Comedor

Por suerte, parecía que Jun no tenía la menor intención de tomarse a mal la broma del líder Brumm. Su "dramática" actuación al respecto me hizo sentirme bastante más relajada. Sin embargo, fruncí el ceño con extrañeza cuando los claros gestos se tornaron en movimientos extraños y sin sentido. Mire a ambos, y tardé un momento en entender que Jun estaba diciendo algo en una lengua de signos. Bien pensado, tenía sentido que tuviera algún método más rápido para comunicarse que la escritura. Era una pena no poder entenderlo.

Cuando el líder se me acercó y me "tradujo" el mensaje, noté cómo me ruborizaba. Miré al niño de reojo, esperando alguna reacción al respecto, pero casi al momento volví a desviar la vista, con cierta vergüenza. Entonces, Nagorr Brumm hizo una pregunta y vi mi oportunidad clara. Rechacé mentalmente el comentario que acababa de hacerme en pos de uno mucho más importante.

-¡Señor! Yo... Su sobrina, Nagore Brumm, ha venido a Palacio a buscarlo -expliqué, tratando de ser clara pero concisa-. Parece que está teniendo problemas para ponerse en contacto con usted, pero... Bueno, lo está buscando, y parece bastante urgente...

Era muy urgente, y yo lo sabía a la perfección, pero no era quién para añadir información al respecto, y menos en público. Nagore tampoco había llegado a aclararme hasta cuánto estaba informado su tío; se limitaba a decir que quería pedirle consejo. Miré al líder, con expresión de ruego.

La traducción excesivamente libre que Nagorr Brumm hace sobre mi mensaje me obliga a negar rápidamente, notando que me sonrojo hasta las orejas. Hago una cruz con los brazos, tratando de expresar de todas las maneras posibles que miente, miente, miente...

Garabateo en la pizarra, pero antes de que pueda escribir nada al completo Massen Dew parece tocar un tema serio y me detengo, escuchando. Dándome cuenta de lo maleducado que estoy siendo, centro mi atención en mi plato, volviendo a comer, pero no puedo evitar tener un oído pendiente.

Me pongo a reír al ver las reacciones de ambos. Bendita juventud. Mi risa se detiene cuando la chica habla, sin embargo, y la observo impenetrable de pronto, atendiendo a sus palabras.

-¿Nagorre?

La observo. ¿Por qué dice eso? Parece estar hablando en serio, pero... Lo mire por donde lo mire...

-Yo no tengo ninguna sobrrina -. Mi voz suena seria y extrañada.

La observo, esperando cualquier reacción. Lo mire por donde lo mire... ¿Nagore? No tiene sentido. Ningún sentido...

Me sentí palidecer, de pronto, poniéndome muy seria. ¿Cómo que...? Pero... eso no tenía ningún sentido... Y Nagore...

-Pe-pero... -buscaba las palabras, pero no acudían. Hice un par de gestos, como si quisiera hablar, pero entonces me detuve, sintiéndome extrañamente débil-. Nagore Brumm... Ella... ella está aquí, en el palacio...

Por su reacción, parecía inútil insistir. Sin embargo, una pequeña parte de mí, la última llamita de la esperanza, rogaba porque aquello fuera otra de sus extrañas bromas. Nagore podía inventarse cosas muy raras, pero... aquello... era imposible...

De verdad no parece mentir. De hecho, parece haber perdido el aliento. Me apena tener que decirle esto, pero... ¿Qué voy a hacer? Es la verdad, al fin y al cabo.

-Lo siento, perro insisto. No tengo sobrrina alguna. Crreo que has sido víctima de un engaño.

¿Alguién está utilizando mi apellido por palacio? Eso sí es algo grave. Creo que me acaban de surgir, de repente, cosas que hacer. Voy a tener que investigar un poco.

Abrí la boca una vez más, dispuesta a protestar, pero acabé por cerrarla de nuevo y negar con la cabeza, abatida. ¿Y qué se suponía que tenía que hacer yo ahora? Nagore lo estaba pasando muy mal. Aunque, bien pensado... si aquello no era cierto, ¿quién me aseguraba que todo lo demás sí lo era? Si no era quien decía ser, ¿quién era Nagore en realidad? De pronto me sentía echa polvo.

Traté de mantener la compostura. Tragué saliva, intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta.

-D-de acuerdo -respondí, con voz temblorosa-. Su-supongo que ha sido todo un malentendido...

No quería pensar que Nagore me estuviera engañando. No a propósito.

Massen parece venirse abajo. Pongo una mano en su hombro y la miro a los ojos, sereno, pero dulce en cierta medida. Supongo que si esa chica es su amiga no le acaba de gustar nada enterarse de que le miente.
Esbozo una sonrisa tras la tupida barba, tratando de animarla.

-Intentarrré arrreglarrlo lo antes posible y prronto entederremos qué ha pasado, ¿de acuerrdo?

Y vaya si intentaré arreglarlo. Algo de todo esto no me gusta y ya estoy tardando en solucionarlo. Con suerte, será una simple broma y no dará más de sí, pero me preocupa que sea diferente.

-Ahorra he de irrme, chicos. Esperro que lo entendáis -. Los miro a ambos, buscando una confirmación. Luego me centro solamente en la piscis-. No te prreocupes. Si me necesitas o descubrres algo, házmelo saberr.

Tras decirle eso, me despido escuetamente y me voy apresurado. De pronto el asunto de la cerveza no parece tan importante. Para nada.

*se va*

La verdad es que de lo que hablan parece grave... No me atrevo ni a levantar la vista del arroz. Una suplantación de identidad... ¡Y nada más y nada menos que del apellido Brumm! La verdad... Da algo de miedo...
¿Cómo será esa Nagore? Bueno... Nagore no, eso está claro... Pero me da miedo la idea de cruzármela. Quizás me haga algo...

Observo marcharse al parvus y luego dirijo una tímida mirada a Massen, sin saber bien qué hacer. Supongo... Sé que ahora mismo sobro. Casi me apetece levantarme e irme, pero sería algo cruel, aunque seguramente le haría un favor... En lugar de eso, solo la miro, esperando a que haga algo... Quizás la pueda ayudar ahora, aunque seguramente no.

El líder parecía realmente preocupado, pero eso solo empeoraba las cosas. Me mordí el labio, cabizbaja, y me limité a escuchar. Asentí un par de veces a sus palabras y después lo despedí con un gesto difuso.

En un silencio propio de un entierro, dejé la manzana a medio comer sobre la mesa, sin alzar la vista. ¿Cómo era posible que...? Sacudí la cabeza. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tenía que pasar todo aquello? Empecé a notar que estaba temblando.

La pobre Massen Dew parece realmente afectada. No levanta la vista de la mesa... Hasta veo que tiembla un poco. No puedo evitar estar preocupado, pero... ¿Qué puedo hacer? Me siento ridículo, de cualquier manera. Si me quedo allí, quieto, si escribo algo, porque obligarla a leer ahora sería algo ridículo y sobrante... Irme tampoco es buena idea, y no tengo la suficiente confianza para abrazarla.
Si pudiese hablar, quizás...

Dejo el cubierto en la mesa y tomo la tiza.
No sé qué decir. No puedo expresarme si no tengo qué expresar. Casi que, realmente, es mejor que no pueda hablar. Al menos excusa mi silencio.

Temblorosa, tímida, pongo una mano sobre su hombro, inseguro, como si esperase que fuera a gritarme, y hago un poco de presión, tratando de que resulte... ¿Cariñoso? ¿Que dé ánimos? Vaya idiota soy...

Sentí una pequeña mano sobre mi hombro. Tragué saliva, tratando de no dejar aflorar las lágrimas y me atreví a levantar la cabeza para mirar a Jun. Me sentía mal por que hubiera tenido que presenciar algo como esto. Intenté esbozar una sonrisa, que resultó temblorosa y no muy convincente.

-Vaya palo, eh... -murmuré, con voz tomada.

Apreté los labios, con cierto nerviosismo.

Asiento con calma, tratando de mirarla a los ojos en todo momento. La verdad es que aquí debería estar alguna amiga suya, o amigo... Supongo que tendrá amigos, además de la tal Nagore. Bueno, Nagore no... Pero amigos que la sepan animar, porque lo que soy yo...
Temblorosa, mi mano baja y toma la suya, como ha hecho ella en alguna ocasión. La aprieto, como hice con el hombro, sin mucha intensidad. He leído en libros que eso puede animar, aunque si lo pienso en frío... No sé qué va a hacer por ella que le apriete la mano. Además yo, que soy prácticamente un desconocido. Soy tan desconocido y tan cobarde que ni un reconfortante abrazo soy capaz de darle.

Sonrío algo triste. La verdad es que me siento muy mal. Ya se me ha pasado el hambre.

Garabateo con la derecha, como puedo, en la pizarra. Se la acerco.

"Seguro que tiene una explicación."

Miré su mensaje y asentí lentamente con la cabeza. Apreté también su mano, con una pequeña sonrisa. Era difícil, pero empezaba a recomponerme de la sorpresa inicial. Cerré los ojos y me esforcé en suspirar hondo, tratando de calmar los nervios.

-Seguro que sí, Jun -respondí-. Será un simple malentendido. Se arreglará. Gracias.

Suspiro. Aunque parece un poco más entera, no creo haber conseguido animarla demasiad. Entonces, de pronto, se me ocurre una idea. Quizás sea disparatada, quizás no venga mucho a cuento, pero... ¡Qué demonios! Jun, no lo vas a estropear más, por Mithos...
Con las dos manos, tomó la diestra de la chica y se la cierro, formando un puño. Entonces dibujo en mi pizarra una "A" grande y se la enseñó, mirándola intensamente.

Entonces Jun tomó mi mano con más fuerza y la cerró en un puño, para luego escribir una letra en su pizarra. Fruncí el ceño, desconcertada. Miré primero mi puño, luego la pizarra y de nuevo el puño. ¿Pero qué intentaba...?

Lo miré sin comprender.

-A -fue todo lo que pude decir, sin estar segura de si era una pregunta o una afirmación.

Y, al decirlo, una idea vino a mi mente. Volví a mirar el puño. ¿Aquello no sería...?

A continuación, borro con la manga lo escrito y con la tiza, del mismo modo que antes, dibujo una gran "B". Le paso la pizarra y, cogiendo de nuevo su mano, la moldeo. Esta vez hago que estire la palma por completo, con los dedos pegados, y que doble el pulgar hacia dentro.
Imito el gesto, mostrándoselo, tratando de sonreír con el mayor ánimo posible. No pretendo, ni mucho menos, quitarle importancia a lo de la tal Nagore, pero si consiguiera hacer que se calme un poco supongo que me sentiría algo mejor. Tampoco se me ocurre mucho que decir para animarla.

Esbocé una sonrisa. Sí que lo era. Miré mi mano, ahora en una nueva posición, y traté de imitar la suya tan bien como pude.

-Be.

Volví a cerrar el puño como él me lo había puesto antes, y luego extendí la mano con todos los dedos juntos y el pulgar hacia adentro.

-A, Be.

Lo miré.

Esta vez ya no toco su mano. Simplemente pongo la mía como corresponde. Irónicamente, o no, la "C" imita prácticamente la imagen de una c, de forma que es fácil de imitar e intuir. Ni siquiera la escribo en la pizarra. Simplemente adopto la posición con la mano y esbozo una sonrisa, esperando a que ella diga lo que, por lógica, toca.

Sería interesante que aprendiese. Si un par de personas de aquí supiesen hablar así me sería mucho más fácil comunicarme. Aunque, claro... Con el tiempo que me queda... Estoy yo para ponerme a enseñarles a todos el abecedario por signos... La verdad es que es algo descabellado.

De nuevo, imité el gesto de su mano. Esta vez no lo escribió, pero era fácil deducir de qué se trataba.

-Ce -dije, con voz segura.

Sentía los dedos raros y torpes, como si me costara un montón formar aquellos signos extraños que tan sencillos le parecían a él. Suspiré. Últimamente no hacía más que aprender abecedarios. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento.

Atraigo de nuevo hacia mí, la pizarra. Escribo en ella.

"Si quieres, puedo enseñarte," "aunque es difícil..."

La miro, esperando una respuesta, con una tímida sonrisa en los labios. Luego, indeciso, tomo de nuevo la pizarra. La observo, como si quisiese escribir algo pero no me atreviese. Finalmente, con movimientos lentos, termino haciéndolo.
Doy la vuelta a la tabla.

"¿Mejor?"

Tomó la pizarrilla y lo observé con curiosidad. Lo gracioso de su forma de comunicarse era esa incertidumbre extraña, ese ¿qué estará escribiendo ahí? En este caso, algo que me suponía, sin embargo. Amplié la sonrisa y repasé los tres signos.

-Claro -asentí-. Así podemos... hablar de más formas.

Entonces retiró la pizarrilla, y tras un momento de duda volvió a escribir, tan solo una palabra. Mi sonrisa se tornó entre triste y tierna.

-Un poco -concedí, más por satisfacerlo que porque fuese cierto-. Muchas gracias, Jun. De verdad.

Concedo esa afirmación asintiendo. Si llegase a aprender, que no creo que de tiempo ni de broma, me sería sencillo comunicarme. Al menos con ella, vaya. Quizás deba empezar a ir con papel y carboncillo en los bolsillos para escribir mensajes más largos, porque la pizarra es algo ridícula...

En cuanto a mi pregunta, parece que de algún modo el enseñarle un par de letras la ha entretenido un poco. Suspiro, pero termino por sonreír. Espero que esté diciendo la verdad, porque me hace ilusión ser de ayuda.

Hago una reverencia, poniendo una mano sobre mi vientre y doblándome, teatralmente. Siempre es un placer servir de algo. Bueno... Si es algo malo no, pero... No creo que esto lo sea.

Solté una suave risita. Luego, di un suspiro de cansancio.

-Creo que es hora de que vaya yendo a dormir. Entre unas cosas y otras, se ha hecho tarde...

Me levanté, dispuesta a cumplir con lo dicho, y me encontré con que Jun compartía mi idea. Así pues, abandonamos juntos el comedor.

Salí de allí pensativa. No sabía dónde iba a dormir. No quería ir a los dormitorios. No estaba preparada para ver a Nagore...

*Se van*

Me encuentro sentado en una de las mesas con una cerveza a cada lado, bebiendo abundantemente. Incluso un par de chicos del servicio beben y la música suena, alegre. Hacen falta algunos bailarines.

El alcohol todavía no ha empezado a hacer efecto, pero la espuma ya mancha gran parte de mi barba. Espero que todos los que puedan tengan resaca mañana, porque esta cerveza y todos los licores son los más deliciosos de todo Humus y sería un desperdicio tener que tirarlos.

Bueno, por otra parte, si me lo bebo todo yo tampoco habrá problema alguno.

*se queda bebiendo, para el que quiera hablar con Naggy*