Biblioteca

Lo observo con curiosidad cuando se disculpa. Lo cierto es que no esperaba algo así tras su arranque. Evité cambiar mucho la cara ante sus palabras. "Esos tipos", cuanto desprecio, Dehnel. "Esos tipos" no tratan de mantener una relación con una buena chica al tiempo que quieren acostarse con otra. Al menos son más sinceros consigo mismos.

Le sonrío de nuevo cuando dice saber de mí. Qué sabrás tú de mí, mentecato. Pero mejor que pienses en algo como eso, serás menos molesto. Tomo aire y me pongo en pie, comenzando a cerrar los libros y hablando sin mirarle.

—Y seguro que tú también, Dehnel —Me detengo un momento y alzo la vista hacia él. —Y, entre tú y yo, Inger es una gran chica. Piésalo —Le comento con advertencia de maestro o padre, no como advertencia violenta, sino como consejo n defensa de la caeruleus. Si piensa que yo soy un buen tipo, no creo que quiera ningún mal para ella.

Miro a Dehnel de nuevo, ahora algo extrañado por su pregunta. Claro, pedirle a Dehnel que pensara hacía cortocircuito en su cabeza. Dejo los libros en una pila sobre la mesa y apoyo la mano en ellos para pasar el peso de mi cuerpo sobre ella y la cadera pertienente. La otra mano la apoyo en mi cadera. Suspiro.

—A ver, Dehnel, está claro que tienes un gran dilema. Inger me cae bien, ¿vale? Si estás con ella y no estás seguro... —Tomo aire y miro hacia otro lado por un momento, luego lo miro con una mueca, como si me doliera algo. —No le hagas daño, ¿quieres? Es una chica alegre... Ya sabes —

Acabo por acercarme un par de pasos y ponerle la mano en el hombro.

—Eres tú el que tiene el problema, no ella —Le aclaro con todo grabe.

Parece que Dehnel se sorprende enormemente con mis comentarios. A fin de cuentas no es un cabeza de chorlito por nada. Me mantengo en silencio mientras asimila la información y frunzo un poco el ceño cuando me pregunta, casi asustado, si debe dejarla.

No tengo mucho tiempo para reprocharle, ya que sale corriendo, y me quedo boqueando, con palabras que no lelgan a salir de mi boca. Da lo mismo. Aunque no pretendía decirle que la dejara, sólo que se aclarase. Es verdad que a mí me interesa Inger, pero tampoco es que me dedique a ir por ahí rompiendo relaciones. Es posible que en alguna ocasión haya generado discusiones... Pero el caso es que no es mi intención acabar con el amor y esas cosas. Aunque de alguna forma Dehnel y yo estábamos cruzados. A él le interesaba más Lea, mientras que mi descubrimiento sobre ella me había demostrado que ella no me interesaba realmente. Que tomase una decisión al menos.

Acabo suspirando y sonriendo para mí. Cierzo todavía va a matarme cuando Rick le dé la lata.

*se va*

De nuevo en la biblioteca. Ésta vez si me he centrado en repasar algunos conceptos que hace tiempo que no leo. Por experiencias y peleas, muchos de los puntos flacos del cuerpo ya los tengo metidos en la cabeza, pero repasar anatomía de vez en cuando no viene nada mal.

En cuestión de combate cuerpo a cuerpo, en el ejército el marcial en el que nos instruían era conciso para interceptar o cargarse a un enemigo de forma rápida en caso de vernos desarmados. Agarrar el brazo evitando un ataque frontal y partirlo por el codo de un golpe seco, agarrar ambos brazos bajo las axilas y patear la boca del estómago, lanzar un golpe seco y mortal a la nariz, lanzar un golpe seco bajo el pecho para bloquear el diafragma y frenarlo en seco sin respiración, aprovechar un agarre al cuello para tener un punto de apoyo con el que golpear con contundencia la rodilla, golpear al hígado, al bazo o al riñón, puntos cuya lesión profunda genera hemorragia y shock en apenas cinco minutos, golpe seco a la nuez, puñetazos en el menisco, aprovechar un agarre para tirarlo al suelo con una llave de piernas y dislocar el hombro... La verdad es que echo de menos la navaja del ejército, pues daba muchas ventajas en esas situaciones. Una puñalada en las lumbares, el costado o el cuello y la pelea estaba finalizada.

En general estaba bien recordar los músculos que cubrían las distintas zonas para saber dónde son más vulnerables. Además la conciencia sobre la anatomía también es vital para el tratamiento de lesiones o para convertir un ataque potencialmente mortal en una herida grave, evitando la muerte.

Sigo leyendo un rato más sobre el aparato digestivo, vulnerable a grandes sangrados. La verdad es que debería pulir el cuerpo a cuerpo, últimamente me he centrado más que nada en la espada.

Levanto la cabeza al escuchar el saludo, extrañado. Después de los primeros días de biblioteca, donde cualquier paso me hacía levantar la vista, había aprendido a ignorar las interrupciones no directas así que no me había molestado en pensar en quién podría entrar en la sala y acercarse.

Era el chrysos del hall, Lyam. Le dedico una pequeña sonrisa. A los hombres no hace falta deleitarlos con mucho más.

—Buenas. ¿Aburrido? —Pregunto, cruzándome de brazos sobre la mesa. No voy a decir que leer cosas que ya sabía me interesaba más que habar con cualquiera que me diera conversación. Aunque esa cara de pez no parece muy de chácharas.

Su respuesta y su posterior marcha dan la razón a mis augurios y pongo una mueca de ligera frustración cuando no me ve.

—Cuando estoy aburrido lo último que se me ocurre es venirme aquí —Añado, divertido, apoyando la cara en una de mis manos y jugueteando con las hojas con la otra. Alzo las cejas, dirigiendo de nuevo la mirada al chrysos. Cuando me pregunta qué tal yo, sonrío ligeramente. Más que educado, parece consecuente.

—Yo estoy en mi remanso de paz. Preferiría estar practicando lucha libre o tomándome unas cervezas, pero si no quiero perder capacidad táctica, tengo que recordar algunas cosas —Explico para darle algo de salero a la charla, poniéndome dos dedos de cada manos en las sienes como indicando mi gran concentración.

Me limito a mirarlo cuando responde, todavía mirando a los libros. Yo diría que ya estás bastante consumido. Parece que tenga sesenta años mal llevados. A este paso se retirará a vivir a la costa para regar plantitas en dos años.

Cuando se da la vuelta, le devuelvo una sonrisa enérgica. Aprende cómo se hace, chaval. Igual se le ha muerto alguien y yo sin saberlo. De todas formas nunca le he visto mucha energía vital.

—¿Seriedad? Hago lo que me gusta —Me rescuesto en la silla y me llevo las manos a la nuca. —Supongo que por eso parece que me esmero —Comento, con una media sonrisa divertida. Luego paso a la siguiente cuestión y mi sonrisa cambia ligeramente. Bajo los brazos y los cruzo, todavía mirándolo.

—Dos de ellas murieron. Las demás supongo que se habrán retirado junto a Flavia tras el ataque. Así que eso se acabó. Al menos por el momento —Indico.

Las respuestas del chrysos son un tanto raras. Parece una mocita intentando coquetear mediante halagos. "Te esfuerzas tanto, Gerald... Se nota en tu musculoso cuerpo torneado por largas batallas y tus enormes capacidades tácticas..." Todo dicho con la cara sonrojada y una vocecilla dulce.

Su respuesta a lo de las chicas es todavía más pobre. La sonrisa se me va del todo finalmente.

—Conmigo no tienes que disculparte de nada. Yo no soy ninguno de esos fiabres —Respondo, mirando al libro un momento y fijándome en el dibujo del hombre sin piel en el que se van indicando los nombres de los músculos. Como le había dicho a Inger, aunque los muertos nos importen un carajo también tienen derecho a ser recordados. De todos modos, qué más da.

—¿Entonces te dedicas a esto? Ir y venir de la biblioteca, digo. Nunca te veo entrenar —Pregunto, retomando el tono ameno. Me he cruzado ya con algunas personas entrenando, pero nunca con él. Sin embargo, las veces que lo tengo visto vaga de un lado a otro.