Comedor

Entorné los ojos y apreté su mano contra la mía- venga jovencito, a ver que saben hacer esas moles de carne.

Entonces comencé a ejercer una descomunal fuerza hacia la derecha.

El chico era realmente fuerte, pero su fuerza, a pesar de ser enorme era aún inmadura, por lo que fui ganado terreno poco a poco.

-Te pareces mucho a mi difunto marido- dije jocosa- a el tambien le gustaba la carne y los pulsos. Una tarde, estuvimos 3 horas seguidas echando pulsos y no me ganó ni una sola vez, por lo que no creo que tengas la suerte de vencer a Adela en un pulso- dije haciendo que su brazo batiese la mesa.

-JA! lo raro sería que me hubieses ganado- digo dándole una palmada en la espalda.

fdr: llevatelos.

Aunque comencé con seguridad sobrehumana, pensando que Inger, mi padre y mi hermanita estarían orgullosísimos de mí al ver el espectáculo, poco a poco mi sonrisa se fue tornando en seriedad hasta que me percaté de que estaba perdiendo terreno. Por mucho que ella dijo sobre su marido, cuando mi mano estuvo abatida contra la mesa no pude sino mirarla perplejo. El brazo, adolecido, palpitaba derrotado.

La miré. Pasaron varios segundos hasta que fui consciente al completo de lo que acababa de suceder.

- ... Increíble... -murmuré-. ¡¡Quiero que sea usted mi modelo a seguir!! ¡¡Que respetable mujer!!

Comencé a reír. Había sido increíble. La mujer me acompañó y ambos seguimos comiendo hasta que estuvimos hartos. Pedí a los jóvenes, entonces, que trajeran algo de vino, y a la media hora yo ya estaba suficientemente contento como para deleitarlos a todos con mi hermosa voz.

- ¡Le cantaré una canción de mi pueblo!- le anuncié. Iba a encantarle.


Tras cantar varias estrofas de otras canciones, contentos, abandonamos el lugar.

*se van*

FdR- Me tomé libertad, pero si hay quejas házmelo saber XD
Por cierto... Rick canta bastante mal

Voy al comedor y detengo al primer sirviente que encuentro. no me gusta aprovecharme de ellos, pese a lo que Jillian me dijo cuando hablamos, pero pese a esto le pido algo de comida para el viaje y una cantimplora llena. Tras asentir, se va a buscarla y yo lo espero ansiosa. Casi se la arranco de las manos en cuanto la recibo.

La guardo y me voy.

*se va*

Entré en la habitación abriendo la puerta de golpe, con un ruído cuyo eco acompañó a mi grito de entusiasmo al entrar. ¡El comedor! Eso significaba comida, ¿a que sí? Si es que tenía un olfato...

Encantada, correteé por entre las mesas en zigzag, pisando bien fuerte y riendo, mientras me decía que pronto mi estómago dejaría de quejarse. Qué felicidad. Salvo porque no había nadie.

- ¡¡¡QUIERO COMIDA!!! -grité con entusiasmo, dirigiéndome al altísimo techo sobre mi cabeza. Me quedé en silencio, como flotando, mirándolo con la boca abierta y una amplia sonrisa.

- ¡¡¡HOLA!!! -grité, y me eché a reír al escuchar mi propio eco.

Entonces, un sirviente apareció, preguntando si quería algo en particular. Negué enérgicamente con la cabeza, y me senté de un salto, balanceando enérgicamente mis piernas, que por ser demasiado cortas, no llegaban al suelo. Y allí esperé mi comida.

*Se queda*

Aparezco en el comedor, a la espalda de una pequeña parvus, y sonrío. No me escucha, por lo que puedo examinarla de espaldas antes de hacer nada. Me alegra ver que mis dominios también llegan al palacio, aunque quizás más tarde porque sus pasos son más cortos y la distancia la misma.

- AJAJAJAJAJAJA. ¡¡Buenas noches, señorrrita! -saludo con entusiasmo, con voz enérgica.

Una voz sonó a mis espaldas, una voz masculina de fuerte acento. Me tomé mi tiempo para darme la vuelta, pero no pude evitar una de mis mayores sonrisas. Finalmente, me giré en mi asiento hasta quedar de espaldas a la mesa. Y la emoción me desbordó. Una cara conocida. Esto sí que era un buen recibimiento.

- Yo sé quien eres -reí, entusiasmada-. Nada menos que Nagorr Brumm. Sí, señor, me dijeron que aquí estabas, y aquí te encuentro. Buenas noches, señor.

Así podía una sentirse como en casa.

Sonrío con orgullo. Está bien cuando tu raza te conoce, y no todo el mundo puede presumir de algo así. Desde luego, ella no puede.

- Me alegrrra verr a una parvus tan guapa porr aquí. Está todo lleno de estirrados AJAJAJA. Sin embarrrgo... Sabes mi nombrrre y yo no el tuyo -. Una enorme sonrisa asoma bajo mi barba-. Perro podemos arrreglarr eso en un santiamén, ¿verrdad?

Mientras hablo, observo de reojo llegar al camarero con la comida de la chiquilla. Me mira interrogante y niego sutilmente.

El camarero llegó con una gran fuente repleta de filetes a la plancha y otra de patatas panaderas. Lo miré con decepción. ¿Acaso creía que por ser más pequeña iba a comer menos? Estaba muy equivocado. Pero decidí dejarlo pasar. Ya pediría más fuentes cuando hubiera dado cuenta de lo que tenía delante.

- Ven, Nagorr, ¿no quieres sentarte? -dije, dándome la vuelta para comer-. Hablar de espaldas es incómodo. Ven aquí conmigo.

Me serví tres filetes y media fuente de patatas, y comencé a comer.

- Soy Ayne Stalon -comenté-. Desigualdad solucionada, ¿a que sí? Ahora ya podemos continuar con tranquilidad. ¿Cómo va tu estancia por este... grandioso palacio?

Observo condescendiente a la joven y acepto tomar asiento cuando se me ofrece. Miro con agrado su buen comer y atiendo a sus palabras. Está bien, de vez en cuando, escuchar a los guerreros.

- Crreo que es mucho mejorr ahorra que sé ese bonito nombrre AJAJAJA.

Su siguiente pregunta me pone un poco en guardia. Me agrada su espontaneidad, pero es quizás demasiado concreta. SIn embargo, el ser un jefe me permite ser todo lo ambiguo que quiera.

- Pues hay mucho que hacerr y muy pocas perrsonas que lo hagan, así que agrrradecemos que haya más voluntarrrios. ¿Y cómo es que una muchacha tan joven ha venido a lucharr?

Aunque la miro curioso y contento, no me sorprende su juventud. Es simplemente un cumplido.

Sonreí, encantada. Me gustaba aquel hombre. Aunque sus respuestas eran algo abiertas, me gustaba su buen humor. En realidad, para mí, en una conversación lo más importante era la actitud del interlocutor, y no tanto el contenido de esta.

- Me gustará conocer a los miembros de esta empresa -comenté, asintiendo enérgicamente mientras comía-. Y, por supuesto. Entrar en acción. He venido en busca de movimiento. Mucho movimiento -reí una vez más-. Me ilusionó recibir la llamada. Un asunto me retuvo en casa algún tiempo, pero aquí estoy finalmente. Y espero ser útil.

Me preguntaba si yo era joven en comparación con los otros guerreros. Lo lógico, a mi forma de ver las cosas, es que fuera gente joven quien se uniera a la causa. A no ser, claro está, que mis compañeros tuvieran una gran experiencia de batalla, lo cual sería útil y emocionante, y justificaría una mayor edad que la mía.

Tras terminar mi comida y pedir otras dos fuentes, mientras se desarrollaba una insustancial pero animada conversación, Nagorr y yo decidimos abandonar el comedor. En la puerta, me dijo que tenía asuntos que atender, así que me despedí de él y nos fuimos, siguiendo cada uno su camino.

*Se van*

Ya llevaba unas cuantas horas despierto. Mi condición de exclavo me había madrugar bastante, de este modo, hacía als cosas bastante temprano para así, tener el día libre.

A las ocho de la mañana, como siempre, había despertado a Alexander para darle su desayuno y, una vez terminado, este volviese a dormir. Generalmente se pasaba las mañanas en cama y a fin de cuentas eso era un alivio, ya que podía hacer sus mandatos sin tenerlo detrás todo el tiempo.

En aquel momento yo estaba desayunando un rico y nutritivo tazón de leche caliente. Me apetecían unos dulces que los cocineros habían preparado, pero decidí pasar por un estoico desayuno. Simple y rápido.

*se queda*

Kettleburn me dio el desayuno hace un par de horas y luego me volví a dormir, pero la conversación de anoche con Âstalde no me dejó dormir a gusto, por lo que acabé levantándome.

Entro en el comedor para buscarle. Sabía que a esta hora, por lo que me cuenta (que me rompe la cabeza día y noche con sus tonterías) debe estar desayunando y, como mis predicciones auguran, el piscis rubio está revolviendo su desayuno.

-Buenos días...- digo sentándome en frente de el. Apoyo los codos en la mesa, junto las manos y apoyo mi barbilla en ellas. Entorno los ojos y hablo.

-...Kettleburn- digo con voz zalamera.

Iba a darle un sorbito a la leche cuando veo entrar a Alexander en el comedor. No era un ligar muy frecuentado por mi señor, ya que generalmente, yo le llevo la comida a su habitación. La última vez que estuvimos en el comedor, me hizo firmar el papel que me ha convertido en lo que ahora soy.

Se sentó en frente de mí y me saludó.

-Buenos días a usted también, señor.- digo levantándome, para luego volver a sentarme de nuevo.

Tristán salio de mi bolsa para subirse a mi taza de leche caliente y ponerse a beber un poco, moviendo su lengua rápida y aceleradamente.

Pero ahora Tristán no me importaba. Ahora me importaba el motivo por el cual Alexander había venido en mi búsqueda.

-¿A que debo su presencia? ¿debo realizar algún trabajo?- pregunté como de costumbre, con la mirada perdida y hablando casi automáticamente.

Veo con curiosidad a su dragón. Y no puedo evitar sonreír. Más que por los actos del reptil, por lo que le voy a decir a continuación.

-Si, claro que necesito de tus servicios. Quiero que le hagas la vida imposible a Âstalde. Venga - digo haciendo un gesto con la mano en señal de permisión- te dejo que le hagas lo que quieras. No, no te dejo... mejor dicho, te ordeno que le hagas cosas... no sé, a ver, ¿que se te pasa por tu pequeña y simple mente? si no se te ocurre nada... bueno, te lo diré yo.

Ante el silencio del joven, río y cruzo una pierna por encima de la otra mientras me azuzo la coleta.

-Bien, como veo que no se te ocurre nada, te lo diré yo... veamos... mmm ¿que tal encerrarla en las mazmorras? venga, invéntate algo y enciérrala ahí abajo. Si lo haces, este saco de monedas es tuyo- digo sacando un saquito negro y dejándolo encima de la mesa.

-Bien, como sabes, mis trabajos siempre tienen condiciones. Primera: no le diras que te mando yo si te pregunta. Segunda: no tenemos llaves de las mazmorras, por lo que tendrás que buscarte la vida para hacer que no salga, tercera: no preguntes porqué te lo mando hacer. Simplemente obedece y cuarta... cuando esté encerrada, dile que aprenda modales. Ella sabrá a que se refieren esas palabras.

A continuación, me levanto y le acaricio el pelo. - Ketteburn, tiene que ser duro hacer lo que te estoy pidiendo, pero así debe hacerse.

Hewina aprenderia a respetarme y a adorarme como raza superior a las buenas... o sino, tendría que tomar cartas en el asunto y "forzarla" a que me respete.

Asientí callado ante sus palabras. Tenía ya bastante experiencia como para saber que a Alexander no se le debía llevar la contraria y menos cuando eras su exclavo.

Cuando terminó de hablar, asentí en silencio con la cabeza.

-Así lo haré señor.- se me había quitado el hambre de repente. Una cosa era ignorar a Hew y otra muy distinta era hacerla sufrir... pero eran mis mandatos y debía acatarlos.

Me levanté, cogi a Trsitán, que aún bebía leche y me fui. - con permiso.- dije despidiéndome de él para irme.


*se va*

Por fin. Por fin. Por fin tengo un esclavo que no me rechista, ni pasa de mis órdenes, Por fin he pisoteado su autoestima y lo he dejado sin pensamiento propio cuando está conmigo. Lo he conseguido. Bien. Ahora ya estoy un paso más cerca de ser como mi líder.

Estoy contento. Todo parece que está cogiendo su cauce. Parece que Brontë me está otorgando un buen lugar en el que vivir, esconderme, estudiar... me gusta. Todo cobra ahora un poco más de sentido.

Me levanto con él.- Venga, ve a hacer tus cosas- digo haciendo un ademán con la mano.- Largo.

Veo su taza de leche, ahora sin dueño. No ha desayunado... bah, si no lo ha hecho ha sido porque no ha querido.Me levanto, me aliso la camisa y me voy. Hoy me apetece ponerme a estudiar un poco.

*se va*

Entré en el comedor saltando con los pies juntos, gritando al ritmo de los saltos.

- ¡Co-mi-da! ¡Co-mi-da! ¡¡Co-mi-da!!

Entre risas, corrí hacia uno de los bancos y me senté. Un chico del servicio me vio llegar y asintió con la cabeza. Ya sabía que me valía cualquier cosa. Apoyé los codos en la mesa y la barbilla en las manos, y balanceé las piernas, sonriente. Qué hambre...

Llegué al comedor. Había estado paseando por la tarde, por lo que tenía bastante hambre. Al llegar, me encontré con una chica pidiendo comida a gritos. La joven era una parvus, de pelo oscuro, a la que no había visto antes. La observé en silencio, a unos metros de ella, y me pregunté cuánto tiempo llevaría en el Palacio. Pensé que poco, pues yo llevaba bastante tiempo ahí y no la había visto antes.

Cuando se sentó, tragué saliva y me acerqué a ella.

—Ho... Hola... — murmuré, con una sonrisa pintarrajeada en la cara —. No... No te había visto antes... ... ¿Eres nueva...? —Me pasé una mano por la nuca y la miré —. Re... Responde si quieres... O sea... No es necesario que respondas porque sólo es una curiosidad, y a lo mejor no debí acercarme porque... No me conoces y... Bueno... Yo lo que quiero decir es que... Puedo irme y... Dejarte con tus cosas y eso...

Nunca se me había dado demasiado bien iniciar conversaciones con desconocidos.

FdR. =D Hola :3

Me di la vuelta cuando sentí una presencia a mi espalda, con cara de curiosidad y abriendo mucho los ojos. Una flamma de orejas puntiagudas se dirigía a mí con tono vacilante. Al principio me limité a observarla, con la cabeza ladeada, admirando el brillo de su pelo y la blancura de su piel. Me recordaba a alguien...

Cuando la miré a los ojos, cuyo brillo tímido combinaba a la perfección con su forma de expresarse, no pude evitar una amplia sonrisa, que acabó desencadenando una carcajada.

- ¡Bienvenida a Brontë! -saludé, levantándome para tomar su mano y sentarla a mi lado. Entonces me di cuenta de que probablemente la recién llegada era yo, pero no le dí importancia.

El chico del servicio llegó con una bandeja llena de alitas de pollo y otra de magdalenas. Le pedí chocolate. Me serví y ofrecí comida a la chica.

- Me llamo Stalon -me presenté, llenándome la boca de comida al momento siguiente. Tragué y continué-. Bueno. Para ti puedo ser Ayne. Si quieres. Tómatelo como un regalo de bienvenida. Porque pareces maja -seguí engullendo-. Pero aún no sé como te lla... -de nuevo detuve mi vista en su pelo-. Oye, ¿es natural? Porque es precioso...

Me eché a reír una vez más y me dediqué a comer en silencio. De vez en cuando, conviene dejar que hablen los demás.

La chica pareció no tomarse a mal mi intromisión, sino todo lo contrario. Se levantó del banco en el que estaba sentada e hizo que me sentase a su lado, tras darme la bienvenida a Brontë (comentario que me hizo esbozar una sonrisa, pues yo ya llevaba ahí bastantes meses). Una vez estuve a su lado, la miré (sin borrar la sonrisa). Acepté su ofrecimiento y cogí una de las magdalenas que había traído el chico de servicio.

Escuché en silencio lo que decía, sin despegar mi vista de ella. Al parecer se llamaba Ayne Stalon. Cuando volvió a hacer referencia a que acaba de llegar, no pude evitar soltar una pequeña risa.

—Realmente llevó aquí unos cuantos meses... — murmuré. Volví a mirarla y, cuando me preguntó si mi pelo era natural, me llevé una mano a la nuca, notando como me sonrojaba levemente. — Sí, es natural... — Sonreí con timidez y me llevé la mano al cuello —. Y... Bueno... Gracias por decir que es precioso...

Me encogí de hombros y ensanché la sonrisa. Luego, al darme cuenta de que no me había presentado, abrí mucho los ojos.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento...! No me he presentado... ¡Lo siento! Yo... No creas que suelo ir por ahí molestando a la gente sin presentarme... ¡Normalmente suelo presentarme nada más conocer a alguien, pero...! —Negué con la cabeza. Estaba liándome, como siempre —. E... El caso... Me llamo Inger Nielsen... —Sonreí— ... Y... Gracias por la comida... ...

Permanecí en silencio unos segundos, con la vista clavada en la mesa.

—¿Cuánto tiempo llevas en Palacio... ...? Si puede saberse, claro... — pregunté, mirándola de reojo. — Es que... Por como hablas, parece que llevas aquí bastante tiempo... ... ¡No pretendo ser descortés o algo así...! Es... Sólo curiosidad.

Esbocé una tímida sonrisa y me encogí de hombros.

Su respuesta me hizo estallar en carcajadas. Pero qué graciosa era. Pero me puse seria de pronto. A lo mejor se estaba sintiendo mal...

- Disculpa -dije, abriendo los ojos al máximo y vocalizando mucho, hablando despacio para que quedara claro que iba en serio-. No me río de ti. Es que me haces gracia. No me molesta que no te hayas presentado, Inger Nielsen.

Sonreí de nuevo. Ahora que lo había dejado bien claro, podía continuar. Reí otra vez.

- Llegué... Hará así como... -volvía a hablar normal, pero me quedé en blanco. Me puse un dedo en los labios y los repasé, mirando al techo, intentando hacer memoria-. Así como cuando conocí al chiquillo. Sí. Más o menos, no me hagas mucho caso -me encogí de hombros.

Me volví hacia la comida, olvidándome de ella completamente por un momento. El chico del servicio trajo el chocolate, y yo aplaudí.

- ¡Bien! ¡Bien! -sonreí a Inger Nielsen-. El chocolate está rico. No deberías tener prejuicios. Si lo probaras, descubrirías que es fantástico.

Asentí con la cabeza, sirviéndole un poco, con completo convencimiento. Dejé la jarra con un golpe seco al acordarme de algo.

- ¡Por cierto! -exclamé-. ¿Inger? ¿O Nielsen? Porque yo soy Stalon. Pero soy Ayne. Pero tú...

Me estaba montando un lío. Sacudí la cabeza, riendo.

- No importa. Elijo yo. Así que ya veré -decidí.

Palpé la bandeja de las magdalenas, en busca de una, pero descubrí con desilusión que se habían acabado.

-Vaya... -me lamenté. Miré a la chica y sonreí. Qué pelo más bonito-. Pero estaban ricas, ¿a que sí? Y el pollo también. Termina tu chocolate y vete a dormir. Es muy tarde, y si no te acuestas pronto, mañana no va a haber quien te levante...

Apuré mi chocolate y me lamí los labios en busca de restos. Me levanté de un salto e hice una reverencia. Luego tomé su mano y la besé.

- Ha sido un placer, chica de pelo bonito -le dije-. Voy a seguir mi fantástico consejo ya. No tardes tú tampoco. Y descansa.

Le guiñé un ojo, me di la vuelta y salí corriendo del comedor.

*Se va*

FdR.: Me hubiera gustado rolear más, pero no todos tenemos horario de tarde... Yo también voy a seguir el consejo de Ayne. Ya repetiremos

Su respuesta a mi último comentario hizo que el rubor se me subiese a las orejas. La miré de reojo y la escuché. Cuando terminó de hablar, me llevé una mano al cuello y le dediqué una tímida sonrisa. Da igual cómo lo mirases, ver a alguien poniéndose tan nerviosa como me había puesto yo cuando me había dado cuenta de que no me había presentado, debía ser, cuánto menos, gracioso.

Observé cómo alzaba la vista al techo y ladeé la cabeza. Parecía concentrada en recordar algo (supuse, por el inicio de su frase, que intentaba recordar el día que había llegado, pero no estaba segura del todo). Cuando, tras unos segundos, logró responder, alcé ambas cejas. Luego fruncí el ceño, confusa. ¿A qué chiquillo se refería?

Permanecí así, divagando sobre la posible identidad del chiquillo, hasta que escuché la voz de Ayne. Alcé la vista de la mesa y la miré. El camarero acaba de traer el chocolate que Ayne le había pedido antes y ella me había servido un poco. Sonreí. Qué chica más agradable.

—Gracias...

La miré y ensanché la sonrisa. Cogí el vaso. Tomé un trago. Tal y como había dicho ella, estaba bueno (aunque eso yo ya lo sabía. El chocolate siempre estaba bueno. Era de las mejores cosas del mundo. Y seguro que había un montón de gente que pensaba lo mismo). Escuché cómo Ayne hablaba y sonreí. Iba a decirle que podía llamarme Inger, pero ella decidió que elegiría ella cómo llamarme. Eso me hizo soltar una pequeña carcajada.

—Vaaale... Te dejaré elegir. — Sonreí —. Y sí, las magdalenas estaban muy ricas. El pollo no sé, porque no lo he probado, pero seguro que también.

Ensanché la sonrisa. Tomé otro trago de chocolate. Luego miré a Ayne, que acaba de levantarse. Reí cuándo hizo una referencia y le sonreí cuando me besó la mano.

—Qué caballerosa... — murmuré, con un tono casi jocoso en la voz. Luego esbocé una amplia sonrisa—. ¡Lo mismo digo! Ha sido un placer. ¡Descansa! — exclamé.

Observé cómo se iba y volví mi vista a la mesa. Pensé que la chica era muy simpática y en que, tal vez, podríamos ser amigas. Desde que había llegado a Palacio, apenas había hablado con alguna chica. Conocía a algunas de vista (o porque habíamos ido a la misión), pero, por lo demás, no había tenido una conversación distendida con casi ninguna. Recordaba haber hablado con Alehyss Lester, pero no sabía ni de qué habíamos hablado ni cuándo habíamos hablado.

Me encogí de hombros y, siguiendo las palabras de Ayne, me serví más chocolate. Cuando terminé, me levanté y estiré los brazos. Adoraba el chocolate, así que no me sentiría mal por haber tomado demasiado. Tras dedicarle un último vistazo al comedor, me fui.

*se va*

FdR. =D Don't worry. A ver si se encuentran otro día x3 (me encanta tu personaje. ES AMORR)
Inger gocha <.<

Entré en el comedor con grandes pasos dignos de guerrero semejante (semejante a mí, es decir, yo). Al entrar canturreé mi pedido, carne carne y carne, a quién fuera que anduviera por allí. Ya de paso, si me traían algo de vino, estaría bien contento. Acabababa de enterarme de que la puta de Lester estaba de misión y tenía mucho que celebrar. No la iba a ver por un tiempo y, con suerte, moriría en el viaje.

Me senté en una mesa a esperar, y en cuanto un joven me trajo un pollo entero con guarnición supe que ese sería un gran día.

- ¡PERFECTO!

*se queda comiendo*

Llegué al comedor, con el pijama todavía puesto y con una chaqueta encima de este. Acababa de despertarme hacia un rato, y, como tenía hambre, había decidido bajar al comedor en pijama. Ya me adecentaría después.

Nada más llegar, vi a Rick en una de las mesas comiendo, por lo que decidí acercarme. Cuando estuve a su altura, sonreí y lo miré.

—¡Buenos días...! — Ensanché la sonrisa —. ¿Puedo sentarme contigo...?

FdR. cutrez...

Vi entrar a Inger y sonreí mientras sujetaba un zanco de pollo con cada mano.

- ¡Pod zupuezto! - exclamé. Tragué la comida-. ¡Sírvete también, si quieres!

Le hice un hueco a mi lado, no fuera a decir que los Dehnel no éramos caballerosos, pero pronto seguí con mi consumo masivo de ave. Si no me daba prisa en comer gastaría la energía obtenida simplemente en moverme para conseguir más. Un cuerpo como aquel, tan exhuberante, había que mantenerlo bien alimentado.