Lago

Zacharyas asintió mientras escuchaba las palabras del chrysos, ausente. Sus ojos, uno de cada color... Magníficamente extraños... Uno, amarillo como la hepatitis, la podredumbre... El otro rojo como la sangre, pidiendo ser arrancado para generar más que aquella sustancia en la cuenca...

El caeruleus reaccionó al escuchar su nombre.

-Admito que desearía algo más de actividad, pero me encuentro en buenas condiciones. Tenía pensado ir a visitar a mi padre próximamente, aunque no por añoranza... Y hace tiempo que -. Carraspeó- no... -. Zacharyas apretó los dientes, bajando la vista para ocultar sus ojos oscuros bajo el flequillo. Haberse entretenido con los ojos del hombre lo había hecho hablar de forma desmedida, contando, quizás, cosas innecesarias-. Hace bastante que no me asola el dolor, para bien o para mal.

Zacharyas arrugó el ceño, algo confuso. Realmente el dinero acostumbraba a ser secundario para él, y más en un lugar como aquel en el que sus necesidades primarias estaban satisfechas.
Negó ligeramente.

-Supongo que él querrá saber cómo me encuentro -. El caeruleus entrecerró los ojos, callando de pronto. Parecía estar pensando en algo, concentrado. Finalmente, habló-. Tal vez sí sienta algo parecido a la añoranza, aunque no estoy familiarizado con ese sentimiento...

Zacharyas apretó ambos puños de pronto, dándose cuenta de que aquello había sonado más extraño de lo que él había deseado en un primer momento. No lo corrigió, sin embargo, temiendo estropearlo más.

-El dolor estimula -dijo entonces, casi sin darse cuenta-. ¿Acaso el placer no nubla la mente también?

Un brillo macabro apareció en los ojos del mago, que observaba al chrysos como si quisiese lanzarse sobre él y arrancarle la carne. Sin embargo, en vez de abalanzarse, Zacharyas carraspeó.

-No es más que una señal de que el cuerpo funciona bien... -murmuró, apartando la vista del chrysos.

Zacharyas no dijo nada al respecto mientras Gerald hablaba de familia. No sentía que tuviese nada real que mencionar, y temía añadir información irrelevante o incluso extraña, de modo que prefirió guardar silencio. Así, pensaba el caeruleus, el tema en cuestión se daría por finalizado y nadie tendría que dar ninguna explicación más.

Sin embargo, el otro tema... Contuvo un escalofrío al oír al chrysos hablar del dolor. ¿No era, al fin y al cabo, una descripción de cómo lo sentía? Como él, lo veía paralelo al placer... Al fin y al cabo, no estaba loco, pensaba el mago. Su peculiar visión de las cosas no era tan diferente a la del resto del mundo, comprendía. No más de lo dispares que eran las visiones de dos personas con respecto a otro tema distinto. Aunque no compartía todo lo que el chrysos decía, le gustaba imaginar cómo sentía dolor aquel hombre.

Su última afirmación, sin embargo, hizo que Zacharyas se quedase pasmado mirándolo, serio, como si su mente hubiese abandonado su cuerpo por un instante, dejando allí su carcasa hueca.

Gritar de dolor o de placer. ¿Debía, acaso, decidir también él? ¿No eran, de algún modo, paralelos?

-Estoy de acuerdo -dijo finalmente, llenando aquel silencio, pero sin tener claro si mentía o no-. Pero no puedo evitar pensar a veces que el dolor está visto, por muchos, como algo malo, cuando en muchas ocasiones se salva la vida gracias a él.

No podría creer de todo sus palabras. Le daba igual que salvara vidas. El dolor tenía algo diferente, profundo... Y enormemente placentero.

Zacharyas se ruborizó ligeramente al escuchar lo que el chrysos tenía que decir sobre las mujeres, el dolor y la excitación. Apurado, sin darse apenas cuenta de lo que hacía, bajó la vista con vergüenza. Tenía la mandíbula apretada, pero con fuerza de voluntad consiguió, tras varios segundos, relajarla y, algo rígido, alzar de nuevo sus ojos oscuros al guerrero que tenía frente a él. No lo miró, sin embargo, a los ojos, conformándose con el hueco existente entre su cara y su hombro.

-Supongo que tienes razón... -dijo, tratando de que sus palabras inseguras sonasen lo más rigurosas y auténticas que pudo-. Hay momentos en los que se confunde-. Carraspeó, incómodo- fácilmente...

Le sudaban las manos. Si tan solo pudiera matar a aquel hombre... Aunque lo había visto luchar en el cementerio y le había parecido diestro... Quizás un enfrentamiento fuese interesante.

Incapaz de discernir correctamente, Zacharyas terminó por reír pesadamente, aunque quizás su risa acabó siendo demasiado forzada como para que él mismo se la creyese. El caeruleus no podía evitar pensar por qué tantos hombres acudían a aquel tema. Dehnel ya había mencionado aquella clase de cosas tantas veces que había llegado a pensar que era alguna clase de obsesión para él, pero el encontrárselo en más personas... El mago comenzaba a comprender lo recurrente que era aquel tema, y lo inestable que se sentía él mismo en ello no lo ayudaba.

-Supongo que no puedo considerarme muy experime... experto en esos temas. Soy más de leer -murmuró, avergonzado, alzando un poco el libro para hacer hincapié en sus palabras.

El mago carraspeó dos veces. Aquel hombre parecía todavía más conocedor de las técnicas de la cópula que Dehnel, y eso que el flamma siempre había presumido de todo lo que sabía. Aquello le resultaba perturbador, pero despertaba su curiosidad, en cierto modo.

Zacharyas se había ido poco después del chrysos, llevando el libro consigo pendiendo de su diestra, como si fuese un peso muerto, arrastrando los pies por el camino que llevaba de vuelta al palacio. No parecía que la lluvia le importase demasiado, pues en ningún momento aumentó el ritmo de sus pasos para evitarla.

Los días sucedían con lentitud.

*se fue*

FdR- Me olvide de llevármelo u.u Lo siento

Corbin, como solía, se había levantado temprano con intención de aprovechar la mañana. Tras tomar algo de desayuno, había salido al exterior; quería aprovechar la mañana para entrenar. Sin embargo, aquel día no era eso lo único que lo movía a salir al exterior. No había olvidado en absoluto la propuesta de Alehyss dos días atrás, y aunque había tenido tiempo de reflexionar al respecto, seguía con la intriga de qué querría pedirle la chrysos.

Muy de mañana, había iniciado un paseo por los alrededores de Brontë, con idea de presentarse cuanto antes en el lago. Cuando llegó allí y encontró el lugar desierto no se sorprendió. La chrysos lo había citado por la mañana, pero no habían acordado una hora concreta, así que no sabía exactamente cuándo se presentaría ella. En cualquier caso, tenía cosas que hacer antes de que ella llegara.

Comenzó con ejercicios de calentamiento, trotando un poco y poniendo a punto sus articulaciones y músculos antes de comenzar. Siguiendo su ritual de entrenamiento, se dedicó a ponerse a punto y, a continuación, sacó los puños, dispuesto a llevar a cabo los movimientos básicos de ataque. Para ello, se plantó al borde del bosque, frente a los árboles; podía llevar a cabo los movimientos en el aire, pero siempre le había gustado tener un objetivo físico. Imaginaba un objetivo vivo, repartía sus puntos vitales y llevaba a cabo sus ataques, tratando de dirigirlos a los puntos adecuados.

Hacía algún tiempo que había cambiado su método de lucha. Era consciente de que no podía depender exclusivamente de la fuerza de sus puños. Después de todo, no siempre tenía por qué poder contar con ellos. Por eso, había adaptado su estilo de lucha cuerpo a cuerpo y había añadido como complemento movimientos de piernas. Aunque en un principio resultaba molesto, sabía que, si lo dominaba, le daría ventajas a la hora de combatir.

Concentrado en su entrenamiento, apenas sentía pasar el tiempo.

*Se queda*

Corbin está entrenando. Veo que no pierde el tiempo. Lo observo desde una de las ramas más elevadas de un árbol cercano, cubierta por sus hojas de ojos indeseados.
Hace fresco, por lo que no me quedaré demasiado tiempo aquí. Quizás parezca que es hacer trampa, pero observar es principal en el combate.
Tras largos minutos de contemplar al fiero guerrero entrenar, doy un paso adelante, pisando una rama fina adrede y quebrándola.
Me alegra que haya venido. Veo que todavía tengo cierta capacidad de reunión.

Corbin detuvo una patada en el aire al oír un débil crujido proveniente de la derecha. Aún inmerso en el entrenamiento, buscó el foco del sonido con ojos feroces y una posición de lucha, dispuesto a atacar aun enemigo real si eso era necesario. A quien encontró allí, sin embargo, fue a Alehyss.

No le hacía gracia que le hubiera pasado desapercibida hasta el momento, pero pese a todo, se obligó a relajarse y cambiar a una postura un poco más amistosa. Miró a la chica en silencio con gesto serio. Por cosas como aquella no podía uno bajar la guardia. Dado que no la había detectado hasta el momento, sospechaba que aquel crujido había sido intencionado; si la chica era tan sigilosa como él creía, era probable que hubiera estado en peligro hasta que ella se había dejado ver.

Guardó los puños de acero en el bolsillo. Aunque parecía mucho más sereno, seguía alerta. Buscó los ojos de la chrysos y fijó la vista en ellos.

-Buenos días -saludó.

Contemplo, tranquila, cómo reacciona a mi presencia. Me gusta dármelas de segura, pero no descarto que haya una tercera persona mirándome desde algún lugar, esperando para atacarme.
Me recorre un escalofrío al pensar en Madame Desmarais un instante.

-Buenos días -respondo, haciendo un leve asentimiento.

Me dejo caer de la rama, descolgándome, y flexionando las rodillas al llegar al suelo para minimizar el impacto. Al erguirme, peino un mechón de pelo tras la oreja.

-Me alegra que hayas venido -comento, acercándome al claritas, deteniéndome a un par de metros de él.

Corbin se mantuvo inmóvil, siguiéndola simplemente con la mirada. La observó bajar del árbol ágilmente, y esperó a que se acercara. Mantuvo el gesto incluso cuando ella comenzó a hablar. Poco a poco, sin embargo, iba sintiendo cómo su pulso volvía a la normalidad y la adrenalina del ejercicio iba desapareciendo.

Se encogió de hombros ante su comentario. ¿Y no era acaso aquello lo acordado?

-Eso era lo que debía hacer -respondió con voz seria.

Después, calló y esperó, expectante.

Asiento, complacida. Inmediatamente después, roto ambos hombros hacia atrás, al mismo tiempo. También muevo el cuello, primero a un lado y luego al contrario.

-Te debo un entrenamiento -puntúo, esbozando una sonrisa-, y tú ya has calentado.

Enarco una ceja, altiva, expectante, como si lo invitase a atacarme. Hace mucho que estoy encerrada y necesito de un rival para recuperar los reflejos que, seguramente, he perdido.

Y necesito mejorar en el cuerpo a cuerpo.
Además, me vendrá bien calibrar a Corbin.

En el mismo momento en que Alehyss comenzó a calentar las articulaciones, Corbin se tensó de nuevo. No se movió en absoluto, pero sí se preparó para moverse si eso era necesario.

Cuando la chica habló, un brillo de interés acudió a sus ojos, y casi pareció que fuera a sonreír. Con movimientos muy lentos y cautelosos, fue llevando una mano hacia el bolsillo, en busca de uno de sus puños. Sin apartar la mirada de la chica, buscó su arma, pero no la encontró. Sin embargo, no quería confiarse, pues sabía que podía llevarla oculta.

-Cierto -dijo solamente.

Y, rápidamente, conjuró un clair ëm yäk contra la chica con la mano que tenía libre.

Puedo percibir un ligero movimiento en él. Está deslizando una mano a su bolsillo. Intuyo, pues, que sacará sus armas, lo que me deja en desventaja. Yo carezco de nada que se le parezca ahora mismo.
De todos modos, Corbin no me deja mucho más tiempo para planear qué hacer, pues enseguida me apunta para atacarme con un hechizo. La versatilidad y la capacidad para hacer más de dos cosas a la vez es importante. Pero también la de evitar que te golpeen con los ataques.

Me lanzo hacia un lado, utilizando la pierna derecha de pivote para girar mi cuerpo noventa grados, quedando de perfil con respecto a mi última posición. De todas formas, el hechizo roza mi ropa, haciéndome alzar las cejas con impresión.

-Empiezas fuerte -murmuro, retrocediendo un par de pasos, dejando unos cuatro metros entre ambos-. Me gusta.

No puedo atacar de lejos, me supera en fuerza... Voy a tener que estudiar bastante antes de suicidarme.

La chica esquivó el ataque por milímetros, rotando a un lado, y demostrando con ello unos buenos reflejos. Dada su complexión, era probable que, precisamente, se basara más en su agilidad que en su fuerza a la hora de atacar, aunque Corbin no pensaba dar nada por hecho. De todas formas, apuntó mentalmente estos datos.

En el tiempo que la chica utilizó para esquivarlo, Corbin aceleró el ritmo de su mano a su bolsillo, y en un momento se había hecho con el primero de los puños de acero. Observó a la chica. Se había alejado un poco, pero no había sacado su arma. Y, dado que era chrysos, mientras no la sacara no tenía mucho que hacer a distancia. Sin embargo, tampoco eso le inspiraba confianza. Tal vez conociera algún hechizo que pudiera utilizar a distancia. O, tal vez, tuviera alguna otra arma, una más pequeña, que pudiera utilizar desde lejos.

No habló, pero sí se respondió a sí mismo al comentario de ella. Evidentemente empezaba fuerte. No la tomaba por débil, y no iba a regalarle oportunidades. No era lo que le habían enseñado a hacer. Además, quien empieza atacando tiene más posibilidades de imponer antes sus normas. No iba a quedarse esperándola.

Con el puño armado preparado por si ella se decidía a acercarse, llevó la otra mano al bolsillo contrario en busca del otro puño. No creía que la chica fuera a atacar de frente sin más, pero no tenía muy claro cuál era su estrategia. En cualquier caso, la quietud lo impacientaba, así que lanzó otro clair ëm yäk contra ella para provocarla. Como mínimo, conseguiría hacerla cambiar de posición.

Sus puños de metal me resultarán de lo más inconvenientes. Son mejores que un arma de largo alcance, eso esta claro, pero hacen sus golpes mucho más contundentes. Y si ataca a esa distancia significa que se lo puede permitir: es confiado y sabe manejarse en las cortas distancias. Cómo echo de menos mi kusarigama.

Maldita sea mi raza... Pero eso agudiza el ingenio. Y ahora que estoy más lejos no necesito moverme demasiado para evitar sus ataques, lo que me resulta bastante conveniente, de modo que apenas me aparto lo justo para esquivar su nuevo hechizo.

Tenemos un problema, Alehyss, y más vale que lo soluciones pronto. Sus armas son conductoras, pero ponerse al alcance es demasiado peligroso. Asimismo, no tienes capacidad de lanzar hechizos ni una magia demasiado poderosa.
Esbozo una sonrisa, sin dejar de mirarlo, aunque mis ojos ven más allá de él, buscando algo que sobresalga del suelo, de un árbol... Lo que sea.

Para esto me viene bien Corbin. He de mejorar mi lucha desarmada, y él es un gran contrincante. Mejor mantener las distancias hasta conseguir una oportunidad, y para eso tengo que desconcentrarlo.

Alehyss seguía sin hacer nada, y se limitó a esquivarlo, echándose a un lado. Corbin empezaba a cansarse de tan poca actividad. No le gustaban las luchas psicológicas, sino las físicas. Ver a alguien esquivarlo en la distancia no era interesante, y él no perdía el tiempo con cosas que no fueran interesantes.

-Te veo menos activa de lo que recordaba -comentó con voz suave, sin abandonar su postura de lucha. Ya armado con sus dos puños, se sentía más cómodo. Aunque, se recordó, no debía limitarse a confiar en ellos.

Lanzó un nuevo hechizo contra el costado izquierdo de la chica, y tras hacerlo avanzó unos pasos hacia ella, asegurándose de acortar las distancias y preparándose para un ataque cuerpo a cuerpo si ella se ponía a su alcance.

Esbozo una sonrisa, respondiendo con ella a su comentario. No podría haber dicho nada más acertado ni queriéndolo.

-¿Y eso no te gusta? -inquiero, burlona.

No me importa. No soy de las que responden a eso con un acercamiento agresivo, sin pensar, lanzándome a las fauces del enemigo. Y menos aún cuando lo más duro que llevo encima son mis propios huesos, que preferiría no tener que romper en un entrenamiento.

Un nuevo hechizo, y esta vez viene acompañado de un aumento de la cercanía. Pero yo no puedo atacar sin más, de frente. No en mi situación. A no ser... Corbin debe de ser un chico fuerte, ¿verdad?

Tuerzo mi cuerpo, apartándome lo justo como para notar que el hechizo rasga de nuevo mi ropa. Una peligrosa forma de reducir al máximo el gasto de energía. Enseguida noto cierta brisa sobre la piel.

Forzaré un ataque.

Como si acabase de reaccionar, me acerco hacia él. No voy con demasiada prisa, pero sí con la justa como para que parezca que puedo embestir en cualquier momento. Nada más lejos de la realidad. Golpearlo con los puños sería comprometer mi integridad física, pero si ambos nos encontramos a metro y medio quizás reaccione.
Un agresivo chispazo recorre mi mejilla.

Corbin no respondió al comentario. En primer lugar, porque el suyo no había sido más que una observación. En segundo lugar, porque no tenía intención de iniciar una conversación en mitad de un entrenamiento. Y, por último, porque ni siquiera en lo más básico debes dar información gratuita a tu enemigo.

Le sorprendió que la chica arriesgase tanto al moverse tan poco, pero también reconoció que, si era capaz de hacer aquello, tenía una capacidad de cálculo admirable. No le quitaba ojo de encima, pues no pensaba darle oportunidad de atacar a escondidas, pero tampoco se movió más hasta que ella lo hizo.

Y, por fin, se lanzó hacia adelante. Corbin pudo percibir algo de electricidad en el ambiente, pero no tenía mucho tiempo de pararse a pensar en ello. Dejó que ella se acercara, pero se apresuró en actuar. Al verla venir, invocó un ebrain atichbrëa, con intención de cegarla. Al mismo tiempo, se preparó para su embestida, y respondió a ella lanzando un puño con intención de descargar un puñetazo sobre su vientre. Preocupado por si la chica preparaba alguna treta (ya que le parecía extraño que atacara de frente), se dispuso a desplazarse a la izquierda tras el golpe.