Baños de las chicas

Parece interesada, realmente, en estar hecha de trozos de razas. Vaya chica más rara. Aunque, sí, he acabado por sentir más mía mi parte piscis que rechazarla. Algunos me miran así medio mal, pero me sopla la polla, hablando en plata. Ser única y auténtica... Eso sí que es la hostia.

Me acerco para ver bien sus orejas y termino por asentir. Estoy harta de verlas y creo que tiene razón, son diferentes. Aunque yo no soy un buen ejemplo para hablar de orejas, si bien las mías, a primera vista, diría que son normales, ni siquiera más cortas.

-Creo que lo veo -murmuro, socarrona. Me está poniendo de buen humor. Si con cada tormenta viene una de estas, bienvenidas sean-. ¿Y unas alas a la espalda o algún secreto más?

Generación espontánea en Fulmen. Vale. Lo pillo. No se puede sacar mucho más de eso.

-Yo nada especial... Lo único que no entiendo es cómo mi padre aguantó tantos años a la piscis que tengo por madre, pero debe de ser muy buena en la cama, porque soy la quinta -me burlo, socarrona.

Qué mal gusto, Fifi... Hablar así de tus padres no está bien. Cómo se nota que ya sabes que están todos a salvo.

Me aclaro el pelo y me estiro. Creo que saldré pronto.

Asintió, convencida. Claro que lo veía. Era una chica de buena vista, eso era algo más que evidente. Una auténtica experta en el asunto, solo había que ver sus orejas, totalmente caeruleicas, para saber que alguien como ella entendería perfectamente aquel pequeño matiz que a tantos otros pasaba desapercibido.

Carraspeó, con orgullo.

-Plumas no me han dejado ni una -replicó, con cierta tristeza. Mostró la mano derecha, adquiriendo al hablar un tono de nuevo orgulloso-. Pero apuesto a que no has visto unas uñas de esta calidad en nadie que no fuera un aether de pura raza -. Hizo un gesto, quitándole importancia-. Y espero no tener que mencionar mi altura, por supuesto...

La observó con infinito interés. Sonaba bien aquello. Lo de un padre y una madre insoportable, de razas definidas, y cuatro hermanos mayores. Aunque Ben llevaba muy bien su generación espontánea, había tenido casi dos décadas para acostumbrarse a ella.

Soltó un silbido de admiración.

-Una mujer cumplidora -comentó, con un tono de absoluto respeto-. Y una buena prole de mestizos. Sí, así es como debe ser.

Miró de reojo uno de los botes de jabón, sin mucho convencimiento. Quizá la próxima vez.

Me acerco a su mano para mirar sus uñas. Le doy unos toquecitos con las mías propias, comprobando el material y luego asiento, con reconocimiento. Desde luego, se ha llevado un recuerdo de cada uno. Menos de claritas, que sigo sin verle el parecido. Y que no me venga con que son las orejas, que no, eh. Una de cada raza.

Me pongo en pie enseguida, a su mención de la altura, rompiendo la superficie del agua y salpicando sin que me importe un cojón. Me cruzo de brazos y la invito, desafiante, a que me imite. Que no he podio verla ve pie.

-Veamos esa altura -reto, clavándole las pupilas.

Y en cuanto a mis padres, me encojo de hombros. Poca queja tengo. En el fondo los quiero mucho a los dos. Solo que ella no se soporta ni a sí misma. Y lo mismo por los imbéciles a los que tengo por hermanos, que son cada uno más encantador que el anterior. Una verdadera familia de tocapelotas.

Acabó por apartar la vista del jabón en el momento en que su compañera se levantó. Sonrió, divertida y segura, e hizo lo propio, cruzándose de brazos ante ella. No hizo el menor amago de encogerse, ni nada similar. Muchos podían decir que cualquier persona podía tener esa altura. Claro, gente que no comprendía la sutileza de sus más antiguas herencias. Ella y solo ella sabía la verdad.

Además, el ponerse en pie, desnuda, dejaba aún más de manifiesto el resto de sus rasgos. El pelo corto, con el flequillo justo sobre los ojos y la punta de las orejas asomando, junto con aquella piel escamosa y pálida. Era el cuadro de Mithos, desde luego. Nunca había conocido a nadie tan completo como ella, y eso que en la ciudad lo había buscado.

-¿Qué te parece? -preguntó, con orgullo-. Podría ser algo menos sutil, pero es evidente que hay un rasgo. Si no tuviera ningún antepasado parvus, ¿de dónde iba a haber sacado una altura tan corta? Cualquiera de las otras razas podría haberme hecho mucho más alta. La influencia es evidente.

Por supuesto que lo era.

Primero sonrío con energía, pero entonces se levanta. Y sonrío con energía. Hasta que se yergue por completo, hasta que se estira. Y poco a poco se me va la energía. Y después de eso se me va la sonrisa, también. Y solo quedo yo, ridícula, de pie frente a ella.

-Yo no tengo ningún antepasado parvus -murmuro, con voz repentinamente monocorde y los párpados medio cerrados, poniendo mala cara.

Es más alta que yo. No mucho, todo ha de ser dicho, pero vamos... Como poco somos iguales. Y bueno..., ya no menciono sus tetas que no son las de una fulana, pero ni en eso la igualo.
Sí, sin duda diría que me saca un centimetrillo o dos. Sangre de parvus su puta madre.

Salgo del agua, malhumorada, y me pongo a secarme enseguida, dándole la espalda. Vaya final más triste para un encuentro tan agradable. Será puta.

-No pasa nada porque no tengas sangre de todas las razas -murmuro, a medio secar, sin volverme-. Así ya sabes con quién debes tener hijos.

Ben se encogió de hombros, con total naturalidad.

-O sí -sugirió, sonriendo-. ¿Quién sabe? Me pregunto hasta qué generación tienes noticias de tu ascendencia. Piénsalo.

Aunque Frikka no parecía en absoluto convencida por sus argumentos, Ben no se dejó amilanar. Se sentó en el borde de la bañera, mirando hacia ella. Alzó las cejas, sorprendida. ¿Pero de qué estaba hablando? ¿A qué venía aquel comentario?

-¡Pero es que la tengo! -protestó, convencida-. Y un olfato envidiable. También parvus, por cierto. No en todo se puede destacar, siempre va a haber unas que se noten más que otras. Pero soy una hija del mundo, y el mundo es el mundo entero.

Anda, que iban a ir a decirle a ella, nacida por generación espontánea, de qué razas tenía genes y de cuáles no. La gente infravaloraba aquellas herencias con mucha facilidad.

Soltó una nueva carcajada.

-Sí, hijos -replicó, divertida-. A que se mueran de hambre. Pobres infelices, anda que estoy yo para hijos. ¿Hay guardería en este sitio?

Niego reiteradas veces, tajante, mirándola de nuevo. He dicho que no y es no, cojones. Mi padre es caeruleus de pura cepa y mi madre... Bueno, creo que hubo un flamma hace un pare de generaciones, pero no se le nota a ella y menos a mí. ¡Pero parvus y una mierda, señorita!

-Tendrás sangre de lo que digas, pero esa altura es perfectamente normal en alguien de tu raza, así que no me vengas con que eres baja por eso -gruño, como zanjando el tema-. Pero si me dices lo del olfato, pues te creo.

Y una mierda de sangre parvus. Pero si le digo eso a lo mejor se calla y deja de llamarme enana por la cara.

-¿Y de claritas qué? -inquiero, poniéndome las bragas.

A ver qué dices a eso, pequeña parvus.

-Nadie te ha dicho que los tengas ahora -. Recupero una sutil sonrisa, poniéndome la camisa limpia-. Los críos son un engorro.

Ben rotó los ojos. Vaya, qué decepción. Al final iba a ser lo de siempre, ¿no? La gente parecía de pronto hacerse una experta en herencia genética cuando la conocía. Todo el mundo tenía mucho que opinar. Tonterías. La gente no tenía ni idea. Se limitó a hacer un gesto, quitándole importancia. Mejor no discutir. Ella sabía la verdad, el mundo podía pensar lo que quisiera.

Frunció el ceño, ladeando la cabeza, sin embargo, cuando la otra volvió a la carga. ¿Y aquello a qué venía?

-¡Pero si ya te lo he dicho! -replicó. Qué falta de memoria.

Asintió solemnemente ante el comentario de la chica. Absolutamente cierto.

-Yo ya tengo bastante de qué preocuparme por mí solita -declaró, señalándose con el pulgar.

Extendió un pie hasta el tapón y lo quitó. Total, el agua ya estaba fría. Salió de un salto de la bañera, encantada con el invento, e imitó a Frikka, tomando una toalla. Era suave, grande y cálida. La olió. Parecía nueva. Se envolvió en ella con expresión de absoluta felicidad.

-¿De verdad que aquí está todo el mundo por la cara? -No acababa de creérselo.

Está un poco loca, la chica, pero bueno... Peor podía ser. Parece que quitando el tema de la orgía que se montó su madre, todo lo demás está bastante bien. Ya sé de qué no hablar, o de qué hablar para tocarle la moral. Pero creo que podremos llegar a llevarnos bien. A lo mejor, si se lo gana, hasta le presento a Gerry. Aunque eso no sé si sería hacerle un favor o o contrario. Mejor que lo conozca sola...

Termino de vestirme y la miro, con una sonrisa de lado. Yo no diría que por la cara.

-Hay que mover un poco el culo a cambio, ya sabes... Si hay enemigos, luchar, salir de misión o, por lo menos, no molestar... Por lo demás, creo que la idea es esa, más o menos -. Asiento, pasándome el pulgar por la punta de la nariz, satisfecha, empezando a secarme el pelo con la toalla.

Ben se frotó sin mucho entusiasmo con la toalla (estaba más interesada en lo suave que era que en lo bien que secara) y luego la dejó hecha un gurruño. Se dirigió entonces al zurrón y sacó una de sus mudas. De cualquier manera, guardó la ropa del suelo en el zurrón y volvió a ponerse sus únicos pantalones.

Asintió, despreocupada.

-Sí, bueno, pero normalmente dan bastante menos que esto por mover un poco el culo -replicó, alegre.

Se estiró, sintiéndose renovada después de aquel glorioso baño.

-Bueno, me enseñarás un poco esto, ¿eh, veterana? -sugirió, con una gran sonrisa.

Asiento, coincidiendo con ella.

-Supongo que es el sueldo que nos merecemos por poner nuestra vida en peligro, que a lo mismo mañana morimos todos -bromeo, aunque no tiene ni puta gracia la bromita. Que la última vez casi palmo de verdad y me cagué en la puta un buen rato-. Pero sí, vamos, que la noche es joven y hay mucho que ver.

Recojo mi ropa sucia y la invito con un gesto, pensativa. Lo mejor es que pregunte.

-¿Quieres comer primero? ¿O te apetece más...?

*se van*

Caminar sin muleta es más complicado de lo que me gusta admitir, pero menos de lo que esperaba. Voy bastante bien. Solo renqueo un poco, y puedo disimularlo. Y Massen, apagada, tampoco fuerza mi marcha.

Entramos en el baño, yo primero y ella detrás, y espero a que esté dentro para cerrar la puerta. Está vacío. Magnífico.

-Siéntate -le indico, sin dureza, indicándole un banco.

La acompaño y me siento a su lado. Con suavidad y manos ágiles, aunque no tanto como cuando ella lo hace, comienzo a deshacer la primera de sus trenzas. Es un proceso lento, lleva un peinado complicado, pero será más cómodo para que se lave el pelo. Además, de alguna forma me recuerda mi pelo largo... Es agradable sentir los mechones, que parecen infinitos, con las manos.
Trabajo un buen rato, en silencio, procurando hacerlo lo más relajantemente posible, evitando tirones. Diría, incluso, que con cariño. Cuando acabo, habiendo tardado más de lo esperado, me pongo en pie, ayudándome de la mano para que la pierna no me falle.

-Desvístete-pido esta vez, bajando el tono, procurando sonar amable, aunque creo que no termino de conseguirlo. Siempre me acabo sintiendo algo seca.

Mientras tanto, voy a abrir el agua, dejando que fluya, humeante, tras haber taponado la bañera. Regreso junto a ella para desvestirme yo misma mientras el agua fluye.

La seguí con paso lento, sin prestar demasiada atención a por dónde pasábamos. Sí me di cuenta de que entrábamos en el baño, y me senté cuando ella lo dijo, sin mediar palabra, con el mismo gesto. Tampoco opuse resistencia cuando empezó a deshacerme las trenzas, quedándome quieta, dócil, sintiendo el tacto relajante de sus dedos en mi pelo.

Después de un tiempo, cuando hubo terminado, se alejó, y de nuevo obedecí a su orden. Despacio, sin cambiar el gesto, me puse en pie y me fui quitando lentamente la ropa, la camiseta, el pantalón, la ropa interior. En otra ocasión habría tenido más cuidado de ella, pero en aquel momento simplemente la dejé caer suavemente en el banco, sin preocuparme de doblarla. De fondo, oía el agua de la bañera, y podía empezar a sentir, poco a poco, el vapor en el aire.

Lentamente, me volví hacia la bañera. Independientemente de mi estado, siempre resultaba atrayente. Más que la cama. No llegué a entrar, pero sí me acerqué hasta el agua, mirando en silencio cómo salía con fuerza de los grifos y se estrellaba contra la que ya había caído. Era casi como un arrullo.

Termino de desnudarme y acomodo un poco su ropa mientras la veo acercarse al agua. Parece que, por lo menos, responde a ese estímulo. Es un alivio. He de quitarme la venda, incluso. Si quiero entrar en el agua, es necesario. La herida ya está cerrada, de todas formas, pero el aspecto de la pierna no es uno que me gusta mostrar todavía. No obstante, dudo que le importe mi costra.
Tras dejarlo todo en orden, la sigo, acariciando su cabeza un instante esbozando una sonrisa que, obviamente, no la reconfortará. Sigo pensando que se me dan mal estas cosas. No tengo claro si debería decir algo, pero mi estilo es más estarme callada, así que al final no digo nada. Tampoco creo tener nada importante que decirle.

-Vamos -murmuro, entrando primero.

El agua caliente escuece en la herida. Es la primera vez que me baño a esta temperatura desde que pasó. Pero a ella la reconfortará.
Cierro los grifos cuando la bañera se llena. Una vez Massen está dentro, el agua sube, desplazada por su volumen. Por mi parte, tomo un bote de jabón y me froto el cuerpo, mientras espero a que se haga al agua, viendo sus reacciones.

Tras una breve espera, tomo una de las esponjas nuevas que hay en el baño, y echo jabón en ella. Me acerco a Massen y comienzo a frotarle la espalda con suavidad. Y ha de saber que no hago esto por cualquiera.

Cuando se dirigió a mí de nuevo, reaccioné por fin y me metí despacio en la bañera. En el momento en que mi pie tocó el agua, parpadeé un momento, como si el sentir la humedad en contacto con mi piel fuera algo inesperado. A partir de ese momento, aceleré un poco la velocidad de mis movimientos y, rápida, me metí en el agua, acurrucándome. Casi sin controlarlo yo, las membranas de los pies y las manos se desplegaron.

Me quedé un momento así, mirando fijamente el agua, que ondulaba un poco. Extendí una mano y la moví lentamente bajo el agua, sintiendo cómo las membranas atrapaban el líquido allá por donde pasaban. Era como una caricia, y resultaba agradable.

Me volví un poco hacia Alehyss cuando la sentí acercarse, pero no opuse ninguna resistencia a que comenzara a lavarme. De nuevo, desvié la vista de ella, clavándola de nuevo en el agua. Bien pensado, aquello era un poco incómodo.

Extendí ambas manos, formando con ellas una cuenca, y recogí un poco de agua con ellas. Tras mirar el agua fijamente un momento, me la llevé a la cara para lavarme un poco. Como en un respingo, se me extendieron un poco las membranas de las orejas. Me froté un momento la cara, encontrando así todos aquellos pegotes que ni siquiera había notado. Probablemente, tenía marcas de saliva y lágrimas por toda la cara.

Me froté los ojos, que me picaban, mientras soltaba una mezcla de sollozo y suspiro. De todas formas, no iba a llorar. Estaba bien. Estable, al menos.

Tras terminar con su espalda, le tiendo la esponja, echándole antes un poco más de jabón.

-¿Te encargas del resto del cuerpo? -inquiero, con tono dócil, casi como si estuviese ofreciéndome a hacerlo yo misma, tratando, de alguna forma, de que termine por salir de ella.

Si no quiere, tampoco es importante. Pero sería incómodo tener que indagar en todo su cuerpo con una esponja, en frío, como si fuese una persona impedida. Todavía le tengo un poco de respeto a su cuerpo.
Me dedico a enjabonarme el pelo, esta vez, centrándome en quitar mi propia suciedad. Una vez me he aclarado, la invito a sumergirse un poco para que se moje el pelo y poder hacer lo mismo con ella. Creo que jamás había hecho nada así con ninguna chica. Lo he hecho con algún hombre, pero no tenía el mismo tipo de encanto. Fue más incómodo.

-Tienes un pelo muy bonito -comento, mientras lo enjabono, deslizando los dedos por los mechones, con cuidado de no enredarme en ningún nudo y hacerle daño al tirar. Ya se lo he dicho antes, pero está bien, de todas formas. Froto un buen rato, siempre con suavidad, hasta que sale suficiente espuma-. Venga, aclárate -murmuro, dócil

FdR- Mamá Ale.

Me giré cuando habló, tomando con cierta inseguridad la esponja, y comencé a frotarme sin demasiada energía. En otra situación, hubiese sido bastante más escrupulosa, pero en aquel momento estaba más preocupada por lo agradable que fuera el contacto de la esponja que por la higiene que me proporcionara. Probablemente también tenía relación con el hecho de que, normalmente, no usaba esponja.

Cuando, no mucho después, me di por satisfecha, dejé la esponja en el borde de la bañera y comencé a echarme agua por encima de los hombros. También, de nuevo, me froté la cara con algo más de energía, revitalizándome poco a poco. Incluso llegué a acercarme al jabón para coger un poco y lavarme mejor la cara.

Después, Alehyss me instó a mojarme el pelo, que en su mayoría estaba ya empapado, y aproveché para sumergirme entera debajo del agua, sintiendo una agradable sensación al hacerlo. Luego dejé que me lo lavara.

Esbocé una sonrisa ausente.

-Tú también -respondí, con voz débil, de nuevo encogida-. Y está creciendo rápido.

De nuevo, me sumergí por completo en el agua, acariciando un poco el pelo, facilitando que saliera el jabón. El agua estaría fría pronto, pero allí dentro me sentía algo reconfortada.

Esbozo una sonrisa, haciendo un leve asentimiento, agradeciendo así su comentario, llevándome una mano al pelo. Es más cómodo de lavar, y en general, eso no puedo negarlo. Y resalta mi cuello.

-Cuando lo tienes tan corto se nota enseguida -coincido.

No tardo demasiado en salir, dejando que Massen disfrute un rato más del agua. Procedo a secarme con calma, el torso, entre los dedos, el pelo, poniendo especial cuidado al rondar la herida de la pierna, ahora desagradablemente reblandecida. Luego me ato la toalla alrededor del cuerpo, para cubrirme del frío, pues hace años que perdí el pudor.
Me acerco, finalmente, a la bañera, portando una toalla limpia para ella.

-¿Sales ya o quieres quedarte un poco más? -inquiero, siempre dócil, seria, pero sin endurecer por ello mi gesto.

Estoy dispuesta a esperar un rato más, si no quiere salir todavía.

Incluso cuando ella ya había salido, yo me quedé un poco más en el agua, casi diría que jugando. Tenía continuamente la sensación de que se me quedaba la cara seca y tirante, así que, de vez en cuando, seguía el impulso de mojarla de nuevo. En cuanto al pelo, lo ignoré absolutamente, raro en mí.

Después de un rato, Alehyss se acercó de nuevo. La miré un momento, dudando, y de nuevo el agua, pero al final me levanté lentamente.

-No... -murmuré, aún algo ausente-. Ya salgo.

Y, según lo decía, me escurrí un poco el pelo y me acerqué hasta el tapón, quitándolo y dejando que comenzara a irse el agua. Luego me volví hacia ella, que sostenía una toalla para mí, y tras salir de la bañera, me envolví en ella y me froté la cara, aspirando un momento por la nariz con fuerza. Me sentía algo más despierta.

Sale y asiento, cediéndole finalmente la toalla, en la que se envuelve. Tomo otra, pues, y la uso para secarle un poco el pelo. Termino por pedirle que tome asiento, pues estar de pie y sin ninguna muleta terminará por serme engorroso. Una vez tiene el pelo menos mojado, cosa difícil por su longitud, me dedico a cepillarla. La verdad es que todo esto puede parecer un esfuerzo para mí, pero es algo nuevo y tiene su punto entretenido, agradable, cálido... Me recuerda un poco a cuando mi madre me cepillaba de pequeña. ¿Cuánto tiempo habrá pasado de la última vez? Quizás más de diez años... No lo tengo muy claro.

Sujeto los mechones cada vez que doy con un nudo, para no tirarle de la raíz, y paso un buen rato alisándolo por completo, sin dejar ninguna parte desatendida; soy minuciosa, así que no me resulta complicado. Una vez he deshecho todos los nudos le sacudo un poco el pelo, desapelmazándolo. Al tenerlo húmedo, de todas formas, no le quedará bien suelto.
Froto un poco más con la toalla y le paso un peine, esta vez. Perfecto.

-Vamos a cenar algo -propongo, buscando sus ojos un momento.

No es una pregunta. La comida es más importante que el baño, aunque no tenga apetito. Y ella debe comprenderlo.

Me dejé frotar y cepillar el pelo dócilmente, sin mediar palabra. Mientras, me iba secando un poco la piel. Permanecí un momento más en silencio cuando Alehyss habló, quedándome también quieta. Me froté un momento la nariz con la toalla, encogiéndome de hombros. No tenía hambre en absoluto, pero podía comprender perfectamente que ella sí, así que, al menos, podía acompañarla.

Me vestí de nuevo y, tras dudar un instante, guardé en el bolsillo todas las pequeñas cuerditas con que me sujetaba el pelo. En cualquier caso, no iba a ponerme a trenzármelo en aquel momento. Y dudaba que lo hiciera tampoco en los días siguientes.

Tras dejar la toalla colgada, seguí a Alehyss fuera del baño.

*Se van*

Tras un nuevo día de trabajo, me dirijo al baño con intención de darme una ducha rápida. Hoy se me ha hecho especialmente tarde, me he quedado con los chicos hasta horas intempestivas. Quizá por eso tengo la sensación de estar especialmente cansada.

Así pues, cuando entro en el baño me quedo un momento en el sitio, mirando la bañera con aire pensativo. Finalmente, comienzo a desvestirme. Me lo permitiré por hoy. Estoy suficientemente cansada como para que me apetezca entretenerme un rato. Cuando ya estoy desnuda, pues, lleno la bañera.

Mientras tanto, me acerco a una de las duchas y me quito lo más grueso de la suciedad. Aprovecho también para mojarme el pelo. Cuando me doy por satisfecha, cierro el grifo y me dirijo a la bañera, en la que entro con un suspiro de cansancio.

*Se queda*

Entro en el baño, tras una jornada de esfuerzo intermedio. Un buen baño es lo segundo que mejor sienta antes de irse a dormir. Así pues, a falta de lo primero, decido venir directamente a por ello.
No tardo en ser consciente de que el baño ya está ocupado. Es la flamma a la que vi en el comedor, cuando estaba con Massen y Lyam. Es buen momento para investigar un poco. Conocer a los compañeros puede significar muchas ventajas en un momento de necesidad.

-Buenas noches -saludo, dedicándole una breve mirada, pero acercándome enseguida a uno de los bancos para empezar a desnudarme, dejando las prendas pulcramente dobladas sobre él.

No conocer a alguien representa ciertos inconvenientes en una situación como esta. En primer lugar, la posibilidad de un baño relajante se reduce bastante.

Apenas he empezado a relajarme cuando me veo interrumpida. Pues qué bien. Para un día que decido relajarme un rato y ni eso puedo. ¿Está prohibido estar cómoda en este sitio? En fin...

Esbozo una sonrisa, comedida y amable, cuando saluda. La he visto antes, si mal no recuerdo, aunque tampoco es que haya llamado mucho mi atención (¿hay alguien que llame normalmente mi atención?).

-Buenas noches -respondo, sin más.

Con un poco de suerte se irá a una de las duchas. La bañera es grande, pero da mayor sensación de tamaño cuando una está sola. Y para una vez que la reclamo...

Tomo algo de jabón en la mano y comienzo a enjabonarme el pelo. Quizá está ya demasiado largo, aunque no me apetece cortarlo. Cortarlo puede significar muchos problemas, y aunque ahora parezcan lejanos, no voy a dejarme engañar...

Le echo un breve vistazo, lo suficientemente corto como para que parezca casual, aunque la estoy evaluando. La parte de ella que puedo ver, por lo menos. No es suficiente. Aunque, por su respuesta, y por la información que tengo de ella, del día del comedor, no diría que es la persona más sociable que he visto. Sonríe, agradable. No obstante, no parece interesada en iniciar una conversación. Lo que no tengo claro es el motivo: timidez, desinterés, un mal día... Existen muchos motivos.
Sinceramente, no siento un interés extremo en evaluar su personalidad, pero sí el suficiente como para presionar un poco. Hace mucho que no conozco gente nueva.

-¿Te resulta inconveniente si entro contigo? -inquiero, templada.

Dirá que no, que adelante, por supuesto. Lo contrario sería una sorpresa, francamente.
La bañera es grande. Podremos hasta fingir que estamos ambas solas.