Comedor

Llego al comedor con algo más e ánimos que de costumbre. La verdad es que estoy casi más afectado que el día que desapareció Silvanus. Ya hace casi un mes que no se sabe nada y eso es realmente preocupante, no sé lo qué pensar y no quiero pensar en lo peor.

Me siento en una de las amplias mesas de madera y un chico del servicio se me acerca para preguntar qué quiero para comer. Me tomo mi tiempo y, finalmente, decido tomar una mazorca de maiz y un vaso de agua. No tengo demasiada hambre.

Espero con las manos unidas a que mi comida llegue y me quedo pensando en lo vacío que parece el palacio.

*se queda*

Llegó al comedor con un humor mucho más agradable que el que había tenido a lo largo de las últimas semanas. No era que se hubiese olvidado de que dentro de unos días tendría que ir al pueblo (con todo lo que eso suponía), ni que se hubiese olvidado de la desaparición de Silvanus o el asesinato de Adela, pero estaba de buen humor. O al menos no estaba tan borde e insoportable como de costumbre.

Tras adentrarse en la estancia y pedirle algo de beber a uno de los miembros de servicio, vislumbró a Heylel, un aether con el que había hablado en un par de ocasiones, sentado en una de las mesas. El chrysos ladeó la cabeza y lo observó durante unos segundos, mientras recordaba la última conversación que había tenido con él (la cual no había reportado nada interesante). Se preguntó si debería acercarse o no a la mesa y, después de meditarlo, optó por acercarse a saludar.

Dio un par de pasos hacia la mesa, sosteniendo el vaso que le habían dado con su mano derecha, y se paró a unos metros de el aether. Luego murmuró:

—Buenas noches...

Me traen mi mazorca y me quedo mirándola un buen rato para acabar por beber algo de agua mientras la mazorca enfría. Me digo a mí mismo que está muy caliente pero realmente no me apetece mucho probarla. Tendré que comérmela por haber molestado a los chicos de la cocina y no hacerles el feo.

Pero cuando voy a darle el primer vocado escucho un tenue saludo desde el frente y levanto la vista apra encontrarme a Lyam frente a mí con un vaso en la mano. Le sonrío con cierto cansancio y dejo los cubiertos de nuevo sobre la mesa pero sin soltarlos.

—Hola, Lyam. Hacía tiempo que no coincidíamos —Comento con voz agradable. Hace tiempo que ya no saludo con "Buenas algo".

Al acercarse a la mesa del aether, pudo comprobar que estaba comiendo y que no parecía demasiado feliz. Más bien, todo lo contrario. Si hubiese tenido que definir a Heylel con una sola palabra basándose solo en la primera impresión que le causó su saludo, esa palabra hubiese sido apático. Supuso que el cansancio que había mostrado en su sonrisa se debía a la desaparición de Silvanus y al asesinato de Adela. No conocía al aether tan bien como a otras personas del Palacio, pero al menos sabía que era amigo del piscis y se imaginaba que la muerte de la chrysos no debía resultarle agradable (ni a él ni a nadie, claro. Pero seguro que el aether la sentía más que él, aunque fuese simplemente por el poco aprecio que él le tenía a la señora).

Suspiró.

—Sí, hacía bastante que no nos veíamos — respondió. Esbozó una sonrisa —. ¿Qué tal te va? Bueno, teniendo en cuenta todo esto, imagino que no estarás contento, pero... ¿Cómo lo llevas...?

Parece que Lyam está bastante agónico también o quizás esté simplemente cansado o sean sus mismas ansias de siempre. El caso es que pregunta por mí sin siquiera acercarse y yo recuerdo mis modales y me llevo una mano al pecho.

—Perdona, puedes sentarte. Antes olvidé ofrecértelo —Comento en primera instancia con un gesto nuevamente amable. —Y estoy, bueno, sobrellevándolo. El día a día me mantiene ocupado —Respondo volviendo la cara mi plato para sacarle algunos granos de maiz a la mazorca y empezar a comer poquito a poquito. —¿Y tú cómo lo llevas? —Me atrevo a preguntar, mirándole de nuevo.

Alzó una ceja cuando el aether se llevó una mano al pecho y, en cuanto escuchó sus disculpas, se apresuró a negar.

—No hace falta que te disculpes... — murmuró. Se llevó la mano izquierda a la nuca y luego añadió —. Y gracias...

Dio un par de pasos hacia adelante y se sentó enfrente del aether. Apoyó el vaso en la mesa y clavó sus ojos en él, esperando la respuesta de su acompañante. En cuanto esta llegó, alzó la vista y asintió. Tal y como había supuesto, el aether estaba decaído. O al menos eso había dejado entrever en ese preciso instante.

Suspiró.

—Espero que las cosas se solucionen pronto y que puedas dejar de... Sobrellevar los días para pasar a... Disfrutarlos... — Frunció el ceño. Nunca se le había dado bien dar ánimos y nunca se le daría bien. Y mucho menos con alguien que, de alguna forma, no dejaba de ser un conocido. Volvió a suspirar y bajó la vista a la mesa. Permaneció así, sin hacer nada más que contar líneas, hasta que volvió a escuchar la voz del aether.

—Pues yo... Lo llevo bien, creo — Había alzado la cabeza y miraba al aether con un amago de sonrisa pintarrajeado en la cara —. Es cierto que no es una situación que me agrade, pero bueno. Ahora mismo estoy con un humor decente. No diría que estoy contento, pero tampoco diría que estoy excesivamente triste o cansado; más bien... Normal — Bajó la vista —. O algo así. Un punto intermedio, supongo...

Era cierto que el piscis le preocupaba un poco, pero era eso: un poco. Más que preocupación, su desaparición ahora mismo le despertaba curiosidad.

A las primeas palabras de Lyam vuelvo a sonreír un poco y, en cuanto se sienta, aprovecho para picotear de nuevo algo de mazorca.

Me encojo de hombros en el momento en el que trata de dar su opinión sobre mi estado. Al menos es educado y espera que mi situación mejore.

—Poco a poco, supongo y más si al fin hay noticias... —Comento con cierta frustración. —Pero bueno, no son horas para retomar eso tampoco —comento de nuevo con cortesía mientras retomo mi plato.

Escucho su respuesta con interés. Por alguna razón este chico nunca tiene las ideas claras. Hoy me siento tranquilo y, omo parece bastante sincero y relajado, decido olvidarme un poco de todo el asunto cambiando de tema.

—Ah, Lyam... He escuchado por ahí que Alehyss y tú... —Dejo caer con tono más amigable, dejando escapar cierta sonrisa pícara para olvidar el malestar. Vueelvo a mi plato y, tras dar un par de bocaditos lo miro de nuevo. —No es que me importe... Es solo curiosidad, no sé, por destapar habladurías y eso. Espero que no te moleste —Comento con tono y vista curiosa, llevándome el tenedor a la boca con un par de maices sin dejar de mirarlo. Realmente a quien había escuchado era a él y a la propia Alehyss por pura casualidad, pero no voy a parecer un espía amoroso solo porque se dieran las desafortunadas circunstancias. Las mentiras piadosas no hacen daño a nadie.

Se limitó a asentir al escuchar el primer comentario del Heylel. Si no quería hablar del tema, no sería él quién lo intentase. A fin de cuentas, dudaba mucho que el aether pudiese decirle algo de verdadero interés acerca del tema.

Bebió un trago y volvió a dejar el vaso en la mesa, en silencio. Pese a que no quería seguir hablando del otro tema, tampoco sabía de qué podía ir su conversación con el aether. No se le ocurría qué decir en aquella situación sin que quedase fuera de lugar y (o) raro. Por suerte para él (o no), Heylel comenzó a hablar.

El chrysos alzó las cejas al escuchar el principio del comentario del aether, y clavó sus ojos en él. Pese a que se preguntaba un montón de cosas (como dónde había escuchado algo relacionado con aquello, o quién lo había mencionado), no dijo nada y se limitó a escucharle con el ceño fruncido y con un casi imperceptible rubor en las mejillas que había surgido porque no se esperaba ese tema de conversación. Cuando terminó de hablar, dejó escapar una risa y volvió a beber.

—¿Qué demonios se supone que has escuchado? — inquirió. Dejó el vaso en la mesa y clavó sus ojos en los del aether, con una pequeña sonrisa jocosa dibujada en el rostro —. ¿Y a quién se supone que se lo has escuchado? — Rió de nuevo, con suavidad —. ¿Alehyss y yo? ¿En serio lo crees? Por favor...

Ante mi comentario Laym parece ponerse algo nervioso y suelta un risa que no me suena muy tranquilizadora. Su primera pregunta me echa un poco hacia atrás en cuestión de conversación ya que parece molesto por su tono mordaz.

—Eh, bueno, perdona si te ha molestado. Lo he escuchado de pasada, a... —Pienso un momento en qué decir ahora y acabo por recordar la amistad de Silvansu y Alehyss, pero no quiero inmiscuirlo en mis meteduras de pata por respeto a su desaparición. Piensa rápido. —Creo que pudo haber sido a Rick Dhenel que siempre habla de ella o algo así... O incluso a esta chica flamma... Lummer, creo. Bah, no espera, de hecho creo que lo escuché a Rick decirlo, sí. Pero bueno, Rick Dhenel siempre grita incoherencias de la pobre Alehyss—Aparto mi plato y, algo apurado, me levanto para huir de la situación. Su risa me ha puesto algo nervioso por el tema y no quiero que se moleste conmigo. —Bueno, supongo que eran solo tonterías así que no pasa nada —Comento con una sonrisa algo comprometida. Puede que esa relación que tienen sea más secreta de lo que había parecido en los jardines. No quiero saber entonces a qué motivo se deben sus lascivos encuentros.

—En fin, es tarde y creo que será mejor que me vaya a la cama, mañana seguramente será otro día duro —Comento saliendo del banco de la mesa. —Me alegro de haberte visto, Lyam. Es bueno saber que estás bien. Ya hablaremos. Cuidate —Me despido con amabilidad y me apuro en salir del comedor.

Una vez en los pasillos ya puedo suspirar por la vergüenza de que el comentario le haya sentado así al chrysos. Casi parezco un peatón metido en un asunto de mafia al que asesinarán si mete las narices donde no le llaman. Aunque el hecho de ver su comportamiento ante la pregunta y, tras haber escuchado lo que escuché, está claro que entre esos dos hay algo. Sano o no, lo hay y yo ya no quiero saber más de ese turbio tema.

Suspiro una vez más por casi haber nombrado al pobre Silvanus, pero solo lo he hecho porque es cierto que hablaba de Alehyss, nunca lo culparía de nada y menos ahora que n ose sabe nada del pobre. Creo que esta noche también me pasaré un rato dándole vueltas a lo que puede estar pasando en estos momentos. Pobrecito.

*se va*

Observó al aether con curiosidad, esperando alguna respuesta. Reconocía que se había puesto a la defensiva con una facilidad sorprendente, pero realmente quería saber qué había escuchado y de quién lo había escuchado. Cuando la voz de su acompañante llegó a sus oídos, alzó ambas cejas. Él no se había molestado. Tal vez lo hubiese parecido (aunque no sabía dónde, porque él se había notado más nervioso y a la defensiva que otra cosa), pero no lo estaba.

Negó con la cabeza, sin apartar la mirada del aether, y esbozó un amago de sonrisa.

—No estoy molesto. Simplemente me preguntaba de dónde habías sacado semejante idea — dijo, antes de volver a callarse para dejar hablar al aether. Escuchó lo que dijo con atención, y luego se preguntó, con el ceño fruncido, por qué demonios iba Rick Dehnel contando esas cosas por ahí. ¿Acaso sabía algo o...? Y en ese caso, ¿cómo se había enterado...? De pronto, se notó nervioso de nuevo. No sabía muy bien de dónde salía ese nerviosismo, porque no solía darle importancia a esas cosas y lo máximo que sentía cuando se enteraba de que hablaban de él era malhumor, pero ahí estaba.

Acercó la mano al vaso y tomó un nuevo trago, antes de mirar al aether. Acababa de levantarse del banco y se estaba despidiendo. El chrysos asintió.

—Eh. Sí. Hasta otro día. Yo también me alegro de verte. — Dibujó una sonrisa torpe —. Descansa y todo eso. Y, sobre lo otro... Son solo tonterías. — Dejó el vaso, ya vacío, en la mesa —. Por favor, es Alehyss Lester. ¿En serio crees que se fijaría en mí? — Rió —. ¡Absurdo! — Chasqueó la lengua y volvió a sonreír con la misma torpeza con la que había sonreído antes —. Y... Eso. Buenas noches. Descansa y anímate...

Observó la espalda del aether mientras este abandonaba el comedor. Cuando salió de su campo de visión, bajó la vista a la mesa y volvió a chasquear la lengua. Él no se ponía nervioso ni se mostraba tan a la defensiva así como así. Y mucho menos con algo tan trivial como eso. Por favor, ¡ni que de pronto le molestase que se supiese con quién se acostaba o con quién dejaba de acostarse! Evidentemente, preferiría que no se supiese, pero no era algo tan serio como para se inquietase: si lo sabían, bien; si no, mejor. ¿Por qué se había puesto entonces nervioso? ¡Ni que quisiese ocultar algo! No quería, por supuesto. Allí no había nada que ocultar porque aquello no tenía ninguna clase de importancia o relevancia, así que ese nerviosismo no tenía razón de ser.

Negó con la cabeza y se levantó del banco. Luego comenzó a caminar hacia la salida. Fuese como fuese, aquello no tenía importancia. Tal vez debería volver a explicarle al aether que no se había molestado, pero, por lo demás, no había nada sustancial en aquel tema y conversación.

*se va*

Llegué al comedor y entré. Me deshice de la capucha y me senté hasta que un joven se acercó a mí.

- ¡¡QUIERO CARN...!! -. Negué para mí. Yo ya no era así-. Si me permitiera tomar un mendrugo de pan... Creo que sería muy agradable para mí el... Comerlo.

Tras haber perdido mi nobleza, solo quedaba en mí humildad y benevolencia. A partir de ahora sería un hombre muy diferente al que había sido.

Tras comerme el pan que el buen muchacho me trajo con simpatía, abandoné el comedor aún con hambre.

*se va*

Zacharyas fue al comedor y pidió algo de comer. A esas horas el comedor estaba casi desierto, y eso le gustaba. Sacó un libro con ilustraciones de cadáveres calcinados y se entretuvo observando las supurantes heridas para abrir el apetito mientras aguardaba a que la comida llegase. En cuanto lo hizo (lomo de bismonte con verduras), Zacharyas se deleitó con la ingestión de aquella comida semicruda en cuyo sabor a sangre aún podía imaginar que sentía el latente tasto a vida animal.

*se queda comiendo*

El primer lugar al que uno iba al encontrar un animal herido era algo que los mendigos no sabíamos, así que lo llevé al comedor a ver si había algo de leche templada de bismonte recién ordeñada. Allí vi a Zacharyas, un agradable y virgen caeruleus, cenando algo reservado solo a paladares de gente que no era tan mendiga como yo.

Puse a Telmo en la mesa y saludé al chico tras pedir leche templada de bismonte.

- He encontrado este animal herido en el bosque, buen amigo -le dije antes de que pudiera preguntar.

A Zacharyas le costó un buen rato percatarse de que aquel hombre andrajoso que cargaba con un bulto en brazos no era otro que el noble Rick Dehnel que, seguramente, había sido asaltado por bandidos que le habían quitado la ropa y, a cambio, le habían dado aquellos asquerosos harapos que llevaba. Sino, no se lo explicaba.

Iba a preguntar qué llevaba en brazos, pero él se le adelantó. Zacharyas no pudo evitar sujetar su cochillo con fuerza y mirar al flamma con seriedad.

- ¿Quieres que termine con su sufrimiento?- le preguntó.

Le parecía normal que aquel animal moribundo tuviera un fin tan natural. Lo que no sabía era cómo Rick Dehnel había decidido, acertadamente, que fuera él quien lo sacrificara.

La leche templada llegó al momento, acompañada de una especie de tubo similar al de poner inyecciones. Al ser yo un mendigo no sé bien que hacer con él. El buen caeruleus debe de entenderlo solo con ver mi andrajoso aspecto, pues se ofrece a terminar con el sufrimiento de Telmo.

- Claro. Puedes darle tú de comer si quieres -le digo, pasándole al animal.

Al fin y al cabo, un hombre como él lo alimentará mejor que un mendigo como yo.

- Por cierto, ¿qué comes? -inquiero, mirando curioso y hambriento su plato.

Zacharyas pronto comprendió que Rick Dehnel no tenía intención alguna de matar a aquel ser, sino que quería alimentarlo. Suspiró y extendió sus manos para tomar al bulto, que resultó ser un bismonte. Casi se atragantó al oír la pregunta de Rick, y maldijo no haberlo hecho, pues el saberse sin aire le resultaba de lo más agradable.

- ... Cabra -dijo sin pensar, tras barajar todos los animales que eran comunes.

Tras su falsa afirmación -mentir no le gustaba-, quitó el mojado harapo al bismonte, llenó aquella jeringuilla de leche y trató de enchufársela al animal en la boca, pero lo miraba con unos ojos algo atemorizados y no quiso comer.

Suspiró. Los animales notaban su naturaleza y solían tenerle miedo.

Devolvió el rumiante a Rick Dehnel.

- Creo que la asusto. Es un ejemplar muy pequeño. ¿De verdad te la has encontrado en el bosque? Es raro que no esté muerta.

Me puse a comer de su cabra sin su permiso, como hacían los mendigos, mientras intentaba él alimentar a Telmo. Mi alegría no duró mucho, pues pronto me lo devolvió. Seguramente el virgen de Zacharyas no era una buena mamá.

- ¿Por qué tratas a Telmo de "la"? - le pregunté-. ¿En tu país es normal cometer errores ortolírigrafos al hablar, Zacharyas? Aunque... ¿Quién soy yo, un mendigo, para opinar sobre los señores como vos?

Miré al bismontito. Desde luego, entre machos como nosotros no se iba a sentir muy cómodo.

Zacharyas lo miró por largos segundos, sin saber cómo soltar aquella obviedad. Él había vivido desde pequeño en un pueblo pequeño, y aunque su padre era herrero, no era raro que a veces ayudase a algún vecino en la recolección de hortalizas o en la ganadería.

- Es una hembra -dijo, frío, seco, rotundo, pero con cierta timidez.

Carraspeó.

- Si fuera macho tendría algo que... Las hembras no tienen ahí...

No pude evitar reír. ¿Algo que las hembras no tenían?

- ¿Algo que las hembras no tienen? ¿Te refieres al cerebro, amigo mío? Espero no resultar muy soez, es que soy un mendigo.

Me recompuse enseguida.

- Yo soy un buen compañero, pero Telmo necesita una madre... Y parece que vos no podéis ser esa madre, Zacharyas. Me apena, pues vuestro pelo parece esponjoso y fragante.

Tomé al bismonte, la leche y todo lo demás y me despedí.

- Hasta que nuestros caminos se crucen de nuevo...

*se va enigmáticamente*

- Hay quién llama cerebro a lo que le falta, y en tu caso ha de concentrarse todo en ese lugar por fuerza... -dijo Zacharyas para sí, arrepintiéndose al instante de haber dicho aquello. Por suerte, el efusivo Rick no parecío oírlo y se marchó de allí con el bismonte tras dejar esquilmados los alimentos de su plato.

Suspiró y pidió de nuevo. Se sentía un poco solo.

Cuando terminó de comer se fue de allí leyendo su libro. Ya encontraría algo que hacer.

*se va*

Entré en el comedor de forma silenciosa y recatada. Llevaba un par de días así (casi me sentía como si intentase imitar a Follow). Desde mi último encuentro con el líder caeruleus, de alguna forma, me resultaba incómoda la idea de encontrarme a alguien. Sabía que aquello no tenía sentido, pero era algo que no podía evitar.

Así, tras llegar al comedor y pedir algo de comer, me senté en una esquina alejada y poco visible, y me concentré en mi plato de comida en cuanto lo tuve delante. A quien más miedo tenía de encontrarme era, lógicamente, al señor Darvenwish, aunque algo me decía que eso era poco probable.

*Se queda*

Cuando terminé mi comida, intenté relajarme un poco en mi asiento, pero la tensión no desaparecía. Finalmente, me decidí a levantarme e irme. Necesitaba alguna distracción.

*Se va*

Entré en el comedor a paso lento, tarareando una cancioncilla animada y las manos unidas tras la espalda. Me senté con calma y delicadeza exageradas frente a una mesa y me quedé allí, esperando. No tardaron en atenderme.

- ¡QUIERO SALCHICHAS! -exclamé con emoción. El chico que me atendía dio un salto y me pareció ver una chispa que saltaba de su piel.

Sonreí dulcemente y volví a mi cancioncilla, tan tranquila como cuando había entrado.

*Se queda*

La fiesta de anoche con Massen había sido genial. Nos habíamos arreglado el pelo, pintado con maquillaje y yo le había echo unas bonitas trenzas nuevas. FUE UNA NOCHE IRREPETIBLE.

Pero ahora es una noche distinta y es la hora de cenar, por lo que me dirijo al comedor, donde la gente charla animadamente cada uno con sus amistades. Yo estoy comiendo un plato de verduras cuando de repente una parvus entra y berrea que quiere salchichas.

Río. Tiene pinta de ser agradable.
Cojo mi plato y me siento a su lado.

- ¡Hola! - digo con una sonrisa-. ¿Qué tal? Parece que vienes con hambre, ¿eh? -digo ofreciéndole una col de bruselas de mi plato-. Si quieres, mientras esperas puedes coger. ME LLAMO NAGORE -digo en cuanto me acuerdo-. Dios tía, creo que nunca hemos coincidido- digo echándome el pelo hacia atrás.
Entonces sonrío y chillo.

- ¡QUIERO HELADO! -digo imitándola para seguirle el rollo. Parece una mujer increíble.

Mientras esperaba tranquilamente, una jovencita se me acercó y se puso a hablar a toda velocidad. ¡Qué persona más chillona! La dejé soltar su perorata, rechazando con seguridad las verduras que me ofrecía (eso no eran salchichas) y reí con ganas su presentación, aplaudiendo incluso.

- ¡Cuánta energía! -admiré, encantada-. Yo soy Ayne y tengo hambre. Mis amigos son caeruleus. ¿Tú de dónde has salido?

Mis salchichas llegaron en aquel momento, y me levanté a aplaudir y hacer reverencias al chico que las traía. Él se marchó, lanzándome extrañas miradas y yo me senté de nuevo a la mesa, tarareando mi canción mientras atacaba mi plato rebosante.

-Ayne. Es un nombre chulo. Tan chulo como el mío, que a ver, es un nombre precioso también, tanto como el tuyo o quizá más, pero es que a ver, entre tú y yo, el mío tiene un poco más de caché porque soy sobrina de Nagorr Brumm y claro, todo se hereda -cojo aire fuertemente después de hablar todo seguido-. Peeeero Ayne es un nombre precioso -comento-, casi tanto como el de Prustin Rieber. TIENES QUE CONOCERLO, ¿verdad? Eres parvus, él también... ¡TODO CASA! -digo con una enorme carcajada.

-Pues mis amigos son... Mi amiga del alma para siempre y del almísima para los siglos de los siglos es Massen, una piscis maaaaravillosa. Deberías conocerla, es un poquito seria, pero un amor -le digo haciendo un ademán con la mano para quitarle hierro al asunto-. Pues he salido de Humus, como tú -digo comiendo.

Entonces llegan ambos pedidos, tanto mi helado (un polo) como sus salchichas.

- ¡GENIAL! - digo, dándole un mordisco enorme.

- ¿Caeruleus? Sería genial conocer alguno. Yo de momento solo he conocido a una chica flamma con un dragón y a dos piscis. Ambos amores, tía.