Sala común

A veces una se ablandaba. No sucedía habitualmente, pero a veces...

Hace tiempo que el chrysos se ha ido con sus pensamientos negativos, pero continúo en el lugar, pasando las hojas de mi cuaderno, pulcramente escrito. Sin embargo, no le presto demasiada atención.

Una mujer de mi categoría tiene que ser fuerte. Es la única forma de ganarse el respeto de los subordinados. Aunque puedas parecer amable, generosa, en el fondo debes dejar claro que tú eres la que domina.
La pena es que cuando te mueres estás sola. Es el precio del poder.

Cierro el cuaderno con suavidad y lo introduzco en mi escote. Es hora de marcharse.

*desaparece*

El día había sido largo. Había entrenado un poco, pero no demasiado. Al final, quisiera o no, el humor entristecido hacía que mi nobleza brillase menos, de modo que levantar mi mandoble resultaba mucho más complicado.
Me dejé caer en el sofá, dejando la espada a un lado, y me hundí en los blandos cojines, alzando la vista al techo, ahogando un hondo suspiro y, finalmente, cerrando los ojos. En aquella oscuridad encontré cierta par momentoide que tranquilizó.

Me pasé la mano, en aquella posición, por la cara, sintiendo la extraña y rasposa sensación a la que no me acostumbraba. Tras varios segundos inmóvil, abrí de nuevo los ojos.
Al pasar delante del comedor había escuchado voces animadas, pero no me había atrevido a entrar. ¿Quién era yo?

*se queda trizte*

Al final pude estar solo, por fin, disfrutando del silencio de la habitación, sumido en mis pensamientos en soledad sin necesidad de estar a la lluvia, pasando frío o incómodo, en mitad de la oscuridad de la noche.

Hundido en aquel sofá me sentía un poco arropado. No podía dejar de pensar en Inger varias veces al día, cada poco tiempo, preguntándome qué había pasado para que aquello hubiese acabado así. Había sido como hacer una figura con piezas de dominó y sin querer tirar una, antes de acabarla, arruinando todo el dibujo, o así. No entendía lo que acababa de pensar del todo, pero creía que era una buena representización de lo que pensaba, de algún modo.

Luego mi mente infiel pasó de pensar en Inger a hacerlo en Lea, aunque de un modo diferente. ¿Habría leído la nota? ¿Habría usado la capa? ¿Habría respondido algo? Deseaba volver a verla en mejores circuncisiones que la última vez, en la que tenía las lágrimas al borde de los ojos como un innoble zagal.

Suspiré, y entonces pensé en Heylel. ¿Qué consejo me daría él de estar aquí? Parecía tan sabio...
Y luego en Gerald... ¿Invitaría a Lea a una cena de todos modos? Estaba en su derecho...
¿Cómo le iría a Corbin con la zorra de Lester?
¿Y a Massen con su chico?
¿Y a Lyam con su "algo casual", o como fuese?

¿Y Seth? ¿Y el bueno de Seth? Recordé de pronto que Lea era para Seth.
Ya no.
Ya no era para Seth.

Estaba cansado. No conseguía dormir bien, después de todo.

*se duerme intranquilo*

A la mañana siguiente, tras una larga y desagradable noche, me desperté. Me había dormido sin darme cuenta en aquel lugar...
Despeinado y algo atontado, salí.

*se va*

He venido aquí a coser. Sí, a coser. Los sofás son más cómodos que las sillas, y me duele la espalda de pasar tanto tiempo al día sentado. Pero el primero prototipo de ala no se va a hacer solo, y creo que a estas alturas no podré trabajar sin nada físico y tangible para hacer mis pruebas.

Por ahora me entretengo cosiendo una tela para luego acoplarla a un soporte que todavía no he hecho. Aunque la madera no servirá para esto... A no ser que encuentre algo flexible y lo suficientemente resistente como para soportar el peso de Lluvia sin partirse...
¿Cuánto pesará Lluvia? Preguntar eso es como de mala educación, ¿no?

*se queda cosiendo*

FdR- ... Es tan... why...
FdR2- ¿Algún aether me deja ver sus alas?

Justo como invocado por mis deseos más profundos... ¡Un aether! Casi tengo ganas de dar gracias a Mithos por enviármelo, y eso que yo soy un chico científico que no cree en ese tipo de cosas... Pero es que a veces hasta parece que de verdad las cosas pasasen por algún motivo en concreto...

El aether en cuestión es bastante mayor. Entre que no tiene mucha pinta de guerrero y esa aura, y lo de conocer tanto sobre mí... Supongo que será el sustituto del líder Bright, o algo así. No hace falta ser muy deductor...

Asiento, animado, ante lo que dice de la torre, apresurándome a escribir para él.

"Regresé hace poco. Creo que voy a intentar cambiar un poco el rumbo de mi vida"

Dicho así... parece que yo haya decidido algo, pero lo cierto es que todo fue algo precipitado.

Intento no mirar demasiado sus alas... Tan grandes y pumíferas... ¿De verdad es posible volar con eso? Va contra la física...

"¿Es usted el líder aether?", me atrevo a preguntar, algo tenso.

Me ruborizo ligeramente, negando. ¿Valiente yo? Ni diría ni la mitad de la mitad... Más bien... Creo que las circunstancias me han arrastrado hacia aquí, nada más. Cosas que pasan, supongo... Aunque bueno. No tengo mucho que decir al respecto...

Al sentir sus dedos sobre mi frente, enseguida comprendo. No es el primero que lo hace, y es normal que alguien de su nivel pueda. Y, por su parte, bastante considerado. Aunque, como bien dice, tiene cosas malas. Porque a veces uno no puede evitar pensar en lo que piensa, porque los cerebros funcionan así...

"Creo que utilizaré Tld'Michael de todos modos, si no le importa. Siempre me han dicho que he de tratar con el respeto correspondiente a los que ostentan una posición elevada", pienso, esbozando una sonrisa cortés.

Su pregunta me toma por sorpresa, aunque lo cierto es que me viene él. Tengo que esforzarme mucho más por no pensar en sus grandes y esponjosas alas... Y cuesta que... Cuando quiero darme cuenta, estoy pensando en Lluvia, la delicada y triste Lluvia... Supongo que ha podido verlo, que ha podido ver el muñón de su espalda en mi cabeza.

"Intento hacer una especie de prótesis para una amiga. Supongo que no se puede emular un ala normal, y que no podrá volver a volar". Aprieto las manos, incómodo. "Es algo cruel, ¿sabe? Ella jamás haría daño a nadie, y sin embargo sale herida. Cuando la vi llorar en la enfermería me pareció tan frá... Piensa en otra cosa, Jun... Mal... Quiero tratar de animarla. No sé si es posible crear algún artefacto que, por lo menos, permita que planee unos metros, pero no tengo ni idea de cómo hacerlo para que funcione..."

Atiendo a todo lo que me dice, bebiendo de su información: La verdad es que ningún libro me ha aportado tanto como él... Creo que ha sido muy bueno que, además de aether, me haya encontrado justo con el líder Tld'Michael, que parece poderoso y sabio. Aunque, de todos modos, lo que dice no parece muy esperanzador...

Consigo convertir la sonrisa de emoción inicial en una algo más triste, pero conforme. Sé que las cosas son así... No soy demasiado optimista... Me gusta más ser realista. Las cosas no siempre salen bien. Pero, si hay una remota posibilidad...

"¿Qué sucede entonces con el equilibrio de un aether cuando este pierde sus dos alas?", inquiero serio, tratando de aprender todo lo posible sobre el funcionamiento de esto.

Imaginar a Lluvia triste por siempre... Eso no es lo que quiero. Quiero que sonría de nuevo, como cuando logró alcanzar la diana aquella vez, con sinceridad, de corazón.
Frunzo el ceño.

"¿Cuánto debo esforzarme para poder hechizar un objeto de ese modo? ¿Qué debo hacer?"

Si yo no puedo, debe existir alguien que pueda. Quizás él, u otra persona. Pero existe.

Obviamente, es más complejo de lo que uno espera en un primer momento. Y es normal... Las cosas nunca son tan fáciles como parecen, y menos este tipo de temas tan... En fin. Pero, sorprendentemente, no agacho las orejas y me voy con el rabo entre las piernas. Supongo que ver a Lluvia tan triste me afectó más de lo esperado. Supongo que odio que la gente sea cruel con los que menos daño han hecho.

La mujer chrysos que me dio el arco... La líder... Ella lo dijo, ¿no?
Me miro las manos un instante, frunciendo el ceño.

He visto lo que hago a veces, sin querer. Ella misma me dijo aquello de que podría matarla... ¿Acaso no soy fuerte? No puedo hacer magia, pero soy listo... Se me da bien inventar... Se me da bien investigar... Yo...

Lo miro, determinado.

"Creo que tengo potencial. Lo haré. Haré lo que sea necesario para especializarme en eso. ¿Qué he de aprender? ¿Medicina? ¿Magia? ¿Qué necesito estudiar?
Por favor, señor."

Por fin podría ser útil... No quiero rendirme.

La inminente presencia tan cercana a mi me hace dar un ligero respingo, girándome hacia el lugar donde la mujer aparece, algo sorprendido. Y la veo a mi lado, tranquila, como si llevase ahí mucho tiempo. Ahora mismo me siento como cuando las madres dicen eso de que si quieres algo con mucha fuerza, se cumple.

Al momento puedo oler su perfume invadiéndome lentamente, entrando en mí como el humo aromático de un estupefaciente. Lo primero en lo que me fijo es en sus piernas. La ligera parte que se deja ver algo más allá del zapato me genera una provocación que muchos podrían considerar inesperada para un gesto aparentemente tan casto. Mi padre siempre decía que una mujer con clase sólo necesita sus piernas para seducir a cualquier hombre. Continúo el recorrido hasta su regazo, donde una manos sutiles y cuidadas contrastan con unas uñas que, si bien acompañan su aspecto cuidado y femenino, guardan cierta peligrosidad y una herramienta que centra a la perfección toda esa sensación de dominancia que desprende. Mi boca se entreabre ligeramente para dejar entrar el aire por un momento.
Continúo subiendo por su cintura perfilada por el corsé, que al tiempo resalta unos pechos rebosantes y tanto o más apetecibles que los de una mujer más joven. Su cuello, ligeramente cubierto por las plumas del complemento, hace que el suave mentón resalte. Pero sólo hasta el instante antes en que el carmín de unos labios carnosos y experimentados ataque de nuevo a los sentidos a través d ela vista. Trago saliva cuidadosamente, como si cualquier ruido fuese a deshacer la imagen. Al continuar subiendo me encuentro al fin con sus ojos, que me dejan obtener por fin una vista general de toda su disposición; ambos mantienen el jugo de luces y sombras gracias a los mechones de pelo que acaban de adornar su cara.

Cuando habla me doy cuenta de que he recuperado la distancia que había generado con mi sorpresa. Sonrío de forma sutil.

—La verdad es que me siento afortunado —Le confieso, tranquilo pero sin perder la sensación de tensión ambiente. Una tensión que no tiene por qué resultar negativa. Al parecer ha querido prestarme atención. De eso se trataba entonces.