Pasillos

Ni había escuchado cómo se acercaba. Me sobresalté al oír una voz tan cerca de mí, a mi espalda, pero enseguida sonreí y asentí a su comentario. Volví a mirar fuera justamente para encontrarme con un relámpago especialmente notorio.

-La furia de Fulmen cae sobre nosotros -murmuré, con una sonrisa. ¿No significaba Brontë rayo o algo así? Pues eso-. Ojalá pudiese solo verla. Es uno de esos días de sofá, manta y chocolate caliente.

Y un buen libro de historias. Pero en lugar de aquello, ya era la segunda vez que había tenido que salir. Esperaba que a Telma le hubiese gustado el cepillado de la mañana, porque me había costado una buena mojadura.

-Aunque ninguna tormenta será como la que hubo hace años -recordé, un poco para mí.

Aquella en la que habían caído piedras de hielo como cabezas.

Ben asintió con un murmullo, cerrando un momento los ojos e imaginando la escena. Sonaba a planazo. Si la cosa seguía así cuando Fif amaneciese, quizás se lo propusiera.

Ladeó la cabeza.

─¿Y adónde vas, tan urgente, con el día que hace? ─preguntó, divertida. Quizás «ir» no era la palabra, considerando que el grandullón no acababa de hacer ni amago por moverse del sitio.

Parecía un poco ominoso de más, con aquella actitud pensativa y murmurando para sí. Ben se apoyó junto a la ventana, de espaldas a ella, justo a tiempo de evitar que un rayo la cegara de lleno. Qué oportuna, menos mal.

Respondí sin pensar demasiado, concentrado en la lluvia. Entrecerré los ojos para hacer frente a un rayo terrible.

-Tengo asuntos con una amiga en el pueblo-. Cerré la boca tan deprisa que casi se me chocaron los dientes: Me apresuré a hablar de nuevo-. Con toda esta lluvia, necesita reparar el tejado. El invierno ha dejado estragos. Voy a echarle una mano. Pero me estaba preguntando si con este tiempo iba a ser viable-. Carraspeé-. A fin de cuentas, si resbalamos del tejado y acabamos en el médico, no creo que compense. Pero con el tiempo que hace, más le vale tener una bañera vacía para las goteras...

Fuese o no fuese al pueblo, lo que no podía hacer, simplemente, era no aparecer por allí, sin avisar, ni nada. Pero mandar un mensajero bajo aquel tiempo terrible era peor idea que ir yo mismo a dar el mensaje.

Quizás ya se asumiese que no iba a ir, por otro lado. Con aquel tiempo...

Ben sonrió de medio lado.

─Así que una amiga, ¿eh? ─bromeó con tono pícaro─. Lo que se hace por amistad. Pues sí, mira que yo soy de andar por los tejados, pero así con este tiempo apetece lo justo, y menos para arreglar nada. Aunque menos apetecerá estar bajo techo y aún así mojarse, claro.

Hacía mucho que Ben no pensaba en goteras, pero, realmente, había tenido que convivir con ellas en un buen número de ocasiones. Era mejor eso que estar a la intemperie, claro, pero después de tanto tiempo en Brontë sin tener siquiera que pensar en ello, la perspectiva se le antojaba de lo más desagradable. Al final se le estaban contagiando el pijerío y los miramientos. Lo que hacían los lujos.

Me ruboricé por completo, poniéndome muy tieso y apresurándome a negar con toda mi fuerza.

-¡Por Mithos, una amiga amiga! Ja-jamás se me ocurriría...-. Solo de pensarlo me indignaba conmigo mismo-. ¡Jamás, ¿me oyes?!

¿Estaba dando aquella imagen? Esperaba no estar dando aquella imagen. Oh, no. De pronto estaba absolutamente nervioso por más motivos de los necesarios. Como si no bastase con aquella maldita lluvia.

-¿Y tú crees que entenderá que no vaya si habíamos quedado para hoy? No, no-. Negué varias veces-. Tienes razón, Ben. ¡Estar en casa mientras te llueve dentro es terrible! No tengo elección-. Dicho aquello, me subí la capucha y me llené de coraje-. ¡Pero tú no salgas! Que hay que estar loco... ¡Buenas tardes!

Abrí la puerta y me lancé al exterior. Desde luego...

Lo que se hacía por amistad.

*se va*

Ben se dio cuenta, quizás un poco tarde, de que había metido la pata. Por un momento se le había olvidado por completo la existencia de Lea. Retocedió un paso, poniendo las palmas de las manos ante el cuerpo, con una sonrisa apaciguadora.

─Vale, vale, que era una broma... ─trató de tranquilizarlo.

Pero parecía que o estaba ofendidísimo por la posibilidad o Ben había dado en el clavo, una de dos, porque de pronto no había manera de calmarle los nervios. Abrió la boca para responder a su pregunta y decirle que a ver, que con la que estaba cayendo, a nadie se le ocurriría molestarse porque Rick no quisiera darse la pateada hasta el pueblo, pero el hombre estaba tan acelerado que no dejaba espacio para hablar.

Así que se quedó donde estaba, viéndolo marchar, con expresión perpleja. Y, cuando se hubo alejado, no pudo evitar una pequeña risa.

─Ay, pobre...

Se sentía un poco mal por haberlo alterado tanto, aunque al mismo tiempo le llamaba la atención que estuviera tan nervioso. Ya se lo comentaría a Fifi luego.

*Se va*