Baños de las chicas

Enarco las cejas, no sin sorpresa, al ver cómo el cachorro se lanza dentro, y dejo ir una risa animada. Enseguida me veo atacada, claro.
Echo un vistazo a la madre vulpus, que bien que no tiene orejas para escuchar mis preguntas, que bien que me ha ignorado, pero a él lo escucha. Será oído selectivo de ese. También llevo una racha que joder…

-Tranquila -. Le hago un gesto, alzando el pulgar en señal de aprobación, en lo que Vilo se me echa encima-. Me recuerda a mi hermano Armod –comento, con una risilla maliciosa-. Vas a dejar el agua hecha una mierda, eh, bichejo.

No obstante hundo las manos en su pelo mojado como si nada. Más barro he comido yo de cría… Y lo que no es barro, supongo, que aún tengo recuerdos de tener lombrices en la boca. Tardé en entender que a Armod solo le hacía gracia verme.

Qué asco, Mithos. Con lo mal que huelen luego. Desde luego, no hacía una cosa así desde hace años. Pero gracioso es un rato, eso sí.

La miro un momento, dudando. Desde luego que no parece importarle. Pero aún así...

-Lo siento -me veo obligada a decir-. Es incontrolable. Va a acabar conmigo.

Y lo emocionado que está. Antes de que pueda pararlo, ya está prácticamente sobre ella, limpiándole él mismo la cara. Al final consigo agarrarlo.

-Bueno, ya está bien, ¿no? -le digo-. Yo creo que ya le has estropeado lo suficiente el baño.

Trato de sacarlo, y la verdad es que entre lo que pesa y lo que se retuerce, no es fácil. Y, por supuesto, en cuanto da con el suelo se me sacude encima. Pero este ¿de dónde ha sacado toda esa energía hoy?

Tomo un bote de jabón. Mojado ya está, así que podemos pasar a lo siguiente.

-Normalmente lo baño ahí, que es lo más fácil, pero tampoco es cuestión de llenar de barro a la gente -comento-. Deberías cambiar el agua.

Dejo ir una risilla y niego.

-Tengo cuatro hermanos mayores, ¿sabes? -. La miro, risueña. Ver a Fenris me ha venido muy bien, la verdad. Me siento más reconciliada con el hogar, ahora-. Esto no es nada. Como mucho equivale a uno.

A un Armod, bueno, porque Jord era como un cuarto de persona. Creo que lo he visto más dormido que despierto, la verdad. Pero también es una persona especial, en su caso.

Alzo las cejas, y me apresuro a levantarme, negando un poco.

-¡Ah! ¡Mierda, joder! Claro… Lo siento, ahora salgo -. Quito el tapón, dejando que la bañera se vaya vaciando, y salgo. La verdad es que mojo lo mismo que él, diría. Me estremezco. Así al fresco, mojada… Hace… Pues eso, fresco-. Si yo ya me aclaro y vía.

Me inclino de nuevo una vez la bañera ha terminado de vaciarse para taponarla y echar agua limpia. Y mientras tanto, cogiendo un bote de jabón, me dirijo a una de las duchas, animada, tarareando un poco incluso. Supongo que ya cerrará ella, que es la interesada.

Hoy diría que tengo un buen día. Pero de los buenos del todo.

Me sorprende mucho su buen humor, y más todavía su diligencia. Especialmente porque no tenía intención de echarla. De hecho, llega a hacerme sentir un poco mal que me ceda el puesto tan fácilmente.

-No, no, no hace falta -aclaro-. Lo decía porque te la habría llenado de barro. Ahora él ya ha montado el estropicio, no me hace más falta la bañera...

Bueno, para aclararlo, pero eso se hace bien en las duchas. Casi mejor, incluso. Maldita cría, por unas o por otras siempre consigue enervarme. Ni siquiera parece que lo haga a propósito. No siempre, al menos. En fin.

Me dedico a frotar a Vilo con fuerza, haciendo especial ahínco en dejarle bien limpias las patas. A veces me pregunto para qué, si en cuanto tenga oportunidad va a volver a rebozarse en el barro. Pero bueno, hay que intentarlo.

¿No le hace falta? La miro desde mi posición, mientras me froto el pelo para hacer espuma.

-Pero entra tú, mujer –le digo, con las cejas algo alzadas-. Aprovecha, total. Ya está caliente. ¿O no te gustan los baños?

Abro el agua un momento y me aclaro, cerrando los ojos. La verdad es que el agua caliente es un gusto. Relaja la hostia. Y es muy agradable. Sobre todo ahora que hace fresquete fuera.

-¿Has ido a las termas? –inquiero, alzando la voz para que le llegue clara-. Siempre me digo que iré, pero luego me da pereza. Estar en agua caliente cuando hace frío es una delicia, pero luego salir jode la hostia.

Río un momento, negando para mí misma. Claro, desde aquí no me ve. Entonces cierro el agua y salgo, escurriéndome antes el pelo. Enseguida he conseguido una toalla limpia y me estoy secando un poco.

No sé qué me da esta actitud, pero no es buena espina. Aún así, no replico. Por algún motivo, no me gusta ese entusiasmo que tiene hoy, pero no seré yo quien se lo quité. Sigue siendo más desagradable cuando viene a intentar molestar.

Siguiendo su consejo, me meto con Vilo en la bañera. La verdad es que el agua es muy agradable, pero con el pequeño no tengo nunca tiempo para relajarme en condiciones. La verdad es que da mucho trabajo.

Dejo el agua correr, de forma que no se estanque, mientras lo aclaro, y luego me apoyo en el borde de la bañera, con un suspiro cansado. Parece que los efluvios del agua han calmado un poco a Vilo, que se limita a apoyar la cabeza en el borde, con aire cansado. Ya era hora.

Niego a la pregunta de Frikka.

-Creo que no he ido nunca -respondo-. Tengo más presente la idea del frío al salir que la de lo agradable que sería entrar.

Los miro un momento, a medio secar. Su respuesta no es muy reveladora, la verdad, aunque tampoco es que ella sea aquí la mujer más festiva que he conocido. Parece vivir en un halo de mediocridad constante. Ni sonríe ni grita. Es como... No sé. Es algo sosa, pero tampoco es que eso sea aquí un pecado. Quizás demasiado seria.

Asiento, añadiendo una especie de sonido no articulado que da a entender mi afirmación, mientras me seco el pelo, que es lo que queda.

-Sí, bueno. Eso he dicho –murmuro, sin mucho entusiasmo-. Pero con calor no es lo mismo, claro-. Me encojo de hombros, con sencillez-. Tampoco es que sea algo relevante…

Comienzo a vestirme. Me siento una mujer nueva. Ahora mismo podría incluso tener una agradable conversación con mi madre. ¡Incluso eso!
Bueno, quizás me estoy tirando un poco del carro, pero la idea se entiende.

-Bueno, disfrutad del baño. Ya nos veremos, eh. Buenas noches, Vilo -. Arrugo la frente, contrariada-. Bueno, a los dos, claro.

Y tras un resoplido risueño me estiro y, entonces sí, dejo el baño. Algo más habrá para hacer por aquí…

*se va*

No tarda mucho más en irse. Mejor. Me apetece un rato de silencio, y con ella alrededor es imposible. Aunque Vilo tampoco lo pone fácil... Al menos ahora parece que se ha calmado un poquito. Que ya tocaba. Cuando la otra ya se ha ido, acabo por acercarme al cachorro, aprovechando que parece más calmado para darle unos mimos y terminar de aclararlo.

Después de un momento de caricias y abrazos, me dispongo a lavarme yo. No tardo mucho. No soy muy de pasarme la vida preocupada por la higiene. Lo que quiero es estar cómoda, después de todo.

Una vez estoy lista, ambos salimos. Seco a Vilo con una toalla y cojo otra para mí. Una vez estoy vestida y he limpiado un poco el estropicio de este energúmeno, salimos hacia el comedor. Seguro que tiene hambre, y así pasamos el tiempo hasta que esté seco. Cansarlo, creo que lo he conseguido.

*Se van*

Tras pasar un rato en los entrenamientos practicando con las replicas del duende, me dirigí a los baños, cargada con una toalla y con el pijama, todavía con restos de sudor en la piel. Desde hacía unos meses mi horario había ido cambiando, acomodándose al de mis compañeros no caeruleus: así, ahora solía aprovechar la tarde y acostarme bastante temprano, antes de que amaneciese. Como consecuencia, también me despertaba más temprano que antes, así que normalmente al llegar la noche estaba ya algo cansada y no podía reprimir algunos bostezos, como ahora.

Mi plan, por eso mismo, era darme una ducha rápida e irme ya directamente a dormir. Sin embargo, al entrar en los baños vi que Anna también estaba allí, en la bañera, así que supuse que me quedaría un rato hablando con ella. Esbozando una sonrisa, la saludé:

—Buenas noches.

Y me acerqué a uno de los bancos y comencé a desvestirme, dejando la ropa apilada en un pequeño montón.

fdr. tetas.

Asentí suavemente, al tiempo que me giraba hacia ella, todavía con la ropa interior puesta.

—Sí. He estado practicando con la caja del duende, como la otra vez. —Ladeé un poco la cabeza hacia la derecha, sonriendo de nuevo—. ¿Tú qué has hecho hoy?

Solía ver a Anna con bastante frecuencia gracias a los entrenamientos que realizábamos juntas, pero sabía bastante poco de ella; no era muy habladora, o tal vez fuese yo, que no solía preguntar.

Terminé de desvestirme y, tras dudar un instante, me acerqué a la bañera, mirando antes de entrar a Anna, preguntándole con los ojos si le molestaba que entrase. Después, lentamente, entré, no pudiendo evitar un escalofrío al entrar mi piel en contacto con el agua.
Suspiré, dejándome escurrir hasta que el agua me cubrió hasta las clavículas.

—Yo tampoco había visto nunca una tan grande. —Le sonreí. Me había puesto a su derecha, dejando un cierto espacio entre ambas—. Aunque tampoco la utilizo mucho; prefiero las duchas.

En silencio, escuchaba a Anna con atención, mirándola, sonriente. No tenía muy claro qué era lo de siempre, pero por algún motivo me la imaginaba tejiendo, o confeccionando algo; no en vano, eso era lo que hacía, así que probablemente fuese lo de siempre.

—¿Haces vestidos? —pregunté, ensanchando la sonrisa—. Seguro que te quedó muy chulo... Y sobre la coraza... Ya te dije que no tenías que hacer nada en especial; te ayudo porque quiero. —Ladeé la cabeza hacia la derecha—. Pero gracias.

Observé la colección de champús y jabones, curiosa. Tras decantarme por uno, los cogí, y comencé a extenderme jabón por los brazos, sin dejar de escuchar a Anna.

—Claro que mereces relajarte —respondí, seria, quizá con cierta dureza. La miré de nuevo—. Estás entrenando, y además haces corazas para Brontë. —Sonreí—. No digas tonterías.

Alcé un poco las cejas, sorprendida, al escuchar sus palabras. A pesar de que fuese costurera, nunca se me había ocurrido que la ropa que llevaba la hiciese ella, aunque tuviese todo el sentido del mundo.

—Vaya. —Sonreí—. Pues son muy bonitos. Algún día te pediré uno. —Ensanché la sonrisa.

Luego me aclaré la espuma que había formado en los brazos, y después, tras mojarme el pelo, y tras escoger el champú, comencé a lavármelo, sin dejar prestar atención a Anna.

—Jo, pues muchas gracias. —Con las manos en la cabeza, me giré para sonreírle—. No era necesario.

Ensanché la sonrisa, y seguí frotándome la cabeza unos minutos más, antes de deshacerme de la espuma con agua. Luego, volví a repetir la operación.

—Pues he estado leyendo, y poco más. —Me encogí de hombros, todavía con la espuma en la cabeza—. Últimamente apenas me encuentro con nadie, pero bueno. Está bien.

Sonreí.

Mientras me aclaraba el pelo, escuchaba a Anna, mirándola de vez en cuando, sonriendo. No obstante, noté cómo, en un momento, mi sonrisa se borró un poco, frunciendo yo el ceño, un poco confusa, o sorprendida, porque así como no había imaginado que Anna se hiciese su propia ropa, tampoco había imaginado que hubiese pensado y dibujado diseños que me pudiesen quedar bien. Al final, sin embargo, acabé recuperando la sonrisa, y la miré, agradecida, amable.

—Entonces me gustaría verlos algún día, si puede ser, claro... O sea... Si quieres y tal. —Me encogí de hombros; ya había terminado de aclararme el pelo, y ahora me caía sobre los hombros, húmedo y limpio—. Y no suelas obsesionada, solo que... No estoy acostumbrada a que me digan esas cosas. Pero en tu caso es normal: eres costurera, es normal que pienses en diseños.

Me puse en pie, aún dentro de la bañera, estirándome. Luego salí, me acerqué al banco en el que había dejado las cosas y me cubrí con la toalla. Envuelta en ella, me acerqué de nuevo a la bañera.

—Leo libros de cuentos —murmuré. Me llevé una mano a la nuca, manteniendo la toalla sujeta con la otra—. Suena un poco infantil, pero me gustan mucho. —La miré—. Si quieres volver a leer algo, deberías pasarte por la biblioteca: hay un montón de libros. Aunque supongo que es más interesante hacer ropa.

El encontrar el otro día a Rick en los establos me ha hecho plantearme que quizás deba pasar más tiempo allí. Y, como no me he visto con ánimo de entrenar a lo largo del día, he concluido que sería buena idea pasarlo con Telma y Vilo. De paso, cuando va llegando la hora de dejarlos, me ahorro complicaciones. Ya he avisado, como la otra vez, a miembros del servicio de que Vilo estará en los establos. Prefiero evitar problemas luego, aunque sé que ellos se lo toman bien. Así que allí los he dejado hace un momento.

Ya sola y en el baño, aprovecho para darme una buena ducha antes de quedar. No pienso hacer de esto una ocasión increíble, pero no se me olvida que Rick sí lo espera con impaciencia. Decido, pues, que no pasa nada por que me moleste un poco en arreglarme, aunque sea mínimamente. Como si eso fuera a cambiar algo, en realidad. Pero no me parece mala compensación por la poca atención que le he prestado al día de hoy. No me parece que haya nada que celebrar, pero tampoco veo motivos para oponerme o estropearlo.

Así pues, tras la ducha me dispongo a arreglarme. El pelo me cae suelto por la espalda, húmedo, pero no tengo mayores problemas para secarlo con un batzall. Es una cuestión de ahorrar tiempo. Me pongo un pantalón ajustado, como siempre, aunque me he preocupado de escoger uno que tenga un aspecto más o menos nuevo. Es de un color oscuro indefinido, tan cómodo que calculo que no tardará en perder ese aspecto de falta de uso.

Me peino entonces, aunque realmente no hay mucho que se pueda hacer con mi pelo. Me preocupe por él o no, va a seguir igual de tieso y sin forma. Ya está demasiado largo desde hace tiempo, pero no puedo permitirme el cortármelo. Es demasiado peligroso. Decido, por una vez, recogerlo en una trenza. No resulta difícil hacerla con un pelo así, y supone recortar un poco la longitud de la melena. No es un peinado que utilice a menudo (por no decir casi nunca), así que le da un toque diferente.

Por último, me visto la blusa azul pálido, algo más formal que las camisas que me pongo para trabajar, aunque sigue sin llamar la atención por ello. Al final, poco importa ese detalle, porque con este frío no tengo más opción que ponerme por encima un buen jersey que solo deja visible el cuello de la misma. Claro que eso es lo último que me pondré, incluso después de haberme calzado, ya por los pasillos. No me apetece asarme de calor antes de salir al frío. He
quedado con Rick en la entrada, así que allí me dirijo.

*Se va*

En cuanto entro en el baño siento el vapor. Está ocupado.
Alzo las cejas cuando mi mirada se cruza con la chica chrysos, Anna, que está dentro de la bañera. Parece que sigue aquí.
Eso sí es una sorpresa.

-Buenas noches -la saludo, acercándome a uno de los bancos y comenzando a desvestirme, dándole la espalda.

Echo un vistazo rápido a su ropa, doblada. Muy pulcra, por lo menos.
La miro de reojo un momento. Luego me dirijo hacia las duchas.

-¿Cómo va todo? -llego a preguntar, de camino.

Muy observadora. Aunque parece arrepentirse de sus propias preguntas, de sus propias palabras. Es evidente que no está muy cómoda conmigo. Supongo que no se lo he puesto fácil. Diría que no acostumbro a hacerlo, y que no me ha demostrado nada, pero también mi humor ahora es mejor que cuando me fui y que cuando la conocí.

-Sí, he estado de viaje -admito, deteniéndome antes de entrar en la ducha, mirándola seria-. Ha sido productivo, de modo que estoy satisfecha. ¿Y tu? Dices que te adaptas. ¿Has entrenado mucho en este tiempo? -inquiero. Sé que le podría sonar a ataque de nuevo, pero pero hay un tono más dócil en mi voz que las otras veces.

La miro, esperando su respuesta. Y espero que no tarde. Hace frío.

No parece muy convencida con la respuesta, pero entonces murmura algo de hacer corazas y alzo las cejas.

-¿Te importa si entro contigo en la bañera? -termino preguntando.

Bueno, es solo curiosidad. Por lo que obtuve en Ignis.

*fin de escena*