Sala de entrenamiento

Lluvia esbozó una amplia sonrisa al leer sus palabras y asintió, enérgicamente. Aquella era una idea brillante. Así podría demostrarle que no dejaría de entrenar por mucho que él se fuese. Y seguro que era divertido.

—¡Vale! —exclamó, ilusionada—. Así te demostraré todo lo que aprenda.

Lo miró, sonriente. Luego se llevó una mano a los labios y bostezó. Haber lanzado tantas flechas la había cansado más de lo que había esperado.

Ella también bosteza. Así no es tan ridículo tener poco aguante, supongo. Lo cierto es que parecemos bastante similares en algunas cosas. Aunque no la conozco mucho... No podría jurarlo.

"¿Vamos a acostarnos?", inquiero, sonriendo mientras muestro mi pizarra a la aether.

Estoy cansado, y ella también lo parece. Ir a mi cuarto y dormirme me parece una idea maravillosa ahora mismo.

FdR- Guiño guiño codazo gui... Espera, no... Solo quiere dormir XD

Lluvia frunció levemente el ceño al leer el mensaje, ruborizándose un poco. ¿Qué quería decir con aquello? No había hablado mucho con chicos, de hecho, no había hablado con ninguno hasta que llegó a Brontë, pero sí que había leído algunas cosas...

—Po... Por separado...

Miró al claritas. A lo mejor no había segundas intenciones en aquella frase, pero mejor dejar las cosas claras: ella no quería dormir con él en la misma cama. ¡Qué vergüenza!

Pestañeo, confuso. Eso sí me ha pillado por sorpresa. Asiento con lentitud. Claro que por separado, por Mithos...

"Claro. ¿No tienes cama?"

La miro con curiosidad. A lo mejor no tiene cama y necesita una. Si ese es el caso, podría dormir yo en el suelo, aunque no creo que la dejasen entrar de todos modos... Sea como sea... No comprendo por...

¡OH! ¡NO! ¡¿PERO QUÉ DEMONIOS HE ESCRITO?! Jun, no hagas nada... Tranquilo, no te ruborices... Eso es... Todo ha sido una desafortunada frase.

Lluvia asintió con fuerza, todavía ligeramente ruborizada. Tenía cama. Una bonita y hermosa cama. Y cómoda. Era muy cómoda, aunque ahora mismo estuviese llena de ropa. Pero cuando la quitase, sería la cama más cómoda de todo Palacio.

—Claro que tengo... —Lo miró—. Una muy cómoda, además.

Asintió de nuevo y apartó la vista. Carraspeó.

Suspiro. Vaya un error más tonto. Por poco quedo como un sucio... ¡Yo! Espero que el abuelo nunca se entere. Vaya imagen he debido de dar.

"Entonces será mejor que vayamos" "cada uno a la suya."

La miro, esperando que esta vez la frase no genere ningún malentendido. La he revisado palabra por palabra antes de mostrarla. Y esta vez parece que no me equivoco, pues ella acepta sin mayor problema.

Recogemos las cosas y luego salimos.

*se van*

Entré en la sala de entrenamiento con Jaogín en la mano. El tacto era frío, metálico. Me había asegurado de que estuviese limpio después de haber atravesado por... accidente... aquel encantador mecña. Solté una pequeña risa, que camuflé con mi mano libre, sin estar muy segura de de qué lo estaba escondiendo. Fijé la vista en la profundidad de la sala, que no lograba identificar. Sin embargo, pude comprobar cómo un muñeco de entrenamiento se erguía en frente de mí a bastantes metros como para saber que estaba ahí.

Agarré a Jaogín con ambos brazos, el izquierdo colocado más alto que el derecho -era más conveniente-. Comprobé el suelo, tanto bajo mis pies como en el recorrido que nos distanciaba a la figura y a mí. Flexionando los brazos y las piernas, di un paso hacia atrás, preparándome para correr. Fijé el objetivo con la vista, tragué saliva y, sin más espera, comencé a avanzar rápidamente. Comprobé de nuevo ambos lados a la vez que corría para, entonces, justo cuando el maniquí estaba colocado en frente de mí, atravesarlo en el pecho. Había dejado el tridente clavado, aunque continué avanzando un par de pasos más hasta que decidí frenar. Dí media vuelta y posé la mirada sobre los dientes de Jaogín, que sobresalían de la espalda del muñeco.

-Demasiado fácil -susurré a la vez que sonreía.

Rodeé el muñeco hasta que me coloqué en frente de él otra vez. Extendí la mano derecha y arranqué mi tridente del estómago del pelele de combate. Me detuve a observar su cara vacía. Volví a soltar una pequeña risa, y alcé la mano en dirección a su cara, a pocos centímetros.

-Terra der -dejé salir de mi boca con voz impasible, observando pocos segundos después cómo su cabeza se inclinaba hacia atrás violentamente.

Bajé la mirada; nunca había sido demasiado buena en magia. Volví a levantarla, y entonces vi las últimas oscilaciones de la figura antes de regresar a su posición inicial.

Decidí quedarme en la sala entrenando, a pesar del combate que había tenido el día anterior con Eld. Eld... Casi me había olvidado de ella. Miré mi brazo, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo. Antes de darme cuenta, había vuelto a atravesar al muñeco con mi tridente, aunque esta vez en la cabeza.

*Me quedé entrenando*

Al cabo de un tiempo, me fui.

*Se va*

Otro lunes había llegado y Vatra descansaba en la sala de entrenamiento. 
Estaba molesta por el comportamiento de las otras excepto de Branne. Branne siempre había pasado mucho de todo. 

Cogió una lanza y comenzó a darle vueltas con la derecha, aburrida y pensando en aquel chico chrysos, que ya había tenido un enfrentamiento con todas. 

*se queda*


FDR: NO PIENSES EN HOMBRES.

Tras el último entrenamiento contra Felhlo, había decidido hacer algo de reposo unos días, por lo que no había vuelto a entrenar. Había tenido que recordármelo a mí misma el día que aquella señoritinga había pedido que le dejara ver mi muñeca. Las muñecas...

Sacudí la cabeza. Estaban bien guardadas y a salvo, no había motivo para preocuparse. Lo importante era ponerse a entrenar en condiciones y olvidarse de todo aquel asunto. Con ese pensamiento en mente y mucha determinación, accedí a la sala de entrenamiento acompañada por Tristán. La encontré ocupada por una enorme figura femenina que me dejó un momento descolocada.

Finalmente, con un pequeño murmullo como saludo y tratando de no molestar, me decidí a entrar en la sala. Tristán quedó a un lado, hecho un ovillo. Yo, por mi parte, comencé mi calentamiento.

*Se queda*

Zacharyas llegó a la sala con aire animado. Había oído, tras todo aquello que había pasado en los jardines, que aquellos entrenamientos se repetían a veces y, si bien él no era un hombre muy activo, le interesaban aquel tipo de prácticas, aunque el caeruleus no podría confirmar a nadie si era por la mejora de sus habilidades o simplemente por la lucha.
Aquella noche paseaba relajado, entrando en alguna habitación que otra, asomándose a los balcones... Y fue en aquel lugar donde vio a una mujer que no se había topado nunca antes, una magnánima flamma que lo superaba en altura y robustez, y al verla recordó que se trataba de una de aquellas mujeres. Y no otra que la que había abroncado al resto. También se hallaba allí la pequeña piscis Massen Dew, a la cual había visto en el otro enfrentamiento, lo que le hizo dudar menos.

-Buenas noches -saludó con voz ronca, esbozando una sonrisa y entrando por completo, cerrando la puerta a su espalda-. ¿Es esto otro entrenamiento? -inquirió.

Saludó a Massen con un gesto, contento.

Caminaba sin rumbo fijo cuando una figura a lo lejos me hizo detenerme en seco. Entrecerré los ojos, adelantando un poco el cuerpo y mirándola fijamente con expresión de sospecha. A ver si iba a ser que...

Finalmente, expuse una sonrisa traviesa y, corriendo de puntillas, me acerqué a la sala y abrí la puerta. Estaba segura de que esta vez sí era. Reí levemente, entrando en la sala. Estaba a punto de abalanzarme sobre el chiquillo cuando una visión enorme me distrajo. Abrí los ojos como platos, quieta en el sitio, ante la puerta, y la repasé de arriba a abajo.

-¡Huala! -acerté a decir.

Ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que había entrado en la sala de entrenamiento para hacer un poco de ejercicio y mantenerme en forma. Llevaba a Jaogín agarrado a mi mano derecha, obligándome a utilizar la mano izquierda para abrir la puerta de sala de entrenamiento, que poco después comprobé que ya estaba ocupada.

- Buenas noches - saludé sonriente, reconocía a ambas personas. Una de ellas era una joven piscis que había visto recientemente en los jardines, cuando ocurrió la pelea y en la cual... mi brazo sufrió algunas heridas. También había otra mujer, que también había estado en el mismo combate múltiple.

Entré con paso firme, parecía que aún no se había empezado ninguna pelea. Sin embargo, la flamma, de alta estatura, estaba realizando varios movimientos con una lanza. A mi lado, sin haberme dado cuenta antes, encontré un caeruleus de aspecto tenebroso, también del mismo combate. Solté una pequeña risa, tapándome la boca con la mano izquierda y sonriendo al mismo tiempo.

- Vaya coincidencia, ¿no? - Seguí avanzando por la sala, hasta llegar a la altura de la piscis, que estaba calentando y la miré sonriente.

Iba a calentar un poco con mi tridente cuando una voz femenina e infantil, que no provenía de ninguna de las personas que ya había visto, irrumpió en mis pensamientos. Vaya, al fin una cara nueva. Sonreí.

Ya fueran rumores o hábito, varios guerreros aparecieron de una forma bastante coordinada en la sala. 

Vatra no se movió. Tres...
Había luchado con más más veces. -Soy Vatra del Volcán de Iracunda. La Primera de las Cinco Guerreras bajo el mando de la Gran Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna y la más fuerte de todas ellas.

Una vez hechas las presentaciones, no tardó ni un instante en lanzar un puñetazo con gran velocidad a la cara del caeruleus que tenía justo delante. 
Luego un Flagrare golpeó a la desprevenida piscis. 
Todo el que se encontrase en su radio de acción sería atacado. 

Dio un salto hacia atrás para coger distancia y con el índice, le hizo una señales de mofa a la parvus para que se acercase a luchar.


(FDR: voy a obviar a Elektra en este turno muy randonmente porque ya había termiando el post cuando posteó X_D gomen gomen)

La sala se llenó en seguida y la alta flamma no tardó en prestarnos atención. De la misma forma, yo detuve mi calentamiento para prestarle atención a ella. Cuando se presentó, la miré con curiosidad. Conocía a Felhlo, eso seguro. Según lo que decía era, de hecho, su superior.

No había tiempo para reflexiones, al parecer. La mujer, que se presentó como Vatra, no tardó en atacar a dos de nosotros. Dedicó un puñetazo a Zacharyas, y a mí me lanzó un hechizo que, aunque traté de esquivar, acabó por alcanzarme. Apreté los dientes para evitar una queja. No tenía derecho a quejarme; lo que tenía que hacer era ponerme en marcha.

Así pues, ignorando el dolor, dediqué dos aquaerums directos al vientre de la mujer. Debía estar alerta. No podía permitirme más negligencias.

FdR.: Por lo menos podías dar opción a reaccionar al ataque, o algo... X_D

Vatra del Volcán de Iracunda, dejé caer una risa para mis adentros. Había lanzado un puñetazo hacia el caeruleus, un hechizo de fuego contra la piscis y había indicado a la otra parvus que se acercase a ella. Sonreí, ¿qué se suponía que debía hacer yo? De todos modos, no bajaría la guardia.

Comencé a correr alrededor de todos a una distancia moderada, de modo que acabaría colocándome a varios metros de distancia de la espalda de Vatra. Sólo tendría que esperar que se distrajese un poco más de tiempo con mis tres compañeros para acercarme sigilosamente hacia su espalda, apuntando mi tridente hacia ella y extendiéndolo hacia el frente, de forma que siempre mantendría una distancia prudencial entre ella y yo. Si no se daba la vuelta cuando estuviese al lado de su espalda, me dirigiría a clavárselo en el centro de la misma. Si por algún motivo se percatase de mi presencia, apartaría a Jaogín hacia la derecha y lanzaría un pervatia, impidiéndole atacar de frente, limitando sus salidas a la hora de esquivar los ataques de los demás, y dándome más tiempo para retroceder y pensar una nueva estrategia.

La mujer se presentó ante ellos como Vatra del Volcán de Iracunda. Zacharyas pensó por un instante que se hallaban en aquel volcán. Seguro que se fundiría, incluso siendo flamma, si la empujaban a la lava ardiente que bullía en su interior, volviéndose primero huesos y luego parte del mismo magma.

Zacharyas iba a responder, procurando seguir lo que mandaba la amabilidad según lo socialmente correcto, pero el combate comenzó antes de que pudiera hacerlo. Vio aquel inmenso puño volar hacia él y no se le ocurrió hacer otra cosa que dejarse caer al suelo, sentado, como si las piernas le hubiesen cedido, con intención de evitarlo hacia abajo, ya que parecía que por mucho que retrocediese aquel enorme brazo lo alcazaría.

-Garves -siseó a la vez, notando la presión de la sangre comenzando a aumentar, como siempre que luchaba.

Vio por el rabillo del ojo a Stalon, que también estaba allí. No la había oído entrar, pero no tenía tiempo en aquel momento para hacer caso a la parvus.
Procuró alejarse de la flamma para ponerse en pie, en guardia.

La vi lanzar un puño contra el chiquillo y la miré con desaprobación. Negué con la cabeza, disgustada.

-¡Eh! -protesté.

Nada de eso. Si el chiquillo quería sangre, que la pidiera. Eso le gustaba.

Fruncí el ceño ante el gesto de la enorme. Bismonte. Todos los rojos eran tan grandes...

Saqué a Amatista y la coloque ante mí, amenazante. Entonces sonreí y, soltando una mano del arma, invoqué un terra der contra la enorme.

Di un pequeño saltito hacia atrás, risueña, poniéndome en guardia.

Su resistencia era enorme y pese a que el hechizo del oscuro era fuerte, este no le sustrajo la capacidad de ver al completo, sino que, simplemente, lo oscureció todo, pudiendo aún distinguir figuras y personas.
-Qué molesto...- susurró. -¡Igneste!- Invocó aquel hechizo de forma automática al escuchar los de la piscis y de sus manos, como de una fuente, nacieron gran cantidad de fuegos fatuos que comenzaron a rodearla y que la protegían de todo ataque. 
De este modo, ambos aquaerums fueron interceptados por dos de los hechizos que protegían ahora a la gigantona flamma.

Del mismo modo, el hechizo de Ayne fue detenido eficazmente con otro de los fuegos que rodeaba a la mujer. Sin duda era una defensa increíble y muy útil.

Decidió desaparecer entonces y aparecerse detrás de Elektra. -Yo también puedo atacar como los cobardes...- le susurró al oído y, antes de que pudiera darse cuenta, la había agarrado del cuello con fuerza y la lanzó con fuerza contra Massen. Ya fuera la chica o su enorme arma, algún daño haría o se haría. 

Invocó un Flagrare contra Ayne y lo lanzó. 

FDR: Dejo a Zach fuera porque, seamos realistas, es imposible que atienda a todos xD

Los dos hechizos fueron interceptados por otro, una especie de defensa de fuego. Fruncí el ceño. ¿De dónde sacaban unos hechizos como aquellos? Felhlo, igual, era fascinante... Pero, por muy admirable que fuese, no era positivo para mí en aquel momento. Lo que quería era alcanzarla, y de aquella forma me lo ponía muy difícil.

Además, no podía dedicarme a aquello en aquel momento; una parvus, la que había estado la noche de mi segundo combate con Felhlo, fue lanzada contra mí, tridente por delante. Alarmada, y casi como un acto reflejo, me lancé a un lado para esquivarla.

Tras recuperar una postura desde la que pudiera atacar (aunque aún estaba de rodillas en el suelo) lancé un nuevo aquaerum; uno de los fuertes.

Justo cuando mi tridente se iba a clavar en su escamosa piel, Vatra se desvaneció. ¿Por qué teníamos que pelear contra personas que se podían teletransportar? Entonces oí su voz detrás de mí, sentí cómo algo, una garra, rodeaba mi cuello."Ni se te ocurra...". Pero era demasiado tarde, me había lanzado contra la piscis que, desafortunadamente, no amortiguó mi caída.

Solté un alarido de dolor, pero pronto logré controlarlo y, junto a mi compostura, también recuperé mi sonrisa. Sólo era un entrenamiento, ¿no? No me gustaba lo que estaba pasando, un nudo se volvió a crear en mi garganta, aunque esta vez casi no lo sentía. Agarré a Jaogín con mis dos manos; había logrado aterrizar sin hacerme daño con el tridente.

Miré a Vatra de nuevo, ¿qué eran esas llamas a su alrededor? Lo tenía difícil. Mi mirada se movió entonces hacia la piscis, quizás si cooperásemos sería más fácil no perderla de vista y evitar sus golpes y ataques. Aún dolorida, me acerqué rápidamente hacia Massen, colocándome a su lado izquierdo

- Juntas será más sencillo - dije con voz suave y sonriente mientras soltaba mi mano derecha de Jaogín y la apuntaba hacia la flamma-. Pervatia -. Esta vez, el escudo saldría al lado izquierdo de Vatra, así tendría que esquivar el aquaerum moviéndose a la derecha, y estaría más cerca de mí, más al alcance de mi Jaogín, que volví a poner en guardia, preparada para reaccionar ante cualquier movimiento de la mujer de gran altura.

Zacharyas consiguió ponerse en pie mientras todo se movía a su alrededor. Vio volar a aquella parvus que no era Stalon hacia Massen, pero no comprendía cómo había sucedido aquello. Debería estar más atento a todo lo que pasaba si quería ser de utilidad, y no solo a sí mismo.

Localizando de nuevo a la enorme mujer (y no era difícil, tratándose de tal blanco) apuntó a su cuerpo, conjurando un âchnem que, esperaba, golpease su vientre. Según parecía, el garves no afectaba del todo a aquella guerrera.

Tras lanzar su hechizo, Zacharyas desenvainó su espadín y, manteniéndose siempre a una distancia segura, buscó algún punto ciego de la flamma, ya fuese por descuido o porque simplemente no podía atender a todos a la vez, para lanzarse a por su espalda y atravesar la zona correspondiente a los riñones.

FdR- Así es él, queriendo ir por detrás. Muy seme, ya se ve.

Vi venir aquella bola de fuego y solté una fuerte carcajada, mientras me echaba a un lado de un salto. ¡Luz! ¡Calor! ¿Había un tesoro mejor? La chica sin fuego no me lo había podido dar, y ahora estaba allí. ¡Qué enorme más enorme!

-¡Uoh! -exclamé, completamente emocionada, mientras saltaba a un lado.

Completamente encantada, me volví hacia ella, enarbolando a Amatista. ¿Y si era roja la roja enorme? Quería verlo. Rojo y calor. Y mucho, grande... ¡Enorme!

FdR- Rol pausado

El âchnam fue interceptado por un flagrare de Vatra. Cuando ambos chocaron, se produjo una explosión bastante fuerte. 
En cuanto a Ayne, Vatra le hizo frente con su lanza. Paró el golpe horizontalmente con su lanza de acero y enroscó la punta con gran fuerza sobre el mango del arma de la parvus morena y, con un gran golpe vertical, acompañado de una grito de esfuerzo tremendo, mandó por lo aires la enorme arma de Ayne y a la propia dueña enganchada en ella. 

FDR: Rulito XXL #chan #EsVatraYPuedeLanzarAGentePorElAireConUnRulito #PorquePuede #YLohace #AndJavierMustBeProudOfThat

De este modo, mientras la Primera estaba entretenida luchando contra los dos primeros atacantes, a Elektra y a Massen les dio tiempo a preparar una nueva estrategia que, con suerte, surtiría efecto. 
Sin embargo, Vatra no siguió la predicción de Elektra y no se movió hacia la derecha, poniéndose en peligro de ser alcanzada, sino que esquivó aquel fuerte aquaerum situándose encima del muro de piedra. 

Por otra parte, el potentísimo hechizo de Massen rompió el muro, de modo que Vatra se tambaleó y trastabilló de manera que quedó de rodillas en el suelo.
Se levantó rauda y alzó su lanza contra la parvus. La desarmaría del mismo modo que lo hizo con la otra. 
Sin embargo las chicas pudieron ver cómo un elemento largo y oscuro traspasaba el abdomen de Vatra y salía al lado de su ombligo.
El espadín goteaba sangre y Vatra se paró en seco.
Torció una sonrisa y giró la cabeza. 
-Muy buena, "rarito"...- dijo entonces, soltando su lanza y agarrando con la derecha su cara, para luego elevarlo en el aire.- Flag...- no terminó de pronunciar el hechizo o le habría volado la cabeza.- No querrás que lo haga, ¿verdad?- habló, aún con el espadín clavado.

Aunque mi ataque no dio en el blanco, sí derribó el hechizo de mi compañera, tirando a Vatra al suelo. Pese a que aquello, vista nuestra adversaria, me pareció todo un logro, traté de contener mi ilusión; aquello no había terminado.

El arma de Zacharyas había dado en el blanco, pero eso había puesto al caeruleus en un gran apuro. Asustada por la posibilidad de que le hiciera verdadero daño (pues no parecía andarse con bromas) lancé hacia ella dos fuertes aquaerums, tratando de desviar su atención. No tenía ganas de perder a un compañero en un enfrentamiento así, y no sabía hasta qué punto sería la flamma indulgente.

Aunque el âchnam de Zacharyas no dio en el blanco, sino que fue contrarestado con un flagrare, generando una explosión que distrajo un instante al caeruleus, que contempló con encanto aquella explosión, preguntándose qué fuerza tendría, y si podría arrancar, quizás, los miembros a alguien, destrozando sus huesos.
Pese a ese instante de cavilación, no tardó en volver en sí, recuperando su atención, puesta en el cuerpo de aquella mujer. Finalmente, debido a la distracción, consiguió traspasarla con deleite, notando cómo la punta de su arma llegaba al otro lado. Sin embargo su alegría no duró demasiado. Pronto fue levantado del suelo por la enorme mano de la mujer gigante, que lo amenazó. Zacharyas no pudo ocultar una ilusionada sonrisa un instante, preguntándose si sus sesos se desparramarían por la sala en cuanto ella lo hiciese.

Luego Zacharyas pensó que no quería morir. Tuvo que contenerse, pese a todo, para no retorcer su espadín en el interior de la mujer.

-Aunque tentador... -. Carraspeó-, no considero que morir hoy sea adecuado...

Morir no entraba en los planes próximos de Zacharyas.