Biblioteca

Después del día de ayer, en que perdí los papeles completamente, he decidido que tengo que tomarme las cosas con algo más de calma. Levantarme por la mañana y encontrarme con la tormenta no ha mejorado mi humor, pero no voy a permitir que un estúpido temporal domine mi humor.

Pese a lo de ayer, y tras un día, de nuevo, poco productivo, estoy de vuelta una vez más en la biblioteca. Curiosamente, el libro que cogí ayer no estaba mal del todo, y a lo largo del día me ha ido picando la curiosidad.

Tardo un buen rato en encontrarlo. No me fijé mucho en dónde lo puse, así que no es fácil dar con él. Aún así, sí recuerdo la zona, pues es la del lugar que escogí para sentarme a leer. Cuando por fin lo localizo, lo saco y me lo llevo. Hoy no voy a leer aquí, no sea que vuelva a atraer malas compañías.

*Se va*

Al entrar en la biblioteca busqué, lo primero, un buen sitio donde sentarme. No estaba precisamente ocupada, sino más bien desierta. Normalmente habría escogido un lugar junto a la ventana, pero desde que había empeorado tanto ni siquiera se veía gran cosa con la luz de fuera, así que las lámparas eran más fiables. Así pues, escogí un lugar recogido y cálido y me acerqué una lámpara.

Saqué entonces un manojo de cartas que requerían respuesta. Las miré con cierto asco. No había nada que me fastidiara tanto como los asuntos administrativos, pero había un límite en aplazarlos. Tomé, pues, pluma, tinta y un rollo de papel, además de lacre y unos cuantos sobres.

Después, fui tomando una por una las cartas y redactando respuestas para ellas.

*Se queda escribiendo*

No sé cuándo, pero me he quedado dormido entre libros, en una mesa semioculta entre estanterías. Al abrir los ojos me doy cuenta de que estoy babeando encima de las horas de uno y me apresuro a limpiarlo, alarmado. Como el abuelo se entere de que he manchado un libro que no es mío... O la dueña del palacio, en este caso. Qué maleducado...
Quizás he madrugado mucho, o paso demasiadas horas leyendo. Había un hombre en la torre, Randf, que siempre decía que de tanto leer me iba a quedar la cabeza rectangular como un libro.

Me froto los ojos y me adecento un poco. No sé ni qué hora es, pero es de noche. Qué horror... Ahora no seré capaz de dormirme hasta tarde y el horario se me romperá. Espero que nadie me haya visto, por lo menos.

Me levanto y dejo los libros en su sitio. Al salir de la zona veo a un hombre sentado, escribiendo... Es el del piano. Ese que daba un poco de miedo.
Al darme cuenta de que es de mala educación mirar a alguien, hago una pequeña reverencia a modo de saludo y me interno en otro pasillo de estanterías, buscando una lectura algo más ligera. Quizás a Lluvia le venga bien ahora que no puede salir por culpa de la tormenta. Distraerse es bueno para la cabeza.

Noté un movimiento por el rabillo del ojo. Un chaval con aspecto algo perdido me miraba desde un poco más allá. ¿Querría algo? Lo contemplé un momento, en silencio.

-Buenas noches -saludé.

Pronto hizo una reverencia y se perdió entre las estanterías. Mejor. No tenía tiempo para jugar con críos. Pronto volví a las cartas. Suspiré, con cansancio. Miré el montón de papeles un momento. Ya quedaba menos.

*Se queda escribiendo*

Lluvia había salido de la enfermería por primera vez hacía unos días, a dar un pequeño paseo por Palacio. Lentamente, los médicos dejaban que fuese abandonando el lugar, primero saliendo a los pasillos y luego permitiendo aumentar la distancia que recorría progresivamente, un poquito cada día. Para su paseo de hoy, la aether había decidido llegar hasta la biblioteca, un recorrido que consideraba grande dentro de su pequeñez. No había mucha distancia entre ambos lugares, ni tenía que subir o bajar escaleras, pero aún así era más de lo que había hecho hasta entonces. Había decidido ir ahí porque la enfermería, a pesar de las visitas de Jun, era un lugar igual de aburrido que terrorífico: no había mucho que hacer, ni mucha gente con la que hablar, y el médico a veces podía parecer un ogro. La diversión no tenía lugar allí, así que Lluvia había decidido que ella misma se llevaría algo divertido: un libro. No sería difícil encontrar algo interesante en aquel lugar; Brontë era enorme, y la biblioteca debía serlo también.

La aether se adentró en la estancia con pasos cortos y con una mirada curiosa, observando a su alrededor conforme avanzaba. La biblioteca era inmensa, infinidad de estanterías con libros, butacas y mesas llenando el espacio. Y también había ahora un hombre, el hombre al que había visto el día del ataque, en la enfermería. Parecía concentrado escribiendo.

Lluvia, tras observarlo unos segundos, avanzó hacia uno de los pasillos, tratando ser lo más silenciosa posible, buscando algo interesante.

fdr. surprise (?)

Me encuentro en una estantería especialmente desagradable. Alguien ha colocado un libro sobre historias cortas al lado de otro sobre medicina. Se vea como se vea, no puede estar bien. En primer lugar, uno es de ficción y el otro no. No coinciden autores, ni los títulos ni los escritores comienzan por la misma letra, ni semejante, y si alguien quisiese saber algo sobre medicina jamás encontraría este libro aquí. El desorden es algo que hay que evitar. El orden existe por algo, para facilitar las cosas, y seguirlo no es tan difícil.
Suspiro, cansado, y me pongo a buscar el sitio que corresponde al libro de medicina perdido. ¡Un momento! ¿Acaso no es esto una aventura? Por fin soy un guerrero que vive aventuras. No está mal. Casi nunca tengo iniciativa. Encontraré su lugar de origen.

...

No, Jun.

Tras un par de minutos doy con la estantería adecuada. A... B... C... Pronto encuentro su sitio y le hago huevo. Luego, conforme, asiento. Mucho mejor.
Al volver a la estantería con obras de ficción para seguir buscando un libro para Lluvia la veo en un pasillo cercano. ¡Ha salido!
Evito correr hacia ella porque en las bibliotecas no se puede, pero me acerco enseguida, animado, llegando a su altura y saludándola con la mano y una sonrisa. Qué suerte.

FdR- Jun sí que es un hombre de los que viven aventuras

Volví a sentir un movimiento un poco más allá, pero para cuando alcé la vista, me encontré con un ala que desaparecía entre estanterías. Una única ala. Dibujé una sonrisa torcida. Así que el pajarito herido volvía a levantarse. Bien.

Terminé la última carta y guardé todas en sobres. Derretí entonces el lacre sobre ellas y las sellé, una por una. Por último, las até en un paquete y las guardé. Tras dejar el material de escritura en orden, salí de la biblioteca.

*Se va*

Lluvia vagaba por la estancia observando los lomos de los libros, buscando algo interesante, sencillo y divertido que leer. Pensó que un cuento estaría bien. Hacía mucho que no leía uno. De pequeña, su madre, o las sirvientas, le leían antes de que se durmiese, y siempre escogían cuentos de hadas, con princesas y dragones, y príncipes y otros monstruos. Cuando Lluvia aprendió a leer, ella misma se leía esas historias, pero cuando creció, cuando pasaron unos años, pasó a leer libros más científicos, más serios. Sus padres decían que los jóvenes, los casi adultos, tenían que leer cosas menos infantiles, más provechosas, y ella los obedecía. Pero ahora no estaban ahí, y ella estaba encerrada en una enfermería, así que no pasaría nada.

La aether giró al final de una estantería y se adentró en otro de los pasillos formados por los muebles. Caminó un par de pasos, y antes de que llegase al final, Jun se acercó a ella, animado. Lluvia esbozó una amplia sonrisa. No esperaba encontrárselo ahí. Aunque, si lo pensaba bien, el que debía de estar sorprendido era él.

—¡Jun! Hola. —Ensanchó el gesto, acercándose al claritas—. ¿Cómo estás? ¡Los médicos ya me dejan salir a pasear sola!

De modo que ya puede pasear sola. Es una noticia muy buena. Supongo que eso significa que se recupera bien. Aunque no hay que ser médico para darse cuenta de que también tiene mucho mejor aspecto. Antes estaba más pálida y triste.
Lo que me recuerda que tengo que hablarle de lo del ala que quiero hacerle, como dijo Massen. Pero... Es que me... Me siento muy incómodo. Siempre creo que terminará por enfadarse.

Saco la pizarra, enseguida, para poder comunicarme. Le he dado clases de lenguaje de signos un par de veces, pero todavía no sería capaz de entenderme. No tiene vocabulario, y los signos son difíciles de captar para los que no están acostumbrados.

"Justo iba a llevarte un libro.", sonrío, animado. Me acaba de hacer olvidar que me he quedado dormido de una forma tan maleducada. "Pero veo que te me has adelantado."

A veces las coincidencias son magníficas.

FdR- Leí "Juni" en la exclamación de Lluvia. Qué confianzas son esas.

Sonriente, Lluvia observaba al claritas, curiosa por lo que podía contarle. Cuando finalmente leyó la pizarra, se rió con suavidad, aunque no tardó en callarse y sonrojarse, recordando que estaban en una biblioteca y que allí no se podía hacer ruido. Con un deje asustadizo en los ojos, observó a los lados, buscando a alguien que les llamase la atención. No encontró a nadie.

—Nos hemos puesto de acuerdo —murmuró, volviendo a mirar al claritas. Esbozó una amplia sonrisa y lo observó con palpable curiosidad—. ¿Qué libro ibas a traerme?

Verla reír me alegra mucho. Después del día que llegué, en el que lloró, la he visto ir mejorando su humor. Es un alivio ver que ríe de nuevo. Es más la chica con la que practiqué el tiro con arco.
Respondo con una sonrisa, y yo mismo río, silencioso, al ver cómo busca con la mirada, como asustada por haber molestado a alguien. Me llevo un dedo a los labios, muy serio, severo casi.

-Shhhh.

Luego sonrío de nuevo y me apresuro a escribir.

"Es broma". El hombre que me asusta un poco ya no está. "Creo que estamos solos".

Asiento, contento, cuando dice lo de ponernos de acuerdo. Cualquiera diría lo contrario, la verdad. Y eso que yo a estas horas ya no suelo estar despierto. Porque no creo en el destino, que ya podía estar buscando explicaciones raras a esto.

"Aún no lo había decidido, pero ahora" "que estas aquí es más fácil." "¿Qué te apetece?"

FdR- Jun siendo su avatar. Shhh...

Volvió a reír cuando Jun lo hizo, ignorando de nuevo que se encontraban en una biblioteca. Cuando el claritas se llevó un dedo a los labios, no obstante, se tapó la boca con las manos, conteniendo la risa, y asintió como si fuese una alumna a la que acababan de explicarle una lección.

—Shhh —repitió, divertida.

Luego leyó el mensaje de Jun, y volvió a asentir, esta vez más seria. Pese a todo, buscó con la mirada al hombre que había visto antes para asegurarse de que, efectivamente, estaban solos. Tampoco lo encontró. Se preguntó cuándo se había ido.

—Buscaba un libro de cuentos —respondió, dando un paso hacia el claritas. Luego esbozó una sonrisa que casi podía definirse como burlona. Casi—. Pero ahora quiero que me sorprendas tú con algo.

Tras aquel momento de buen humor se explica. Así que un libro de cuentos. Tengo ganas de ser malo, pero mejor no, que es Lluvia y no se lo merece. Es una buena chica. Aunque...
Me llevo una mano a la barbilla, como si pensase muy profundamente. En algún libro, por supuesto. Incluso frunzo el ceño para exagerar más esa expresión de esfuerzo. De pronto me relajo, abriendo los ojos, y dando un golpe con el puño cerrado sobre la palma abierta, como cayendo en algo.
Agarro a Lluvia de la muñeca y tiro de ella con suavidad, arrastrándola de alguna forma, hasta llegar a una estantería. Muy serio, me pongo a buscar en ella. Creo que lo vi antes por aquí... Dónde... Este no... ¡Aquí!
Enseguida saco un tomo marrón, viejo, polvoriento. Solo con verlo por fuera ya parece aburrido. No creo que haya que juzgar un libro por la portada, pero la de este invita a no leerlo.

Tiendo el libro a Lluvia, con una sonrisa, encantado, como si fuese mi favorito. En la portada se lee claramente "Composición de las piedras". Lo pongo en sus manos, con ilusión. Luego me centro en su cara.

"Este parece tu estilo."

No creo que pueda contener la sonrisa de broma mucho tiempo.

FdR- Uuuh, Juuuun, qué malo eeeres.

Lluvia observaba al claritas con una mezcla de curiosidad y expectación, preguntándose qué estaría pasando por su mente. Cuando golpeó la palma de su mano, alzó las cejas, sorprendida, y cuando la tomó por la muñeca, la sorpresa reflejada en su rostro aumentó y un vago rubor recorrió sus mejillas. Lo siguió, pese a todo, sin oponer resistencia y sin soltarse, mientras pensaba qué podía estar haciendo el claritas o a dónde iban exactamente. Parecía que había recordado algo. Lluvia se preguntó qué era.

Cuando finalmente lo supo, no pudo evitar fruncir el ceño, confusa. Un libro de piedras no era lo que esperaba, no era lo que había imaginado. Y dudaba que realmente encajase con su estilo. Alzó la vista del libro y miró a Jun, todavía con el ceño arrugado.

—Yo creo que no...

La miró, muy, muy seria. También muy, muy confusa.

Su cara y sus palabras terminan por hacerme reír, de nuevo. Termino por negar, suavemente. La verdad es que no tiene pinta de ser algo que ella leería. Ni muchos.

"Era broma.", le muestro, haciendo una pequeña reverencia a modo de disculpa. "Aunque eres tan buena que tenía miedo de que lo leyeras de verdad", reconozco, llevándome la mano al pelo.

Ya basta de maldades por hoy. Lluvia no se las merece. Aunque supongo que si son bromas inofensivas... A ver, que no quiero que se enfade.

"Buscamos otro mejor, ¿no?"

La miro con una sonrisa conciliadora. Ahora en serio. Lo siento, jo...

"¿Y has ido a algún otro sitio?", pregunto luego, guardando la tiza para ponerme a buscar libros en otra estantería más adecuada.

Lluvia parpadeó cuando Jun comenzó a reírse, pero no tardó en unirse a la risa del muchacho, animada, divertida. Negó, todavía sonriendo, al escuchar el halago de Jun. Aquello no era cierto.

—No soy tan buena... —murmuró. Lo miró, esbozando una amplia sonrisa—. Y no lo hubiese leído nunca... Creo. —Frunció el ceño—. Bueno. Tal vez lo hiciese, pero sólo para no decepcionarte.

De hecho, probablemente sí lo hubiese leído para que el claritas no se entristeciese o decepcionase. Se alegraba de que finalmente sólo fuese una broma. Aquel libro no le hubiese gustado, estaba convencida de ello.

—He estado por los pasillos. —Se encogió de hombros—. Poco más.

Al ser yo mudo, al final solo se la escucha reír a ella. No está mal. hacía mucho tiempo que no estaba tan contento. Supongo que nunca he tenido una vida demasiado divertida, y últimamente me paso el día leyendo cosas más parecidas a este libro de piedras que a algo entretenido. Pero ella ya tiene bastante con estar todo el día en la enfermería aburrida.

La miro, serio, cuando niega mis palabras. Luego no puedo sino sonreír, otra vez, casi jocoso. ¿Pero no se oye o qué?

"¿Ves?", señalo, reafirmando que es una buena chica.

Alguien que lee un libro como ese sin quererlo solo por no decepcionar tiene que ser buena. Demasiado buena, incluso. Debería aprender a serlo un poco menos. Yo lo hago sin maldad, pero no me gustaría que otro se dedicase a reírse de ella porque es buena.
No creo.

Sigo buscando, sacando un par de libros que me parecen interesantes para escoger luego uno. A sus palabras, me vuelvo, pensativo.

"La próxima vez podemos ir a otro sitio." "¿Qué te apetece hacer?"

También puedo pasarme una tarde por la enfermería a enseñarle un poco más. Que hoy empieza a hacerse tarde, incluso pese a la siesta involuntaria.

Tras elegir un par de libros de todos, guardamos el resto. Ya era tarde, así que la acompañé a la enfermería.

*se van*

FdR- Jun vive en el año 2056.

Cumplir años no implicaba que las viejas y malas costumbres cambiasen, y por eso mismo el chrysos se encontraba ahora mismo en la biblioteca, sentado en una de las butacas cercanas a las ventanas, leyendo a pesar del ruido de la tormenta. De vez en cuando, al caer un rayos, algún chispazo recorría su piel, débil, pero no le prestaba atención a ese detalle, de la misma forma que no mostraba preocupación por lo que podría ocurrir en Brontë. No obstante, sí se preguntaba cuánto tiempo duraría la tormenta, a la que a parte de peligrosa (no preocuparse no tenía que significar ser gilipollas) encontraba altamente irritante: si la lluvia ya no le causaba buena impresión, una continuada sucesión no sólo de agua, sino de granizo, rayos y demás fenómenos eléctricos no podía provocarle más que hastío, y tal vez agobio por verse casi reducido a las paredes de Brontë.

Suspiró, y pasó una página. Definitivamente, cuando la tormenta cesase, haría mejores planes para apsar su tiempo libre.

*se queda*

fdr. cumplir años no implica abandonar lo de ser un gruñón; cada vez más cerca de ser un viejo gruñón de cuento, wait for it.

Abro la puerta con expresión de hastío. Llevo todo el día dando vueltas, inquieta, y ya no se a dónde arrastrarme. Llevo un tiempo teniendo la sensación de que la próxima vez que sienta el aire del exterior sobre la piel será una caricia nueva y extraña, como si nunca hubiese salido. Y aún por encima esta maldita muleta me sigue acompañando, como una especie de prolongación indeseada de mi brazo.
Suerte que Madame Desmarais se dignó a aparecer. Es lo mejor que me ha pasado estos días. Puede estar orgullosa.

Me quedo quieta, un instante, involuntariamente, al ver al chico. Mil ideas pasan por mi cabeza a la vez. Finalmente, no voy a ser estúpida, entro y cierro la puerta a mi espalda.

-Buenas tardes -saludo, monocorde, educada.

Un chispazo me recorre el brazo derecho y lo ignoro.
Ahora no, por Mithos. Ya bastante ridículo está siendo esto.

Comienzo a caminar hacia las estanterías, en las que sé con certeza que no hallaré un solo libro que me interese ahora mismo. No me apetece leer.

FdR- Envié un mensaje a las 19:07 y adivina qué pasó... ROBASITIOS XD
FdR2- Y luego se me borró el post...

El chrysos alzó la vista y miró de reojo a la muchacha cuando escuchó su voz, pero ni se movió ni dijo nada, no hasta pasados unos segundos. Entonces, volviendo la vista al libro, saludó:

—Hola.

Comparado con los saludos que le había dedicado las últimas veces, este podía tacharse de seco, sencillamente educado. Lyam no hizo mención tampoco al chispazo que recorrió el brazo de la chica, a pesar de que sí lo vio, y supuso que aquello se debía a la tormenta. Imaginaba que a todos los chrysos, los miembros del servicio incluidos, les ocurría lo mismo, independientemente de su control mágico. Se preguntó, no obstante, si a la para él desconocida líder chrysos también le afectaba. Suponía que sí, pero hacía tiempo que había dejado de ver a los líderes como personas normales, así que tampoco le sorprendería demasiado que su líder no se viese afectado por la tormenta.

Nada más. "Hola". Todo correcto. Esta bien. Perfecto.
No pongo pegas.

Tras internarme entre las estanterías termino por escoger un libro sobre medicina. No me gusta ser médico, no me gusta vendar heridas, averiguar enfermedades ni bajar fiebres. Por mucho que mi padre insistiese, nunca mostré más interés que el necesario, profundizando solo en los temas que me parecían importantes.
No obstante, de vez en cuando está bien repasar. La anatomía es importante, los puntos fuertes y débiles y todo lo demás.

Regreso a la zona común y echo un vistazo a Lyam, sin pudor, contemplando lo que hace, antes de tomar asiento y ponerme a ojear el libro, terminando en el índice. A ver qué es lo que encuentro por aquí... Piel no, músculos...

Volvió a levantar la vista un momento, después de escuchar a la chica alejarse, y observó su nuca, luego su espalda durante unos segundos, antes de que se perdiese entre las estanterías. Entonces chasqueó la lengua y bajó la mirada al libro, al que ya dudaba que le prestase demasiada atención. Tampoco le preocupaba, no obstante. Llevaba meses leyendo sobre lo mismo.

Alehyss apareció de nuevo pasado un tiempo, y él la miró cuando ella lo miró, quieto primero, con una sonrisa sesgada después. Se fijó en el libro que llevaba consigo, y se preguntó de qué trataba, pero de nuevo, permaneció en silencio. Él mismo retomó su lectura, por llamarlo de alguna forma, cuando la muchacha abrió su libro.

Oh, por Mithos. ¿Es necesario que seas tan condescendiente, Lyam? ¿Qué esperas, con esa sonrisa, mirándome silencioso? Ya veo lo respetuoso que eres con la biblioteca. Qué maravilla. Siéntete orgulloso de tu obediencia.

Abro por la parte de músculos, saltándome la explicación. Ya sé lo que es un músculo. No necesito que el libro me recuerde nada como eso. Ni su funcionamiento, gracias. Ni sé qué hago aquí leyendo. Pero no me voy a ir. No soy una inconstante. Aunque tenga que permanecer horas leyendo una información absurdamente básica sobre que los músculos sujetan el esqueleto y lo mueven.

Lo miro de reojo un instante, amparándome en el libro para disimularlo. ¿Aqua, verdad? ni se me va a ocurrir preguntarlo. Pero apostaría mi pierna buena por ello. A estas alturas debe de tener un precioso mapa en la cabeza lleno de nombres de lugares, climatología y todo lo demás.

Contengo un suspiro y empiezo el mismo párrafo por segunda vez. "Tres cuartas partes de la composición de los músculos son agua. En orden de cantidad, el resto de sus compuestos son..."

El chrysos pasaba las páginas, pero tal y como había supuesto, ya no prestaba tanta atención a la lectura como al principio. Si bien sí sabía qué leía, tenía que volver a la página anterior cada vez que llegaba a la mitad de la siguiente, confuso por lo que acababa de leer. Entonces volvía a detenerse en el mismo párrafo, que releía un par de veces, y luego volvía al punto donde lo había dejado. Resultaba un ejercicio bastante inútil, y daba gracias a que no se notase demasiado. O al menos, a que en la biblioteca sólo estuviese Alehyss en estos momentos, leyendo también.

Aunque, si se paraba a pensarlo, probablemente le costaría mucho menos concentrarse si hubiese otra persona más ahí.