Biblioteca

La correspondencia empezaba a acumulárseme, lo cual resultaba de lo más molesto. Estaba resultando cada vez más difícil obviar la situación. Corrían rumores de que algo había sucedido en Brontë, con lo cual evitar el asunto de mi "accidente" empezaba a ser insostenible. Tarde o temprano tendría que dar la cara, y parecía que tendría que ser más temprano que tarde. Aunque, por el momento, seguía intentando estirar mi tiempo lo más posible con cartas tranquilizadoras.

Al llegar a la biblioteca me encontré con Gerald enfrascado en libros. Me pareció curioso, pues sabía que era más hombre de armas que de letras. Me acerqué por detrás, apoyando una mano en el respaldo de su asiento y asomándome por encima de su hombro a sus lecturas.

-¿Qué, has empezado a perseguir a una intelectual y te exige más de lo que puedes darle? -pregunté con sorna.

Lo miré con cara de circunstancias.

-Sí, de hecho es precisamente a eso a lo que me refería -apunté.

Aproveché para echar una ojeada a lo que estaba estudiando, y me encontré con una serie de mapas y descripciones de rutas. Apuntaba absolutamente a un viaje.

Cuando Gerald se estiró, apoyándose contra mí, le di un par de palmaditas en la cabeza, como a un animal, al tiempo que prestaba atención a lo que decía. Sopesé un momento sus palabras, como si estuviera decidiendo si dejarme convencer o no por sus argumentos.

-Ah, entonces ¿es posible convencerte de algo? -pregunté, tratando de quitarle hierro al asunto.

Así que se iba a arreglar su vida. Curioso, desde luego.

-¿Vas a dejarme abandonado mucho tiempo? Si haces gran cosa con tu vida tendré que buscarme a otro fracasado que me acompañe no haciendo nada con la mía...

Fruncí un poco el ceño ante una respuesta tan amarga. Por un momento me acordé de aquella noche en las termas. Había pocas ocasiones en que Gerald parecía recordar por un momento sus propios problemas, pero en aquellas pocas ocasiones se podía entrever que, en el fondo, le preocupaba. Lo cual, por otra parte, tenía todo el sentido del mundo.

Decidí dejarme de bromas.

Escuché entonces sus recientes averiguaciones, pensativo. Parecía, de hecho, bastante perdido con su situación. Negué con la cabeza ante su pregunta. Como él mismo decía, la decisión estaba tomada, pero eso no implicaba que fuera fácil responder.

-Entiendo que no te sirvan, pero dudo que las mías fueran a ser más válidas -comenté, sin saber muy bien hacia dónde enfocar la pregunta-. Supongo que no tienes por qué buscar una panacea inexistente. Digamos que se ha presentado ante ti la oportunidad de indagar un poco al respecto. Nada indica que tengas que seguir buscando hasta el fin de tus días, pero sería poco recomendable dejar escapar la oportunidad sin más.

Puse los ojos en blanco. Siempre tan puntilloso.

-Las quejas a mi querida madre -comenté, sarcástico-. Alguien tiene que mantener esa cabeza tuya sobre los hombros.

A su siguiente comentario, tratando de hacer que se relajara un poco, me llevé una mano al pecho al tiempo que apoyaba la otra en su hombro. Negué con la cabeza.

-Me honras con tus palabras -respondí, medio en broma. A su siguiente comentario, asentí-. ¿Qué será de Brontë sin nuestro gran espadachín? Y, como tú mismo dices, no has hecho lo que venías a hacer, así que no te queda más remedio que volver cuando acabes con esos asuntos tan turbios tuyos. Aquí seguiremos el resto, sin hacer tampoco lo que veníamos a hacer.

Eso no era del todo cierto. Bien pensado, yo ya había hecho lo que venía a hacer a Brontë. Había sido bastante más sencillo de lo esperado, la verdad. Al oírlo a él me daba cuenta de que, de la misma forma, yo tampoco me había ido a pesar de haber logrado mi objetivo. Resultaba extraño, pero ni siquiera me había planteado el marcharme.

Sonreí, accediendo a su invitación con un gesto de cabeza.

-Ah, eso sí que suena bien.

Asentí solemnemente.

-Creía que se daba por hecho, pero no está de más aclararlo -apunté-. Ah, pero vas a tener que trabajar un poquito más si pretendes que pida tu mano en estas condiciones. Aunque lo de la poligamia resulta de lo más tentador...

Parecía que volvía a ser él mismo. Eso era de agradecer, la verdad. No era que quisiera ignorar sus problemas, pero no me gustaba Gerald por sus momentos de amargura. A su favor podía decirse, precisamente, que eran de lo más escasos.

Conforme, me aparté de la silla para dejarlo levantarse.

-Pues si el señor intelectual ha terminado sus estudios, no sé a qué estamos esperando -declaré.

Pronto salíamos ya de la biblioteca. El que no había acabado (ni empezado) lo que había ido a hacer allí era yo, pero había dejado de parecerme urgente. Mañana era tan buen día como hoy para encargarme de la correspondencia.

*se van*

He venido a pasar un poco el tiempo antes de dormir, justo tras la cena. No puedo moverme demasiado, y ayer salir fuera terminó siendo bastante incómodo. Al final creo que reposaré como me indicó Errst, ya que parece que con su tratamiento la cosa va mejor. Incluso diría que noto la zona menos inflamada, aunque no podría jurarlo.

Recorro los pasillos de estanterías buscando un libro que coincida con lo que busco. Tras varios intentos, termino tomando una historia de una investigación. He considerado, tras hablar con Inger, leer por ocio, ya que tengo mucho tiempo, pero aprovecharé para entrenar mi capacidad deductiva.

Me siento en una cómoda butaca y abro por la primera página, algo escéptica. Espero que no sea una pérdida de tiempo.

*se queda leyendo*

FdR- Zi alguien la quiere, que ella solo irá a sitios de sentarse que es una tullida

Se me ha ocurrido una nueva estructura para el ala de Lluvia. He decidido ir a hacer unas comprobaciones a un libro de animales. Creo que había un pájaro capaz de volar con unas alas más pequeñas de lo normal y lo compensaba con algo. Quizás por ahí encuentre alguna pista.

Abro la puerta. Con una rendija la luz me indica que ya hay alguien. Y al mirar dentro la veo, sentada, leyendo. Involuntariamente cierro la puerta de nuevo. Ahora no puedo entrar. No... Sería muy ridículo. Mejor que... venga mañana. Ahora es tarde, muy tarde. No es hora de estar despierto.

*se va atolondrado*

La biblioteca era uno de los lugares a los que el chrysos antiguamente había calificado de aburridos. Ahora, el sitio se había ganado el apelativo de curioso e incluso, en contadas ocasiones, interesantes. En general, podía decirse que era el lugar donde más ocupaba el ingente tiempo libre que tenía. Había pasado de no leer en meses a leer todos los días, y con ello había aumentado su número de visitas a la biblioteca. También su ritmo de lectura, antaño lento y ahora casi normal, casi el que debería tener alguien de su edad. Casi.

Lyam se adentró en la biblioteca, recorriendo los pasillos en busca de algún libro que coincidiese con lo que estaba leyendo ahora mismo. Estaba a punto de terminarse el que había cogido hacía unos días, y a pesar de que todavía tenía el que Inger le había recomendado, pensó que sería buena idea tener otra enciclopedia cerca. Probablemente la empezase antes que el libro de dragones.

Tras un par de vueltas, encontró algo que le llamó la atención. Sonriente, descendió de la escalera con el libro entre las manos, y dio media vuelta, dispuesto a irse. Sin embargo, la presencia de Alehyss Lester, sentada en una de las bútacas, le hizo detenerse. Curioso, la observó unos segundos, todavía a unos metros de ella, rodeado por las estanterías. Parecía concentrada leyendo, como si estuviese analizando el tema del libro en busca de algún error. Casi parecía que desconfiaba del contenido del volumen. Se preguntó qué estaría leyendo.
Se acercó a ella.

—Pero mira a quién tenemos aquí, mi chica favorita, qué fantástica sorpresa —dijo, teatral, tras ella. Sonrió—. Buenas noches.

Un sonido me hace alzar la vista. Contemplo la puerta, que se cierra antes de que pueda ver a nadie. ¿Un fantasma se ha colado en la biblioteca y ha cambiado de idea? Quizás haya sido Inger, que me evita tras el último encuentro. No me extrañaría. No creo haberla tratado mal, pero su carme lo hace parecer plausible.

Continúo, pues, con el libro, sin dar importancia a la puerta. La verdad es que la historia me resulta hasta infantil. No obstante, le dejaré algo más de tiempo.
Los minutos pasan lentos y en silencio. Tras bastantes, según considero, un nuevo sonido, esta vez una voz, me obliga a alzar la vista una vez más, aunque me aseguro de haber finalizado el párrafo primero. Vaya, parece que este fantasma no se esconde.

-Buenas noches -respondo, serena, ignorando los otros comentarios, ladeando ligeramente la cabeza, sintiendo cómo el flequillo me acaricia la frente.

Tengo diversos temas que mencionar. ¿Por dónde empezar?

Ensanchó la sonrisa cuando finalmente la muchacha alzó la vista y lo miró.

—Que saludo más seco —respondió, jocoso—. Yo aquí confesando mis favoritismos y tú limitándote a un buenas noches. —Negó débilmente y suspiró—. Así no se puede.

Ignorando su anterior plan, el chrysos tomó asiento en una de las butacas próximas a las de la chica y la miró. Sonrió de nuevo.

—¿Qué tal?

Lo contemplo unos instantes, como si estuviese eligiendo mi respuesta en una lista en la que existen muchas diferentes. Realmente no hago eso. Estoy asimilando lo que he leído para almacenarlo. Cualquier dato que me pierda puede significar una victoria para la historia. Sería doloroso permitir que un libro con una prosa tan simple me derrotase.

-Ya conocía ese dato -respondo, finalmente, alzando ligeramente el mentón.

Supongo que acabo de resultar socialmente soberbia. Si alguien me contemplase desde fuera y lo pensase no podría culpársele.

-Todo bien -respondo, acompañando mis palabras de un asentimiento-. La pierna mejora -comento, antes de que haga la pregunta-. Me encontré con Inger en la sala común -añado, como si estuviese enumerando varios sucesos aleatorios-. Y considero que el reducido vocabulario de Evelon no ayuda mucho a que su obra resulte interesante.

Luego callo, contemplándolo.
Espero.

FdR- Hater de libros

El chrysos rió con suavidad al escuchar la respuesta de Alehyss. No esperaba una respuesta muy diferente de ella. Era eso o silencio.

—Qué soberbia —murmuró, curvando de nuevo los labios. Se acomodó en la butaca, arrellanándose en ella, y observó durante unos segundos la portada del libro que tenía en las manos. Luego, estirando el brazo derecho, lo colocó en una mesa cercana. Ahí molestaría menos.

Escuchó en silencio las palabras de la chica, mirándola de reojo. Cuando mencionó su pierna, su vista bajó un instante a ella, deteniéndose unos segundos antes de volver a subir hasta su rostro. Asintió de nuevo, aunque no tardó en fruncir el ceño, confuso. ¿Evelon?

—¿Evelon? ¿Quién es Evelon? —Bajó la vista al libro de la chrysos—. No me digas que estás leyendo algo que te ha recomendado Inger. —Volvió a mirarla a los ojos—. No te pega.

Si había algo que no le pegaba a Alehyss Lester, eso eran los cuentos con princesas y príncipes y finales felices.

Lo contemplo, tranquila. Efectivamente, es fácil que haya interpretado mi comentario como soberbia. Por eso mismo no me molesta. No tengo un comportamiento demasiado agresivo hoy, además. Podría decirse que estoy tranquila, de alguna forma. Lo suficientemente tranquila como para haberme puesto a leer esto. Visto así, incluso añadiría "aburrida" al cómputo.

-El autor -respondo, alzando el libro un instante, cerrado, con un dedo a modo de guía. Ante la mención de Inger niego, esbozando una sonrisa. Eso es altamente improbable-. El libro que ella me recomendó es el que tienes tú. Ese es uno de los motivos por el cual no lo estoy leyendo.

Se me ocurren bastantes más.
Alzo la vista, contemplando el que ha dejado en la mesa por un momento. Luego miro a Lyam.

-¿Más geografía? -inquiero.

El chrysos observó el libro cuando Alehyss lo alzó, asintiendo. Aprovechó ese momento para leer el titulo del mismo, sorprendiéndose al hacerlo. No esperaba que Alehyss Lester se parase a leer algo con ese título: no sonaba ni serio, ni instructivo, ni siquiera real.
Curioso.

—No te pega —repitió, volviendo a mirarla. Luego, ante su siguiente comentario, sonrió—. Si quieres leerlo tú antes, yo no tengo ningún problema.

Aunque dudaba que le interesase. Si el libro del tal Evelon no parecía de su estilo, el que él tenía en su mesilla era completamente opuesto a sus gustos. Dudaba que le gustase. Dudaba que, en caso de leerlo, llegase a terminarlo siquiera.

De reojo, observó el libro que había dejado en la mesa cuando Alehyss lo mencionó, apenas un instante, y asintió. Al igual que había hecho ella, le mostró la cubierta, permitiéndole leer el titulo y autor.

—¡Más! —Esbozó una amplia sonrisa, divertido, y volvió a coocar el tomo donde estaba. Luego añadió—: Me estoy culturizando. Pronto seré un erudito sobre Aqua, dame tiempo. —Suspiró—. Pronto también me quedaré sin energia ni sentido del humor. La geografía me habrá quitado toda la vitalidad, pero al menos seré un amargado culto. Puede que hasta listo si me esfuerzo. Tengo que pensarlo bien.

Asintió, fingiendo convencimiento.

Me encojo de hombros, meneando la cabeza un instante. Solía hacerlo antes para que el pelo se moviese un poco y se recolocase. Llevo ya mucho tiempo con él corto, tanto que me he acostumbrado, incluso, al tacto y al aspecto, pero sigo conservando alguna de mis costumbres con respecto a mi aspecto anterior. Actualmente, el pelo me da igual; me preocupa más que mi pierna no termine deforme después de todo el tratamiento. Y, considerándome a mí misma una persona racional, me preocupa demasiado el que será su aspecto al quitar la venda. Sinceramente.

-No tengo intención de leerlo -respondo, franca-, como, espero, habrás imaginado.

Lo veo animado hoy. Es incluso extraño. No podría decir que es su estado habitual. Me pregunto si pareceré igual de "inusual" en mis buenos días.

-¿Por qué Aqua? -inquiero, frunciendo el ceño un instante-. ¿Te interesa el frío?

¿Por qué Aqua? Explícate. ¿Te interesa especialmente ese lugar? Porque la teoría en la que has escogido el orden de estudio de manera alfabética es plausible a nivel teórico, pero me resulta demasiado arbitraria.
Inger dijo lo mismo. Aqua.

-¿Listo o inteligente? -añado luego, esbozando una sonrisa algo petulante.

Sonrió ampliamente. Tal y como había supuesto, la chrysos no tenía ningún interés en aquel libro. Sería extraño, muy extraño, si realmente lo hubiese tenido alguna vez, si la caeruleus la hubiese logrado convencer para que se lo leyese. No era su estilo.

—Por supuesto. Ese era un dato que yo ya conocía.

Ensanchó la sonrisa. Por algún motivo, estaba de buen humor, más que de costumbre. Se preguntaba a qué debía ese cambio. Ni él mismo lo entendía del todo. La miró. ¿Sería porque le alegraba verla? Esperaba que no, aunque la presencia de la chrysos era lo único que había cambiado: seguía haciendo frío, seguía lloviendo, y seguía leyendo los mismos libros. La única variación en su día a día era ella. Pero se negaba a creer que le alegraba tanto que estuviese de vuelta.

La sonrisa se le borró un poco ante la pregunta de la chrysos. De reojo, volvió a mirar el libro, tomándose unos segundos para meditar su respuesta. ¿Qué podía decirle? ¿Que leía sobre Aqua porque era el último lugar donde había estado la flamma? ¿Por qué probablemente seguía ahí?
Se limitó a encogerse de hombros.

—Es interesante. —Volvió a mirarla, sonriendo—. Un sitio tan grande, pero con una población que no concuerda con su densidad. —Ensanchó la sonrisa—. No sé. Además, es el primer continente si seguimos un orden alfabético. Y por algún sitio hay que empezar, ¿no?

Se encogió de nuevo de hombros. A su segunda pregunta, respondió frunciendo el ceño, perplejo.

—¿Hay alguna diferencia?

Vuelve contra mí mi propia frase. Muy agudo.
Me desperezo en la butaca, tranquila, contemplándolo. no tarda en reaccionar a mi comentario. Parece menos risueño, de repente. Y se toma su tiempo para pensar. Quien calla otorga, Lyam. Aunque preguntar directamente sería demasiado agresivo. ya me rechazó la última vez que nos vimos.

-Interesante -repito, con un matiz escéptico oculto en mi tono-. Por supuesto -concuerdo, finalmente, asintiendo una única vez, llegando a esbozar una sonrisa.

Sin duda, de estar estudiando Ventus podría decir, simplemente, que se trata del continente a mayor altura. Orden alfabético solo parece una excusa, pero me guío más por sus pausas y repentina seriedad para determinar mis impresiones.

Frente a su pregunta final no puedo sino esbozar una pequeña sonrisa, resabida. Asiento.

-Yo soy ambas, por ejemplo -menciono, casi bromista, apartando la mirada un instante, haciéndome la entendida.

Puede parecer una broma. No obstante, lo creo. Puedo considerar que esas dos características se incluyen en mi personalidad. Aunque, por supuesto, acepto mis defectos. A veces llego a pecar de arrogante, pero ahora mismo soy realista.

-La inteligencia es una capacidad innata -murmuro, enarcando sutilmente las cejas-. La capacidad de comprender y razonar-. Divertida, sonrío-. Listo es el que la aprovecha.

Por tanto, si estudia sobre Aqua no puede volverse más inteligente. Quizás más listo, si lo usa para algo. Aunque lo primero que ha dicho es culto. Y, sin duda, estudiar sobre Aqua lo volverá más culto. Lo de amargado ya depende de él.

FdR- La palabra que buscas es petulante, Alehyss.

El chrysos la escuchó en silencio, manteniendo la sonrisa. Cuando terminó, se limitó a encogerse de hombros. Era evidente que o no le creía o que no estaba muy convencida. No obstante, el tono con el que había contestado, escéptico, casi sarcástico al final, le daban a entender que se trataba de la primera opción: no le creía. No sabía por qué había supuesto que funcinaría mentirle. La chrysos parecía mucho más lista y avispada que él, así que las posibilidades de que no se lo tragase eran más amplias que las que sí. Sin embargo, decidió no volver sobre el tema. No de momento. En su lugar, se centró en su explicación, mirándola con curiosidad, incluso echándose un poco hacia delante, interesado.
Ignoró, primero, su comentario, pero cuando la explicación terminó, se permitió volver a él, torciendo una sonrisa jocosa.

—Por supuesto: tú eres inteligente, lista y culta. Lo tienes todo. —Ensanchó la sonrisa— ¡Larga vida a Alehyss Lester, quien nos guiará hacia el conocimiento pleno!

Volvió a acomodarse en la butaca. A pesar de lo jocoso de sus palabras, realmente sí creía, ahora que sabía la diferencia entre inteligente y listo, que la chrysos era ambas. Él, por su parte, y en lo referido a sí mismo, no estaba convencido.

—Supongo que soy... —Frunció el ceño—. No estoy seguro. Tal vez simplemente suertudo. —Sonrió. Luego negó. Realmente ahora mismo no se consideraba demasiado afortunado. De reojo, volvió a mirarla—. ¿Tú qué crees?

Su exclamación me resulta un tanto cínica, pero ignoro ese hecho. En lugar de eso asiento, con una sonrisa un tanto irónica.

-Inteligente, lista, culta, promiscua, sumamente arrogante y con un humor que suele dejar qué desear -comento, añadiendo mis propios adjetivos a su enumeración. Lo tengo todo-. Mis padres tienden a estar orgullosos de mí, pese a todo -añado, frunciendo el ceño un instante, casi como extrañada por ese hecho. Luego lo miro, con gesto relajado, casi como esperando a que le sorprenda que mencione a mis padres. Como si esperase que le sorprenda que yo haya nacido de unos padres-. Resulta increíble, teniendo en cuenta que son conscientes de que evito hablarles sobre mi vida. Cualquiera pensaría, y no iría muy desencaminado, que dedico mi tiempo a asuntos un tanto turbios.

Me acomodo, dejando el libro en la butaca, en un hueco entre el reposabrazos y mi pierna. Suspiro, casi cansada. ¿A qué ha venido eso, Ale?


-No diría suertudo -murmuro-. Y a veces dudo lo de inteligente -añado, con una sonrisa sutil, desafiante.

Sorprendido primero por la retaila de adjetivos que la chrysos pronunció, Lyam alzó un poco las cejas, observando a la muchacha con cierta perplejidad en el rostro. Pero no tardó mucho en volver a sonreír, afable esta vez. Así que sus padres estaban orgullosos de ella. A pesar de lo que Alehyss dijo, tenía sentido: tal y como ella misma había afirmado, y como él había corroborado, era inteligente, lista y culta. También guapa. Cualquier padre estaría orgulloso de alguien así, humor y arrogancia aparte. Él no lo veía tan descabellado como ella.

—Tal vez te quieran mucho y, además, respeten tu privacidad. —La miró—. O tal vez quieran pensar que vives una vida feliz y tranquila. A ningún padre le gusta pensar que su hijo está metido en problemas. La otra opción es mucho mejor.

Se preguntó cómo serían los padres de Alehyss. ¿A qué se dedicaban? ¿Vivían en Fulmen? ¿Quién se parecía más a ella, su padre o su madre? Parpadeó. Recordaba que la chrysos le había dicho que su abuela era claritas, de ahí su color de piel. ¿Serían, entonces, sus rasgos más similares a los de su familia materna? No lo sabía, de la misma forma que no sabía a quién se parecía más él. ¿Se parecía más a su madre y a sus abuelos, esos a los que nunca conoció? ¿O a su inexistente padre? Tal vez se asemejaba más a su parte paterna, a pesar de que su madre fuese chrysos y tuviesen los mismos ojos. Frunció el ceño. Si ahora lo viese, ¿estaría orgullosa de él como lo estaban los padres de Alehyss de ella? Lo dudaba.

—Entonces creo que podemos concluir que no soy nada. —Sonrió—. Ni culto, ni suertudo, ni inteligente. —Negó con la cabeza—. Qué desgracia.