Biblioteca

Contemplo la parvus, curioso. Parece animada. ¿Acaso no le afecta lo que ha sucedido? Aunque aquí la gente es fuerte... Estarán acostumbrados a cosas como esta. Desde luego, yo no me veo capaz de tener energía tras algo como...

Tardo un instante en comprender lo del agua. Creo... Ni siquiera estoy seguro de que sea eso, pero como la vi en el lago supongo que no habla de otra cosa. Así, pues, asiento lentamente, sonriendo con cierta timidez.

"Regresé a Lumen. Ayer volví a Brontë."

No sé qué tendrá que ver, la verdad... Pero es que tampoco sé cómo responder a lo suyo.

Asentí, enérgica, y de nuevo di un par de toques en el suelo con Amatista.

-Sí, sí -afirmé-. Estás. Te veo. No te oigo, pero nunca te oigo.

Saqué un libro al azar de las estanterías, lo abrí y leí una frase. Luego lo cerré de nuevo y lo volví a colocar en la estantería, un poco de cualquier manera. Me volví de nuevo al chico.

-Y ahora has venido al país de las hojas.

Esbozo una sonrisa, señalando mi garganta con un dedo y luego negando. No creo que sea un secreto a estas alturas, pero bueno... Algo tengo que hacer para que parezca que participo en la conversación, supongo, de modo que...

Mientras ella se dedica a los libros me permito, por un momento, ojear un par de títulos interesantes, pero pronto regresa a mí. Asiento con la efusividad que me permito siendo tan modosito...

"Me gusta mucho leer"

Ella también está aquí, ahora que lo pienso.

"¿Has venido a por un libro?"

Negué con fuerza. Los libros no me gustaban, y cuando me sentaba con ellos era porque no quedaba otra. Y normalmente quedaba otra.

-Yo no quiero -repuse-. Ahora no.

Miré alrededor, atenta.

-Yo corro. Mira. Ven -animé.

Y, tirando de su brazo, eché a correr fuera de allí.

*Se lo lleva a rastras XD*

Entré en la biblioteca con los pasos seguros y varoniles que todo Dehnel debía tener. Nos enseñaban desde pequeños, al fin y al cabo... Y... ¿Por qué en la biblioteca? ¡Pues porque mi gusto por la cultura era tan grande que a veces no podía evitar sentir aquella necesiciosa tentación de acudir a la guarida de los libros y leer cosas para sabios!
En aquel momento, sin embargo, iba a devolver un libro de exurcismos de fantasmas que había cogido hacía un tiempo. Por el momento no había vuelto a ver ningún espíritu, de modo que quizás hubiese sido un hechizo, nada más... El enemigo atacaba por todos los lugares posibles, y la mente no era diferente.

-¡Gerald! -saludé, alegra, al ver allí al chrysos-. Me alegra verte de una pieza.

Lo había visto con Goco la última vez, si mal no recordaba. Así que también él estaba vivo...

Sonreí noblemente frente a su pregunta. Animado, mostré frugazmente el libro que tenía en la mano, sacando pecho con orgullo.

-He venido a devolverlo.

Y, sin demasiados miramientos, antes de seguir con la conversación, fui a dejar el libro en su hueco. O lo intenté, porque hacía ya tanto que no recordaba de dónde lo había cogido, de modo que acabé dejándolo en otro sitio esperando que fuese el correcto. De todos modos, ¿qué importaba? Dudaba que nadie más viese espíritus malditos.

-Y qué... - comencé, volviendo junto a Gerald y dando una intensa palmada en su espalda, seca-. ¿Cómo te encuentras? Hacía tiempo que no te veía.

FdR- Rick tratando de ser un machote con otros hombres. ¿Lo conseguirá?

Me llevé los puños a la cintura, flexionando los codos y sacando pecho virílicamente. Reí, encantador, pero no encantador como con una dama. Encantador de simpático, por supuesto. No existía en mí aquella risa para los hombres.

-¡Claro que sí! A veces tengo la sensación de que no paso suficiente tiempo entre hombres. Por suerte hay tipos como tú y Goco por aquí. Estamos salvados, eh.

Las damas estaban bien, sí. Pero una verdadera charla de hombre a hombre era tan necesaria como cien millones de damas. De vez en cuando necesitábamos nuestro tiempo entre músculos y barbas.

Su pregunta me hizo bajar el rostro, ensombreciendo la sonrisa. Asentí, suavemente.

-Luché en los exteriores junto a un extraño piscis desconocido y una flamma llamada Lea. De no ser por la mujer que apareció luego hubiéramos acabado peor... -. Fruncí el ceño, haciendo memoria. ¿Cómo había dicho Lyam que se llamaba?- ¿Madame... Desmartillos?

Me rasqué la cabeza con la mano, pensativo. Todavía no había vuelto a buscar a la mujer, y aún tenía que darle las gracias, desde luego.

-¿Tienes idea de qué eran esos niños?

Asentí emocionado, aunque tratando de mantenerme frío, cuando me dijo lo de Goco. Un buen hombre como yo no debía presumir de tener amistades, por mucho que llegase a ser obvio para todos los que lo rodeaban. Y Goco y yo, que habíamos sido amigos desde que éramos niños, prácticamente, seguramente no tendríamos todo el tiempo del mundo para disfrutar de nuestra amistad en el palacio, pero los sentimientos honorables seguían ahí.

-¡Tendré que citarme con él, entonces -exclamé con ganas-. Y si algún día quieres venir también, os contaré algunas historias. Como aquella vez que fui a...-. No pude evitar reír para mí, pero negué, callando-. No, mejor la guardaré para entonces.

Aunque a raíz de hablar del ataque la conversación se volvió menos animada, pronto vi que Gerald conocía a Lea, lo que volvía a dar un tema positivo del que hablar. Mejor que de muerte, por supuesto.

-¿Muy amigos? Bueno, nos vemos bastante, aunque últimamente no...-. La había visto comiendo con Zacharyas, pero no había tenido ocasión de saludarla. Luego, al mencionar a Telma, sonreí y asentí, pero él siguió hablando. ¿Cariñoso con ella? Yo no hubiese dicho tanto, aunque lo cierto era que intentaba hacer todo lo que podía por ella, pero tampoco nada increíble... -. ¿De verdad habla de mí...? -inquierí, más serio de lo esperado, mirando fijamente al chrysos, tras un breve silencio, con un matiz apremizante en la voz.

Realmente había contado pocas cosas a Lea sobre mi familia y mis aventuras... Y habían sido más sobre Telma y sobre los propios establos o... ¿Y ella hablaba de aquello? ¿Por qué hablaría de aquello? Tenía ganas de sacudir al chrysos y preguntarle si acaso era cierto aquello. Porque hubiese sido una broma de muy mal gusto, decir algo como aquello...
Aunque Gerald era un buen amigo de Goco, y los amigos de Goco eran mis amigos. y sabía cosas que no recordaba haberle contado. Entonces tenía que ser verdad.

Asentí, todavía serio, esbozando, finalmente, una sonrisa algo nerviosa, casi pesada y algo triste.

-Claro... No le diré nada. Es una buena chica... No quisiera hacer que se sienta mal.

Qué injusto estabas siendo, Rick Dehnel...

De modo que él tampoco sabía nada de aquellos chicos, por otra parte.

¿Qué más daba que no fuese noble? Al fin y al cabo, era buen amigo de Goco, y por lo que yo había visto de él, era un buen tipo. La nobleza no importaba entre las paredes de Brontë. No la de la familia, al menos. Solo la del corazón. Y no creía que Gerald tuviese un corazón malvado. ¡Por Mithos! ¡si era un hombre bueno! Se le veía en la sonrisa.
Insistiría para que quedásemos los tres juntos. ¡Una verdadera reunión de machotes! Seguramente Goco también estaría completamente de acuerdo cuando se lo dijese. Él se encargaría de convencer a Gerald, sin duda.

En cuanto dijo lo que dijo noté cómo, finalmente, sucumbía ante un ligero rubor. No me imaginaba a la flamma, tan tranquila y reservada, diciendo algo como aquello de mí. Sí que era cierto, por otra parte, que las damas solían sucumbir ante los encantos de los Dehnel, pero nunca creí que fuese de un modo tan definitivo.

-Ah... -murmuré, carraspeando mientras miraba los extraños ojos raros del chrysos-. Nunca hubiese esperado algo así de ella...-. ¿No estaría, acaso, hablando de Tel? Negué suavemente, bajando el tono, ante sus nuevas preguntas-. No. Para nada... Me alegra mucho que una chica como ella me considere tan buen amigo suyo.

Esbocé una sonrisa.
Desde luego, había nobleza saliendo de todos mis poros. Aunque me sentía menos energético.

fdR- Pausado por migraña XD (Ánimo Gerry)

Lo contemplé, tratando de mantenerme sereno. Lo cierto era que sus palabras me estaban golpeando más de lo que un hombre fuerte y luchador podría admitir. Todos, incluso alguien noble y poderoso como yo, teníamos puntos débiles. Lo que no debía era mostrar los míos.
Sus palabras, por otra parte, tenían toda la razón del mundo. Muchas veces, en la adolescencia, unos amigos ayudaban a otros a conseguir a una chica solo porque esta no era sincera con ellos. Y varias cabezas pensaban más varonilmente que una, por supuesto.

Esbocé una sonrisa, asintiendo sin demasiada convicción. Tenía la lengua extrañamente seca.
El día del ataque Lea había avanzado hacia mí un instante, antes de que yo me fuese. ¿Había sido aquella su forma de...?
Escudruñé los ojos del chrysos, como si esperase que le quedase algo por decir.

Al escuchar el nombre de Inger vuelvo a la realidad. Boqueo un instante, antes de dibujar una sonrisa nerviosa. Por favor... ¡Inger! La joven Inger. En qué estaría yo pensando... ¡Si mis ancestros me viesen se avergonzarían de mi apellido!
Asentí con energía.

-Regresó poco antes del ataque, por desgracia... Aunque no sufrió daños, afortunadamente. Estuve muy preocupado hasta que la vi-. Me pasé una mano por el pelo. Aquella conversación con Gerald me estaba transmintiendo cierta incomodidad. Su pregunta sobre nosotros me hizo asentir de nuevo, risueño-. Sí. Hace ya mucho tiempo.

¿En la fiesta del líder Brumm? ¿No había visto? Arrugué el ceño, tratando de recordar. A Inger la recordaba, por supuesto, pero a él... no demasiado. Eran más como imágenes sueltas.
Qué desastre...

De modo que también él la había visto. Me alegraba ver que Gerald era un buen tipo que se preocupaba por Inger. Yo no podría estar en todos los momentos que desease protegerla, y, aunque ella me había demostrado que podía cuidarse sola... Yo no podía dejar de tener un ojo puesto en la caeruleus sin más. Aún recordaba el alivio de verla viva tras el ataque de los chicos verdes aquellos...

-Es una chica fuerte, pero me alegra que no esté sola. Últimamente no nos vemos todo lo que nos gustaría -comenté, cruzándome de brazos, algo más tranquilo.

Hablar de Inger era sencillo. Me gustaba. Hacía, también, que me diese cuenta de que debía volver a verla. Incluso le había pedido un entrenamiento juntos. Aquello nos vendría bien.

-No -respondí, tajante, en cuanto formiló su pregunta. Tardé algunos segundos en darme cuenta de que podía interpretar algo confuso en aquello, de modo que dije algo más-. No sé si sería adecuado. Si Lea siente lo que dices quizás se encuentre... incómoda con la situación.

No quería incomodar a la flamma. Ya bastantes cosas había hecho por mí.

Me sentía más incómodo. Había bajado la guardia, pensando que el chrysos iba a detenerse con aquello, pero había vuelto. ¡¿Qué más daba el motivo?! Por Mithos... Me costaba un poco sonreír, ya. Me encontraba algo tirante. Y lo peor era que él ni siquiera se daba cuenta de que estaba resultándome incómodo. Ni siquiera era innoble... Solo un buen tipo preocupándose por una amiga...

-Claro... Lo malinterpreté -. Sonreí, aunque notaba los brazos tensos. De modo que Lea seguía libre, como el día que le había preguntado por Seth. Por Seth. ¡Por Seth! Había olvidado al bueno de Seth-. Ya le he mencionado a Inger, y lo cierto es que no se enfadó... Pero tampoco mostró interés por conocerla -murmuré, manteniendo aquella sonrisa cada vez más tirante.

Lea había escuchado el nombre de Inger varias veces. Inger el de Lea no, pero no existía motivo alguno. Y por ser dos mujeres no había obligación de que se conociesen. Y si se hacían amigas tampoco iba a poner ningún problema. Eran buenas chicas las dos.
¿Qué problema iba a haber?

-Ya sabes cómo son las mujeres...

¿Qué clase de afirmación era aquella? Rick Dehnel, empezabas a decir cosas que no tenían sentido...

FdR- Voy a cenar. Y te odio.

Sus inocentes palabras... Él no podía saber el mal que estaba causando. Pero yo notaba cómo empezaba a temblar, sin quererlo, de la presión. La edad y las experiencias nobles me habían enseñado a tener paciencia y buen humor, a excepción de los malhechores, pero recientemente muchas situaciones estaban poniéndome a prueba. Primero a Ío junto al río, demostrándome que existían personas que se negaban a aceptar la realidad incluso en palacio; ahora Gerald, cuyas buenas intenciones comenzaban a incomodarme.

Fruncí el ceño, frustrado, apretando la mandíbula un instante.

-Está bien -susurré, con cierta frialdad.

No era que estuviese de acuerdo, en sí, sino que dejaba aquel tema por resuelto. Seguramente Gerald comprendería entonces que no era agradable y pasaría a uno mejor, como hablar de él, o lo que fuera.
Sonreí. Sí, sin duda sería así. Todo iría bien.

Sus palabras penetraron en mis oídos como si se tratasen de espadas clavándose en el cuerpo de un malhechor. Primero atravesaron la piel, haciendo un leve corte que apenas se sentía. Tras aquello, se hundieron en la carne, rasgando músculos, llegando al hueso. Y el hueso se partió.
Tragué saliva, esbozando una sonrisa. Sin darme cuenta, había apretado las manos y tenía los puños blancos, por lo que los relajé un poco. No había dicho nada malo.

-Así que era solo eso -dije, tratando de relajar mis palabras. Solo una cena, nada más. Nada más que una cena-. Una cena... Nada más -. Me senté frente a él, apoyando las manos en la mesa, mirándolo con curiosidad-. ¿La llevarás a un restaurante romántico para compartir con ella una buena cena? A las chicas les gustan esas cosas... Y luego dale algo de chocolate. Le gusta. Y, más tarde, quizás puedas acercarte por una posada agradable con ella. Desnudarás su cuerpo para recorrerla antes de tirártela, ¿no?

En algún momento había clavado los dedos en la madera, astillándola. Mi tono había ascendido poco a poco, sin que me diese cuenta. Pasé de la tensa sonrisa a un rostro neutro, serio, en apenas medio segundo.

-Preferiría que no la invitases- murmuré, sin separar la vista de Gerald, tranquilo, pero tenso.

Era injusto. Completamente injusto.