Baños de las chicas

Algo turbada por mis propias conclusiones, que ante su risa parecían absurdas, sentí que enrojecía levemente y asentí. Aquello tenía mucho más sentido, en realidad. Y, realmente, no la había visto fuera antes de irse, así que era factible que la hubieran sacado para mandarla de viaje. Porque daba por hecho que no había sido un viaje de turismo, y esa deducción no me parecía tan descabellada.

Miré un momento más su pierna, pero decidí dejar el tema. Tampoco era el tema más importante de conversación, y como siguiera insistiendo en lo mismo acabaría aburriéndola. Continué cepillando el pelo con dedicación.

-Bueno, hasta que llegué aquí fue todo bastante bien -respondí-. La boda estuvo muy animada, y ahora tengo una hermana un poco más cerca. Aunque tampoco es que tenga mucha relación con Inwir, pero como que nunca está de más vivir en el mismo continente que ella. Parece como que haya dejado menos abandonada a la familia.

No lo había pensado, pero me pregunté si Allie contactaría a Inwir también. Algo me decía que no, pese a que mi hermana se había tomado la molestia de viajar por todo el mundo buscándola. En cualquier caso, si eso sucedía, probablemente me lo diría.

-Luego estuve en Fulmen -expliqué-. En principio iba de turismo, por decirlo de alguna forma, pero al final la estancia fue bastante más corta de lo que esperaba. Volví a Brontë con Jun, el chico claritas que estaba conmigo en el comedor el otro día. Cuando llegué me quedé bastante impactada, aunque pronto me pusieron al corriente y me dediqué a ayudar con la reconstrucción. Pero no dejaba de inquietarme el no encontrarte por ninguna parte. Al parecer llegué un par de días después del ataque, así que lo encontré todo bastante revolucionado.

Asiento, calmada, prestando atención a su narración. Nunca he sido muy amante de las celebraciones familiares, ya en mi familia no somos demasiados, pero puedo visualizar más o menos lo que me cuenta, aunque supongo que lo que ella vivió en Aqua habrá sido incluso más ruidoso que lo que imagino. Siendo hija única, siempre me ha costado mucho imaginarme con hermanos, por lo que lo de su familia ya se me escapa.
Tampoco lo envidio.

Pienso en mis padres por un instante. Apenas los he visitado, no saben nada de mí, y menos mal. El hecho de vivir en el mismo continente hace que eso termine por hacerme sentir más irresponsable, de algún modo. Pienso antes en escribir a Heylel que a ellos.

Cuando menciona al chico, asiento, recordando la noche en el comedor.

-Es el claritas al que rescatamos de aquellos hombres -indico, como si ella no lo supiera-. ¿Por qué ha vuelto?

Se me hizo extraño verlo. No he tenido contacto con él, aunque recuerdo haberlo visto en la fiesta del jefe parvus.

Ante los comentarios de Massen sobre el ataque mi gesto se agrava un poco. Supongo que para mí todo fue más fácil de digerir porque estaba arreglado cuando llegué. No he pensado demasiado en ello. Soy algo egoísta; pienso más en mis propios problemas.

-Gerald me contó algunas cosas sobre el ataque. También pregunté a los del servicio, pero, como era de esperar, los encontré bastante evasivos -murmuro, algo desganada, pero respetuosa.

Asentí. Como esperaba, se acordaba de él. Jun había cambiado un poco desde aquel extraño rescate, pero Alehyss tenía buena memoria. De hecho, yo misma no había mencionado ese detalle porque esperaba que se acordara.

Sin embargo, me sentí enrojecer a su pregunta.

-Digamos que... -pensé un momento, con el ceño fruncido, antes de decidirme a responder-. En principio no iba a venir. Solo habíamos pensado en que le hiciera una visita. Pero en el último momento cambió de opinión.

Aquello era una versión bastante reducida del asunto. Una que, por cierto, me dejaba en bastante buen lugar, ya que implicaba que yo no había tenido que ver en la decisión necesariamente. Contándolo así, me sentía menos responsable. Me preguntaba si eso era correcto.

El recuerdo de aquel ataque que yo no había vivido me hizo ponerme seria.

-El servicio acabó bastante peor parado que los guerreros, por lo que sé -expliqué-. Debe de haber sido muy duro para ellos. Nosotros apenas hemos tenido bajas, aunque sí algún accidente...

De nuevo, a mi mente venía Lluvia. En realidad era el único caso que conocía. También me había enterado de lo de las chicas de Flavia, que me había impresionado bastante. Sobre todo porque recordaba a Felhlo, tan dulce, y no podía evitar asociar su destino al de Lluvia, tan similar. Sentí un escalofrío y me envolví mejor en la toalla. Quizá debería ir pensando en vestirme.

Asiento, desviando un momento mis pensamientos, mientras habla, aunque sin dejar de prestarle atención. Pensando en el comedor y en Massen, no he podido evitar recordar un suceso algo más reciente, en el que ella solo estaba involucrada de palabra.
La miro de reojo. Supongo que aunque el joven no sea de mi agrado, es necesario que la informe. En contra de Massen no tengo nada.

-Ayer, por cierto, Follow parecía interesado en encontrarte -comento, dando el tema por zanjado con esa simple explicación.

El tema serio es más difícil de llevar. Me siento algo frívola en estas situaciones y prefiero darles un enfoque externo. Se me han dado mal este tipo de temas desde siempre. No suelo ser la mujer con la que contar si tu padre muere y necesitas un hombro en el que llorar.

-Supongo que tendré que tratar de averiguar más hablando con algún líder.

Mientras la pierna no mejore tendré bastante tiempo para hablar o para leer. Debería, también ejercitarme, aunque la izquierda sea la excepción. Ya bastante factura me pasó no moverme cuando estuve en las mazmorras.

De nuevo me invadió una leve tensión. Follow. ¿Otra vez? Definitivamente, pasaba algo. Follow jamás me buscaba, y menos con tanta insistencia. Sentí una opresión de angustia en el estómago. ¿Sería algo malo...?

Aunque conocía la respuesta, pregunté de todas formas.

-¿Sabes por qué? -murmuré.

La miré con mucho convencimiento, ladeando un par de veces la cabeza, con el ceño fruncido. Por un momento me dije a mí misma que, por ser ella mayor, tal vez sí le dieran información. Pero, bien pensado, en Brontë éramos lo mismo, como yo tanto me empeñaba en remarcar antes. Ahora casi parecía haberlo olvidado. El caso era que dudaba que obtuviera información de los líderes.

-Nos recibió el señor Brumm al llegar -comenté-. No me dio mucha información, a pesar de mis preguntas. Aunque supongo que, en aquella situación y con los hechos tan recientes, no le haría mucha gracia. Quizá ahora que ha pasado tiempo los líderes respondan más abiertamente.

Niego, lentamente, llevándome un mano al flequillo, haciendo amago de apartármelo, pensativa. Podría lanzar teorías al aire, pero no pondría la mano en el fuego por ninguna. Teorizar está bien, pero no se puede dar por hecho sin pruebas.

-Te esperó en el comedor un tiempo y luego se marchó-concluyo. A ella, espero, le servirá de más esa información que a mí, que no estoy interesada en el comportamiento anormal del piscis.

La contemplo un instante, buscando algún gesto revelador. Quizás si estuviese de mejor humor me atrevería a preguntar por su relación, pero en mi estado no es un tema que considere sacar.

Cuando se refiere a Nagorr Brumm no puedo evitar mirarla con cierto incremento en mi interés. Aunque su respuesta es algo decepcionante. Lógica, por otra parte.

-Lo intentaré de todos modos -determino, teniendo en cuenta su información.

Siempre queda Madame Desmarais, pero no me gusta tener que recurrir a ella. Cada pregunta es como un aumento de la deuda. Es de lo más desagradable y poco práctico.

Al bajar la vista un instante, me encuentro con mi pierna, vendada. Un pensamiento fugaz pasa por mi cabeza, y contemplo un instante a la piscis. Hace años, cuando llegó, parecía frágil y asustada, pero si ahora alguien pretendiese matarnos debería contar con ella para evitar la muerte.
Dibujo una suave sonrisa.

-Recibí una carta de Heylel hace poco -comento, recordando al aether, obviando el contenido de la misma. Eso me trae otra imagen, lejana-. Pronto será tu cumpleaños.

Asentí, pensativa. Algo parecido al caso de Frikka. Sí, definitivamente, necesitábamos hablar. Empezaba a preocuparme yo también, pero no lo suficiente como para buscarlo. O, quizás, me daba miedo buscarlo. No estaba segura. En cualquier caso, solo podía pensar que me molestaba un poco que todo el mundo supiera que me buscaba. Él mismo decía que los nombres eran peligrosos, y estaba vendiendo el mío a todo el mundo. Incluso podía vendérselo a aquella piscis. Aunque quizá sería más adecuado decir "regalar".

Sobre conseguir información, me encogí de hombros. La verdad era que yo no me esforzaba demasiado en conseguir información respecto a nada, y quizá sería más prudente actuar como ella. Pero en aquel caso concreto nada me pedía que actuara así. De hecho, el tema me provocaba bastante malestar.

Sonreí cuando mencionó a Heylel.

-Tuve ocasión de despedirme de él cuando se fue -comenté-. Y también he recibido correo suyo, aunque no contaba mucho. Que están todos bien, que supongo que, al final, es lo que importa.

De nuevo, alguien me traía el recuerdo del cumpleaños a la cabeza. Sí que parecían todos interesados en el tema, de pronto. Me pregunté si aquel año en concreto tendría algo de especial, aunque evidentemente no era así. Resultaba extraño que, tras tres años en Brontë, de pronto la gente prestara atención a aquel detalle.

Repetí mentalmente las señas que Jun me había enseñado, y luego miré a Alehyss, al tiempo que dejaba el cepillo y empezaba a recoger todos los cordeles para guardarlos.

-Sí que queda poco -asentí-. Eres la segunda que me lo menciona. Yo sigo sin saber cuándo es el tuyo.

Ya que todos lo remarcaban, quizá debería yo intentar aprender los de los demás.

También yo me despedí del aether cuando se fue. Y lo agradezco. De hecho, quizás de no haberlo hecho no me hubiese escrito, y el contenido de su carta me ha venido bien. Y espero que haya más en un futuro. Aunque admito que sigo teniendo cierto malestar hacia él, pero supongo que lo peor ha pasado. Si regresa alguna vez, si llega a hacerlo, quizás tenga la posibilidad de comprobar qué siento exactamente hacia él ahora mismo. Por el momento, prefiero no darle vueltas.
Simplemente asiento.

Lo del cumpleaños me arranca una sonrisa suave, aunque termino torciendo un poco el gesto.

-Admito que no soy mucho de celebraciones. Es en noviembre, el veintiséis, pero puedes olvidarlo y nada cambiará -zanjo, con simpleza.

Mucha gente le da importancia a esa clase de cosas. Yo hasta considero desagradable lo que envuelve a mi cumpleaños. Prefiero ignorarlo, sin más, aunque el de este año haya sido especialmente deprimente.

Me estiro, incómoda. Al final creo que dejaré el aseo para mañana, y ya tengo la sensación de estar cometiendo un sacrilegio con ello. Solo por hoy.

-Se hace tarde -declaro, dando pie a la partida.

Veintiséis de noviembre. Traté de recordar los gestos que equivaldrían a ello en el lenguaje de Jun. Pensándolo con imágenes parecía más fácil de recordar.

Sonreí, como retándola.

-Y, aún así, me empeñaré en acordarme -repliqué, resuelta.

Me sorprendió un poco que mencionara la hora, ya que ella no había hecho nada desde su llegada al baño. Me pregunté si se sentiría incómoda por estar acompañada, si la estaría molestando. Aunque no parecía exactamente eso. En cualquier caso, decidí no hacer preguntas. Tampoco tenía por qué contarme sus intimidades.

Asentí, sin añadir nada más. Rápidamente, tomé ropa limpia para vestirme, y pronto estuve lista para irme. Alehyss, que efectivamente no parecía haber ido allí a hacer nada, me acompañó.

*se van*

Tras la hora de entrenamiento con Gerald me voy a dar una ducha. Solo llevamos un par de días, pero añadir una hora extra a mi entrenamiento diario se nota. Además, con él delante no hay descanso que valga. Claro, como "solo" es una hora no voy a arrastrar el culo.
Mierda...
Para colmo, no me he atrevido a preguntar por lo del otro día. Intento buscar, por el momento, indicios en él que indiquen algo, pero es jodido. Y empiezo a tener esa sensación de que yo estoy para los piques y las bromas, pero no para tratar las cosas serias. Supongo que es normal. Soy una niña, poco más.

Al salir del agua me seco y me visto. Me duelen los brazos la hostia... Y tengo un hambre...

*se va*

Me ato el pelo. Secárselo una y otra vez es muy cansino, y me voy a tener que duchar en un par de horas, cuando termine de entrenar. Sé que en ese caso puede parecer ridículo que me duche ahora. La respuesta es sencilla.

Me froto bien todo el cuerpo, quitando la piel muerta, con una esponja áspera. Utilizo el jabón que huele menos a princesa. Me aclaro bien y empiezo de nuevo. Luego, más despejada, me seco y me visto con ropa limpia.

Levanto el brazo derecho y huelo la axila, sonriendo conforme. Como los putos chorros.

*se va*

Voy a los baños con el sonido de la tormenta de fondo, amortiguado por las gruesas paredes. Tengo un principio de dolor de cabeza, sutil, nada grave, solo molesto, que me acompaña desde hace un par de horas. Seguramente sea por los truenos. No me gustan las tormentas.

Me lavo, obviando la pierna. Por culpa de la herida no puedo meterme en la bañera, ya que esa zona no puede sumergirse. Pero al resto de cuerpo le presto atención hasta quedar aseada por completo. Sentirme limpia me relaja.

Madame Desmarais da señales de vida cuando le apetece. No me resultaría extraño de no ser por la marca que me hizo, que sigue difusa sobre mi piel. Es desconcertante. Todavía no ha cumplido su trato, así que no me conviene que le pase nada.

En algún momento mis manos descienden, sin yo buscarlo. Estoy algo frustrada últimamente. También siento la pierna mucho mejor. Apenas me estorba si no la toco.
Llegado a un punto, silenciosa, dejo ir el aire por los labios entreabiertos, dejándome estar varios segundos.

Estoy limpia, seca y vestida. A ver si aprovecho el día.

*se va*

Después de lo de ayer, seguía cansada, pero estaba algo más animada. Apenas podía respirar con normalidad, tenía la garganta irritada y me dolía la cabeza. Además, no dejaba de toser todo el rato. Pero, con eso y con todo, no podía dejar de pensar en que había aprendido un nuevo hechizo, uno que parecía bastante útil y que debería perfeccionar. Lástima que no me encontrase tan bien como querría. Ojalá el hechizo sirviera también para curarse de la gripe.

Entré en el baño y me desvestí rápidamente. Me apetecía un buen baño caliente, relajarme en incluso dormitar un poco en el agua, pero la fiebre seguía dándome problemas, así que me dirigí a las duchas. Me daría una buena ducha fría, me asearía un poco y me iría a tomar algo. Quizá leche con miel. Eso me vendría bien.

Apreté los dientes cuando el primer chorro de agua me cubrió. No había nada que hacer más que aguantarlo. Decidí no perder tiempo. Me aseé rápidamente, lavándome también el pelo y, temblando, me envolví velozmente en una toalla en cuanto hube terminado. La verdad era que, una vez lejos del frío, me sentía algo mejor tras la ducha.

Me puse una nueva muda y, tras secarme un poco el pelo, me fui al comedor.

*Se va*

Lo primero que hice al levantarme fue ir al baño y asearme un poco. Me lavé bien la cara y aproveché para sonarme en condiciones y refrescarme un poco. También me enjuagué un poco la boca, aunque lo que en realidad me hubiera gustado enjuagarme era la garganta, que me seguía molestando.

Después de secarme con una toalla y peinarme un poco, salí del baño.

*Se va*

Tras haber leído el anuncio del tablón lo tengo todo un poco más claro. Todavía lo estoy digiriendo, pero es mejor así. Muchas de mis preguntas han quedado resueltas con eso, si bien otras nuevas han aparecido.
Por una parte, me preocupan mis padres. El tema de la familia es delicado. También Jager y el resto, pero supongo que si algo tiene de bueno la cárcel es que es segura, de algún modo. O pretende serlo.

Suspiro al terminar de lavarme, me seco y empiezo a vestirme. Tengo un último tema que me ronda por la cabeza, que es el asunto de esa dolencia de los chrysos. Tras lo que Massen me dijo de Gerald no sé si yo misma corro el riesgo de padecer eso o si simplemente es sugestión. No quiero parecer hipocondríaca. Supongo que puedo aprovechar que voy a hacerme la revisión de la pierna para preguntar. Nunca está de más.

Al acabar, abandono la estancia, pensativa.

*se va*

Antes de pasar a cenar, decidí que sería buena idea darme una ducha. La magia no suponía los mismos resultados en el cuerpo que el ejercicio físico, pero también dejaba huella de cansancio, y una buena ducha me ayudaría a sentirme mejor. Prescindí, una vez más, de la bañera, porque no me apetecía entretenerme.

Una vez estuve lista, me vestí, me recogí un poco el pelo y me fui a cenar.

*se va*

Al final resultó que aquellos grifos tampoco echaban oro líquido, pero aquello no fue del todo una decepción. Ben dejó el zurrón, tal y como había hecho antes, en un rincón, y se dedicó a corretear por los baños, explorando cada rincón, todavía sin creerse que el dinero puediera llegar a permitir cosas como aquella.

Finalmente, volvió a la bañera, que era lo que más había llamado su atención, y abrió los grifos al máximo. Se quedó un momento ensimismada mirando el agua antes de reaccionar. Entonces se quitó la ropa, dejándola en el suelo de cualquier manera, y metió un pie en la bañera, abriendo al momento las membranas y dejando ir un gemido de puro placer. No era oro líquido, pero era una bendición.

Cogió el tapón y lo puso, y después se dedicó a contemplar con absoluto embelesamiento cómo el nivel del agua subía y subía. Al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que el agua estaba empezando a salirse de la bañera. Entonces, alarmada, volvió en sí y cerró los grifos de golpe.

El silencio lo inundó todo de pronto.

*Se queda*

Tras haber entregado la carta al servicio para enviarla voy, por fin, a la tan ansiada ducha. El entrenamiento de hoy no ha sido especialmente duro, pero no hay que descuidar la higiene, que para algo que mi madre me ha conseguido inculcar... Que no le voy a quitar el mérito por todo, bueno.
Y parece, por Mithos, que no soy la primera en venir aquí. Ladeo la cabeza, alzando ambas cejas, escéptica. Contemplo la ropa hecha un gurruño en el suelo. Una chica ordenada, desde luego, como a mí me gusta.

-Ey -saludo, alzando la barbilla.

Esbozo una sonrisa y me desnudo también, dejando la ropa en la silla, aunque de forma semejante a la suya. Me acerco a la parte de la bañera más alejada de ella, sin pudor.

-¿Te molesta si...? -inquiero, pero no espero a que me responda y me meto en el agua, dejando ir un suspiro, cerrando los ojos con disfrute, sentándome-. Joder...

La miro, silenciosa, con una sonrisa pícara. Vaya lugar para conocer a alguien, eh. ¿Será una chica tímida?

-Frikka Njorthrbiartr -murmuro, acercándome un poco, acechante, dejando siempre distancia entre ambas-. Eres un poco rarita, ¿no? -inquiero, observando sus ojos.

Ben se sorprendió un poco al ver que, tras tantos intentos del claritas de echarla, al final ella había acabado con compañía. Tampoco le molestaba mucho, en realidad, mientras no pretendieran volver a echarla. Y menos cuando ya estaba totalmente dentro de la bañera.

Hizo un gesto, como un vago saludo militar, a la chica que entró en el baño.

-Qué hay, maja -saludó, tan campante.

Aquel baño la estaba poniendo de mejor humor que en mucho tiempo, Aunque, como se confiara, iba a acabar por quedarse dormida.

Hizo un gesto negativo a la pregunta de la chica. Ella no era tan reacia a compartir, y menos en compartir una bañera del tamaño de una piscina. Devolvió una sonrisa similar a la chica, divertida por su expresividad a la hora de meterse en el agua. Podía comprenderla a la perfección.

-Ben -respondió, sin más, a la presentación. Luego soltó una sonora carcajada-. ¿Tú crees? ¿Y me lo viene a decir alguien con semejante nombre?

Vaya con la tipa esta. No diría que tiene pinta de guarra, ni por ella ni por sus vestimentas ni por sus formas, aunque estas luego son las peores, las que van de mosquitas muertas...
Río entre dientes a sus preguntas. Por lo menos tiene carácter. Y sin pelos en la lengua. Seguro que Gerry no te pone una mano encima, preciosa.

-Un nombre maravilloso -corrijo-, Ben. Pero tranquila, no me asquean los mestizos-. Me froto y enjabono con una sonrisa sesgada-. No te había visto antes por aquí. ¿Te escondiste por los rayos?

Me sé de uno que ya debe de haber salido. Una pena... Lo vi un par de veces más por los pasillos, debajo de alguna mesa, y luego nada. A lo mejor se ha muerto de hambre. Tendré que ir a darle a Massen la mala noticia.

Ben se limitaba a estar en el agua, e incluso cuando vio que la chica se enjabonaba, no se animó a hacer lo mismo. No estaba muy en buenas relaciones con el jabón, ya que nunca habían tenido especial ocasión de intimar. Con el agua, en cambio, el asunto era otro.

Se miró las uñas, como estudiándolas, levantando el labio inferior, con expresión de cierto desinterés.

-¿Ah, no? -preguntó, sin mirarla-. Bueno, tampoco es que sepa de mucha gente a la que le den asco. Y mejor, no sea que me tenga que poner a repartir leches. Voy por ahí representando la igualdad de siete razas y así me lo pagan -. La señaló con un cabeceo-. A ti no te conviene mucho que te den asco, que tienes una pinta que cualquiera diría.

Se estiró, encantada. Y aquello era gratis. Y eterno, si quería. Ya podía morir en paz.

-Bueno, la verdad es que me preocupaban más los pedrolos que caían del cielo -respondió, con el mismo tono despreocupado-. Pero me asustaría un poco si dijeras que me habías visto antes por aquí, porque acabo de llegar.

¿Igualdad entre las siete razas? Eso es lo que dicen los que tienen una madre poco segura de con cuál de los siete cerdos a los que se había tirado la semana anterior la había dejado preñada. O no. A lo mejor son solo cosas mías.
Dibujo una amplia sonrisa a su comentario, teniendo la tentación de abrir las orejas y presumir de impura, como ella, aproximándome un poco más a la creo que caeruleus, entretenida. Asiento, entretenida.

-Bueno, a mi madre le gusta pensar que soy piscis, aunque no sea piscis, así que sí, soy la menos indicada -comento, estirándome bien hacia arriba y dejándome resbalar hasta hundir la cabeza en el agua. Al salir me sorprenden sus palabras-. Ah, una nueva, hm... Entonces enhorabuena, porque te has encontrado a la mejor persona de todo Brontë -bromeo, con sorna-. Si ves a uno que se llama Gerald no te le acerques: tiene ladillas.

Que se joda. Por borde.
Con esta venganza me conformo por un tiempo.

Soltó una carcajada, dando un puñetazo al agua. Era evidente.

-¿Ves? -remarcó, contenta-. No puedes engañar así como así a alguien de siete sangres. Ese pelo no engaña, sabía que compartía contigo más de una cosa -. Mientras decía esto, hizo emerger un pie del agua, haciendo bien visibles las membranas.

Cuando su compañera salió del agua, Ben se giró hacia ella, recodándose en el borde de la bañera. Asintió con gravedad. Aquello era importante.

-Menos mal que hay alguien que se cuida de avisar esas cosas -apuntó, asintiendo con convicción-. Los cerdos tienen una cierta tendencia a ocultar esa clase de detalles a la gente. Hay que ir siempre con cuidado. La próxima vez, asegúrate antes de hacer nada.

Enarco una ceja al ver sus membranas y río entre dientes. Pero mírala... Si aún será que vamos a ser primas, o algo. Despliego, sin pudor esta vez, las de mis orejas, luciéndolas con orgullo. Ante Gerry me da corte, pero lo cierto es que son bastante útiles bajo el agua, y un distintivo auténtico.

-Estás hecha por partes, eh -mascullo, divertida-. ¿Algo más que ofrecerme, Retales? Porque no te veo yo muy negra, pero a lo mejor me sorprendes.

Y en cuanto a lo de Gerry, iba a ser una bromita sin malicia, pero tampoco quiero que pase de ahí. Que no es que lo odie, ni nada.

-Ya quisiera haberme tocado -murmuro, sacudiendo una mano delante de la cara, como espantando moscas-. No, no... Es lo que se cuenta por ahí.

Y tras decir eso procedo a enjabonarme el pelo, con el ceño fruncido. La examino, un instante más.

-¿Y de dónde vines tú? -inquiero, ya puestos, indagando más en la procedencia de esta hija de nadie.

Hija de todos, más bien.

Ben dejó ver una sonrisa lo suficientemente amplia como para dejar a la vista sus dientes. Cada vez le gustaba más aquella chica. Los mestizos tenían para ella un encanto especial. Aunque era una pena que las mezclas, a menudo, fuesen tan limitadas.

-Ah, siempre me he preguntado cómo quedarían con esas orejas -comentó, entusiasta-. Acabas de resolverme una buena duda. Y ya veo que son maravillosas, exactamente como imaginaba. Qué envidia...

Ben negó con la cabeza con absoluta seguridad. Para aquellas preguntas, no siempre formuladas, tenía preparadas respuestas.

-Bueno, podrías pensar que estas orejas son de tu tipo, pero no lo son -. Se apartó un poco el pelo para dejar la derecha a la vista-. Hay una muy sutil diferencia en la forma. La mayoría no son capaces de apreciarlo.

La miró con expresión un tanto escéptica, pero acabó por asentir. Lo típico. Un amigo de un amigo de un amigo... Ya. El caso era hacer caso a la información. Y ella sabía por experiencia que había que ser muy escrupulosa con esa clase de cosas.

Se encogió de hombros, haciendo un gesto vago, como quitándole importancia.

-Bueno, de aquí, de allá -respondió, como si no estuviera muy convencida-. La versión oficial es que nací por generación espontánea en Fulmen, pero todos sabemos que no hay que fiarse mucho de las versiones oficiales. ¿Y tú? ¿Alguna sorpresa que dar al respecto?