Biblioteca

Frunció el ceño, pero decidió ignorar la respuesta del chrysos. Con su comentario había intentado ser minimamente educado, pero parecía haberle molestado en exceso. Ni tan siquiera tenía relación con las muchachas, ni sabía cuáles habían muerto, así que su perdida no alteraría demasiado su día a día. Se había disculpado por educación, por si el chrysos podía haber tenido algún vínculo con ellas, no porque aquel suceso lo hubiese trastocado.

—Entreno a veces —respondió, todavía con el ceño arrugado. Luego torció una sonrisa—. Entrenaba con las muchachas de Flavia hasta que Vatra me quemó, haciendo casi imposible seguirles el ritmo. Después de eso, tuve otros problemas. Y después no volví a verlas. —Lo miró—. Hace meses me dedicaba a bastantes cosas más, pero bueno, cambios de la vida.

Miró de reojo el libro que el chrysos tenía en la mesa. Luego añadió:

—Pero actualmente paso bastante tiempo leyendo, sí.

Torció una sonrisa, con sorna.

—Frágil como una florecilla, eso soy. —Lo miró—. Y blandito como una almohada, sin duda.

Se preguntaba cómo le había ido al chrysos en las sesiones con Vatra. Él, que sólo había ido a tres, consideraba que no había salido tan mal parado; a fin de cuentas, cuando luchó al lado de Alehyss ambos vencieron al menos una vez a Vatra. Para alguien tan blando como él, aquello debía figurar entre sus más grandes logros, justo al lado de no haber muerto aún a pesar de estar en Brontë.

—También soy todo un misterio. —Lo miró—. A las chicas les encanta el rollo del aura misteriosa, créeme.

No era de la incumbencia del chrysos lo que le había pasado, ni tampoco qué había hecho o había dejado de hacer.

Se encogió de hombros.
Realmente, ni aura misteriosa ni leches. Cualquiera que lo conociese sabría que es bastante simple, básico. Tal vez hasta idiota.

Ignorando el primer comentario, porque no era necesario alargar una broma que no se sustentaba, miró al chrysos, jocoso. ¿Por qué todo el mundo sacaba el tema de Madame? Hablando con Rick Dehnel, la mujer ya había salido, y ahora aparecía con Gerald. Qué obsesión tenía aquel Palacio.

—¿La caeruleus del otro día? —Ladeó la cabeza—. Lo cierto es que no lo sé, no estoy interesado. Pero si la mujer te interesa, no es difícil de encontrar. —Lo miró. Luego, en un gran gesto de generosidad, añadió—. Se hace llamar Madame Desmarilles, o algo así. El Madame es seguro; el apellido, no tanto.

FdR: Madame Des akakakakaka que chistosos soy XD

Finalmente, decidió tomar asiento enfrente del chrysos. Ya que parecía que no iban a enzarzarse en una batalla verbal, prefería estar sentado.

Negó con la cabeza, torciendo una nueva sonrisa. Si pretendía que él le explicase por qué la caeruleus había ido a ayudarle, mejor sería que lo olvidase. Él mismo no acababa de entenderlo del todo.

—No, no la conozco a fondo. La he visto bastantes veces, pero no somos lo que se dice íntimos. —Lo miró—. Digamos que tiene una relación con alguien con quien yo tengo relación, así que a veces nos vemos.

Aquello no era del todo cierto, pero tampoco era mentira en su totalidad. Si veía a la caeruleus no era por la relación que tenía o dejase de tener con Alehyss, sino porque la mujer quería. Pero también era cierto que lo único que, de alguna forma, los unía era la chrysos.

—Sobre lo otro, me consta que puedes contratarla para según qué cosas, pero no sé cuál es el precio. Ni tampoco si aceptaría todos los pedidos.

Se encogió de hombros.

—Más que elitista con las personas, yo diría que es con los encargos.

No sabía qué estaba pasando por la mente del chrysos, pero tampoco sabía a qué oficios se dedicaba la caeruleus. Sabía que traficaba con información, y que tenía una amplia red de contactos, pero tal vez pudiese hacer más cosas como, por ejemplo, dar protección a alguien a cambio de un módico precio. No obstante, dudaba que Gerald buscase algo así en Madame.

—Llevo dos años y algo, más o menos. —Lo miró—. No me acuerdo exactamente de cuánto tiempo, pero bastante.

Torció una sonrisa, y luego se mantuvo en silencio unos segundos, pensando en las siguientes palabras del chrysos. No entendía por qué, pero últimamente aquel tema era casi tan recurrente en su vida como las preguntas por la caeruleus.

—Digamos que hay alguien —murmuró finalmente. Volvió a encogerse de hombros—. Nada serio, no obstante. ¿Y tú?

El chrysos torció una sonrisa.
Otra vez el puto tema del amor. ¿Qué obsesión tenía la gente con la palabrita? ¡Mithos!

—No creo que ella estuviese conforme con eso. Con lo de amor, digo. Y yo tampoco.

Se imaginaba a Alehyss Lester y se la imaginaba frunciendo el ceño y apretando los labios, esbozando una mueca de desagrado y luego farfullando, o gruñendo, que aquello eran sólo tonterías. Y se imaginaba a sí mismo negándolo completamente, tal y como había hecho cuando Rick Dehnel lo había mencionado y tal y como hacía ahora.

Miró al chrysos.

—Apasionante. ¿No te aburres de romper monigotes con la espada? —Sonrió—. No me creo que no haya nadie que te interese.

Se encogió de hombros.
Nunca se había planteado esa cuestión porque le parecía realmente estúpida.

—Supongo que sí. —Lo miró—. Tampoco me molesta. Y, además, ella no deja de ser mejor guerrera que yo, y también alguien más inteligente, así que...

Volvió a encogerse de hombros.
Nada de lo que había dicho era mentira: en un combate, estaba seguro de que Alehyss le ganaría, de la misma forma que sabía que la chica sabía más acerca del mundo que él. Ahora imaginaba que el chrysos lo tacharía de inútil, calzonazos incluso, pero le importaba bien poco.

—Entonces deduciré que te interesan todas. —Lo miró de nuevo, sonriente—. Todos, incluso.

Y tal y como había supuesto, al chrysos le hacía gracia. Tampoco se lo iba a reprochar, pero si de verdad creía que ser consciente de que la parte femenina de una pareja era más fuerte, y no tener problema en reconocerlo, era algo gracioso, entonces tal vez debería replantearse algunas cosas. O no, a él qué más le daba.

—Creo que te estás imaginando lo que quieres. —Lo miró—. Para empezar, como ya dije, no hay tal relación, y para seguir, no creo que ninguno mande sobre el otro. Simplemente, en caso de darse, ella sí es más fuerte, y es más inteligente, así que perfectamente podría llevar las riendas.

Además, también creía que Alehyss era más fuerte e inteligente que él, que Gerald, pero no iba a decírselo.

—No creo que esté en tu lista de intereses. —Torció una sonrisa—. Aunque si fuese tía, te aseguro que tendría cuidado al dormir contigo rondando por aquí.

No.
Realmente no.
Le daría bastante igual.

fdr. abaho el patriarcao

Torció una sonrisa.

—También considero que es mejor que la mayoría de los guerreros de aquí, por no decir todos. —Lo miró—. No es algo entre ella y yo.

Alehyss Lester podía vencer a casi todos los guerreros de ese palacio sin apenas despeinarse. Tal vez hubiese alguna excepción, tal vez Gerald lo fuese, pero estaba convencido de que la chica era más fuerte que todos ellos. Y también más inteligente.

Soltó una débil risa.

—Con el cuerpo que tengo, dudo que mi versión femenina tuviese grandes pechos. —Negó con la cabeza—. Pero mejor, así me ahorraría eso de preocuparme por alguien como tú. Viviría una vida tranquila, ajena a los problemas de otras féminas.

Frunció ligeramente el ceño.
Si es que era imbécil. Pero imbécil con todas las letras y la tilde en la e. ¿Por qué se había puesto a dar explicaciones? ¿Por qué había seguido con el tema si no quería dar nombres? Muy inteligente por su parte, sí señor. Se sorprendía de lo poco avispado que podía ser a veces.

Chasqueó la lengua.

—Alehyss Lester —murmuró. Lo miró, el ceño más arrugado que antes—. Aunque ni tan siquiera sé por qué te lo cuento.

Suspiró. Ahora a esperar la reacción del señor. Por algún motivo, se lo imaginaba rompiendo a reír. Estaría preparado para ese momento.

A su siguiente comentario, respondió llevándose dramáticamente una mano al pecho.

—Creo que es lo mejor que me han dicho en todo el día. —Lo miró—. Aunque de virginal nada.

Y efectivamente, ahí estaban las risas.
El chrysos observó a Gerald en silencio mientras este reía y reía, menos estruendosa de lo que había esperado, sus hombros moviéndose al compás de sus carcajadas. Lyam tenía el ceño funcido y una expresión bastante seria, y se sentía ligeramente ofendido por las intuidas risas del chrysos. Sin embargo, no le dijo nada, y se limitó a esperar a que recuperase la compostura. Cuando lo hizo, torció una sonrisa, que conjuntada con su ceño aún arrugado cantaba a gritos que era falsa.

—Claro.

No dijo nada más, notando cómo la molestia crecía en su interior. Era un egocéntrico; no soportaba que la gente se riese de él, mucho menos sin motivos. El chrysos podía creer lo que quisiese, pero si los viese en la cama probablemente no se carcajearía como un imbécil.

—Buenas noches.

Tampoco añadió nada más a su despedida, pero observó de reojo cómo Gerald abandonaba la biblioteca, todavía sentado en la banqueta y con la misma expresión seria, casi malhumorada. Ahora esperaría pacientemente a que el chrysos lo pregonase por ahí, que sin duda era lo que le pegaba.
Por eso precisamente no le contaba nada a nadie, y por eso ignoraba aquellas chorradas de ser sincero, contar siempre la verdad. Ser un hazmerreír nunca había estado en sus planes.

*tras un rato, se va*

fdr. ríe, ríe, ríe.

Cierro un libro con gesto cansado y lo dejo encima del resto del montón, frustrado, con el ceño fruncido. Aprovecho el respiro para sonarme. No volveré a salir a la lluvia nunca más... Una pena que Lluvia comparta nombre con algo tan incómodo.

Suspiro, apoyando la barbilla sobre las manos, pensativo. A este paso aún va a ser cierto que como no pida a Lluvia que me deje ver su ala... Pero es que eso me da bastante vergüenza... Además de que pretendía que fuese una sorpresa, y que si no lo consigo no me gustaría decepcionarla... Simplemente no le diría lo que estuve haciendo y punto.

Nada... Hoy no voy a conseguir nada aquí...

*recoge los libros y se va*

FdR- Estoy debajo de un Lyam picado con Gerald XD

El ardor que atravesaba mi pierna me impedía caminar con facilidad. Me ayuda apoyándome en las paredes, las estanterías, y todo lo que tuviera a mano. Buscaba cualquier cosa que pudiese distraerme. Necesitaba algo que me entretuviese durante unos días.

Recorría con mi vista los lomos de los libros, con sus títulos y sus autores. Nada me interesaba, todo parecía aburrido, parecía que me encontraba en la sección de cosas que no le interesaban a nadie. Me detuve entonces en un libro, se llamaba: Herbolaria de Fulmen para aprendices. Me acordé de las bayas, de las raíces y hojas de asfódelo espinoso. Quizás debería informarme un poco, cualquier cosa con tal de no morirme de aburrimiento en la camilla que se me había asignado en la enfermería.

Con el libro en mano, y pasos mermados por el dolor, abandoné la gigantesca sala.

*Se va*

Dado que Lea todavía no me había enseñado nada, tendría que aprender por mi cuenta, de modo que fui a la biblioteca a por un libro. Era mejor ser enseñado por personas, los libros no eran demasiado de fiar, pero a falta de tortas bueno era el pan, o algo así. Aunque no entendía aquel dicho. Yo prefería el pan a recibir una somanta de palos.

Encontré un libro que hablaba de cuidados a animales de granja y lo cogí. Parecía válido para aquello, decidí tras ojearlo, de modo que me lo llevé. ¡Un Rick Dehnel preparado era un Rick Dehnel eficaciente!

*se va*

De vuelta en Brontë, Corbin se sentía muy satisfecho con su incursión en Ignis, a pesar de que tanto él como Alehyss habían salido de allí con diversas lesiones. Tenía aquella sensación de haber sido útil y haberse sabido desenvolver que no tenía tan a menudo desde la muerte de Falace.

Para cuando llegaron a Brontë, el claritas todavía tenía marcas de la batalla, pero estaba relativamente recuperado. Su principal problema era el brazo, que seguía sin terminar de curar, y los ojos, que aunque parecía que iban a recuperarse, aún no lo habían hecho del todo.

Corbin podía volver a hacer ya vida normal, entrenando a diario (aunque de forma más relajada, por el momento) y dedicándose a leer (quizá menos horas de las que acostumbraba). De nuevo en la biblioteca, rebuscó hasta dar con uno de aquellos libros que había dejado pendientes de lectura y, buscando un lugar recogido pero bien iluminado, se puso a leer.

*Se queda*

Corbin se detuvo cuando empezó a sentirse cansado. Se frotó un momento los ojos, exasperado. Aún no se había recuperado bien, después de todo...

Decidió dejar el libro en la biblioteca. Así no tendría la tentación de leer todo el rato. Lo que debía hacer era descansar.

*Se va*