Baños de las chicas

Entré en el baño con calma, dispuesta a relajarme y disfrutar de un largo baño. Tarareando bajito y lentamente, me acerqué a la gran bañera en el centro de la estancia y abrí los grifos al máximo, asomándome un momento para sentir el vapor de agua en mi cara, al tiempo que extendía mis orejas con una relajada sonrisa.

A continuación me fui desnudando poco a poco, dejando bien doblada cada pieza de ropa que me iba quitando doblada en un banco. Tras coger una bolsita de cuero que llevaba en un bolsillo, me metí lentamente en la bañera, cerré los grifos y me quedé un momento quieta, en silencio, sintiendo esa extraña sensación que se queda en los oídos cuando un ruido fuerte cesa de golpe dejando paso al silencio.

Pasado un momento, dejando la bolsita fuera de la bañera para que no se mojara, me llevé las manos a la cabeza y fui deshaciendo todas mis trenzas, una a una, con mucha calma y asegurándome de deshacer todos y cada uno de los nudos que tuviera en el pelo. Totalmente suelto, a pesar de las inevitables ondas consecuencia de las trenzas, el pelo me llegaba por los codos. Guardé todos los coleteros en la bolsita y me sumergí en el agua, con los ojos abiertos de par en par, acariciando mi pelo, intentando devolverle su aspecto lacio natural.

Emergí a la superficie en busca de jabón. Me puse en pie, me enjaboné todo el cuerpo con dedicación, y posteriormente me senté en la bañera para dedicarme enteramente a mi pelo, que enjaboné también de las raíces a las puntas. Una vez hecho esto, solté el tapón de la bañera y abrí de nuevo los grifos, para aclararme. Tras escurrirme el pelo, salí de la bañera, tomé dos toallas y envolví con una mi cabeza. Con la otra, me sequé todo el cuerpo y me envolví bien en ella, para luego volver a la primera y frotarme bien todo el pelo para quitarle la mayor humedad posible (que siendo tan largo y abundante, no era mucha).

Con cierta timidez, me acerqué al espejo y me contemplé de arriba a abajo. Con un creciente rubor en las mejillas y el ceño fruncido, me animé finalmente a dejar la toalla que me envolvía el cuerpo y observarlo. Aunque no lo aguanté mucho tiempo. Había cambiado mucho en los últimos meses, y no estaba segura de estar satisfecha con el cambio. Seguía tan pequeña como siempre, pero mi cuerpo había empezado a cambiar sus formas, de forma sutil pero suficientemente explícita para que se notara a simple vista. No era un cuerpo bonito. No me gustaba. Ojalá se quedara como siempre. Tenía miedo de lo que pudiera pensar la gente.

Me quité la toalla del pelo. Al menos, con el pelo tan largo, podía ocultarlo un poco... Quizá con ropa más holgada que la que acostumbraba a usar... Tomé un mechón grisáceo y lo acaricié. Había pensado en cortarme el pelo, pero quizá fuera mejor idea dejarlo estar, no recogerlo. Si iba a alguna misión, podía replanteármelo, pero mientras tanto era mejor así.

Con esta determinación, me dirigí hacia el montón de ropa, tomé una muda limpia y me la puse. Volví al espejo y me cepillé el pelo. Sí. Definitivamente, el pelo suelto ocultaba las nuevas formas de mi cuerpo. Insegura, pero algo más satisfecha, recogí mis cosas y salí del baño con calma.

*Se va*

Llegó estirando los brazos y después de desvestirse, Bocanegra decidió darse un baño, por lo que sus ropas volaron por el cuarto hasta que esta quedó completamente desnuda.
Bocanegra tenía un cuerpo admirable, realmente sus bonitas caderas podrían volver loco a cualquier hombre, pero solo los elegidos era capaces de gozar de sus tesoros.

Extendió las membranas de sus manos y pies lentamente mientras, de las orejas caeruleus, brotaban dos potentes y largas membranas, capaces de sentirlo todo.

Después de darse un agradable baño, Bocanegra recogió sus cosas, se peinó el ardiente pelo y salió, mucho mas relajada en busca de algún líder que la destatuase.

*se va*

Entro en los baños y cierro la puerta detrás de mí. Me desvisto y dejo la ropa doblada sobre uno de los bancos que hay pegados a la pared. Tras hacer esto, me dirijo a una de las duchas de agua fría. De esta forma no tardaré demasiado en ducharme (a nadie le suele gustar que lo hielen con agua así, a botepronto).

Nada más entrar en la ducha, respiro hondo para aguantar el golpe. El agua helada azota mi cuerpo y un estremecimiento me recorre, y no uno de placer. Dejo que me empape entera y luego me ejabono el cabello y el cuerpo con mi propio jabón -uno inodoro-. Me aclaro y salgo de la ducha. Me seco con cierta violencia y me visto con ropa limpia. Cepillo mi cabello y recojo mis pertenencias.

Abandono el baño.

*se va*

Después de aquella misión del diablo, habían conseguido traer a aquella arrogante y engreída mujer (casi tanto como la mismísima Capitana) a Palacio, y Bocanegra se había dedicado a relajarse, viviendo la vida y tomándose la estancia en Brontë con más calma de lo habitual: comía mucho, bebía más y la cama se había convertido en su mejor compañera.
Para contrarrestar la falta de ejercicio, la Capitana pasó por la piedra a casi todo el servicio de Palacio, los chicos la temían e incluso la evitaban. Los rumores sobre su habilidad en la cama les asustaban y ninguno quería caer presa de sus membranosas garras.

Bien es sabida la aversión que siente Bocanegra hacia el sexo contrario: vagos, zafios, patanes... su único objetivo en la vida es cargar con un trozo de carne con el cual calmar el goloso apetito sexual de nuestra más temida piscis.

Pero entonces, un golpe fuerte y un estallido a continuación irrumpe nuestra narración, pues la Capitana se haya en los aseos femeninos, hecha una furia. Adentrémonos a ver que ocurre.

-¡¡¡MALDITO HIJO DE LA GRAN PUTA!!! ¡¡CABRÓN HIJO DE PERRA!! - Bocanegra estaba hecha una furia. Como todas las mañanas, su mirada era castigada con la visión de su cuerpo tatuado por el líder caeruleus ya hace meses y desde entonces, ningún líder ha tenido la suerte de encontrarse con tan desesperada circunstancia, ergo Bocanegra, estaba tan furibunda que en esta ocasión, rebentó su botella de whiski contra el espejo de los baños, astillando este último e incluso haciendo rebotar pequeños pedazos de espejo por toda la superficie del aseo.

Escupió al suelo con verdadera grosería y de una forma bastante asquerosa una vez estuvo completamente desnuda. Verse con las iniciales de Darvenwish en su abdomen se había convertido en la mayor de las torturas para la piscis, por lo que cada mañana, maldecía su situación, pero su paciencia se estaba agotando y en esta noche de verano, iluminada por las naranjas llamas de las antorchas que todo lo iluminaban y en un espejo roto, la visión de la Capitana era horrible: la furia de Aqua se introdujo en el agua de la bañera para intentar que la fría agua le refrescase el cerebro.

Se pasó maldiciendo por lo bajo, como todos los días al moscardón violeta, tanto, que en ocasiones, hasta le perdía la gracia insultarle.
Una vez se hubo lavado, salió del agua y se secó. Se puso sus ceñidos pantalones de pirata y unas botas marrones, grandes, pesadas, con un poco de tacón y hebillas de metal valioso y para colofón, su cinturón de cuero, del cual colgaba su preciada arma: el sable de su madre, Korvas.

En cuanto a la parte de arriba, una blusa blanca que tapaba poco más que sus pechos adornaba su esbelta figura, dejando su torso casi desnudo y por tanto, las letras del nombre del Caeruleus, por lo que todo el conjunto iba acompañado de su pesadísima y gruesa gabardina de cuero de más de 3 cm de espesor, que arrastraba por el suelo más de medio metro. No cualquiera podría caminar con semejante peso a la espalda, pero era lo único con lo que tapar tan bochornosa rúbrica en su cuerpo.


La Capitana se vio antes de salir al espejo: estaba tan agresiva y fantástica como siempre, aunque faltaba uno de los detalles más importantes, su identificador: su preciado gorro de Capitana del "Purgatorio" su barco.

Una vez colocado en su sitio, se escupió en las manos, como de costumbre, se ajustó las tetas y, con aires decididos, girando sobre si misma y haciendo volar su magnánima gabardina, salió, con un gesto en la cara con el cualel más temido demonio del infierno huiría. Su paciencia estaba en números rojos. Necesitaba a un líder y lo necesitaba YA.

Pero antes... habría que pasar por las cocinas, a coger un poco de whisky.

*Se va*

FdR: me he tomado la libertad de volver a explicar un poco al personaje tanto física como mentalmente, a parte de sus principales objetivos actualmente, ya que hacía mucho tiempo que no posteaba y como ha llegado tanta gente nueva, pues me pareció lo correcto.

Llegué a los baños con la túnica remendada puesta y la bolsa de cuero con mi ropa limpia. Dejé la bolsa en el suelo, al igual que mi arco y mi carcaj y miré el gran espejo que tenía en frente. Mi pelo estaba sin brillo, medio grisáceo y lleno de tierra y pequeñas hierbas; la piel la tenía repleta de manchas de polvo que se me había pegado por culpa del sudor y las plantas de los pies estaban completamente negras. Es decir, estaba asquerosa, pero lo peor no era ni mi pelo ni mi piel. Fruncí el ceño mirándome fijamente mis dos alas habitualmente blancas y sedosas. Toqué una de las plumas del ala derecha, estaba rígida, gris y olía como a estiércol.

Con un suspiro me desprendí de las cintas de mi pelo, dejando que este cayera liso y sucio por mi espalda. Empecé a caminar hacia una de las duchas. Accioné el agua caliente y me metí. Cerré los ojos disfrutando de una sensación realmente agradable, notar como poco a poco una estaba más limpia. Miré mis pies, y bajo ellos, el suelo blanco de la ducha se volvía negro por el agua. Cogí uno de los jabones que había y me froté el pelo, sintiendo como los mechones volvían a adquirir su suavidez habitual. Cuando acabé me froté las alas con esmero. No era que me importara mucho estar sucia, pero tener las alas mugrientas sí que no lo soportaba. Cuando estuve completamente enjabonada volví a meterme bajo el chorro de agua y dejé que el jabón cayera y desapareciera por el desagüe. Luego volví a coger jabón y repetí el proceso, ya que estaba, mejor quedar completamente limpia.
Salí de la ducha satisfecha y me volví a ver en el espejo. Parecía otra persona, el pelo me caía lacio y sedoso por la espalda y la piel volvía a ser clara y sin manchas. Me di la vuelta y vi mis alas con su blanco perla habitual, brillantes y suaves. Las agité contenta y sonreí antes de meterme en una de las bañeras para ahora sí, tener unos minutos de relajación.

Después de unos diez minutos, cuando notaba los dedos como pasas y sentía la necesidad de moverme, salí del agua y me sequé con unas pieles. Volví a mirarme en el espejo y me sorprendió lo largo que tenía el pelo, me llegaba casi por el culo. Me agaché frente a la bolsa de cuero y saqué la navaja para afilar flechas que guardaba en mi bota. Me agarré el pelo con una mano me lo eché hacia adelante. Con la mano derecha, empuñé la navaja y corté el pelo. Luego lo volví a echar hacia atrás y sonreí al ver que me llegaba un poco por debajo de la mitad de la espalda. -Mejor -sonreí y me dirigí nuevamente a la bolsa de cuero para dejar la navaja y vestirme con mi ropa de siempre, ahora limpia. Luego até mis dos moños con las cintas blancas que me había regalado mi madre antes de partir de Ventus y me miré al espejo. Faltaba algo... -cogí a Arpa y me colgué el carcaj a la espalda. -Perfecto -volví a sonreír al espejo.

Finalmente, agarré la túnica que estaba tirada por el suelo, la metí en la bolsa y me dirigí a la salida.

*Se va*

Na, na, na, na, na, na naaaaaaaaaaaaa
Na, na, na, na, na, na naaaaaaaaaaaaa ~~

FdR:
ba, by, ba, by, ba, by ooooohhhh
ba, by, ba, by, ba, by ooooohhhh~~

Canto mientras me lavo los dientes con una toalla enroscada en la cabeza mientras me muevo sibilinamente por el cuarto de baño, bailoteando y brincando de un lado para otro. Luego me aclaro el pelo, pero antes debo dejar que el jabón haga su efecto ahí, empapado en la enorme toalla que llevo envuelta en la cabeza.

Me enjuago la boca y me quedo mirándome en el espejo -Nagore, qué buena estás -digo en un arrebato de pasión hacia mí misma, dándole un beso a mi reflejo-. Follow, tú también estás bueno. Si es que estamos hechos el uno para el otro.

*se queda*

Entré en el baño seguida de Tristán. Como los días anteriores, estaba pálida y ojerosa, e incluso me atrevería a decir que había perdido algo de peso. Tenía los ojos hinchados de llorar y aspecto nervioso e inquieto, a la vez que cansado. Mi pelo, habitualmente bien trenzado, caía ahora por mis hombros de cualquier manera, con las pequeñas trenzas enredadas y medio deshechas. En general, mi aspecto era bastante enfermizo.

Había entrado en el baño con intención de darme un buen baño. Sabía que aquello no arreglaría mis problemas, pero un poco de agua nunca es mala y, como el chocolate, suele levantar el ánimo. No esperaba encontrar, no obstante, a una Nagore radiante y tan activa como siempre. Me paré en seco nada más atravesar la puerta, demasiado aturdida como para decidir si ignorar su presencia o dar media vuelta y volver en otro momento. Tristán, por su parte, no parecía tener la menor intención de recular, y aleteó por la habitación para llamar la atención de mi amiga, cortándome cualquier vía de escape.

*Se queda en la puerta*

El dragón interrumpe las alabanzas al hombre de mi vida y mi corazón da un vuelco, pues si Noru, o Tristán o como demonios se llame está aquí conmigo, quiere decir que o bien Follow o bien Massen estás por aquí cerca, por lo que ruedo sobre mí misma para darme de bruces en la puerta con Massen.
-Maseeeeeeen~ - digo dándole un abrazo y dos sonoros besos en el aire, para luego mirarla con desagrado-. Chica, pareces que vienes de recoger patatas -digo burlona, agarrándole un mechón del pelo-. Mira, parece estropajo- le digo sin remordimientos, para luego abrazarla y darle muchos besos, hasta el punto de que hasta a mí me parecieron excesivos-. Aaaaaah tengo que aclararme el pelo, ¿te parece si nos ponemos guapas las dos?- le digo cogiéndola de la mano y casi arrastrándola hasta el centro del baño.
-Bueno, Dew, cuéntame, ¿qué tal tus días? parece que has estado ocupada o entretenida, porque para tener este aspecto... -digo sin quitar la vista de mi reflejo en el espejo.

Me encogí de hombros, resignada. Ya no había nada que hacer. Me dejé arrastrar por una eufórica Nagore, sin pronunciar apenas palabra más allá de un soso y casi inaudible "Hola", y la dejé hacer, llevarme de aquí para allá, darme muestras de afecto y jugar.

Para mi desgracia, no hacía más que preguntas, y aunque la mayoría se las respondía ella sola, como era habitual, había instantes en que se echaba en falta una respuesta. Nagore me plantó delante del espejo, con lo que me quedé frente a mí misma, mirándome sin verme.

Con un soberano esfuerzo, bajé la vista a su figura atolondrada y alegre. No podía evitar preguntarme si su energía se acabaría en algún momento, y si nunca estaba de mal humor. Desde luego, no daba esa impresión en absoluto. De pronto, empecé a sentir algo que me reconcomía por dentro, una especie de ardor en el estómago, una envidia insana por su despreocupación.

Sin apenas darme cuenta, había dejado de oírla, y lágrimas silenciosas habían empezado a recorrer mis mejillas. Mis hombros empezaron a convulsionarse, y aunque al principio hice un leve esfuerzo por contenerme, pronto los sollozos se volvieron evidentes.

Entorno los ojos. ¿Cómo se me verá por detrás? Quizás tenga que ponerme a dieta. Tengo que estar deslumbrante para ese ninja insolente que me trae loquita. Pero entonces oigo un par de sollozos y pestañeo un par de veces, dejando mi egocéntrico mundo por un momento, para girarme al tiempo que me quito la toalla de la cabeza, dejando que el pelo aún mojado se me caiga por la cara y quede todo despeinado. Ahora me da igual. Mi mejor amiga del alma está llorando y por eso no paso, no, no, no, la amistad es ese vínculo sagrado que se establece entre dos personas que son como yo y como... yo, bueno, pero como Massen no puede ser como yo -es evidente- pues la amistad es eso que hay entre dos personas que son como Massen y como yo.

-Eeeehehehehe -digo negando con la cabeza-. Nada de lloros, mujer, quizás fui un poco dura... no estás tan fea ni tan despeinada -mentí-. Solo... que has encontrado un estilo "diferente"- comento intentando arreglar las cosas, pero su dragón se posa en su hombro y niega con la cabeza.

-Veamos... -digo, hablando para mí misma, intentando averiguar qué le puede pasar-. ¿Te ha dejado algún chico? NO, NO, NO, ¡ya sé! -digo dando un golpe con mi puño en mi cabeza por no darme cuenta antes-. Te has pelado con alguna zorrupia de esas que van de super guays y de super divas pero que luego no dejan de pensar en sus problemas incapaces de darse cuenta de que el mundo es algo más que su pequeña burbuja de champú y hombres. OGH, DE VERDAD, QUÉ MAL ME CAEN -digo completamente convencida-. Pues para la próxima de avisas y entre las dos le damos una buena tunda -digo con una sonrisa firme, de oreja a oreja-. Pero para de llorar, por dios, que eso no puede ser bueno para la piel... Ese agua, así, tan salada, saliendo por los ojos... No, no, no...

Inspiré profundamente, tratando de calmarme, y me pasé la manga por la cara para limpiar las lágrimas. De todas formas, la tenía sucia y llena de chorretones, enrojecida e hinchada. Solté el aire en un sonoro suspiro, que pronto fue seguido de sonoros y fuertes hipidos, que convulsionaban mi cuerpo sin cesar.

Me acerqué a la gran bañera, sin hacer demasiado caso a lo que me decía Nagore, y abrí los grifos para llenarla con agua bien caliente. Aparté a un lado los jabones, casi de forma instintiva. Odiaba los baños con espuma. Me volví a Nagore, moviéndome como un autómata.

-¿Tú has ido al colegio, Nagore? -pregunté, de mala gana. Lo mejor era acabar con todo aquello cuanto antes.

Es como hablar con una piedra, chico... No dio ni una sola palabra, sólo se separó de mí y se dirigió a la bañera y se puso a prepararla para darle uso.

-Oye, que sepas para ser amigas del alma hasta el más allá, hoy estás un poco borde o callada o irritada -digo molesta debido a la falta de respuestas.

Pero entonces hace esa pregunta que me descoloca un poco.

-Pues claro que he ido a la escuela -le respondo en un tono ciertamente cínico y quizás un poco molesto-.¿Porqué? ¿Acaso me estás llamando tonta? -digo con el ceño fruncido-. Pues que sepas que yo he ido a la mejor escuela de todo Humus- digo con aires de superioridad-. ¿Y a qué viene esa pregunta? -comento cruzándome de brazos-. - Ni que eso fuera importante -mascullo para mí misma, en un tono bajo. Nunca me gustó mucho la escuela, pero si quería convertirme en alguien importante... Los mapas de las minas de Humus no iban a aprenderse solos...
-Tsk... estás rarísima -sentencio.

La dejé que soltara su perorata, escuchándola sentada en el borde de la bañera, mientras me iba quitando la ropa. Por una vez, mi cuerpo me era indiferente. Tras un pequeño monólogo, Nagore guardó silencio. Dejé la camiseta en el suelo, hecha un churro, sin fijarme siquiera en que se estaba mojando, y fijé los ojos en los suyos, con una mirada penetrante y seria.

-Pues yo nunca he ido a la escuela. Es más, nunca he tenido un profesor -sentencié, con voz clara y firme, casi desafiante, a pesar del nudo que tenía en la garganta y del rápido latir de mi corazón.

Me estremecí momentáneamente al sentir que el agua comenzaba a mojarme, derramándose fuera de la bañera. Sin embargo, apenas reaccioné. Me limité a girar la vista a la bañera desbordada, sin mover más que la cabeza, y a poner los labios en forma circular, en un suave "oh" de sorpresa que no llegó a salir de mi boca.

Impasible, me volví de nuevo a mi amiga, mirándola con una expresión que no reflejaba nada más allá de apatía y cansancio.

Como si fuera un acto reflejo, lleno mis mejillas del aire de mis pulmones que, si hubiesen llegado a salir de mis labios, habría sido en forma de risa, pero una tiene un mínimo de educación y rápidamente recupero la compostura, llevándome un par de dedos a la frente para ponerme en situación, sin poder dejar de imaginarme que la gente de Aqua son todos unos bárbaros sin educación, correteando y nadando por doquier, llenos de mugre. Sí, ese debió ser el pasado de Massen.
Me acerco lentamente a ella, con una mirada de melancólica lástima, para luego sentarme a su lado.

-Bueno, mujer... No te pierdes nada -digo para quitarle hierro al asunto-. ¿Estás triste por eso? -pregunto sonriente. Entonces me paro a pensar un momento, haciendo que entre ambas se produzca un silencio incómodo.

-Espera un momento... Nunca... Nunca... ¿nada? ¿Nada de nada? ¿No sabes ni lo básico? Joder...-digo con los ojos como platos-. ¿Y qué me quieres decir con todo esto? ¿Por qué te afecta tanto? Yo conocí a un parvus que tampoco sabía nada y era feliz cultivando lechugas -comento mientras hago memoria de aquel viejo.

Me deslizo y me meto en el agua, no sin antes retirar mi ropa.

-Venga, ven. Yo te ayudaré en lo que necesites -digo ahora con un tono dulce, extendiendo mis manos desde el centro de la enorme bañera para que ella las coja y venga conmigo.

FdR: ROYO. BOLLO.

Rechacé sus manos, pero terminé de desvestirme y me metí en la bañera. Cerré los ojos y me sumergí hasta la altura de los mismos, extendiendo mis orejas y acurrucando el resto de mi cuerpo. Pasé así un momento, y luego abrí los ojos de golpe.

-Sí, estoy triste por eso -dije, a la defensiva, sacando la cabeza del agua. De manera mecánica e instintiva, llevé las manos a mi cabeza y comencé a deshacer las trenzas-. Silvanus ha desaparecido hace seis meses, y yo me he enterado el otro día. He visto a Tristán vagar solo por el bosque y no le he dado más importancia que un descuido de su amo -el aludido se acercó y se posó en el borde de la bañera, de la que seguía saliendo agua-. Y no quiero imaginar cuántas cosas más han pasado. Hay gente a la que llevo mucho tiempo sin ver. Hasta ahora creí que era normal, pero, ¿dónde está Alehyss? ¿Y Heylel? Seguro que ni sabes de quiénes te hablo. ¿Se han ido a una misión o los ha aplastado un karnikarsh? ¿Por qué se ha ido Aren? Ogh. Aren. Ese hombre me dio un beso, ¿te lo puedes creer? De la manera más gratuita -comencé a pegar puñetazos al borde de la bañera, roja de indignación y de vergüenza-. ¡¿Qué más me he perdido?! ¡¿Eh?! ¿Cuánto de lo que no sé es culpa mía y cuánto es culpa de esa panda de locos?

Las lágrimas de rabia y frustración comenzaron a manar de nuevo, y me acurruqué, agarrándome la cabeza con las manos, entre gritos y sollozos.

FdR.: Dramatic. Soooo dramatic.

No quiso mis manos, pero no las recogí, sino que las dejé como flotando en el agua mientras escuchaba sus palabras, tan amargas como aquellas cebollas que hicieron llorar al tito Nagorr durante 2 días.


Cuando terminó, llegó mi turno: Massen, no se quien demonios es ese tal Silvanus y sinceramente, no me importa mucho, no conozco a nadie de quien mencionas... y no se si estarán vivos, muertos, o de vacaciones- digo acomodándome a su lado- lo único que sé es que le oí hablar a mi tío un día antes de que viniera para el palacio de "algo muy gordo" y algo de "energía" y no se nada más. Estamos en una guerra Massen, la gente que va a la guerra se muere. Pero supongo que Brontë es un lugar seguro...
La gente se muere, desaparece para siempre. Llámame frívola, pero es la verdad- comento con el fin de arrancar de sus entrañas toda esa tontería de niña inmadura.

A ver si aprende algo de mí, jolín.

Entonces continúo. -PERO DE AHÍ A QUE EL AMIGO DE NAGORR TE HAYA DADO UN MORREOOOO...- digo con tono sarcástico. - ¿Cómo me voy a creer eso, Massen?- digo perpleja, si es un viejo. - sentencio. -PUAJ, que ascazo, tía... ¿fue verdad?... espero que te hayas lavado bien la boca. - comento con una sonrisa enorme.

Pero la chiquilla está afectada. Tenía muchas cosas dentro de su cabeza que ahora sabían a borbotones o algo así. Era como... un concierto de Prustin. Todas queremos ser las primeras en entrar para verle y en este caso, sus palabras, por salir.

Mis palabras fueron bastante inútiles, pues ella se hizo una bola y se puso a llorar y a gritar como una demente.
Yo sonrío al verla así y me llevo las manos a la cintura. - Mira, no se quien era ese Silvanus, ni esa Alehyss ni el otro ese... Heydel- -hago una pausa- pero ahora no puedes ayudarles. - ¿Pero sabes? Quizás yo sí pueda ayudarte- comento mientras me desplazo sutilmente hasta ponerme a su lado para susurrarle, tiernamente al oído la siguiente perorata.

~Cinco princesitas son
las princesas vocales
siempre acompañadas van
de sus tocayas consonantes
Por orden de aparición,
la A es la mayor,
la E es un primor
la I ríe un montón
la O no para de comer
y la U... la U es un bebé~
Cinco princesitas son
a las que hay que quereeer~

Me separo de su oreja y sonrío. -No puedo revivir a los muertos, Massen, pero puedo enseñarte todo lo que sé. - sentencio ahora, seria.

FDR: BRONTË ES UN LUGAR SEGURO. YA. CLARO. IGUAL QUE HOWARTS XDD

Nagore no ayudaba demasiado. De hecho, para ser sinceros, no ayudaba en absoluto. Todo lo que tenía que decir eran desprecios y cosas de mal agüero con respecto a mis compañeros. Me estremecí. Inger no había dicho que Silvanus hubiera muerto. Había dicho desaparecido. Nadie confundiría muerto con desaparecido, ¿verdad? Miré a Tristán de reojo. No parecía inmutarse en absoluto por todo aquello. Se alejó un poco de mí, algo intimidado, y se dedicó a chapotear en una esquina de la bañera. Me preguntaba hasta qué punto necesitaba a Silvanus, y si lo echaba de menos.

A continuación, Nagore pasó a recitar no sé qué canción estúpida. Contuve un suspiro exasperado. Prefería aquellas tonterías sin sentido antes que aquellas declaraciones tan pesimistas.

-Te escucho -dije, de mala gana, sumergiéndome y cerrando los ojos de nuevo. Y, para corroborar mis palabras, agité mis orejas extendidas, como si fueran alas.

-Bueno pero si vas a escucharme hazlo como las personas. Comento tirado de ella para que dejase de ser una bola de carne en vuelta en lágrimas.

-Puedo enseñarte a escribir y a leer si quieres, o por lo menos...- me encojo de hombros- puedo intentarlo.- sentencio para acabar sonriendo como siempre lo hago. - A ver si se te quita esa cara de acelga (FdR: vendetta personal, lo siento) que tienes, mujer. Mira, en cuanto sepas lo básico, seguro que se te quitan todos los males. ¿Te parece? - comento frotándole la cabezota gris.


FDR: llevatelas e0e

Abrí los ojos y desvié la mirada, sin saber muy bien qué decir. Estaba cansada, triste y me sentía débil. Y, lo peor de todo, no era capaz de recordar lo que hacía en esas situaciones cuando estaba en casa. ¿No lo pasaba mal? Recordaba claramente momentos muy felices, pero también crisis y discusiones. Lo que no recordaba era lo que hacía para tranquilizarme. ¿Ir al río a nadar? ¿Eso era suficiente?

Estiré los dedos bajo el agua, sintiéndola correr entre mis membranas. Lo cierto es que era muy agradable. Constituía una ayuda. Sin embargo, no sabía dónde meter a Nagore en todo aquello. Probablemente, aquella era la primera vez en mi vida que acudía a alguien con un problema. La miré. ¿Sabría manejarlo? No parecía haber tenido demasiados problemas a lo largo de su vida... Supuse que no me quedaba más remedio que darle una oportunidad.

-Gracias -murmuré suavemente. No sabía muy bien qué más podía decir.

Por suerte para mí, mi compañera era de lo más dicharachera, y no tardó en darle vida a la conversación. Hablamos un poco de letras y números, pero Nagore no era demasiado paciente ni parecía ilusionarse con aquella tarea, así que no tardé en brindarle la oportunidad de escapar de aquello. Yo, como había demostrado desde pequeña, tampoco era una alumna paciente.

Permanecimos un rato más en el agua, tiempo que Nagore dedicó a darme lecciones de belleza (en ese tema sí era la mejor de las profesoras) y en peinar mi cabello, con el que, según sus propias palabras, "había mucho que hacer".

Nos quedamos un rato más en el agua, hasta que Nagore dijo que debíamos salir o se nos arrugarían los dedos, y que aquello era malísimo para la piel. Tras otro rato dedicadas a arreglarnos, en el que Nagore puso un gran empeño, salimos de allí acompañadas por Tristán.

Al menos, mi amiga había conseguido distraerme, por lo que salí del baño con un aspecto muy distinto que el que tenía cuando entré.

*Se van*

El trabajado peinado que la misteriosa parvus me había hecho en el bosque, parecía ya mustio y cansado.
Me había dedicado la tarde a buscar a Massen para encontrarla y darle celos, pero no había tenido suerte. Debería estar en la biblioteca estudiando y allí no estaba. Esa niña tonta... Aún por encima de que no sabe ni leer ni escribir... Bah, pues si no aprende que se aguante.

Entre pensamientos molestos y cansados, entro en los baños y veo a Fier (FdR: que no Feir, aunque para mí será Feir ya para siempre) metida en una de las bañeras.

-Buenaaas~- digo con tono monocorde, mientras me quedo delante del espejo y con resignación, comienzo a deshacerme el peinado. - ¿Qué tal, Fier?- comento ahora sonriente. - Te veo ya adaptada- comento divertida.

-Tía, no te lo vas a creer. Hoy en el bosque me he encontrado a una chica parvus que era una maestra de la estética y de la peluquería, y que sabía un montón de cosas. Te valora el pelo y mil cosas más. Tíiia, super ilusionada, ¿eh? En serio. - digo contenta-. Con sus trucos de belleza al fin conseguiré que Follow el Ninja me haga caso- casi grito al espejo, en el que me reflejaba, completamente ilusionada. - Ya verás, Fier, ese tipo será mi novio por la sombra de las piedras en las que mi tío Nagorr se transforma - sentencio entusiasmada.

Una vez mi pelo está suelto, me desvisto resuelta y de un salto, me meto en la enorme bañera que corona el centro del baño de las chicas y nado hasta mi compañera.- Aii~ que cansada estoy hoy - digo apoyando mi cabeza en su hombro y suspirando.



(FdR: Nagorr, como líder, puede volverse piedra xD)

No dice nada, pero me da un beso en la cabeza y yo no sé muy bien cómo reaccionar. No ha sido un beso como los viejos parvus se dan entre ellos, fuertes, recios, en la frente, como si no hubiera un mañana, de esos que suenan y parece que se va a caer la casa. No. Fue un beso suave y que nunca me habían dado y me sentí muy rara. Quizás los aether besasen como las plumas.
Me llevo una mano a la garganta y repito por lo bajo, sin pestañear y con la vista fija en la nada- Otra vez...- mascullo.

En mi casa siempre hemos sido brutos. Los parvus somos brutos, ¿qué demonios? Cuando besamos lo hacemos BIEN. Nunca así... Ha sido tan raro... Me siento tan... ¿Acaso los besos pueden ser suaves?