyas empujó a otro niño, haciendo que se cayese y se rascase las rodillas. El segundo, llorando, acudió junto a su madre, y la de Zacharyas al lado del pálido caeruleus, al que reprendió severa, si bien eran solo cosas de niños.
Zacharyas no lloraba nunca. Era extraño incluso que estuviese serio. Cuando se caía se levantaba solo, sin queja, con una sonrisa, y debía de ser torpe, pensaban los padres, pues siempre tenía las rodillas y las manos peladas. Aunque claro, era normal que un crío como aquel no supiese andar bien todavía por los caminos polvorientos del pueblo, por otra parte. “Tu hijo ha mordido al mío hasta hacerle sangre”, reprendía una madre un día a la señora Blacksmith, “Al mío lo ha arañado”, decía otra, una fecha distinta, a la madre del pequeño. Con el paso del tiempo, el obediente caeruleus se convertía para las madres de los demás en un tipo de vándalo, un niño mal educado que no sabía dónde estaba el límite. Y por muchas broncas que recibiese, incluso aunque la madre lo abofetease para que aprendiese, Zacharyas nunca lloraba. Las palabras lo hacían estar serio, pero los golpes los soportaba, estoico, esbozando una sonrisa y asintiendo. Debido a aquello, Zacharyas empezó a jugar mucho solo, en el campo que había detrás de la casa, ya con cinco años. La madre esperaba que creciese un poco, que aprendiese y, de paso, esperaba a que las otras madres olvidasen aquellos acontecimientos, que no eran más que chiquilladas, al fin y al cabo.
El señor Blacksmith, como herrero del pueblo, trabajaba mucho y duro para sacar a su familia adelante. Por suerte, siempre pensaba, tenía un hijo sano que raramente se ponía enfermo, y tampoco pedía mucho, de modo que los gastos no habían crecido demasiado. Cuando tenía tiempo aprovechaba para jugar con su hijo, al que veía mucho menos que la madre, y ambos parecían entenderse bien. Una tarde, por ejemplo, el señor Blacksmith acudió al campo que había detrás de la casa, en el que encontró a un Zacharyas acuclillado, contemplando algo curioso. Al acercarse el señor Blacksmith al lugar pudo ver un pajarillo, a los pies del niño, que se revolvía ensangrentado. Un zarpazo en su cuerpo delataba el origen de la sangre. Y cuando Zacharyas preguntó al padre por qué el pajarillo temblaba, este le dijo que porque estaba herido y le dolía, y que si quería podían tratar de cuidarlo para ver si se curaba. Fue entonces a por una caja en al que meterlo y y a por unos algodones, pero al volver vio que el animal, entonces muerto, estaba lleno de tierra y tenía el cuerpo semiaplastado. Zacharyas todavía lo miraba, muy serio, casi sin pestañear. “Ya no tiembla”, dijo el pequeño, mirando al señor Blacksmith y sonriendo. Y el padre pensó que eran cosas de niños. Al fin y al cabo, creía, los niños no conocían el bien ni el mal, y a veces experimentaban de un modo que parecía cruel. Así que lo dejó estar, creyendo que simplemente había sido un experimento de críos, y que no se repetiría.
- Hormigas:
A los seis años Zacharyas evitaba jugar con otros niños. La señora Blacksmith había intentado que volviese a hacerlo, pues las otras madres ya no se quejaban, y había conseguido que el pequeño comprendiese al fin que debía portarse bien con los otros niños. Pero si bien el niño asentía y sonreía a las palabras de su madre cuando ella lo mandaba a la plaza, la señora Blacksmith obtenía respuestas ambiguas cada vez que preguntaba por lo que habían hecho, y Zacharyas siempre se lo había pasado “bien”, siempre había “Jugado a cosas” y los nombres de los otros niños, en concreto, nunca estaban claros. Así pues la madre, que sabía que los niños siempre ocultaban cosas, se asustó, quizás, de que su hijo no encajase con los demás, de que no supiese hacer amigos, de que llegasen a tratar mal a su único hijo, al que tanto les había costado tener. Pero el día que fue a la plaza a buscarlo antes de tiempo no lo vio allí. Y aquello solo reforzó sus ideas, porque todas las madres piensan siempre que su hijo es bueno y que si no juega con los otros es porque ellos lo apartan. Pero, como ya hemos dicho, era Zacharyas el que no iba a jugar a la plaza como su madre le decía.
Un día que la señora Blacksmith lo siguió, finalmente, lo encontró en un pequeño prado, junto al bosque, inundando un nido de hormigas y viéndolas salir del hormiguero, a prisa, algunas corriendo y otras flotando muertas, sin más. Aquello, por supuesto, era propio de un niño. Ninguna madre se asustaría si su hijo era malo con las hormigas. Era normal que un niño cualquiera pisase unos cuantos insectos. Y como se trataba de la madre, y no del padre, que había visto que el muchacho no hacía aquello solo con hormigas, quizás la historia hubiese cambiado. Pero fue ella la que lo vio, y la que preguntó, extrañada, qué hacía allí jugando solo. Él le dijo simplemente que había visto las hormigas y se había distraído siguiéndolas. Y al ver el hormiguero había decidido inundarlo. Preguntó entonces a su madre que qué se sentía al ahogarse, y ella le dijo que un dolor muy fuerte, y que no lo intentase nunca, porque era como fuego en los pulmones. Luego lo acompañó al la plaza, para que fuese a jugar.
Aquella tarde el padre de Zacharyas tuvo suerte y entró en el baño a tiempo, mientras el niño se bañaba. Encontró el cuerpo del pequeño sumergido en el barreño de agua templada, ya inconsciente y amorotado. Los padres consiguieron reanimarlo y luego lo metieron en cama, Mientras la madre llamaba al doctor, el señor Blacksmith preguntó al hijo que qué había pasado, si tal vez se había mareado por el agua caliente. Zacharyas, entre sábanas, pálido y débil, sonrió a su padre desde la cama. “Era como fuego en los pulmones”, le dijo, sin más. Y el padre, preocupado, no supo qué responderle.
- Familia:
Pareja: ♀ Ayne Stalom Hija: - ♀ Julia Blacksmith:
Nacida en Caligo, en la Cordillera Astral, el 22 de marzo de 2015.
| |
|