Baños de las chicas

Sí. Me molesta. Muchísimo, de hecho. Es más, si hubieras preguntado antes de entrar en el baño si me molestara que entraras, la respuesta también hubiera sido un sí. Me incomoda tu presencia. Es desagradable. Desaparece. Bueno, quizá me esté pasando. Tampoco tengo un motivo para odiarla, ni nada parecido. No es más que una chica queriendo parecer educada, supongo. El problema es que es un engorro corresponder. Aunque puedo hacerlo sin problemas, eso por descontado.

Así pues, niego rápidamente, reforzando ligerísimamente la sonrisa. Debe sentirse cómoda, invitada. Está invadiendo mi espacio, pero lo correcto es demostrarle que eso es prácticamente un honor para mí. Eso es lo que la gente tiende a esperar. Qué estúpida es la gente.

-Adelante, no te preocupes -respondo, suave-. Soy Lea, ¿y tú?

Presentarse es parte del ritual, ¿no es eso? Intenta iniciar una conversación, lo veo, y espera que yo ponga de mi parte. Eso es lo que quiere que haga. No tengo motivos para oponerme. Bueno, en realidad sí, pero no valen la pena.

Esbozo una suave sonrisa, asintiendo levemente. No esperaba menos, Lea.

-Alehyss -respondo, metiendo el primer pie en el agua, lo más alejada de la flamma que puedo, estableciendo una distancia correcta entre ambas. No es Massen-. Disculpa las molestias.

Me deslizo en el agua, relajándome un poco, dejando ir un minúsculo suspiro entre los labios. Quizás hubiese sido mejor idea ir a las termas, al fin y al cabo. No parece muy habladora, yo tampoco lo soy, y hubiese sido una manera sencilla de que las dos estuviésemos tranquilas.

Interactuar con mujeres no es mi fuerte. Siempre me ha resultado problemático, de algún modo. No siento la necesidad de tener una relación de amistad del mismo modo que no tiendo a querer contar mis problemas.

Alehyss. Pues mira tú qué bien. Mantengo la sonrisa, al igual que los gestos naturales, relajados. No hay razón para establecer ninguna clase de hostilidad.

-En absoluto -respondo con suavidad-. Un placer.

Continúo enjabonándome el pelo, dejándola a su aire. Guarda cierta distancia, lo cual es de agradecer. Dentro de lo malo, no es una petarda que venga a contarme su vida o investigar la mía. Es algo que me gusta.

No puedo evitar pensar en lo cómoda que tiene que estar con ese pelo tan corto. Aunque no lo he tenido así nunca, puedo imaginarlo. Tampoco estoy segura de que me gustara, estéticamente. Ya he tenido en quien probarlo, después de todo, y no me pareció nada del otro mundo.

Asiento, suavemente. He cerrado los ojos un momento, pero los entreabro por un instante, acompañando el gesto con una sonrisa cortés, no más agradable de lo necesario.

-Lo mismo digo.

Retomo mis ojos cerrados. Me froto con calma el rostro, relajando los músculos con las manos calientes por el agua. Termino, luego, por tomar algo de jabón, hoy tomo uno cualquiera sin preocuparme por el olor (ya tendré tiempo para arrepentirme) y comienzo a extenderlo por el cuerpo, con calma. La percibo por el rabillo del ojo, sin mirarla.
Su silencio, admito, me llega a parecer desagradable. Me molestan los incesantes parloteos, lo admito, pero tanto esta vez como la última que la vi tenía este aspecto aislado, y ya resulta más que evidente que es una elección, y no simple inseguridad.

No pretendo iniciar una conversación, ni espero que las mujeres estén interesadas en mí: no he venido a hacer amigas. Supongo que la sensación de estar siendo ignorada resulta ofensivo, teniendo en cuenta mi personalidad. Soy excesivamente arrogante, hasta ese punto, admito.

Me aclaro el cuerpo, con deleite. El agua no me agrada demasiado, pero un baño caliente sigue siendo agradable.

Es callada, por lo que veo. Eso me gusta. Es tan agradable el silencio... Sería todavía más agradable si estuviera sola, pero no me siento del todo a disgusto. Simplemente, me concentro en mi misma, en mis pensamientos y acciones. Con el tamaño de la bañera, ni siquiera tengo que preocuparme de si la rozo sin querer. Aún me sigue asombrando el tamaño.

Enredo el pelo entre mis manos, recogiéndolo. La propia humedad, junto con el jabón, lo harán mantenerse un momento sobre mi cabeza, aunque sé que no tardará en caer por su propio peso. Tampoco es importante, simplemente es un gesto que me gusta hacer.

Efectivamente, en el momento en que me extiendo en busca de gel para enjabonarme el cuerpo, la melena da un latigazo al agua al caer. No le presto atención, sino que me limito a continuar con mi higiene corporal.

Tras acabar con el cuerpo, me dedico con calma al pelo. Es fácil de lavar, desde luego, desde que me lo corté. He ido admitiendo, con el paso del tiempo, muchas de sus ventajas. Casi da asco pensar lo ventajoso que es no tener la melena de la que tanto me enorgullecí siempre.
Ayer mismo me recorté un poco el flequillo, y vuelve a tener la longitud justa. Ya no me molesta sobre los ojos. Es agradable.

La contemplo a ratos. Son miradas tan breves y casuales que no deberían parecerle furtivas, si no malpiensa. Las hago con intención de que se las tome como fruto de la casualidad, aunque de hecho me dedico a examinar sus gestos.
No tengo nada contra ella, ni tampoco a su favor. Me parece, sin más, una muchacha curiosa. Sin embargo, ahora que ambas estamos calladas desde hace rato, tengo la sensación de que la que primero abra la boca para sacar algún tema trivial estará cometiendo algún tipo de sacrilegio, como si esto fuese una competición, y no pienso perder.
Para aclarar las cosas: solo es posible perder a ojos de otra persona. EL honor está muy bien para los libros, pero en la vida real las tretas son, muchas veces, una forma de ganar. Hacer creer al otro que no has perdido aunque, estrictamente lo hayas hecho, es una forma de ganar, también.

-¿Me lo podrías pasar? -inquiero, haciendo un gesto a un bote de crema suavizante para el cabello que tiene junto a ella.

He roto el silencio pero no he perdido este juego inexistente. La frase está justificada, aunque la haya usado solo con intención de hablar.

Las conversaciones son actos sociales innecesarios, muchas veces. Pero los individuos están acostumbrados a cierta presión social, por lo normal, lo quieran o no. Es algo que existe. Si incumples ciertas normas, la sensación que causas es negativa. Basándome en esos patrones, en que la gente suele, inconscientemente, seguirlos, puedo provocar ciertas situaciones y analizar el resultado de estas. Es como una especie de experimento sociológico constante.

Continúo a mi aire hasta que rompe el silencio. En ese momento, en un gesto perfectamente normal, inconsciente, vuelvo la vista hacia ella, prestándole atención. Es la reacción lógica a un sonido que rompe el silencio. Me doy cuenta entonces de que, en mi vuelta a mí misma, he perdido la sonrisa amable, y la hago resurgir de nuevo.

-Claro -respondo, con voz que hasta podría considerarse animada, al tiempo que sumerjo la mano en el agua para aclarar el jabón y alcanzo el bote, extendiéndoselo.

Después, continúo. Termino de enjabonarme y me dejo caer entonces en el agua, sumergiendo hacia atrás la melena, aclarándola así. Luego me incorporo de nuevo y me dedico a aclararme el resto del cuerpo.

Sonrío, como agradeciendo el gesto, tomando el bote con la mano.

-Gracias.

Por supuesto, se deja presionar. Responder a mi voz con silencio seria inapropiado. Responde como cualquier persona normal, aunque sin dar más información. Incluso me resulta demasiado agradable su tono y su sonrisa, teniendo en cuenta que no tiene intención alguna de establecer contacto social.
Es una mujer extraña. No puedo entrar en su cabeza. Me resulta frustrante. Aunque, en el fondo, indiferente.

Me echo la crema en el pelo y la dejo reposar un rato, dando un segundo lavado al cuerpo. Luego me aclaro, sintiendo el cabello suave, más de lo normal.
Cuando he acabado con el aseo, me pongo en pie, sintiendo el frío de fuera del agua al instante, al contacto con la piel húmeda. Ignoro a la flamma mientras salgo, deliberadamente, envolviéndome en una toalla, que resulta cálida en comparación, y comenzando a secarme el cuerpo con suavidad.

Hubiese disfrutado más en solitario. Aunque haberme bañado con Massen tampoco hubiese sido desagradable, he de admitir.

Acaba por salir antes que yo, a pesar de que yo he entrado antes. No me molesta en absoluto que se vaya, sino todo lo contrario. A pesar de que no ha llamado mi atención prácticamente, la sensación de estar sola en la bañera se nota. Me hace no querer salir.

Con pereza, me estiro en la bañera, antes de tomar de nuevo la melena y escurrirla un poco. La dejo caer de nuevo sobre el agua sin demasiado cuidado. Tomo entonces el champú una vez más, aplicándomelo con calma. De nuevo, me aclaro.

Entonces sí, después de remolonear un poco más, salgo yo también y tomo dos toallas. Con la primera, más grande, me envuelvo el cuerpo. En cuanto a la segunda, la utilizo para secarme y envolverme el pelo, evitando así que sea molesto y me moje el cuerpo.

Cuando sale yo ya he terminado de secarme y empiezo a vestirme. No me pierdo detalle, sin embargo, con discreción, evaluándola con una mirada fugaz, como una reacción a su movimiento. Me mantengo seria, regresando a mis asuntos enseguida, terminando de ponerme la ropa y pasándome, de nuevo, la toalla por el pelo, terminando de sacar la mayor parte de la humedad. Luego me lo cepillo con sencillez. No hay nudos y seca rápido. Dos ventajas más. Y pese a todo...

Termino de prepararme y tomo la ropa sucia. Dejo lo que he utilizado en su sitio y dirijo un leve asentimiento a Lea, como preludio de mi despedida. Estoy lista.

-Buenas noches -me despido, dándole la espalda y caminando hacia la puerta.

Tiene menos pecho que yo. Sus cuerpo me resulta menos sugerente.
Esto, por supuesto, es irrelevante, pero satisfactorio al mismo tiempo. Tengo, siempre, esa sensación de que debo competir con el resto de mujeres, aún sea sin motivo y sabiendo que nada de eso me hace realmente superior a nadie. Es puro instinto.
¿Competir por qué? No lo tengo claro. Cualquiera diría que, simplemente, deseo ser más apta, evolutivamente, para la maternidad, o algo semejante.

Será que soy muy primaria. Solo sigo unos deseos caprichosos que me instan a juzgarlas.

*se va*

Para cuando da por finalizado su aseo, yo estoy empezando a vestirme. Me despido de ella con la misma amabilidad y sonrisa que he mantenido mientras me dirigía a ella, y cuando abandona la habitación suspiro con alivio, dejando los gestos innecesarios. Por fin sola.

Aprovecho para tomármelo con más calma, aunque tampoco es que tarde mucho en vestirme. Y tengo ganas de acostarme ya, así que...

Tras vestirme, me quito la toalla, dejando caer la melena suelta, y la seco con la toalla, intentando quitarle tanta humedad como puedo. Me ayudo de ello con un cepillo, con el que además deshago cualquier posibilidad de nudo. Aunque con un pelo tan lacio es difícil que se formen nudos.

Cuando me doy por satisfecha, recojo un poco el baño y salgo.

*se va*

Al final por fin ha llegado el día. Y quizás no sea el momento más adecuado, la verdad, puesto que todavía estoy algo cansada tras el viaje a Aqua. Aunque no puedo quejarme, vista la situación de Lyam (de la que por ser yo responsable tampoco quiero hablar). Un simple cansancio es algo que se puede pasar fácilmente por alto. Además, como me espera una noche sin seducción, y visto lo que ha costado coincidir con Massen, espero poder divertirme de todas formas, aunque solo sea charlando un poco, tomando el aire y todo eso que hace tanto que no hago en compañía de una amiga. Me atrevería incluso a decir que vivía otra vida en la última ocasión.

Lo primero es el aseo. Me ducho con calma, exfoliando la piel con ayuda de una esponja áspera, tomándome mi tiempo. Al pelo, además del champú habitual, le aplico algo de crema para suavizarlo. Que no vaya con segundas intenciones no significa que no deba prepararme, por supuesto.
Aún me dejo estar un buen rato a la bañera, pero termino por salir, dado que tengo un horario que seguir. Ya he cenado, así que solo me queda secarme, vestirme apropiadamente, cepillarme los dientes y poner rumbo al punto de encuentro. Me siento animada, incluso pese al cansancio.

Lo último es cepillarme el pelo, cuidadosa, tras secarlo con una toalla hasta absorber casi toda la humedad. Desde que lo tengo corto no es tan necesario prestarle atención, es mas cómodo, pero ya ha crecido lo suficiente como para que necesite algunos cuidados, lo que me resulta francamente satisfactorio. No es mi larga melena, pero tener algo que recogerme cuando entreno me tranquiliza.

Cuando termino parto hacia los dormitorios para los últimos preparativos.

*se va*

Me miro la oreja al espejo, arrugando el ceño. Alrededor del agujero solo veo un bultito blanco y algo verdoso que da un asco que me cago en la puta. Nadie te cuenta lo bonito. Y si yo estoy así, no quiero saber qué tendrá Buscador en los labios. Pero más vale que no se haya encontrado a Massen todavía, que no estoy preparada para que me tiren de las orejas en castigo.
Bueno sí... Ni que yo hubiese hecho nada malo. Fue él. Es mayorcito. Toma sus decisiones.
Eso es, Fifi. Repítelo más, que al final te lo vas a creer. Ya verás.

Me ando un poco en la herida, sacando toda la mierda y cagándome en el que me hizo el agujero, que debió de desinfectar las agujas con saliva, y luego desinfecto un poco yo misma. Hasta se me caen un par de lágrimas, hostia. Es que esto es inhumano...
Bueno, no es como luchar a vida o muerte... Pero duele también, eh.

Una vez lista, me lavo las manos y salgo de los baños. A ver si hoy duermo mejor, que vaya racha llevo...

*se va*

Hace un día nublado, hoy... Es lo mejor que le puede pasar a alguien como yo. Bueno... Lo mejor sería que fuese de noche, pero hace tiempo que me he resignado a vivir con estos locos diurnos. Que prueben algún día lo contrario. No estaría de más. Aunque para ellos la noche es la hora de hacer cosas indecentes y alcohólicas. Mae mía...

Dejo la ropa en un banco, de cualquier forma, y me preparo una bañera templada, que tampoco está el día para ponerse una a hervir. Me meto sin tapujos y me dejo resbalar con un suspiro de satisfacción. En esta bañera los parvus tienen que hacer largos, incluso. No he visto a muchas parvus, pero seguro que vienen juntas a hacer carreras y así.
Seguro que no.

Me dejo estar un rato, a remojo, destapando diferentes jabones y oliéndolos todos.Luego me echo uno en la mano y hago un círculo con el índice y el pulgar. En medio queda una peliculilla brillante, y al soplar salen pompas.
Soy toda una inventora.

*se queda*

Dejo de hacer pompas en el preciso momento en el que la chica esa entra, metiendo las manos en el agua a la vez. Aún quedan un par de ellas en el aire, pero las espanto con la derecha, haciéndolas explotar. ¿No tiene una jodida hora mejor para venir a limpiar que esta? Esta viene a espiar seguro... Serán guarros los del servicio. Cómo se aburren, coño...

-Claro... -. Asiento, con desgana. Miro algo escéptica lo que hace, arrodillándose, alzando una ceja-. Tú también, a lo tuyo, eh...

A esta le dan mucho por detrás y está practicando, o algo. Si ya creía yo que las escogían especialitas.

Pero bueno... Yo a lo mío. A lavarme, claro, que lo de las pompitas y toda diversión se ha terminado. Matasueños...
Y no es hasta un rato después cuando ella vuelve a hacerse notar. Se resbala, no sé cómo, y acaba con todas las tetas en el suelo. Frikka uno, guarrillas pechugonas... mucho.

Dejo ir una risilla, burlona, asomándome a la bañera, mirándola entretenida.

-Mira cómo te has puesto. ¿No te han dado algo más cómodo que un cepillo? -. A ti sí que se te cepillan-. ¿Eres la novata o qué? Además, tú no eres de por aquí, y todos suelen ser de por aquí, eh...

Muy perspicaz, Fri.

La novata. Cómo no.
Ensancho la sonrisa, burlona. Si es con novatos, no voy a ser yo aquí la única que no se ría. Me lo merezco. Mi vida está siendo muy dura últimamente.

-¿Ya te han hecho el bukake de bienvenida? Son muy graciosos por aquí. La "ducha", lo llaman. No hay hombre o mujer del servicio que no haya pasado por ello -inquiero, burlona.

Demasiado fácil, Fifi. Demasiado fácil.

-Bueno... Nunca he estado en Lumen. Demasiada luz, ¿sabes? Yo era más de veranear en Aqua, que se está más fresco-. Ladeo la cabeza, divertida. Que no eres una guerrera se ve bastante bien, bonita. Estás fregando de rodillas-. Oh, claro. Hace falta gente para todo. Yo es que vengo de familia guerrera. Lo llevo en la sangre. Por aquí me tienen por una experta, ya. Tengo hasta algún admirador, pero tampoco lo voy aireando mucho.

Me acomodo en la bañera y me enjabono un poco el pelo, con una sonrisa ladeada.

-¿Vosotros dónde dormís, por cierto? ¿Tenéis días libres u os va más la esclavitud y asi?

Enarco la ceja. La enarco un poco más. Un poquito más...
Esta es de las que ven de puras y luego su toto sale en las guías de turismo, que me las conzco. Ahora hasta veo un lado libinidoso a su sonrisa. Con esta Gerry se tocaba, que me lo sé yo.

-Claro. Es parte de vuestro trabajo -concluyo, encogiéndome de hombros-. La obediencia, digo -añado, ensanchando la sonrisa.

Me hundo un momento hasta la nariz, soplando por ella para hacer borbujitas. Ahí, demostrando mi edad. Es bueno para el respeto.
Salgo del agua, irguiéndome un poco, sacando un brazo que gotea todo el suelo.

-Oh, toca, toca. Es herencia de madre. Piel tersa. Una gozada. Ni una crema, que eso es cosa de maricas. Todo natural.

La sonrisa que se me forma luego es un tanto más pérfida. Me paso el índice por debajo de la nariz, soltando una risilla.

-Bueno, a ver... No es para tanto. Ya sabes... Me manejo. Aquí hay gente muy fuerte. No diría que soy la mejor, claro, pero me hago notar.

Aún va a ser maja y todo. Bueno, que no me confío.

-¿Y dormís todos juntos? Dime... ¿Hay mucha bollera suelta? ¿O tenéis jefes pervertidos? Este antro es lo que pide. Tanto tiempo en un sitio, tendréis que buscar lo que necesitéis aquí dentro. Ya me entiendes, eeehm... ¿Tienes nombre, no? ¿O vais numerados?

Que si soy suave y fuerte... Eso ya lo sabía, hombre. AL final es muy básica, la chiquilla. Qué se le va a hacer. Carnaza. Fecilona para los chistes. Suerte tiene de que Gerald no ande por aquí. Aunque bueno... Es del servicio. A lo mejor esta se salvaba y tod... No, qué va.

-Aloe, eh... Yo soy Frikka Njorthbiartr. Encantada, tú.

Bueno. Esto tampoco da mucho más de sí. Al final acaba ella antes que yo. Habrase visto...

-¿Entretenida? -inquiero, pero ya se ha marchado. Miro la puerta, frunciendo el ceño. Ahora se creerá que soy yo la novata aquí-.  Ya verás tú...

Me froto el pelo, pensativa. Se me está quedando el agua fría; es hora de acabar.

No tardo demasiado más en terminar. Entonces salgo, me seco, me cepillo el pelo, me visto, y a vivir, que son dos noches. Ea.

*se va*

Dejo ir el aire entre los labios, estremeciéndome un instante, con una ligera convulsión que logro contener. Luego mantengo los ojos cerrados durante un par de segundos, sintiendo palpitaciones en el pecho, que descienden poco a poco. Cuando me relajo por completo me hundo en el agua una vez más, relajando por completo los músculos que mantenía tensos.

Me siento un poco perezosa, sexualmente hablando, últimamente. Es raro en mí, aunque no negativo. Sin embargo, cuando antes hubiese ido al pueblo "de caza", ahora me quedo aquí, tranquila. Termina resultando frustrante. Supongo que será una racha.

Terminado el baño, vacío la bañera, me seco el cuerpo y el pelo y me visto. Va siendo hora de terminar el día. Mañana he de madrugar.

*se va*

El agua templada resulta de lo más agradable. Y mi humor... Mi humor es... Es...
¡Sí, Mithos! ¡Resulta maravilloso! No quepo en mí... Todo es tan magnífico... Casi puedo recordar cada palabra de la carta de Cierzo a la perfección. Había llegado a pensar que se había olvidado de mí, que yo les daba igual y que solo me había dicho aquello para quitarme de encima. ¡O peor! Que les había pasado algo, coño. Pero con esta nueva información se me ha salido una losa de encima que jo-der...

Me hundo hasta la nariz, desplegando las orejas con deleite, y no puedo evitar que se me escape una sonrisa mientras dejo ir el aire por la nariz, en un aluvión de burbujas. Menudo relax de repente... ¡Están vivos! Pero eso solo significa que no estoy entrenando lo suficiente. ¡Tengo que moverme más! Cuando vuelvan de su viajecito los voy a aplastar. ¡No creerán que soy la misma Njorthrbiartr que dejaron cuando se fueron. Ya no temo a sus espaldas alejándose. ¡Serán ellos los que vengan detrás de mí, suplicando por mi atención. Ya casi puedo verlo.

Me pongo de pie, magnánima, todavía dentro de la bañera, y me escurro bien el pelo. Cuesta su trabajo, pero tengo una melena preciosa. Creo que es de lo único que mamá y yo nos enorgullecemos a la vez.
Salgo de la bañera, chorreando, y me acerco al espejo con sonrisa satisfecha, y las manos en las caderas. Acerco la cara al cristal, palpando las mejillas y mirándome bien, de cerca. Si es que la piel no la tengo nada mal... Y esos ojos verdes de envidiar. Fifi, si en el fondo tú...
La vista desciende, hacia el pecho, que tomo con ambas manos, alzándolo y comprimiéndolo un poco. Así hasta parece que tengo, eh. Quizás con uno de estos que juntan y levantan pues...

Cuando vuelvan verán a una Fifi mucho más poderosa y atractiva. Y entonces se arrepentirán de haberme menospreciado, eh. Ya verán. Los derrotaré muy dignamente.

Termino la revisión y me seco bien, antes de vestirme. Lo primero de todo es una buena comida. Si la grasa se me va a los sitios adecuados puedo ganar un par de puntos. Realmente Gerry me da igual. Ya casi ni lo tengo en cuenta. Es solo una cuestión de principios.

Bah.



*se va*

Primero el cepillo, después la mano, primero el cepillo, después la mano... El baño me había sentado de lujo, no estaba de más tomarse un tiempo de vez en cuando para destensar los músculos. Recorrí mis mejillas con el suave y delicado tacto de mis yemas, una textura así no se conseguía en unas semanas. Era el trabajo labrado durante años con la bendita terracota extraída de los límites entre la superficie y el agujero de Hummus: hidratante, antiarrugas, exfoliante, antimanchas, reafirmante... Por no hablar de su capacidad regenerativa anticelulítica, pero desde luego eso era algo de lo que no tenía que preocuparme. Tenía un bote de tamaño mediano; era de cristal puro y lo había comprado recientemente en el pueblo cercano al palacio. Comencé a esparcirlo con movimiento circulares pro toda la cara, con mucha delicadeza y sin abusar de la cantidad. Aproveché también para aplicarlo sobre la ya casi indistinguible cicatriz que tenía en el brazo, recuerdo de aquella misión con la flamma esa, pero no por mucho tiempo.

Mientras esperaba a que hiciera su efecto regenerativo -tampoco se podía abusar del tiempo, era recomendable tenerlo puesto unos cuarenta y cinco minutos-, continúe peinando mi pelo y, posteriormente, cortando y limando mis uñas: era necesaria una perfecta simetría.

Ya pude entonces aclararme la cara y ponerme el mono de pierna y brazo corto, muy fino y ligero, de color azul turquesa, semitransparente. Me volví a mirar al espejo, sonreí; me apetecía algo nuevo. Con mis delicados dedos entrelacé mi pelo en tres grandes mechones, formando entonces una perfecta trenza -también perfectamente simétrica- que me llegaba hasta casi la mitad de la espalda; no me había dado cuenta de lo mucho que me había crecido el pelo. Avancé hacia la puerta para salir de los baños, no sin antes volver a sonreírme en el espejo.

*Se va*