Sala común

Niego con suavidad, sonriendo.

-No es el caso -aseguro-. Y tampoco lo he visto mentir con frecuencia. Además de que fingir se le da bastante mal...

Asiento despacio. No, claro que no me conoces. Por eso deberías cuidar un poco lo que dices. Puedo imaginar a Rick tirándose de los pelos. Con lo tenso que se pone... Pero bueno, Rick no está ahora. Que, por cierto, debe de estar algo extrañado de que tardemos tanto. Aunque tampoco creo que pase nada.

-No te preocupes -indico, sin más. Tampoco es que vaya a decirle "no, por favor, adelante, júzgame todo lo que quieras". Las cosas en su medida.

Asiento, sin más, a sus palabras. Tampoco es que sea importante. No es como si lo que dijera fuera a afectarme en algo.

Permanezco un rato en silencio, dejando que juegue un poco más con Vilo. Aunque, la verdad, no tengo ganas de que se altere a estas horas. Se ha hecho algo tarde...

Al cabo de un momento me levanto, dedicándole una última sonrisa.

-Bueno, creo que Rick nos está esperando. Si es que aún está despierto... -me excuso-. Ha sido un placer, Adain. A ver si coincidimos más. Buenas noches.

Me llevo a Vilo. Estoy bastante cansada.

*Se van*

Al entrar en la sala no pude evitar una sonrisa. Pensaba hablar con ella más tarde, pero cuanto antes mejor, y aquel era un momento tan fantástico para ello como cualquier otro. Así que, aunque estaba leyendo, me permití entrar en la sala e interrumpirla, acercándome con decisión.

-¿Anna? -llamé-. Precisamente te estaba buscado. Perdona que te interrumpa, ¿puedo pedirte un favor?

Tomé asiento frente a ella, en una butaca, con una sonrisa animada.

Muevo la cabeza a un lado y a otro, sopesando su pregunta. Sí y no.

-No exactamente -respondí-. Aunque no estaría de más que, si tienes tiempo, le echaras un vistazo. Pero ahora mismo me urge más otra cosa.

Callé un momento, pensando en cómo decir exactamente lo que quería. Era difícil, teniendo en cuenta que no tenía en mente una idea definida.

-Quería encargarte un gorro -dije, finalmente, poniéndome una mano sobre el pelo-. Algo de cuero para la cabeza. Me gustaría que sirviese de protección, contra golpes o contra el frío, o quizá ambos. Aunque también me gustaría que fuera bonito, pero no soy muy buena con estas cosas. Además, no es para mí, así que no puedo darte unas medias exactas. Lo necesito para esta semana -. Callé un momento. Mithos, en mi cabeza no sonaba tan complicado-. Lo siento, no sé si estaré pidiendo demasiado... ¿Crees que será posible? Por supuesto, yo pondré el dinero; tengo algo ahorrado. También puedo bajar al pueblo de paso a por los materiales, si es necesario. O proporcionarte algunos. Tengo una piel de bismonte y algo de metal de Iril... Aunque no sé si así, sin tratar... -Negué con la cabeza. Cada vez me sentía menos segura con la idea-. En cualquier caso, me encargaré de facilitarte el trabajo todo lo que pueda. Bueno, si no puede ser buscaré alternativas, pero si crees que se puede...

Esperé su respuesta, expectante.

Asentí, muy seria.

-Es para un regalo, pero he tardado bastante en decidirme, y al final se me ha echado el tiempo encima -confesé, con una pequeña sonrisa-. Te los enseñaré cuando quieras. Ahora mismo, si no es molestia. Que estabas leyendo y ya he venido yo aquí a molestar. No te sabría dar unas medidas... Ah, bueno, pero es un claritas -remarqué de pronto. Sonreí, algo burlona-. No sé si esas orejotas darán problemas... Siento no ser de gran ayuda... Es un chico jovencito, va a cumplir diecisiete, y no tiene mucha pinta de adulto aún. No sé si esos datos te ayudan en algo...

Su entusiasmo pronto me dejó claro que no tenía el menor problema con dedicarse a mi tarea. La observaba en silencio, preguntándome cómo era posible que tuviera (o eso parecía) una visión más clara que yo, que llevaba pensando semanas en qué hacer, en apenas un momento. Bajé la cabeza, sintiéndome algo torpe con aquel asunto.

-Bueno, yo había pensado en cuero, así que no me he planteado mucho el asunto de los colores... -Cavilé un momento, algo perdida en aquel asunto-. Quizás estaría bien algo más bien claro que oscuro. Tiene la piel bonita, y así resaltará más -. Callé un momento, seria-. Claro que eso lo hará más fácilmente localizable en combate... -Negué con la cabeza-. Pero bueno, no todo puede ser, y Jun tampoco es muy de combates... -Alcé la vista-. Quizás quedara bonito con grabados en cuero -. Propuse-. No dibujos de nada concreto, solo formas geométricas o así. Alrededor de la frente, por ejemplo. O, si usas la piel que tengo, con algo de pelo en los bordes para que proteja mejor del frío. Estaría bien que se adaptara de alguna forma en las orejas... -Suspiré, exasperada-. Perdona, soy un desastre para estas cosas.

Esperaba que ella lo fuera, o Jun acabaría con un gorro horroroso.

Asentí con una pequeña sonrisa.

-Perfecto.

Me levanté, animada ante su entusiasmo y diligencia. Parecía que había ido a dar con la persona adecuada a la que confiarle aquel asunto.

Fruncí ligeramente el ceño ante su pregunta, sin estar segura de haberla entendido.

-¿Intención? -pregunté-. Bueno, no es ninguna formalidad, es un amigo muy cercano. Aunque creo que es el primer regalo que le hago...

Ultimando detalles, nos dirigimos a las habitaciones.

*Se van*

Tras haber devuelto mi escaso equipaje al baúl y haber tomado un baño caliente me siento mucho más satisfecha. Apenas tengo hambre, pero de todas formas he ido al comedor a por una manzana, y tras tomármela he venido aquí a relajarme un poco.
Madame no está, lo he notado, así que supongo que deberé esperar para reunirme con ella.

El fuego crepitando en la chimenea es de lo más agradable. Me siento sumamente tranquila, teniendo en cuenta que mi vida sigue sin estar solucionada. Supongo que al final ha sido un viaje provechoso, a su manera.

Me siento un momento en el una butaca junto al fuego, cerrando los ojos, disfrutando del calor templado. Cuando los abro recorro la sala, entonces, deteniéndome finalmente en la mesa de ajedrez. Está algo lejos de la chimenea, pero de todas formas termino por levantarme y caminar hacia ella, y tras una breve duda me siento.
Hace mucho que no juego.

Despliego las piezas y comienzo una partida en solitario. Lo más difícil de esto es que uno sabe qué planes tiene, y ha de intentar superarse siempre a sí mismo para ganar. No puede sentir compasión por ninguno de los dos equipos. Tiene que tratar siempre de hacerlo lo mejor posible.

*se queda*

Ya que hemos cenado, toca relajarse un poco antes de ir a dormir. Vilo no está especialmente revoltoso hoy, lo cual es de agradecer. De vez en cuando está bien que me dé un respiro y permita que no tenga que perseguirlo por los pasillos. Aunque en su favor tengo que decir que cada día es más obediente. Al final se va a hacer un chico responsable y todo.

Aunque, claro, las novedades son las novedades. Así que tampoco tiene mucho remedio que, nada más entrar en la sala común, se dirija directamente a la chica que está allí. ¿Cómo se llamaba? Ane... Ade... A... Sé que empezaba por a.

Aunque ahora mismo tengo más problemas de los que preocuparme que su nombre. Como el hecho de que Vilo, tras un pequeño gruñido amistoso, vaya directo a subirle las patas a la silla, dispuesto a acercarse a socializar, como siempre.

-Vilo, no -advierto con voz severa.

Y, curiosamente, se detiene. Me mira un momento, muy quieto, y luego se vuelve hacia la chrysos moviendo la cola con entusiasmo, soltando algún que otro gañido para llamar su atención. Yo me acerco despacio, poco dispuesta a alterarlo.

-Buenas noches -murmuro con una pequeña sonrisa.

Cuando la puerta se abre alzo la vista, la cara, y la vuelvo levemente hacia ella con una torre en la mano. Diferencio a la mujer, a Lea, pero pronto un bulto blanco hace que pase a fijarme en otras cosas.
Deposito suavemente la torre en su casilla, bajando la vista al animal, que me contempla contento. Alzo las cejas un momento, pasando a mirarla a ella.

-Es educado -observo, permitiéndome acercar una mano a la cabeza del animal, con cuidado y algo de escepticismo, para depositar una única caricia en la nariz.

Los animales y yo... Es una relación complicada. No diría que me disgustan exactamente, pero no me gustan. Me parece un hastío tener que hacerse cargo de ellos. A mayor dependencia, peor. Y, para colmo, la mayor parte del tiempo ignoran las órdenes que uno le da.

Tuve una mascota de pequeña hasta que conseguí explicarle a mis padres que no la quería, y entonces se la dieron a un amigo. Fin de la historia.

-Buenas noches -le respondo entonces, poniéndome en pie por educación, mirándola-. ¿Qué tal?

Una pregunta por cortesía. Nada más haberla hecho me siento algo incómoda. No tengo una relación con ella, y me siento como si no hubiese sido necesario. Aunque tampoco sabría bien qué decirle, y llevo tanto fuera que me siento algo desubicada.
Quizás tenga algo que contarme, de hecho.

Niego con la cabeza, con una sonrisa resignada.

-Creo que lo está haciendo solo para dejarme en evidencia, pero de hecho esto no es lo habitual -remarco-. Aunque está aprendiendo. Espero que algún día sí lo sea.

Vilo responde a su caricia con un golpecito de cabeza hacia arriba, tratando de alcanzar su mano con la lengua para lamérsela. Cuando ve que ella se retira, se acerca un poco más, moviendo el rabo con entusiasmo, y se pone a olisquearle los pies entre pequeños gruñidos. No estoy muy segura de si debería detenerlo. Me acerco un poco, alerta.

-Bastante bien -respondo, más una fórmula que una respuesta real; no es algo que diga mucho-. ¿Y tú? Perdona, por cierto, lo he olvidado, ¿cómo era tu nombre?

Me agacho un poco y llamo a Vilo. No parece muy entusiasta con tenerlo rondando. Él remolonea, se hace el sordo un momento, pero luego viene conmigo y se deja estar en mi abrazo, más o menos tranquilito.

Miro al cachorro de nuevo una vez, retirando la mano justo a tiempo, antes de que me roce con la lengua. No es que me asquee, pero no me entusiasma la saliva animal.
De nuevo, la miro a ella.

-Depende de la disciplina. Según tengo entendido, no dista demasiado de educar a un niño pequeño, aunque no tengo experiencia con ninguna de las dos -explico, atreviéndome a esbozar una sonrisa suave. No por el tema de conversación, pero estoy de buen humor.

Mi nombre. Lo ha olvidado. Eso significa que no le he causado mucha impresión. No es algo que me sorprenda, teniendo en cuenta la conversación escasa. He de decir que ella, sin embargo, me resulta curiosa. Quizás por su falta de entusiasmo.

-Alehyss -recito, ladeando la sonrisa, muy escueta-. Alehyss Lester-. Rozo un momento el borde del tablero de ajedrez con una mano, dedicando una mirada muy breve al escenario de la batalla. Luego a ella, a Lea-. Estoy bien, de hecho. Acabo de volver de un viaje y eres la primera persona a la que veo -informo, sin necesidad-. ¿Ha habido algún suceso remarcable en los últimos dos meses? -inquiero con tono tranquilo.

No es que su respuesta vaya a evitar que pregunte un poco más, pero todavía no me he ubicado y es una irresponsabilidad. Cuanto antes sepa a qué atenerme mejor me irán las cosas.
Por lo bien que me haya sentado volver no tengo que olvidarme de qué hago aquí.

Correspondo a su sonrisa. Genial, ahora va a venir la experta a explicarme cómo tratar al pequeñajo este. Que conste que lo de experta es porque lo ha dicho ella.

-Bueno, yo de niños no sé mucho -respondo, encogiéndome de hombros-. Pero en animales depende también de carácter, no solo de disciplina. Este pequeñajo aún tiene que aprender mucho. Yo creo que sí será educado con el tiempo, aunque aún no haya acabado de entender el concepto.

Asiento. Alehyss. Eso era. Lo que yo había dicho, que empezaba por a.

-Siento haberlo olvidado -me disculpé. Una disculpa un poco absurda, pero la gente es como es-. Trataré de no volver a hacerlo.

Me pienso un momento su pregunta. No llevo muy a fondo la cuenta del tiempo en Brontë, y los días, que pasan con normalidad, no ayudan a ello. Por un momento estoy a punto de mentar la muerte de las dos guerreras, pero callo a tiempo. Eso fue hace más de dos meses. Además, ella estaba aquí entonces. Me la encontré en mitad de aquel caos.

-Nada digno de mención desde el último accidente -declaro finalmente-. Al menos nada que haya llegado a mis oídos. Yo he estado aquí en ese tiempo y todo ha estado bastante tranquilo.

Callo un momento. Al final, pregunto, aunque tampoco es que me interese muchísimo.

-¿Qué tal el viaje?

Dedico una breve mirada al cachorro mientras ella habla. No sé hasta qué punto en los niños no depende también de carácter. Pero, como he dicho, no tengo experiencia en ninguna, de modo que prefiero guardármelo para mí. De todas formas, los niños me gustan tanto como los animales, prácticamente.

Niego suavemente a su comentario sobre mi nombre. No es algo importante, supongo. Me gusta retener datos. Lo encuentro necesario. Es por eso que incluso aunque alguien me resulte irrelevante trato de recordar su nombre si me lo da.
Si yo hubiese querido que me recordara, por otra parte, me hubiese esforzado por ello. No me hubiese sido difícil darle, al menos una conversación interesante.

-No pasa nada. Es un nombre difícil -la disculpo con una sonrisa suave, curiosa. Me resulta tremendamente difícil leerla.

Nada digno de mención. Asiento, más para mí que para ella, apartándome un mechón de la cara, bajando la vista, pensativa. Eso no indica que no haya pasado nada digno de mención, realmente. Pero sería algo poco llamativo, algo que para ella es nimio. Saber que no ha habido grandes caos es agradable, entonces.
No me siento cómoda cuando pasan cosas graves y estoy fuera. Y ya tengo experiencia en eso.

-Eso está bien -termino por decir, dejando ir una sonrisa, volviendo a mirarla-. Hace tiempo que parece que la calma no se consolida, pero me temía que hubiese pasado algo tan pronto. Ya no bajo la guardia, o lo intento. La calma solo me hace pensar que queda menos para el próximo acontecimiento desagradable-. Las expectativas de calma no son buenas en un sitio como este-. ¿Sabes si Errald, el parvus que nos traicionó en Ignis, sigue en las mazmorras? -inquiero, con interés.

Podría ir a comprobarlo por mí misma. Tengo curiosidad por él.

Alzo las cejas a su pregunta. Supongo que es lo que toca: educación.
Agito un instante la cabeza, resuelta.

-Muy bien -confieso, sincera, con una sonrisa que creo que llega a ser animada. Me sorprende mi entusiasmo-. Hacía mucho que no iba a casa. Acaba echándose de menos.

Esa es la parte que te puedo contar.

Asiento, sonriendo. Más que difícil, inusual. Al menos para mí. Suena bastante rimbombante.

No me gusta la forma en la que habla. Ya tengo bastante con las veces que pasa algo como para que me venga con esa seguridad de que volverá a pasar algo. Es de lo más incómodo. Ya intento prevenirlo yo misma. No quiero vivir con miedo.

Su pregunta me deja un instante sorprendida. Luego recuerdo que ya lo sabía. He oído algo por ahí, pero muy poco. No es un asunto en el que piense demasiado. Aunque dudo que olvidarlo sea una buena idea.

Acabo por negar.

-No he sabido mucho de él -reconozco-. Aunque tampoco me he preocupado demasiado por ello. Desde que está en manos de los líderes no creo que haya mucho que nos incumba a nosotros sobre el tema. Al menos, hasta que ellos decidan lo contrario.

Así funciona un ejército, después de todo.

Sonrío a su comentario. Así que una visita a casa. Pues para estar tan preocupada bien que se ha cogido vacaciones. Que, en fin, es asunto suyo.

-Sí, supongo que se echa de menos -asiento-. Yo no he vuelto por casa desde que llegué. Quizá debería hacerlo en algún momento. Aunque como ya no vivía con mi familia antes de venir no se me hace tan extraño.

Al cuartel, desde luego, no pienso volver. No mientras esté ella, al menos.

Asiento un momento a su comentario. Es una irresponsabilidad por su parte, pero no la culpo. No es la única de por aquí que respondería eso. Supongo que depende de las experiencias pasadas.
Ella no estuvo allí, al fin y al cabo.

-Es posible -concedo, con un asentimiento suave-. Los líderes se reservan su opinión muchas veces. Pero, de todas formas, hay que tener cuidado con todo-. De pronto estoy seria-. Hay que mantener siempre un ojo abierto, como quien dice -. Me encojo de hombros-. Cada vez la seguridad aumenta, pero si incluso lo que parece un aliado termina siendo un enemigo empieza a hacer falta tener cuidado con a quién le das la espalda.

Eso puede aplicarse también a mí. No obstante, ahora mismo las cosas están mejor con eso, supongo. Podría decir que me he reformado. Aunque a ella no le diré nada. No voy a ensuciar mi nombre si puedo evitarlo, ya que por fin he empezado a considerar Brontë como un hogar.

-Yo tampoco vivía con mi familia cuando llegué -explico, recuperando una leve sonrisa-. Ya hace mucho de eso-. Lo recuerdo perfectamente. Recuerdo mi primer día aquí, mi llegada, con total exactitud-. No soy muy sentimental -confieso. No creo que sea una sorpresa-, pero después de vivir ciertas experiencias aquí se agradece el ver caras conocidas. Resulta nostálgico.

Y no sabes cuándo morirás.
Tampoco soy tan cruel como para decirle algo así. No parece una mala chica, solo demasiado tranquila. De hecho, me siento como si estuviese siendo algo mala con ella ahora mismo.
No es mi intención, la verdad.

Relajo un poco los hombros. Suavizo la expresión.
Lo siento, de verdad. Es inconsciente. Me cuesta mucho relacionarme con mujeres.

-Lo siento -. Lo he dicho de verdad. Eso me sorprende un poco-. Creo que no te estoy dando una charla demasiado agradable. No se me da bien ser simpática, y eso que hoy me encuentro de un humor bastante bueno -. Vuelvo la vista hacia el ajedrez y una vez más a ella-. ¿Sabes jugar? -inquiero, pero su cachorro capta mi atención una vez más-. Supongo que tampoco es un pasatiempo adecuado...

Dejo ir un leve suspiro.
Quizás lo más apropiado sería dejarla, al fin, descansar. Ella habría venido aquí a hacer algo, al fin y al cabo.

Por Mithos. Parece una de esas capitanas del ejército que se dedican a pasar revista entre los cabos para ver qué hay que hacer con la moral. Me va a tostar la cabeza como siga a este ritmo. Todo parece tan sombrío en su cabeza que da miedo. O quizás sea el tono en que lo expresa. Quizá haga falta levantar los ánimos a los soldados. Curioso que yo no me vea tan afectada como ella, si ese es el caso. Parece bastante más profesional que yo. O quizás, de nuevo, sea por su forma de hablar.

-No suena muy bien. Quizá hace falta saber mejor con quién estamos conviviendo -comento con una sonrisa suave, en un intento por apaciguar los ánimos. Aunque no es que yo predique mucho con el ejemplo. La mitad de mis relaciones en Brontë se basan en gruñidos. Pero qué agradable soy. Me voy a dar un premio. Y mira que intento poner buena cara, eh...

Asiento con suavidad. Yo no estoy segura de querer ver caras conocidas. Algunas sí, pero están ligadas a otras tremendamente desagradables. Quizá debería ir a ver a Daín. Creo que es a quien más me apetece ver de todos.

Río suavemente a su disculpa, negando con la cabeza. Mientra habla, me entretengo en acariciar a Vilo, y al final se está relajando. Qué raro.

-No creo que sea culpa tuya -respondo con voz amable-. Tampoco yo soy una gran conversadora. Tiendo a ir por mi cuenta.

Alzo la vista hacia el tablero. Ajedrez. No es que me apasione, sinceramente. No soy muy buena en juegos de estrategia.

-Conozco las normas, pero no se me da muy bien -explico-. Aunque puedo echar una partida, si quieres. Parece que te apetezca. ¿Estabas jugando sola?

Asiento. Eso es. Lo entiendes. Ahora, piénsalo. Pregúntate con quién estás viviendo, y quizás alguna vez te sirva de algo. Quizás llegues a salvar tu vida alguna vez por haberte hecho esa pregunta.
No lo sé. No es algo que se pueda saber.

La miro con cierta diversión ante su "confesión". Supongo que no ha sido una gran conversadora las veces que nos hemos visto. Tampoco yo he destacado por ello.

-Me he dado cuenta -me permito decir, con un resoplido suave-. Supongo que muchos podrían serlo, pero no siempre es fácil encontrar un tema de conversación adecuado-. Me encojo de hombros-. La gente busca demasiado esa comunicación aquí dentro. Dos personas se encuentran y entonces deben hablar para llenar el silencio, por lo que sacan cualquier tema posible-. Observo al cachorro un momento. Él hubiese sido uno muy sencillo, por ejemplo-. Se me hace algo frívolo todo eso. No he venido aquí a hacerme amiga de todos, y no siempre tengo algo que decir.

Casi hacen que parezca que debes sentirte mal por ello. Si simplemente saludas, pero no hablas y sigues con tus cosas, entonces cualquiera diría por la sensación desagradable que se crea a veces que eres un desconsiderado.
Realmente lo serían los que interrumpen tu actividad sin preguntar si molestan, en mi opinión.

Me sorprende que acepte. Alzo las cejas, curiosa.

-Jugaba sola -admito-. Me gustaría jugar una -digo entonces, con un leve asentimiento-, pero creo que se ha hecho algo tarde. Hoy me he relajado, pero mañana empezaré a entrenar de nuevo. Me vendrá bien descansar. Quizás la próxima vez que nos veamos -propongo, mirándola con curiosidad, atenta a su expresión.

El viaje de vuelta ha sido relativamente relajado, pero cansado de todas formas.

Asiento con firmeza. No me puedo creer que lo haya dicho en voz alta. Sorprende ver que hay gente con un poco de sentido común por aquí. Casi me dan ganas de tomarla en serio. Aunque no creo que sea buena idea. No ha hecho nada para provocar el cambio, y a mí me conviene más este papel.

Me permito una sonrisa un poco más sincera. No pierde el tono dulce y amable de siempre, pero tiene un deje de aprobación que, creo, será capaz de apreciar.

-Vaya, es raro oírle a alguien decir eso -comento, entretenida-. Aunque no podría estar más de acuerdo. Siento que todo el mundo parece querer controlar la situación. Creo que también es agradable estar un rato en silencio, incluso si alguien está en la misma habitación que tú. Y que no hay necesidad de preguntar a todo el mundo por su día a día. Está bien controlar con quién convives, pero eso no significa que todos ellos tengan que formar parte de tu vida. Cada uno tiene derecho a seleccionar quién le parece más interesante para relacionarse. Si es que se encuentra a alguien interesante.

Me pregunto si habré hablado de más. Me siento un tanto fría, aunque mantenga mi actitud agradable, diciendo esa clase de cosas. Claro que no difiere mucho de lo que ha dicho ella. Creo que estará bien en este caso.

Amplío la sonrisa, asintiendo suavemente.

-Quizás -acepto-. Yo también debería irme a dormir, o este elemento no me dejará hacerlo.