Lago

Llego al lago trotando, todavía, pero me permito detenerme unos instantes para quitarme la ropa, quedando en ceñida ropa interior negra, dejando lo demás a un lado, protegido de miradas indiscretas. Luego, aún con los músculos en caliente, corro hacia el agua y salto, entrando limpiamente de cabeza.
El frío arrasa mi cuerpo, tentándome a perder la estilizada figura formada para protegerme de él. No hay dolor. El dolor está en la mente. Pese a todo, siento el frío igual, repentino como un mordisco.

Buceo varios metros, expulsando ligeramente el agua por la nariz, hasta que noto que me falta. Entonces asciendo y, al romper la superficie, inspiro profundamente. Nado, a un ritmo constante, atravesando el lago. En el agua no estoy tan acostumbrada a moverme, y me ofrece más resistencia. Mis piernas se mueven más pesadas, pero sigue siendo posible ganar velocidad. No podría luchar aquí, no demasiado, pero es un buen ejercicio.

Mi objetivo es llegar al islote del centro. Nunca lo he visitado.

*se va nadando*

El chrysos lanzaba piedras al lago con desinterés, sentado en la orilla y con los pies dentro del agua. Llevaba ahí un buen rato, huyendo del aquel horrible calor que asolaba todo Palacio y que, al menos desde su punto de vista, ahí parecía más soportable.

Lyam sentía aversión por el calor. También por la lluvia, pero el hastío que el mal tiempo le provocaba no era comparable con el que le creaban las altísimas temperaturas. Odiaba el calor, odiaba sentir que se estaba pegando en todas las cosas en las que se apoyaba, odiaba la sensación del sudor, odiaba tener que ir sin guantes, enseñando sus manos tan poco agraciadas por ahí, y, por encima de todo, odiaba no poder hacer nada para evitar todo aquello. Porque, claro, podía evitar la lluvia resguardándose en Palacio o poniéndose una capa, ¿pero el calor? ¡No podía hacer nada para evitarlo!

El chrysos bufó (maldito calor) y lanzó una nueva piedra al lago, que rebotó un par de veces antes de hundirse. Luego apoyó las manos en la tierra y se echó hacia atrás, alzando la vista al cielo. Por Mithos, ¿por qué no hacía un tiempo normal en aquel maldito sitio? O llovía siempre, o hacía un calor abrasador o ambas. ¿Y el punto medio? ¿Dónde estaba?

Para refrescarme, moverme o, simplemente, despejar un poco mis ideas dando una vuelta, acabo alcanzando las cercanías del lago, llamándome la atención un brillo proveniente de su orilla. Apago por completo mi cuerpo y me aproximo con cautela, buscando al que lo origina. El palacio está realmente lleno de chrysos, por lo que podría ser cualquiera, pero no se suele ver gente del servicio a estas horas y tan lejos de las paredes del palacio, por lo que será, intuyo, un guerrero o un extraño.

*se acerca sigilosa*

El chrysos bufó de nuevo y bajó la vista, aburrido. No tenía ningunas ganas de ir a Palacio, básicamente por el calor, pero tampoco sabía qué podía hacer ahí. Nadar no le gustaba demasiado, y tampoco se le daba especialmente bien; visto desde fuera, parecía que en cualquier momento se hundiría, a pesar de que realmente las posibilidades de que aquello pasase fuesen escasas. Lanzar piedras al agua era entretenido un rato, pero luego se volvía repetitivo y cansino. Y mirar el cielo no era el colmo de la diversión, a pesar de las muchas reflexiones que, al menos en algunos libros, se sacaban en aquellos momentos.

Lyam frunció el ceño y, sin demasiado interés, observó el horizonte. Se preguntaba qué había en aquel lejano islote. ¿Habría ido alguien a explorarlo?

Al acercarme lo suficiente logro comprobar que el dueño de la silueta no es otro que Lyam. Durante unos momentos dudo. No sé si irme, si acercarme y hablarle... Lo cierto es que charlar un rato no me vendría mal para distraerme del desagradable calor. Aunque su actividad no hace sino darme una idea...

Sigilosamente, de nuevo, comienzo a andar, esta vez alejándome de él. Palpo el tronco de un árbol y me refugio tras él. Busco en el suelo y... ¡Perfecto! Enseguida toco una piedra redonda y no muy pesada que recojo. Desde el árbol, a algo más de diez metros del chrysos, apunto a su luminosidad, que me hace sencillo el posicionarlo. Lanzo la piedra a su espalda y enseguida me oculto tras el tronco, relajada. La oscuridad es muy útil.

A pesar de que sus dudas sobre qué hacer en aquel momento eran claramente interesantes, el chrysos decidió apartarlas cuando escuchó un suave sonido. Confuso, frunció levemente el ceño y aguzó el oído, intentando averiguar si realmente había alguien ahí o si se lo había imaginado. Al principio no escuchó nada, y durante un buen rato pensó que sí, que realmente eran cosas suyas, pero luego, ya cuando casi había decidido dejarlo pasar, volvió a escuchar los pasos de alguien, tan sigilosos como los primeros, que no tardaron en cesar.

Lyam frunció más el ceño y miró a los lados. ¿Acaso el desconocido se había ido? ¿O se había escondido? Se puso en pie, se dio la vuelta y, nada más hacerlo, una piedra chocó contra su pecho. El chrysos apretó la mandíbula y observó la piedra, que ahora estaba en el suelo.

—Muy gracioso —murmuró. Luego alzó la vista y contempló el lugar desde el que, en teoría, debían haber lanzado la piedra.

Con gesto relajado, trepo a las ramas más bajas del árbol aferrándome a ellas con naturalidad, como si fuera cómodo estar encaramada a ellas. Mis ojos brillan apenas un instante, observando al chrysos entre las hojas, revelando mi posición.

-Con la guardia así de baja, de tratarme de algún enemigo ya no lo podrías contar -digo suficientemente alto para que me escuche, con cierto tono divertido.

El chrysos alzó ambas cejas al ver quién era la persona que había aparecido en el lago. Alehyss Lester era, sin lugar a dudas, la última persona a la que imaginaba lanzándole piedras a alguien. De hecho, la idea le parecía tan surrealista, que no pudo evitar soltar una pequeña risa, irónica a la par que divertida.

Se acercó al árbol al que la chrysos se había encaramado y, teatralmente, se llevó una mano al pecho.

—Discúlpeme, señorita Lester, por no haber imaginado que alguien decidiría atacarme con algo tan terrible y malicioso como una piedra. —Frunció levemente el ceño y cogió una piedra del suelo. La observó, como si acabase de descubrir en ella grandes secretos, y luego miró a la chrysos, mostrando la pequeña arma letal—. Aterrador. —Asintió un par de veces—. ¡Piedras! Por Mithos, ¡piedras! Menos mal que estoy ante una dama comprensiva que no me atacará de nuevo con esta peligrosa arma. ¡No sé si mi cuerpo podría soportarlo!

Miró a Alehyss. Luego lanzó la piedra, y volvió a mirar al lago.

Enarco una ceja y no puedo evitar que una sonrisa algo cínica se dibuje en mis labios. Niego lentamente, como burlándome de él y de sus palabras necias.

-Si en vez de una piedra se tratase, por ejemplo, de un dardo envenenado -. Pienso por un instante en el arma de la joven Massen Dew- poco tendrías ahora mismo que decir sobre lo inofensivo de mi arma.

Me aparto un mechón del cuello, dejando respiar a mi piel. Maldito calor...

-La cautela es necesaria.

Lyam volvió a mirar a la chrysos cuando esta volvió a hablar y puso los ojos en blanco. Claro que la cautela era necesaria, no lo dudaba, pero pasarse la vida pensando que en cualquier momento alguien te va a atacar no podía ser sano. Además, si le había dado con la piedra, había sido porque era pequeña y porque él se había dado la vuelta. Un dardo es mucho más grande que una piedrecilla, así que hubiese podido esquivarlo (o, al menos, eso le gustaba creer).

Cruzó los brazos y la miró.

—Ya. Ya sé que la cautela es necesaria. Pero gracias por el consejo.

Me encojo de hombros.

-No era un consejo -murmuro, lo suficientemente alto como para que él lo escuche y sepa que va dirigido a él.

Ágilmente, salto hacia delante abandonando la rama y caigo al suelo, acomodando los pies a su forma y flexionando las rodillas lo suficiente al alcanzarlo como para que no resulte una caída dolorosa, sino grácil. Luego lo miro serena, ladeando un poco la cara.

-Sino un hecho.

Lyam torció una sonrisa y observó el salto de la chrysos. Cuando la chica tocó el suelo, ensanchó la sonrisa, jocoso. Aquello le había parecido extremadamente gracioso.

—Bonito salto...

Todavía sonriendo, descruzó los brazos y se acercó a la chica. Luego se encogió de hombros.

—Pues gracias por la... información. —La miró a los ojos, serio—. No la olvidaré.

Asiento levemente, clara representación gestual de un "claro". Luego lo escruto unos instantes, sin pararme en nada en especial, trabajando rápido para hallar un tema que sacarle que me pueda ser provechoso. Pronto doy con algo.

-Me encontré con una parvus llamada Elektra. La conocía desde hace mucho, más de un año, diría yo, pero llevaba prácticamente lo mismo sin verla. ¿La conoces, por casualidad?

El chrysos alzó las cejas. ¿Elektra? No le sonaba de nada. Ni había visto a alguien con ese nombre ni nadie le había hablado de alguien así. Lentamente, negó con la cabeza.

—No.

Miró a la chica unos segundos más y, luego, se acercó a la orilla del lago, en silencio. Con los pies de nuevo en el agua, volvió a hablar.

—¿Por qué preguntas?

Breve y conciso, no parece estar mintiendo, ni tiene ningún motivo para hacerlo. Me resulta absolutamente creíble. Una respuesta de lo más lógica. Especialmente teniendo en cuenta que, pese a que la vi aquí hace mucho, llevaba tanto sin verla que, prácticamente, la había olvidado.

-Nada. Me resultaba extraño que hubiese desaparecido por tanto tiempo. Quizás estuvo fuera.

Además me pareció una persona extraña con un comportamiento fuera de lo común, pienso, pero no lo digo.

Me acerco también a la orilla, aunque no tanto como él, observando los brillos que se generan en el agua, pensativa.

El chrysos se encogió de hombros. No sabía de quién hablaban, así que ¿qué podía decir? Podía haberse ido como haberse encerrado en un calabozo por placer. Qué sabía él.

—Tal vez. La gente va y viene, así que podía ser. —Torció una sonrisa—. O a lo mejor se ha pasado dos años comiéndose los libros con los ojos.

Miró a la chrysos. La observó en silencio durante unos segundos y, luego, le hizo un gesto con la mano, invitándola a entrar.

—Ven...

Paso por alto sus comentarios sobre Elektra. El tema ha sido zanjado, por lo que no hace falta darle más vueltas. Él ni siquiera sabía de su existencia. No puede darme un solo dato sobre ella. Sabe menos que yo. Por lo tanto, todo intercambio de información con respecto a ese tema resultará inútil.
Su invitación a acercarme, sin embargo, me extraña. Lo observo unos instantes como si quisiese averiguar alguna información secreta, oculta, encriptada, en su mensaje.

Me acerco ligeramente, sin llegar a pisar el agua. De todos modos, sigo calzada y no quisiera mojarme y mancharme de tierra a estas horas.

Lo observo, a la espera de algún comentario que explique la intención de su propuesta.

FdR- Hoy está algo neutra XD

Lyam sonrió al ver cómo la chica se acercaba, aunque no tardó demasiado en torcer el gesto. ¿Qué le costaba acercarse? ¡Ni que fuese a hacerle algo malo! ¡Por Mithos!

—Oh, venga ya —dijo, divertido, mientras se acercaba a la chrysos. Cuando estuvo frente a ella, se detuvo y la miró—. ¡Ni que fuese a hacerte algo, qué seriedad! —Sonrió. Luego observó el lago por encima de su hombro—. El agua está fresquita —murmuró, volviendo a mirar a la chica.

Tuerzo el gesto un instante. Finalmente, ladeando la cabeza un poco, le concedo lo que me pide. El agua no es mi elemento predilecto, pero el calor quizás lo es menos, y puesto que Massen Dew me agrada más que Rick Dehnel... Quizás deba darle una oportunidad a la idea de refrescarme.

Me alejo de la orilla y me descalzo, dejando el calzado lo suficientemente lejos como para que no se moje con el agua. Luego regreso junto al chrysos, dejando un par de metros entre ambos y, como él, introduzco los pies en el agua.
Al tratarse de un punto regulador de temperatura corporal, lo cierto es que es bastante agradable.

-Está bien -admito serena, asintiendo una única vez.

Observo el agua cubriendo mis pies. En la oscuridad todo se ve igual de pardo, incluso el líquido incoloro.

El chrysos esbozó una amplia sonrisa al ver como, finalmente, Alehyss decidía imitarle. Durante unos segundos, mientras la chica se descalzaba, pensó en lo divertido que sería empujarla al agua, aunque no tardó demasiado en verle un punto negativo a aquello.

Sonriente, se acercó a la chica.

—Qué expresiva —murmuró. Luego ensanchó la sonrisa y la miró.

Esbozo una sonrisa algo cínica. No tardo en darme cuenta de que, seguramente, parece algo forzada, por lo que la borro.

-Estoy en uno de esos días en los que soy expresivamente muy activa, como puedes comprobar -murmuro completamente serena, aunque otorgando a mis palabras suficiente tono irónico como para que yo misma lo considere un comentario gracioso.

Suspiro.
Al menos es mejor un día como hoy, algo soso y apagado, que uno de esos días en los que ni yo me soporto. Algo es algo.

Lyam torció una sonrisa, jocosa, al escuchar el comentario de la chrysos. Pura expresividad, sin duda. Aunque debía admitir que la chrysos estaba siendo más agradable que la última vez que se habían visto. De hecho, si lo pensaba bien, tampoco le parecía que estuviese tan poco expresiva.

Le tendió ambas manos a la chrysos y la miró, sonriente.

—Eres pura expresividad, sin duda.

Noto cómo me tenso un instante al ver sus manos extendidas, aunque no tardo en relajar los músculos. Al estar tenso, uno tarda mucho más en reaccionar a un estímulo, pudiendo ser la diferencia entre la vida y la muerte en un combate. Los músculos relajados funcionan mucho mejor.

Tras observar sus manos unos intantes, alzo el rostro hacia él. ¿Para qué me las ofrece? ¿Qué pretende? ¿Qué quiere?
No me puedo plantear que me quiera sostener las manos sin más, pues no nos une ningún tipo de relación romántica y nuestros últimos encuentros tampoco la han propiciado.

Lo miro, inquisitiva. Cierto brillo de tensión sigue brillando en mis ojos.

FdR- Está poco habladora.

Al ver la reacción de la chrysos, Lyam no pudo evitar reírse. Parecía que el gesto la había asustado y eso, de alguna forma, se le antojaba gracioso. Aunque no tanto como su silencio. Al chrysos le parecía evidente que la chica se estaba preguntando algo, no sabía muy bien el qué, pero por algún motivo no preguntaba nada. Le hacía gracia.

—No hace falta que vengas si no quieres, pero prometo no lanzarte al agua.

Sonrió.

Frunzo el ceño, mirando de nuevo al frente.

-Más te vale, por el bien de tus gónadas, no hacerlo -murmuro algo desganada. No sueno amenazadora, pero tampoco parece que bromee. Simplemente es una afirmación.

Suspiro. Recientemente ha hecho bastante calor y eso me ha quemado bastante energía. Voy a tener que ponerme a entrenar intensamente si quiero lograr soportarlo, porque nunca sé si necesitaré luchar durante días como hoy, en los que me siento más débil.