Biblioteca

Ordena los volúmenes que han sido sacados de su lugar con el mayor silencio posible. No ha estado en muchas bibliotecas, pero le han informado bien de que es un lugar donde permanecer muy callado y en el que se debe procurar molestar lo mínimo, pues la gente trata de concentrarse.

Es ya la tercera estantería que revisa. Trabaja rápido para el cuidado que pone, se le da bien hacer ese tipo de trabajo a pesar de que no lea demasiado bien. Como si organizar le fuese en el instinto. La biblioteca es grande, le han dicho que no acabará en un día. Sin embargo, ella trabaja con el entusiasmo de que se así fuese y no se aburre en ningún momento.

Cambia de estantería llevando algunos libros en las manos y mira a un muchacho que parece aburrido. Un claritas y lo mira un momento con sus ojos curiosos. Un niño que comparte su raza. La hace sentir extraña, como si volviese a casa: una mezcla de nostalgia y desagrado, de agobio.

No quiere molestarlo -le han dejado bien claro que no lo hiciera-y se dedica a colocar los libros. Unos en la estantería de abajo, otros en el estante de en medio, un par demasiado altos para que llegue completamente. Se estira en su afán de no necesitar mover una escalera y hacer ruido. Se estira y vuelve a levantar su pierna derecha, estirando mucho su brazo y pegando su torso contra la estantería, notando la presión de los lomos sobre su pecho. Uno de ellos resbala y cae al suelo. Su intento a resultado un fracaso y ha conseguido molestar en la biblioteca.

Aprieta los ojos y los puños cuando siente el ruido y enrojece ligeramente, pese a que su color de piel evite que se note demasiado. Rápidamente mira al chico para pedir disculpas, pero ya se ha levantado. Se acuclilla rápidamente para recoger los libros que se han caído y para cuando mira hacia arriba, el chico claritas ha vuelto con una escalera. Lo mira un momento como si él acabase de pilarla robando algo, metiendo la cabeza entre los hombros, esperando un sermón. Pero el claritas sonríe y le muestra una pizarra con la que tenderle la escalera.

Se levanta y se frota la falda y las rodillas para acomodarse, hace una reverencia y coge la escalera con una pequeña sonrisa apurada.

—Lo siento mucho, te he interrumpido —Susurra para evitar molestar demasiado. Por un momento piensa que el claritas usa la pizarra para evitar hacer ruido, luego comprende que eso resultaría incluso demasiado para un palacio. Deja los libros sobre el estante, corriendo un poco la escalera.

—Me llamo Mion Aloe. Un placer Jun, pero no quiero entretenerte más. Sigue a lo tuyo —Se presenta en voz baja. Le hace ilusión hablar con los guerreros, le gusta conocer gente. Aunque posiblemente acaben llamándole la atención si se dedica a eso en lugar de dejar trabajar a la gente y encargarse de su trabajo.

—Ah, muchas gracias por la escalera —Añade con sonrisa amable, mordiéndose la lengua. Le parece que todos en el palacio resultan buenas personas. El más arisco había sido aquel hombre parvus.

El chico le tiende un regalo, una figura de papel y ella la mira curiosa y absorta por un momento, agachando ligeramente la cabeza. Levanta la vista hacia él.

—¿Para mí? ¡Gracias! —Su exaltación mantiene el tono bajo, pero su sonrisa se amplia un poco mientras coge la figura. Le parece un gato bonito. Le gustan. Se lo guarda en el bolsillo del pecho del delantal y hace una reverencia ligera. Luego utiliza la escalera para continuar su tarea.

Coloca los volúmenes en sus lugares. Ahora ya no tiene que estirarse tanto, pero si se agacha ligeramente para no tener que descender los escalones cuando las estanterías son las de más abajo. Junta las rodillas y las flexiona con cuidado, no ha tenido muchas oportunidades para aprender modales, pero ha adquirido lo básico para una chica servicial y de alguna forma, sale de ella realizar gestos finos.

El silencio reina de nuevo mientras ambos realizan sus tareas. A ella poco más le queda por hacer en esa zona, pero se resiste a irse sin acercarse de nuevo al muchacho. Quita uno de los pequeños lazos que adornan la cinta de su pelo y se lo deja en la mesa.

—Un trato justo. Algo para mí, algo para ti —Añade en un susurro con una sonrisa divertida. Se fija en su cara y en sus ojos. Es un chico muy joven. Se muerde ligeramente la carnecilla de las mejillas, sin que resulte notorio, reprimiendo su gesto.

—Perdona, ¿pero cuántos años tienes? —Acaba por preguntar. No parece un guerrero. No como el caballero. Es más pequeño que ella, podría ser hijo de alguien que sí sirve a Brontë.

El claritas está concentrado en sus figuras y parece hasta sobresaltado cuando ella le ofrece el cambio. Ella vuelve a leer la pizarra y sonríe ligeramente, asintiendo. Ya da por hecho que algo le impide hablar, pero no hace hincapié en ello.

Presta atención cuando responde y su gesto se vuelve algo más apagado, preocupado casi. Parece mantenerse estática un momento y lleva las manos a la cara de él, recogiéndola como si se tratase de un chorro de agua. Lo mira a los ojos un momento, manteniendo el gesto. Le parece cruel. Se lo acerca al pecho para abrazarlo muy levemente su cabeza, apoyando en su pelo su mejilla de la misma forma suave. Luego se separa.

—Eres joven. Te deseo lo mejor —Le ofrece, con una sonrisa ahora comprensiva. Recuerda al caballero Dehnel, el que dijo ser un protector. Pediría a Mithos que lo protegiese a él.

El chico parece nervioso, incómodo así que ella se aleja un poco más, no quiere molestarlo. Lee en su pizarra, curiosa de nuevo. Se encoje de hombros.

—Tengo diecinueve —Pero debe de tener algunos más en su cabeza. Recuerda su infancia corta, demasiado como para tener muchos recuerdos. Su vida ha sido casi siempre la de un adulto. Pero es o no se puede explicar. No quiere sonar desagradable.

—De todos modos, yo sólo limpio el palacio. No vengo a luchar, no vengo a poner mi vida en peligro como guerrero al servicio de Brontë. Eso es muy noble, pero muy peligroso y cruel —Le comenta, con cierta seriedad, escrutándolo con sus grandes ojos curiosos.

Espera a que escriba, muy expectante. Luego coge el papel y tarda un rato. Le cuesta más cuando debe identificar la letra de otra persona. Pero entiende lo que dice y lo mira más extrañada. También con alivio. Aunque la nota le parece bastante negativa.

—Siento haberme adelantado. Te entiendo, yo siempre he estado un poco como tú —Se encoje de hombros, con las manos unidas frente a ella, haciendo que su pecho se mueva un poco. Baja la vista pensando en el lugar de donde viene por un momento. Luego la levanta hacia él.

—Supongo que uno tiene que buscar su lugar —Concluye, positiva, con un gesto curioso. Recoge los libros del otro lado de la mesa, sabiendo que no son suyos por la localización.

—Espero que consigas aclararte. Sino, siempre podemos charlar de nuevo —Le aclara, amable. Hace una pequeña reverencia y un mechón de la zona frontal se le adelanta ligeramente. Se coloca antes de irse, mirándolo por un momento. —Chao —Se despide dulcemente.

Hace una temperatura agradable, pero la lluvia ha vuelto así que decido pasar algo de tiempo en la biblioteca aprovechando que estoy en Brontë, ya que en casa no tengo demasiado tiempo para el estudio.

Cojo un libro sobre magia y otro sobre historia de Ventus para alternar por si no consigo centrarme en uno u otro.
Me siento en una de las mesas u me pongo primero conel de magia. Definición de la magia, teoría sobre la magia, la relevancia de la magia en la historia, tipos de magia, la variabilidad del flujo de energía en función de la magia... hay un montón de conceptos algo complejos, pero en general es bastante de lo que pueden enseñarte en la escuela sobre el tema. El primer capítulo al menos. Yo dejé la escuela muy pronto así que esto vendrá bien.


*se queda*

Ahora que el aether ha regresado de su "retiro" y debido a que he escuchado ciertos rumores de lo ocurrido antes de mi llegada relacionados con este sujeto. Es hora de ver por dónde aletea.

Le pregunto a un par de veteranas del servicio por él y rápidamente me indican dónde puedo encontrarle. Por lo visto utiliza con frecuencia la biblioteca y lugares tranquilos y rara vez entrena.

Camino con una mano sobre la otra mirándole con fijación ya desde la puerta. Agarro sin molestarme en evitar hacer ruido una de las sillas cercanas y me siento en frente de él.

Echo el cuerpo algo hacia delante, junto las manos boca abajo y apoyo mi quijada en el dorso de estas, con una sonrisa completamente fingida.- Buenas.- Digo marcando cierto énfasis en mis palabras. Iré al grano.- Soy Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna, líder flamma del palacio y vengo a - me encojo de hombros.- charlar.

Apenas estoy terminando el primer capítulo con algo más de información. Allgo sobre las distintas formas de concentración de la magia en los distintos puntos. Eso me hace pensar en el tipo de cosas que hacen los líderes que, en lugar de limitarse a emplear sus manos -o alas en nuestro caso- para la magia, parece que ésta emane de ellos desde cualquier punto que decidan. No soy un fanático de la magia, pero eso me resulta interesante.

Entonces escucho entrar a una mujer que me mira con bastante fijeza. Creo que la recuerdo, pero todavía no sé de qué. La miro un par de veces, algo avergonzado porque no deje de mirarme. Bajo y subo la vista, pero siempre está mirándome mientras se acerca. Miro a un lado y otro y luego detrás, pero parece que, efectivamente, es a mí a quien busca.

Cuando se sienta en frente la miro con los ojos algo más abiertos, sorprendido y me echo hacia atrás en la silla, abriendo un poco más las alas. Cuando habla me pongo algo más tenso. De eso me sonaba; la líder flamma. Me sorprende su presencia, pero bastante más su propuesta.

—Oh, eh... Muy buenas noches, señora, yo soy Heylel Tulvind, a su servicio. Me honra con su presencia, yo... ¿Le gstaría charlarsobre algo en particular? —Acabo preguntando, algo nervioso, apartando el libro ligeramente y prestándole atención. Si algo he aprendido de los líderes es que: nunca se acercan a alguien sin intención previa; no tengo buena suerte cuando me veo envuelto con ellos por sus asuntos...

Ojojojo...- Río sutil.- ¿Acaso una líder de mi alcurnia no debe interesarse por los quehaceres de vuestras...- insignificantes.- entretenidas vidas de guerreros?- canturreo despreocupada, recorriendo un caminito invisible con mi índice y corazón por encima de la mesa cada vez más rápido.
-Se ha hablado mucho de ti, aether.- Pongo morritos y le veo pestañeando un par de veces.-Cosas buenas y cosas malas. Muchas cosas. Y no es que me importe - ni lo más mínimo, vamos.-Pero se dice que trajísteis a un criajo de Ignis cuando rescatásteis a ese niño rubio extraño. No sé, no me hagas mucho caso. Tengo la cabeza algo entremezclada. Pasaron un montón de cosas. No te sientas presionado a contarme tu vida, Heylel. Simplemente quiero tener todos los cabos bien atados. No quiero que ocurra nada como lo de la última vez...- Aprieto los puños recordando las muertes de sus niñas. - Al final siempre pagamos las buenas personas las pérdidas de nuestros seres queridos.- Suspiro. - Espero que tanto ese niño como el guerrero rubio como los que fuisteis a la misión estéis todos bien.- Relajo un poco el gesto.

He decidido empezar por un tema lejano para ahora empezar con el plato fuerte.- Aunque lógicamente no es por eso por lo que he venido a hablar contigo. Se ve que eres más un guerrero de "pluma" que de espada.- Tamborileo.

Pronto empieza a hablar sin que yo tire mucho de la manta y sus sonrisas no me tranquilizan rpecisamente. Asiento bajando la vista. no es que me haga especial ilusión estar en boca de líderes.

—Siento que mi presencia resultase molesta... Nunca fue mi intención causar un revuelo en Brontë. Pero ahora he vuelto como un simple guerrero, sin tener relación alguna con nada más que eso —Aclaro. No sé qué cosas "malas" podrá haber escuchado, pero me espero cualquier cosa. De todos modos, quiero aclarar eso, que no quiero llamar más la atención.

Cuando menciona a Masslow frunzo un poco el ceño, algo preocupado.

—Sí, el pequeño es ahora mi hijo. Se ha quedado en casa con mi mujer. El líder Tld'Michael se encargó de mantenerlo seguro —Aclaro por si ha tenido algún tipo de información sobre mi pequeño y lo considera algún tipo de amenaza. Cuando menciona "la última vez" no puedo evitar preguntarme de qué se trata, pero no le hago preguntas a ella. Cuando da sus esperanzas asiento agradecido. Entonces caigo en algo.

—Masslow y yo lo estamos, gracias por su interés. Silvanus... cuando me marché parecía estar algo mejor, pero ahora que he vuelto he descubierto que no está en Brontë y ninguno de mis compañeros sabe decirme nada al respecto. No sé si usted estará al corriente de su partida... —Empiezo a preocuparme realmente. Si la señora Flavia no sabe tampoco sobre Silvanus entonces sí que entraré en pánico.

No acabo de plantear mi pregunta, algo más relajado, cuando hace hincapié en que ha venido a hablarme por un hecho más concreto y eso me asusta.

—Hum... Supongo que podría decir eso. Sí —Acabo asintiendo. No pregunto un por qué ya que me parece que sonaría algo ingrato, puesto que seguramente ella misma lo explicará.

-Querido, no te preocupes.- Río despreocupada.- Sólo soy una vieja cotilla a la que le gusta remover el pasado. Cada uno tiene sus aficiones, ¿no?- Río suavemente.

-Oh.- Digo sin mas al obtener tal información sobre el famoso crío. -Supongo que está bien entonces.- Comento mirándome las uñas con desinterés. ¿Qué clase de hombre aparece en su casa con un niño a medio criar y se lo planta a su mujer para luego irse? Yo desde luego si fuese ella estaría bastante disgustada con semejante marido que ni si quiera es capaz de darme un hijo de sangre. Qué vergüenza. Sin embargo, hago gala de la sutileza que me caracteriza y prefiero guardarme todo este veneno para mis adentros. Por lo visto es un hombre mal marido y mal padre que deja a su familia compuesta por pedazos atrás para venir a un palacio a... no sé a qué. Si formas una familia, mantenla. Sino: no hagas nada. Bufo para mis adentros.


Río con sorna.- ¿Quieres la respuesta elegante o la sincera?- Escupo con chulería.