Sala de entrenamiento

¿Horrible? Si le parece horrible un arco... Bueno, por lo que dijo fueron sus padres los que la mandaron aquí, así que supongo que es normal que no esté acostumbrada. Lo cierto es que no me la imagino lanzando flechas a nadie.

Señalo su arco y esbozo una sonrisa. Como no empecemos no vamos a acabar nunca.
A ver qué puedo aprender de ella.

Lluvia miró el arco cuando Jun lo señaló, confusa. ¿Qué quería decirle? ¿Quería que empezasen ya? ¿O aquel gesto significaba que quería que se lo pasase? Lluvia frunció levemente el ceño y volvió a mirar al claritas, pensativa. Finalmente, decidió que lo más probable fuese que se lo estuviese pidiendo, así que se lo tendió, sonriente.

—Toma.

Ensanchó la sonrisa.

Observo a la chica, confuso. ¿Empiezo yo? Vaya corte... Supongo que es normal, de todos modos. Esto ha sido propuesta mía, al fin y al cabo.
Tomo el arco inseguro y cojo una de las flechas. Al fondo de la sala, cerca de una de las paredes, están las dianas. Hace mucho que no tiro, por lo que me acerco un poco a ellas, quedando a unos diez metros. No quiero hacer un ridículo muy grande.

Coloco la parte trasera de la flecha contra la cuerda y la punta en la parte de madera, sobre mi dedo índice estirado. Luego tenso el arco y guiño un ojo, clavando mi vista en la diana. No me siento demasiado seguro, pero aún así...
La flecha silba y se clava en el segundo círculo de la diana, empezando desde fuera. No ha sido un tiro muy impresionante, pero al menos le he dado.
Sonriente, paso el arco a la chica.

Lluvia alzó mucho las cejas, sorprendida, al ver el tiro de Jun. Se imaginaba que sería bueno, pero ¡aquello era impresionante! ¿Cómo podía haber atinado con tanta facilidad? ¡Y desde tan lejos! Lluvia no podía creerse lo que veía.

Cuando Jun le tendió el arco, la aether forzó una sonrisa. De pronto, se sentía terriblemente nerviosa. Ayer no había logrado lanzar ni una simple flecha, y ahora tenía que enfrentarse a las expectativas que había creado en el claritas. Expectativas que no iba a poder cumplir, por pequeñas que fuesen.

Tragó saliva, intentando calmarse, y se acercó a la diana hasta quedar colocada a la misma distancia desde la que Jun había lanzado. Lluvia notaba cómo las manos le sudaban y cómo le ardían las mejillas. ¡Iba a hacer el ridículo, lo sabía!

Como pudo, se secó las manos en el vestido y luego, intentando que sus manos no temblasen demasiado, colocó la flecha en el arco. Tensó la cuerda y guiñó un ojo. Respiró profundamente y, tras dedicarle un vistazo al claritas, soltó la cuerda.

Al igual que ayer, la flecha cayó al suelo, a un par de pasos de ella. Lluvia bajó la vista al suelo, notándose terriblemente avergonzada, y tragó saliva de nuevo. Estaba muy roja.

Todo tiene sentido en el momento en el que la veo lanzar... ¡No sabe! Enseguida me siento mal... ¿Cómo he podido no darme cuenta? He debido de herir sus sentimientos...

Camino hasta la flecha y la tomo con la diestra. Vuelvo junto a Lluvia y se la pongo en la derecha. Con un gesto le indico que tense el arco.
Esbozo una sonrisa, tratando de ser tranquilizador. No sé enseñar... El abuelo sí que sabe enseñar, o aquel hechizero piscis...

Lluvia quería desaparecer; quería que las baldosas del suelo se abriesen y que la tragasen, llevándola a otro lugar de Palacio, lejos del claritas. Lo deseaba con tanta fuerza que durante unos segundos pensó que Mithos le haría ese favor, pero no pasó nada. Suspiró. Las mejillas le ardían. No recordaba haber estado tan roja en su vida. De reojo, miró a Jun, que se había acercado y había recogido la flecha. Le debía una explicación.

—Yo... yo... —balbuceó—. Lo siento... Siento no haberte dicho nada.

Observó al claritas, esperando alguna respuesta. Cuando le dio la flecha, Lluvia la observó durante unos segundos, temblorosa, pero finalmente la cogió. Suponía que se la daba porque quería que probase de nuevo. Miró a Jun de nuevo, esperando una orden, y obedeció cuando le indicó que tensase el arco.

Parpadeó.

No tiene que ponerse así... Es cierto que por mi culpa puede haber sentido que ha hecho el ridículo, pero eso no es así para nada... Soy yo el que se asusta por todo...
Cuando tensa el arco me acerco a ella, poniéndome a su espalda. Con cierta vergüenza, apoyo mis manos en sus hombros, haciéndole adoptar una posición de espalda algo más erguida. Luego agarro su codo derecho y le hago subirlo un poco. Para finalizar, con perdón, tomo su mano derecha con la derecha y la izquierda con la izquierda, como si fuese yo el que tirase, en vez de ella. Tiro un poco más de la cuerda y estabilizo su izquierda.
Concentrado, suelto la cuerda. La flecha debería acertar en la diana... ¡SÍI!

Luego me separo, algo avergonzado, y la miro, esperando que haya comprendido.

Lluvia tragó saliva, nuevamente nerviosa, cuando el claritas apoyó las manos en sus hombros. Si no estuviese tan roja, se hubiese sonrojado más, aunque por motivos diferentes a los de su rubor actual. Irguió la espalda y subió el codo, tal y como el claritas le indicaba. Movió un poco la cabeza, para poder mirarlo de reojo, y esbozó una tímida sonrisa. Luego, cuando Jun colocó sus manos sobre las de ella, volvió la vista al frente, notando, esta vez sí, un nuevo rubor en sus mejillas.

Aguardó, expectante, el siguiente movimiento, y cuando la flecha salió volando, alzó las cejas, sorprendida, y esbozó una amplia sonrisa. Luego, después de que el claritas se separase, se volvió para mirarlo. Todavía estaba algo sonrojada, pero aquello no era nada comparado con lo de antes.

—Gr... Gracias...

Sonrió, tímida.

Me alegra ver que lo ha conseguido. Escribo en la pizarra.

"Tienes que tensar un poco más el arco."

La miro. Le sonrío. Espero que mi ayuda le haya servido de algo, la verdad. Luego la invito a probar de nuevo con un gesto. La práctica hace la perfección.
Quién sabe... Quizás en algún momento una flecha le salve la vida... ¡GRACIAS A MÍ!
Eso sí sería ser útil...

Lluvia asintió, sonriente.

—Entendido, ¡maestro!

Ensanchó la sonrisa. Luego, cuando el claritas le indicó que probase de nuevo, torció el gesto, nerviosa de nuevo. Aunque Jun le había mostrado qué posición tenía que adoptar y le había dicho cuál era su fallo, no estaba convencida de que fuese a lograrlo. Pese a ello, la aether cogió una nueva flecha y volvió a dirigirse al punto de tiro. Por encima de su hombro, miró a Jun y le dedicó una tímida sonrisa. Luego suspiró y volvió la vista al frente.

Colocó la flecha en el arco y, siguiendo lo que acababa de hacer, irguió la espalda, subió su brazo derecho y tensó el arco. Guiñó un ojo y, tras tomar aire, lanzó la flecha, que salió volando hasta alcanzar una pared.

Lluvia abrió mucho los ojos y esbozó una amplia sonrisa. Dio un pequeño saltito.

—¡¿Has visto eso?! —Se volvió hacia Jun, vehementemente, y señaló la flecha del suelo—. ¡¿Lo has visto?! ¡Mithos!

Se miró las manos, ensanchando su sonrisa. No podía creérselo.

No sé si estará más nerviosa ella o yo, pero cuando la flecha sale disparada no puedo evitar dar un par de palmadas, como aplaudidendo.
¡Toma ya! Me voy a empezar a plantear el... Calma, Jun... Que no se te suba a la cabeza, que no eres, ni mucho menos, un guerrero. Esto ha sido suerte. Respira. Respira.

Alzo el pulgar y le sonrío. Le señalo entonces la diana. Su siguiente paso es acertarle a algo.
Sigo sin poder evitar sentirme orgulloso de mí mismo, la verdad. Aunque "maestro"... "Maestro" es demasiado, me parece a mí.

Lluvia asintió. Después de haber logrado que la flecha volase, se sentía capaz de hacer cualquier cosa. ¡Incluso se veía con fuerzas como para escalar la Montaña Inferno!

—Sí, maestro.

Sonriente, cogió una nueva flecha y volvió a acercarse al punto de tiro. Volvió a adoptar la posición que Jun le había enseñado y lanzó la flecha, haciendo que esta volase y chocase, de nuevo, contra la pared. Pese a su fracaso, la aether volvió a coger otra flecha, y lanzó de nuevo, consiguiendo los nuevos resultados. Entonces Lluvia frunció el ceño, pero no se rindió y volvió a intentarlo. De nuevo, la flecha chocó contra la pared, pero esta vez se acercó un poco a la diana.

Volvió a intentarlo.

"Maestro" de nuevo. Me tengo que contener para no sacar pecho. Si el abuelo me viese ponerme gallito me daría una buena colleja... Pero es que por fin sirvo de algo en este lugar. O a lo mejor eso es solo una fantasía.

Las flechas vuelan, sin llegar a tocar la diana. Con cada flecha nueva siento tensión, pero la chica no se rinde. Seguro que si volvemos a vernos alguna vez será ya mucho mejor que yo. No soy más que un aficionado.

Trato, mientras la miro, de identificar algún error más para corregirla. Me encantaría que hubiese lanzado una flecha al centro antes de que abandone Brontë...
Sonrío para darle ánimos.

La flecha, de nuevo, rebotó contra la pared. Lluvia frunció el ceño, un poco molesta. ¡Jolín! Al menos podía acertar alguna. No pedía darle en el centro, pero sí atinar en la diana.

Chasqueó la lengua y se giró para mirar al claritas. Durante unos segundos, lo contempló, sin decir nada. Le gustaría acertar con alguna flecha para demostrarle que no era una completa inútil. Y para ver qué hacía. A lo mejor le enseñaba a hacer otra cosa, como lanzar muchas flechas a la vez. Quién sabía. Estaba ante un arquero experto; las posibilidades que se presentaban ante ella eran enormes.

Volvió a coger una nueva flecha, y la lanzó de nuevo. Como resultado, la flecha chocó contra la pared, igual que todas las demás. Lluvia suspiró. Estaba empezando a desanimarse. De nuevo, se acercó al carcaj y cogió, esta vez, un par de flechas. No sabía cuánto tiempo iba a estar lanzando, así que lo mejor sería tener la munición cerca. Estaba cansada de dar vueltas de un lado a otro.

Cogió una flecha, tensó el arco y soltó la cuerda. Al comprobar que no había acertado, cogió otra, y luego otra, y otra hasta que, finalmente, una dio en la diana.

No había sido un tiro espectacular, pues había dado en el primer círculo, pero la aether no pudo evitar sentirse altamente orgullosa. Aplaudió, dejando caer el arco, y volvió a saltar, incapaz de contenerse. Corrió hacia el claritas y balbuceó algo incomprensible, con los ojos húmedos por la emoción y una enorme sonrisa.

Iba a llorar de la alegría.

Por fin, Lluvia consigue alcanzar la diana. Deja caer el arco, comenzando a aplaudirse a sí misma, acción que apoyo con mis propias manos. ¡Genial!
Cuando comienza a hablar, atropellada, no puedo evitar echarme a reír, mudo. ¡No he entendido nada!
Alzo las cejas, interrogante, haciendo un gesto con la mano para indicarle que, por favor, repita.

Sus ojos húmedos me preocupan. ¿Va a llorar por mi culpa? Para bien o para mal, al final...

Lluvia sentía que no podía encontrar las palabras para expresar lo que sentía. ¡Ni tan siquiera sabía con exactitud qué sentía! Se sentía ilusionada, contenta, orgullosa, cansada por todos los intentos... ¡Muchas cosas! Tragó saliva e intentó decirle algo al claritas, pero sólo pudo balbucear.

—Yo... Yo... Yo... Mira... Yo... Y.. Entonces y, ¡zas! y...

No era capaz de unir las palabras. Estaba demasiado emocionada, tanto que se le saltaron las lágrimas. La aether negó con la cabeza, limpiándolas, e hizo aspavientos con las manos. Tenía ganas de dar vueltas, de chillar, de gritarle al mundo entero que había logrado acertar en la diana. Pero no podía hacerlo. Era muy tarde y no quería que los guerreros se enfadasen.

En su lugar, se limitó a mirar al claritas, sonriente. Tras unos largos segundos, que empleó para calmarse, finalmente murmuró.

—Gracias...

Quería abrazarlo, pero no lo hizo. Sería muy raro.

Me resulta verdaderamente graciosa. Parece tan contenta que me estoy poniendo yo muy contento también, olvidando que tendré que irme muy pronto por un instante. Creo que jamás había visto a nadie tan contento por algo relacionado conmigo. La gente en la torre me sonreía, sí, pero poco más.

Niego lentamente, quitándome méritos. Me siento muy orgulloso, sí, pero hay que fingir un poco por no resultar arrogante.

"Ese tiro lo lanzaste tú sola.", escribo sin más, mostrándole mi pizarra.

Lluvia negó con la cabeza.

—Pero fue gracias a ti.

Era cierto. Si él no le hubiese explicado cómo lanzar, ella no hubiese acertado. Todo lo que había hecho hoy se lo debía al claritas.

Se acercó a él y esbozó una amplia sonrisa. Luego bajó la cabeza, a modo de reverencia.

—Muchas gracias, Jun... —murmuró. Después alzó la cabeza y lo miró, sonriente—. En serio.

Realmente, si se paraba a pensarlo, aquello no era más que una pequeña victoria. Cualquier guerrero se mofaría de ella si la viesen tan contenta por haber acertado en el primer círculo de la diana. Pero para Lluvia significaba mucho. Por pequeño que fuese.

Me froto la nariz con un dedo, avergonzado, y la nuca con la otra mano por más de lo mismo. Tantos halagos juntos... Luego no va a haber quien me soporte. Como se me suba a la cabeza lo voy a tener claro...
Niego lentamente. No tiene ninguna importancia. Se lo había prometido, al fin y al cabo.

"Espero que sigas cuando me vaya."

Sonrío.

"Así me lo podrás contar."

Sería una pena que dejase de entrenar ahora que ha empezado tan bien.

El rostro de Lluvia se ensombreció cuando leyó las palabras del claritas. A pesar de que ayer ya había asumido que se iría, la idea seguía pareciéndole amarga. No lloraría, pero aún así no le gustaba mucho hablar del tema.

—Seguiré —aseguró, mirándolo a los ojos. Le devolvió la sonrisa—. Y te lo contaré, claro.

Suspiró y se pasó una mano por la nuca, sin saber bien qué decir.

Me doy cuenta enseguida de que parece que he metido la pata. Cómo no, Jun. Aunque, bueno, no es ningún secreto... Y por mucho que ahora se entristezca, cuando me haya ido apenas se acordará de mí más que para responder a alguna carta. No creo que muera por ello. Y no sé si eso me desanima o me alegra. No me gustaria ser una carga en el recuerdo de las personas.

Esbozo una tímida sonrisa.

"Acabarás siendo mejor que yo."

A ver si así se anima un poco...

Lluvia negó con la cabeza. ¿Mejor que él? ¡Imposible! Estaba segura de que él llevaba años de práctica y que seguiría practicando, así que no había forma de que lo alcanzase. Pero no le importaba. Le bastaba con ser una arquera lo suficientemente buena como para no morir si una bestia la atacaba.

—Seguro que no. —Lo miró—. Porque, bueno, imagino que seguirás entrenando, y como ya llevas tanto... —Se encogió de hombros. Le sonrió—. Dudo que te pille.

Niego lentamente. Cojo la tiza para explicarme.

"Para mí es un pasatiempo." "No entreno demasiado."

La verdad es que no soy especialmente bueno. Es cierto que el abuelo consiguió que mejorase mucho cuando me dijo que si quería hacer algo, fuese lo que fuese, tendría que tomármelo en serio y hacerlo bien, pero tanto como estar al nivel de un guerrero... No lo creo...
Además, con lo mal que funciono con presión acabaría disparándome a un pie.

Lluvia alzó las cejas, sorprendida. ¿No entrenaba demasiado? Nunca lo hubiese dicho. Aunque, claro, ella no dejaba de ser una novata. Una novata muy novata.

—Pues cualquiera lo diría... —murmuró, sonriente. Luego rió—. E... En serio, pensé que no era un pasatiempo y que entrenabas mucho. —Lo miró. Se encogió de hombros—. Eres una caja de sorpresas.

Esbozó una amplia sonrisa.

Azorado de nuevo, me froto la nuca. Me está sacando los colores con tanto halago, jo... El abuelo no me va a soportar...

El primer bostezo de la noche acude a mis labios. Me lo estoy pasando muy bien y no quiero irme sin más. Odio tener tan poco aguante, a veces. Me pregunto si seré yo así o es porque aún no crecí... Lo que son más altos parecen dormir menos.

Sonrío.

"Cuando nos volvamos a ver, competimos."