Biblioteca

Alma de madera. Supongo que es un nombre apropiado como otro cualquiera. O quizás más apropiado, porque tiene un significado evidente.
Entorno los ojos un momento. Creo que no me suena el término, pero de todas formas...

-Humana -repito, mirándola cuando lo dice-. Bueno, supongo que el serr humano ha decidido lo que es humano y lo que no. Parra muchos no lo serría, perro si parra ti lo es, rréspetarré tu opinión. Erres, junto con Adain, la que más la conoce, al fin y al cabo.

Aunque hay muchos otros seres en los que englobarla, imagino. Los dragones son inteligentes, como muchos otros seres, y no se consideran humanos. Pero en un caso como este creo que se trata de algo un poco más sutil.

-Me sentirría muy honrrado de poderr ayudarrte -admito, con una sonrisa tranquila-. Estoy segurro, porr otrra parrte, de que mi posición me prroporrciona unos medios mucho mejorres que los tuyos parra buscarr inforrmación, porr lo que es más que prrobable que la simbiosis sea beneficiosa parra ti también.

Otros como ella...
Desde luego, de momento no estoy capacitado para decidir si eso es posible o no. Sé demasiado poco. Pero parece una búsqueda complicada. Quizás me he centrado mucho en lo superficial, en conocerla.

-En ese caso, tendrré que trrabajarrme yo mismo lo de ganarrme su confianza -concluyo con suavidad-. No hay prroblema con ello. En cuanto a su estancia aquí, en Brontë... No habrrá prroblema si dispone de un cuarrto parra sí. Podemos adaptarrlo a sus necesidades. Yo me harré carrgo si hay pegas. Puedes hablarr con los del serrvicio y pedirr lo que necesite sin necesidad de darr más datos. Avisarré de que vas de mi parrte.

No es una guerrera, y no es la misma situación. En su caso, quiero que esté aquí, de modo que buscaré la forma de que así sea.

Aunque pueda parecer absurdo, el hecho de que Lis esté escuchando me hace sentir un tanto escudada. Escucho lo que dice con atención, mostrándole una sonrisa dócil, aunque todavía alerta. Sé que Lis siente mucha presión en Brontë. Demasiada gente, y demasiados desconocidos. Tampoco hay tanta madera como en su casa. Necesita apoyo.

-Se lo agradezco, señor Brumm -respondo a su oferta, que no veo por qué rechazar-. Me encargaré de que Lis escoja una habitación de su gusto, y de mantenerlo al día de mis informes. Espero que ella llegue a considerar hablar con usted personalmente.

Si es lo que quiere. Si no es así, por mí puede volverse loco intentándolo. Lis es lo primero ahora mismo. Es la que más ayuda necesita.

Asiento con firmeza, pero manteniendo la sonrisa. Supongo que por ahora es lo que será mejor. No soy de coger las cosas por la fuerza, y me interesa más la confianza de Lis que la información que pueda arrancarle. Si hay que ir despacio, así será. En lo personal, ya he hecho lo que venía a hacer y me siento bastante satisfecho.

-Llamadme, entonces, si necesitáis cualquierr cosa. Trraterré de solucionarrlo. Bueno, tenga o no que verr con Lis, porr supuesto -añado, con una sonrisa un tanto más seria-. No estamos solo parra estas cosas. Me gusta velarr porr la gente, y más aún si trrabaja -explico, mirándola de forma algo ambigua, aunque termino por reír suavemente-. Ahorra, sin embarrgo, crreo que serrá mejorr que me rretirre. Dejarré que sigas con lo que hacías y que ella se rrelaje un poco-. Una leve inclinación de cabeza es la despedida, suave-. Buenas noches.

Llego a esperar por si quiere añadir algo más. Luego abandono la sala, desapareciendo. Un asunto más que de momento está solucionado.

*se va*

No sé qué pensar de él. Demasiado seguro de su propia autoridad como para permitir que nadie se relaje. Demasiado ambiguo en el trato. No me fío demasiado, pero no me queda más remedio que aceptarlo. Lis me tiene a mí, aunque yo no sea nada comparada con él. Trataré de valerle de algo.

-Gracias, señor -respondo finalmente-. Me alegra contar con su apoyo. Que tenga unas buenas noches.

No alargo el estudio mucho más. Cuando termino el tema que trata esta parte de los papeles, recojo todo y doy a Vilo una caricia, una señal de que es hora de levantarse. No se hace mucho de rogar. Después, me acerco con los cuadernos a las estanterías. Lis preferirá moverse en ellos que a pie, imagino.

De todas formas, antes de meterse entre los cuadernos asoma la cabeza, mirándome con gesto curioso. No está demasiado asustada, creo. Lo cual es muy buena señal. Le acaricio una mejilla, como hago a veces, un simple gesto de cariño.

-Vas a tener una habitación para ti -le digo, con una sonrisa dulce-. Cuando quieras, vamos a escogerla. Puedes escoger la que tú quieras.

Cuando hemos recogido, abandonamos la sala.

*Se van*

Con pasos lentos, Lluvia avanzaba por la biblioteca, mirando con curiosidad los diferentes volúmenes que había a su alrededor, parándose cada vez que alguno de los títulos de la sección de cuentos le llamaba la atención para leer con detenimiento la sinopsis y decidirse sobre si cogerlo o no. De momento, cargaba con un par de libros, muy finos los dos, que hablaban de caballeros y brujas y princesas, pero la aether parecía buscar alguno más, probablemente para no tener que volver al cabo de un par de días para hacerse con más lecturas.

Leía mucho últimamente. En eso empleaba el tiempo cuando no practicaba con el arco o con el piano, envuelta en un montón de mantas en su cama y con varios pergaminos en la mesilla para anotar lo que le gustaba de aquellas historias. Aunque de momento apenas tenía notas; no había encontrado muchas cosas que le gustasen tanto como para anotarlas.

*se queda*

Después de mi charla con Dehnel me había quedado bastante más tranquilo. Ya había enviado sendas cartas a mi señor padre y a Fumä con los datos necesarios para anular el compromiso (que, por lo que sabía, no había llegado a formalizarse en lo más mínimo). La misiva de padre incluía también un sobre para Nýa, que debía entregarle una vez considerase que todo estaba en orden y ella no podía intervenir. No era conveniente a la situación añadir tonterías de una niña dolida. Si todo salía bien, Nýa pronto se olvidaría de todo aquel asunto. Era posible que me guardara cierto rencor, pero esperaría el veredicto de padre y Fumä antes de decidir si debía ir a verla.

En cualquier caso, eso limitaba mis tareas a lo que de verdad me resultaba interesante, así que era un auténtico alivio. Ya no tenía más asuntos que tratar con Dehnel, y las cuestiones administrativas parecían estar en calma. Así pues, cuando terminé con el papeleo, me dirigí a la biblioteca en busca de información sobre autómatas. No me vendría mal tener algunos datos extra cuando contaba con uno a mi servicio.

En mi paseo entre estanterías, vislumbré una figura conocida, y aunque no necesitaba pasar por aquella sección, decidí acercarme. Veía al pajarito muy de cuando en cuando, después de todo, y siempre parecía igual de desvalida. No le sentaría mal, esperaba, un poco de charla.

La pregunta era desde cuándo me importaba a mí aquello. Quizás desde que Nýa se había dedicado a molestarme tanto.

-Buenas tardes -saludé, con voz baja y una suave reverencia-. Ha pasado algún tiempo. ¿Cómo va todo?

En mitad de su búsqueda, Lluvia se topó con aquel aether, el de la enfermería y el comedor, el que también estaba lesionado. Hacía mucho que no lo veía, más incluso del tiempo que hacía que no veía a otros de sus compañeros. Curvando un poco los labios, la aether se detuvo, e inclinó suavemente la cabeza, a modo de reverencia.

—Ha pasado tiempo, sí —repitió, alzando el mentón para poder mirarlo bien. Ensanchó la sonrisa—. Todo va bien: últimamente pasan pocas cosas, así que tengo tiempo para entrenar y practicar otras cosas. ¿Usted cómo está?

Ladeó la cabeza hacia un lado, curiosa.

La chica daba siempre las mismas respuestas. Pese a las pocas coincidencias, ya empezaba a conocerlas, casi a esperarlas. Su vida parecía no menos anodina que la mía propia. Pero también se la veía satisfecha con su situación. Parecía lo suficientemente relajada para dedicarse, incluso, a libros de fantasías. Mientras no ocuparan por completo su cerebro, podían hacerle bien.

Asentí.

-Eso suena bien -comenté, con mi habitual seriedad-. Yo sí he encontrado ocupaciones interesantes últimamente. Y las que no lo eran he conseguido darlas por terminadas, así que puedo decir que también a mí me va bien. He ido a dar con un encargo que, si no me equivoco, requerirá mis servicios de nuevo, así que estaré ocupado en cuestiones útiles.

Lluvia escuchaba con atención, sin apartar la mirada de su rostro, lo que Cierzo decía. A diferencia de ella, Cierzo sí había hecho cosas, o al menos cosas que no se centrasen tan solo en el entrenamiento. Al escucharlo, Lluvia pensó que probablemente ella también debería probar suerte con algún otro encargo. A fin de cuentas, en todo el tiempo que llevaba ahí había ido a dos, y del último hacía ya varios meses y creía, y lo creía de verdad, que había conseguido ganar cierta habilidad con el arco. Era indudable que no era una gran arquera, pero algo había mejorado.

—Eso suena mejor que lo mío —respondió, sonriendo ampliamente—. Yo no he ido a muchos encargos, pero supongo que para los guerreros experimentados como vosotros son algo entretenido. —Ladeó la cabeza—. ¿Va a tener que irse muy lejos para cumplir ese encargo?

Tal vez el hombre pudiese aprovechar para visitar algún sitio interesante. Ella lo haría, si se atreviese a irse muy lejos.

Me sorprendía un poco su declaración. Después de todo, llevaba allí mucho tiempo. Solo dos misiones eran muy poco, y más si el precio había sido un ala. Aunque no la había perdido en una misión, claro, pero sí estando en Brontë y por tanto, de servicio. De todas formas, no hice comentarios muy incisivos al respecto. O eso intenté.

-Es más una cuestión de deber que de entretenimiento -expliqué, seguro de lo que decía-. Puedes creerme si te digo que no sirvo a Brontë por lo divertido que sea. Se trata de ofrecer un servicio, más bien. Quizás si te lo planteas así te motive más cumplir con tu parte.

Pensé un momento en su pregunta. En realidad, no lo sabía. Después de todo, la última vez había sido en Lumen, pero no me resultaría extraño que el líder Brumm se presentara diciendo que había localizado actividad similar en el pueblo de paso. En cualquier caso, el parvus no había vuelto a facilitarme información, así que era imposible saberlo.

-Es posible -concedí, sin asegurar nada-. La última vez tuve que presentarme hasta Lumen, así que no veo por qué no iba a suponer otro gran desplazamiento. Los viajes en sí sí pueden resultar placenteros, ¿no te parece?

Lluvia lo escuchaba en silencio, atenta. Y aunque alguno de los comentarios no le gustasen demasiado, no dijo nada hasta que el hombre terminó de hablar.
Ella entendía que luchar por Brontë era su deber. Un deber que no le gustaba y que no quería, pero su deber, a fin de cuentas. Pero, y siempre había un pero cuando hablaba de Brontë, no creía que estuviese preparada para enfrentarse a grandes desafíos como seguro que lo estaba Cierzo. Aunque ahora, a diferencia de antes, no le importaría ayudar en algún encargo sencillo, uno donde no estorbase demasiado a sus compañeros. Lo que menos le gustaba de ser tan débil era que siempre tenían que ayudarla.

—Entiendo que es mi deber —terminó por decir, bajando un segundo la vista—. Pero hay algunos encargos para los que no me veo preparada. Yo no soy, a diferencia de usted, una gran guerrera. Estoy aprendiendo. —Alzó la vista, y sonrió un poco—. Pero supongo que pronto me apuntaré a alguno nuevo.

Había entrenado. Debía de ser mejor que antes.

Ensanchó la sonrisa al escuchar el siguiente comentario de Cierzo.

—Los viajes pueden ser interesantes. Cuando iba con mis padres de viaje, siempre me lo pasaba bien. ¿Es Lumen interesante? Nunca he estado.

Siempre aquel apocamiento. Me preguntaba si alguna vez entendería que ella tenía su propia fuerza o si estaba condenada a verse como un despojo por el resto de su vida. Eso sería una existencia lamentable, desde luego.

-No pienses que yo soy un guerrero tan poderoso -repliqué-. Sí soy buen mago, pero la mayor parte de lo que he aprendido lo he hecho aquí, en Brontë. Incluso a estas alturas, después de toda una vida de entrenamiento, sigo sin encontrarme del todo a gusto con una espada en la mano -. Una confesión que ni siquiera entendía por qué estaba haciendo-. Y, al igual que tú, también estoy aprendiendo. No hay necesidad de que te lances al vacío. Me refiero a que sigas avanzando, dentro de un ritmo que te resulte cómodo.

Parecía, por lo visto, dispuesta a hacerlo, así que acabé por asentir. Esperaba que aquello no fuera un simple conformarse. Era una cría débil, desde luego, pero eso no justificaba que no cumpliera sus tareas. Y, si la echaban de Brontë, entonces tendría un auténtico motivo para desarrollar un problema de autoestima. Uno del que le sería todavía más difícil levantarse.

-Es... luminoso -respondí a su pregunta, sintiendo mi propio comentario evidentemente insuficiente-. Esta vez he ido a una ciudad pequeña, nada que llamase demasiado la atención. Pero, si quieres mi opinión, mi experiencia en la capital me ha dejado muy buenas impresiones las veces que allí he estado.

A Lluvia le sorprendieron un poco las palabras de Cierzo, porque, de hecho, sí esperaba que fuese un poderoso guerrero capaz de manejar numerosas armas y de dominar la magia al completo. Pero no lo era. O eso decía.
La aether sonrió un poco.

—A primera vista parece muy fuerte, entonces. Supongo que las primeras impresiones engañan. —Lo miró. O a lo mejor era ella, que era muy pequeña y entonces todo el mundo le parecía muy alto y grande y fuerte—. Buscaré algún encargo en el que pueda ser útil. No me gustaría ser un estorbo para mis compañeros.

Ensanchó la sonrisa.
Tal vez hubiese alguno que pudiese hacer ahora. Debería comprobarlo.

—Siempre me he imaginado Lumen como un sitio muy grande y claro y caluroso. —Ladeó la cabeza—. Y muy diferente a Ventus, aunque de muy pequeña pensaba que Lumen y Caligo eran islas que se habían caído de Ventus. Me gustaría ir algún día.

Allí había vivido Jun, ¿no? Seguro que era un lugar interesante, entonces.

Asentí, convencido. Por supuesto. Y así debía de ser. A primera vista, cualquiera esperaba que yo utilizara mi fuerza física y que mi magia fuera puro fuego. Pero no era así, y el engaño, aunque pudiera parecer una estupidez, daba un momento de sorpresa y de ventaja. Y, desde que me había deshecho de aquel peso inútil en mi espalda, podía utilizar aquello mucho mejor.

-Busca que engañen -le recomendé-. Puede darte un par de oportunidades de más en ciertos momentos. Aprovéchate siempre de lo que se dé por supuesto de ti.

Estaba a punto de replicar, pero ella no había terminado. Acabé por encogerme de hombros a mi manera particular.

-Bueno, no hace tanto viento como allá arriba -concedí-. Pero tampoco hace un calor insoportable. Es mucho más agradable que Ignis en ese sentido. En cambio, la luz es fantástica y dura muchas horas, lo cual es de agradecer. Aunque no es en absoluto grande. Lumen, al igual que Caligo, no es más que un islote. Aunque supongo que ya lo sabes; basta con comprobar un mapa. Pero eso no hace la capital menos interesante. También tiene muchos contactos por mar, y eso la hace tremendamente cosmopolita.

Lluvia escuchó con atención lo que le pareció un interesante consejo. Buscar engañar. Evidentemente, ella no podía engañarles como Cierzo: nadie que la viese pensaría que usaría la fuerza bruta, pero tal vez si pudiese jugar con algo para despistar a sus rivales. Al igual que al aether, se le daba bien la magia. Tal vez podría probar por ahí.

—Pensaré en algo —aseguró. Sonrió un poco, y tras un segundo de duda, añadió—: A mí se me da algo bien la magia. A lo mejor nadie se lo espera viéndome y puedo sorprender así...

A ella también le sorprendía un poquito que la magia no se le diese tan tan tan tan mal. Tal vez al resto del mundo le pasase lo mismo.

—Entonces debe de estar lleno de gente de muchas razas y de mestizos —murmuró, mirando de nuevo al aether—. Y tal y como la describe parece un lugar donde encontrar muchas cosas. —Sonrió—. ¿Y ha estado en muchos sitios más? Parece que ha visto bastante mundo, señor Cierzo.

Lo pensé un momento, evaluándola. Era una niña torpe. Su aspecto físico no sugería grandes habilidades. Aunque, por supuesto, de todo podía hacerse desconfiar.

-Puedes hacer eso, sí -concedí-. Quizás te convenga dejar bien a la vista tu arma, para que cualquiera que te vea piense que vas a recurrir a ella en todo momento. O, por el contrario, llevar algún arma escondida y hacerles ver que confías exclusivamente en tu magia. De esa forma, pueden creer que te han reducido cuando aún guardas alguna sorpresa. Todo depende de lo que te resulte más natural, por supuesto.

Pensé un momento en su pregunta. Desde luego, no era una lista corta.

-Bueno, mi padre tiene tierras en Ignis, así que puedo decir que me he criado un poco entre Ignis y Ventus. Aunque he vivido más tiempo en Ventus, por supuesto -comencé-. Además, por supuesto, llevo ya un tiempo viviendo aquí, en Fulmen, y he tenido oportunidad de viajar por el continente. También he estado en Humus en varias ocasiones, la última en un viaje que hice desde Brontë. En ese mismo viaje pasé por Lumen y Caligo. Así que, por tanto, tan solo queda Aqua. Pero, si te soy sincero, el frío nunca me ha resultado atractivo. Reconozco que últimamente lo llevo mejor, pero aún así no me acaba de convencer como destino.

Lluvia anotó mentalmente los consejos que Cierzo le daba. Ahora mismo no podría decantarse por ninguno, pero estaba segura de que si lo pensaba bien, acabaría escogiendo alguna. Suponía que ella también debía de tener algo que pudiese jugar a su favor, aunque solo fuese un poquito.

—Pensaré en ello —aseguró, sonriente. Y luego, con atención, escuchó lo que Cierzo contaba de sus viajes.

El aether había ido a muchas partes, de hecho, parecía haber estado en todo el mundo. En casi todo el mundo al menos. Comparado con él, ella apenas había visto un par de sitios, y estaba casi segura de que lo mismo le pasaría a otras muchas personas. Era una lista bastante impresionante.

—Eso es casi todo el mundo —murmuró, con un tono algo sorprendido. Le sonrió de nuevo—. ¿Y cuál de esos sitios es el que más le ha gustado? Yo solo he estado en Ventus, Fulmen e Ignis, pero Ventus es el que más me gusta de todos.

Fruncí el ceño, cavilando. Acabé por negar. No, el planteamiento, aunque pudiera parecerlo, no era el correcto. Aunque, si no había viajado mucho, entendía que pudiera parecérselo.

-En realidad, solo he visitado algunas zonas de cada sitio -explicó-. Visitar los siete continentes no es tan meritorio; lo interesante está en aprender a conocerlos bien. Como tú, supongo que debo anteponer en la lista Ventus, Ignis y Fulmen. Pero no podría escoger un favorito. Creo que el interés de todo viaje está en apreciar lo que te ofrezca, por diferente que sea cada vez. Y hay diferencias suficientes como para no poder pararse en comparaciones.

Por supuesto, Ventus era un lugar agradable. Pero no era perfecto. Fulmen me resultaba algo ajeno, pese al tiempo que llevaba en el mismo. Quizás no había llevado una vida que me hubiera permitido aceptar el continente más como parte de mí. En cuanto a Ignis, siempre había tenido sentimientos encontrados. De los otros, opinaba, me quedaba mucho por conocer. No, no podía escoger un favorito.

Lluvia caviló un segundo, pero finalmente terminó por asentir. El aether tenía razón: lo importante era conocer bien aquellos sitios, no haber puesto los pies en ellos.

—Pero aprender a conocerlos bien lleva mucho tiempo —murmuró—. Bueno, es evidente. Son muchos sitios y son muy grandes. Yo aún no creo conocer bien ningún lugar, ni siquiera Ventus. —Lo miró—. ¿No le parece un poco triste no llegar a conocer todos esos sitios? Del todo, digo. A mí sí me lo parece.

Ladeó un poco la cabeza.

—Aunque también dedicar toda tu vida a conocer a fondo sitios podría ser triste, si al final te quedas muy solo.

Sus razonamientos resultaban extraños. No tenía muy claro si me parecían demasiado filosóficos o demasiado infantiles. Quizá ambas cosas. En cualquier caso, tras pensarlo un momento, volví a encogerme de hombros como solía hacerlo.

-No me parece triste -respondí, descartando la idea-. Un mundo que siempre te presenta cosas nuevas resulta mucho más interesante que uno que conoces a la perfección. Si no hay nada más que ver, ¿qué puedes hacer entonces? Por otra parte, si lo que quieres es viajar, lo más agradable es hacerlo en compañía -. Fruncí el ceño y compuse una mueca-. Por supuesto, tiene que ser la compañía adecuada. No cualquiera es un buen compañero de viaje. Pero una vez se da con quien pueda hacer la travesía agradable, el problema de la soledad está arreglado. Claro que a veces también puede apetecer viajar en solitario.

Una necesidad, en mi opinión, ineludible. Después de todo, la compañía durante demasiado tiempo resultaba ciertamente estresante. Y, hablando de ello, quizás fuera hora de que me retirase. Una conversación demasiado larga no dejaba buenas impresiones, y yo estaba ya cansado de la charla.

-En fin, me alegro de verte, Lluvia -concluí, con una nueva reverencia-. Siento haberte molestado durante tanto tiempo. Espero que encuentres algún encargo de tu agrado -. Antes de irme, extendí una mano hacia una de las estanterías fuera de su alcance, justo por encima de ella, extrayendo un volumen en particular que puse en su montón-. Por cierto. Echa un ojo a este, si te apetece. Buenas noches.

Y, tras la despedida, me dirigí a la puerta. Quizás sería mejor buscar mi información sobre autómatas en otro momento.

*Se va*

Lluvia escuchó con atención la respuesta de Cierzo, y luego permaneció unos segundos en silencio, pensando en lo que el hombre le había dicho. Lluvia no compartía del todo sus opiniones, pero no había motivos para debatir sobre algo como aquello, así que se limitó a asentir y sonreír y decir:

—Supongo que lo vemos de forma diferente.

Cuando el aether se despidió, Lluvia ensanchó la sonrisa e hizo una pequeña reverencia. Alzó las cejas cuando el hombre le tendió un libro, sorprendida por el gesto, pero tras un segundo, dijo:

—Lo leeré. —Y ensanchó aún más la sonrisa—. Muchas gracias, señor Cierzo. Buenas noches.

Y observó cómo el hombre abandonaba el lugar. Luego, tras buscar algún libro más, ella misma se fue.

*se va*

Al final hoy he dejado el entrenamiento de lado, también. Me cuesta concentrarme y el cuerpo me pide descanso, lo que me ha hecho optar por investigar algo más sobre Ventus, aunque a estas alturas sea algo más anecdótico que otra cosa. No creo que me pare a visitar lugares al final. Querría ir a Aqua cuanto antes para estar pronto de vuelta, y no voy sola. No es que esté interesada en unas vacaciones improvisadas con el chico claritas, Jun.

Me acomodo un poco en el sofá y paso la página con gesto monótono. Supongo que no tardaré en salir, tras tener los preparativos listos. Aunque querría tomarme un breve respiro, aunque sea unos días, por lo que pueda pasar. Acabo de volver, al fin y al cabo, y la idea de volver a irme me agobia un poco.

*se queda*

Una vez más, mi visita a la biblioteca implica compañía. Vilo parece haber decidido que no se está tan mal en el palacio, y me sigue a paso ligero allá donde voy, mostrando más curiosidad por lo que hago que interés por interrumpirlo para jugar. Desde luego, la última estancia en el bosque, esa tan larga, lo ha cambiado mucho. Se ha vuelto más sigiloso, más atento. Jugar, por supuesto, sigue apasionándole, pero parece ver las cosas desde otra perspectiva.

Lis también viene. Se ha metido, como es habitual, entre mis cuadernos, y yo la llevo en brazos, bien sujeta junto con los documentos. Le he dicho que luego iremos al comedor a por galletas, y creo que la perspectiva le ha parecido más que correcta. Por el momento, sin embargo, dejaré que siga explorando la biblioteca, si quiere, o que se quede conmigo investigando.

Al llegar, me dirijo a las estanterías y dejo los cuadernos sobre ellas cuando llego a la sección que busco. Eso hace más fácil que Lis se traslade de un sitio a otro de forma discreta. Mientras le dejo tiempo para hacerlo, escojo un par de volúmenes, uno sobre Ventus y otro sobre criaturas mitológicas. He decidido que es más factible encontrar allí a Lis que en un bestiario.

Vilo se separa, trotando suavemente con un movimiento continuo de cola, ligero y confiado. Cuando alzo la vista para ver adónde va, lo encuentro dirigiéndose hacia Alehyss, que lee en uno de los sofás. Le dedico un cabeceo de cabeza a modo de saludo, aunque no sé si me ha visto.

-Buenas noches -murmuro-. Ven, Vilo, no molestes.

El vulpus se vuelve a mirarme, la mira a ella, olfatea un momento a su alrededor y acaba por dejar de lado su curiosidad. También es más obediente, curiosamente. Había pensado en acomodarme en las mesas, pero la perspectiva de poder trabajar más cerca de Vilo me hace decidirme por un espacio cercano a donde está Alehyss. Así pues, recojo mis documentos y me dirijo allí, para acomodarme con mi compañero.

Alzo la vista al escuchar la puerta, pero pronto me dedico a lo que estoy haciendo de nuevo. No obstante, no tardo mucho en volver a ser interrumpida, esta ver por... el vulpus.
Aparto un poco el libro y alzo la vista hacia él. Muy seria, mantengo los ojos fijos en los suyos, sin inmutarme.
No quiero que me lamas. No quiero hagas amago siquiera de subir las patas a mis piernas. Mantén la distancia. Si lo haces, te daré una sola caricia.
Sin embargo, parece que ella se encarga de detenerlo antes de que se acerque más.

-Buenas noches -correspondo a su saludo volviendo el rostro hacia ella-. Cuánto tiempo.

Es una observación. Tras haberla hecho, vuelvo al libro, aunque con cierta pereza. Parece que tampoco es esto lo que me apetecía hacer. Aunque es mejor que enfrentarme a la copia de nadie, hoy.

Acabo por acomodarme directamente en el suelo. No es incómodo, y está enmoquetado para evitar que el sonido resulte molesto. Una solución inteligente en una biblioteca. Hago a Vilo un gesto para que se tumbe a mi lado, pero no parece convencido. Acabo por extender ante mí mis libros y papeles, tranquila.

Asiento a su comentario.

-Sí, no se puede decir que coincidamos mucho.

Abro el libro sobre Ventus y busco, en primer lugar, en el índice. Quizás debería haber escogido un bestiario del continente o un libro de mitología un poco más concreto, pero por algo hay que empezar. Es un volumen grande con muchos apartados, y aunque no espero dar con nada a la primera, no descarto encontrar algo.

Vilo se mantiene alerta. Acaba por venir a sentarse a mi lado, pero en su silencio regio, mantiene los ojos fijos en Alehyss. Me pregunto qué le habrá llamado la atención esta vez. Tampoco es que pretenda fijarme en todo en lo que se fija. Y creo que no es el único que la mira, aunque sí el más indiscreto. Tengo la sensación de que Lis nos vigila.