Sala de entrenamiento

En cuanto silvanus empieza a quejarse guardo las garras y recojo mi tonfa para guardar ambas en las fundas del cinturón.

- Yo siempre voy a tener oportunidad de saltar o planear. Tú mejor búscate un sitio con agua para pelear... - Comento mientras recojo mis cosas. - Además no piensas demasiado tus movimientos antes de hacerlos. Métete un poco en la mente del contrario y piensa en qué puede aprovechar de tu postura -. Le digo mientras me paso las manos por el pelo. Sucio pelo.

- A veces vale la pena hacer algo a pesar de salir dañado, pero en la mayor parte de los casos no -. Estiro un poco las brazos y las piernas y me resincorporo para irme. - Ten en cuenta eso y ya me ganarás -.Lo haría. Había probado en mis doloridas piernas el poder mágico desperdiciado del piscis. Despidiéndome con una mano, salgo de la sala de entrenamiento para darme una ducha.

*Se va*

despues de sus consejos me separé de el.
-Gracias Heyl, ¿que haría yo sin ti? ajajaj

El se despidió de mi.

-Bueno, vale. La proxima vas a ver.
Salí detrás de el, dispuesto a comer algo. Tenía hambre.

*se va*

Entro en la sala de entrenamiento. Prefiero luchar contra otras personas, pero bueno: a falta de pan, buenas son tortas.
Me quito la chaqueta, el chaleco y la camisa, dejando mi torso y el sistema con el cual se estienden mis metálicas agujas que me recubre todo el antebrazo al descubierto.
Comienzo a calentar mis brazos y pecho, hago flexiones y estiramientos, dejando mi cuerpo preparado para el combate.

Dispongo una cantidad de monigotes de madera dispuestos por toda la sala, algunos colgados, otros escondidos, etc...

Comienzo a practicar mi puntería con ellos, utilizando mis temidos hechizos, que ahora por la noche, son mucho más motíferos que de costumbre.

A continuación lucho contra un enemigo invisible, doy patadas en sus transparentes costillas y hago punciones específicas con mis agujas en su imaginario cuerpo

-Esto es un aburrimiento- musito para mi.

Llegué a la sala de entrenamiento. Llevaba la espada agarrada con fuerza, y en mi mente estaba pegada la idea de entrenar, entrenar, entrenar. Aunque me gustase más entrenar con personas (y, de hecho, en casa solía entrenar con Simon), entrenar con muñecos no me vendría mal. O, mejor dicho, entrenar no me vendría mal.

Nada más atravesar la puerta, mis ojos se encontraron con un caeruleus. Parpadeé varias veces, en silencio. Parecía concentrado en su entrenamiento (que, en esos momentos, consistía en luchar contra un enemigo invisible). Por lo que pude observar, su arma debían de ser las agujas que sostenía (y que debían de funcionar con el mecanismo que tenía alrededor del antebrazo).
Volví a parpadear. Lo observé en silencio. Como todos los caeruleus, era pálido. Tenía el pelo de un color claro. Ladeé la cabeza. Entonces, pensando que observar a gente en silencio no era nada educado, sonreí.

— Hola... ... — Ensanché la sonrisa —. ¿Qué... Qué tal?

Me pasé una mano por el cuello.

Una tímida y dulce voz me despierta de mi guerra contra enemigos invisibles.
Me paro en seco y busco a la chica - porque era voz de chica- que ha pronunciado esas palabras.
Casi me dá un vuelco al corazón: pálida, orejas puntiaguas... ¡Genial! la primera caeruleus que me entontraba en este lugar... por unos instantes pensé que era el único. Que alegría.


-Hola- digo acercándome a ella- ¿vienes a entrenar? Me llamo Alexander Price. Encantado digo tendiéndole mi mano.- Ups, perdon, que casi te pincho. De Cáligo, ¿no?- digo pulsando el botón que recogía la hoja de metal. La veo, es guapa... como yo. Me llama mucho la atención su pelo... no se... no he conocido a nadie pelirrojo antes.

-Bonita amiga -digo señalando a su espada.

El chico se acercó a mí, y yo ensanché un poco la sonrisa (pero sólo un poco). Respondí a su hola y le escuché en silencio. Dijo que se llamaba Alexander Price, y yo asentí varias veces.

— Yo soy Inger Nielsen. Y sí, venía a entrenar... — murmuré, mientras observaba cómo la hoja de metal de su arma se recogía —. Y... sí, soy de Caligo... Aunque mi padre es de Ignis...

No le miraba mientras hablaba. Mi vista estaba pegada en su arma. Ladeé la cabeza. ¿Cómo lo hacía? ¿Qué clase de mecanismo tenía su arma? Volví a mirar al caeruleus cuando mencionó a mi amiga. Fruncí ligeramente el ceño y observé mi espada, lugar donde estaba clavada la vista de Alexander. Sonreí.

— ¡Gracias! — exclamé, ensanchando la sonrisa —. Me la ha hecho mi hermano mayor. Y es genial. No tiene nombre, pero no porque no quisiese ponerle un nombre, sino porque no se me ocurrió. No había nada que sonase bien para una espada. Porque, claro, tú no le pones el mismo nombre a una espada que a un animal. Pero da igual porque ella no necesita un nombre para ser fuerte. Y como me la ha hecho mi hermano, es la mejor. Porque, porque, porque, porque es un regalo. Y, eh... ... — Me pasé una mano por el cuello y me sonrojé levemente —. Eh... Perdón... ... No quiero aburrirte. De hecho, no sé por qué te di ese... ¿discurso? ¿comentario largo...? Eh... El caso es que... Eso... Que gracias... ...

Miré a la espada. Siempre me emocionaba cuando hablaba de ella. Tsk.

-¿Tu padre es de Ignis? ¿eres mestiza? - eso es un contratiempo... no es que no me gustasen los mestizos, pero bueno... si Mithos nos separó en continentes, por algo sería ¿no? es decir... ¿porqué buscar en otro lugar lo que ya tienes en tu propio país?... bueno... fuera lo que fuera... era una caeruelus... no tan genial como yo, pero es lo mejor que he encontrado hasta ahora. Ademas, parece majeta.- yo no soy mestizo, soy - quiero decir normal, pero mi educación me lo impide- caeruleus al cien por cien digo con una sonrisa- supongo que si tu padre es de Ingis, serás medio flamma, ¿no? y dime una cosa... ¿tu te sientes caeruleus o flamma? ¿sientes algo raro por ser mestiza? ¿te gusta serlo? perdon... te acabo de conocer y ya te estoy haciendo muchas preguntas... espero que me perdones.- digo rascándome la cabeza.

Dos de mis palabras son suficientes para que ella comience a hablar de su espada sin parar. Le brillan los ojos mientras lo hace. Parece muy orgullosa de su arma.- Jajaja estos dos tampoco tienen nombre- digo sacándolos automáticamente- no es algo que me saque el sueño... nombres... ni que fueran personas Jajaja. No, tranquila, no me aburres, se ve que quieres mucho a tu hermano- entonces un escalofrío recorre mi espalda. Estoy sudando y al pararme, es posible que me valla a coger el frío.

-Olle, entrenamos juntos? quieres? es que sino me va a cojer el frío y aún tengo fuerzas suficientes como para divertirnos un rato ¿te apuntas?

Escuché sus preguntas en silencio y con una torpe sonrisa en la cara. Fruncí ligeramente el ceño en alguna ocasión, pero, por lo general, aguanté el aluvión de preguntas con una expresión serena. Permanecí unos segundos más en silencio, reflexionando en todo lo que me había dicho. ¿Por qué no iba a gustarme ser mestiza? ¿Qué más daba? ¿Y qué más daba si me sentía más flamma que caeruleus? ¿Importaría demasiado? A pesar de que mi mente estaba ocupada con esas dudas, no hice ninguna pregunta en alto. En su lugar, me centré en responder.

— Sí, soy mestiza, pero vivimos en Caligo. — Dibujé una pequeña sonrisa —. Y, sí, soy medio flamma. Creo que el color de mi pelo viene de ahí. — Dejé escapar una ligera carcajada —. Y... eeeh... — Me pasé una mano por el cuello —. No siento nada raro por serlo... No es... No es extraño... No sé... Me gusta serlo. Aunque tampoco pasaría nada por no serlo — Fruncí el ceño —. No sé si me explico... Me gusta ser mestiza; me gustan los flamma. Mi hermano también es flamma. Mis abuelos paternos también. Y... No sé... Tengo amigos flamma. No son bichos raros o algo así... ...

Fruncí aún más el ceño. No tenía muy claro cómo debía responder a sus preguntas. Me pasé la mano a la nuca y lo miré. Todavía no había respondido a la pregunta de ¿caeruleus o flamma? a pesar de que creía saber la respuesta. Me gustaba más Ignis que Caligo. Aunque los caeruleus, evidentemente, me gustaban. Tanto como los flamma. Ni más, ni menos.

— Y sobre si me siento más caeruleus que flamma — hice una pequeña pausa — Ignis me gusta más. No sé si te servirá como respuesta...

Desvié la mirada y observé una pared. Alexander comenzó a hablar de su arma. Me dijo que no tenían nombre y que no le importaba que hablase de mi espada. Sonreí cuando me dijo que se veía que adoraba a mi hermano. ¡Si es que mi hermano era el mejor! Iba a seguir hablando de armas, cuando el caeruleus me preguntó si quería entrenar con él. Yo sonreí y asentí con la cabeza.

— ¡Claro! Pero primero tengo que calentar... ... ¿No? O sea... Correr y esas cosas... Para entrar en calor y eso.

Ensanché la sonrisa y, antes de que pudiese a decirme nada, comencé a correr (al principio no demasiado rápido, luego con más velocidad) por la sala.

Rio cuando dice que los flamma no son bichos raros- Ya lo se mujer, yo no los considero bichos raros- solo cuando se mezclan con otras razas.


Suspiro hondo. Muy hondo, extremadamente hondo. COMO DEMONIOS TE PUEDE GUSTAR MÁS LA CACA DE IGNIS MAS QUE LA FABULOSA CÁLIGO?? o dios de mi vida! que desacato mas grande a mi patria! y me lo suelta en toda la cara! bien... esta vez me lo tragaré... lo que hay que hacer para tener amigos... Volto! Clara! CUANTO OS AÑORO! - no respondo a su elección... no respondo porque sé que se me iba a calentar la boca demasiado... y la iba a estropear... ya tenía suficientes enemigos y problemas en Brontë... pero no le pasaría ni una sola a partir de ahora... como se metiera con Cáligo... se iba a enterar...


Acepta de buen grado mi desafío, por lo que mientras ella corre, yo estiro para evitar agujetas en un futuro y continuar con mis temperatura corporal y evitar que el frío de la sala me llegue a los pulmones.


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Al cabo de unos veinte minutos, estábamos más que listos para comenzar.

-Lista? digo haciendo una reverencia- las damas primero- bueno... o los de Ignis... total... es lo mismo

El caeruleus me dedicó una reverencia cuando estuvimos listos para combatir. Yo me limité a sonreír. ¿Las damas primero? Se iba a enterar. Agarré la espada con fuerza y lo miró. Entonces, como si me acordase de algo, borré la expresión de seriedad de la cara.

— ¿No tenemos que marcar unas normas? — inquirí —. O... O sea... ¿Vamos a usar nuestras armas u otras? No sé, algo como de madera o así... ¿Podemos usar magia o no? Y... Eh... No vamos a dañarnos físicamente, ¿no? Porque... A ver... No creo que sea buena idea... ¿no?

Me pasé una mano por el cuello. Mi nuca estaba despejada porque me había recogido el pelo en una coleta alta (para ganar comodidad en el combate).

Ante su pregunta, me limito a contestar mientras me recojo el pelo en una coleta alta como ella, (pueto que mis coletas siempre son bajas)- Nada de sangre, toda la magia que quieras y con nuestras armas, el que quiera rendirse que diga "tu ganas" ¿vale?

Entonces pongo mis dedos índices en las palmas de mis manos, presionando un pequeño botón que hace que mis filos se muestren en todo su explendor.

-Âchnam- una bola negra magia de un tamaño considerable rueda sobre mi dedo dedo índice.

-Te espero, preciosa.

Asentí en silencio.

— De acuerdo. — Sonreí. Puse voz grave —. En un rato estarás gritando un: tú ganas, tú ganas, Inger — Ensanché la sonrisa y añadí, ya con mi tono normal de voz —. Ya verás.

Observé en silencio cómo colocaba sus índices en las palmas de su mano. Al instante, su arma (esos extraños filos) aparecieron. Supuse que el mecanismo se accionaba ahí, en la palma de su mano. Supuse, también, que su arma sólo serviría para atacar de cerca, por lo que la única forma que tendría para atacar a distancia sería mediante el uso de la magia. Fruncí ligeramente el ceño. Agarré con fuerza la espada. Él conjuró un Âchnam de un tamaño considerable. Chasqueé la lengua. Me pregunté cómo sería su habilidad con la magia. Ignoré su último comentario. No pensaba acercarme a él.

— No pienses que me voy a acercar así por las buenas — murmuré —. ¡No es mi estilo!

Y como pensé que él tampoco querría moverse, justo al terminar la frase, conjuré un Âchnam que dirigí a su rostro. Me preparé para esquivar el suyo (pues me pareció lógico que lo enviase). En caso afirmativo, saltaría hacia el lado contrario al lugar donde lo había lanzado. En caso negativo, haría lo mismo. Y en caso de que él se lanzase a atacar, también. Si mi hechizo acertaba y lograba alcanzarle, aprovecharía para lanzarme a atacarle después de haber cambiado mi posición.

- No, querida serás tú quien dentro de un rato estarás sollozando "tu ganas, tu ganas, Alexander"- digo poniendo voz de niña y agitando las manos de un modo muy afeminado- Jajaja ya verás- digo copiando su frase.

Entocnes ella lanza un Âchnam contra mí. Ja! pobre ilusa.

Utilizo mi propio Âchnam como escudo haciendo que ambos hechizos choquen en el aire y salgo disparado entre el humo que se levanta al explotar ambos hechizos.

Una de mis agujas va directa a su abdomen y la otra dispuesta a cocharse con su espada.

El caeruleus dejó que mi Âchnam impactase contra el suyo y, después, saltó al ataque.

Como había planeado con anterioridad, me desvié hacia la derecha, intentando esquivar su ofensiva. Mi vista (y atención) estaba clavada en sus agujas. Mi objetivo principal era esquivarlas; mantenerme alejada de ellas. Aprovechando la posición del caeruleus, conjuré un Âchnam y apunté a su cabeza. Mi intención era, evidentemente, golpearle. Una vez le hubiese golpeado, tal vez, si se aturdía, podría acercarme con la espada para un ataque físico más directo.

La joven se desvía a la derecha, por lo que yo la sigo.

Conjura un Âchnam, que viene directo a mi cabeza, pero por suerte, consigo interponer una de mis hojas entre la bola y mi cara, haciendo que esta explote. Retrocedo unos pasos ante el impacto y agito la muñeca: me ha torcido la mano.

Sonrio picarón.- ¿Quieres arrancarme una mano, belleza?- dije soplándole a esta.

Entonces Conjuro y un Âchnam bastante más grande que el suyo y me dirijo hacia ella sin lanzarlo, con la intencion de soltarselo bien cerca suya y evitar que lo esquive.

El caeruleus se defendió de mi hechizo interponiendo una de las hojas de su arma entre su cara y el conjuro. Antes de que pudiese lanzarme a atacarle, retrocedió un par de pasos. Por su expresión, deduje que le había hecho daño. Ignoré su sonrisa. También su cumplido.

— Realmente quería darte en la cabeza — siseé, al tiempo que retrocedía un par de pasos.

Alexander conjuró un Âchnam (mucho más grande que el mío) y yo coloqué la espada en una posición defensiva y lo observé, mientras me alejaba de él. El caeruleus se acercaba a mí, con bastante rapidez, con el Âchnam aún en su mano. Fruncí el ceño. Retrocedí. Si lo que quería era acercarse a mí, no se lo permitiría.

Conjuré un Âchnam, sin dejar de retroceder, y volví a lanzarselo al rostro. Si funcionaba, y soltaba el hechizo, me lanzaría a atacarle. Si no, seguiría retrocediendo.

-Tsk tsk tsk chica mala- digo sin dejar de avanzar hacia ella.

Ella conjura otro hechizo... pero no se va a repetir lo de el ataque anterior, puesto que mi cometido es arrinconarla hacia una pared. Voy acelerando el paso cada vez más, con el fin de aprisionarla contra una de las paredes.

-Nuestros filos aún no se han probado Nielsen, ¿que qué esperas?- por mi cuerpo corre el sudor y la adrenalina. Me gusta luchar contra esta chica, y pronto no tendrá escapatoria.

Una vez semiarrinconada, dirijo una potente patada hacia su costado. Si le doy bien, podré liberar mi hechizo sobre ella y que empotre contra la pared.

El caeruleus esquivó el hechizo y siguió avanzando. Yo seguí retrocediendo. Ignoraba sus comentarios. Si los respondía, sólo me distraería. Además, el deje de flirteo que desprendían sus palabras no me terminaba de agradar. Si quería tener algo conmigo, no lo conseguiría. Yo ya tenía a Rick, que era más que suficiente.

Retrocedí hasta notar que el caeruleus me estaba arrinconando contra una pared. Cuando quise darme cuenta, apenas había unos metros entre mi cuerpo y la pared. Fruncí el ceño. Observé a Alexander. Seguía avanzando. Y siguió hasta llegar a un punto, en él que levantó la pierna y la dirigió hacia a mí. No me daba tiempo a hacer otra cosa (además de que apenas tenía espacio para esquivar), por lo que decidí conducir mi espada hacia el lugar del que provenía la patada. Ignoré el Âchnam que tenía él. Tendría que moverse si no quería que le hiciese algún corte, así que, en principio, no tendría por qué preocuparme.

FdR. A Inger le gusta Deeehneeel. A Inger le gusta Deeeeeeeehnel. Y piensa en él~~
She's in lof

Ella interpuso su espada entre su cuerpo y mi pierna, por lo que tuve que frenar en seco si no quería quedarme con un muñón tibial.

Ella se había centrado en cubrirse con la espada de mi patada, por lo que liberé mi Âchnam hacia la pared, haciendo que saltasen virutas de marmol en nuestras cabezas.

-Podría haberte matado ya... pero eres demasiado guapa como para hacerlo. dije con una sonrisa.

Entonces retrocedí dos pasos, y volví a cargar sobre ella con la intención de poner mis filos sobre su cuello y terminar con esto.

Cerré los ojos al escuchar el impacto de su conjuro contra la pared. Abrí los ojos y lo miré. Esbocé una pequeña sonrisa, ligeramente sonrojada.

— No creo que pudieses haberme matado... Pero gracias.

Observé cómo retrocedía y cómo volvía a cargar contra mí. Alcé la espada, de tal forma que la punta de esta quedase en frente suya y esperé. Si pretendía acercarse, se clavaría mi espada, por lo que dudaba que lo hiciese.

me abalanzo sobre ella, pero su espada se interpone quedando a la altura de mi cuello, y mi brazo estirado con mi filo se queda a la altura del suyo.

Nos quedamos quietos.

Sin movernos

Sonreímos

Nos vemos

"Tu ganas"- decimos a un tiempo.

Entonces nos reimos con una sonora risa ambos y bajamos nuestras armas.

Me deshago la coleta y me dejo el pelo suelto.

-Muy buena, Nielsen- digo dandole una palmada en la espalda.

-Ya lo repetiremos.

Me pasé una mano por la nuca y lo observé de reojo. El caeruleus me dio una palmada en la espalda. Esbocé una pequeña sonrisa.

— Gracias... — murmuré.

Pasé mi mano al cuello. Sudaba. Tenía que ducharme. Miré a Alexander y asentí con la cabeza.

— Sí, ya repetiremos. Si nos vemos, claro...

Sonreí levemente y lo miré.

-Bueno, yo me voy a dar un baño en las termas. ¿te vienes?- me puse un poco colorado... yo no era una persona que mostrase sus sentimientos así como asi... pero en esta ocasion...- entiendo que no quieras venir si no quieres... pero bueno... si necesitas algo, allí estare, ¿vale?

Cogí mi ropa dispuesto a irme, pero esperando su respuesta, por supuesto.

Sonreí con cierto nerviosismo al escuchar su propuestas. ¿A las termas? ¿Él y yo? ¿Solos? No. Ese no era un sitio para ir en pareja. Y, en caso de ir en más de dos personas, estas eran o del mismo sexo o una pareja al hecho. Y yo lo acaba de conocer. La propuesta estaba fuera de lugar completamente.

Negué varias veces.

— No. Ve tú solo... — Esbocé una pequeña sonrisa nerviosa —. Yoo... Prefiero bañarme en los baños y... eso...

Me pasé una mano por el cuello. Observé cómo cogía su ropa y le dediqué un gesto con la cabeza.

— Nos vemos... ¿Eh? Para que te gane y esas cosas...

-Vale, no pasa nada, ya me esperaba esa repuesta, pero bueno, no iba a quedar de maleducado no invitándote, ¿no? porque claro, igual te morías de las ganas de ir a las termas y yo no te invitaba jajajaja. Bueno, entonces me marcho, ¿vale? ala, descansa. La próxima vez esto no será un empate, preciosa.

y con un giro sobre mis puntillas, me voy.

*se va*