Sala de entrenamiento

Me despedí de él con una pequeña sonrisa y con un gesto de la cabeza.

— Hasta otra, Alexander...

Cuando se fue, me pasé una mano por el cuello. Suspiré. ¿Por qué me llamaba preciosa?

— ¿Por quée...?

Volví a suspirar. Estiré los brazos y salí de la sala de entrenamiento, en dirección al baño de las chicas.

*se va*

llegué a la sala de entrenamiento para practicar un poco. Fuera hacía un tiempo otoñal poco agradable, y además, las garras de oscuridad se afilaban conforme el invierno se agazapaba en el tiempo preparado para saltar hacia Brontë en cuanto estuviera preparado.

Por lo que comienzo a calentar, correteando y estirando mis músculos y tendones para evitar lesiones a posteriori.

Una vez listo, comienzo a entrenar un poco el cuerpo a cuerpo con un muñeco de madera. Si, duele darle patadas, pero ¿acaso los enemigos que nos encontremos van a ser blanditos como los muñecos rellenos de paja, por ejemplo? No. Sería fornidos guerreros, seguramente mucho más duros incluso que esta madera a la que le estoy aporreando precisos golpes, mientras me agacho y salto encogiendo las piernas, imaginando armas invisibles que me acosan.

Mientras actúo, intento dejar la mente en blanco, y lo consigo durante un rato, pero conforme los minutos pasan, mi cuerpo de va cansando y mis fuerzas flaquean a cada segundo que pasa... por lo que mi mente ya no está tan centrada en el combate como al principio.


Pienso en Aren, como no, pero también en Heylel... nuestra relación se ha enfriado bastante... creo hace tiempo que no lo veo, y bueno antes nos contábamos todo. Hewina también ocupa parte de mis pensamientos. No quiero que se entrometa en mi vida, en serio... no... soy feliz sin ella, por ahora todo me está yendo bien, aunque si quiere sexo, yo no se lo negaré... pero nada más que sexo... eso...


después de varios minutos, ya estaba cansado, por lo que decidí hacer un descanso... luego tendria que preparar las cosas de Alexander y todo lo relacionado con su higiene... bueno... uno se acostumbra a todo... ya no se me hace extraño como al principio, mi mente ha conseguido ser objetiva y separar lo profesional de lo carnal...

Por hoy ha sido suficiente, por lo que recojí mis cosas y me fui



*se va*

Llegé a la sala de entrenamiento con mi "cargamento" y lo dejé en el suelo.

- ¿bueno, empezamos? dije desenfundando mi espada de dentro de mi rodillo.

Adela me cargó en su hombro y me llevó hasta la sala de entrenamiento (ignorando mis quejas) sin descansar ni un segundo, y una vez me dejó en el suelo me dijo aquello y sacó una espada de su rodillo.

"B-bueno, a ver...", le dije, y entonces dejé mi bolsa y a Hoju apartados en una esquina, quedándome solo con mi báculo.

Entonces me coloqué en frente de Adela.

"Cuando quieras", le digo mientras me pongo en posición. Me daba muchísimo reparo, y no sabía como acabaría ello... pero bueno, prefiero que ella me haga daño a mi antes de que yo se lo haga a ella.

-Vamos allá, pues- corrí hacia ella para propinar un fortísimo golpe con mi espada en su báculo. Quería comprobar si había perdido potencia, pero parecía que no... Bien. Luego asesté un fuerte puñetazo dirigido a su cara.

-Vamos, mujer, no me creo que esto sea todo lo que puedes hacer. Tómatelo en serio.

Adela vino corriendo hacia mi, por lo que me puse en guardia. Entonces cuando llegó hasta mi descargó su fuerza en mi báculo usando su espada. Era tan fuerte que hizo que me doliesen las manos, por lo que bajé la guardia unos momentos, y entonces me dio tal puñetazo que caí al suelo de espaldas.

Entonces ella me dijo aquello.

"A-au...", dije llevándome una mano a la zona dolorida.

"Jo... que bruta es...", pensé con los ojos llorosos mientras me levantaba.

Decidí jugar con los puntos débiles, como solía hacer, así que simulé que iba a asestar mi báculo fuertemente contra su espada, y justo después alcé la parte baja de mi báculo y lo dirigí a la parte baja de su puño para intentar desarmarla.

La joven intentó desarmarme, pero s fuerza era realmente mediocre..., por lo que rápidamente de doy un codazo en la espalda, estampándola contra el suelo.
-Por favor, Hewina... ¿y me dices que le has ganado al rubio ese? pues entonces... como será, hija, porque hoy tu no das pié con bola.

Entonces le tiendo una mano para ayudarla a levantarse.

"Ahhhhh... mi espaldaaaaa...", digo con los morros pegados al suelo.

Entonces ella mencionó a Silvanus, haciendo que recordase nuestra lucha, y el momento posterior... Me entristecí un poco, y cuando me incorporé lentamente cojí su mano y me levanté.

"Ya te dije que era una enclenque...", dije apenada.

No tenía nada que hacer contra ella, ya que debido al dolor que me habían causado sus golpes ya no podía estar tan ágil... sin embargo saqué fuerzas de flaqueza.

Me acerqué a ella y rodé rápidamente por el suelo, para después asestarle un golpe en la parte de atrás de las piernas. Con esto conseguí tirarla al suelo, y me dolía tanto la espalda que yo también permanecí tumbada en este.

"Auggggh... mi espaldaaaaaaaaaaaaaa...", dije soltando mi báculo y girando despacio en el suelo, a rebolos.

La chica se quejó, pero reaccionó y me tumbó, aunque no me hizo daño.

Me pongo de pié y le ayudo a levantarse. Esta vez le tiendo la mano de nuevo y cuando me coje la mano le suelto un pequeño Chrysantae, por lo que me rio de ella.

-Bueno, ha estado bien, pero debes entrenar mas tu fuerza... vega ven: te daré un trozo de tarta.

Saqué un trozo de tarta de almendras y azucar glasse de mi zurrón y le di un trozo a ella y le tiré de mala manera un trozo a su rata voladora "Poyu"

Adela se levanta y me ayuda a levantarme, pero cuando le cojo la mano me hace un leve chrysantae, y aparto mi mano con un alto quejido.

Ella comienza a reir, y entonces le digo mientras me levanto: "Que mala eres... menuda tunda me has dado"

Me dijo aquello y le sonreí, y la seguí hasta donde estaba su zurrón con una mano en la espalda. Entonces ella sacó un trozo de tarta y me lo dio, y después le tiró otro a Hoju, quien lo cogió al vuelo.

"Gracias", le dije, aun que en realidad lo que mas ganas tenía de hacer era de tumbarme en algo blando, pero tenía que resistir.

"Espero llegar a ser tan fuerte como tu algún día, Adela...", dije, y entonces comencé a comer la tarta.

-Bueno, tranquila, eres joven aún... tu solo puedes mejorar, sin embargo, yo solo puedo empeorar ajajaja bueno, niña- dije dandole un besito en la frente- me voy. Astamañana, descansa
*se va*

"Adiós Adela", le dije, y entonces me acerqué a Hoju y le di el resto de mi tarta. El me lo agradeció con uno de sus ruiditos, y comenzó a comer.

"Ay, Hoju... mi espalda...", le digo fingiendo que lloro, entonces cojo mis cosas, lo cojo a él en brazos y me voy de allí.


*se va*

Lleguo a la sala de entrenamiento y me quité la camiseta para comenzar a entrenarme un poco.
No me viene mal.

Así que comienzo a estirar para comenzar mi entrenamiento.

*se queda*

Llegué a la sala de entrenamiento, había quedado con Alexander allí y ya llegaba tarde, porque el ya se encontraba en el lugar.
-Perdon, mi señor, ya estoy aquí. ¿Comenzamos?- dije tirando mi camiseta al suelo y sacando a Altheda.

Habíamos quedado para entrenar un poco hoy por la tarde. Iba a ser divertido.

Kettleburn llega un par de minutos tarde, pero no se los tengo en cuenta ya que ese tiempo me ha servido para calentar.

-Venga vamos. Âchnam- digo rápidamente.

Despues de aquel ataque, sonrío y me alejo un par de pasos.

Mis pupilas se dilataron y casi no me dio tiempo a conjurar un Aquaerum justo antes de que su Âchnam se estrellase contra mi vientre.
Estuvo muy cerca, pero la explosión de los dos hechizos me hizo retroceder un poco.

-Ah...- dije frotándome un brazo. Entonces corrí hacia él con Altheda en una mano y un puño bien cerrado en la otra.

Comenzamos a luchar cuerpo a cuerpo, yo intentaba hacerle retroceder.

El chico es rápido e inutiliza mi conjuro justo antes de que este se estrelle contra el.

-Chico rápido, Kettleburn. Has mejorado bastante.

Entonces el chico viene hacia mí para enfascarse en un cuerpo a cuerpo. Si cree que así va a vencerme está muy equivocado. El solo tiene un arma y yo tengo una en cada brazo.

Comenzamos a luchar, pero en mayor o menor medida esquivo casi todos sus golpes, aunque los míos también fueron parados en bastantes ocasiones.

-No te lo tomes tan en serio, Kettleburn- entonces alzo una mano al aire para que fije su atención en ella, entonces alzo una pierna con la intención de asestarle una patada en las costillas, ya que las tengo a la altura debido a la diferencia de alturas.

Entonces invoco un Âchnam para preparar mi próximo ataque.

-He tenido un buen maestro estos meses, señor.- dije con un semblante serio para no desconcentrarme.
La verdad es que luchar habitualmente con Alexander me había dado bastante práctica. Ya sabía cuales eran sus movimientos básicos, por lo que era capaz de parar la mayoría.

Entonces alzo su mano al aire y yo la seguí con la mirada. Eso nunca lo había hecho antes en medio de un combate.

Sentí un golpe seco en mi costillar, haciendo que echase todo el aire de un golpe.
Caí de rodillas y apreté mucho los ojos... parecía que no conocía todos los trucos de Alexander.

-Ouch... FdR:(>.<) eso duele...dije incorporándome. - ¿podemos dejarlo por hoy?- dije levantándome con dificultad.

-Espero que te refieras a mí- digo con una sonrísa.


Mi estrategia surge efecto y mi patada le da en sus costillas.
El chico cae al suelo rendido.
-Pues claro que duele.- digo coniendo los brazos en la cadera sin poder esconder una sonrisa amable.

Anda vamos, yo también lo dejo por hoy. digo cogiendolo por un brazo del suelo y lléndonos de la habitación.

Al fin y al cabo: es un compañero.

*se van*

- Aquí estamos -susurró a su acompañante al entrar en la estancia, antes de mirar dentro.

Por el amplio tamaño y los objetos que albergaba pudo discurrir que se trataba de alguna clase de armería destinada también al entrenamiento. Por otra parte, le pareció raro que estuviera vacía. No era hora de entrenar o luchar, eso era cierto, pero echaba en falta la existencia de más personas en ese lugar, más por lógica que por soledad.

Le gustaba la soledad.

Se alejó de la jover parvus para investigar los recovecos de aquel lugar, caminando ligeramente encorvado y con ligereza, casi sin que sus pasos se escucharan. Se quedó parado contemplando unas armas de filo con la expresión vacía.

Una sala vacía. Qué decepción. Zacharyas soltó mi mano para dedicarse a explorar. Yo me apoyé contra una pared y aproveché para sacar mi guadaña de su funda. La observé embelesada. La había comprado con mis propios ahorros antes de salir de casa, y estaba muy satisfecha con mi compra, a la par que impaciente por usarla.

- Mira, Zacharyas -lo llamé-. Esta es Amatista. ¿Te gusta?

Sonreía, pero mantenía el ceño fruncido. ¿Y si me abalanzaba sobre él? A lo mejor podía aprovechar la ocasión para comprobar mi vocación de guerrera...

Lo atrajo una daga con la hoja curvada de empuñadura verde. Parecía afilada y brillaba como llamándolo. Se inclinó sobre ella y notó cómo las pulsaciones calmas comenzaba una ligera aceleración. El filo de aquel arma le devolvía un brillo divertido y seductor. Parecía tan fácil de ocultar bajo la capa... Tragó saliva acercando una mano huesuda y blanca hacia el objeto, pero la voz de la chica, de la que se había olvidado ya, lo hizo volverse.

Carraspeó antes de hablar.

- ¿Amatista?

Pronto cayó en la cuenta. La muchacha portaba una guadaña algo pequeña para él, pero perfecta para su tamaño. Se aproximó y la observó, como analizando a un nuevo especimen nunca antes visto. Extendió los dedos hacia ella y acarició el aire que la rodeaba. Había gente muy celosa de sus armas y tocarla no le pareció propicio. Además, era mejor de esa forma.

Las pupilas se le contrajeron un poco, mientras su expresión se tensaba ligeramente.

- Es bonita -murmuró.

Me eché a reír de nuevo, feliz. Comprobaría mi vocación en otro momento. Entre risas, apoyé la guadaña contra la pared y abracé a Zacharyas con fuerza. Pero qué majo que era.

- ¿Te gusta? ¿De verdad? -pregunté, radiante.

Luego me separé de él y tomé de nuevo mi arma, alargando los brazos hacia él.

- Es cierto que es bonita -corroboré, encantada-. Espero tener ocasión de demostrar pronto la... -lo miré, alzando las cejas-. La belleza que puede llegar a crear. Belleza de la que a ti te gusta -le eché la lengua, cómplice.

Dejé de nuevo mi arma y comencé a recorrer el lugar con pasos rápidos. Bien, bien, bien. Había armas interesantes por allí.

- Dime, Zacharyas, ¿te gusta luchar? -pregunté.

Ella lo abrazó, y eso hizo que Zacharyas regresase a la habitación. Se encontró con una pequeña parvus aferrándose a él con fuerza. Hacía mucho que no lo abrazaban... Parecía contenta porque su arma había recibido elogios, pero para él era lo justo. Aquella hermosa arma de afilado borde era, sin duda, una preciosa herramienta para crear arte.

Sin embargo, las palabras de la joven lo sorprendieron. Estrechó sus ojos negros al mirarla.

- ¿Tantas ganas tienes de... -. Cerró los ojos. Aspiro por la nariz y retuvo el aire dentro mientras imaginaba a alguien partido en dos por aquella guadaña- matar?

No estaba en contra de la violencia. La vida o la muerte, el dolor, la sangre, la oscuridad, la noche... ¿Acaso había encontrado a una compañera en gustos? ¿O simplemente jugaba a ser un dios?

Carraspeó.

- Hay cosas más de mi agrado-. Sonrió. A ella, sin haberlo probado, parecía ya encantarle.

Me encogí de hombros y seguí caminando por la habitación. Matar.

- ¿Eh? No... -negué con la cabeza-. He venido aquí a eso, supongo. Pero no es de lo que tengo ganas. Tengo ganas de probarme a mí misma. De ver qué soy capaz de hacer.

Lo miré, con ojitos inocentes y una dulce sonrisa.

- ¿Crees que aprenderé a hacerme respetar? -me eché a reír y di un par de saltos, avanzando lentamente por la habitación. Me paré ante un conjunto de armadura, espada y escudo. Pero qué mole más enorme. Era muy graciosa.

Ladeé la cabeza, con enorme curiosidad brillando en mis ojos oscuros. Cosas.

- ¿Qué cosas, Zacharyas? -pregunté, interesada.