Sala de baile

Ignoró las risas de Kettleburn. Podría responderle de malas, pero prefirió quedarse callado para evitar tener que volver a explicarse.

Escuchó las palabras del piscis, las que tenían relación con el líder caeruleus, con interés. Parecía nervioso. Iba a preguntarle por qué estaba tan nervioso, cuando el piscis comenzó a hablar de un mecña de una habitación y de una tal tía Gladis. Lyam alzó un ceja, como toda respuesta. ¿Qué demonios era aquello? ¿Una excusa para irse? Frunció el ceño. ¿Pero qué clase de...?

No dijo nada (más que nada porque le costaba asimilar la sarta de tonterías de Kettleburn y porque este no tardó en irse). Observó el lugar por el que se había ido y alzó la otra ceja.

- Si cree que me lo he creído, que vaya haciendose a la idea de que no - murmuró, para sí mismo, antes de abandonar la estancia.

*se va*

Entro en una sala que nunca antes me ha dado por investigar y me sorprendo en una especie de salón de baile, enorme, marmóreo y con varios instrumentos en el centro. Me muevo con cautela, notando como el suelo y las paredes cambian ténuemente su iluminación a mi paso.

Alzo la vista al techo, a las lámparas, y luego me acerco a examinar más de cerca las paredes, y las sillas de cómoda apariencia y, por último, losinstrumentos. Nunca había visto un lugar como este en directo.

Primero toco al azar las cuerdas de un violín, o viola, no lo sé. Me quedo ensimismada observando el chelo y luego me paro varios segundos a estudiar la extraña forma del arpa. Finalmente, como si hubiera estado dejando el plato fuerte para el final, me planto ante el coloso, el negro piano, y observo su pulida superficie casi con embeleso, sin atreverme a tocarlo y dejar en el mis huellas.

*se queda*

Vi a la asesina Alehyss Lester caminar por los pasillos y decidí seguirla con sigilo, aunque realmente me sorprendió un poco que no se percatara de mi presencia. Al final pareció asomarse a un cuarto y luego entró en él, momento que aproveché para aproximarme sujetando mi arma con una mano para que no se bambolease e hiciera ruido.

Me asomé a la habitación, que resultó ser un salón de baile. Lo miré, no sin asombro. En mi casa teníamos uno también, pero en comparación con este quedaba pequeño y desaseado, casi vulgar.

Sin embargo, yono estab allí para admirar ninguna arquitectura. Sonreí malvadamente y cerré la puerta a mi espalda. No quería que nadie nos molestase.

- Pero qué ven mis ojos -. Sonreí. ¡Era tan ocurrente!-. ¿Es acaso la gran Alehyss Lester una consumada pianista, y no una asesina como tengo entendido?-. Caminaba en círculos cada vez más cerrados sobre ella mientras hablaba-. Es, por si no lo has notado, un sarcasmo.

Clavé, con furia, mi mirada en la chrysos

No sé si Dehnel pretendía sorprenderme o no con su aparición, pero que un hombre de su envergadura preenda seguir sin ser visto es, quizás, una de las más ambiciosas memeces con las que me he encontrado. Simplemente alzo la cabeza en respuesta a su aparición y lo escucho mientras pienso en que sería bonito que hubiera una puerta alternativa para salir sin pasar por su lado, aunque el flamma pronto deja de estar inmóvil para empezar a cercarme, recordándome, de alguna forma, a un acechante depredador.

- No estoy de humor, Dehnel- respondo secamente. Ambos sabemos que un enfrentamiento aquí es, tal vez, lo menos recomendable-. Y muy bien por tu sarcasmo. Veo que avanzas.

Me separo un poco del piano. No tengo ni idea de cómo tocarlo, pero si al enorme imbécl le diera por abalanzarse sobre mí y el instrumento sufriera algún daño... No quiero tener que rendier cuentas ante nadie.

Fruncí el ceño. ¿No estaba de humor? ¡¡¿ME trataba a mí, Rick Dehnel, como un vulgar bufón que solo servía para entretenerla si se encontraba aburrida?!! Y, por si fuera poco, su siguiente comentario atentando contra mi inteligencia terminó de crisparme por completo.

- ¡¿Ves que avanzo?! ¡¿Me estás llamando imbécil?! Porque como sea así... -. Apreté los dientes unos segundos antes de seguir-. ¡¡Verás cómo mi puño avanza hacia tu cara!!

No iba a salirse con la suya. Sabía que pretendia provocarme ara que la atacase y Aren me castigase de nuevo, pero no lo iba a lograr, por mucho que hiciera que me hirviera la sangre. Yo era un hombre templado, ¡un templado guerrero!, y ella no llegaba a la altura de mis tobillos, por muy altiva que se sintiese al ser respaldada por el jefe caeruleus, que era, sin duda, su amo.

Ya empieza con las amenazas y los gritos. Pongo los ojos en blanco y suspiro. Al menos no se me ha acercado. No soportaría que se me acercase, y que me tocase con su desagradable piel de lagartija.

Me hastía.

- No quiero un enfrentamiento ahora, Dehnel-. Odio pronunciar su nombre.

Sus gritos resuenan en la gran habitación, rebotando en suelo, paredes y techo y devolviéndonos una disonancia de los mismos.

- ¿No puedes ir a otro sitio? Seguro que hay personas con las que te agrada estar. Eso espero, al menos. Porque como te dediques a gritar a todos...

Entonces lo comprendí, y fui tan estúpido que no pude evitar abrir mucho los ojos, sorprendido por un instante. Odiaba haberlo hecho, pues le facilitaba el estudiarme.

Y entendí qué hacia allí, en aquella sala. Solo podían ser dos cosas, porque una burda y vulgar asesina como ella jamás iría a un lugar tan dedicado como una sala de baile a observar bellos instrumentos. Así que o estaba investigando lugares para encuentros sexuales con Aren Darvenwish o...

Desenfundé a Värdjas- No importaba luchar en aquel momento, porque los jefes lo entenderían en cuanto lo expliase.

Apunté a ella con mi mandoble.

- ¡¡¡¡HAS ASESINADO A CERO Y LO HAS METIDO EN ESE PIANO, ¿VERDAD?!!!!

Mis ojos se humedecieron, pero no ea el momento de llorar. Cero, mi buen amigo... ¿Cómo no me había dado cuenta antes...?

A grito de guerra, me lancé contra ella dispuesto a atravesarla.

No puedo creerme lo que hace. De verdad que lo intento, e intento ponerme en su piel, como hago con otros a veces para tratar de suponer sus pensamientos y sus próximas acciones, pero Rick Dehnel es único. Es el único cuyo engranaje de pensamientos no puedo siquiera intuír. De verdad, una pequeña parte de mí tiene curiosidad por saber qué pasa por su cabeza en este momento. ¿Qué puede ser lo que lo haya llevado a pensar en algo así?

¿Cero ¿Quién es ese?

¿Piano? Observo el instrumento. ¿Cree de verdad que ahí puede caber ese tal Cero? Tal vez descuartiado...

Retrocedo un par de pasos en respuesta a su embestida. Me ha tomado por sorpresa, y no podemos luchar en ese lugar. Me asusto un poco, aunque más por lo que puede llegar a pasar si este combate se consuma que por él mismo. Aunque el filo de su espada, tan cercano, también es algo escalofriante.

- ¡¡Detente, ¿quieres?!!- bramo. Estoy harta de Dehnel.

Con energía, pese a su retroceso, lancé un corte vertical dispuesto a partir en dos a la chrysos, pero entonces hizo algo que nunca había hecho ante mí: gritar. Gritó que me detuviese, y, aunque yo no tenía por qué creer a alguien como ella, que seguramente sol queria escaparse de allí, aterrorizada por mi poder, hice acopio de fuerzas y tensé todos los músculos de mis brazos y mi espalda a fin de lograr detener aquel enorme espadón antes de que partiese en dos su cráneo y no hubiera nada que preguntarle.

Me costó lo mío -el golpe había sido lanzado a muerte-, per fui capaz de no tocarla con el filo y de pararme a mirarla fijamente, con el ceño fruncido y el mandoble todavía sobre su abeza, amenazante.

- Habla -gruñí sin más.

Jadeo. Ha logrado agotarme sin hacer absolutamente nada, solo por la maldita incomprensión de sus acciones y por el repentino subidón de adrenalina al ver que corro peligro de convertirme en dos medias yo.

En cuanto detiene su arma, momento en el cuál me alegro, por primera vez, de su fuerzadescomunal, porngo una mano en la hoja de su mandoble y la aparto hacia un lado, desplazándome al mismo tiempo yo hacia el contrario para quedar más o menos fuera de peligro. En ningun momento retiro mis ojos de los suyos, no vaya a creer que quiero escapar y razone algo estúpidamente erróneo de nuevo antes de abalanzarse.

- No hay ningún adáver en el piano. Compruébalo si quieres -.Hago un gesto con la mano derecha y el brazo extendido, invitándolo a hacerlo. Luego añado-: Y no conozco a nadie llamado Cero.

Procuro hablar con tranquilidad, pues al parecer si lo hago airada o con tensión, él mismo se pone nervioso y pierde los papeles.

- Te recomiendo que no mates a la gente antes de comprobar la vericidad de tu acusación, Dehnel -digo finalmente, desagradada.

Parecía que la había amedrantado de verdad. Interiormente, sonreí, pero todavía no estaba seguro de que fuera correcto hacerle caso, aunque había que darle la razón en algo: si la mataba y no era culpable, me caerían encima más que un par de latigazos.

Tomé aire -necesitaba relajarme un poco antes de proseguir- y aferré su muñeca con fuerza.

- Lo comprobaré, gracias, pero no puedo permitir que te largues mientras lo hago. Simientes, te mataré.

Arrastrándola, caminé hacia el piano y me asomé. Parecía todo en orden. Aún así, pulsé algunas teclas esperando que el sonido no fuera el normal, pero, para suerte o desgracia, parecía que esa vez la asesina decía la verdad.

La miré con desprecio. ¿Tenía que disculparme, acaso? ¡¡Claro que no!! La amenaza había sido preventiva. Pronto descubriría alguna error en sus planes y entonces todos tendrían que admitir que yo tenía razón, y que ella era poco más que una vulgar asesina y tal vez prostituta.

- Parece que te salvas por esta vez... -siseé sin soltarle la muñeca.

No uedo evitar que una sonrisa de deleite vaya aflorando a mis labios, cada vez más grande, mientras Dehnel busca algo que jamás encontrará, porque no es más que producto de su imaginación enferma. Finalmente, cuando se ve obligado a reconocer que yo tengo razón, espero gustosa a que me suelte y me deje marchar, pero no lo hace.

Lo miro fijamente a los ojos, esperando a que se percate a fin de que ha de soltarme y resignarse a vivir en su humillación, pero su mano sigue atenazando mi brazo, y si utilizase un chrysantae para alertarlo no haría más que azuzar el odio profundo que siente hasta el punto de provocar otro enfrentamiento.

- ¿Puedo irme ya? -inquiero con fingida y empalagosa inocencia, algo que, sin duda, lo enfuerecerá. Pero no puede hacerme nada.

Odiaba su arrogancia. esa suficiencia con la que parecía tomárselo todo. Me miraba como si fuera superior, un intelecto superior Como si supiera algo muy gordo y yo fuera tan estúpido que ni siquiera pudiera intuírlo, pero yo sabía todo lo que pasaba por su cabeza. Sabía que era una asesina, y no una verdadera guerrera, y no descansaría hasta hacérselo saber a Mithos entero.

Gruñí mientras la taldraba con la miraa. Esos ojos opacos de asesina no transmitían nada bueno. Si tan solo losjefes se enterasen...

- Eres una puta... -siseé, soltándola-. Lárgate - gruñí.

Y dale con los insultos. Su mirada me atraviesa mientras espero pacientemente a que me suelte. Parece que simplemente esté buscando una nueva razón para retenerme y atacarme, pero al final parece resignarse. ¿Acaso pretende inventarse acusaciones hasta el fin de los días?

¿Puta? Me ofende. Realmente me ofende, pero si le digo que me ofende quizá siga haciéndolo (y es más que probable que lo haga). Además, no va a hacerme caso de ninguna de las formas, como hace con lo de asesina. Así que simplemente sonrío en cuanto me suelta.

- Gracias -. Lo miro con odio.

En un rápido movimiento, me alzo sobre las puntas de los pies para alcanzar sus labios con los míos. Es apenas un roce, pero hago suficiente presión para que lo note, y para que sepa que fue intencionado. Luego me detengo un instante a analizar su expresion con deleite.

- Buenos días -me despido, con una sonrisa algo excesiva.

Si quiere creer que soy puta de verdad, literalmente, que lo crea. Me divertiré a su costa. No me importa lo que piese de mí un imbécil como él.

Le doy la espalda y me marcho con prisa antes de que tenga tiempo de detenerme.

Abro la puerta, la cierro a mi espalda y entonces, con sumo asco, me limpio los labios con furia.

Qué desagradable sensación.

*se va*

Lo que hizo me tomó completamente por sorpresa. Traté de empujarla en cuanto me percaté, pero ya se estaba alejando. ¡¿Qué le pasaba a la asesina?! Tal vez llevaba veneno en los labios... Me apresuré a escupir y a frotarlos con mi brazo por si acaso.

Por otra parte, tal vez el llamarla puta era algo así como una contraseña que desbloqueaba su profesión. Y a lo mejor simplemente se me estaba ofreciendo porque pese al odio que yo sentía hacia ella, se excitaba al verme tan alto y fuerte, como muchas mujeres. ¡Pues si me deseaba que esperase sentada!

Fuera lo que fuere, había sido una de las experiencias más desagradables de mi vida. De hecho, hasa los latigazos de Aren parecían algo mitigados tras este encuentro.

Gruñí.

- ¡¡¡¡QUÉ ASCAZO!!!!- bramé. El eco me devolvió el grito.

Efectiamente, tenía que matarla.

*se va con furia*

Llegó a la sala de baile. Había estado allí hacia un par de días, con Kettleburn. El sitio se le había antojado agradable por lo que había decidido volver.

Al entrar descubrió que estaba vacía. Mejor. Observó la habitación. Primero clavó su vista en las paredes, luego en las lámparas y, finalmente, se fijó en los instrumentos. Evidentemente, no sabía tocar ninguno, pero le llamaban la atención. Toqueteó las cuerdas de los instrumentos de cuerda. Pensó que sería interesante encontrarse con alguien que supiese tocar alguno y se preguntó si habría alguien con talento musical en el Palacio. Recordaba que Hewina le había dicho algo de que era muy creativa, pero no se acordaba de los gustos y cualidades de la chica. Se encogió de hombros. Si había alguien, ya lo descubriría.

Dio un par de vueltas por la habitación y, tras unos minutos sin hacer nada, se acercó al piano. Tocó una tecla, que sonó aguda, y sonrió. Luego pasó su dedo a una más grave. Ensanchó la sonrisa. Le gustaba el piano. Si hubiese podido, hubiese aprendido a tocarlo.

*se queda*

El líder apareció algo más adelantado de la puerta de entrada y caminó con paso tranquilo y semblante serio. Una buena sala, un buen gusto. Caminó haciendo resonar sus botas altas sobre el suelo resplandeciente hasta llegar un poco antes de la plataforma donde se situaba el piano. Miró al muchacho durante unos segundos manteniéndose todavía serio pero sereno. Iba a llamarle por su nombre completo, pero dio cuenta de que solmanete había oído el nombre de pila y dejar a medio decir no era oportuno para la situación.

- Luchaste contra la bestia que asolaba el palacio -.Indicó con firmeza y determinación a pesar de que el tono era calmo. -¿Qué te sorprendió al verla en primera instancia? -Preguntó inicialmente, esperando una respuesta directa de la quie pudiese fiarse.

Al escuchar el ruido de los pasos de alguien, separó su vista del piano. Dio un par de pasos hacia atrás y se giró. A unos metros de él estaba el líder caeruleus. Puso recta la espalda y lo observó, en silencio. Recordaba las palabras que el líder había dicho hacia tres días en el claro del bosque. Os quiero ver a todos uno por uno a lo largo de esta semana. Eso había dicho. Interiormente, se preguntó si la entrevista privada tendría lugar en ese momento.

No tardó en descubrir que, efectivamente, así sería. Al escuchar la pregunta del líder, frunció ligeramente el ceño, pensativo.

- Lo que más me llamó la atención, o lo que me sorprendió, fue... - Relajó la expresión del rostro -. Fue que acabase con una de las bestias con las que nos habíamos enfrentado el día anterior, señor. Una más pequeña que la bestia con la que nos enfrentamos en el claro, pero bastante similar a ella. Yo diría que eran de la misma manada, pero... No podría asegurarlo, señor.

El líder escuchó la respuesta del muchacho sin moverse y, de entrada, el chico no parecía mostrar indicios de haber visto nada extraño -dejando a un lado el comportamiento de la bestia- y sus gestos tampoco parecían indicar que mintiera. Sin embargo, el líder Darvenwish no era una persona a la que se convenciese con facilidad.

Dio un par de pasos hacia el muchacho hasta subir a la tarima y luego lo miró con intensidad.

- ¿Cómo llegaste al claro a enfrentarte con el animal? ¿Había mucha gente ya? - Preguntó manteniendo el tono mientras lo escrutaba.

Observó el recorrido del líder, en silencio. Esperaba la siguiente pregunta del líder. Cuando subió a la tarima, clavó su vista en el líder, que hizo lo mismo. Aguantó su mirada, con gesto serio e inexpresivo, y escuchó la siguiente pregunta del caeruleus.

- Me encontré con la bestia pequeña en el lago, señor. - comenzó a decir, con tono monocorde -. Había ido para ver si volvía a aparecer. Cuando apareció, la bestia no me atacó. En su lugar, se fue. - Hizo una pequeña pausa, de apenas unos segundos -. Cuando vi que se iba la seguí. Fue ella la que me llevó hasta el claro del bosque, señor.
>> Cuando llegué ahí, sólo estaban Kettleburn, Astalde y la bestia. Nadie más. Luego ya llegaron el resto de los participantes, señor. Por tanto, no, no había mucha gente. Sólo estaban ellos..

El muchacho mantuvo la mirada del líder caeruleus mientras repondía. Era un tipo seguro y eso no era del todo malo si se mantenía en su lugar.

El líder Darvenwish dio unos pasos más hacia el joven hasta situarse frente a él tas escuchar su respuesta. Lo miró durante un rato con curiosidad hasta que llevó una mano a su cara. Le agarró el mentó y giró la cabeza del chico con suavidad reparando en sus rasgos.

- ¿Nombre y apellido? -Preguntó con tono indiferente mientras revisaba sus facciones.

Se mantuvo serio cuando el líder le agarró el mentón y le giró la cabeza. Lo miró de reojo, sin cambiar la expresión, y escuchó la pregunta que le hizo. Nombre y apellido. Quería reirse, pero no podía. ¿Qué le pasaba a todo el mundo con los apellidos?

- Lyam - murmuró, sin dejar de mirar al líder -. Lyam Visser.

Como era costumbre en él, el apellido se lo inventó. Lo llevaba haciendo desde hacia años, pero, en ese momento, casi se lamentó de haber mentido. No era una gran mentira. No afectaría, en teoría, a nada. Pero una parte de él le decía que no era buena idea mentir al líder caeruleus.

El muchacho respondió en dos partes. No le ugstaba eso, nunca le había gustado. Le parecía bastante hortera. Además su apellido no tenía ninguna sonoridad con su nombre, pero eso no era relevante.

Llevó la mano que agarraba el mentón del chico a la altura de su ojo izquierdo y lo abrió un poco, luego le giró la cabeza y reparó en sus orejas y finalmente llevó la mano a su boca y, introduciendo el pulgar y el corazón en sus comisuras la abrió para continuar observando -todo ello sin retirar sus oscuros guantes-. Algo tenía aquel muchacho en la cara, algo... Peculiar o, singular, algo que había visto pero, ¿qué?

- ¿De donde eran tus padres? -Preguntó una vez hubo soltado la cara del muchacho de nuevo.

Se mantuvo, como pudo, serio mientras el líder lo estudiaba. No hizo ningún comentario. Intentó no cambiar demasiado la expresión de su rostro (a pesar de que los gestos del líder no sólo no le gustaban, sino que le incomodaban). Y, por supuesto, no se movió ni opuso ningún tipo de resistencia.

Cuando le soltó, lo miró, con seriedad. Seriedad que casi se le rompé cuando el líder le preguntó de dónde eran sus padres. Esa pregunta era un problema. No conocía a su padre, así que no sabía de dónde era.

- De Fulmen, señor...

Tragó saliva. Eso no era del todo mentira. Su madre era de Fulmen. ¿Por qué no iba a serlo su padre?

Así como el muchacho respondió el líder le soltó una torta de lado. No demasiado fuerte, pero una torata al fin y al cabo. Claro que ahora su gesto se había relajado un poco y era entre serio y matizado con su habitual sonrisa.

- ¿De dónde eran tus padres? -Volvió a preguntar con el mismo tono. El muchacho no le disgustaba, era fuerte, pero había dudado y no había dudado antes y si era un joven fuerte, que dudase sí era un problema.