Comedor

Llegamos al comedor, nos sentamos en una de las mesas y Nagore pide que nos traigan sopa a los dos. No me deja hablar, pero tampoco me molesta demasiado porque ahora mismo estoy intentando procesar qué está pasando. La chica me mira y me habla y suspira, y yo abro y cierro la boca y estoy convencido de que parezco un pez rojo.

—¡Sí! —respondo, en un tono más alto y rápido del que me gustaría, a su pregunta —. Soy de Ignis, ¡del desierto! Muy, muy lejos de la costa. ¡¿Te gusta lo que has visto de Ignis?!

Tengo las manos apoyadas en las rodillas, y las muevo arriba y abajo con cierto nerviosismo. Estoy confuso (y nervioso). Cuando el camarero nos trae la cena, lo miro de reojo y sonrío sin alzar la cabeza , pero no aparto las manos de las rodillas ni entonces ni cuando se va.

—No... No conozco a mucha gente —murmuro, y esta vez sí que levanto el cuello y miro a Nagore. Trago saliva y le sonrío —. Sólo a una chrysos morena cuyo nombre no recuerdo, al ninja Follow y a la parvus coleccionista de tesoros. —Ensancho la sonrisa, todavía nervioso—. Y... ¿Y tú?

Miro el cuenco de reojo. Lo cierto es que, al menos, debería lavarme las manos antes de comer...

-Bueno, demasiado calor para mí, supongo. - digo riendo, devolviendo mis manos al pelo, que no para quieto ni un minuto, con el fin de adecentarlo cada vez mejor. Nagore, eres una inútil. Todos los días preciosa y hoy, JUSTAMENTE HOY estás horrible.
Sin embargo una mujer con recursos como yo, debe estar preparada para todo. - Demasiado calor y demasiado acostumbrada a la humedad de Humus- confirmo sonriente y tomando una cucharada.

Mi mirada se ensombrece y mi férreo puño dobla a la mitad la cuchara, ya vacía en cuanto pronuncia a ese malnacido rompecorazones.

Spoiler:

Pero rápidamente alzo la cabeza completamente sonriente. Nagore, contrólate. - Ah, pues sólo conozco a uno de ellos, pero bueno, no hablemos de ellos- digo arrimándome más a su cuerpo calentito- háblame de ti, Seth. Dime, ¿tienes hermanos?- - sin embargo casi no le dejo responder, sinceramente, me da igual cuantos hermanos tuviera, sólo eran preguntas obligadas para romper el hielo. Ese hielo que derretía él solo con su sonrisa y sus cara y sus ojos y su... todo-.¿Sabes? me has caído muy bien -digo frotando mi cabeza contra su hombro. Eres como una chimeneita portátil. Me encantas. -Termino.

Sonrío y me paso una mano por la nuca.

—Pues menos mal que no has estado en el desierto —comento mirándola de reojo. Luego chasqueo la lengua y aparto la mirada—. Nunca he estado en Hummus, aunque supongo que son sitios muy diferentes...

Me humedezco los labios y muevo los dedos, dando ligeros golpecitos en mis piernas. Por el rabillo del ojo, veo cómo Nagore dobla la cuchara por la mitad y alzo las cejas, notando cómo mi sonrisa cambia a una expresión de absoluta estupefacción. ¡A primera vista no parecía tan fuerte! No obstante, cuando vuelvo a mirarla, está sonriendo de nuevo. Me dice que sólo conoce a uno de ellos. Quiero preguntarle a cuál de los tres se refiere, pero, antes de que pueda articular palabra, ella se me acerca y cambia de tema. De nuevo, noto cómo mis mejillas vuelven a enrojecerse al tenerla tan cerca.

—Te... Tengo dos hermanos: una hermana mayor y un hermano pequeño —respondo mientras clavo las pupilas en la sopa. Voy a decir algo más relacionado con el tema, pero de nuevo ella se me adelanta y frota su cabeza contra mi hombro mientras me dice que le he caído muy bien.

Abro mucho los ojos y vuelvo a boquear, notando cómo el rubor se extiende por toda mi cara mientras ella sigue hablando. Juraría que hasta tengo las orejas enrojecidas.

—Eh... Ah... Eh... Tú a mí también me... Me has... Caído bien, Na... Nagore —balbuceo, con una sonrisa nerviosa en los labios. Trago saliva y aparto la mirada. ¿Qué está pasando?

Fdr. roleo pausado xD Mañana más.

Bailo en mi interior. También le gusto. (FDR: ha dicho que le caes, bien, pero tú, como buena belieber, escucha sólo lo que te de la gana xD)
En cuanto escucho sus palabras, me vuelvo a abrazar a su brazo. -Dime, Seth, ¿te habían dicho alguna vez que eres un chico muy guapo? -lo halago sonriente.

Entonces me acuerdo al decir "guapo" de que conoce a Follow y decido intervenir.
-Por cierto, ¿sabes? Follow se ha echado una novieta. Sí, una pelandrusca que seguro no le da todo el amor que se merece -digo aún con mi cabeza apoyada en su hombre y la mirada perdida.
No digo esto porque quiera volver a intentarlo con Follow. Será muy guapo, pero no es más que un cadáver en cuanto a sentimientos se refiere y eso es un rollo. Todo esto lo digo para jorobar a esa guarra, que me dio la puñalada trapera. -Si lo ves... vosotros que habláis de cosas de chicos y tal... dile que no le conviene, o algo. Al fin y al cabo, es tu amigo, ¿no?- Entonces hago una pausa y continúo-. Por cierto, ¿tú tienes novia? -pregunto con el corazón a mil, mirándole ansiosa a los ojos.

Muevo la cabeza y clavo los ojos en una mesa lejana a la nuestra cuando Nagore se vuelve a aferrar a mi brazo. El rubor que me recorría la cara aumenta un par de tonos cuando escucho lo que dice, y una sonrisa nerviosa se me dibuja en los labios.

—Sólo mi madre —murmuro, mirándola de reojo. Luego vuelvo a apartar la vista. ¿Debería darle las gracias? ¿Debería corresponder a su halago con un "tú también" o algo así? ¿Debería quedarme callado? Y en caso de que decidiese corresponder a su halago, ¿qué le digo? ¿El "tú también" sirve? ¿O no? Trago saliva. No recuerdo otra conversación en la que me costase tanto hablar. De hecho, juraría que nunca me había pasado esto de no saber qué decir.

—Pero gracias por el cumplido —digo finalmente. Vuelvo a mirarla de reojo y esbozo una sonrisa—. Tú... Tú también... —Frunzo ligeramente el ceño—. Eres muy... Muy... Guapa.

Esbozo una amplia sonrisa y reprimo un suspiro. Nagore, por suerte, vuelve a tomar las riendas de la conversación, así que me dedico a escuchar lo que dice. Habla de Follow el ninja y de su novia (que parece no caerle especialmente bien a la parvus), y me pide que, la próxima vez que le vea, le diga que la chica no le conviene.

Frunzo lgeramente el ceño.

—Bueno... Yo no soy nadie para meterme en su relación, Nagore —respondo, mirándola esta vez sí a los ojos. Me encojo de hombros y sonrío—. Si él es feliz, y ella es feliz, pues que sean muy felices. —Ensancho la sonrisa—. Y si no, ya lo solucionarán ellos solos. ¡No te preocupes por Follow! Seguro que sabe lo que hace.

Me paso una mano por el cuello. ¿Cómo será la novia de Follow? No conozco a mucha gente de Palacio, así que probablemente no sepa quién es. Me pregunto por qué Nagore la ve con tan malos ojos. Imagino que habrán tenido algún problema, pero seguro que la chica no es tan mala (¡es más: seguro que no es nada mala!). Seguro que, si hablan un poco, son capaces de arreglar su relación.

Estoy a punto de decirle eso último a Nagore, pero ella vuelve a adelantarse y yo me olvido por completo de la frase. La chica me está mirando, con algo parecido a la expectación en sus ojos, y yo tengo las cejas alzadas y los labios entreabiertos. No tardo, no obstante, demasiado en cambiar mi expresión, bajando las cejas y tragando saliva.

—No, no tengo... ¿Po... Por qué preguntas? —pregunto, con un tono ligeramente agudo y sonriendo con timidez. Vuelvo a sonrojarme.

Me llevo una mano a la frente y río al oír lo de su madre, pero no es una risa para meterme con él, sino una risa agradable.
Cuando me dice que yo también soy guapa, no puedo agachar la cabeza y sonrojarme yo también. A decir verdad, ningún chico me lo había dicho excepto una vez, pero sólo había sido para meter mano, por lo que acabé dándole un buen bofetón.

Discrepa, sin embargo, en cuanto a lo de Follow. -Bueno, supongo que tienes razón. -Y a decir verdad, me importa ya bien poco... o por lo menos eso quiero aparentar. - Seguro- respondo ya más animada, intentando olvidarme de aquellos dos membranosos.

-Jajaja yo tampoco, chico -digo con resignación y haciendo un amago con la mano-. Bueno, debo ir a mandar una carta a los del servicio para Humus. Se me hace tarde sino- digo frunciendo el ceño-. Sin embargo- digo dirigiéndome de nuevo a él- lo preguntaba porque... bueno... tú sólo ata cabos- digo guiñándole un ojo y encogiéndome de hombros-. Espero volver a verte, Seth. Eres un chico maravilloso -hablo con una sonrisa-. Pero ya verás, la próxima vez estaré mucho más guapa que hoy -digo sonriente-. Me marcho ya, ¿vale?- digo sacando una carta oscura del bolsillo-. ¡Chao, Seth!-grito corriendo-. Ya tendremos una cita con más calmaaaa~.

*se va*

FDR: :_D mi madre me arrastraaaaa

Observo a Nagore mientras habla. Cuando me da la razón en el tema de Follow, asiento, sonriente, y cuando me dice que tiene que ir a entregar una carta, ensancho la sonrisa.

—Hasta otra, supongo —le digo, ya más calmado que antes. La chica, no obstante, en vez de irse nada más explicar lo de la carta, se queda unos minutos y me intenta explicar a qué venía la pregunta anterior. Frunzo ligeramente el ceño. ¿Qué ate cabos? Acabo de conocerla, ¿cómo voy a saber lo que piensa? Es más: pese a que he pasado un rato bastante largo con ella, tengo la sensación de que no sé nada de la parvus. Sólo sé que se llama Nagore y que no tiene novio, pero no sé cuál es el motivo por el que está en Brontë, ni su apellido, ni su edad (aunque parecemos tener más o menos la misma) ni nada. Aunque, bien pensado, tampoco es que ella sepa mucho más de mí.

Arqueo una ceja. No lo entiendo. No lo entiendo, pero en vez de preguntarle a qué se refiere, me despido de ella. Vuelve a halagarme, y yo vuelvo a sonrojarme.

—Ya... Ya nos veremos —susurro mientras esbozo una cohibida sonrisa. Muevo la mano derecha hacia ambos lados mientras me despido de ella. Luego, cuando se va, suspiro con bastante fuerza y vuelvo la vista a la mesa. El cuenco con la sopa que Nagore había pedido sigue ahí, intacto e imagino que frío. Lo observo durante unos segundos, pensando en la conversación que he tenido con la parvus. Pese a la sensación de nerviosismo constante que he tenido mientras hablaba con ella, la chica es bastante simpática. No entiendo a qué se refiere con lo de atar cabos, pero es maja.

Contemplo el cuenco un rato más hasta que decido abandonar el comedor.

*se va*

Entré en el comedor con el estómago reclamando su cena, pensando en mis cosas. No había vuelto a tener noticia de Arennette. Probablemente, era muy pronto para que le hubiera dado tiempo a leer y responder mi última carta, pero ahora que había establecido un poco de contacto, me impacientaba la respuesta. No podía dejar de pensar en cuándo sería la boda de Inwir, en si serviría para reunirnos al fin a todos y en si mi abuelo se molestaría si me veía. Me estremecí. La verdad era que, a él en concreto, no tenía ninguna prisa por verlo.

Tomé asiento y pedí mi cena: salchichas con huevo revuelto. Cuando me sirvieron, me puse a comer en seguida, envuelta en mis pensamientos.

*Se queda*

Tras haberse presentado ante los demás líderes el líder Darvenwish decidió dejar las buenas noticias para la pequeña reunión de esa noche. Lo único que había adelantado era lo primordial, que debían preparar una rápida acometida sobre Ignis y que el gobierno del país de fuego ya había sido advertido para aumentar la seguridad en la ciudad capital. El resto de explicaciones quedaría para aquella noche.

Se tomó el día para acomodarse de nuevo en el palacio. Se cambió de ropa a uno de sus trajes violetas y blancos que lo perfilaban al completo y que tanto le apasionaban y se dedicó a recorrer el palacio con un sigilo primoroso para no llamar la atención por el momento. Pronto vendrían los vítores, las caras estupefactas y las malas y envidiosas lenguas... Lo cierto es que la noticia sobre el piscis y, por ende, su regreso a Brontë lo traía de muy buen humor con lo que su cara perfilaba una sonrisa ladina más amplia de lo habitual.

Se adentró en el comedor primeramente, ya cansado de tanta soledad y con ganas de encontrarse con alguno de los chicos para ver qué diferencias encontraría a cuando se había marchado y, de paso, saludar a un par de sirvientas de cocina que, por sus gestos durante el recibimiento, parecían haberle echado de menos.

Cruzó las puertas del gran comedor como si atravesase un arco de triunfo y, aunque no estaba concurrido, pudo ver como la pequeña Massen Dew se encontraba allí comiendo. Lo cierto es que de entrada atendió a que allí había una chiquilla aprovechable que luego resultó ser la pequeña piscis a la que había despedido la noche de su partida. Lo cierto es que aquellos meses le habían sentado de maravilla y amplió todavía más su sonrisa. El resplandor de las mujeres era igual a las flores en primavera y siempre lo dejaban prendado en esa época de su joven vida. Luego se volvían histéricas y correosas cuando perfilaban los 30 y ya no había demasiado que hacer con la mayoría de ellas.

Se acercó a la muchachita y se quedó frente a ella con los pies muy juntos por costumbre militar, brindándole la sonrisa que traía perfilada de antemano.

—Buenas noches, Massen Dew, me alegra saber que continúas sirviendo a Brontë —Con voz aterciopelada y el tinte hipnótico más despierto dejó que la muchacha diera cuenta de su presencia. De pie, con la gorra bajo el brazo, los pies juntos y la espalda rectísima, la figura del hombre asemejaba más a una pose de desfile que a un saludo campechano.

Interrumpí el tenedor a mitad de camino hacia mi boca y me quedé muy quieta, sintiendo una mezcla de sentimientos que habría sido incapaz de definir. Dejé el tenedor, aún con la comida pinchada, en el plato y me giré levemente hacia la esbelta figura a mi lado. ¿Era aquello posible? Tragué saliva.

-Buenas noches, señor -saludé, con cautela-. No sabía que hubierais vuelto.

Me alegraba. Me alegraba de verdad de verlo, de tenerlo de vuelta. Me hacía sentir en cierto modo más amparada, pues siempre me había inspirado protección. Sin embargo, no había olvidado la despedida. Y eso, no podía evitarlo, me provocaba un miedo que no sabía si podía controlar.

Moví un poco los hombros, intentando hacer parecer mi ropa más holgada. Instintivamente, quería volverme más pequeña.

La chica pareció inmediatamente tensa y sorprendida, e líder continuó sonriendo, aquella reacción ante su presencia no era ninguna novedad y la pequeña nunca le había desagradado. Se movió un par de pasos hasta situarse frente a ella con la mesa de por medio.

—Permíteme tomar asiento, llevo un buen rato caminando —El líder apartó la silla que había arrimada a la mesa frente a la piscis y tomó asiento con recato, cruzando una pierna sobre la otra y sin llegar a arrimarse de nuevo a la mesa. Depositó la gorra, junto a su mano izquierda sobre su rodilla más alzada manteniendo una postura digna en todo momento y la mano derecha acompañó aquel apoyo.

—Sí, acabo de llegar, dudo que casi nadie sepa todavía que estoy por aquí —Comentó mirando alrededor del comedor, donde los sirvientes se habían detenido por un instante para saludarlo reverencialmente y luego habían vuelto al trabajo. Luego clavo su vista en la muchacha de nuevo y contempló en qué medida había crecido.

—Te encuentro más bella aun que cuando me fui. Supongo que tus andanzas en Brontë han sido bienaventuradas —Comentó con el deje divertido habitual de cuando hablaba con los guerreros. ¿Qué podría interesarle de verdad de la mujercita? Realmente el verla después de tanto tiempo levantaba su curiosidad, pero ciertamente no se le ocurría nada que preguntarle que pudiese ser de su interés. —¿Ha habído grandes bajas o novedades entre los guerreros?

Asentí cuando decidió tomar asiento.

-Por supuesto -indiqué, señalando la silla frente a mí.

Me sorprendía ser de las primeras en enterarme. Parecía que fuese su portera: la última en despedirme y la primera en recibirlo.

-No creo que tarde en difundirse la noticia, señor -comenté, mirando de reojo a los criados que, al pasar, se detenían a saludar al líder. Los rumores solían correr como la pólvora, y más si eran sobre alguien llamativo.

Me llevé discretamente el tenedor a la boca, pero cuando volvió a hablar me arrepentí de ello, pues estuve a punto de atragantarme. Traté de tragar con normalidad, aunque no pude evitar que el rubor se extendiera por mis mejillas y mi vista se desviara al plato. Aquello era precisamente lo que había querido evitar. Aunque estaba visto que todo el mundo tenía un afán inevitable de hablar de ello.

-Gracias, señor -murmuré, incómoda-. Lo cierto es que no he salido del palacio. He estado... estudiando y entrenando -el resto de mis "andanzas" me parecían perfectamente omisibles. Decidí aferrarme a su última pregunta. Prefería mil veces hablar de otros y no de mí-. Últimamente ha habido algo de movimiento, señor. Han llegado nuevas guerreras: Fier y Lluvia; dos aether. Lluvia llegó hace un par de días. También he vuelto a ver a Lyam y Alehyss. Lyam debe haber estado fuera, no sé si en alguna misión, y a Alehyss también hacía mucho que no la veía. En cambio, hay quien está totalmente desaparecido, como Dehnel. Oh, y la sobrina del líder parvus está también en Brontë, parece que ha venido a verlo.

Las primeras palabras de la piscis fueron omisibles para la mente del líder, sin embargo no le pasó por alto el sonrojo de la señorita. Así que sus atributos todavía le eran novedosos y las referencias vergonzosas. Así que continuaba siendo una niña todavía. Tenía suerte habiendo estado en un palacio lleno de hombres de todo tipo a su alrededor hambrientos de juventudes como aquella. Aquel punto de las señoritas le resultaba a la vez apetitoso y agotador. Quién negaría la belleza de unos grandes y tiernos ojos apoyados sobre el suave color de la fruta de verano, con un deje pícaro, a penas inapreciable, y una carga entre aterrada y divertida tan sutil como una pluma de un infante aether. Pero por otra parte, el miedo y a vergüenza consumía lo mejor de aquellas épocas de juventud en las chiquillas. El recelo al deseo, la vergüenza al placer y el miedo a la pérdida eran algo que, aunque todavía, atraía al líder caeruleus, llegaba a causarle pesadez.

Cuando se dio cuenta apartó su diestra de su boca y dejó de observar ensimismado a la muchacha para prestar atención a sus palabras. Algo había mencionado de nuevas guerreras y eso hizo que asintiese complacido. Pero sobre las ausencias de los chrysos más molestos de Brontë le causó un nuevo dilema. ¿Debía importarle? Sí, en parte debía y era una lata que así fuese. Pero no quería enredarse con esos dos por ahora. Lo que sí le pareció curioso fue la desaparición de Dehnel.

—Vaya, ese muchacho solía ser muy ruidoso. Es extraña su ausencia —Comentó, más que nada por compromiso. —Bueno, supongo que mi trabajo por ahora es conocer a esas nuevas guerreras, por lo que parece no resultan malas compañías según tus palabras —Indicó con tono de interés, pero verdadera indiferencia interna.
Ojeó su gorra durante unos instantes, repasando sus remaches de plata para cambiar de asunto.

—Me alegro de que te hayas dedicado a cultivar cuerpo y mente. Poco te queda para ser una plena mujer y, al parecer, bastante envidiable. Confío en que serás una guerrera admirable —Indicó con tono suave sin perder de vista los ojos de la chiquilla. Luego se arrimó un poco más a la mesa, indicando con un leve gesto que lo que diría a continuación llevaba cierto contenido secreto —Es posible que todavía no lo hayas vislumbrado, pero has de saber que a partir de ahora los hombres ya no verán a una pequeña piscis —Con sus últimos susurros de tono casi misterioso, dedicó una sonrisa a la chica y posó su diestra enguantada sobre la de ella durante los segundos que tardó en levantarse de su asiento y colocarse la gorra.

—Ahora te dejo acabar tu cena. Debo ir a visitar el resto del palacio. Cuídate, Massen Dew. Hazlo por mí —Dedicó una última mirada de medio lado a la chica mientras se despedía con un gesto de su gorra para luego salir del lugar tal y como había entrado.


*se va*

Asentí.

-Las dos parecen buena gente -corroboré.

Sin embargo, Darvenwish no parecía dispuesto a dejar pasar la oportunidad de hablar de mí. Para mi desgracia, parecía más interesado en ese tema que en ningún otro. Sentía cómo me hervían las mejillas, aunque traté de mostrarme lo más segura posible. Sin embargo, él tenía mucha más seguridad que yo, y al aguantar su mirada me sentía un ratón atrapado en los ojos de una serpiente. Tragué saliva cuando se acercó, y noté encogerse mi estómago con sus palabras.

-Gracias, señor. Trataré de mantenerme alerta.

Sentí un tremendo alivio cuando dijo que se iba, aunque por respeto intenté disimularlo.

-Bienvenido de vuelta. Buenas noches, señor -me despedí.

Quise continuar mi cena con tranquilidad, pero lo cierto era que ya no tenía mucha hambre. Tomé un par de bocados más antes de decidirme a retirarme. Era extraño. Ya no sabía bien si me gustaba menos que la gente me tratara como una niña o me recordaba una y otra vez que dejaba de serlo.

*Se va*

A mitad de camino, tomó un desvío en uno de los pasillos y entró en el comedor. Pese a su actual estado de júbilo, todavía recordaba qué había sido lo primero que su ahora maestro le había pedido: comida. Ya que había entrado en palacio, no veía motivos para no llevarle algo de comer a alguien que lo pedía. Además, se había convertido en su maestro y de alguna forma tenía que pagarle.

Tras recuperar el aliento, Lluvia se adentró en la sala y se acercó a uno de los miembros del servicio. No sabía muy bien cuánto comería aquel hombre ni cuánta hambre tendría, así que decidió pedir algo sustancioso.

—Quiero carne. Mucha carne. O, bueno, es para alguien muy grande, así que carne suficiente para alguien muy grande. Y pan. Y manzanas. ¿Se pueden pedir tantas cosas? Si no se puede, que no sea tanto, pero me gustaría que se pudiese porque, bueno, creo que el hombre realmente necesita alimento. —Observó al chrysos que la atendía y después añadió—. Ah, y quiero una cesta para llevarlo. Después la devolveré, no te preocupes.

Satisfecha, contempló cómo el chrysos se iba y tomó asiento en uno de los bancos.

—¡Y también quiero algo de beber! —exclamó antes de que el hombre se perdiese en la cocina. Luego observó a su alrededor. Cuando el miembro de servicio volvió, se puso en pie y tomó la cesta, que pesaba más de lo que había esperado, y se fue.

*se va*

fdr. x_D

Me doy cuenta de que en la cocina del comedor puede haber cosas que faciliten el fuego y me cuelo en el comedor con rapidez, esquivando las miradas de los sirvientes más por entretenimiento que por necesidad ya que poco me importa que me vean coger algo de la cocina.

Una vez dentro miro a mi alrededor y pienso unos minutos. Quizá los peces sean poco para dos con lo que cojo unas tortillas de grano que lo acompañen y algunas algas en salmuera que veo rebuscando por los estantes. Finalmente me hago con una tinilla de encender el fuego, que hace arder la madera con solo lanzarla a la hoguera. Son muy caras, pero aquí las tienen a montones así que no importa que la coja. Creo que será suficiente.

Una vez termino de hacerme con lo que necesito, me voy de allí muy tranquilo.


FdR: Recetas Follow

Zacharyas estaba comiendo tranquilamente en la mesa. Tenía un suculento plato de carne casi cruda, como a él le gustaba, y disfrutaba del sabor a sangre que esta tenía.
Cuando terminó, tomó una manzana de la mesa, pero entonces escuchó algo.

Nunca había oído aquel sonido, pero había oído demasiadas cosas sobre él como para no reconocerlo. Y la idea de lo que significaba hizo que su corazón se acelerase.

Se alzó y sonrió a los chicos del servicio.

-Lo siento, pero creo que tendré que dejar la comida sin terminar -se excusó.

Caminó hacia la puerta. Una sonrisa macabra hería su rostro.

*se va*

Entro lentamente en el comedor y me siento en una de las mesas. Un chico del servicio se me acerca a preguntarme qué quiero comer. No puedo evitar fijarme en que me mira ligeramente preocupado y, de algún modo, curioso. Supongo que se enteraría de parte de lo que pasó ayer y quiere saber el resto, pero me hace el favor de no preguntar y yo no respondo.

Le pido algo de comer, lo que sea. Y además, un vaso de whisky.
Me mira algo extrañado, pero no dice nada y se marcha. Me paso una mano por el pelo y suspiro, cansada.

Pronto vuelve con un plato de estofado de carne y una botella con un vaso. Lo deja todo frente mí y se retira.

Intento comer algo, pero tanto la mandíbula como la parte interior de la mejilla me lo ponen bastante difícil, haciendo que me duela abrir, cerrar y masticar. Tras ingerir unos cuantos bocados, termino desistiendo. Tomo enonces el vaso de whisky y le doy un trago, manteniéndolo en mi boca. Al dolor es atroz. A fin de cuentas, la mitad de mi boca (exagerando) está en carne viva.
Lo agito un poco en mi boca y luego lo trago. El sabor me horroriza.

Aparto el plato y la botella de mí y saludo al chico, que enseguida viene a recogerlo.
Me levanto y me voy.

*se va*

FdR- Nada mejor para dolores bucales que un poco de whisky!

Todavía con los libros en la mano, el chyrsos llegó al comedor. Desde el marco de la puerta, observó el lugar, buscando a la chrysos. Pese a que la enfermera le había dicho que la chica se había ido al comedor, allí no estaba. De hecho, aparte de los miembros de servicio, allí no había nadie.

Suspiró y volvió a mirar los libros que tenía en las manos. Luego, tras permanecer unos segundos quieto, se adentró en el lugar. La chrysos no estaba, pero, a pesar de que realmente le preocupaba, él no perdía nada por aprovechar que estaba ahí para comer.

Se sentó en la primera mesa que vio y apoyó los libros en una esquina, tras comprobar que estaba limpia. Un hombre se acercó y él le pidió que le trajese cualquier cosa para comer y algo para beber. Observó cómo el hombre partía y después miró los libros para leer los títulos. Uno de los libros era de ficción; el otro, de no ficción. Suspiró.

El hombre volvió al rato y dejó su pedido. Después de casi terminarse el plato, el chrysos abandonó el lugar, cargando con los libros.

*se va*

Pese a que no tenía un aspecto muy presentable para comer, no me paré en ir hasta las habitaciones a por algo con que cubrirme el torso. No sabía cuánto tiempo había estado en la enfermería, pero sí que mi cuerpo necesitaba recuperarse. Falace solía ser estricta con todo lo referido a alimentación, y en muchos casos había tenido que jugarme el pellejo para no morir de hambre, pero era consciente de la importancia de estar bien nutrido para rendir del todo en combate, así como de reponer fuerzas al finar de este.

Así pues, me senté a una mesa y pedí algo de comer, y a ser posible, algo consistente. En lo que me traían la comida, aproveché para deshacerme de aquel molesto vendaje en mi cabeza. Me repasé la frente y topé con una pequeña herida en la sien izquierda, probablemente una brecha al caer al suelo. En cualquier caso, no era muy amigo de las curas médicas; una herida se hace y se cura de forma natural, y embadurnarla o privarla de aire no es necesariamente saludable.

Al poco apareció una joven con una bandeja de costillar de bismonte y una cesta de pan recién hecho. Para beber, me limité al agua.

*Se queda*

Entro en el comedor. La comida de ayer fue escasa, y el desgaste de la batalla hace que necesite más de la acostumbrada. Una vez llego allí, veo a Corbin sentado en una silla y me aproximo a él.
Me he retirado las vendas de los antebrazos esta mañana. Solo tenía algunos rasguños, de la caída, y heridas no demasiado aparatosas por los terra der, de forma que los dejé al aire para que curasen. Lo mismo hice con el cuello, en el que apenas hay unas oscuras marcas de pequeño tamaño fruto de la quemadura del chrysantae. El apósito de la mejilla, sin embargo, lo he dejado, y no porque sea una herida aparatosa. Quizás suene algo altanero, pero no me gusta ser vista con heridas en el rostro. No es un buen pensamiento en un guerrero, pero me siento algo humillada al hacerlo. Al menos de este modo se disimula la hinchazón, aunque el verdadero problema está en el interior, donde, a causa del golpe, la carne se partió contra los dientes.

-Hola -saludo al claritas. Antes de formular la siguiente frase, me siento frente a él-. ¿Te incomoda si te acompaño?

Corbin alzó la vista del plato al oír una voz conocida. Alehyss Lester, la destinataria de su carta -aún sin escribir, se recordó a sí mismo- se sentaba frente a él. Se encogió de hombros.

-No, adelante -accedió con voz calma.

No le pasó por alto el aspecto desmejorado de la chica, a la que analizó. Arañazos en los brazos, marcas de quemaduras en el cuello... Probablemente algo más en la cara, aunque un apósito impedía ver los daños exactos. No le costó mucho deducir la situación.

De pronto, vino una idea a su mente, la sensación de que alguien los observaba cuando llegaron a la cueva. En su momento había identificado sonidos y olores provenientes de varias personas, aunque llegó a pensar que estaba equivocado al ver a la figura que lo había noqueado. No podía estar seguro, pero tal vez Alehyss Lester había estado allí. O, tal vez, en algún otro lugar, ya que su instinto le había dicho que había varios focos de peligro. Y, aunque el rastro de sus víctimas lo había llevado a la cueva, dudaba mucho que el sonido del cuerno que lo había hecho salir en un principio viniera de esa dirección.

-Vaya, veo que no soy el último que ha estado trabajando últimamente -comentó con tranquilidad, tomando un hueso de costilla para comer la carne-. Si quieres un poco, no tengas reparo -añadió, señalando la bandeja con un gesto de cabeza.

Declino su ofrecimiento con un gesto antes de respnder a su primer comentario. Aguardaré a que venga algún miembro del servicio para pedir algo menos sólido.

- Vi el golpe que te dio aquel tipo, pero veo que sigues de una pieza.

Viene una joven y, tímidamente, me pregunta si quiero algo. Pido algo de sopa, si tienen y, como el día anterior, un vaso de whisky. Regreso mi mirada al claritas, una vez hecho esto.

-¿Dónde fue vuestra batalla? -inquiero, dando por hecho que también él plantó cara a unos mercenarios, como nosotros.

Corbin esbozó una mueca, algo exasperado.

-Sí, lo suponía -repuso, poniendo los ojos en blanco-. No acabó muy bien la cosa. Ese tipo me pilló por sorpresa. Ni siquiera lo había visto hasta que lo tuvimos encima...

Por las palabras de la chrysos, dedujo que, como él, venía de algún otro lugar donde también habían plantado al enemigo. En su caso, no habría hablado de aquel encuentro como batalla, pero no hizo comentarios al respecto.

-Encontramos a dos en los jardines -explicó-. A Rick casi le rompen el cuello, pero conseguimos reducirlos bastante rápido. No he vuelto a saber de él e Inger, ¿sabes algo? ¿Dónde los interceptaste tú? La verdad, no tengo ni idea de qué hacía esa gente rondando este sitio...

Me brillan con interés los ojos cuando habla de lo del cuello de Dehnel. ¿Acaso le pudieron? Me hubiera gustado verlo, aunque la verdad es que mi situación también fue un poco humillante...

-¿Inger? -inquiero-. Por lo que vi, aquel hombre no la golpeó en ningún momento.

Llega la chica del servicio y me deposita un plato de sopa y, al lado, un vaso y la botella de whisky del otro día. Hago caso omiso a ambas cosas.

-Por lo que nos contaron, eran mercenarios contratados por el hombre de pelo blanco. - Tuerzo el gesto-. El final estoy tratando de esclarecerlo. No llegué a perder el conocimiento, pero al final no me encontraba muy, digamos, flamante.-. Aludo a mi cuello con un gesto, sin darle mucha importancia-. Aunque creo saber a quien preguntar.

Tomo un poco de sopa con la cuchara y soplo. La meto en la boca y me tenso al sentir el dolor, pero termino por tragarla.