Pasillos

Voy por el pasillo para dirigirme al comedor. La lluvia estos días es relajante y hace que tenga más membranas en buen estado y no tan secas como siempre.

Al girar la esquina encuentro a una mujer del servicio teniendo problemas con unos platos que lleva y doy un salto para agarrarme al marco de la puerta y agarrar un par que iba a caer al suelo, reabajando su carga y dándole estabilidad.

—Ay, gracias, gracias, muchas gracias... Parece que no los cogí como debía. Siento las molestias. Gracias a ti no me lo restarán del salario —La mujer se ríe agradecida, algo colorada del esfuerzo y bajo de la pared con los dos platos en la mano.

—De nada. Está todo bien —Miro que todavía le cuesta mantener las cosas en su sitio aunque quiera que le devuelva los platos. Le cojo un par de ellos más.

—¡No, no! ¿Qué haces? ¡Ve a hacer tus cosas! No pierdas el tiempo, puedo sola —Replica y parece un poco incómoda o avergonzada. Poco a poco noto que me nota menos entenderles. Niego.

—Tranquila. Te acompaño —Le informo. No tengo prisa. Parece sorprenderse.

—Ah, bueno... muchas gracias. Tengo que llevarlos al comedor, si no te importa... —Niego y ella sonríe cuando empezamos a caminar. —Siempre te veo por ahí saltando. Me dabas un poco de apuro, la verdad. Pero al final pareces de los más amables, ¡qué cosas! —Comenta, entretenida.

La miro riendo, apurada por el trabajo y me hace gracia. Al final sonrío un poco. Ellos me ven también a mí.

Camina por el pasillo después de acabar su entrenamiento, todavía pasándose la toalla por la cara. A pesar de que tanto el pantalón como la camiseta son cortos y frescos, la tela de invierno le da bastante calor cuando se esfuerza.

Al girar el pasillo se encuentra con alguien fumando en la ventana. Un piscis. Lo ha visto alguna vez por el palacio, al ir a hacer algún recado o labor, pero no cree que él la haya visto a ella. Se acerca con aparente seguridad. Es hora de que empiece a integrarse y mejor con los que todavía no conoce. Así, piensa, no tendrá prejuicios sobre ella.

—No pareces muy contento —Empieza cuando ya está a una altura prudencial. Aloe lo mira detenidamente, fijándose en sus rasgos y en su complexión. Últimamente se fija mucho en la forma del cuerpo de los guerreros, la ayuda a sentirse mejor. Aunque muchas veces se sienta muy inferior.

—Soy Mion —Se le hace un poco extraño. Aunque todos la llamasen Aloe, Mion sigue uniéndola al pasado.

—Entonces eres de los pocos que lo hacen —La claritas le comenta. Se sorprende un poco interiormente al ver lo poco que le ha costado soltar aquello que pensaba. Se acerca a la ventana y se apoya también, pero de lado, apoyando solo el codo. Piensa que debe de ser el piscis de los rumores. Recuerda que alguna de sus compañeras opinaba que tenía algún trastorno.

—No hemos comido juntos, pero he escuchado algún rumor sobre ti —Le explica, ladeando un poco la cabeza para verle con sus ojos felinos. Sus ojos no han cambiado su capacidad de admirar con fijeza, pero el matiz ha cambiado. Antes llegaban a ser impresionables o asustadizos, ahora son más suspicaces.

—Hay gente del servicio que cree que estás algo loco o que te gusta llamar la atención —Acaba diciendo, mirando fuera, sin importarle los comentarios que menciona. Le parece un atractivo visto de cerca y ya no se siente como si ese fuese un pecado.

El piscis no se molesta ni sorprende y la claritas tampoco espera otra reacción. Según lo que dicen es de ese tipo de gente que se comporta de forma extraña y en Brontë hay varios.

Sonríe cuando él pregunta sobre ella de aquella forma. Le parece gracioso.

—Estoy cansada de ayudaros. Con las camas, con la ropa, con la comida... Dadme un respiro —Responde, entretenida. Ahora, dicho así, piensa que parece una broma. Apoya los dos brazos en la ventana, rodeando su pecho y capturándolo entre ellos y pega la frente a la ventana.

—De todas formas, aunque hubieras escuchado o visto algo, no tendría nada que ver conmigo ahora. Así que es un placer conocerte, Kob. Vengo de Lumen y nunca he luchado en batallas —Le informa, girando la cabeza con la frente aún pegada al cristal húmedo. Piensa que debe de estar oliendo a sudor y su estado no resulta muy atractivo, pero nadie la obliga a lo contrario.

Despega la cabeza de la ventana y se frota la frente con la mano, quitándose la humedad. Luego se pone un mechón detrás de la oreja y decide que es buena idea eso de agarrarse el pelo.

—¿Tienes algo para prestarme? —Pregunta la claritas, recogiéndose el pelo hacia atrás. Su coleta será mucho más corta que la de él, pero igual de cómoda. Su espalda se arquea con el gesto, liberando ahora su pecho.

—Aquí sé desenvolverme bien, gracias. Pero está bien conocer a alguien —Responde, entretenida. Se da cuenta de que le cuesta muy poco hablar con naturalidad y eso la anima. —Todavía no te has labrado del todo eso de problemático. Aquí tienes algún competidor duro de roer —Le explica, recordando algunos de los rumores del servicio y acontecimientos vividos por ella misma.

Mira como se quita su propia coleta y frunce un momento el ceño, bajando los brazos.

—Yo no —Responde, sonriendo un momento. —No importa, era sólo si te sobraba, por eso de que la llevas a menudo. De todas formas voy a ducharme ahora —La claritas niega con un gesto y se da la vuelta para apoyar la espalda en la ventana. El frío la hace sentir bien, aunque si se alarga mucho, empezará a estar incómoda.

—Entonces eres un charlatán, tus competidores aumentan en número, no puedo recordar tantos nombres —Bromea. Luego se incorpora. No se le ocurre un nuevo tema de conversación.

—Creo que mejor voy a ducharme ya. Puede que nos encontremos para cenar —Siempre intenta evitar el comedor, pero quedar con el piscis le parece una buena forma de superar ese punto.

—Me temo que no —Añade, animada. Se separa de la ventana por fin, tomando posición para marcharse. No le apetece despedirse del piscis, pero ya empieza a notar el frío y el malestar.

—No te preocupes, una imagen vale más que mil palabras —Responde, casi misteriosa, y le dedica una sonrisa amable. Ha estado muy cómoda pese a sus miedos y se siente bien.

—Eso espero, Hasta luego —Se despide para dirigirse por fin a los baños. Pero se gira un momento para comprobar que él también se marcha y finalmente desaparece por los pasillos.

Voy por el techo del pasillo, agarrándome a los salientes y las cortinas. Caminar con los demás está bien si sigo acompañando a alguien, pero todavía prefiero hacerlo de esta forma. Es más rápido y me sirve para mantenerme ágil y fuerte.

Doy un salto y bajo al ver una cabellera rubia en un pasillo perpendicular. No he hablado mucho con ese chico, pero creo que lo habían enterrado en la tierra de fuera. Apuro para ver que sea él. Si lo han enterrado tan profundo y seguía entre nosotros, le habrá costado mucho salir.

Pero al acercarme veo que no es el mismo, solo que se le parece. Este tiene la nariz más grande y el pelo más corto.

—Hola —Lo saludo. Creo que lo he visto alguna vez de pasada. Aunque igual lo he confundido con un espíritu.

Responde a mi saludo y pregunta por mí. Todos me conocen aquí por el mismo nombre así que ya me he acostumbrado a que lo utilicen, a pesar de que siga sin pertenecerme.

—Todo el mundo me llama Follow —Le respondo. Luego lo miro extrañado cuando pregunta por qué lo saludo. Eso habría preguntado yo hace tiempo.

—Es lo que se hace siempre aquí cada vez que ves a alguien —Le explico. Él es piscis y, aunque acaba de decir su nombre, puede que no comparta del todo los hábitos de este sitio. Aunque Massen Dew sí que los conocía y Njorthbiartr. Pero ellas llevan mucho tiempo aquí. Niego con la cabeza.

—No hablamos antes —Le informo. —El piscis que han enterrado. Pensé que eras él —Le explico. Ya me han explicado cómo se constituyen sus grupos familiares así que entiendo por qué me lo dice. Cuando habla en piscis me sorprendo un momento. Con esta gente me he tenido que acostumbar a utilizar el otro idioma y la verdad es que me es mucho más fácil en piscis.

—Nos vimos un par de veces. Sobre todo lo veía de pasada por el palacio. Solía ir con los líderes y era ruidoso —Le respondo con soltura

Parece que acierto con su hermano e imito su sonrisa con una corta y algo tensa, la que me sale.
Pronuncia mi nombre y asiento, asegurando sus palabras. Rápidamente frunzo el ceño cuando dice que tengo mirada de muerto y me aparto cuando noto su dedo.

—Puede que seas tú el que ve a la muerte de cerca —Le informo. Tendría sentido si ese piscis y él eran cercanos. Presto atención a lo demás que dice.

—¿Empezar? ... Hay una sala de entrenamiento. La gente la utiliza para entrenar allí. Algunos cuerpo a cuerpo, otros utilizan las armas de allí. Otros simplemente corren. Puedes elegir. Puedes preguntarle a alguien si quiere ayudarte a entrenar —Le comento.

Me despierto en el suelo, apoyado contra una columna del pasillo. Me froto un ojo con modorra. No tengo ni idea de cuánto tiempo llevo aquí. Al desperezarme, la barrera protectora que me mantiene a salvo en mis trances se desvanece y el ojo del amuleto que el lider parvus me dio hace años, se cierra.
Me reincorporo. Siento algo de vergüenza. ¿Cuánta gente me habrá visto aquí tirado? Seguro que se han reído de mi durante años.
Aprieto los puños. Estoy enfadado. Cuando estoy despierto, nadie me hace caso y cuando duermo, me ignoran. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué hago aquí? Soy patético y seguramente todo el mundo lo sabe. Esa es la razón por la que en todo este tiempo no se ha relacionado nadie conmigo. Tengo hambre, por lo que me pongo en marcha hacia el comedor. Veo el tablón de misiones al pasar. Todas ellas son demasiado lejanas o peligrosas para mi. Suspiro. Noto a Hebilla en mi bolsillo. Hacetiempo que no tengo humor para jugar con marionetas.
Yo... yo... lo he intentado pero creo que me voy a volver a casa. Aquí sólo hago el ridículo.
Veo mi reflejo en una cristalera y me sorprendo por mi aspecto. Me acaricio despacio una mejilla, pálida y sin alegría.
No... ya no tengo ganas de reirme.


Dado: 2.

*se queda yendo al comedor*

La chica se dirige al comedor con tranquilidad. A lo largo de los años entrenándose en el palacio se ha ido sintiendo cada vez más segura y confianda. Ha conocido gente, ha apendido a luchar como una soldado y se ha ejercitado hasta que sus brazos han tomado forma más fibrosa. Sin embargo, no ha perdido su encanto de chica menuda pese a las cicatrices que ha ido coleccionando con las peleas y accidentes. Sus ojossiguen siendo resplandecientes, aunque mantengan una neutra frialdad en la mayoría de situaciones.

Ve al parvus que se duerme levantarse un poco más alante y se detiene un momento. Ha hablado con él algunas veces, aunque en la mitad de ellas él se ha quedado dormido. No le parece un mal tipo, pero tampoco ha llegado a conocerle. No obstante, nadie en el palacio es ageno a sus caras cuando duerme.

-Hola, Marik -Le saluda casi con un susurro poniéndose a su paso. -¿Te has hecho daño? -Le pegunta, interesada. Su tono es serio pero su voz es melosa. Sus gestos son suaves a medida que caminadespacioa su lado y sus pechos bailan suavemente, libres bajo su jersey.

Por primera vez en meses, alguien se dirije a mi. Brinco en el sitio y observo a una chica morena en el reflejo de la cristalera.
La conozco, creo tener su nombre archivado en algún lugar. Me froto los ojos, incrédulo, a ser poco a poco consciente de que esta chica me ha hablado por propia voluntad. Me pongo nervioso. Marik, por favor... no te duermas. ¡Alguien está intentando ser amable contigo!
Empezaba por A... ¿o por M? Tsk...
Estoy tardando demasiado en responder. ¡Espabila!
—Eh... eehh... no, estoy bien. No me he hecho nada de daño —intento sonreírle, pero no me sale. Ahora creerá que soy un borde— Lo siento... —me disculpo en voz alta—. Por... hacerte perder el tiempo.
Entonces me gruñe la tripa.
—Lo siento de nuevo... —sorbo por la nariz, tristón. Sí, ahora recuerdo... me dirigía al comedor antes de caer dormido y ahora mi tripa está más cabreada que de costumbre.
Decido girarme al fin y dejar de darle la espalda para verla en carne y hueso y no a través de un vidrio. Es una chica dulce en más de un sentido.
Trago saliva y mis ojos se quedan a medio camino de los suyos. No sé si porque no me da más el cuello o porque los muy picarones han decidido hacer un descanso algo más abajo.
—No me he hecho daño, no, pero si pudieses acompañarme al comedor... te lo agradecería mucho. No quiero quedarme por el camino de nuevo. Es que tengo mucha hambre... —explico muy desanimado.

¡Alola! Así era.

Dado: 1

En un primer momento agradezco su respuesta afirmativa, lo cual me quita un peso de encima. No obstante, la chica parece tener facilidad para "hacerse notar", provocando que hunda la cabeza entre los hombros e intente apoyar la vista sobre mis zapatos.
Con su última frase, algo en mis pantalones se agita y Hebilla sale disparado de mi bolsillo y se le pone en la cara a mi compañera.
—¡Hombre, Marik! ¡Por fin te ocurre algo bueno chavalote! —Hebilla recorre el contorno de la chica rápidamente mientras silba, impresionado—. ¡Venga Marik! ¿A qué esperas para acompañar a esta joya? —Hebilla se ríe con la boca abierta hacia el techo a la altura de la cara de Alola—. Me llamo Hebilla, guapísima, y soy el único amigo del rubiales este. El pobre estaría perdido sin mi, pero es buen chaval. Le cuesta mucho relacionarse con la gente por eso de quedarse dormido como un cojín, ¡así que para eso estoy yo! ¡Venga, Alola, vamos a comer!
—Hebilla, no seas pesado... —susurro, cohibido y avergonzado mientras me guardo el calcetín con ojos cosidos de nuevo en la ropa.
Ahora sí, le veo a los ojos a mi compañera y le sonrío, ofreciéndole una mano pequeña y temblorosa.
—Disculpa a Hebilla. Es un guiñol muy agradable, aunque a veces dice lo que piensa con demasiada soltura. Quizá puedas enseñarle modales —sonrío de nuevo—. ¿Vamos a comer algo?