Baños de las chicas

Me costaba un poco entender a qué se refería. Para mí resultaba tan sencillo invocar un hechizo en condiciones que me costaba pensar en lo que significase para otros. Y, en concreto, la magia chrysos me parecía muy extraña, con lo que era incluso más difícil entender cómo funcionaba.

-¿Y los hechizos neutros? -pregunté-. ¿Te pasa lo mismo con ellos?

Fruncí ligeramente el ceño, con expresión interrogante. ¿Más específicas?

-¿Qué quieres decir?

Cavilé acerca de la mejora de arma. A mí Loksass me parecía demasiado débil como para preocuparse siquiera por mejorarla. No dejaba de ser un juguete, después de todo. Desde mi punto de vista, era más útil que me preocupara por aprender a manejar armas de verdad que por mi habilidad con la cerbatana.

Los hechizos neutros… Quizás la respuesta que tengo para eso está dada más por mi irresponsabilidad, y por mi decepción con la magia, que por un problema real. Pero no estoy aquí para engañarla a ella, y menos para engañarme a mí misma.

-No lo tengo claro –confieso-. No conozco más que el baadha, y por mi forma de luchar tiendo más a esquivar que a intentar bloquear. Y más teniendo en cuenta que no soy una gran maga. Pero debería aprovecharlo más, y quizás así pueda comprobar dónde están mis límites.

En cuanto a las mejoras del arma, o a mi idea para una a distancia, es algo interesante que compartir. Aunque solo con ella, en principio. Al menos hasta que consiga llevarlo a cabo.

-Tengo un par de proyectos en mente, aunque no sé bien cómo llevarlos a cabo todavía -empiezo explicando-. Quiero intercambiar la pesa de mi arma, por una parte, por otro tipo de accesorios. Lo ideal sería conseguir que pudiesen ponerse y quitarse en cualquier lugar, pero que no se saliesen solos: una cuchilla, una bola con borde aserrado… Podría conseguir que no solo se enredase, hiciese de peso y doliese en caso de golpear, sino incluso que cortase a distancia.

Aparto las manos de su pelo un momento para explicar lo siguiente, dejando el que queda sin deshacer, aunque ya no es demasiado. Pongo entonces el brazo derecho perpendicular al agua y la apunto con el puño, con los nudillos hacia ella. Me llevo entonces la izquierda a la muñeca y la rodeo con los dedos, como si fuesen una pulsera.

-Fusionando un mecanismo similar al de una pequeña ballesta con un aparato portátil creo que podría hacerse un artefacto que, unido al brazo, disparase proyectiles con un resorte. No serían de gran calibre, por supuesto, para poder ser usado a una mano, y al ir sujeto al brazo dejaría las manos libres para utilizar otra arma -. Se me dibuja una breve sonrisa. Casi diría que estoy… algo emocionada-. Podría ser disparada con un mecanismo, o incluso con una descarga mágica. Y al usar un resorte como disparador bastaría con tener la fuerza suficiente para aguantar el retroceso, pero podría proyectarse a una distancia mayor que tensando manualmente.

La miro, con cierta expectación. No tardo en serenarme, sin embargo, manteniendo una sonrisa algo más tranquila. Me paso un mechón húmedo tras la oreja durante el breve silencio.

-Por supuesto, es una idea, nada más.

Asentí. En realidad, yo tampoco conocía muchos hechizos neutros, pero sí había intentado sacarles partido a los que había aprendido. Me encogí de hombros.

-Quizá puedas servirte bien de él -medité-. El baadha es sólido, así que no tiene por qué usarse solo como protección. Puedes incluso golpear con él. Si lo practicas, quizá te dé mejores resultados que los hechizos chrysos. Y bueno, yo es que soy de la opinión de que un escudo nunca está de más, y menos uno que aparece y desaparece según te convenga.

Asentí lentamente. Oyéndola hablar, me daba cierta envidia. Yo solo podía pensar en Loksass y en el poco partido que era capaz de sacarle. Aunque, tras la misión, contaba con un par de armas más, y eso podía ser útil. Con la espada debía emplearme a corta distancia, pero el puñal podía serme útil si seguía sus ideas.

-¿Crees que podría adaptar eso al puñal? -pregunté-. Quizás si lo ato a alguna cuerda o cadena pueda recuperarlo en combate, o incluso no llegar a soltarlo. Así no tendría que depender de irlo a buscar cada vez que lo lanzo... ¿Podría funcionar?

En cuanto a su segunda idea, no pude evitar una sonrisa al verla tan emocionada. Se me hacía raro oírla hablar de aquella forma. Lo que decía era algo más propio de Jun que de ella. Quizás pudiera comentárselo, a ver si a él se le ocurría algo. Asentí.

-No sé dónde podrías conseguir algo así -empecé-. Pero, ¿sabes? A Jun le gusta mucho todo lo relacionado con inventos y mecanismos. Quizás si se lo comento pueda hacer un esquema a partir del cual desarrollar eso. Aunque ¿de verdad puede tener más alcance que una flecha? ¿No sería muy difícil cargarlo?

La verdad, como idea, sonaba interesante, aunque seguía pareciéndome un poco fantasiosa. De todas formas, quizás Jun pudiera entenderlo mejor.

Asiento, seria, a su propuesta. Desde luego, es algo que debo hacer sin demora.

-Si te parece, cuando entrenemos dedicaremos un tiempo a la magia –pido.

No demasiado, tampoco, pues prefiero potenciar mis habilidades, pero no estaría de más poder averiguar qué sucede exactamente si la magia no pertenece a mi raza. No sé si la inestabilidad viene de la electricidad –los chrysos de por sí tienden a tener más problemas que otras razas, por lo que sé- o de mis propias habilidades.

Asiento a su pregunta, aunque poco convencida.

-Desde luego, podrías utilizarlo de esa forma. Aunque, seguramente, perderías una distancia muy valiosa, entonces. No obstante, tú puedes usar la magia para cubrir la larga distancia, así que con ello tendrías cubierta la media. Aunque hay armas más adecuadas para ello, supongo que podría valer.

El tal Jun de nuevo. La miro, esta vez con curiosidad. No me gusta sacar conclusiones precipitadas, aunque la verdad es que parece solo un niño, y me cuesta imaginarlo creando un arma como esa.

-Claro, díselo –comento, asintiendo con suavidad-. Aunque agradecería que no se supiese mucho de esto por ahí por ahora –añado, mirándola fijamente un momento. A su duda, no tardo en asentir, sin demasiado vacile-. La fuerza sería siempre la misma, y podría ajustarse en función del resorte cuando se construyese o reparase- explico-. Todavía no tengo claro cómo se cargaría, aunque lo más sencillo creo que sería poner una palanca con la que tensar el muelle para disminuir la fuerza necesaria para ello. Se carga el proyectil por una abertura superior y se dispara por delante -. Vuelvo a las trenzas que quedan, pensativa-. Lo más inconveniente creo que sería tener que cargarlo cada vez, pero para eso me quedo sin respuestas. Y son todo especulaciones, de todos modos. Es muy fácil la teoría, pero no sabría llevarlo a la práctica –murmuro.

Al final hemos acabado hablando de algo que no esperaba tratar. Sin embargo, parece que la mera distracción la relaja un poco, y creo que lo mejor es seguir este camino si ella se encuentra a gusto, y no volver a otro con el fin de consolarla que acabe, simplemente, haciendo que vuelva a pensar en lo que no quiere. Y, como de momento no creo que tenga una solución posible, al menos que no se agobie.

Asentí, enérgica.

-¡Sí, claro! -acepté, encantada. Me gustaba que Alehyss me enseñara cómo luchaba ella, pero poder aportarle algo yo era algo que me hacía mucha ilusión-. Estoy segura de que tiene aplicaciones en tu forma de combate. Probarlo estaría bien.

Mi idea sobre el puñal no parecía gustarle mucho. La escuché en silencio, pensativa. La verdad era que como proyectil en sí mismo estaba bien, pero no me parecía la mejor opción. Quería buscarle alguna otra posibilidad.

-No creo que por mí misma tenga fuerza suficiente para que lanzarlo sea una buena idea -expliqué-. Y tampoco es que sea genial lanzando cosas. Leen se metía mucho conmigo, decía que tiraba como una niña. Además, lanzándolo sin más me parece muy fácil perderlo. No tengo muy claro cómo darle una función útil.

Asentí, muy seria.

-Claro, le diré que no lo airee por ahí -prometí. Y traté de memorizar las explicaciones, que luego tendría que transmitirle a Jun para que me diera su opinión. La verdad, no se me había ocurrido algo así, pero podría salir un arma útil de aquello-. Creo que él podría construirla, pero necesitaría las piezas. Además, a lo mejor tiene alguna idea que añadirle. De todas formas, si él no puede, siempre se puede buscar un herrero. Aunque supongo que a un herrero sería mejor llevarle un modelo dibujado, y por eso creo que Jun podría ser útil.

Aún no lo había visto desde la vuelta, pero contaba con que no tardaría mucho. Y, cuando lo viera, podría contarle todo aquello. Después solo tendría que darle a Alehyss los resultados.

Asiento levemente, sin demasiado énfasis, pero con una sonrisa suave. Al menos parece animada al respecto. Resulta incluso algo tierno. Yo, por mi parte, sigo viéndolo útil, y si nunca me pongo con magia nunca mejoraré. Aunque no vaya a ser mi vía principal, no estará mal tenerlo en cuenta, al menos. Y quizás sus consejos me ayuden.

-Realmente no es solo la fuerza, sino la forma –explico-. Lanzar un puñal no es como lanzar una flecha: es más difícil, o quizás sería mejor decir, a secas, que es diferente. Hay más posibilidades de errar por el simple giro del arma, incluso, de hacerlo mal -. Dejo ir una leve risa a su comentario-. Eras una niña, ¿no? –inquiero, con un atisbo de burla-. De todos modos yo un puñal lo veo como complemente para una emergencia. De querer lanzarlos, te vendría mejor tener varios. Con uno solo no harías demasiado.

Enarco las cejas, entre escéptica y sorprendida, cuando vuelve a mencionar al chico.

-¿De verdad crees que sería capaz? Desde luego, si puede hacer algo al respecto no le pondré impedimento alguno –comento, con un leve asentimiento-. Habla con él, por favor. Y, si es posible, preséntamelo en condiciones un día. Estás haciendo que me entre curiosidad.

Termino con su pelo y procedo, entonces, a tomar algo de jabón para mí, empezando a frotarme el cuerpo con calma, aunque por jabón que no sea. Seguimos rodeadas.

-¿Puedes echar un poco de agua caliente? –inquiero, con suavidad. Se ha enfriado un poco.

Me encogí de hombros, haciendo una mueca. Aunque fuera una niña por entonces, aquello era un detalle que nunca había llevado muy bien. Asunto que atribuía al abuelo. De todas formas, sabía perfectamente que Leen solo quería meterse conmigo y que no lo decía con mala intención. Estúpido Leen.

-¿Quieres decir para... "rematar"? -pregunté, haciendo un gesto de comillas con los dedos, aunque sabía perfectamente que en aquel contexto sobraban-. Puede ser una opción... Tampoco quiero ir cargada de puñales. Prefiero la magia si voy a ponerme a lanzar cosas. Y, de todas formas, estoy intentando mejorar con el arco.

Asentí con seguridad. Jun era muy creativo para aquellas cosas. Contaba con que era perfectamente capaz. Y, si no podía hacerlo él, como mínimo daría ideas.

Me llevé dos dedos a la frente.

-Es un cerebrito, ¿sabes? -expliqué-. Lleva tanto tiempo con la nariz pegada a los libros que se le ha metido todo en la cabeza. Ahora lo que hay que hacer es explotarlo. Y bueno, le gusta fabricar cosas, así que puede que sea capaz de llevarlo a la práctica.

Cuando me soltó el pelo, volví a sumergir la cabeza en el agua, aprovechando que lo tenía suelto. Aún tardaría un rato en desenredármelo en condiciones.

Asentí y me acerqué a los grifos. Yo no era muy amiga del agua hirviendo, pero entendía que quizás para ella se había quedado algo fría.

-Pásame el jabón cuando acabes -pedí, mientras me deshacía más nudos.

Me encojo de hombros, mirándola. Termino por negar una vez, sin hacer demasiado hincapié en el gesto.

-Puede ser, pero no solo para eso. Siempre puede haber una situación en la que necesites urgentemente una alternativa. Te puede servir para ello -. Tuerzo la sonrisa, con algo de tensión-. Y bueno, para rematar está bien porque no cuentas con armas de filo. Supongo que es “menos desagradable” de esa forma.

Bajo un momento la vista, a la espuma, que poco a poco se deshace. La muerte resulta más frustrante cuando piensas en ella en frío, como ahora mismo, que cuando te hallas en la situación. Ya tuve tiempo ayer para darle vueltas, pero ahora me siento más relajada.

Dejo ir un amago de risa cuando sigue hablando. Desde luego, no es la imagen que me dio en su momento, pero supongo que es mejor algo así que que sea, simplemente, un inepto dependiente. Y, reitero, si es capaz de hacer cosas como esa, quizás sí me sienta repentinamente interesada en tratar con él.
Lo que hace el interés.

Termino de enjabonarme y le paso el bote, procediendo a tomar otro con champú para el pelo. No me gusta mucho utilizar estos que dan olor, pero ya me sentencié cuando entré en la bañera llena de espuma con ella. Lo arreglaré la próxima vez que me duche.

-De todas formas, antes de ponerme a entrenar en serio querría dejar que la pierna se me recuperase por completo –comento, mirándola repentinamente seria-. Quizás sea buen momento para probar con magia, pero nada más. Necesito estar en perfectas condiciones enseguida.

Por suerte, no fue un daño irreparable, y ya apenas es poco más que un incordio. Pero, de todos modos, por si acaso… Madame Desmarais no aceptará un error sin más.

La miré, pensativa. Una alternativa rápida... Lo ideal sería llevarlo siempre en el cinturón. Un comodín para momentos de apuro.

-Ahora tengo una espada -apunté, de todas formas-. Una espada que no sé usar, pero bueno... Supongo que eso tiene arreglo...

Tomé el bote cuando me lo pasó, derramando buena parte del contenido directamente sobre y cabeza, y tras dejarlo a un lado, un poco de cualquier manera, procedí a frotarme el pelo. La miré de reojo mientras hablaba.

-Pues es buen momento para aprovechar -coincidí-. Tampoco es que te requiera moverte mucho ese hechizo, si es con el que vas a practicar. Podemos probar cuánto aguante tiene.

Asentí lentamente. Así que tenía más cosas que hacer.

-¿Has pasado por la enfermería? -pregunté-. No es que mi apaño fuera muy bueno...

La enfermería... Quería ir, pero no veía motivos. No había tenido heridas graves en la misión. Tan solo... Pero era absurdo presentarse allí pidiendo que arreglaran eso. "Hay gente enferma y herida aquí, pero oye, si no te importa, ¿me arreglas la cara un poco? Es que no me gusta." Era absolutamente absurdo, así que prefería no planteármelo. En un gesto semiinconsciente, me llevé la mano a la cicatriz.

Luego alcé la vista y sonreí.

Una espada. Asiento, dejando que el champú penetre por un momento, con calma.

-Es cierto. Cogiste la que llevaba nuestro enemigo, ¿no? –inquiero, retórica. Evito decir Prosper. Creo que es algo que nadie quiere oír. Yo, personalmente, todavía no he obtenido una respuesta que me satisfaga al respecto-. ¿Cómo harás para aprender? –pregunto entonces, deteniéndome un momento para entrar en el agua, con los ojos cerrados, y aclararme un poco. Pasaré luego por la ducha, de todas formas-. Lyam obtuvo un mandoble hace poco, ya lo viste. Aunque no creo que tenga suficiente experiencia para dar consejos al respecto.

Hago un pequeño montón de espuma como ella hizo antes. Empiezan a arrugárseme las yemas de los dedos.

-Entonces entrenemos eso pronto –indico, sin mirarla-. Es una buena idea.

Sí la miro cuando vuelve a hablar, y no me pasa por alto el gesto. Acerco una mano a ella, rozando muy superficialmente la cicatriz con las yemas de los dedos, de lado a lado, recorriéndola en poco menos que una caricia. La piel es muy nueva, aún débil, sensible.

-He ido por precaución. Ahora es cuestión de esperar -. Retiro la mano, pero no la mirada-. ¿Has ido tú? ¿Te duele?

Quizás consiga disimularlo un poco. De todos modos, estoy segura de que existe algún hechizo avanzado para deshacerse de una marca como esa. Si se buscase, imagino que acabaría pudiendo hacerse.

Fruncí un poco los labios, encogiéndome de hombros.

-Bueno, mi intención inicial era que no la recuperase -expliqué-. Pero después pensé que dejarla allí no era buena idea. Aquel sitio era un laberinto, y no me fiaba de que no nos fuera a aparecer nadie por la retaguardia. Al final acabé por traerla, pero no sé qué haré con ella. Nunca me había planteado luchar con una espada. Aunque no me disgusta del todo la idea, pero no sé cómo podría aprender -. Me encogí de nuevo de hombros, pensativa-. Quizás él sepa quién puede enseñarme...

Asentí, en silencio. Practicar el baadha. No era mi prioridad, pero canalizar magia era algo que me gustaba y se me daba bien. Empecé a pensar qué clase de ejercicios podíamos hacer con aquello.

Me tensé un tanto al sentir su mano cerca, y me eché un poco hacia atrás en un movimiento reflejo, apartando la vista. Negué con la cabeza.

-No me duele -respondí en un murmullo, con los ojos bajos-. Además, es una herida cerrada. Ya está, no hay más que hacerle.

Asiento con suavidad. Nunca está de más aprender a dominar un arma. A veces uno tiene que improvisar en las situaciones más inesperadas, y en esos momentos se agradece toda la experiencia pasada.
Justo ayer vi a Lyam. Una pena no haber sabido de esto antes. Podría habérselo dicho.

-Se lo comentaré. Nos hacemos así el favor mutuo –propongo, con una leve sonrisa.

No llego a tocarla cuando se aparta, retirando la mano con lentitud, sin hacer ningún comentario al respecto. Tampoco respondo a sus palabras, aunque todavía la miro apenas un segundo más, seria.
Termino por levantarme, despacio, y me escurro el pelo para salir del agua.

-Yo no te voy a juzgar si te quejas de algo tan superficial como eso –comento, tomando una toalla y dirigiéndome a una de las duchas cercanas-. Tenlo en cuenta. Escucharé cualquier cosa que tengas que decir para desahogarte.

Y tras hablar, abro el agua para terminar de aclarar correctamente el cuerpo, cerrando un momento los ojos bajo la cascada. Tras unos veinte segundos la cierro de nuevo, y me envuelvo en la toalla, acercándome de nuevo a la bañera, ya sin intención de entrar.

Esbocé una sonrisa. Eso estaría bien. Se me habían ocurrido otras opciones, pero quizás el arma de Lyam era la más adecuada, comparada con la mía.

-También había pensado en Rick -expliqué-. Creo que sabría darme mejores consejos que Lyam. El problema es que su espada es tan enorme y él tan fuerte y directo que no sé si sus consejos podrían aplicarse a mí.

Me sentí enrojecer cuando habló, de nuevo desviando la vista, y encogiéndome un poco. No me gustaba aquel tema. No tenía que ver aquella estúpida cicatriz más que cuando me miraba al espejo. Y, de hecho, tendía a olvidar que otros sí la veían. Ojalá, como yo, la vieran en tan pocas ocasiones que se olvidaran de ella.

-No quiero ser fea -murmuré con voz muy débil y avergonzada, sintiéndome patética por mis propias palabras.

Con gestos bruscos, junté todo mi pelo en una coleta y me sumergí por completo bajo el agua para aclararlo. O para esconderme.

Rick. O mejor dicho. Dehnel. Rick Dehnel… Vaya un nombre lejano. Hace tanto que no me incomoda que hasta me suena extraño escucharlo.
Asiento vagamente, aunque no creo que mi expresión refleje mucha emoción.

-Supongo que algo sabrá al respecto también –murmuro, sin convencimiento-. Es un buen guerrero, aunque le falte un poco de… -. Carraspeo. No es el momento, Ale-. Está muy tranquilo últimamente –comento, casi para mí.

Me froto un poco el cuerpo, aunque termino por quitarme la toalla y secarme primero el pelo, porque cada vez que retiro el agua vuelve a caer por la espalda desde la cabeza. Me detengo, sin embargo, cuando habla, acercándome a la bañera, esperando a que salga.
Desde luego, lo peor de todo esto es que no puedo culpar su actitud superficial porque yo misma acabo sucumbiendo a esos pensamientos.

-No eres fea –comienzo, mirándola fijamente-. Y no lo vas a ser por una cicatriz como esa. Jager tuvo un enfrentamiento en el que uno de sus ojos fue segado de arriba abajo, y he de decirte que es uno de los hombres más atractivos que jamás he conocido. Con ojo y sin ojo.

Lo más decepcionante de todo es que no sea mentira. Pero ya no es algo que me quite el sueño.

Esbocé una sonrisa divertida.

-Eso es porque está ocupado -expliqué-. Ahora que es un padrazo tiene que ser responsable y cuidar a su niño y no tiene tiempo para armar jaleo. La verdad es que es bastante tierno.

En cuanto a temas más personales, me sentía extrañamente débil. El golpe no había sido para tanto, realmente. Me había dolido en su momento, pero había llegado incluso a olvidarme de él. Tragué saliva y de nuevo repasé la marca. Después me eché agua en la cara y me desplacé hasta los grifos, soltando el tapón y abriéndolos para aclararme un poco.

Miré a Alehyss. Jager. Claro. Hice una mueca. El que lo tenía, lo tenía. Y sabría cómo arreglárselas para que no diera una sensación desagradable, probablemente. Yo no tenía forma de disimular aquello. Como no me pusiera un antifaz...

Acabé por salir del agua y cogí una toalla, envolviéndome en ella. Entonces me escurrí el pelo a conciencia, y luego tomé otra toalla más pequeña y lo envolví en ella. Me acerqué al espejo, inspirando hondo, y volví a mirarme. Era desagradable. Tenía la cara aún algo amoratada por el golpe, pero lo peor era aquella raya hinchada que me cruzaba de lado a lado la nariz, extendiéndose por las mejillas.

Me volví hacia Alehyss, y cuando hablé, la voz me sonó un tanto temblorosa.

-No es que me pase el día delante del espejo, pero...

Arrugo el ceño. ¿Qué ha dicho?

-¿Padrazo? –repito, escéptica. No es que me interese en lo más mínimo la vida de Dehnel, pero no es el adjetivo que primero se me viene a la mente cuando pienso en él. Tampoco tierno, pero ese hasta podría haberlo aceptado como comentario subjetivo, pero “padrazo…-. ¿Ha tenido un hijo? ¿Con quién?

Esto ya no es ni cotilleo. Es una curiosidad extraña, despectiva. Casi es como… No lo tengo claro.

Por supuesto, lo que he dicho no la ha consolado. Pero me niego a decir “si no se nota, tranquila”, con una sonrisa de ánimo. Es un comentario demasiado hipócrita para mi gusto. Hay gente que miente por el bien de otros. Pero si la mentira va a ser descarada prefiero ayudarla a que acepte su realidad y viva con ella.

Me sitúo a su espalda cuando está frente al espejo. Ambas nos reflejamos en él. Parece realmente frágil, y lo cierto es que es una marca complicada. ¿Qué decirle a alguien así? Lo único aceptable es que al menos no acabe escondiéndose, insegura, por un simple tajo. Pero no es tan fácil. A mí me costaría soportarlo.

La atraigo hacia mí, abrazándola. No hay mucho que pueda decir al respecto. Es todo el consuelo que le puedo ofrecer. Con el tiempo la hinchazón bajará y la cicatriz perderá ese color oscuro, pero no va a desaparecer sin más.
Pero, aunque algún día vaya a verla y pensar “no es para tanto”, ahora podría repetirlo cien veces, que no me creerá.

Casi no pude contener la risa cuando la vi poner aquella cara. La verdad era que, si no lo sabía, era normal que le chocara tanto, pero no dejaba de ser divertido.

-Ah, no, no, no es suyo -expliqué, entretenida-. Resulta que Cassandra se fue de viaje y le dejó a su hijo a cargo. Porque Cassandra sí tuvo un hijo, no sé si lo sabes... Aunque de quién es el padre, ni idea. De hecho, creo que Rick me comentó que precisamente se había ido a buscarlo, pero tampoco sé mucho al respecto. Ya hace bastante que se fue, tiene que estar a punto de volver. Pero claro, entre tanto Rick se ha tomado muy a pecho lo del niño. Aún me acuerdo de cuando empezó a cuidarlo, y el pobre no sabía cómo hacer. Yo, como algo sé, le ayudé un poco. Por eso sé tanto del asunto.

Me dejé abrazar, recostándome un poco contra ella. Suspiré, algo cansada. Acabé por quitarme la toalla de la cabeza, soltándome el pelo. Sonreí débilmente.

-Quizá sí debería pasar por la enfermería -comenté, algo apurada, bastante insegura-. A lo mejor hay alguna crema que pueda reducir un poco... esto.

Cualquier cosa con tal de no tener aquella cara.

Una historia de lo más interesante.
No, realmente. Aunque creo que si Dehnel me cayese en gracia podría considerarla, por lo menos, “graciosa”, o solo curiosa. No estoy muy segura de mi humor.

-Sabía lo de su hijo –comento, asintiendo-. Pero no tenía mucha idea del resto-. Me encojo de hombros. No me gustan los niños, y Dehnel me da igual. Tengo datos de sobra para darme por satisfecha-. Supongo que si tú das el visto bueno no habrá problemas al respecto.

Le acaricio un poco el pelo cuando se lo suelta, buscando calmarla o consolarla. A sus palabras poco puedo hacer más que asentir.

-Me parece una buena idea. Estoy segura de que con tratamiento podrás conseguir que mejore bastante. Además, todavía es muy reciente, pero cuando baje la inflamación y la piel se asiente verás como no es como ahora.

La suelto, finalmente, para terminar de secarme el pelo y luego me acerco a por mi ropa. Es una chica fuerte, eso no se lo puedo negar, ni yo, ni nadie.

Asentí, segura.

-Al principio estaba un poco aturullado, pero ahora lo hace bien -aseguré, convencida-. Además, el niño lo adora. Creo que los dos están bastante contentos.

Suspiré de nuevo, algo alicaída. Acabé por levantarme, dispuesta a secarme en condiciones. Me cepillé un poco el pelo y me sequé la cara con cuidado, limitándome a presionar la toalla contra ella. Tras observarme un momento más, me dirigí yo también a mi ropa.

-Avísame cuando quieras que nos pongamos con el hechizo -le dije, comenzando a vestirme-. Yo también me lo estoy tomando con calma ahora, pero eso me apetece.

Miré por el rabillo del ojo a los espejos una última vez. De todas formas, desde allí no podía verme. Y, bien pensado, era mejor así.

Niego un par de veces, llegando a esbozar una sonrisa entretenida. La miro, adoptando cierta expresión abrumada, sin perder la burla.

-¿Acaso intentas convencerme de que Dehnel es tierno? –inquiero, rozando el flequillo húmedo con los nudillos-. ¿Y, aún por encima, metiendo niños en el asunto? -. Bajo la vista un momento, cavilante-. Casi ha sido bueno que no viniese a ver a “Prosper” –murmuro, con una mueca.

Después de lo que insistió durante el viaje de vuelta en aquello. Aunque quizás el descerebrado ni se acuerde. Lo mejor de todo sería no llegar a saber nunca si se acuerda o no.

-Cuanto antes mejor. Me encargaré de buscarte pronto. Así nos desperezamos un poco –indico, comenzando a vestirme-. Y de paso me enseñas eso que has aprendido con el arco. Quiero saber a qué atenerme contigo –añado, con una sonrisa.

Mantuve la sonrisa en su sitio, llegando incluso a asentir, entre burlona y seria. Borré un poco la sonrisa con su última frase.

-Sí, desde luego que es un alivio -coincidí-. No quiero imaginármelo. No sé cómo habría reaccionado. No. Peor. Sí que lo sé -. Desvié la vista-. Casi preferiría que nadie le dijera nada al respecto, aunque no sé si es posible. Se tomó aquello muy a pecho, pese a que él no tuvo mucho que ver con el asunto... No más que yo, vamos.

Asentí, más que dispuesta. Entrenar con Alehyss era de las cosas que más me gustaba hacer, pese a que pudiera llegar a sentirme patosa y novata a su lado.

-Ya digo, no he estado muy ocupada desde que volví -insistí-. Así que cuando quieras. No te creas que he aprendido mucho de arco por el momento, ¿eh? Solo lo que viene a ser lo más básico de la técnica. Pero te lo enseñaré, claro.

Pronto estuvimos vestidas, y una vez bien aseadas, nos fuimos, aún charlando un poco.

*Se van*

No hay mejor momento para reflexionar que durante un baño, y hoy ya he sudado suficiente, así que es hora de limpiarse la mierda y que los músculos se aflojen. En nada ya me he desnudado y estoy metida en una bañera a medio llenar, que ya termina de hacerlo conmigo dentro, que no pasa nada.
Dejo ir un suspiro de alivio. En casa no tenemos una tan grande. Es que esto sí es la gloria, joder.

En lo que termina de llenarse me pongo a abrir algunos botes y a olerlos, a ver qué tenemos hoy por aquí. Algunos me suenan, pero otros son nuevos. Si es que gastan en una de mierdas que no se lo creen.
Aunque como para quejarse, ¿no?

*se queda*

Vilo se ha pasado toda la tarde jugando fuera. Últimamente estamos yendo mucho al bosque, donde tiene muchísimo que explorar y se lo pasa de maravilla. Sin embargo, no todo son ventajas: no deja de ser un cachorro, y uno lo suficientemente guarro como para que haya que estar detrás de él para mantenerlo limpio. Así que, sin remedio, tengo que bañarlo.

Cuando llego, sin embargo, me encuentro con la bañera ocupada. Odio encontrar la bañera ocupada. Vale, sí, es muy cómodo y lo que quieras, pero es mucho más fácil lavarse una en las duchas que lavar allí a un vulpus. Pero en fin, qué remedio.

-Buenas noches -saludo. Encima tenía que ser ella. A ver si hoy tiene buen día, que cuando se pone pesada no hay quien la soporte.

Vilo sale como una exhalación en su dirección, animado, y apoya las patas delanteras en el borde de la bañera, moviendo la cola. Las patas delanteras llenas de barro. Qué feliz va a hacer a esta chica.

Lo llamo, y pronto viene junto a mí, aún animado. Y eso que ha sido un día movidito. ¿Aún tiene ganas de juerga?

Aprovecho para desnudarme yo también. A mí tampoco me sobra una ducha.

Alguien entra.
Alzo las cejas, con curiosidad, echando un vistazo a la puerta. Enseguida no puedo reprimir una sonrisa, a medio camino entre la grata sorpresa y cierta incredulidad con un algo de burla. No puede ser verdad.

-Vaya, no sabía que eras una señorita más –saludo al cachorro, que ya no es tan pequeño, con una sonrisa traviesa. Entonces alzo la vista hacia ella, que no hay que ser desagradable-. Buenas noches, Lea –casi podría decir que canturreo un poco, mientras me voy aplicando uno de los jabones que no olía a rosas por el cuerpo. Las flores a mí no…-. ¿Qué tal? –inquiero entonces, estirándome con deleite y sumergiéndome. No obstante, al instante siguiente tengo a Vilo al borde de la bañera, así que me acerco un poco para mirarlo-. Das verdadero asco, eh… ¿Te hace un baño?

Aunque supongo que no es muy propicio. De todas formas, antes de que establezca si es o no es apropiado, ella ya ha hecho que se aleje de mí. Me quita las cosas que quiero, y mantiene esa expresión aburrida de que no le importa.

Introduzco la cabeza en el agua y despliego las membranas un momento. También eso tiene que lavarse. ¿No les dicen a los niños que se froten detrás de las orejas? Pues en mi caso era también… en esto. Frotar no, bueno, pero que le dé el agua no está de más.

La observo al salir un momento, mientras se desviste. Podría decir que no me estoy cortando demasiado, aunque tampoco soy una lesbiana de esas. A ratos miro a Vilo, nada más, y a ratos a ella, que descubre su cuerpo.
Me pregunto si podré crecer más, todavía…

Termino por echarme jabón en el pelo y empezar a frotar con calma, mirando el agua.

Siempre ese tonito tan irritante. Ni siquiera está haciendo nada, claro, pero es esas formas, esa expresión maliciosa. Una expresión que, en cuanto reciba cualquier réplica, puede recular rápidamente a una indignada o sorprendida, un “yo no he hecho nada”. Encima de irritante, cobarde.

Visto que parece que no le molesta, dejo que Vilo corretee por el baño. En cuanto le doy cancha vuelve a la carga, correteando por el baño y subiéndose a la bañera. Yo, mientras tanto, me voy desnudando y me recojo el pelo.

Y, de pronto, un chapoteo.

Cuando me doy la vuelta, me encuentro al cachorro dentro de la bañera, echándose encima de la cría, y un charco enorme alrededor de la misma. Pero será...

-¡Vilo! -llamo, con algo de enfado-. Serás...