Balcones

Sentado en la barandilla, el chrysos observaba el lejano suelo, serio pero sin ningún tipo de rastro de interés aparente en el rostro. A pesar de que normalmente las mejoras del clima afectaban para mejor a su estado de humor, esta vez no se sentía contento o satisfecho, sino todo lo contrario, aunque él sabía que el tiempo no tenía nada que ver con aquel humor.

Aquella sensación desagradable que notaba desde hacía días parecía expanderse lentamente, como una especie de parasito que carcomía todo lo demás. Y a pesar de que no estaba completamente seguro de cuál era el origen de aquello, comenzaba a hacerse ideas, ideas que solo ayudaban a que aquel desagrado creciese y creciese. Resultaba molesto, y una parte de él deseaba poder arrancarse aquello, pero cuánto más pensaba en ello peor se sentía.

*se queda*

Cubierta con un hechizo que ocultaba mi presencia, aparecí detrás del chrysos, a escasos centímetros de las puertas del balcón, y lo observé un momento, quieta y en silencio. Últimamente me encontraba tremendamente cansada, y ahora que mantenía el hechizo que me cubría, notaba ese cansancio multiplicado; me costaba mantener los ojos abiertos del todo y aparecer y desaparecerme, pero no me preocupaba demasiado: a fin de cuentas, sabía de dónde venía aquello.

Lo que sí me preocupaba, no obstante, era el sello que le había puesto al chico. Lo que Svend encontró en la base daba a entender que había logrado ponerse en contacto con aquella banda aun a pesar de la marca que llevaba en el hombro, y eso era algo que debía remediar. Así pues, sin llegar a acercarme a él del todo, alargué los dedos y, apuntando al cuello, a la derecha de este, cerca del hombro, conjuré una nueva marca, sutil, apenas un pequeño corte, pero no invisible, por desgracia. No obstante, dudaba que acertase a entender de qué se trataba aquello; a fin de cuentas, ahora no sentiría nada más que un soplo de aire frío, perfectamente confundible con una brisa, y para cuando viese la línea era probable que pensase que era una herida de alguno de sus entrenamientos. Podía habéselo puesto en la nuca, pero un corte ahí me parecía más difícil de justificar.

Parpadé. Luego me desvanecí.

*fin de escena*

Desde que salí de la enfermería, mi peluca descansa en mi cuarto bajo llave. Los primeros días sólo salía de la habitación a hurtadillas y de noche, para coger comida e ir al baño. Me sentía completamente desnuda, frágil e indefensa. Como si directamente fuese desnuda.

Esperé al menos un tiempo hasta salir antes de la madrugada de la habitación y hoy era el día.

Con un vestido blanco, me adentré ante las inmensidades del pasillo, el cual ahora me parecía una enorme grieta oscura cuando hasta no hace mucho no era más que mi patio de recreo.

-Vamos allá...

*camina pegadita a la pared como un ninja*

Al cabo de mi primer paseo, decido que ya va siendo hora de volver a la habitación. Me gustaría encontrarme con el tío para explicarle de una vez por todas todo esto pero... no me veo con fuerzas todavía.

*se mete pa la habita*

Sentando en la baranda del balcón, ligeramente encorvado hacia delante, el chrysos observaba sin interés el suelo. Se había despertado hacia relativamente poco con la intención de entrenar, pero apenas había empezado los calentamientos cuando fue consciente de que sus lesiones no le iban a permitir practicar con soltura. Se había ido entonces, dándose por vencido, y tras vagar por los pasillos durante unos minutos había optado por salir a tomar el aire.

De nuevo, el buen tiempo parecía acompañar al día. Resultaba agradable, pese a todo.

*se queda*

A pesar de que sí oyó cómo la puerta se abría, el chrysos no se inmutó, ni se volvió ni, en definitiva, reconoció que había alguien a unos metros de él hasta que escuchó la voz de Anna. Entonces, consciente de que las palabras no se podía ignorar de la misma forma que el suave clic que hacía una puerta al abrirse, giró el cuello, mirando a la muchacha por encima del hombro, revelándole el rostro lleno de heridas, la mejilla derecha hinchada, la costra bajo la nariz y en el puente de la misma, el ojo izquierdo morado, las laceraciones en los labios secos.

—Los balcones no me pertenecen, así que entra si quieres —respondió, y al momento volvió su vista al paisaje. Hablar con la chrysos no le entusiasmaba, pero no era quien para prohibirle entrar o no.

fdr. acabo de llegar a casa, lo siento

Lyam frunció el ceño. ¿Quería disculparse? ¿Por qué? No era necesario que lo hiciese, no había motivos. ¿Y él quería estar solo? No exactamente, pero no tenía una relación la chrysos y no estaba de humor como para meterse en conversaciones banales con alguien que, por muchas disculpas que quisiese pedirle, no debía de tener una muy buena impresión de él.

—No tienes por qué disculparte, que no me has hecho nada —respondió, sin más—. Y no estás empeorando nada.

Porque no había nada que empeorar. No eran amigos, no se habían visto más que dos veces y él ahora mismo no se sentía especialmente preocupado por el qué podría pensar la chavala de él. Lo había estado, sí, pero de aquello hacía ya mucho. Ahora no importaba.

*se va*

FdR- Lo siento, pero he tenido que irme crriendo y lo he hecho desde el móvil >.

El chrysos asintió, seco, a la propuesta de la muchacha.

—Gracias.

Se lo pensaría, aunque de momento no tenía demasiado interés en una coraza. Ni sabía cómo podía pagarla, pero bueno.

Anna no permaneció mucho tiempo más en los balcones, y el chrysos no puso pegas. De nuevo solo, contempló el paisaje en silencio, fijándose en los árboles que formaban el amplio bosque de Palacio. Luego abandonó él también los balcones.

*se va*

fdr. wlp!!

No sé qué es lo que me pone nervioso. Si no pasa nada...

Llueve. No sé qué tiempo habrá estado haciendo cuando estuve fuera, pero la verdad es que desde que volvimos apenas ha habido uno de sol. Aunque tampoco es que llevemos tantos...
Ya me duelen un poco menos los pies y ya no estoy casi cansado. La verdad es que se está bien así... Pero aún falta ir a Aqua. Y si en Ventus ya hacía fresco por el viento no quiero imaginar allí... No sé si me llegará la ropa que tengo.

Me apoyo en la baranda, pensativo, y cierro los ojos. Cuando me da el aire lo hacen también unas pequeñas gotas, de lado, pero en este caso resulta hasta agradable. Me despeja un poco.

*se queda*

Ya lo tenía localizado. Y ya había tardado. Me preguntaba si se habría estado escondiendo. Aunque tenía más sentido que, simplemente, hubiera decidido darse por enfermo y no salir de cama. Eso sería bastante propio de él, y por lo que Alehyss me había estado contando, podía decir que en aquella ocasión tenía buenos motivos. Aunque, por lo que me había dicho, no conservaba ninguna herida de guerra. A no ser que las ampollas de los pies contasen como herida de guerra. Siendo Jun, ¿por qué no iban a hacerlo?

El caso era que, una vez más, los sirvientes habían hecho su trabajo... o lo que no era realmente su trabajo. ¿Los utilizarían los líderes como espías infiltrados? Se pasaban el día entreoyendo conversaciones, viéndonos ir de aquí para allá, llevando mensajes y recados... Desde luego, tenían la posición perfecta para recabar información. ¿Serían de verdad leales a Brontë? ¿Estarían bien controlados? Quizá debería empezar a tener más cuidado con ellos.

-Hola, Jun -saludé, con tono alegre-. ¿Ya te sientes más fuerte? ¿O al revés?

Le di un tirón de un mechón de pelo, en la nuca, entretenida.

Me vuelvo rápidamente al escucharla, esbozando una sonrisa, frotándome la nuca un momento. Que tampoco es que me haya hecho daño...

<<Todo perfectamente. Y eso por supuesto. Mucho más>>, añado, asintiendo, aunque no es que esté yo muy seguro. Me siento más o menos igual. Bueno, no lo sé.

La miro con curiosidad un momento. Me meto la mano en el bolsillo, pero al final no saco nada. Luego... ya luego.
Aparto un momento la mirada, pensativo. Al volver a ella ya sonrío, como nuevo. ¡Que acabo de volver! tengo que contarle las cosas.

<<¡Volamos! Y luchamos contra unas aves aterradoras, pero no me alcanzó ni una. Creo que te hubieses sentido orgullosa.>>

Sin duda. La próxima vez te machacaré, Massen.
Bueno, quizás no la próxima, pero...

Sonreí. Quizás me pudiera contar algo que Alehyss no me hubiera contado.

-¿Mucho más? -pregunté pues.

Alcé las cejas, fingiendo una tremenda sorpresa.

-¿Ni una? Seguro que tienes alguna marca... -Reparé entonces en su pulsera, y le cogí la muñeca. Sonreí, maliciosa-. Quizás el ave que te la ha hecho no era tan aterradora... ¿Venciste a esa también?

Entonces era cuando me decía que era un regalo de Lluvia o algo así. Bueno, eso no sería menos interesante, desde luego...

¿Mucho más? Bueno... Un poco al menos. termino por encogerme de hombros, apartando un poco la vista, dubitativo. No sé qué decirle. Supongo que no soy el más indicado para hablar de mi fuerza. Acabo por resolverlo de forma sencilla.

<<Lo comprobamos un día>>, la reto, con una sonrisa desafiante, o lo más parecido que tengo, al menos.

¿Me ganará igual? Seguramente. Pero bueno... Me siento un poco mejor ahora. Más firme.

Ni una marca, no. Niego, con una sonrisa satisfecha. Es entonces cuando tira de mi mano y alzo las cejas. Y me ruborizo un poco, notando una sensación algo desagradable en el estómago.
Recupero la mano, que oculto a la espalda en un gesto involuntario, negando deprisa. Pero la necesito para hablar...

<<Me la hizo una amiga que conocimos allí. Dalilah. Una chica algo mayor que yo que fabricaba cosas con plumas.>> ... <<Es un recuerdo. Un regalo por llevarle plumas. Nos dio cosas a los dos.>>

Detengo los gestos de pronto. Me estoy atropellando.

<<¿Qué tal todo por aquí?>>

Al menos lo intento.

Sonreí, entretenida, y asentí.

-Claro, cuando quieras -respondí, con confianza ligeramente burlona.

No era que no me creyera que hubiera hecho bien su trabajo. Alehyss aseguraba que así era. Pero era muy divertido meterse con él, y no tenía motivos para contenerme. Tenía material nuevo, después de todo.

Como siempre, la reacción no decepcionaba. Asentí despacio, como aceptando lo que decía, aunque con una mirada que dejaba claro que no lo hacía.

-Claro, entiendo, qué amable por su parte -comenté alegremente.

Me encogí de hombros.

-Todo muy bien -contesté-. Muy tranquilo. Tendré que irme a otro sitio pronto a buscar algo de acción, me parece...

Asiento de nuevo, conforme. Entonces quedamos así. Me pondré un poco en serio y quizás llegue a sorprenderla cuando nos enfrentemos. Aunque tendrá que ser pronto, porque me iré a Aqua en breves con Alehys. O a la vuelta, bueno.

No me gusta mucho esa mirada que me dedica. Algo nervioso bajo la vista, cubriendo inconscientemente la pulsera con la mano, en un intento por esconderla, supongo. La verdad es que es culpa mía por llevarla puesta. Supongo que es porque es un regalo, y sería de mala educación no hacerlo. No creo que ella se enterase, pero fue muy amable con nosotros…
Dudo de nuevo sobre si darle o no lo que he traído, pero ahora que se pone con ese tonito no creo que sea el mejor momento.

<<Yo iré pronto a Aqua. Bueno, ya lo sabes. Tú, vayas donde vayas, ten cuidado. Últimamente parece que todo sea más duro. ¿Ya tienes algo fichado?>>

La miro de reojo, pero termino por erguirme de nuevo. No es momento para andarse con timideces tontas. Si se quiere meter conmigo que lo haga. No me… importa.

Por un rato, decidí dejarlo estar. Por un rato. Era mejor que se olvidase, que se relajase, que pensara que ya no iba a insistir... y luego podría pillarlo con la guardia baja. A lo mejor hasta le sacaba algo interesante, aunque no era la intención principal. Tal vez ya le había sacado demasiadas cosas interesantes a Alehyss. Necesitaba un tiempo para procesarlas.

Me estiré, levantando el labio inferior.

-Bueeeeno... digamos que estoy en ello -concluí, sin darle mucha importancia-. Tranquilo, que te mantendré informado. No sea que te me mueras de la angustia o algo. Y tú cuidadito, que no vas a ningún palacio. A ver si te vas a ir de aquí con una idea equivocada de Ciudad Nevada, chico de torre.

Está como un poco graciosilla hoy. No puedo quitarme esa sensación rara de encima, como de que se burla de mí de alguna forma. Es algo desagradable, aunque no logro ubicar el punto exacto que…
Desvío la vista un momento hacia el exterior, pensativo. El rumor de la lluvia me trae algunos recuerdos. Aprieto la mandíbula pensativo, luego le sonrío.

<<Ya lo sé. No tendré problemas con eso. Sé a lo que voy, tranquila.>> Tampoco será una estancia muy larga, de todas formas.

Noto la sonrisa algo pesada, pero la mantengo. Termino por meter la mano en el bolsillo de nuevo y rozar las plumas con las yemas de los dedos. Bajo la vista, pensativo, algo más de un segundo.
Al final lo saco y se lo tiendo. Se hace un poco incómodo, ¿no? ¿O soy yo…?

¿Estaba enfadado? Bueno, tampoco era para tanto, ¿no? Antes tenía más sentido del humor. ¿O era yo la que se estaba pasando al juzgarlo? En cualquier caso, pronto me llegó una (posible) explicación a aquella actitud. Sin dudarlo, y con una sonrisa de oreja a oreja, alargué la mano y tomé la pulsera que me tendía.

-Tu amiga de las plumas, ¿no? ¿Y el regalo es suyo o tuyo? -Probé a ponérmela, pero me iba algo grande-. Creo que no a acertado con la talla... Que bueno, es lo de menos. Se agradece -. Me incliné ligeramente hacia adelante, con aire confidencial-. No se lo digas y no te enfades, pero Alehyss es una bocazas.

Después me acerqué un poco más y le rodeé el cuello con los brazos, dejándole un beso en la mejilla. Así no tenía ocasión de protestar.

Arrugo un poco el ceño cuando pregunta, negando un par de veces.

<<Es mío>>, aclaro.

Yo maté a algunas gayatris. Aunque luego la que arrancó las plumas fue… Y la que hizo la pulsera… ¡Pero yo fui el que tuvo la idea de traer algo más! Sea como sea, que es mi regalo. No tengo que dar explicaciones a nadie. Y menos aún a mí mismo…
Niego un par de veces entonces. ¿Por qué esto me hace sentir algo incómodo también?

<<Es para el pie>>, explico, con cierto apuro. <<Así va escondido, es más discreto.>>

¿Alehyss una bocazas? ¿Ella ya lo…?
Siento que la expresión me decae un poco al escucharla. Y… ¿Por qué? Me he estado agobiando para nada. Quizás hasta he sido ridículo… Dan ganas de…

Correspondo al abrazo cuando llega, algo sorprendido, aunque termino acomodándome a él. Me relaja un poco. Estoy algo tenso.
Suspiro, más calmado. Cuando me aparto hasta sonrío un poco.

<<Es para compensar el de tu cumpleaños, que se me dio algo mal>>, explico.

La verdad era que estaba un poco... ¿Habría pasado algo y yo estaba montando una fiesta en mal momento? Hasta sentaba mal preguntar... Por suerte, después del abrazo pareció un poco más relajado, así que lo dejé estar por el momento. De todas formas, no le iba a sobrar un poquito de vigilancia, por lo visto.

-A ver qué tal -dije, subiéndome el pantalón para probar la... pulseraparaelpié-. La verdad es que así es más chulo. Queda como... No sé, pero me gusta. ¿Qué opinas?

Luego lo miré con expresión escrutadora, alzando las cejas.

-Cuidadito, chaval -comenté, poniéndole el índice ante la cara-. La noche de mi cumple fue maravillosa, y si lo niegas es que te fuiste a la cama desorientado y soñaste algo raro y se te ha mezclado. O algo así.

Esbozo una sonrisa, curioso, en lo que se la prueba. Ladeo un poco la cabeza y llego a agacharme un poco para mirarlo. No es presumir…, porque tampoco es que la haya hecho yo… Pero bueno, habiendo visto la que hice yo, creo que esta es un poco más útil.

Alzo el pulgar con una sonrisa, satisfecho. Pronto aclaro.

<<Te hará más ágil y rápida. No es una simple tobillera.>>, le explico, con una sonrisa satisfecha, mirándola una vez más. La verdad es que no queda mal, aunque con la ropa se aprecia menos.

Es decir… No pasa nada. No era para que fuese un accesorio increíble. Buscaba más que molestase poco, como lo que dijo Alehyss…

Su actitud me extraña de nuevo. ¿Chaval?
Termino por esbozar una sonrisa tímida y encogerme de hombros, con cierto apuro.

<<Yo todavía no tengo muy claro qué pensar>>, admito, aunque burlón. <<Me divertí.>>

Pero se me hizo raro.

Miré la tobillera un momento más, satisfecha, antes de bajar el pantalón. Vaya, así que un objeto útil. Sonaba bien, desde luego.

-¿Tú llevas otra? -pregunté, curiosa.

Su descripción de nuestra noche de fiesta me hizo poner un mohín, poco convencida. ¿Por qué no estaba convencido? Pero si había sido genial...

-¿Entonces?

Echo un último vistazo a la tobillera cuando llega la pregunta, que me hace mirarla un momento, aún con la sonrisa a medias y el gesto algo confuso. ¿Yo? Siento, de repente, cierto pudor. ¿Por qué no me haría otra cosa?
Asiento, afirmativo.

<<No lo tengo aquí, y no es lo mismo que el tuyo, pero también tengo.>>, explico.

¿Por qué no me hice otra cosa? ¿Por qué? De repente suena tan tonto…

Veo ese cambio en su cara y me agobio. A mí es que se me dan mal estas cosas… A ver…
Me rasco la nuca, algo agobiado.

<<Nunca había hecho algo como eso. Sentí que perdía un poco el control y creo que eso me agobia.>>