Mazmorras

El chrysos, al ver la expresión adormilada de Alehyss, no pudo evitar soltar una suave risa.

—Por Mithos, ¿todavía estabas durmiendo? —Dio un par de pasos hacia delante, ya con las manos fuera de los bolsillos, y clavó sus ojos en los de la chica. Esbozó una amplia sonrisa—. Buenos días —repitió, en un susurro.

Observó a la chrysos en silencio, sin variar la expresión. La imagen le parecía graciosa de alguna forma.

—Mis costillas están curándose. —Se encogió de hombros. Su mano derecha agarró uno de los barrotes, al que miró sin interés—. Me duele menos que antes, pero todavía no estoy bien del todo. —Volvió la vista a la chrysos—. ¿Y tú cómo estás? ¿Estabas teniendo un sueño interesante?

Sonrió de nuevo.

Termino de desperezarme, sintiendo una especie de agradable dolor en los músculos al estirarlos. Luego me acomodo, sentándome sobre la manta con las piernas cruzadas. Me paso una mano por el pelo, echándolo hacia atrás, acomodando un poco algún mechón.

-No acostumbro a hacerlo -murmuro-. Hoy ha sido una excepción.

Estar aquí, al fin y al cabo, es aburrido. No hay mucho que hacer y, aunque suene a pereza, muchas veces descansar resulta la mejor opción. Es un ahorro interesante de energía.

Me encojo de hombros.

-Estoy todo lo bien que puedo estar ahora mismo -respondo. Finalmente, me incorporo, quedándome de todos modos a varios metros de los barrotes. Esbozo una sonrisa - En cuanto al sueño, lo he olvidado.

Lo prefiero así. Últimamente no sueño cosas demasiado buenas.

-¿Alguna novedad ahí arriba? -inquiero, haciendo referencia a las escaleras con la barbilla.

Asintió. Sus respuestas no le sorprendían demasiado; no se imaginaba a la chrysos durmiendo por las tardes, ni tampoco esperaba que hiciese un desglose de qué sentía al estar en una mazmorra.

—Yo nunca me acuerdo de qué sueño —murmuró, mientras tomaba asiento en el suelo. No sabía si estaría ahí abajo mucho tiempo o no, pero prefería sentarse, aunque no fuese un lugar precisamente cómodo.

Cuando la chica preguntó si había alguna novedad, el chrysos volvió la vista al lugar donde deberían estar las escaleras, dedicándole una rápida ojeada al camino que debería recorrer para llegar a ellas. Luego negó y posó de nuevo la mirada en la chica.

—No. Ninguna. Al menos que yo sepa. —Suspiró—. Llevo un mes dedicándome exclusivamente a leer y a cocinar. —Chasqueó la lengua—. No he hecho nada más, ni he visto a nadie. Pero no parece que haya sucedido nada excesivamente importante.

Muevo la cabeza hacia los lados, escuchando un leve crujido proviniendo de mi cuello. Oculto, discretamente, un bostezo con la mano. Me ha sentado bastante bien dormir tanto, aunque me temo que la imagen que he causado no es demasiado seria.

-Generalmente los sueños que recuerdo corresponden a recuerdos desagradables entremezclados, por lo que casi prefiero despertarme con la mente en blanco.

Me acerco a los barrotes, dejando de todas formas sobre un metro entre ambos. Su descripción de sus actividades recientes me hacen contener una risa, que acaba sonando de forma semejante a un bufido contenido.

-¿Cocinar? -inquiero, alzando una ceja, entre burlona y curiosa.

El chrysos apoyó la cabeza en uno de los barrotes y parpadeó.

—¿Tienes muchos recuerdos desagradables? —inquirió, alzando momentáneamente las cejas y mirando a la chica de reojo. Segundos después, carraspeó—. Quiero decir... —Frunció levemente el ceño—. No es necesario que respondas. —Negó con la cabeza. Apartó la mirada—. Olvídalo.

A pesar de que aquel comentario había despertado su curiosidad, no quería indagar en recuerdos desagradables. La pregunta había sido completamente espontánea, hecha sin pensar en las consecuencias, así que lo mejor para, probablemente, ambos era ignorarla y cambiar de tema. A nadie le gustaba hablar de esas cosas.

Lyam volvió a mirar a la chrysos cuando escuchó su risa contenida. Confuso, ladeó la cabeza y observó a Alehyss con curiosidad, esperando algún tipo de comentario o pregunta. Cuando esta llegó, esbozó una sonrisa sesgada y asintió.

—Sí. —Ensanchó el gesto—. Sé cocinar. Y lo hago muy bien, además. —Miró a la chica, alzando ambas cejas—. ¿Algo que decir, señorita?

¿Muchos recuerdos desagradables?
Me encojo de hombros, sonriendo con cierta amargura.

-No más que cualquier persona, supongo. Cada uno tiene los suyos -respondo, evitando de esa manera la pregunta-. No he tenido una infancia penosa, ni nada por el estilo. Pero sí hay ciertas cosas que me reconcomen la conciencia, y otras que me recuerdan errores, malas decisiones... No estoy aquí por nada, al fin y al cabo.

Lo miro. Mis ojos se encienden un instante. No quiero que olvide que no tiene obligación de venir a verme, que yo realmente no he hecho nada por él que compense lo que ocurrió junto al río... Por mucho que no se trate el tema, ahora mismo mi prioridad es salvar al hombre que lo apalizó para conseguir respuestas.

-Ningún problema. No te veía como un cocinillas -replico a su comentario, encogiéndome de hombros-. Pareces algo desaliñado.

Asintió un par de veces al escuchar la respuesta de la chrysos, en silencio. No obstante, a pesar de que la había escuchado con atención, no pronunció ninguna palabra; en su lugar, se limitó a curvar ligeramente los labios, en un amago de sonrisa, todavía con la cabeza apoyada en los barrotes y con los ojos clavados en los de la chrysos.

A las siguientes palabras de la chica, respondió soltando una suave carcajada.

—Pues lo soy —La miró. Frunció ligeramente el ceño—. Que a tus ojos parezca un "poco desaliñado" no implica que no sepa cocinar. —Sonrió—. Aprendí hace mucho, y, bueno —se encogió de hombros—, a veces, cuando me aburro, cocino.

La miró. Luego, más para sí mismo que para ella, añadió:

—Desaliñado, dice...

Parece que tengo ante mí al mejor cocinero de todo Mithos. Vaya maravilla.

-Yo practico "cocina de supervivencia". No es incomible, pero priorizo lo nutritiva que sea por encima del sabor. Al fin y al cabo, la comida sirve para eso. No me gusta perder el tiempo en adornos innecesarios.

Eso no quiere decir que no me gusten ciertos sabores por encima de otros. Sin embargo, no acostumbro a preocuparme por eso a la hora de ser yo la que cocina. Si no da arcadas, es comestible y aporta nutrientes, basta. No disfruto en exceso cocinando.

Rió.

—Por supuesto, no esperaba menos de ti.

Y era cierto. No se imaginaba a la chrysos en medio de una cocina: se la imaginaba pidiéndole a alguien (alguien de fiar, claro, que seguía siendo Alehyss Lester) que le cocinase algo. Y en caso de que estuviese sola, no se la imaginaba elaborando algo que requiriese demasiado tiempo.

—Pero gracias a tus palabras, ahora sé que no es buena idea pedirte que cocines algo. Mithos sabe qué clase de plato nutritivísimo saldría de ahí.

Enarco una ceja, con cierto escepticismo, pero no puedo evitar esbozar una sonrisa no muy pronunciada. No me encuentro de mal humor para estar en las mazmorras de Brontë. Supongo que mientras no pueda hacer nada no debo torturarme. Madame aparecerá en el momento en el que ella lo vea conveniente, y le resultará indiferente si he estado agobiada y frustrada o no, al fin y al cabo. Por tanto, me compensa más estar preparada anímicamente para lo que pueda encontrarme cuando ella decida que es momento de aparecer.

-Quizás no sea delicioso, pero seguramente consiga un rendimiento mucho mayor que con un plato corriente. Si no es necesario, no pierdo condimentando ni cocinando. La mayor parte de los vegetales resultan más nutritivos crudos, y los alimentos suelen perder sus propiedades proporcionalmente a lo transformados que estén.

Me estiro de nuevo.
Lo cierto es que la comida que me trajo Massen Dew la otra noche... Estaba deliciosa. Independientemente de las propiedades del plato. Pero, obviamente, yo me refiero a cocina de supervivencia.

-Lo que no implica que lo que preparo no sea comestible. En absoluto.

FdR- Palo en el culo

El chrysos escuchó las palabras de Alehyss en silencio, sin prestar demasiada atención. No necesitaba que alguien le dijese cómo eran más nutritivos unos vegetales. Ni cómo sería su rendimiento en función a cómo estuviese hecha la comida. Aunque tenía que admitir que era gracioso ver a la chrysos, que por lo general era una seca, explicando qué era mejor y peor, aquellas explicaciones tampoco le interesaban demasiado.

—Vale, vale, vale. —La miró—. Es comestible. Y muy nutritivo. Y hace que tu rendimiento sea mejor que el de los demás. —Asintió—. Te creo.

Sonrió.

Fdr. "aburria", que eres una "aburria".

Frunzo el ceño, percatándome enseguida de lo que estoy haciendo. Hablo, hablo y hablo y a él le da igual. No aprecia unos consejos que no ha pedido. No tiene importancia. Que desaproveche su tiempo cocinando. Es un pasatiempo como otro cualquiera, aunque para el caso es mejor tener sexo. El sexo, al revés que la cocina, no lo puede hacer nadie en tu lugar, y produce más reacciones beneficiosas que la cocina, a mi parecer.

-No tiene importancia -murmuro, bajando el tono, serena-. No necesitarás de mi cocina. Te las arreglas solo, así que no tendrás que probarlo.

Suspiro. Quiero salir de aquí, estirar un poco las piernas, ver el cielo, tomar el aire...

La miró de reojo, sonriente. Por algún motivo, su cambio de actitud, más que confundirle, le había hecho gracia.

—Bueno, a lo mejor algún día sí que necesito tu comida. —Sonrió—. Imagínate que, por algún motivo, vamos de viaje a las... —Frunció el ceño, pensativo—. ¿Montañas Redondeadas? ¿Se llaman así? Las de Humus, digo... ¿O no era así? —Bajó la vista, confuso, y durante unos segundos observó el suelo, sumido en sus pensamientos. Finalmente, al no encontrar con una respuesta, negó—. Bueno, da igual, el caso es que nos vamos de viaje importante a unas montañas en Humus. —Miró a Alehyss—. Y en mitad de ese viaje, yo me caigo, o tropiezo, o algo, y me hago daño. ¡Oh! ¡Y además es de noche! —Sonrió—. Es muy, muy, muy tarde, y yo me he... ¡Torcido un tobillo! O me he hecho mucho daño, lo que prefieras.

Ensanchó la sonrisa y apartó la cabeza de los barrotes, todavía mirando a la chrysos.

—El caso es que estamos en medio de unas montañas de noche, y yo no puedo cocinar porque... Bueno, porque no puedo, porque tengo mal un tobillo o lo que sea y me duele mucho. El caso es que no puedo arreglármelas solo, así que te pido que cocines algo. —Sonrió—. Y tú lo haces porque... Sí. Por caridad. En ese caso, sí que necesitaría tu comida de supervivencia especialmente nutritiva.

Se encogió de hombros.

Lo escucho hablar, estrechando un poco los ojos al escuchar el primer error.

-Redondas -corrijo-. Montañas Redondas.

Sigue con su explicación. En conjunto, no expone más que unos hechos hipotéticos e improbables que juntos ni siquiera tienen un sentido completo. Resulta un ejemplo muy inexacto, y además despierta mi orgullo. Sé la respuesta que busca, y no va a obtenerla tan fácilmente.

-En primer lugar, el haberte torcido un tobillo no impide que cocines para ti mismo -murmuro, enarcando una ceja-. Y yo no suelo actuar por caridad. Por supervivencia quizás, o por necesidad, pero no por caridad. No es lo más habitual.


Lo observo, frunciendo el ceño, escéptica.

-Sin embargo, si todas esas suposiciones se cumpliesen y tuviese que cocinar para ti, postrado, inmovilizado, llorando a causa del enorme dolor que te produce tu tobillo torcido... Prometo que haré una comida especialmente desagradable solo para ti, aunque no menos nutritiva.

FdR- Ultra palo en el culo

Escuchó a la chica en silencio, primero sonriente y luego serio. Por Mithos, sólo era un ejemplo. No tenía que tomarlo con tanta exactitud.

—Era sólo un ejemplo estúpido —murmuró, monocorde, observando el suelo—. Por suerte para mí, no soy lo que se dice torpe, así que, en caso de ir a las Montañas Redondas, dudo que me suceda algo que me impida valerme por mí mismo.

Observó una pared. Al escuchar de nuevo la voz de la chrysos, torció una sonrisa.

—En ese caso te estaré eternamente agradecido.

Estiro los brazos, sin responderle, doblándome por la cintura y alcanzando el suelo sin dificultad, combando ligeramente la espalda hacia arriba y oyéndola crujir placenteramente. Tras erguirme de nuevo, termino de acercarme a los barrotes, rodeando uno de ellos con la mano. Enarco una ceja, clavando los ojos en los de Lyam.

-Era una broma -murmuro, torciendo una sonrisa algo cansada.

Dirijo la mirada a la celda de Cassandra un instante. ¿Se acordará Massen de hablar con Fera o no? Creo que la piscis preferiría tener atención pronto. Aunque no ha hablado demasiado desde aquel momento, seguramente está desesperada. No conozco su historia, pero tanto tiempo con ella aquí abajo ha terminado por hacer que, esta vez sí, me compadezca.

El chrysos miró a la chica y asintió, seco.

—Lo mío también, no te preocupes.

Esbozó una corta sonrisa. Luego apartó la vista y observó una de las paredes.

—Siempre me he valido por mí mismo, ya desde pequeño, y espero que eso no cambie ahora que soy mayorcito. —La miró de reojo—. Sería ridículo. Imagínatelo.

Él se imaginaba aquella escena, con un yo diferente a su yo actual incapaz de hacer las tareas más sencillas, y, definitivamente, el único adjetivo que servía para definir aquello era ridículo. O, bueno, trágico.

Asiento, relajando un poco el gesto.

-No creo que eso pase -convengo, mirándolo fijamente, aunque admito que lo que pienso realmente es "espero que eso no pase". No sé cómo es la situación actual de Lyam, pero dudo que lo dejen campar a sus anchas por el mundo sin más.

Tomo asiento, cruzando las piernas una vez en el suelo, agarrando un barrote con cada mano a la altura de la cara, como si fuese a hacer fuerza de un momento a otro para separarlos. Ya lo he probado y es inútil, de todos modos.

Suspiro.

Suspiró.

—Eso espero —murmuró, observando el suelo. Frunció levemente el ceño. En caso de que, por algún motivo, no pudiese valerse por sí mismo, ¿qué pasaría? Si el adjetivo para definir aquello no era ridículo sino trágico, ¿quién le ayudaría? Probablemente nadie. A fin de cuentas, por mucho que evitase pensarlo, apenas tenía amistades, tanto dentro como fuera de Brontë. De hecho, casi podía decir que no tenía; a fin de cuentas, había roto la relación con la única persona con la que tenía esa clase de vínculo.

Chasqueó la lengua. Aquellos pensamientos no le gustaban.

Miró de reojo a la chrysos, todavía en silencio, y apoyó de nuevo la cabeza en uno de los barrotes. Sonrió débilmente.

—En caso de que algo hiciese que dejase de valerme por mí mismo, tendría que, mágicamente, aprender a volver a valerme por mí mismo.

fdr. forever alone

Suspiro. No puedo creerme que haya acabado poniéndose así... Como si no tuviésemos ambos suficientes problemas como para poner caras largas.

-Anima esa cara -murmuro, sacando un brazo a través de los barrotes y colocándoselo sobre el hombro-. Me he leído uno de los libros que me trajiste la última vez. Un poco sencillo para mi gusto, pero me ha valido para pasar el rato sin morirme de aburrimiento. Por suerte también se ha acercado por aquí Massen.

Heylel no ha vuelto, sin embargo. Mejor, por una parte, aunque ahora que las cosas se han calmado me gustaría volver a hablar con él. Tengo algunas cosas que me gustaría preguntarle...

Lyam alzó las cejas y, de reojo, observó la mano que Alehyss había colocado en uno de sus hombros. Esbozó una corta sonrisa. En sus planes no estaba (nunca estuvo) ponerse melancólico. No era una sensación agradable, ni para él ni para los que estaban cerca, así que evitaba caer en sentimentalismos y, en su lugar, se limitaba a bromear. Pero a veces le costaba mantener el buen humor, mucho más cuando se paraba a pensar en algunas cosas.

Tomó aire y posó una de sus manos en la mano de la chica. Luego volvió a mirar a Alehyss y esbozó una amplia sonrisa.

—¿Y te gustó? Puedo traerte otro si quieres. —Ensanchó la sonrisa. Soltó la mano de la chrysos—. Aunque por lo que dices, parece que la compañía de Massen te ha salvado estos días...

Me encojo de hombros.

-No estuvo mal, aunque prefiero las cosas un poco más complejas. De todos modos, cualquier cosa que me entretenga un poco mientras estoy aquí me bastará.

En cuanto a lo de Massen, asiento. De no ser por ella habría estado mucho más asqueada. Lo cierto es que la presencia humana me animó más que ningún libro, y el ayudarla con sus problemas terminó haciendo que me sintiera un poco mejor y me olvidase algo de los míos propios.

Lo miro. No sé qué decirle ahora, así que simplemente lo contemplo serena, pensativa, recogiendo mi mano de su hombro y poniéndola, junto la otra, sobre el suelo, como apoyo.

Asintió.

—Te traeré algo más complejo para la próxima —aseguró—. O al menos lo intentaré. —Rió—. Creo que lo que nuestra definición de complejo difiere un poco.

Esbozó una sonrisa. Luego observó el recorrido que hacía la mano de la chrysos, abandonando su hombro hasta llegar al suelo, junto a la otra. Suspiró.

—¿Necesitas algo más? —inquirió, volviendo a mirarla.

Niego lentamente, aunque parándome a pensar un instante. Comida tengo, aunque el otro día tuve un antojo que Massen satisfizo... Me gustaría salir más, y poder darme otro baño, pero eso es algo que él no puede darme. Y bueno... También quiero salir de aquí, encontrar información sobre Jager... Muchas cosas, pero ninguna de ellas parecen asequibles como peticiones para Lyam, así que reitero mi negación.

- Me llega con una charla de vez en cuando -. Me encojo de hombros, sonriendo escueta-. Lo peor de aquí es el aburrimiento y la falta de actividad física.

Necesito movimiento... Un poco de ejercicio... Entrenamiento, correr, luchar, estirar... Lo que sea. Aquí dentro mi movilidad es reducida. Hasta aceptaría sexo si con ello me permitiesen desentumecerme un poco.
Realmente no. No lo encuentro entre mis prioridades ahora mismo.

Asintió. La mazmorra no parecía excesivamente grande, así que era normal que la chica añorase ciertas cosas. También era normal su aburrimiento. Su experiencia en mazmorras le decía que aquel no era un lugar precisamente divertido.

—Entonces supongo que vendré más a menudo.

Sonrió. Apenas veía a nadie, así que no le costaba bajar a las mazmorras a hablar con la chrysos. Además le gustaba. Hacía que estuviese ocupado durante un tiempo, y era mucho más interesante que leer o cocinar.