Mazmorras

¿Sexo?
Se me cae el alma a los pies. Estoy yo como para ponerme a dar consejos sexuales a una adolescente. No pienso en otra cosa más que en eso. Ya de paso podría darle alguna receta de cocina, o algo semejante.

Suspiro.

- ¿Convento? -. No creo que tenga una familia tan dura como para llevarla a un convento por haber mancillado su cuerpo-. ¿Hijos?

Vaya maldito caos. Y luego algo de njornosécuanto. No tengo idea de qué me habla, en ese caso, pero si se trata de una persona, que parece dudoso por el nombre, no creo que me encuentre en situación, ni lugar, de conocer a nadie últimamente.

-En primer lugar... Olvida nada que tenga que ver con hijos. Y no sé dónde entran el convento o las viudas en todo esto...

Nuevamente, exhalo un suspiro. No me siento muy hermana mayor aquí abajo.

-Pero en cuanto a Follow -. El recuerdo del piscis vuelve a mi mente- ... No te digo yo que no sería una suerte que no quisiera estar contigo... -murmuro para mí. Aunque decírselo a ella no parece muy buena idea. Mejor cambio de tema-. ¿Qué es para ti el sexo, Massen?

Alehyss hablaba, y a mí me costaba seguir el hilo de sus palabras. De hecho, estaría por jurar que no había ningún hilo que seguir, aunque cualquiera estaba segura...

Permanecí con la vista fija en la pared, que veía borrosa. Tan solo una pregunta, que incluía mi nombre, me sacó de aquel estado de aislamiento en el que empezaba a entrar. Volví a mirar a Alehyss, algo perdida.

-Eh. Pues... -Me costaba pensar-. No sé. Nagore dice que es algo bueno que hay que querer, y que es muy importante. Follow dice que es para tener hijos -. Hice una pausa. Qué pregunta más difícil...- No sé. Es... -La miré, suplicante-. Es que no he probado...

La verdad es que había ido a preguntar lo que menos esperaba. Después de todo, nadie me había preguntado eso nunca. Y yo a mí misma, menos.

-¿Por qué todos hablan de ello?

Suspiro, algo estresada. Lo cierto es que nunca había pensado en si Massen sería o no virgen. Aunque, si me hubiesen preguntado, seguramente habría dicho que sí. Tras el espectáculo de su regla, ¿qué podría esperar?

-El sexo no es "algo bueno que hay que querer" -comienzo, mirándola serena-. Originariamente sirve para tener hijos, sí, pero no debes pensar en ello como eso, sin más. Habrá el que diga que es la máxima expresión de amor que existe entre dos personas -continúo, recordando a ciertos individuos a los que me he encontrado a lo largo de la vida-. Para otros es simplemente placer, y para algunos un estigma que tratan de evitar, un tabú. Todos ellos mienten, pues no existe una verdad absoluta.

Qué extraña me encuentro hablando de algo así a alguien. No tengo hermanos, y nunca tuve la necesidad de explicar esto a nadie. De hecho, supongo que en su momento yo misma me lo pregunté, pero en aquel entonces tampoco hubo nadie que me lo explicase y acabé por aprenderlo sola.
¿Soy acaso el ejemplo correcto?

-La gente joven suele hablar bastante de ello. Se supone que es la edad adecuada para que empieces a interesarte por algo así, es irremediable, como el sentir deseo por besar a alguien, o excitación. Pero nunca debes sentirte forzada a hacerlo. Si no estuvieras convencida, acabarías llena de remordimientos, sintiéndote sucia, como si no hubieses sido más que un objeto cuya opinión no se tuvo en cuenta, llegando a decepcionarte a ti misma.

La gente es muy cruel. Por desgracia, la que se acuesta con alguien porque sí puede terminar siendo una guarra. ¿Por qué? Supongo que la necesidad de tomarse a otra persona como propiedad tiene esas consecuencias. Los celos son también fruto de ello.
También yo sucumbí ante algo así. El recuerdo resulta tan desagradable...

La miraba fijamente, tratando de que no se me desenfocara la vista y de prestar absoluta atención a lo que decía. Pese a ello, hablaba tanto que se me mezclaban sus palabras, volviéndose un tanto confusas. Aún así, estaba bastante segura de haber entendido algunas cosas básicas.

Abrí mucho los ojos, tratando de parecer franca.

-Yo quiero hacerlo -aseguré. Era cierto, ¿no? Era una de las pocas cosas de las que estaba segura-. Pero no quiero niños. Tengo muchos, muchos hermanos, y no quiero más bebés. Pero Follow eso no lo sabe, y si se entera se enfadará y se irá. Yo no quiero que se vaya, Alehyss. Quiero que esté conmigo. Pero no sé qué puedo hacer.

De nuevo, me asomaban las lágrimas a los ojos. Me los sequé y volví a alargar la mano hacia ella.

-Te echo de menos -me lamenté, ahogando un sollozo-. Es que te quiero mucho.

Puedo entenderla. Puedo comprender sus dudas, su incertidumbre, su miedo... Quizás yo me lancé antes, sin pensar demasiado, pero pese a haber desmitificado el sexo llegué a entender el dolor que producían ciertas cosas... Y es difícil que una misma plante cara, pero a la larga hace más daño el no hacerlo. Le pregunta es... ¿Lo comprenderá y aceptará si se lo digo o se enfadará conmigo? La adolescencia es una etapa complicada en la que, muchas veces, la verdad es inaceptable.

Acaricio su cabeza con cariño, respondiendo de esa forma a sus últimas palabras, terminando de decidirme sobre si intentarlo o no. Es gracioso ver que, a la larga, he aprendido a querer a aquella cría que me miraba con miedo.

-Massen... -. Ya estoy encerrada. Ahora mismo, aunque quizás ella prefiera oír otra cosa, prefiero servir de ayuda para algo. Más que mintiendo-. Tienes que decirle eso antes de que nada suceda. Que no tienes intención de tener hijos. De lo contrario, si planea marcharse, si es así de cabrón, lo hará de todos modos, pero habiéndote robado algo importante para ti.

La miro fijamente. El brillo que despiden mis ojos aumenta un poco, como queriendo apoyar mis palabras.

-Si solo buscas un orgasmo, tíratelo. Si lo que buscas es la seguridad de algo más, tendrás que arriesgarte y confesar antes. Tarde o temprano, acabará sabiéndolo.

Y las cosas son más dolorosas con el paso del tiempo... Quizás los errores se cometan igual, pero en esos casos se puede actuar, al menos con conocimiento de causa.

Negué con la cabeza, sintiendo cómo se me resbalaba una lágrima.

-No... -repuse, sorbiendo-. No lo entiendes. Es por la tribu. Si no quiero, tendrá que buscar otra. Pero no es que no quiera. No quiero ahora. Es pronto. Por eso quiero encontrar alguna forma de... esperar...

Volví a frotarme los ojos. Me sentía absolutamente deprimida, y me daba vueltas la cabeza.

-Pero no hay que decirlo -negué-. Si no lo entiende, se irá. Pero si no lo sabe, si solo hago que espere un poquito, no le importará. Es solo un tiempo. Luego estará bien. Solo por ahora...

Entre el mareo y la debilidad, empezaba a temblar un poco. Para evitarlo, terminé de apoyarme completamente contra los barrotes.

Aprieto la mandíbula. Como esperaba, no lo ha aceptado así como así. ¡¿Y cuánto pretende esperar?! ¿Tendrá un hijo en unos meses, cuando él se canse de esperar? ¿O le dirá la verdad demasiado tarde y acabará abandonada y deprimida? Con un poco de suerte, quizás acabe deprimida con un hijo. Eso ya sería lo perfecto.

Una chispa se escapa de mi mano, sin querer. Estoy algo estresada aquí a bajo. Pese a todo, respiro hondo, tratando de pensar fríamente.

-No es el momento. Es tarde. Ven mañana -le digo, mirándola fijamente a los ojos-. Ahora descansa, pero mañana ven a verme. Hablaremos de esto.

Espero que comprenda y me haga caso. Y espero que mañana se acuerde. Oh, Mithos... Odio hacer de madre, hermana o lo que sea.
Pese a todo, me atrevo a añadir algo más.

-Y si puedes... Tráeme algo de comer, por favor.

No estoy desnutrida, ni nada similar, pero me apetecería variar un poco. Aquí acabo comiendo siempre lo mismo.

-Ahora ve a dormir. Ambas necesitamos descansar.

Sorbí de nuevo, y a continuación se me escapó un sollozo. Alzando la mano, la tomé por la muñeca y le di un pequeño apretón.

-Ojalá vinieses conmigo... -murmuré, abatida.

Pese a que no tenía ninguna gana de irme, Alehyss seguía insistiendo, y al final sentí que no tenía más opción que hacerle caso. Permanecí un momento más allí quieta, mirándola. Finalmente, con desgana y paso desigual, me separé de la celda, llorosa, y la miré un momento más, antes de echar a andar hacia las escaleras.

La subida fue difícil, pero al final conseguí llegar arriba. Fatigada y con el ánimo por los suelos, me arrastré como buenamente pude hacia las habitaciones.

*Se va*

Espero a que se vaya, controlando sus movimientos con la mirada, tensa, expectante. Le vendrá bien dormir, y también le vendría bien vomitar todo eso que se ha metido dentro, pero no creo que lo haga. De todos modos, con unas largas horas de sueño debería bastar para tenerla más entera, y si mañana se acuerda de venir podremos acabar este tema tan desagradable, aunque no estoy muy ilusionada con ello.

Cuando se va, cuando ya no me oye, gruño. Tengo ganas de gritar, pero estoy acompañada. Por eso solo gruño.

-Deja de repetirlo -siseo, sola, con rabia-. No deseo más que salir de aquí, así que cierra la boca y deja de repetirlo.

Con pasos lentos, vuelvo a mi sitio, sentándome y acurrucándome en la manta, silenciosa de nuevo. Me he desvelado. Me costará dormir de nuevo.

Espero que Massen no haga locuras. Sinceramente, espero poder servir de algo. Es más fácil evitar que algo se rompa que reconstruírlo luego. Y eso es algo que puedo decir con franqueza.
Desde que me rompí, siento que no he vuelto a ser la misma. Quizás con algo más de tiempo termine pasando.

Suspiro.

*se queda indefinidamente*

La camisa que Lyam le había tirado no se movió ni un ápice del lugar en el que esta había caído ya hacía semanas.
No se había cambiado.
Sólo comía cuando Alyhyss dormía.
El resto del día se lo pasaba sentada en el suelo, con la cabeza en las dobladas rodillas, mientras sus brazos la rodeaban lo más que podían.
En ocasiones, escuchaba voces de visitas o mismo del servicio. Sin embargo, estas sonaban alejadas, opacas, como si hablasen desde el fondo de un lago. No prestó atención a ninguna conversación.
Su pelo había dejado de ser rojo brillante a ser marrón oscuro.
Su ropa, sucia y rota.
Se pasaba los días con la mente en blanco, respirando agitadamente, con la boca abierta, tomando grandes cantidades de aire. El pútrido olor que emanaba esta era repugnante, era denso, fuerte y subía por sus mejillas y fosas nasales, clavándose en su ya atrofiado gusto.
A veces su boca goteaba, y manchaba más, si cabe, su asquerosa ropa.

En el centro de la estancia, un enorme y seco charco de sangre. Sangre de la cual su hijo, Lyo, había nacido.

Se abrazó más fuerte si cabe. La desazón del no saber era horrible. Ni siquiera sabía si estaba vivo.

Sintió en su mente unos pasos muy cerca de ella y sin ganas, alzó la cabeza, para ver de quién se trataba.

Era una mujer de rojos cabellos, con un hermoso pelo recogido y un vestido blanco que absorbía la sangre y mugre en el lugar donde Bocanegra había parido.

Era una imagen difusa, traslúcida, producida más bien por su mente cansada y estresada que por un hecho real.
Se parecía a ella, pero no era ella.
-Madre... -dijo con un susurro de voz. Le daba igual que Alehyss la escuchase.- Helena.- Repitió.

Así era como se imaginaba a su madre, pues nunca la había visto. Muchas veces había pensado en cómo sería, pero nunca había estado suficientemente trastornada, cansada y por qué no decirlo, loca, como para poder dibujar una imagen de ella.

Su madre asintió, sin decir nada. Dio un paso hacia delante y le tendió una mano.
Bocanegra, con los ojos como platos, asintió y agarró fuerte su etérea mano, que la traspasó irremediablemente. En cuanto esta "unión" se produjo, la imagen de su madre fue mutando poco a poco, y se transformó en una imagen de ella misma.
-Así es como le habría gustado a tu madre verte. -Habló en su cabeza aquella alucinación.- Una hija dulce y agradable, vestida con bonitos vestidos... Mírate -le reporchó la Cassandra del vestido blanco.- Das asco, pena. Tu modo de vida te ha arrastrado a acabar como madre. Que ella fuese pirata no la eximía de desear que su hija tuviese una vida mejor -dijo algo furiosa.
-Capitana Bocanegra, ha llegado el momento del fin de tu existencia -habló con voz fina y etérea.- Es hora que yo recupere el cauce de nuestra vida. Nunca debiste encontrarte con aquel hombre que te habló de tu madre y que te metió todas esas ideas en la cabeza. Me relegaste a un segundo plano en tu vida, me encerraste en lo más profundo de tu ser con alcohol y sexo y estas han sido las consecuencias.- La señorita Babineaux le regañó con furia en su mente, mientras Bocanegra se apretaba las sienes y chillaba, encogida en el suelo.
-No... ¡NO! EL CAMINO DE MADRE ES EL CORRECTO -lloró.
-¿Ah sí? Eso díselo a Lyo -le reprochó su mente.
-¡CÁLLATE! -bramó, cogiendo una piedra y tirándola contra ella, que la atravesó y chocó contra un duro barrote, haciendo un eco importante.
-Ha llegado tu hora, Capitana Bocanegra. -Korvas apareció, efímera, en la derecha de la Señorita Babineaux y sin dilación, le atravesó el pecho con el arma que, antaño, había sido de su madre.

Bocanegra se quedó con los ojos muy abiertos, agarrando la inexistente espada por el filo y, con lágrimas en los ojos, su vista se nubló.
-Dile... que me perdone... -susurró, con ardor.- Si alguna vez lo ves, dile que perdone a aquella madre que perdió a su hijo en el momento de nacer... Lyo... -. Y entonces cerró los ojos para siempre.

*Bocanegra ha muerto*

La Señorita Babineaux suspiró y, sonriente atravesó el cadáver de la pirata para hacer que esta abriese de nuevo los ojos de golpe y tomase aire con fuerza, llevándose las manos a la garganta.

Tardó unos segundos en recomponerse y se acercó, tambaleante, a Alehyss todo lo que pudo.
-Soy... Cassandra Babineaux. Por favor, tengo que hablar con alguien. Mi hijo me está esperando -habló. Su voz seguía siendo ronca y gastada. Sin embargo, había algo en ella distinto.

La pérdida de conciencia que sufrió, la enajenación, la soledad, el estrés, la culpa... habían hecho que la mente de la piscis diera un cambio radical. Había decidido dejar la piratería. Ya no quería ser como su madre. Ahora seguiría el camino del que nunca debió descarriarse.
¿Quién sabe si estas alucinaciones fueron fruto de la desesperación de la piscis por encontrar una salida a su vida o bien había sido el fantasma de su madre que descansaría ya ahora que había matado a quien había seguido sus pasos malditos?
Quién sabe...


*se queda*

FDR: ma boy corriendo a clase. Sí, es una fumada tremenda.

Trato de concentrarme en la lectura. No hay mucho que hacer aquí, por lo que no me queda más que eso. Además, la compañía no es muy habladora. Apenas he visto moverse a Bocanegra desde mi llegada. Por el aspecto que tiene, casi me sorprende que siga viva. Todavía no sé qué le ha sucedido, pero no creo que sea tampoco de mi incumbencia. Ni que ella responda si saco el tema.
Sin embargo, hace unos segundos creo haberla escuchado hablar...

Alzo la vista, clavando los ojos en la celda de la piscis. Está más extraña que de costumbre. Cuando quiero darme cuenta, está chillando, balbuceando cosas que no logro entender, como si hablase con un ser invisible. Una piedra que lanza se estrella contra un barrote, dejando ir un eco metálico.
Me pongo en pie, acercándome a mis propios barrotes, contemplándola desde mi posición. ¿Se ha vuelto loca? Y no tengo forma de pedir ayuda más que aguardar a que alguien se acerque a ofrecerla.

De pronto, todo se detiene. Bocanegra está inmóvil, con los ojos muy abiertos, con las manos rodeando algo invisible.

- ¿Qué ha pasado? -inquiero, siseante, aunque dudo que me responda.

Sin embargo, parece no escucharme. Simplemente susurra palabras que escucho a medias, para sí. Que diga que la perdone. ¿Lyo? Es difícil de comprender lo que sucede. Apenas consigo entender sus palabras, aunque creo que acabo captándolas.

De pronto, todo cambia. Ella cambia. Toma aire aparatosamente, como si llevase minutos sumergida, sin respirar. Entonces habla de nuevo, esta vez mirándome, acercándose lo máximo posible a mí, y parece haber algo diferente en ella, pero no me atrevo a preguntar qué ha pasado. No creo que sirva de nada.

Cassandra Babieaux... ¿Es ese el nombre real de Bocanegra?
Asiento, manteniendo la seriedad, aunque interiormente estoy confusa. No sé qué espera que haga yo aquí abajo, pero, a pesar de su silencio todo este tiempo, siento el extraño impulso de querer ayudarla. Quizás sea porque poco a poco me doy cuenta de que salvar a mis compañeros es un imposible, o porque ya no me queda más que perder.

-Buscaremos la forma de hablar con alguien -le digo, serena.

Quizás sea imposible... ¿Quién sabe? Tampoco es asunto mío. Pero tratar de ayudarla me dará, seguramente, cosas en las que pensar. Y, al final, quizás no sea más que una loca.

*se queda*

-Tengo que ver a mi hijo -dijo con aspereza.- Me lo han quitado como castigo por mis crímenes -dijo con la voz rota.- Ya... no quiero volver a ser Bocanegra... No me ha traído más que problemas...- Madre... tu camino no era el correcto. Sin embargo, no me he arrepentido de vivirlo hasta el momento en el que me lo han arrebatado... a mi niño.

-Alehyss... Quiero disculparme si alguna vez te he hecho algo, o te he molestado. -Cassandra se despojó de todo orgullo y apoyó con cansancio su sucia cabeza entre los barrotes.
Quería dejar su antigua vida atrás. Era el único modo de recuperar a Lyo que tenía. No sabía si funcionaría. Lo que sí sabía era que seguir el camino de la piratería no se lo iba a devolver.
-Hablemos con alguien. Yo... tú, aunque no sé lo que has hecho, pero seguramente no tengas ni la mitad de pecados que yo encima... Tenemos que salir de aquí.- Entonces, cabizbaja, se acercó a la puerta y se quedó esperando.

Sus palabras me sirven para entender un poco mejor la situación de la piscis. De ahí, supongo, su penoso aspecto y el charco de sangre seca que ya había en su celda cuando llegué. No sé cuáles son sus crímenes, pero no necesito saberlo para comprender.

Dudo que sea sencillo sacarla de aquí. Yo, por lo menos, no veo forma de hacerlo yo misma, por el momento. Y más aún si dice haber cometido tantos crímenes. El arrepentimiento no sirve para perdonar los errores de nadie.

-No sé quién puede sacarte de aquí, pero trataré de encontrar la forma de contactar con alguien que te escuche. No prometo resultados, al fin y al cabo tampoco yo soy libre, pero haré lo que pueda.

Recuerdo la vez que la conocí... La mujer me resultó burda desde el primer momento, aunque no tan estúpida como otros, aunque al lanzarse al interior de la posada durante la misión había actuado como una verdadera imbécil. Y, aún así, ahora mismo no pienso en ello de esa forma. Parece que haya pasado tanto tiempo... y que nada de eso importa ya. Mejor llevarse bien con los compañeros de prisión.

Suspiro.

*se queda*

Bajé las escaleras despacio, mirando bien los escalones, con la caja en las manos y gesto serio. Avancé por el pasillo en silencio, sumida en pensamientos que me hubiera gustado ser capaz de borrar sin más de mi mente.

Me detuve, seria, ante la celda de Alehyss. Nerviosa, carraspeé y bajé la vista al suelo, sintiendo que se me teñían las mejillas.

-Buenas noches -murmuré apenas.

Apoyada contra la pared, con la mirada clavada en el techo, distraída, escucho llegar a la piscis. Por un segundo creí que se habría olvidado. Es común que entre los laberintos cerebrales que causa el alcohol se pierdan, muchas veces, ideas y planes que uno tenía. Cuántas noches se habrá hecho algo en ese estado y luego se habrá olvidado. Y si todos los que participaron en los hechos los olvidan es, de algún modo, como si nunca hubiesen sucedido. Tiempo perdido, pues.

-Buenas noches -respondo, incorporándome y acercándome a los barrotes. Parece algo apática. Normal-. ¿Cómo te encuentras?

Los ojos apenas me brillan. No puedo evitar observar durante un instante la celda de Bocanegra, o Cassandra, como desea hacerse llamar ahora. Quizás Massen pueda servirme para comunicarme con alguien.

Como reacción a su pregunta, sentí cómo se me formaba un nudo en la garganta. Me encogí de hombros, desganada, y carraspeé, tratando de deshacer el nudo.

-Da igual -murmuré, negando con la cabeza.

No sabía muy bien qué decir, aunque algo me decía que no tenía nada que confirmar, que sencillamente había estado de verdad allí la noche anterior y que Alehyss lo sabría incluso mejor que yo.

Volví a carraspear y le tendí la caja, aún con los ojos bajos.

-Te... he traído esto -musité, ofreciéndosela.

Por su expresión y su tono intuyo que está viviendo el típico "no me puedo creer que haya hecho el estúpido de tal forma", así que no hago referencias a nada de lo ocurrido anoche. Ya surgirá si es necesario. Y si no lo es, quizás sea mejor. Tengo ya muchos problemas ahora, como para ponerme a pensar en cosas como esa.

Al ver la caja que me tiende, me apresuro a cogerla, girándola para que quepa entre los barrotes. No sé de qué se trata, pero es lo mejor que he olido desde que estoy aquí abajo, así sea una piedra. Aunque al abrirla compruebo, con deleite, que es comida.
Miro a la piscis y esbozo una sonrisa.

-Gracias.

Me la comeré más tarde, de todos modos. No quiero hacerlo mientras ella está aquí. Con cuidado, la dejo junto a mi manta. Vuelvo luego junto a la joven.

-Antes de que se me olvide, querría pedirte un favor. No es para mí, sino para ella -murmuro, haciendo un gesto en dirección a la celda de Cassandra con la barbilla-. Me gustaría que avisaras a una chrysos llamada Fera Twinkle. Dile que Alehyss Lester desea verla.

No sé si Fera podrá hacer algo, pero será mucho más agradable tratar con ella que hacerlo con otro, y Madame, sin duda, me pediría algo a cambio.

Me dio las gracias, y yo volví a encogerme de hombros, quitándole importancia. Sí alcé la vista, por fin, cuando volvió a hablar, pidiéndome algo más. Asentí, casi mecánicamente, a su petición.

-La buscaré -prometí en el mismo tono.

Con un suspiro silencioso, me agaché y me senté junto a los barrotes, abrazándome las rodillas. Permanecí un momento callada, sin saber muy bien qué hacía aún allí, hasta que por fin me atreví a añadir lo otro que había venido a hacer.

-Siento lo de... ayer -murmuré.

Asiento. No esperaba menos de ella, la verdad. Suena algo arrogante, pero es lo que es. También yo me esforzaría por ayudarla si me hiciese alguna petición, siempre y cuando estuviese en mi mano.

-Gracias -digo de todas formas, monocorde, educada.

Como ella se sienta, yo hago lo propio, aunque a mi lado de los barrotes. Es extraño que las dos respiremos el mismo aire, pudiendo incluso sentir la brisa que surge de un movimiento de la otra y que, sin embargo, encontrándonos a tan poca distancia, sea tan distinta nuestra situación.
Sus palabras casi me arrancan una sutil mueca, pero logro contenerla. No ayudaría en nada a ninguna de las dos.

-No te preocupes. El alcohol, generalmente, crea más recuerdos vergonzosos que buenos recuerdos-. Niego varias veces mientras hablo, quitando importancia a lo sucedido-. Lo importante es saber ser comedida.

Me mantuve en silencio, seria, con la cara semioculta entre los brazos. Asentí lentamente.

-Ya era un poco tarde cuando Rick Dehnel me dijo que era licor de fuego -murmuré, más para mí que para ella.

Aunque ni mucho menos tenía sentido que le echara la culpa a Rick Dehnel. Si había bebido de más o no era algo que yo misma tendría que controlar. En fin, a aquellas alturas, ¿a quién le importaba? A mí, desde luego, no. Estaba mejor por la mañana, cuando el dolor de cabeza no me dejaba pensar, que entonces.

Tragué saliva.

Sus palabras transmiten preocupación por lo sucedido ayer, quizás vergüenza, pero... Debe de haber algo más. Parece que esté demasiado afligida. Un poco de malestar, de vergüenza, son comunes, pero una cara tan larga me parece más propia de una joven a la que sus padres han abroncado que de una joven molesta consigo misma.

-¿Estás bien? -repito, mirando sus ojos-. Parece que haya algo más.

Al final, por mucho que pase de la gente, he venido aquí a espiar. Supongo que si tengo cierta impresión sobre alguien, no puede ser de todo incierta, aunque con Heylel no resultó ser así. Pero me niego a pensar que soy tan inepta como para cometer siempre el mismo error, con todo el mundo, sin aprender jamás.

Tardé un momento en contestar a la pregunta. Por una parte, porque no estaba segura de si quería contestarla. Por otra, porque no estaba segura de cómo contestarla. Al final, me repasé los labios con la lengua, carraspeé y levanté la cabeza para mirarla.

Aún tardé un momento más en hablar.

-Nagore se ha ido -conseguí decir finalmente-. Y ya no va a volver nunca. Ni sé dónde está. Ni voy a volver a hablar con ella. Borrada del mapa. Para siempre.

Volví a apoyar la cabeza en las rodillas, dejando de mirarla.

Parece que, efectivamente, ha pasado algo... Nagore, la parvus que me encontré en las termas, parece haberse ido. Por lo que sé y pude ver de la chica, comprendo que se haya marchado. Un palacio lleno de guerreros no parecía muy buen lugar para ella. La piscis, sin embargo, parece afligida. Supongo que es esa imposibilidad de volver a hablar con ella lo que la hace sufrir. Así pues, procedo a pensar en una posible solución a su problema. Seguramente, con el tiempo acabase dejando de sentir esa pena por su amiga, pero mi función no es decirle algo así.

-¿Nagore Brumm? -inquiero, frunciendo ligeramente el ceño-. ¿Has probado a hablar con el jefe Nagorr Brumm? Quizás pueda decirte dónde se encuentra.

Dudo que el líder tenga tiempo para preocuparse por cosas de adolescentes, pero si le pregunta directamente, y no hay ningún ocultismo relacionado con la partida de la parvus, no debería tener nada en contra de aclarar su paradero a la piscis. No es, precisamente, el jefe más cruel.

Me encogí de hombros, apática.

-Ya pensaba hacerlo -repuse-. Pero aún no he tenido ocasión. Acabo de enterarme de que se fue. Y ya debe hacer tiempo, porque hace más de un mes que no la veo. De todas formas, ya sé que el señor Brumm no va a decirme nada.

Me mordí el interior de la mejilla, manteniendo el gesto inexpresivo. Al final, suspiré.

-Bah. Da igual. Podía haber sido peor -comenté, asqueada, más para mí que para ella.

Ahora que sabía que Nagore se había ido, me sentía más sola de lo que me había sentido el último mes. Nagore desaparecida y Alehyss encerrada. Jun con su abuelo y Follow ocupado en rituales. Y yo, rondando por el palacio sin saber qué hacer. Como para no sentirse sola.

Suspiro. Me niego a darle ánimos que va a rechazar. Los comentarios del estilo "no te preocupes, todo saldrá bien, tú inténtalo y ya verás como las cosas se arreglan" y semejantes nunca han sido lo mío. Y, de todas formas, sé que Massen preguntará a Nagorr Brumm por el paradero de Nagore si tiene oportunidad, de modo que el decir o no decir nada no será relevante. Ya me enteraré en un futuro, si tiene importancia, del final de esta historia.

-Veo que ninguna de las dos está pasando por sus mejores momentos -mascullo, desganada-. Aunque en mi caso, puedo sentirme culpable por ello.

Suspiro, cansada. No sé cómo sigo aguantando aquí encerrada. Ahora que está Massen es soportable, pero el resto del tiempo...

-Pese a todo, estar aquí es una tortura. No quiero imaginar cómo estarán ellos, si es que siguen con vida.

Lo digo con tremenda frialdad. Me obligo a pensar que hablo de algo inerte, poco importante, como una piedra o un colgante... Si pienso en ellos como lo que son, como mis compañeros, regresan los malos sentimientos. Y ahora mismo no hago nada hundiéndome más.