Biblioteca

Casi creía que no podría ensanchárseme más la sonrisa. Asentí, efusiva, hinchando el pecho. Era una oscura no oscura lista.

-La quiero mucho -expliqué, abriendo mucho los ojos.

Luego procedí a recoger. Cogí los pelos, cogí la pulsera. Cogí la piedra y me la puse un momento contra la cara. Estaba calentita. Luego la guardé también. Cogí el farolillo y me lo colgué al hombro.

Después ladeé la cabeza y reí bajito.

-Sé un poquito -susurré, confidencial-. Pero Hellenn sabe mejor. Búscame un tesoro, ¿sí?

Me bajé de la silla de un salto y eché a correr hacia la puerta.

*se va*

Pronto se pone a recoger. No sé quién es Hellenn, pero tampoco me da mucha opción a preguntar. Se marcha, tras tomar sus cosas, dejándome sola de nuevo. Desde luego, ha sido una visita algo extraña. No obstante, diría que ha sido hasta distraída.

Olvidando la lluvia, tomo de nuevo el libro que he dejado en la mesa y leo un rato más. Resulta tremendamente aburrido, pese a todo, y termino por dejarlo por completo al terminar el capítulo. Desde luego, no todo el conocimiento es interesante, por útil que pueda resultar, y me temo que la formación de las mareas y sus trayectorias no acaban de llenarme lo suficiente como para querer seguir con esto.
Cierro las tapas y lo dejo donde lo he cogido. Luego, perezosa, me estiro, y abandono la biblioteca. Supongo que he de compensar el trabajo psicológico con otro más físico.

*se va*

Corbin, sentado frente a una mesa, trabajaba en busca de más información. Había que decir de la caeruleus que había sido bastante exacta a la hora de ofrecer datos respecto a su destino, pero a Corbin le gustaba contrastar fuentes. Se sentía más seguro si lo que sabía tenía orígenes diversos, y por ello trabajaba en las rutas y lugares que, según sabía, tendría que visitar.

Tenía idea de cuál era el punto de destino, y concretarlo en un mapa entraba dentro de sus intereses. Por hacerse una idea acertada de las distancias y el recorrido, había tomado tanto un atlas mundial como uno de Caligo, además de varias enciclopedias. En un papel, iba tomando las notas que le parecían pertinentes.

Un poco más allá yacían un par de libros de armas. Ese era otro interés de Corbin, tanto por su reciente adquisición como por su última sesión de entrenamiento en compañía. Pero, en cualquier caso, prefería encargarse luego de ese asunto.

*Se queda*

Entro con la misma intención de siempre: pasar el rato con algo interesante que me pueda ser de utilidad en el futuro. Al final, si todo marcha bien, terminaré siendo una base de datos, aunque, si todo no va tan bien, serán datos inútiles, aburridos o similar. Esbozo una sonrisa al ver a Corbin, haciendo un gesto con la cabeza para saludarlo, acercándome, consciente de que está ocupado.

-Creí que ya te habrías ido -comento, ladeando suavemente la cabeza-. O... ¿Quizás ya has vuelto?

Lyam. A él esperaba encontrármelo aquí antes que a Corbin, vista la alta tasa de visitas a la biblioteca que parece tener. Pero no es así. Por el momento.

Tras dedicar una última mirada al claritas, me meto en uno de los pasillos de estanterías cercanos. Yo tengo mis propios asuntos aquí, al fin y al cabo, y él los suyos. Mi primera intención no es interrumpir los de nadie.

Corbin escribía datos de utilidad sobre una de las poblaciones a las que tendría que acceder cuando se vio interrumpido. Alzó la vista, con su habitual gesto serio, al oír la voz de la chrysos. Por un momento una idea brotó en su mente, pero en un momento ya la había acallado. Negó con la cabeza.

-Todavía no me he ido -contestó-. Aunque espero no quedarme mucho más.

Cuando ella continuó su camino entre las estanterías se la quedó mirando un momento, pensativo, antes de volver al trabajo. Acabó por apretar un poco el cañón de la pluma, y cuando ella desapareció entre estanterías, retomó su tarea, continuando en el punto en que lo había dejado.

Al final podríamos haber entrenado de nuevo. No lo digo por mi interés, aunque es cierto que es una idea interesante, sino por el suyo; él siempre piensa en esas cosas. No obstante, supongo que es inevitable que las cosas se retrasen a veces, o que se adelanten otras.
Perezosa, repaso algunos lomos. La verdad es que hoy no me siento muy animada. Tengo un humor algo más distendido que de costumbre. Termino cogiendo un libro sobre magia chrysos, lo que viene siendo mi sino, y lo ojeo un instante antes de, definitivamente, quedarme con él. Vuelvo entonces a la zona común, pero no me acerco a la mesa donde él se encuentra, sino que tomo asiento en una de las butacas, dirigiendo una mirada a mi compañero antes de abrir el libro.

-¿Irás muy lejos? -inquiero, mirándolo un momento.

No me pasan desapercibidas sus hojas, sus libros, pero desde aquí no alcanzo a ver los lomos. Supongo que si quiero saber más es tan sencillo como preguntarlo directamente.

Reviso los capítulos del tomo que he cogido y abro en uno que trata sobre la forma de canalizar la magia. Como de todos, tiendo a no esperar ya soluciones milagrosas.

Corbin asintió, sin dejar sus notas, pasando la vista continuamente del volumen a la hoja mientras copiaba datos. Apartó luego la hoja a un lado, dejando la pluma en el plumero, y puso el libro ante sí, sin variar el gesto.

-A Caligo -dijo entonces-. Más lejos que la última vez.

Más al sur que nunca, pensó, pero no lo dijo. No estaba familiarizado con aquel continente, y contaba con ciertos problemas. Lo que sabía de él no cuadraba demasiado con sus costumbres o estilo de vida. Quizá debería ir empezando a pensar en cambiar sus horarios, para facilitar la adaptación.

Alzo las cejas, volviendo a mirarlo, como único gesto de sorpresa, callando varios segundos antes de decidir decir algo.

- Será un viaje largo- comento, pasando unas páginas con explicaciones insustanciales que tengo ya muy vistas-. La luz será un problema. Nunca he estado allí -murmuro, localizando al fin una parte mínimamente interesante.

Me pongo a leer, callada. El silencio es agradable, y más aún sin lluvia tras la ventana. Hoy sí es un buen día.

Corbin asintió, serio. No estaba cerca, lo había comprobado. Y, aunque los caminos principales, por lo que sabía, estaban en condiciones, no tenía muy claro hasta qué punto podía decir lo mismo de los secundarios. Miró un momento el atlas, cayendo en la cuenta. Quizá las rutas que estaba trazando no fueran posibles. Tendría que adaptarse a esa posibilidad.

-Trataré de pasar sin ella -respondió-. Estoy más seguro con luz, pero no me gusta llamar la atención. Me adaptaré.

Con un suspiro, cerró el libro, para luego anotar un último dato. Tomó entonces uno de los manuales de armas, acercándolo, y puso la daga sobre la mesa, al lado. Iba siendo hora de buscar datos útiles al respecto.

Alzó la vista, mirando a la chrysos. Una pregunta daba vueltas en su cabeza, pero no acababa de tomar forma. Probó otra cosa.

-¿Tú piensas salir?

Asiento con simpleza, sin mencionar nada al respecto. Es una forma correcta de operar, como tantas.
Lo dejo estar mientras trabaja, y yo misma me centro en la lectura. No es hasta un poco más tarde cuando la alzo, viendo que deja algo en la mesa. Si no recuerdo mal...

Niego suavemente a su pregunta.

- Ahora mismo no tengo nada pendiente, de modo que me quedaré entrenando y esperando alguna misión-. Apunto al arma con un gesto de barbilla. Diría que es la que obtuvo en Ignis-. ¿Has conseguido abrirla? -inquiero, curiosa, rozando las hojas del libro con las yemas de los dedos, sintiendo la textura algo envejecida, agradable.

Corbin pasaba las páginas, atento a las ilustraciones y descripciones de las distintas armas de filo, en busca de aquella que más se pareciese a su arma. Aunque dudaba mucho que así fuera, quizás pudiera obtener información concreta. Por el momento, se limitaba a buscar longitudes y formas similares, tanto en empuñadura como en como suponía que era la hoja. Sería más fácil, efectivamente, si pudiera desenvainarla.

-Todavía no -respondió-. Al parecer necesita algún tipo de tratamiento. Espero encontrar datos más exactos en Caligo.

Acabó por fijarse en un par de dagas de apariencia similar, y ojeó las descripciones de ambas, desviando la vista de vez en cuando hacia la suya. Tenía realmente ganas de poder darle algún uso.

Acabó por incorporarse en su asiento, mirando a la chrysos, serio. Acabó por decidirse a hablar.

-¿Qué te mueve a luchar? -preguntó.

Ladeo la cabeza, curiosa, valorativa, contemplando la daga desde mi posición. Parece que por fin doy con algo de información interesante, y sin ir buscándola, por una vez. Está bien.

- ¿Es a eso a lo que vas a Caligo? -inquiero, mirándolo un instante más y volviendo enseguida al libro, relajada, mientras espero su respuesta.

No es hasta al cabo de un tiempo prudecial cuando él capta mi atención de un modo especial, con una pregunta que se me hace inusual, y más viniendo de Corbin. Detengo mi lectura y lo miro, callada. Ni siquiera he marcado el punto. No era tan interesante, y será fácil de recuperar.

- ¿Por qué lucho? -inquiero, esperando más su confirmación que otra cosa, aunque sé que he escuchado bien. Y dudo seriamente que se refiera al momento concreto del combate, donde la respuesta sería "supervivencia"-. He luchado por varios motivos diferenres a lo largo de mi vida. Ahora mismo podría decir que es una especie de mezcla entre obligación, deber e intereses personales. En resumen, diría que lucho para deshacerme del pasado-. Callo un momento. Sin embargo, decido preguntar-. ¿Necesitas que sea más concreta? -inquiero al final, monocorde. Eso suena más a preguntas en su cabeza que a curiosidad.

En ambas ocasiones, Corbin se limitó a asentir, serio. Escuchó la respuesta a su pregunta con gesto invariable, atento, con los ojos fijos en ella. En cierto modo, sus palabras le dieron una cierta sensación de evasiva, aunque podía percibir que no era esa la intención de la chica. Sucedía lo mismo que había pasado ya con Rick: lo que para ellos parecía estar muy claro no hacía sino crear más preguntas en la cabeza de Corbin.

Cuando fue ella la que preguntó, Corbin permaneció un momento en silencio, planteándose una serie de preguntas cuya respuesta podría darle más información. Qué la obligaba. Qué intereses. Qué pretendía borrar. Especialmente en el caso de la última, Corbin, pensando en lo que él mismo llevaba a la espalda, no veía dónde podría ser útil.

Y, pese a todo, tras el momento de silencio negó con la cabeza. Porque, en realidad, no le interesaba el caso concreto de ella, sino algo que pudiera darle una pista sobre sí mismo.

-No es necesario -murmuró.

No puedo decir que no sienta curiosidad. De hecho, parezco sentir más que él mismo, que prefiere no indagar más, ya por desinterés, respeto o porque ya he satisfecho su demanda.
Muevo el cuello a ambos lados, desperezándolo, y me acomodo en la butaca sin mucho que decir. Lo que quiero decir, sin embargo, lo tengo claro.

- ¿Por qué esa pregunta?- inquiero, con interés comedido. Y luego, por supuesto, la guinda. La reciprocidad no tiende a tomarse como mala educación-. ¿Qué te mueve a ti?

Lo miro fijamente. El libro, sobre mi regazo, ha pasado a un segundo plano de momento. Hace tiempo que siento curiosidad con respecto a esto, y parece un buen momento.

Corbin se encontró con esas preguntas sin haberse planteado enfrentarse a ellas en voz alta. Después de todo, ya era complicado enfrentarlas en su cabeza. Rick lo había puesto en una tesitura que, si bien resultaba interesante, también era muy difícil de resolver.

El claritas soltó un leve suspiro, recostándose sobre su asiento y mirando a la chrysos en silencio. Casi parecía que estuviera esperando su respuesta a alguna pregunta, y no al revés. Al final, negó con la cabeza.

-No lo sé -declaró, por último. Y admitirlo era duro-. Supongo que por eso pregunto.

Desvió la vista al libro, pasando la página con desinterés.

No reacciono a su respuesta. Supongo que es algo de esperar, teniendo en cuenta lo que sé de él o esta misma conversación.
Perezosa, extiendo los brazos hacia el techo, mirándolo un instante, recostándome para estirarme mejor, pensativa. Cuando recupero la compostura tengo bastante claro lo que quiero decirle.

- Cuando luchas se te ve satisfecho... -murmuro, cruzando la pierna derecha sobre la rodilla contraria, ladeando un poco la cabeza y tomándome un mechón del flequillo, relajada-. ¿No será que simplenente te gusta? Hedonismo. ¿Puede ser?

Siento curiosidad, puesto que ha sido él el que ha comenzado la conversación, y presionaré un poco si hace falta, sin excederme, para sacarle un poco más.

-No.

La respuesta de Corbin fue tan espontánea que hasta él mismo se sorprendió. Tras ella guardó silencio, preguntándose a sí mismo el por qué de su convicción. Sabía, desde luego, que ese no era el motivo. El placer no solía ser el motivo. Tan solo lo era en el caso de los libros, pero esa excepción había quedado establecida hacía tiempo como exclusiva.

Corbin no siempre había disfrutado luchando. Lo sabía. No iba a olvidarlo tan fácilmente. Sabía que al principio se había sentido acosado, incluso, tan solo con la idea. Sabía que poco a poco había ido aceptándolo, y que había aprendido que si se mostraba predispuesto sería más sencillo. Pero no disfrutaba con ello; lo hacía porque consideraba que era lo que tenía que hacer, al igual que se detenía a escuchar cuando alguien le hablaba, aunque no tuviera interés en lo que le decían. Era una simple cuestión de corrección. El problema era que había dejado de entender por qué luchar era lo correcto.

-Cuando lucho, busco resultados -dijo, al fin-. Matar a otros no me parece placentero. Lo hago si lo considero necesario. Pero al final, solo obtengo resultados a corto plazo. No parece suficiente.

Responde de forma tan concisa, directa, rápida, que me despeja cualquier duda o reserva que hubiese podido tener al respecto. Supongo que eso ya es algo. Descartar es acercarse a la opción válida.

Cambio el ángulo de la cabeza, tirando del mechón hacia arriba. Termino por soltarlo; cae y vuelve a su sitio.
Es un asunto delicado, me atrevería a decir.

- ¿Qué resultados buscas? -inquiero, monocorde-. ¿El cumplimiento de la tarea que estés llevando a cabo?

¿Trabajo? ¿Costumbre? ¿Responsabilidad? Esta vez dejo caer la cabeza ligeramente hacia adelante, desviando la vista al suelo, a un lateral, por el rabillo del ojo, pensativa. Regreso a su rostro justo para hacer una pregunta algo más incisiva y personal, con gesto serio, neutro, sin atisbo de titubeo, manteniéndome inmóvil, a la espera. Si va a evitar la pregunta, que lo haga verbalmente, o físicamente, pero que no la ignore sin más. No quiero perderme su reacción. Especialmente porque tiende a ser discreta.

- ¿Dónde aprendiste a luchar?-. Algo más de presión-. ¿Por qué?

Esa es la clave. En mi caso, la respuesta sería algo aburrida, casi decepcionante, pero veamos la suya. Si no sabe por qué lo hace, quizás sepa por qué comenzó a hacerlo. Muchas veces los valores originales perduran.

Corbin asintió, desviando la vista a la daga. Un motivo por el que moverse cada día. La aprobación de alguien, o su interés. Un arma con la que seguir luchando. Aquella era la clase de alicientes que tenía. Era absurdo pensar que, generalmente, luchaba para seguir luchando. Se preguntó por un momento qué hubiera pasado si, en lugar de quemar la cabaña, se hubiese deshecho del cuerpo de Falace de otra forma y hubiese permanecido allí. Probablemente nada.

Volvió la vista a la chrysos justo en el momento en que pronunció la primera de sus preguntas. No respondió de inmediato. Tampoco a la segunda. La miró largamente, consciente de pronto de que no preguntaba por preguntar. Algo en su expresión se lo decía. Llegó a curvar ligerísimamente la comisura de los labios hacia arriba. O tal vez no fue más que una sombra que hacía el efecto de aquel gesto. En seguida negó con la cabeza, desviando la vista.

Con delicadeza, tomó la pluma entre las manos y la observó, dándole vueltas, casi jugando con ella.

-Aprendí en Lumen, en las montañas -respondió, finalmente, sin mirarla-. No sabría darte la localización exacta. Aprendí porque me enseñaron, y porque era la única forma de no acabar muerto. Instinto de supervivencia. No sé cuándo empezó. Era muy niño.

Pese a mi interés, me mantengo recostada. Por mi mirada resulta evidente, pero no por el resto del cuerpo, que permanece relajado.
Creo ver una sonrisa. Eso sí es extraño. Los segundos se hacen largos, individuales. Podría decirse que ahora mismo podría suceder cualquier cosa. Hay tensión y no la hay, al mismo tiempo.

Finalmente llega una explicación. Es escueta, como él suele ser. No diría que sacia mi curiosidad, pero es un buen comienzo. Corrobora partes de teorías.

- Tu "maestro" -murmuro, sin dejar de mirarlo, buscando su confirmación con un breve silencio. Ha mencionado eso alguna vez-. ¿Vivías aíslado? -inquiero, dejando caer la vista al libro, finalmente. ¿Maltratado? ¿Atormentado?

Paso los ojos por una línea y lo cierro. Creo que no es el momento para esto.
De nuevo, a él. No quiero perderme su escaso lenguaje no verbal.

Una vez más, asintió, despacio. No buscaba aquello cuando preguntó. No buscaba que la conversación se volviera de aquella forma a lo que llevaba a sus espaldas. Quizá ella, queriendo "borrar su pasado", como había dicho, buscaba en el de Corbin alguna respuesta. Pero el pasado de Corbin estaba demasiado cerrado como para encontrar nada útil en él, eso el chico lo tenía claro.

-Vivía con ella -respondió, asintiendo de nuevo.

En realidad, por algún motivo, ya no le molestaba tanto hablar de ello. No como en otras ocasiones. Quizás se había sobrepuesto. Quizás hasta... Pero no, no llegaría tan lejos. Sería reabrir puertas.

Que sea "ella" y no "él" no es algo que me.resulte relevante. Lo único que puedo decir es que, finalmente, lo que podía, de algún modo, intuirse de Corbin está ahora corroborado. Eso explica perfectamente su forma de ser. Imagino que ha tenido que ser duro, y es posible que él no comprenda hasta qué punto, que nunca llegue a comprenderlo del todo.
No puedo recrear una infancia, una vida, con tan pocos datos, pero pese a todo asiento.

- Eso resulta muy ilustrativo -murmuro, más para mí que para él-. En ese caso, hasta ahora podría decirse que luchabas por costumbre, ¿no? -. Lo miro, fijamente, pero más relajada que antes.

Ni siquiera me sorprende, en sí, aunque lo haga. Tiene demasiado sentido como para sorprenderme. Y me falta demasiada información.

Corbin dejó de nuevo la pluma en el tintero, poco convencido. Él no diría costumbre. Jamás hubiera dicho costumbre. Quizá por sentir que hacía algo. ¿Qué más había en su vida, después de todo? Se encogió de hombros, volviéndose hacia ella.

-Es posible -aceptó.

"Quizá porque no hay nada más que sepa hacer", pensó, pero no lo dijo. Aquello no era algo que revelar sin más. Cualquier vacío debía ocultarse. Admitió no saber usar la espada frente a Rick porque esperaba aprender de él. Sin embargo, admitir que solo sabía luchar frente a Alehyss no le iba a aportar nada. Era, simplemente, destapar debilidades sin motivo.

Cojo el libro con la derecha y me apoyo en los brazos de la butaca para alzarme, poniéndome en pie. Me acerco a la mesa en la que él se encuentra, aunque solo al extremo, y dejo ahí el libro, quedando con las manos libres. Echo un vistazo a la daga, sin acercarme más.

Nos encontramos frente a una situación difícil. No para mí, sino para él, pero quizás sea la mejor forma de averiguar más cosas. Es un interés comedido, pero siento la suficiente curiosidad como para preocuparme por ello, he de admitir.

-¿Qué haces cuando no entrenas? -inquiero. Sinceramente, he pasado bastante tiempo con él durante el viaje a Ignis, y en ningún momento encontré una respuesta satisfactoria para esta misma pregunta-. Además de estudiar -añado,echando un vistazo a sus libros.

Podría parecer que yo misma no hago mucho más, pero soy capaz de diferenciar perfectamente el matiz que nos separa.
Además de que sí dedico mi tiempo de ocio a algunas cosas interesantes.

FdR.: Pausado

Corbin la observó acercarse en silencio, atento a sus preguntas. Negó con la cabeza.

-No suelo estudiar -replicó, señalando los libros-. Esto es una excepción. Generalmente me limito a leer por gusto. También escribo algo, aunque no con mucho rigor.

Acabó por cerrar todos los libros, apilándolos, consciente de que no iba a continuar la conversación mientras leía. Al poco tomó la daga, retirándola de la mesa y guardándola de nuevo. No le importaba mucho que la chica la viese, pero prefería tenerla guardada.