Biblioteca

De nuevo, las referencias a la relación pasada del flamma sorprendieron al chrysos. Lyam no había imaginado que llevasen tanto tiempo separados, aunque nunca se había parado a pensar en ello. Eso podía explicar, de alguna forma, porque la caeruleus había estado pasando tanto tiempo a solas en la biblioteca.

—Estaré preparado en ese caso... —murmuró, sin mucho convencimiento, como respuesta al segundo comentario de Rick, que parecía que había empezado a recoger. Lyam parpadeó. Que Gerald fuese un tocahuevos no le preocupaba demasiado, pero no tenía ningunas ganas de que volviese.

—De todas formas, no deberías prestarle atención a alguien así. —Miró al flamma—. Cuántas más le des, más te fastidiará. —Se encogió de hombros—. Es un imbécil, así que ignóralo.

Apreté la mandíbula un momento, dejando de recoger, mirándolo. Negué, incómodo, enfadado. Aquella no era una correcta interpretización de mis palabras, desde luego.

-Pudo haberme matado -siseé sin más, tomando los libros en los brazos, apretándolos sin darme cuenta, dejando en la mesa el último que había ojeado-. Me da igual lo molesto que quiera ser, o lo gracioso que se crea. No me importa. Pero ese hombre es un peligro. Y no pienso dejar que campe a sus anchas, jactándose de todo lo que le rodea, como si lo único malo que ha hecho en su vida haya sido burlarse de un pobre flamma por tonto -. Negué, furioso-. Si se le ocurre volver por aquí, lo estaré vigilando. Así que más le vale no volver nunca.

Tras mi sentencia, acudí a las estanterías, a dejar los libros de nuevo.

Y de nuevo, las palabras de Rick lo sorprendieron. El chrysos alzó mucho las cejas, y boqueó un par de veces, sin saber qué decir hasta que, finalmente, decidió cerrar la boca y dejar de parecer estúpido.

En su lugar, en silencio, observó al flamma, y cuando vio que se alejaba hacia las estanterías, lo siguió, aunque seguía sin tener claro qué quería o qué debía decirle.

—No lo sabía. —Parpadeó—. Perdón. Supongo que no es algo que se pueda ignorar, así que... Eh.

No, definitivamente no sabía qué decir.

Me volví de nuevo hacia él, cuando habló, molesto. No con él, por supuesto. Él no tenía la culpa de nada. Pero era aquello que...

-¿Ahora comprender el problema? Lo vi con Inger, y sé de buena tinta que iba detrás de ella. ¿Puedes imaginar lo peligroso que sería para ella caer en un bastardo como él? Pero si me dices que la has visto hace poco supongo que solo me evita por... por motivos evidentes -termino, terminando de colocar los libros en su sitio-. Me dejas más tranquilo ahora. Si no quiere verme, respetaré su decisión. Está en su derecho.

Me pasé una mano por la cara. Me sentía repentinamente cansado. Tampoco era para tanto. Ya estaba. Asunto resuelto. Todo perfecto.
Mithos.

Suspiró. Por las palabras de Rick, Gerald parecía un tipo peligroso, así que el chrysos entendía perfectamente la preocupación del flamma. No obstante, dudaba que Inger estuviese con Gerald. A fin de cuentas, él la había visto sola bastantes veces.

—No sé si está con él o no, pero si te sirve de consuelo, antes siempre que la veía estaba sola. —Se encogió de hombros—. No creo que esté con Gerald, sinceramente. —Frunció el ceño—. Eso o se ven muy poco.

Qué también era una opción, pero Lyam era incapaz de imaginarse a Inger hablando emocionada de libros con Gerald.

—Y, eh... A lo mejor no te evita, sino que simplemente no os veis... —Lo miró—. Igual se siente algo incómoda, eso sí. Ya sabes, por todo el tiempo que llevabais juntos y tal, pero igual, no sé, si te la encuentras, no huye de ti.

No era algo extraño, ¿no? Él podía entender una actitud como aquella.

Terminé por suspirar. La verdad era que sí, después de saber aquello me sentía bastante más aliviado. Me había preocupado en vano. Inger no era una chica tonta. No se dejaría engatusar por un bastardo como aquel...

-Parece que la conozcas muy bien... -dije de pronto, alzando las cejas. Ladeé ligeramente la cabeza, y me rasqué la patilla derecha, curioso-. ¿Quizás estás interesado en ella? -inquiricé, llegando a esbozar una sonrisa algo extraña, pero no desagradable.

Volví a la mesa a por el otro libro. Aquel me lo quedaría. Parecía el más interesante.

Lyam frunció el ceño, serio. ¿En serio, Rick, en serio? No podía haber más motivos, todo estaba relacionado con el amor. Qué obsesión, por Mithos.

—No, no la conozco muy bien, y no, te aseguro que no estoy interesado en ella. No es mi tipo.

La caeruleus era simpática y no era fea, pero él solo la veía como, quizá, una amiga. Y ni eso: ahora mismo, la caeruleus era una compañera más de la lista de compañeras.

—Solo la he visto un par de veces, nada más.

Se encogió de hombros.

Asentí, ensanchizando un poco la sonrisa, cruzándome de brazos y sin soltar el libro. Tampoco quería que se asustase. A lo mejor había parecido un poco agresivo.

-Tranquilo. Si algún día llegas a hacerlo, cuenta con mi aprobación. Ya te he dicho que no soy uno de esos tipos que se celan de todo.

Roté los hombros hacia atrás, estirando un poco la espalda. Ya se había hecho tarde, con todo aquello. Mithos...

-Bueno, Lyam. Nos vemos el jueves entonces, ¿no? Será un placer enseñarte. Ahora, sin embargo, he de irme. Están cuidando de Lyo, pero prometí que iría a buscarlo hoy.

Con un gesto me despedí de mi compañero, y me dirigí hacia la puerta. No me olvidé de decir un "buenas noches" antes de abandonar la biblioteca.

*se va*

El chrysos puso los ojos en blanco. ¿Por qué no lo escuchaba? Si ya había dicho que no, que no le interesaba.

—Te aseguro que nunca llegará el día.

Nunca, jamás. Estaba convencido de ello. Era incapaz de verlo, de verse con la caeruleus.

Miró de nuevo al flamma. Cuando este comenzó a despedirse, Lyam negó con la cabeza.

—El jueves no, por favor. —Suspiró—. El lunes. Lunes. Lu-nes. Si no te importa.

Tras desearle que tuviese buena suerte con Lyo, y tras despedirse de él, el flamma se fue. Lyam, entonces, observó la biblioteca, pensando qué clase de libro podía llevarse. Al final, sin embargo, decidió irse sin nada: no quería pensar. Ya volvería otro día.

*se va*

Corbin, pese a no estar muy convencido de su propia decisión, había decidido bajar el ritmo de los entrenamientos unos días, hasta haberse recuperado un poco. Las contusiones que tenía iban desapareciendo, pero la herida de la espalda se lo tomaba con más calma. Y, pese a que era poco amigo de los descansos, había decidido que no sería del todo mala idea.

Así pues, dedicaba la mayor parte de su tiempo a su otra actividad habitual. En aquel momento, en concreto, tenía un par de libros abiertos ante sí, y escribía en un pergamino. De vez en cuando, dejaba su tarea para consultar alguno de los volúmenes, aunque no tardaba mucho en retomar la actividad.

Al final, acabó por secar la tinta, enrollar el pergamino y cerrar los libros. Se levantó entonces a dejarlos en su sitio y tomar uno de la sección de lectura.

*Se queda*

No son horas para estar despierta, teniendo en cuenta que mañana es un día en el que debo madrugar. Creo que voy a ser yo la que tenga que pedirle disculpas a Lyam, aunque no pienso llegar tarde, por lo baja de forma que estaré debido al sueño. De todos modos, últimamente, con todo lo que pasa, las horas que dedico al sueño son menores a las habituales.

-Corbin -saludo, al entrar, con un gesto, pero está ocupado.

Me interno, pues, entre pasillos, sin esforzarme demasiado por buscar, más gastando el tiempo que debería dedicar a descansar que en encontrar algo.

-¿Más calmado? -inquiero, pasado un rato, alzando la voz desde unas estanterías cercanas, sin dirigirle una mirada.

Poco después, la puerta de la biblioteca se abrió y Corbin oyó una voz que lo llamaba. Alzó la vista hacia Alehyss, dedicándole un cabeceo como saludo.

-Buenas noches -murmuró, haciendo amago de acercarse. Aunque, al ver que ella seguía su propio camino, se limitó a encogerse de hombros y continuar con su búsqueda.

Frunció el ceño, confuso por un momento, ante su pregunta. Estaba a punto de preguntar a qué se refería cuando entendió de qué se trataba. Aquello era casi un ataque, o eso pensaba el claritas. Después de todo, el autocontrol era algo en lo que había fallado siempre, por más que se esforzase en corregirlo. También había que decir que había tenido que encargarse de ello solo; después de todo, a Falace no le importaba en absoluto su falta de contención.

-Sí -respondió, finalmente-. Mucho más.

Tomó un libro, distraído, pero en seguida lo volvió a dejar en su sitio, dándose cuenta de que ya lo había leído. Tampoco había sido una lectura muy interesante. Buscó otro.

Tras repasar un par de libros con expresión anodina escucho su respuesta y esbozo una leve sonrisa, volviendo el rostro hacia él. Asiento, apenas un instante.

-Me alegra escuchar eso. ¿Cómo van tus heridas? -. Ahora sí lo miso, buscando algún rastro del combate en él, rozando un par de lomos con los dedos, pero sin tomar los libros-. ¿Sigues buscando información sobre Caligo?

Me paso una mano por el pelo, apenas un gesto, echando hacia atrás algunos mechones que me rozan la cara. Vuelve a cubrirla en parte y, aunque apreciaba mucho mi melena larga, creo que estoy aprendiendo a apreciar mi aspecto actual. Quizás no vuelva a dejarlo crecer.

Corbin se encogió de hombros. Dudó un instante. Su propia indecisión le dificultaba declarar ciertas cosas. Aún así, la miró de reojo, estudiándola. Y, mientras lo hacía, se atrevió a comentarlo.

-He bajado el ritmo para recuperarme antes -confesó, estudiando sus reacciones con atención-. Da resultados, así que pronto volveré a lo habitual.

Y, entonces, estaría mucho más cómodo. Lo sabía.

Llegó a tomar un par de tomos más, pero no se decidía. Al final, los dejó donde estaban.

-No -respondió, escueto-. Ya tengo la suficiente.

Asiento, condescendiente, conforme con sus palabras. Me acerco un poco, incluso, como a mirarlo desde más cerca para evaluarlo mejor. No obstante, mantengo siempre una distancia que evite que cualquier parte de mi cuerpo lo toque.

-Cuando te recuperes podremos entrenar, ahora que he recuperado mi arma. Eso deseabas, ¿no? -inquiero, mirándolo a los ojos, buscando el interés que eso despierte en él; mi kusarigama parece ser, de alguna forma, lo más valioso que tengo a sus ojos.

Luego retrocedo un paso, ladeándome un poco, casi dándole la espalda. observo las estanterías sin mucho interés, pero mantengo una sonrisa suave y algo extraña en los labios.

-Espero que el viaje cumpla con tus expectativas. Y recibir algún tipo de reporte a la vuelta-. Lo miro, de soslayo-. Alguna anécdota.

La reacción que Corbin encontró fue mucho mejor de lo que esperaba. Con su habitual seriedad, asintió rápidamente, mirándola con fijeza. Aquella hoz. Ya la había tenido al cuello antes de tener oportunidad de enfrentarla. Resultaba algo humillante. Aunque tenía intención de compensarlo.

-Sí, eso sería muy interesante -afirmó, seguro. En cierto modo, lamentaba que su último enfrentamiento no le permitiese llevar aquello a cabo en aquel mismo momento.

Cuando ella se giró de nuevo, volvió la vista hacia el mismo lado, examinando la estantería que tenía frente a la que había estado mirando. Alzó una mano para localizar un tomo algo.

-Bien -aceptó al comentario de Alehyss, de nuevo asintiendo, con aire algo marcial, y mirándola un momento-. Trataré de traer alguna historia amena de vuelta.

Asiento, casi con excesivo ánimo. Creo que me molesta un poco que, efectivamente, no parezca ver más allá de un arma, o de un entrenamiento. En el fondo es de esperar. Siempre ha sido así.

-Claro. No te preocupes. Tendrás ese entrenamiento. A mí también me interesa poder probarme contra ti al cien por cien.

Me peino un mechón tras la oreja, mirándolo con curiosidad. Sigue hablando. Al menos, efectivamente, parece más receptivo hoy.

-Historia amena -repito, y dejo ir una suave y sutil carcajada, muy débil. No tengo claro si estoy de buen humor o si soy algo cínica-. ¿Tienes alguna? Me gustaría escucharla, si fuese posible.

Asintió de nuevo.

-Resultas muy interesante en combate -afirma-. Pero hasta ahora las cosas no estaban niveladas. Y si sin estarlo ya resultaba un desafío, con tu arma debe serlo mucho más.

Ni siquiera entendía muy bien por qué daba tantas explicaciones al respecto. No era importante, realmente. Estaba bien si ella lo sabía. Aunque, por otra parte, ya lo sabía de antes, así que no era más que reiterar los hechos.

Frunció el ceño, algo sorprendido por la repentina petición. Dudó un momento, tratando de dar con algo.

-Una historia amena... -repitió una vez más-. ¿Mía? ¿Quieres decir ahora?

Sonrío, y creo detectar cierto amargor en el gesto. Dudo que él llegue a captarlo, y que lo interpretase en caso de hacerlo, así que no lo oculto tampoco. No demasiado. Asiento, sin más, y doy una respuesta escueta que cumpla con sus expectativas. Será suficiente.

-Cuenta con ello.

El siguiente tema me interesa algo más, aunque solo sea por curiosidad. Ladeo ligeramente la cabeza, y rozo el flequillo con las yemas de los dedos, con semblante tranquilo. Y, de nuevo, un asentimiento breve, que indica que eso es lo que deseo.

-Exacto. Me gustaría conocer alguna historia sobre tu vida. Lo que puedas contar.

Sin siquiera notarlo, Corbin se había apoyado en las estanterías. Aquella era una pregunta difícil. Muy difícil de responder. Cruzado de brazos, caviló al respecto. Alguna historia sobre su vida. No tenía exactamente "historias" que pudiera contar. O, en su defecto, ninguna de las que se le ocurrían le parecían adecuadas. Frunció el ceño.

Quizá no hiciera falta una historia propiamente. Tan solo algún dato. Trató de organizarlos.

-Me crié en una cabaña en las montañas de Lumen -dijo, finalmente. Observaba a Alehyss, buscando en sus gestos algo que le indicase si era aquella la clase de historia que buscaba-. Aislado. Crecí viviendo del bosque y de lo que se me enseñaba. Se me entrenó desde siempre para ser... -Ahí dudó un momento. ¿Para ser qué? ¿Cómo expresar aquello exactamente?- Digamos que una especie de mercenario. No exactamente. Creo que no podría explicarlo.

Calló, expectante. ¿Era aquello lo que buscaba la chrysos?

Lo escucho con curiosidad. He dejado de sonreír, pero revelo cierto interés en la mirada. Aunque no un interés depredador, voraz... Es, más bien, una curiosidad educada, esperando ver hasta dónde está dispuesto a contarme. Completa un poco los datos que me dio la última vez. Dicho así, resulta triste.
Termino por esbozar una sonrisa de nuevo, e inclino la cabeza un poco hacia abajo, mirando el suelo.

-Es bastante diferente a mi procedencia. Nací aquí, en Fulmen. Una familia normal. Mi padre es médico. La madre de mi madre es claritas, de ahí el mestizaje, pero he perdido prácticamente todos los rasgos-. Me aparto el pelo un instante, mostrando la levísima punta de mi oreja derecha-. Solo rasgos morfológicos, pero ningún resquicio de habilidades claritas, en mi opinión-. Me encojo de hombros, con suavidad-. La vida que llevo ahora... Nunca la quise. No sé qué vida quería, pero arriesgar mi vida luchando no era mi objetivo principal. Me inicié en la lucha como una distracción, y destacaba en aptitudes físicas, pero lo que me llevó a ser lo que soy ahora fueron mis propios errores y decisiones.

Sello los labios, mirándolo.


FdR- Pausado por problemas técnicos.

Pese a que Corbin no lo había pedido, ella decidió responder con una historia de estructura similar. Escuchó, sin entender muy bien la finalidad de aquello, aunque sintiendo un cierto interés. Llegó a asentir, incluso, cuando ella mostró su oreja, señalando que era un dato que ya conocía de antemano.

Cuando calló, Corbin se preguntó qué seguía a aquello. La miró un instante. Luego carraspeó ligeramente. Quizá era su turno de nuevo, pues.

-Yo nunca he pensado en si me gusta o no lo que hago -respondió-. No. Miento. Sí lo he pensado. Lo hablamos una vez, si no recuerdo mal. Pero las conclusiones son siempre las mismas. No escogí, pero es lo que tengo. No hay nada que conozca que me haga pensar que sería mejor de otra forma. En tu caso, tu habilidad lo justifica todo.

Serio, calló, de nuevo.

Niego lentamente, manteniendo una sonrisa suave, casi algo decepcionada. Al terminar el gesto añado un encogimiento de hombros muy leve. Y luego un suspiro, incluso, casi imperceptible.

-Sinceramente, creo que hubiese preferido otra vida. Mi habilidad no me metió en esto. Sin embargo, llegado este punto, no me quejo, tampoco. Me he acostumbrado, de alguna forma. Dudo que disfrutase de una vida común y tranquila-. Creo haberle mencionado esto antes-. Mi deseo es juntar ambas cosas. Quiero utilizar mis habilidades, pero con libertad, pudiendo tomar mis propias decisiones, y servirme a mí misma. Alguna vez, si me es posible, seré independiente, pero de momento este lugar me resulta lo suficientemente cómodo como para quedarme.

Y tengo otros motivos, por supuesto.

Corbin caviló un momento lo que decía. En su caso, le daba igual a quién servir. Contar con Brontë era una ventaja. Tenía una base cómoda y segura desde la que actuar, y las cuestiones de actuación llegaban a él sin que las buscara. Por otra parte, podía detener el trabajo en busca de tranquilidad si lo veía necesario, como en aquel momento.

-No parece un objetivo difícil -respondió, extrañado por el aire de frustración de la chrysos-. ¿Qué buscas? ¿Ser mercenaria? No estás muy lejos de ello. Y, tras haber estado aquí, tienes un historial que haría interesante contratarte.

¿Y él? No se le ocurrían muchas opciones más allá de Brontë. Quizá aquella. No disfrutaba especialmente luchando, pero tampoco pensaba escapar de ello. Después de todo, era bueno en su trabajo, y de alguna forma debía ganarse la vida.

Recordaba la extrañeza que sintió tras la muerte de Falace, cuando nunca se había planteado que su vida pudiera cambiar. Tras aquello, la opción de un cambio siempre le había parecido una amenaza a tener presente. Y, bien pensado, si algún día Brontë caía o él lo abandonaba, debía pensar en una alternativa para seguir adelante.

Sus palabras me hacen pensar. No es algo nuevo para mí el vender mi fuerza al mejor postor, aunque antes fuese de un modo distinto. Prefiero las maneras de Palacio. Y, pese a todo, plantearme la vida de mercenaria no es algo que me resulte descabellado, como idea futura. No obstante, haría algunos cambios. Quiero decidir mis trabajos, supongo. No me afecta demasiado matar, pero en los asuntos de mercenarios puedes terminar haciendo daño a la persona equivocada, si no tienes principios o las cosas claras.

-Quizás -murmuro, como hablando sola-. Es una vida arriesgada, pero tengo experiencia en ello. Ahora sabría elegir mejor los trabajos que acepto -comento, con un tono entre divertido y amargo.

Soy una persona diferente a la cría que fui. Y pese a todo tengo demasiado que aprender todavía.
Separo las manos de los tomos y lo contemplo. No somos tan diferentes en este aspecto, creo yo. Muchos puntos nos hacen parecidos. Pero estoy segura de que hay las mismas cosas que nos separan. No tengo muy claro hasta qué punto mataría él por encargo, incluso aunque la moral indicase lo contrario.

-Por el momento este es mi sitio. Sabre apañármelas luego. Estoy segura -reflexiono en voz alta, convencida, seria, asintiendo una vez.